Días restantes para el baile: 0. Ha llegado el día y los nervios me carcomen por dentro cruelmente.
Jamás he ido a estas cosas en la escuela por miedo a ser el «hazme reír» nuevamente, ya que luego de aquel día en el que perdí casi toda mi dignidad (literalmente) no volví a asistir a fiestas, a menos que fueran de familiares o únicamente Lana. Me aterra la idea de ser el centro de atención. Me aterra la idea de conocer personas que finjan ser mis amigas y que luego me traicionen. Me aterra... todo, especialmente cuando se trata de temas sociales, así de sencillo.
Si no me equivoco, el paso número uno de la lista que hice previamente (qué inteligente, ¿no?) con los pasos a seguir para avanzar en los problemas de la vida es: «relajarse y dejar que las cosas fluyan con naturalidad».
Relájate, Sam, solo... Inhala, exhala, inhala, exhala y... Bien, esto no está funcionando para nada.
¡No estoy para nada relajada y las cosas no fluyen con naturalidad ni en lo más mínimo!
Bien, bien... descartemos el primer paso. El paso número dos: «Toma respiraciones profundas para apaciguar los nervios, ya que existe la sensación de que el primer paso fue una completa basura». Este tiene que funcionar sí o sí, ahora que dentro de poco llegará Lana con los chicos para irnos directo al baile y yo aún no consigo estabilizarme. Genial.
—Hola, Sa- ¿Qué diablos haces? —la preocupaba voz de Lana que apareció desde el marco de la puerta, inundó la habitación junto con mis aceleradas inspiraciones y exhalaciones—. ¡Oh, no! ¡Te hiperventilas! —exclamó acercándose rápidamente a mí haciendo ridículos gestos con sus manos agitándolas en un intento de refrescarme.
—¿Qué ocurre contigo? —increpé apartándome de ella de un solo tirón.
—No, no —rebatió negando repetidas veces con la cabeza— ¿Qué ocurre contigo? Estás pálida y aparte no te pusiste bien el vestido —replicó cual madre reprendiéndole a su hija el no hacer las cosas bien, y procedió a acomodar la falda de mi vestido junto con los tirantes, que estaban hechos un desastre—. ¿Qué pasa contigo, Sam? —dijo finalmente con preocupación.
—No lo sé, Lana, yo... yo... creo que no iré —me dirigí hacia la cama para sentarme en ella con los brazos cruzados de mala gana.
—¿De qué hablas? Ya estás vestida, andando —animó intentando tirar de mi brazo que inmediatamente retiré.
—No lo haré —me negué en un puchero de niña pequeña.
—Oh —musitó con cierto dejo insinuante que me puso alerta al instante—. Claro que no puedes ir, Sam... —mis ojos se iluminaron con solo escuchar su tono compasivo.
—Gracias —articulé con desgana.
—¡PORQUE NO PUEDES IR SIN ANTES MAQUILLARTE CON LANA'S MAKE-UP SERVICES! —concluyó su frase en el momento en el que menos me esperé recibir una puñalada en mi tímpano izquierdo.
Creo que debí habérmelo pensado un poco más de dos veces cuando accedí a ir al baile. Primero, porque soy la persona más tímida y temerosa del mundo. Segundo, porque los bailes y vestidos no son mi estilo, mientras los bailes y actos desahoga hormonas concurren en el baile, yo prefiero quedarme comiendo helado de chocolate mientras veo una película romántica para desdicharme la vida como la masoquista que soy en la comodidad de mi aposento. Y tercero, porque la persona que me maquillaría —en contra de mi voluntad— sería...
—Lana...
—¿Sí? —contestó orgullosamente detrás de mí seguramente limándose las uñas divamente.
—Es-esto es...
—Oh, sí. Dilo, querida, exprésate —alentó sobando mi cabello con extrema delicadeza mientras yo no podía evitar dejar de mirarme en el espejo.
—¡Está hermosísimo! —exclamé girándome hacia ella luego de notar los sencillos detalles dorados sobre mi párpado, los cuales degradaban sobre un suave color marrón.
Parece que alguien logró comprender el concepto y diferencias del maquillaje según la ocasión...
—Lo sé, lo sé —comentó halagándose a sí misma—. Y pensar que hoy alguien dañará ferozmente ese labial que te puse —añadió junto con un baile de cejas que logró palidecerme al instante.
—¡Lana! —le reprendí con un suave golpe en su hombro—. ¿Por qu-qué pi-piensas que yo ha-haría tal...
—Bien, ¿cómo están mis futuras Reinas de Calabaza? —la voz de Cody resonó desde el umbral de la puerta luego de tocarla, interrumpiendo mi ridículo acto de nervios.
—¡Cody! —lo saludé animadamente desde donde yo estaba—. ¿También vendrás al baile? —pregunté luego de notar que el rubio vestía un smoking elegante con una ajustada corbata azul.
—Por supuesto, no podía permitir que esta guapura fuese sola a esa caja hormonal durante toda una noche —dijo acercándose a mi amiga a la vez que la observaba como a un delicioso trozo de dulce, aunque no lo culpo, a Lana le queda a la perfección ese ajustado vestido anaranjado lleno de brillos en la zona del escote, cumpliendo la preciosa función de llamar la atención a esa zona, que a diferencia del mío, era de falda acampanada de cola larga en la parte posterior, con la espalda parcialmente descubierta (gracias a la elección semi-atrevida de Lana).
—Claro, claro. ¿Qué tal si nos vamos de una vez por todas a arrasar con todo en la pista de baile? —propuso Lana tirando de nosotros hasta dar al pasillo sin recibir nuestro beneplácito previamente.
—¡Oye! ¡¿Acaso estás demen- Oh, hola, Jaden...
—Hola, Sam —saludó con una suave voz ronca para acariciar mi mejilla—. Te ves espectacular.
—Gr-gracias, Jaden —articulé en un susurro sintiendo mis mejillas encenderse más que nunca.
—¡OH, NO! ¡ALERTA CURSIS, CUBRAN SUS OJOS POR FAVOR! —gritó Lana cubriendo los ojos de Cody mientras éste inundaba el lugar de risas por su exagerada acción.
Puse los ojos en blanco negando con la cabeza mientras el grupo de adolescentes y yo bajábamos las escaleras, hasta tocar el último peldaño en el que yo activaría mi sexto sentido para comprobar si no hay monos en la costa que retrasasen nuestro emprendimiento con destino al baile, y continué por sisear un suave «shh», dándoles un pequeño vistazo a mis camaradas cual espía secreto en una misión súper importante.
Conmovida por el silencio luego de mirar de izquierda a derecha en busca de existencia humana y a punto de rectificar la desolación del lugar, di la señal para que continuásemos bajando hasta que...
—¡Sam! —escuché la exclamación de mi perdición provenir de mamá acercándose por los pasillos—. Justo a tiempo para las fotos, ¿eh? —«más bien: justo a tiempo para llegar tarde al baile», pensó mi consciencia—. Traje mi cámara —agregó con una radiante sonrisa.
—Mamá... —murmuré para mis adentros poniendo los ojos en blanco nuevamente como si fuese a recibir alguna recompensa por ello—. Vamos bastante tarde al baile, ¿no podrías-
—Por supuesto que no, son las seis —acotó luego de mirar su reloj de muñeca—. Y no me pongas esos ojitos de huevo cocido, señorita, es de mala educación —sermoneó sin importarle el hecho que no estamos a solas y que estaba dándome una reprimenda de tipo: madre a niño pequeño, frente a mis amigos, ocasionando que mis mejillas ardieran salvajemente.
—Mami, me estás avergonzando, por favor... —intenté susurrarle, pero sus exageradas expresiones me decían que no me escuchó.
—Oh, no, nada de eso —terminó de decir antes de cambiar drásticamente su fachada de Maléfica para volver a la de madre dulce—. Acomódense todos —se dirigió ahora a todos dulcemente—, posen como más gusten para fotografiar este recuerdo, ¿quieren?
¿Por qué siempre pienso que estas situaciones nunca ocurrirán? ¿Por qué las madres —y tías, abuelas... básicamente todo familiar— siempre tienen la necesidad de documentar hasta la maldita araña que picó tu trasero durante la noche sin siquiera darte cuenta? Siempre pasa. Aunque lo evites a toda costa, aunque no quieras y te niegues rotundamente, aunque no estés siquiera consciente, te pondrán así en el retrato. Y aunque hagas hasta lo imposible por evadir la situación, siempre ocurrirá esto: te obligarán a ponerte junto al pelotón de personas sonriendo exageradamente mientras fingen disfrutar y divertirse, te obligarán a sonreír porque no quieren que dañes la fotografía con tu facha normal (o en este caso, deseando que todo se destruya; específicamente, la cámara) y finalmente en el intento definitivo, capturarán la imagen con flash cegándote por completo, logrando que parezcas una cabra recién nacida.
Sí... y no exagero, porque es lo que acaba de pasar, así que este es el resultado de dicha secuencia:
—¡Aún no supero el rostro de Sam! —exclamó la inculta de mi mejor amiga desde el asiento de atrás de la camioneta mientras se reía como una foca apareándose—. Debiste pensarlo mejor antes de quitarte los frenos antes de tiempo el año pasado, Sam, ¡en serio! —añadió procediendo a retorcerse aún más de la risa.
—Al demonio... —maldije para mis adentros, pero cuando estuve a punto de soltar la grosería que me enseñaron cuando tenía cuatro, me abstuve al sentir el tacto de la mano de Jaden sobre mi muslo.
—Tranquilízate, Sam —apartó un momento la mirada del camino para observarme con sus penetrantes ojos verdes—, no te veías tan mal; de hecho, te veías preciosa —comentó dulcemente.
Hice el intento de un esbozo de sonrisa de agradecimiento a Jaden, quien al verme sonreír, se conformó con eso para volver a poner su mirada en el camino, o más bien, en el lugar en el cual estacionaría la camioneta ahora que estábamos llegando a la escuela. El sol ya estaba dando sus últimos destellos para dar paso a la noche, y aun así la mayoría de estudiantes ya se encontraban en el baile por lo visto: un gran grupo de chicas zanahoria (por la exigida vestimenta naranja) con sus parejas para el baile entrando bestialmente al edificio.
Una vez estacionado el vehículo, todos procedimos a salir de él y contemplar desde la acera en las afueras de la escuela tal inmensidad de masa de humanos.
Dios, esto es más de lo que imaginé esperar en el baile, son demasiadas personas. Esto es una locura.
—¿Estás lista, Sam? —susurró Jaden en mi oído al tanto que tomaba mi mano, mandándome casi instantáneamente una corriente eléctrica por toda la médula.
—Eso es lo que creo... —pronuncié tratando de ocultar ese cierto dejo de inseguridad en vano.
Todos juntos emprendimos nuestro viaje a la entrada a los pasillos de la escuela procurando no separarnos en el mar de personas que nos guiarían al salón de gimnasia (en donde se realizaría el baile), donde sorprendentemente dimos en un abrir y cerrar de ojos.
—¡Perfecto! —exclamé al notar que me encontraba dentro del salón—. ¡Hemos llega...
Detuve en seco mi animada exclamación de victoria al notar que me encontraba sola entre tanta gente bailando con la música a todo volumen en completa oscuridad, con apenas una luz tenue proveniente de la zona del DJ que se reflejaba sobre la brillante vestimenta del mar anaranjado de chicas que bailaban sobre la pista. ¿A dónde demonios se fueron los chicos? Hace un minuto estábamos unidos casi como una tropa Scout.
Conserva la calma, Sam, recuerda lo que te dijo Lana antes de entrar: por lo que más quieras en el mundo, solo aplica la Doble D, Disfruta y Diviértete. Y de acuerdo con mis pensamientos, me puse en marcha sin importar qué me podría pasar aun así sin mi grupo y me enfoqué en encontrar un ángulo en el gimnasio en el cual poder obtener una mejor visión para localizar a Jaden.
Relámpagos, debí haberlo pensado mejor antes ponerme tacones altos solamente por complacer a Lana y su petición de «Debes verte bien y sexy, los tacones te proporcionarán una postura ardiente». ¡Patrañas! ¡Ni siquiera puedo caminar como una persona normal, parezco un Bambi recién nacido!
—¡Ten cuidado! —exclamó el chico que de no ser por su grito, no me habría percatado de su presencia en mi camino. Estoy malditamente ciega aún con mis lentes de contacto en este lugar.
—Lo siento —me disculpé penosamente por mi torpeza.
—No importa... —dijo él con simpleza, que por su silueta, conjuntamente con un encogimiento de hombros—. Hey, justamente te estaba buscando —entonces fue que hice un intento por enfocar más mi visión en él sobre la espesa oscuridad: traje con camisa blanca debajo, jeans... es Jaden. ¡Perfecto!
—Lo mismo digo... —murmuré más para mí, ya que por el volumen de la música es casi imposible que me escuchase, luego recordé: «La Doble D»—. Hummm... ¿Bailamos? —propuse con voz temblorosa.
Logré percibir una suave risa provenir de él antes de tomar mi mano para dirigirme a la masa de personas que bailaban en la pista bajo la bola de espejos que disparaba destellos en todas direcciones. Hasta esa bola de espejos tiene más en claro de su quehacer en este baile que yo, porque desde que Jaden tomó mi mano para bailar, mis piernas parecen gelatina. Es como si su simple toque me haya dado una especie de embolia cerebral porque no encuentro la manera de salir de mi trance nervioso.
Al menos deberías hacer un esfuerzo, Sam, ¿qué le contarás a tus nietos cuando quieran historias de tus supuestas locuras adolescentes de cuando eras joven? Pero, ah, es cierto, nunca tendrás nietos por no tener siquiera el atrevimiento de bailar con un chico en un estúpido baile escolar.
Suficiente.
Jaden se mantenía algo distante mientras la canción lenta resonaba por todo el lugar, aunque no me preocupé en preguntar el por qué ya que no quería arruinar el momento puesto que al ver todo mi alrededor todas las parejas estaban abrazadas a la vez que bailaban al compás de la música. Nosotros éramos los únicos que parecían una distante y triste pareja de friendzoneados que no se atrevieron a dar el primer paso, y...
Oh, no. Eso definitivamente no. Así que osé por imitarlos tomando las manos de Jaden para alojarlas en mi cintura y poner las mías alrededor de su cuello para acercarlo a mí hasta el punto de que nuestros rostros quedaran a apenas centímetros.
Sé que esto parece un tanto forzado pero, ¡mírenme! ¡Bailo con un chico!
Está bien, mejor no, eso sonó como si viniese de la más desdichada solterona que nunca fue correspondida.
—Oye... —susurró el logrando que despegue mi cabeza de su hombro para volver a quedar frente con frente y su aliento de menta chocar contra mi rostro.
—¿Sí? —hablé levantando las comisuras de mis labios, en los cuales casi instintivamente se clavó toda su atención luego de sentir la presión de su mirada en esa zona.
Oh por Patch... ¡Es el momento!
Intenté disimular un poco mi inútil inexperiencia al acercarme aún más a él sin llegar a parecer un perrito tras un jugoso filete. Es como si él esperara a que yo diese el primer paso, pero la realidad es que mis repetidos atrevimientos (los cuales ya han rebasado mi cuota de atrevimientos por día), han provocado que mis mejillas se conviertan en una especie de brasa en llamas.
«Solo hazlo, Sam, hazlo de una maldita vez», susurraba mi consciencia en mi oído izquierdo cual consciencia maligna.
Cerré mis ojos con fuerza y me dejé llevar por el impulso. Presioné mis labios contra los de Jaden para unirlos en un suave toque, que tardó unos segundos en ser correspondido, pero lo fue con mucha intensidad. Fueron entonces sus labios los que tomaron el control del mando, rozando suave, pero a la vez vehementemente sus suaves labios, dejándome rápidamente sin aliento, pero algo me decía que era apenas el comienzo. Llevé mis manos torpemente a su cabello para enredar mis dedos en sus suaves fibras al tanto que su lengua comenzaba a pedir entrada para explorar la mía causando estragos en mi ser.
Tiré del labio inferior de Jaden, obteniendo un suave gruñido de él, que como si fuera Ley de Acción Reacción procedió a mordisquear suavemente mi labio.
—Jaden... —musité contra sus labios en un hilo de voz.
Cuando menos lo esperé, se separó de mí bruscamente dejándome helada sin poder moverme.
—¿Qué? —fue lo único que le escuché decir antes de que tirara fuertemente de mi brazo para arrastrarme hacia la salida del salón.
Una vez en el pasillo, cerró la puerta del gimnasio destempladamente ocasionando un largo eco por todo el pasillo que yacía en silencio. Me tomó un par de segundos lograr que mis ojos se adaptasen nuevamente a tan repentina luminosidad, para darme a conocer el rostro pálido y asombrado de la persona con quien estuve toda la velada, con quien bailé, y con quien... me besé.
—Oh, no...