Estoy en ese preciso momento de mi vida, de esos de cuando quieres desaparecer por un segundo de la faz de la tierra y tele-transportarte utilizando los poderes Gokú a Hogwarts, o a cualquier otro lugar del universo fuera de la realidad con tal de no tener que presenciar uno de los momentos más embarazosos e incómodos de mi vida. Con mi corazón en la garganta y sudor frío brotando de mis poros, osé por intentar pasar desapercibida por un lado implorando que no me notasen. Acomodé mis gafas sobre el puente de mi nariz antes de ponerme en marcha, con mis puños apretados a los costados de mi cuerpo, como si de alguna manera la fuerza que ejercía con ellos me hacía sentir menos nerviosa.
—Oh, miren quién va ahí... —escuché la voz de un protervo idiota, que como resultado de ello provocó que me detuviese en seco—. ¡Hey, Sam! —me giré lentamente hacia el chico junto al grupo de imbéciles—. Gran fiesta la de anoche, ¿no crees?
—¿Cómo estuvo tu noche con el chico nuevo, eh? —siguió otro con el mismo aire burlón, pero no tardó en recibir un codazo por parte de mi hermano.
—¡Te la diste de bomba al parecer! —escuché decir a una chica mientras me alejaba por los pasillos con Jaden tratando de seguirme el paso rápido que yo mantuve hasta llegar a mi casillero.
Mis mejillas no podían evitar el encenderse en el fuerte color rosado tan característico de ellas al percibir tales murmuraciones-comentarios obscenos hacia mi inocente persona con respecto a lo de anoche a medida que avanzaba en el largo pasillo, hasta que mis dedos tocaron el frío metal de la puertecilla de mi casillero para ajustar la combinación del candado y abrirlo.
—¿Vieron a la hermanita de Bryan en la fiesta de Matt? —oí a un chico decirle a su grupo de amigos a mis espaldas.
—Sí, pensé que era una santurrona —respondió uno de ellos burlón.
Claro, por supuesto, ahora todo tiene un maldito sentido. Soy la «hermanita de Bryan», la nerd, y si hago algo que no esté al margen, todo el mundo me juzgará de esta manera. ¡Estupendo! Jamás imaginé que ser la hermana del chico más popular de la escuela me traería problemas.
—¡SAM! —el grito de Lana resonó detrás de mí sobresaltándome.
—Demonios... —murmuré para mí misma luego de voltearme a verla—. Deja de asustarme así, ¿quieres?
—Lo siento —se disculpó sujetando mi hombro casi sin aliento como si hubiese corrido una maratón—. Pero como sea, al punto —levantó su mirada mostrándome unos ojos llenos de picardía—: ¿Son ciertos los rumores sobre tú y Jaden? —preguntó con voz coqueta haciendo un baile de cejas a la vez que me codeaba molestosamente.
—No —respondí poniendo los ojos en blanco—. Tú misma lo has dicho, son «rumores» que sólo inventan porque me vieron con Jaden —agregué hastiada.
—¡OH, NO! ¡SIENTO SI LA MOLESTÉ, SEÑORITA POPULARIDAD! —gritó de manera exagerada alzando los brazos, lo que atrajo la atención de todo el pasillo y, por consiguiente, suaves risillas y murmuraciones en nuestra dirección.
Fulminé con la mirada a la inculta intentando que adoptara con la mirada mi mensaje de «cállate de una maldita vez», a la vez que Jaden intentaba disimular una risita por tal escena.
—Me sorprendió, Williams —pronunció con un desagradable sarcasmo el profesor Brenner al entregarme mi examen apenas entré a la clase de Matemáticas después de sonar la campana.
Con algo de desconcierto recibí la hoja a la vez que fruncía el entrecejo ante el comentario, que normalmente suele ser una felicitación o algo así. Desplegué la hoja entre mis manos logrando ver un... ¿Un siete? Comprendo que Matemáticas no es mi fuerte del todo, pero juraba que tenía por seguro al menos un nueve.
—¡Sam, adivina! —exclamó Jaden corriendo alegremente hacia donde me encontraba yo carcomiéndome el maldito cerebro en mi pupitre— ¡Saqué un nueve punto cinco!
¿Pero qué demonios...?
—Felicidades —pronuncié junto con un forzoso intento de sonrisa que luchaba por no parecer una de esas sonrisas suicidas que dicen «corre o muere, maldito». Estaba feliz por él.
—No lo habría logrado sin ti —añadió al instante—. Gracias —dijo sin más desplegando una sonrisa que enseñaba una radiante dentadura perfecta que podría matar casi instintivamente cualquier rastro de posible resentimiento que mi ser llegara a sentir contra él.
—Me alegro mucho por ti —contesté finalmente luego de recibir un fuerte abrazo de oso de su parte—. Yo... —desvié la mirada hacia el piso, acongojada— Saqué un siete.
—Oh, Sam... —musitó sobando mi hombro—. No te decepciones, eres súper lista. Yo no habría pasado el examen si no fuese por ti y... ¿Sabes? Esto es injusto —comenzó a decir con repentina molestia—, tú no te mereces ese siete. Ahora mismo le diré a Brenner que en realidad estas no son mis respuestas, son tuyas; entonces el tipo entrará en una puta razón y...
—No, Jaden. Agradezco tu preocupación, pero estoy bien con esto, ¿sí? —farfullé con voz gangosa ante el gesto.
—Bien... —acarició mi mejilla con los nudillos de su mano—. Pero solo quiero que sepas que haré lo que quieras con tal de que estés bien, ¿entendido?
En serio, Jaden era lindo... demasiado lindo.
Aunque esa lindura era aplacada cada vez que sus ojos se cruzaban con los de Bradley, sin embargo la reacción de Jaden a notar el odio en la mirada de Bradley era más de «¿Qué demonios» o «¿Qué mosco le picó a éste?». Es extraño decirlo, pero: creo que lo conseguí, generar celos en Bradley. Aunque no siento la tan esperada sensación de satisfacción que las personas sienten luego de que su plan de venganza dio en el blanco; y digo esto porque normalmente en los libros cuando la chica intenta sacarle celos a su presa, éste no tarda en reaccionar para darse cuenta de —aunque suene muy Mackenzie de mi parte— lo que está perdiendo.
En fin, la paciencia es una virtud que todos debemos de tener y preservar.
En tanto Jackson y yo llegamos a la mansión al finalizar la última hora de clases del día, empezó a escudriñar en sus bolsillos la llave correcta para abrir la puerta principal, entre cientos de ellas que tenía en manos.
Mientras los minutos pasaban tras maldiciones y comentarios por parte de Jackson cada vez que perdía la cuenta de las llaves que ya había probado, me digné a admirar el movimiento del producto blanco y esponjoso de la evaporación de agua en el cielo azul... hasta que mis ojos dieron con un azul más intenso: unos ojos azules que me observaban severamente.
—Necesitamos hablar, ¿puedes?
—¡Bradley! —exclamé sin una pizca de emoción en mi voz—. Qué sorpresa encontrarte por aquí, ¿no crees? —ironicé cruzando los brazos sobre mi pecho.
—Tenemos que hablar.
—No tienes nada que hablar conmigo.
—¿Qué ocurre con ese tal Jaden?
En el blanco. Levanté ligeramente la comisura izquierda de mis labios y echando un poco mi cabeza hacia atrás para tomar una postura erguida.
—¿Que qué ocurre con él? Estoy saliendo con él —contesté simplemente; no hablar demás ni de menos, fría y distante.
—¡¿Qué?! —gritó en un susurro mientras llevaba una mano a su nuca para rascarla.
—Has escuchado bien —me limité a decir.
Bradley y yo tuvimos una pequeña pelea de miradas en medio de ese silencio incómodo que pareció durar una eternidad, pero que en realidad fueron cuestión segundos.
—¡Oye! Tú eres el tipo del otro día —se dirigió a Jackson logrando captar su atención—; te dije que te alejaras de ella —al escuchar eso, Jackson inmediatamente se giró por completo hacia él observándolo con desprecio.
—¿Quieres buscar problemas conmigo? —amenazó dando pasos firmes hasta quedar frente a él.
—No me importaría —Bradley descartó por un momento su fachada intimidante para retomar una vacilante—. Es obvio que pasaron cosas entre ustedes dos, ¿no es así? —insinuó señalándonos a ambos.
—¿Qué? —escupió Jackson al instante con el ceño fruncido a más no poder—. No, no, no... y-yo soy su primo —la entrecortada voz de mi primo se apagó, encontrándose con mi suplicante mirada que pedía a gritos que no empeorara las cosas; no quiero que Bradley piense que hay algo entre Jackson y yo—, y... soy gay.
Relámpagos y más relámpagos... eso no era lo que intentaba decirle.
Los ojos de Bradley se agrandaron tanto que por un momento por mi mente cruzó el pensamiento de que se saldrían de sus cuencas.
—¿Sabes qué? —masculló Bradley rompiendo el nuevo silencio incómodo que comenzaba a surgir—. Adiós, Sam; y adiós, como te llames... —y se fue sin más, obviando que murmuró lo último en un susurro casi inaudible.
La atmósfera continuó en silencio durante el transcurso de ida de Bradley, donde una de las cosas que logré percibí al instante fue su andar a paso lento y abatido, como si mis palabras hubiesen clavado más allá de lo pretendido. Me hace sentir mal por un momento, pero luego recuerdo que lo que me hizo sentir fue de una magnitud semejante y se me pasa.
Está bien, está bien, no tanto así. No puedo ser tan mierda de persona.
El saber que las palabras pueden acuchillarte de una forma más mortífera que la misma arma, me hace sentir de alguna manera... culpable.
—Lo que dijiste era broma, ¿cierto? —pregunté al girarme hacia Jackson luego de estallar mi burbuja de pensamientos.
Mi primo soltó una larga carcajada, hasta el punto de achicar sus ojos en el transcurso.
—Oh, por supuesto que no soy gay —consiguió decir luego de apaciguar un poco su risotada—. Noté tu mirada de súplica y fue lo primero que se me ocurrió —«me di cuenta, querido», pensó mi consciencia—. Además, tú me gustas, Sam.
Ahora los ojos agrandados hasta el punto de casi salirse de sus cuencas eran los mío. Eso definitivamente no lo vi venir, así que... trataré de fingir que no escuché eso.
Mi muro de espacio personal primo-prima fue derrumbado atrozmente junto con mi autocontrol (el cual se fue al caño hace casi una eternidad) cuando la mano de Jackson acarició mi mejilla suavemente, dejándome helada y sin aire al notar los profundos ojos azules de Jackson a menos de quince centímetros de los míos.
Tengo que hacer algo...
Todo contacto que mantuvo Jackson sobre mí, fue roto en el momento en el que yo di un paso hacia atrás, removiéndome incómodamente hacia la puerta principal de la mansión.
—Oye, de-deberíamos entras a la mansión, ¿no crees? —conseguí decir al alejarme considerablemente de él.
—Claro... —musitó simplemente antes de seguirme el paso detrás de mí.
Una vez bajo la comodidad mi aposento y mis piernas metidas dentro de las mantas con mi taza de chocolate caliente, me dediqué a leer mi nuevo libro (que en realidad saqué de la vieja estantería de la tía Grace) que está titulado como «Querencias de un Ayer». Lo sé, nombre anticuado, pero eso no debería quitarle la emoción, ¿no? Con el paso de los años, me he dado cuenta de que las personas juzgan los libros por su portada o título (que en éste si es considerable ya que es de lo que va hablar el libro) pero la realidad es que solamente se sabrá si es realmente bueno leyéndolo hasta la última palabra. Ahí tendrás derecho de criticar. Y es lo mismo y exactamente igual con las personas.
Demontres...
—¿Hola? —atendí la llamada entrante de mi teléfono con cierto dejo de molestia, ya que iba por la mejor parte del capítulo y me interrumpían.
—¡Sam! —chilló la voz de Lana en el otro lado de la línea—. Es hoy.
—¿Hoy qué? —intenté no sonar hastiada.
—Nuestro día de compras, mi amor. El viernes es el baile —pronunció haciéndome encontrar en lo más profundo de mi lóbulo temporal el recuerdo de cuando le prometí ir al centro comercial esta tarde. Demonios.
—¿Es muy necesario?
—Sip.
—¿No tengo elección?
—Nop.
Y lo consiguió otra vez: llevarme a la fuerza al centro comercial. A veces me considero una inepta por creerme siempre la mentirilla de «Hay una oferta de libros firmados frente a la tienda de ropa», pero es que, ¿quién no se resistiría a una feria u ofertas de libros firmados por el autor? Es como un sueño hecho realidad. En mi defensa, no quiero que con Lana se recobre la historia del pastorcito que engañaba a los campesinos con mentiras que un día resultaron ser verdades, pero nadie le creyó por tales antecedentes.
¿Qué pasa si algún día resulta ser cierto? Pues no quiero ser yo la que se pierda de la oportunidad por ignorante.
O perder la dignidad por idiota...
—Definitivamente, ese vestido fue hecho para ti —opinó la inculta de mi amiga observándome sobre mi hombro a través del espejo.
—Ya has dicho lo mismo de... —fingí llevar la cuenta con mis dedos— trece vestidos más o menos, ¿no crees? —me giré hacia ella para mirarla con displicencia—. Es ridículo, parezco una zanahoria.
Y así era, el Baile de la Reina de Calabaza no llevaba por nombre «Calabaza» sólo porque sí. Ese baile anual que las directivas de la escuela organizaban, consistía en que todas las chicas de West debían vestir con un vestido que correspondiera al color de una calabaza: el naranja, y la ganadora que quedaría como reina del baile por medio de una elección de votos, deberá golpear con un palo la gran piñata en forma de calabaza, que al romperse, dejará caer todos los dulces sobre la multitud de estudiantes.
Es un evento alimenta egos como sobre quién se maquilló mejor esa noche o quién no huele a fétido sudor gracias al vapor que genera la evaporación de hormonas en la pista de baile, pero esas son las costumbres.
—Patrañas, Sam, no es posible que yo al segundo vestido me haya convencido de que era perfecto y tú lleves más de una docena de vestidos rechazados sin sentido —increpó enseñándome el montón de vestidos, que unidos en una masa podrían representar el Monte Rushmore—. Tienes suerte de que solamente nos falta eso, porque se está haciendo tarde.
—¡Está bien! —exclamé con exasperación. Ella sabe muy bien que tengo un complejo con mi cuerpo a la hora de comprar ropa y que elegir un vestido del que no estoy segura de cómo me queda me hace sentir insegura—. Pásame el que pienses que me queda mejor, ¿sí?
—Oh, sí, esperaba a que dijeras eso —masculló satisfactoriamente yéndose en busca de la prenda—. Solo mira a éste bebé, ¿no es sexy? —mis ojos se agrandaron al ver esa vulgar atrocidad.
—De ninguna manera, estás demente, maniática, esquizofrénica... ¡Simplemente no! —continué negándome a ponerme ese vestido que apostaría un millón de dólares a que no dejaría nada a la imaginación si me lo pusiese.
—Oh... —se lamentó sacando levemente su labio inferior en un puchero—. Solo dale una oportunidad, no estarás pecando solamente por mostrar un poco más de carne de la que acostumbras, ¿o me equivoco? —comenzó a sacudirlo tentativamente frente a mí.
—Te odio.
—Yo también te amo, ¡ahora en marcha! —escuché decir antes de que yo tomara el vestido de prostituta barata con desdén y dirigirme a los probadores.
Sea lo que sea que el destino me tenga preparado para la noche del baile —con o sin vestido de prostituta barata—, ¡allá voy!
«Querido Diario; a veces las personas toman giros inesperados e imprevistos en su vida, y giros inesperados tienen consecuencias inesperadas; simplemente impredecibles, pueden ser buenas o malas. Es como cuando estás en un partido de 2-2 en fútbol americano y solamente restan diez segundos en el marcador, el delantero debe hacer una jugada inesperada, lanzar la pelota en el último segundo y... ¡La multitud enloquece! (está bien, sé que vi demasiado fútbol americano últimamente. Es culpa de Bryan).
Mi giro inesperado es que este año estoy dispuesta a salir de mi madriguera, todo el mundo conocerá quién es Samantha Williams más que por "la hermanita de Bryan".
Y todo se resumirá en la noche del baile».
N/A: Perdonen la tardanza, pero tuve problemas con el internet :'v
Lamento que este no sea el mejor capítulo de la laif, PERO les puedo jurar que los próximos van a estar sjdjsslwkza *inserté la carita perver de WhatsApp*
Ahora que los estaba editando, me dí palmaditas en la espalda, por que pol deoj, MEJOR NO PUEDEN QUEDAR (hablo de los caps 19 a 21. El 18 va a ser la introducción a todo esto :3) casi suelto una lagrimita y...
AY NO, MEJOR DEJO DE TORTURARLXS Y ME VOY DE AQUÍ *sale corriendo por su vida* *se tropieza y cae en un charco de lodo en su intento de regreso* ah, y hasta el próximo cap, los loveo♥♥♥♥♥
#QuéPasará( ͡° ͜ʖ ͡°)?
#SamtheyIsReal( ͡° ͜ʖ ͡°)?
#TheEndOfSadenD':?
#TeamBradley
#TeamJaden
#Comenten:3
#AmoSusComentarios:3