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By Xversa

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Alex Hunt es un joven actor norteamericano. Declarado el hombre más sexy del mundo, tiene fama, dinero, una n... More

Capítulo 1 Candela
Capítulo 2 Alex
Capítulo 3 Candela
Capítulo 4 Alex
Capítulo 5 Candy
Capítulo 6 Alex
Capítulo 7 Candela
Capítulo 8 Alex
Capítulo 9 Candy
Capítulo 10
Capítulo 11
Capítulo 12
capítulo 12+1
Capítulo 15
Capítulo 16
capítulo 17
capítulo 18
Capítulo 19
Capítulo 20
Capítulo 21
Capítulo 22
Capítulo 23
Capítulo 24
Capítulo 25
Capítulo 26
Capítulo 27

Capítulo 14

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By Xversa

¿Secuestro? ¿Podía un hombre que hacía diez años que no se ocupaba de su hija denunciar a su madre de secuestro?

Sin otra cosa en la mente que encontrar una solución, saco mi teléfono y llamo a Susan, quien además de mi mánager es licenciada en derecho.

— ¿Para qué soy buena, jefe? — contesta su voz desde el otro lado.

— Es Candy. Su ex, quién por cierto es rápido con los puños, acaba de acordarse que tiene una hija. La ha denunciado por secuestro, y además quiere quitarle la custodia. Así que antes de matarlo con mis propias manos, he pensado que sería bueno que me pusieras en contacto con un abogado. — Le digo ostensiblemente enfadado.

— Joder, Alex. ¿Puedes estar sin meterte en un lío dos semanas seguidas?. Mándame la demanda; haré unas llamadas. — Contesta Susan.

Al cortar la comunicación miro a Candy, que sentada en el sofá beige, mantiene la mirada fija en el papel de la notificación judicial. Me acerco y me arrodillo ante ella, dejando reposar mis manos en sus rodillas.

— Eh, vamos a solucionar esto. Necesito que creas en mi.

— Él...siempre me encuentra. Siempre. — Dice Candy sin levantar la vista de su regazo.

— No esta vez. No mientras yo esté aquí. — Le digo mientras me incorporo para buscar a Rita. — Rita, llévale uno de tus chocolates, ¿quieres? Y asegúrate de que Kendra duerme, y si no, llévale otra taza mientras yo localizo a Big Tom y al detective LaFontaine.

Con el teléfono en la mano, redacto un escueto whatsapp para Big T:

“Hermano, ¿estás aquí o sigues en N.O? Te necesito conmigo"

Inmediatamente después marco el número de LaFontaine.

— LaFontaine. — Ladra el detective a modo de saludo.

— Soy Hunt. Aguilar ha conseguido mi dirección y ha movido ficha. Acaba de denunciar a Candy por secuestro.

— Por desgracia, Señor Hunt, no puedo ayudarlo con eso; soy detective, investigo delitos violentos y de sangre. Y el derecho a denunciar y a hacer uso de la ley, es un derecho fundamental de los Estados Unidos de América. — Contesta en su habitual tono sarcástico.

— LaFontaine...voy a hacerle una predicción gratuita: si ese monstruo logra poner sus manos sobre esa niña de 10 años para hacerle cualquier atrocidad, tenga por seguro que ocuparé el resto de mis días en dos cosas: una, liberarla de ese demonio y dos, recordarle cada hora que usted se cruzó de brazos. Espero que cambie de opinión. — Sin articular despedida corto la conversación.

Un teléfono suena en casa, y corro a atender la llamada desde la cocina.

— ¿Deñor Hunt? Soy Callie O'Donovan, abogada. Susan me ha dado unos datos y una muy somera descripción de la situación, pero necesito hablar con la señora Velázquez lo antes posible. — Dice una femenina voz.

— ¿Sabe dónde vivo? ¿Puede estar aquí en un par de horas?— le pregunto ansioso.

Los primeros eran instantes cruciales, pero ahora mismo Candy no parecía estar en un estado que permitiera muchos traslados. Después de obtener confirmación por parte de la letrada, le cuento a Candy de su inminente visita, y sólo entonces parece reaccionar.

Una hora y media después, una alta morena aparece escoltada por Susan, ambas con  faldas de tubo y altos tacones.

Adelantándose y tendiendo su mano a Candy, Susan se presenta a su misma y después a Callie O 'Donovan.

— Señora Velázquez, se cuán violento puede resultar esto, pero necesito saberlo todo sobre Máximo Aguilar.

— Créame; nada ni nadie es más violento que Máximo Aguilar. Lo conocí cuando tenía 18 años. Acababa de perder a mi familia en un accidente aéreo, y apareció, con su encanto, su manera de protegerme...era el hombre más encantador y enamorado del mundo. En unos meses me convenció de que era un monstruo, que era mi culpa que mis padres hubieran fallecido y que quererme era algún tipo de maldición que sólo el sufría. Unos meses más tarde, descubrí que estaba embarazada. Ilusionada,  se lo conté. Resulta que él no quería ser padre, y me lo dejó claro. — relató Candy

— ¿Cómo de claro? — le preguntó la abogada mientras tomaba asiento frente a Candy.

— Me dio patadas en el vientre hasta que me vio sangrar. Creí que había perdido al bebé, por los terribles dolores, así que no fui a ningún hospital...

Candy siguió relatando una por una todas las atrocidades a las que ese animal la sometió durante casi 4 años, incluido el episodio que tuvo lugar cuando trató de dejarlo y cambió de ciudad la primera vez, para horror de todos los presentes.

Las náuseas que provenían desde el fondo de mi estómago competían por un lugar en mi cuerpo con la profunda rabia hacia ese energúmeno, y la admiración ante la fortaleza y determinación de la mujer que tengo frente a mí.

— Bien...esto es así: lo más seguro, es que espere o que incluso sus abogados soliciten una reunión en busca de un acuerdo. Como la lógica me dice que no quieres ninguno, basaremos nuestra defensa en las sentencias dictadas en Tribunales españoles referentes a su persona. Aun así, tenemos que prepararnos para cualquier tipo de juego sucio.

Mientras la abogada habla con Candy, Rita aparece haciendo un gesto desde la puerta, así que me dirijo hacia ella para ver que, unos metros más allá, se encuentra Hugo LaFontaine.

— Detective, ¿qué le trae por aquí?— Pregunto.

— Remordimientos. Hasta yo tengo de eso, fíjese. — dice mientras me tiende un par de carpetas de color cartón.

— Ésto son copias de todo lo que tenemos sobre Aguilar, incluido un informe sobre Candela Velázquez.

Mientras hablamos, Susan y Callie habían abandonado el salón y pasaban a nuestra altura.

— Vaya...hola, Hugo. — saluda O 'Donovan al detective, quien, aunque luce una sonrisa, no parece feliz de verlo.

— Y ahora es cuando dices eso de que el mundo es un pañuelo...vine a dejarle a Hunt una copia de los archivos de Aguilar, supongo que por eso estás aquí. ¿Quieres que te acerque a casa, escocesa?— pregunta elevando una ceja un divertido LaFontaine.

La sonrisa en su cara suaviza sus facciones,  haciéndolo más terrenal. Tanto, que me sorprendo del manifiesto rechazo de la abogada.

— Para ti sólo soy " abogada" y no, no necesito que me lleves a ningún sitio. Merci, francés.

Tras el intercambio de información, saludos y tensión, vuelvo al salón para encontrar a Candy mirando de pie, a través de las ventanas, pero sin abrirlas.

Después de besarla en la mejilla, la tomo en brazos, subo con ella las escaleras y,  tras llenar la bañera de agua y sales aromáticas, me meto con ella,  la enjabono y aclaro, para secarla, vestirla, y acostarla en mi cama a mi lado.

Aunque lo intento, dormir es casi imposible para ambos, aunque Candy parece finalmente ser seducida por el sueño entorno a las cinco de la mañana. Yo, En cambio, no dejo de reproducir en mi mente y en modo de bucle las escenas descritas por Candy está tarde.

“Tengo que encontrar una solución a esta mierda...como sea"

Al día siguiente, Callie nos citó en su despacho para vernos cinco días más tarde: Aguilar quería una reunión antes de la vista.

Cinco días después, Candy y yo entramos a una gran sala de juntas, en donde un diminuto tipo con traje de raya diplomática permanece sentado al lado de unos portafolios. Pero otro capta la atención de Candy, volviéndose tensa como la cuerda de una guitarra. Se trata del hombre que permanece sentado de espaldas a la puerta. Casi de forma simultánea a nuestra entrada, el tipo se gira dejando ver una espléndida fila de blancos dientes. Máximo Aguilar es un tipo de tez olivácea, ojos y cabello negros como la noche. Su vestimenta, un jersey de punto y pantalones también negros, parecen ligero envoltorio para tamaña maldad en bruto. Es, sin duda, de esas personas que te provocan escalofríos.

— Hola, gordi. Hace mucho tiempo ¿cierto?— Pregunta de forma casi retórica, ya que Candy ni siquiera se molesta en contestar.

Durante media hora,  su pequeño abogado se dedica a leer un tomo de folios, en el que, en lugar de un acuerdo, expone y reincide en todas las supuestas leyes que había incumplido Candy al traer a Kendra a los EEUU. Tras un rato, Callie, que había salido a atender una llamada urgente, vuelve a entrar y les pide que abandonen la sala airada. Tras desaparecer estos dos, se acerca a nosotros y dice sorprendida:

— Resulta que ahora el hijo de puta es norteamericano. Estupendo. — Dice la abogada levantando, las manos en el aire para después dejarlas caer.

— ¿Y cómo nos afecta eso? —pregunta Candy, quien, por otro lado, lleva dos días. En piloto automático.

— Pues nos afecta bastante. A no ser que tengáis un as bajo la manga, todos los países tienden a ser proteccionistas con sus ciudadanos.

— Yo lo tengo...el as. — Digo tras pensarlo durante un par de minutos. — Cásate conmigo, Candy.

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