Bienvenida Otra Vez

By Fifty-Seven

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Estoy consciente de que muchas personas suelen aparecer en nuestras vidas para enseñarnos cosas que no conocí... More

Sinopsis
Capítulo uno
Capítulo dos
Capítulo tres
Capítulo cuatro
Capítulo cinco
Capítulo seis
Capítulo siete
Capítulo ocho
Capítulo diez
Capítulo once
Capítulo doce
Capítulo trece
Capítulo catorce
Capítulo quince
Capítulo dieciséis
Capítulo diecisiete
Capítulo dieciocho
Capítulo diecinueve
Capítulo veinte
Capítulo veintiuno
Capítulo veintidós
Capítulo veintitrés
Capítulo veinticuatro
Capítulo veinticinco
Capítulo veintiséis
Capítulo veintisiete
Capítulo veintiocho
* noticia *

Capítulo nueve

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By Fifty-Seven

5 p.m. y yo ya estaba listo.

La verdad no sabía por qué estaba tan ansioso, era solo una chica linda y su amiga, llevándome a un lugar desconocido con ellas.

  
—¿Tienes una cita? —alcé mi mirada hacia Lorianne.

Ella estaba en la cama, leyendo una revista y con una taza de té en la mesa de noche.

—No es una cita —corregí—, es una... salida de tres personas.

—Vaya, no te creí fan de los tríos —fingió sorpresa.

—Ja ja ja —dije sin humor—. Iré con Ashley y su compañera de universidad y ya. Es una salida normal —aclaré.

—¿Sabes adónde van? —negué con la cabeza— Pues yo te lo digo: van a un bar o a una fiesta de universitarios. Dependiendo de los perfiles de las chicas, es más probable que sea la primera opción.

—¿Cómo se supone que sabes eso? —cuestioné.

—Fácil. Primero que nada, mira la hora a la que debes estar con ellas: 6 p.m. Segundo, son universitarias solteras, ya que te invitaron. Y tercero, mientras dormías fui a lavar ropa y ahí había una chica hablando de "Ash y yo" al teléfono, repitiendo frases como "¡estará genial!" y otras similares.

  
No sabía de qué sorprenderme más: de su análisis tan completo, de que haya escuchado la conversación de Mel o de que haya ido a lavar ropa.
La última me tenía asombrado.

—¿Necesitas más pruebas? —negué— Eso pensé. Ahora, quita esa cara de shock, ya sé que soy genial.

Rodé los ojos y seguí en lo mío. Me aseguré de no olvidar nada y cepillar mis dientes. Cuando estaba nervioso, solía lavarme los dientes muy seguido.

Al dar las 6, me despedí de Lorianne y salí del apartamento. Bajé en el elevador y, al llegar al lobby, estaban Mel y Ashley esperándome. Ambas se veían bastante bien, siendo sincero.

Ambas se voltearon a mirarme y Ashley me sonrió. Me acerqué a ellas y las saludé.

—Vamos ya, nos están esperando —dijo la rubia.

Los tres caminamos hasta la salida y ahí, tomamos un taxi. Tomé asiento junto a Mel, que nos separaba a Ash y a mí.

—Entonces —inicié—, ¿quiénes nos están esperando?

—La cita de Mel y un amigo suyo.

  
Eso de "un amigo suyo" no me sonaba bien. ¿Acaso era una de esas famosas "citas dobles"? Es decir, nunca había tenido una —excepto en las que Thomas me forzaba a ir, pero esas no eran formales—, sólo las había visto en películas o leído en libros.

¿Debía preguntar quién era el "amigo suyo"? Es decir, si fuese una "cita doble", el "amigo suyo" y Ashley estarían juntos en una cita, lo que me dejaría a mí solo. Genial, ¿no? —nótese el sarcasmo—. ¿En qué me había embarcado? No quería tener que socializar con alguien más.

El viaje continuó con Mel y Ash charlando y yo participando en lo más mínimo.

Al llegar al lugar, supe que Lorianne tenía razón, estábamos en las afueras de un bar.

—¡Vamos! —exclamó Mel, caminando hacia adentro.

Ash me miró y me ofreció su mano.

—¿Vienes, o te pongo una correa de perro? —bromeó y tomé su mano. Me guió hacia el interior del bar, que estaba lleno de personas, sin soltarme.

—¡Max! —exclamó Ash, sobre la música.

Siguió tirando de mí hasta que encontramos al tal Max y a un chico pelinegro junto a él. Mel ya estaba en brazos de Max.

—Chicos, él es Chad, nuestro vecino —me presentó Ashley—. Chad, ellos son Max y Devon, son amigos de Mel de la universidad.

—No me has saludado como se debe —se quejó el llamado Devon, mirando a Ash.

—Ven acá —ella lo abrazó, mientras que él seguía sentando en su taburete. Durante el abrazo, el chico me miró de pies a cabeza también. Ahí fue cuando desarrollé una teoría:

Era gay. O eso es lo que esperaba en mi cabeza, por el simple hecho de que parecía tener una buena relación con Ashley y yo sólo la conocía a ella y no quería quedar extraviado en todas las conversaciones.

Al terminar el abrazo, Devon me miró y me ofreció una mano. La estrechamos y me sonrió. Le devolví la sonrisa y preguntó:

—¿Quieren algo de beber?

Yo negué, pero los demás pidieron algo. Me senté junto a Ashley, que no paraba de reír con Devon. ¿Y si mejor me iba del lugar? Es decir, ella me había invitado, pero no me había dicho quienes irían además de Mel, ella y yo.

No sé cuanto tiempo transcurrió y yo solo pensaba en las maneras de zafarme de ellos e irme.

—¿Nos disculpas un momento? —preguntó Ashley a Devon. Él asintió.

Ashley tomó mi mano y, prácticamente, me obligó a levantarme de mi asiento. Atravesamos el bar, hasta una zona más calmada, con una especie de balcón. Cerró la puerta atrás de nosotros y el ruido de adentro disminuyó en el lugar.

—Así está mejor, ¿no te parece? —preguntó, sentándose en una banca del balcón.

  
Yo estaba confundido, ¿qué pasaría con Devon y lo que parecía ser una cita?

—Ese chico es un idiota —respondió a mi pregunta mental—, de verdad.

—¿No era tu cita?

—¿Qué? No —rió levemente—. Mel siempre se la pasa buscándome chicos para salir, así que organiza "citas dobles" y me obliga a ir con ella. Si Mel fuese hombre, sería un picaflor —rió y yo sonreí.

Era como vernos a Thomas y a mí... excepto que nuestras "citas" implicaban mujeres y no hombres.

—Tienes que conocer a Thomas, mi mejor amigo, él sí es un picaflor de verdad —ambos reímos.

—¿Entonces Mel y Thomas son iguales? —asentí— Vaya casualidad —siguió riendo—. Mel siempre ha sido así. Extrovertida, graciosa, todo siempre es una aventura para ella... —me miró a los ojos— Supongo que hicimos conexión apenas nos conocimos —alzó sus hombros.

Me senté a su lado en la banca.

—No, Thomas... —miré mis zapatos— Thomas tuvo problemas en la secundaria. Él... no quería estar con nadie, tenía problemas para socializar, tenía problemas familiares; él no estaba bien. Estaba deprimido porque la gente no lo quería por su aspecto. Y cuando nos conocimos —sonreí para mí mismo— también hicimos una conexión —miré a Ashley—. Lo ayudé y ahora míralo, es la persona más segura de sí misma que conozco.

Ella sonrió también.

—Eso fue muy lindo de tu parte, de verdad.

—Gracias... creo —ella sonrió.

Miré la vista de la ciudad que teníamos frente a nosotros.

—¿Te gustan las fiestas como estas? —señaló hacia atrás con su pulgar sobre su hombro.

—¿Te digo la verdad? No.

—¿Habrías venido si te hubiera dicho que era a un bar? —me miró de nuevo.

—Sí.

Frunció el ceño, mostrando su confusión.

—¿Por qué? No parecías disfrutar nada allí dentro.

—Tal vez porque me caes un poco bien —alcé mis hombros.

—¿Un poco? —alzó una ceja y yo asentí. Ella no dejaba de sonreír.

  
De verdad era bastante hermosa.

—Pues sí, solo un poco. Apenas si te conozco, no sé si eres una asesina en serie o una depravada —soltó una carcajada.

—Créeme que no lo soy.

—Entonces me agradas más —negó con la cabeza sin dejar de reír.

—Cuéntame de ti, Chad, ¿qué te gusta hacer? —puso su atención en mí.

—Nada extraordinario. Me gusta leer, correr... no sé, no hago nada genial. Dime tú.

—Practico arquería —alcé ambas cejas.

—¿Entonces puedes clavarme una flecha cuando se te antoje?

—Eso depende, apenas si te conozco —sonrió.

   
Toda la noche estuvimos ahí, pero solo charlamos. Ahí la conocí mejor. Ella me dijo más de ella y yo le dije más de mí, y antes de percatarnos, ya eran las 2 de la mañana. Tomamos un taxi solos, ya que Mel se había ido con Max, y volvimos al edificio. Fui a dejarla a su puerta y, ahí, ella me volvió a mirar a los ojos.

—Gracias por aceptar ir sin siquiera saber adónde íbamos —le sonreí.

—Gracias a ti por la invitación —dije—. ¿Te parece si... salimos otro día? —propuse, esperando no ser rechazado.

Ella sonrió y se despidió de mí, para entrar en su apartamento.

  
Lo peor de todo era que no me había dado una respuesta, entonces no sabía en realidad qué esperar.

Bajé las escaleras y entré a mi apartamento, encontrando todas las luces apagadas, exceptuando la del baño. La apagué y, con la linterna de mi celular, fui a la habitación, encontrando a Lorianne profundamente dormida en la cama. Me cambié de ropa y me acosté a su lado, quedándome dormido casi al instante.

Al escuchar mi alarma desperté, con el raro momento sin escuchar a Lorianne quejarse.

Me giré y noté que no estaba, solo un pedazo de papel con una nota:

"No te lo dije, pero hoy empiezo a trabajar. Nos vemos en la tarde."

Me quedé extrañado, ¿por qué no sentí cuando se fue? Usualmente me despierto cuando siento algo así. Además, Lorianne no era muy silenciosa, así que tal vez mi cuerpo estaba muy cansado como para escucharla andar por el apartamento.

Me levanté y, de inmediato, tocaron la puerta. La abrí y encontré a Thomas, que, de sonreírme, pasó a analizar mi rostro, a poner una cara de indignación.

—¡Trasnochaste! —exclamó cerrando la puerta detrás de él.

—No.

—Pero saliste durante la noche y no dormiste lo que sueles dormir, se te ve en la cara. Dime que... Espera... ¡Tuviste sexo con Lorianne! —exclamó, señalándome.

—¿Qué? ¡No! ¿De dónde sacas esas ideas?

Alzó sus hombros con tranquilidad y se sentó en el sofá.

—Pero dime, ¿qué hiciste ayer y no me invitaste? —encendió la TV— Lo que por cierto, me tiene indignado, porque siempre te invito cuando voy a salir.

Rodé los ojos y me senté en el sofá en diagonal suyo.

—Salí con Ashley, la vecina del piso de arriba —quitó su mirada del televisor y centró si atención en mí.

—¿Ah sí? —alzó una ceja— Interesante... Entonces, ¿cuánto le das del 1 al 10? Donde 1 es "Frankenstein" y 10 es "la futura señora Adams". Siempre puedes salirte de los rangos de números, si quieres.

—No la voy a enumerar, Thomas.

—¿Qué? Quiero hacerme una idea de cómo te fue en tu cita.

—No fue una cita —rodé los ojos—. Íbamos Ashley, su amiga Mel y yo, y...

—Alto, alto, detente ahí, vaquero —me interrumpió—. ¡¿Tiene una amiga y no me llamaste?! ¿Qué clase de mejor amigo eres? —se puso de pie y caminó hasta la puerta.

Sabía que no se iría, sólo hacía drama. Muy típico suyo.

—¡Cuando salga me perderás, Adams! —exclamó.


Abrió la puerta y dijo:

—Vaya, hola.

—¿Está Chad? —al oír su voz, me levanté y me apresuré hasta la puerta, para encontrar a Ashley con el cabello recogido y un estilo muy fresco.

—Hey —la saludé.

—Hola Chad.

A nuestro lado, Thomas empezó a hacer sonidos con la boca. Lo miramos y él sonrió.

—Ashley, él es Thomas, mi mejor amigo. Thomas, ella es Ashley, la vecina.

  
Ambos estrecharon la mano.

—Así que tienes una amiga —dijo Thomas y Ash me miró sonriendo. Yo me llevé una mano al rostro.

—¿Quieres pasar? —asintió y entró.

Ella pasó primero.

—Te doy mi bendición —susurró Thomas a mi oreja—. ¿Café, té, chocolate? —ofreció Thomas a la invitada.

—Un café estaría bien —dijo ella tomando asiento en el sofá.

—Bien. Chad, hazle un café y a mí también, pero con bastante crema, gracias.

Ashley rió sonoramente y ella y Thomas entablaron una conversación mientras yo preparaba café.

Charlamos —ellos, en realidad— por horas y cuando ella se fue, llegó mi hora de irme también, ya que tenía que ir a dar tutoría. Thomas decidió acompañarme hasta la parada del bus, así que íbamos charlando.

     
—¿No pasó nada más? —negué— ¿Seguro, seguro, segurísimo?

—No hice nada de eso ayer, créeme —rodé los ojos.

—¿Entonces por qué estuviste tan callado todo el rato que ella estuvo con nosotros?

—No lo sé, yo... supongo que no quiero hacer algo mal con ella —alcé los hombros—, creo que es una chica genial, linda, inteligente, graciosa...

—En tal caso, sigue hablando con ella, sigue siendo tú —alzó los hombros—. Mira que a las chicas les gustan los hombres seguros. Así que la próxima vez que la veas, sujétate los pantalones, camina como el macho alfa que eres y dile: "Ashley Hansen, tengamos sexo ya". Y boom, un Chad feliz el resto de la semana.

—Eres un idiota y sé que lo sabes, Thomas.

  
Mi bus se detuvo frente a mí y subí en él.

—¡Me lo vas a agradecer cuando sea tuya! —exclamó y todas las personas del bus se enteraron de mi sexualidad.

Tomé asiento y traté de ignorar los movimientos que hacía Thomas en la parada del bus.

Al llegar, toqué el timbre de la casa de la cual tenía la dirección. Salió una chica con su rostro bañado en lágrimas y ahí no supe qué hacer.

—¿Eres May... Nichols? —pregunté y ella asintió— Soy Chad Adams, vengo para las tutorías de francés.

Me dejó pasar y, la casa estaba vacía.

—Perdón por esta primera impresión mía yo... —dijo secándose las lágrimas— yo no estoy muy bien, pero y-ya pasó. Por aquí.

Me guió a una mesa, donde estaban sus libros.

—¿Segura que quieres tener la clase hoy? —pregunté, ya que realmente no se veía muy bien— Si quieres puedo venir otro día.

—No no, yo... —se sorbó la nariz y se limpió las lágrimas— estoy bien, en serio.

—Si tú lo dices...

Me senté junto a ella e intenté explicarle lo primero que no comprendía. En un momento, ella solo se quedó mirando a la nada y me asusté. ¿Qué podían pensar de un chico mayor que entraba a la casa de una niña de secundaria y luego ella salía llorando? Es decir, tenía que hacer algo o salir de ahí.

—¿Estás bien?

—¿Alguna vez has tenido novio? —preguntó.

—Bueno... novio no, pero sí, tuve una novia... Dos, en realidad.

—¿Alguna de ellas te dejó? —empezaron a salir lágrimas de sus ojos.

—Sólo la primera.

—Entonces supongo que has pasado por lo que yo, ¿no? Yo... Yo no puedo parar de pensar en él y d-de verdad y-yo no...

—Dime qué te pasó —interrumpí—, tal vez pueda ayudarte y así te podrás concentrar y estudiar —asintió—. Respira hondo y empieza con calma.

May me contó la historia de ella y su ahora ex novio. Le tomó una caja de toallas de papel y tres vasos de agua, pero de verdad, el chico que la dejó, fue un completo idiota. Ya saben, el típico Nathan o Kendall de las secundarias, que creen que todo lo saben y todo lo pueden. El chico en cuestión la engañó y publicó cosas de ella a todos en la secundaria y acabó con su vida social, la destruyó por completo. Nadie la volvía a ver igual que cuando estaba con él, ella ya no era una chica que todos fueran a respetar en los pasillos, sino que él se encargó que todo a su alrededor creyera su historia y May no pudiera ser la misma chica de antes.

Eso me recordó otra historia. Mi historia.

Se la relaté a May, de principio hasta el presente y, al final, lo que me dijo fue:

—Eres un idiota, ¿cómo vas a dejar que viva contigo? —preguntó molesta— De ser tú, yo la habría dicho que no y me habría reído en su cara.

—Me educaron para ser un hombre, no un sin vergüenza.

—Oye, ¿dónde has estado toda mi vida? —reí.

—Habemos personas que tenemos historias difíciles y, la verdad, me costó mucho superar la humillación y... todo en realidad. Pero te digo algo, nunca dejes que te pisoteen. Jamás. Eres más fuerte que todos los que hablan de ti, solo no te rindas, porque un día ellos estarán hundidos en un abismo y tú estarás disfrutando de un café en tu penthouse.

Ella sonrió.

Antes de enterarnos, ya la clase había acabado.

—Debo irme —anuncié—, no es necesario que me pagues esta clase. Solo quiero que tengas claro quién es mejor que quién en tu historia.

Me guió hasta la puerta y ahí me despedí de ella, quien no paraba de agradecerme.

   
Al llegar al edificio del apartamento, me encontré a Mel, entrando al elevador. Al verme, lo detuvo y subí con ella.

—¿Qué tal te fue ayer? —me preguntó.

—¿A mí? —asintió— Pues... bien. Normal. ¿Por qué preguntas?

Alzó sus hombros.

—Simple curiosidad —aseguró, pero no le creí.

—¿Segura?

—Sabes a qué me refiero —me sonrió y, al no ver respuesta positiva en mi rostro, rodó los ojos—. Hablo de ti y de Ashley, tonto. ¿No pasó nada?

—¿Algo tenía que pasar? —cuestioné.

—¡Sí! Es decir... no, pero habría sido genial si hubiera pasado algo.

—¿Puedo preguntar por qué?

—Pues... es una historia larga. Pero creo que puedo darte un resumen: Ashley tuvo problemas con unas chicas y un chico de la secundaria en su cuarto año y creo que desde entonces no quiere nada con nadie, literalmente —explicó—. Siempre fue muy alegre y eso la hizo decaer durante mucho tiempo. Además, creo que puedes estar empezando a gustarle, lo cual puede ser lo mejor que le pueda pasar ahora.

—¿Qué?

—No oíste nada de mí —me guiñó un ojo y, la puerta del elevador se abrió en su piso—. ¿No vas a ir a saludarla otra vez?

—La vi esta mañana, creo que sería demasiado ir a verla a esta hora, ella...

—No seas ridículo —me tomó del brazo y tiró de mí hasta su puerta.

La abrió sin soltarme y, al entrar gritó:

—¡Ya llegué y te traje un regalo!

Me siguió arrastrando hasta que entró a una de las dos habitaciones que tenía el apartamento.

—Feliz navidad adelantada—dijo Mel, dejándome en la puerta de la que parecía ser la habitación de Ashley.

—Hola —dije y ella sonrió.

Estaba en su escritorio, rodeada de libros, cuadernos y hojas. Además, junto a ella había un basurero con desechos de McDonald's.

—Hey, qué... ¿Qué haces aquí? —preguntó limpiándose la cara, a pesar de que no estaba sucia.

—Yo... Mel me arrastró, pero en realidad pensaba venir a saludarte... otra vez —sonrió—. Pero si estás ocupada puedo volver en otro momento.

—Para nada, solo estudio 5 días antes de mi examen para evitar sorpresas, soy ridícula —rió poniéndose de pie.

Iba a mencionar que yo lo hacía, pero mejor me ahorré las vergüenzas.

     
Se sentó en su cama y yo me senté a su lado. Lo único que hicimos fue charlar y reír, charlar y reír. Podía tomar el consejo de Thomas, sujetarme los pantalones, caminar como macho alfa y decirle: "Ashley Hansen, tengamos sexo ya". Pero podía cambiarlo un poco más a... mi estilo.

Podía sentarme con ella, charlar, reír, olvidarme de todo y de todos y decirle: "Ashley Hansen, ¿te gustaría ir a dar una vuelta?".

Era un poco menos... Thomas, por decirlo de alguna manera.

Al terminar de charlar, salí de ahí con una sonrisa. Me gustaba hablar con ella. Siempre tenía algo interesante o nuevo que decir y eso me resultaba simplemente fascinante.

Al llegar al apartamento, todo estaba apagado, exceptuando la luz del baño otra vez. Al llegar a la habitación, estaba Lorianne dormida en su lugar, justo como la noche anterior. Sólo me cambié al pijama y me acosté a dormir.

Eso se convirtió en rutina, por lo menos por un par de semanas aproximadamente. Lorianne despertaba temprano para trabajar, no la veía salir, yo desayunaba con Ashley —y Mel, algunas veces—, daba tutorías a más personas o si no tenía clase iba a hacer compras o salía con Thomas. Después, salía con Ashley —y Mel, si no estaba Max con ella— y regresaba al apartamento durante la noche.

Ella solía quedarse dormida antes de que yo llegara, si no era en la cama, se quedaba dormida en el sofá mirando a la TV. Ahí yo la cargaba hasta la habitación y listo, a la mañana siguiente no la volvía a ver y seguíamos con la misma rutina.

Los sábados, después de las clases que daba temprano, me quedaba en casa con Ash, y Lorianne trabajaba desde temprano. El domingo ella no trabajaba, pero yo tenía más clases que dar.

Nos veíamos por las noches y tampoco eran muchas horas, porque yo preparaba material de estudio y ella se dedicaba a mirar la televisión o buscar cosas en internet. No intercambiábamos muchas cosas interesantes. Algunas cosas que nos decíamos eran, en su mayoría, quejas.

Yo me quejaba porque ella no lavaba lo que usaba, no era ordenada y no lavaba a tiempo. Ella se quejaba porque yo "invadía su espacio personal", movía sus cosas del lugar que tenían y no compraba el té que ella solía tomarse.

A pesar de eso, mi relación con Ashley avanzó, nos veíamos casi siempre, a petición de ella. Yo estaba planeando el momento justo para decirle lo que sentía por ella, esperando en realidad no ser rechazado.

    
—¡Chad! —gritó Lorianne uno de esos tantos domingos— ¿Tocaste mi shampoo? ¿Lo quitaste de su lugar? ¿Dónde lo dejaste? —preguntó saliendo del baño, claramente molesta.

Alcé la mirada de mi laptop y la vi cruzada de brazos.

—No he tocado tu shampoo, probablemente lo dejaste tirado por ahí, junto con el zapato que perdiste la semana pasada —alcé una ceja.

—¿Volvemos a lo mismo? ¡Sólo deja de mover mis cosas de su lugar! —exclamó caminando con un paso firme hasta la habitación.

—¡Que yo no lo moví! —exclamé de vuelta— No me culpes de tu desorden, eso es tu mundo desordenado, no el mío.

Sonó el timbre y me levanté a abrir. Era Ashley, con una gran sonrisa.

—Hey —saludé.

—Hola. Solo vine a saludarte y a invitarte al cumpleaños sorpresa de Mel del martes, para que lo apuntes en tu agenda desde ya.

—Listo —me sonrió.

—¡¿Qué?! —oí un grito desde adentro. Era Lorianne— ¿Pero...?

Ambos miramos hacia adentro.

—¿Estará bien? —preguntó ella.

—Sí, ha de ser parte de su drama.

—Bien, ¿entonces te veo mañ...?

—¡No! —otro grito de Lorianne.

  
¿Qué demonios pasaba?

—Ve a ver qué le pasa —dijo Ash—, nos vemos mañana —besó mi mejilla y se fue.

Cerré la puerta y me preparé para enfrentarme a Lorianne. No podía estar gritando como loca en todos lados.

—Mira Lorianne —inicié—, ¿qué carajos te pa...? —me detuve al verla en mi habitación.

  
Estaba en el suelo, sosteniendo su celular contra su oreja con sus manos temblorosas y un rostro bañado en lágrimas.

Esperé con cautela para que ella me explicara qué había sucedido.

—¿Pero c-cómo...? —su voz se quebraba— No, no, no... Ella... Bien.

Soltó su celular y empezó a llorar con más fuerza, aferrándose a sus piernas. ¿Qué le pasaba? ¿Por qué estaba tan mal a sí de repente?

—¿Qué pasó? —pregunté con suavidad.

Ella alzó su mirada hacia mí y, en vez de decirme algo, lo que hizo fue abrazarme, aferrarse a mí.

Esa noche no dijo palabra alguna. Solo me abrazó hasta que se quedó dormida en mis brazos y yo me quedé dormido también. Dormí sentado con ella recostada en mi cuerpo, abrazada por mí.

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¡MARATÓN DE CUMPLEAÑOS!
2/3

19/9/2016
10:27 pm

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