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Oleh Xversa

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Alex Hunt es un joven actor norteamericano. Declarado el hombre más sexy del mundo, tiene fama, dinero, una n... Lebih Banyak

Capítulo 1 Candela
Capítulo 2 Alex
Capítulo 3 Candela
Capítulo 4 Alex
Capítulo 5 Candy
Capítulo 6 Alex
Capítulo 7 Candela
Capítulo 8 Alex
Capítulo 10
Capítulo 11
Capítulo 12
capítulo 12+1
Capítulo 14
Capítulo 15
Capítulo 16
capítulo 17
capítulo 18
Capítulo 19
Capítulo 20
Capítulo 21
Capítulo 22
Capítulo 23
Capítulo 24
Capítulo 25
Capítulo 26
Capítulo 27

Capítulo 9 Candy

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Oleh Xversa

Me preparo para discutir con Alex, pero por una vez se impone la sensatez a mi dichosa impulsividad: lo importante es poner a salvo a Kendra. Me dirijo al vestidor por las escaleras y saco de allí un juego de maletas Carlton. Abro una de las maletas encima del edredón con distintos tonos de violeta de la cama de mi hija, y me dispongo a llenarla con ropa sin siquiera mirarla, cuando veo sus pequeñas Doc. Martens rosas y negras en la alfombra.

“Querrá llevarlas”— pienso. Me agacho a recogerlas cuando la oigo a mi espalda.

 — Mamá, ¿qué pasa? — pregunta con un leve tono de alerta en su voz

— Nos vamos a casa de Alex Hunt, hija. Al menos hasta que todo esto pase— Le digo mientras paseo mí vista por la habitación.

Maldita sea...todo lo que nos ha costado volver a empezar...y de repente...

“No. Mierda, no. Esta vez no voy a dejar que me venza. No le permitiré llegar a nosotras.”

— Es Máximo, ¿verdad? — pregunta seria Kendra. Su semblante ahora no parece el de una niña de 10 años. Y todo es por mi culpa.

Comienzo a sentir humedad corriendo por mis mejillas antes de darme cuenta de que son mis lágrimas. Los brazos de Kendra me rodean fuerte, y mientras me acaricia la espalda firmemente con su pequeña mano, me dice:

—Vamos, mamá, yo termino mi maleta. El tío Basti puede ayudarte con tu equipaje, vamos.

Atravieso mi dormitorio blanco y lavanda, directa al baño. Abro el grifo y dejo correr el agua para cogerla entre mis manos y llevarla a mi cara. Miro mi rostro en el espejo y el tiempo se detiene por un largo instante. Durante un eterno minuto me miro a mi misma a la cara y me hago a la idea de que otra vez nos encontró. El Demonio está a las puertas de mi casa, de nuevo. Y yo lo traje hasta aquí.

“Pero ya no estoy sola, bastardo”— digo en voz alta, cual ensalmo, más para él que para mí misma. Tratando de exorcizarlo de mi vida.

Ahora mi Kendra es una niña muy madura y que sabía toda la historia. Ahora, estaban Otto y Basti. Y, de alguna extraña manera que no lograba entender, estaba Alexander Hunt. Me había echado a  los perros una semana  y media antes, y ahora, se presentaba con su negro corcel en forma de Escalade y su rubia melena, dispuesto a escoltarlas  y guarecerlas en su castillo. Maldito fuera, ahora mismo, el señor pelo pantene era su salvavidas, así que iba a estar en deuda con él. Pero fuera lo que fuese, era mil veces mejor que quedarse a esperar a que Máximo llamara a su puerta.

Un sonido en la puerta del baño me avisa de que Basti ya ha subido a ayudarme con la maleta:

— Dulzura, ¿estás bien?— pregunta desde el otro lado.

— Sí, salgo enseguida— contesto mientras me seco la cara con una toalla del toallero de hierro forjado  situado a mi derecha.

Entro en la habitación y Basti ya ha seleccionado la mayor parte de la ropa y la ha doblado dentro de la maleta, percha incluída.

— Otra vez huyendo, Sebastian... ¿Por qué yo, maldita sea? ¿Acaso no he pagado ya todos mis errores? Por amor de Dios, lo único que hice mal fue escogerlo una vez, hace once años...

— Shh. No quiero volver a oírte decir toda esa porquería; tú no has hecho nada, y no estás huyendo. Quiero que sepas, que estamos todos aquí, contigo. Y además, Alex ha hecho que su cuerpo de seguridad venga para escoltaros hasta su casa.  Candy, cielo, si lo hemos involucrado es porque anoche llegó un sobre con amenazas, y Alex es el único ahora mismo que puede manteneros seguras sin esfuerzo. Sé que te escuece, pero tienes que hacerme caso, ve con él, deja que te ayude. — Me pide Basti mientras me sostiene las dos manos en las suyas

Trago fuerte e inspiro durante un segundo. A veces, imaginar que soy un gran árbol, me ayuda. Recreo en mi mente la figura de un sólido y a la vez flexible árbol. Siento el viento golpeándome, pero no rompiéndome.

— Está bien. Vamos allá.

Termino de recoger lo más imprescindible, unas cuantas cosas de aseo, y me reúno con mi hija y Otto en el salón.

— ¿Y Alex?— pregunto.

— Estaba haciendo un par de llamadas. — Contesta él mismo mientras entra procedente de la cocina. — Tenía que poner a mi equipo de seguridad al tanto de todo esto. O al menos, de la parte más gorda.

De repente un gran tipo negro, alto como una montaña y con el ancho de hombros de un gigante, interrumpe a Alex.

— Jefe, ¿estamos listos?— pregunta el tipo.

— Candy, éste es Big Tom, es mi jefe de seguridad, y uno de mis mejores amigos. Big Tom, ella es Candy, y ésta preciosa mujercita, es Kendra, su hija...

— Encantado, señora— dice Big Tom mientras extiende su mano para estrechar la mía. El tipo, con un traje negro y corbata, es tremendamente ágil para su tamaño. Sus movimientos, me recuerdan a un marine, o algún tipo de adiestramiento militar.

— Encantada, Big Tom. — contesto.

Después de saludar a Kendra, Big Tom coge nuestras maletas y las introduce en un GMC Yukón negro, y sonrío, al pensar absurdamente en la serie CSI, en donde usaban los mismos coches.

— Irá detrás de nosotros. Big Tom te acompañará a ti y a Kendra cada vez que lo necesites, no interferirá en tu vida, sólo estará ahí para protegerte y ser mis ojos. Pero esto tenemos que ponerlo en conocimiento del departamento de policía de Los Ángeles, Candela. No voy a permitir que nadie os haga daño, pero necesito que me permitas ayudarte. ¿Aceptas?— Me pregunta Alex mientras me mira a los ojos.

Y entre el miedo y el nerviosismo, sus ojos me transmiten una desconocida paz. Sus ojos, esos dos estanques azules de aguas mansas, ahora destellan sin cesar, y me hablan de sinceridad. Sin saber por qué, lo creo. Creo que quiere protegernos, y de mí se apoderan unas inexplicables ganas de apoyarme y dejarme ir contra su pecho.

— Acepto — contesto sin embargo.

Después de besar a los chicos, Kendra y yo nos subimos con Alex al Escalade, y aunque no vemos a Big Tom, saber que está ahí, nos reconforta.

Al llegar, Alex introduce el coche en un garaje que más bien parece un hangar, iluminado por potentes luces blancas que parecen salir de los laterales. En él, una moto y otro coche, dispuestos en forma de espiga, uno frente al otro, con el morro en dirección al a puerta : Una Harley - Davidson Dyna Super Glide Sport de 2003, customizada y un Bentley Continental GT Blanco nacarado. Al lado de éste último, Alex deja el Cadillac Escalade en el que vamos los tres.

— Bienvenidas a Villa Hunt— dice sonriente.

Mientras me dirijo a la parte de atrás para agarrar nuestras maletas, me doy cuenta de que él ya lo ha hecho, y me señala con la cabeza un futurista ascensor.

Kendra  camina a mi lado fascinada por tanto lujo. En el exterior, la casa de Álex es una mansión victoriana de dos plantas, con una balaustrada corrida en el frente, y repleta de blancas columnas de orden gigante, típicas de la arquitectura americana. Aunque extraño, no imaginaba a Alex en una mansión como esta en Bel Air, sino más bien en algún apartamento, o Loft en el centro. Una chica apareció nada más abandonar el ascensor y se llevó nuestras maletas mientras Alex nos hacía una panorámica de la casa. A Kendra la instalaron en un bonito dormitorio , con una gran cama con cabecero de forja negro, y, tan extasiada estaba por todo el lujo, y tan agotada por toda la situación, que la dejamos descansar en cuanto vio la habitación.

Alex y yo seguimos por el pasillo, notando como la tensión aumentaba.

“Eres tremenda, Candela. A ti te amenazan, y tú estás pensando en camas y en el señor Hollywood. Muy bien. ” Pienso inmediatamente.

Pero Alex me lleva a otra dependencia, la cocina. Una gigante y pulcra cocina, con una pared pintada en negro pizarra, en la que se debía  escribir algo y ¡No había nada! todos esos electrodomésticos carísimos de aluminio, parecían no haber sido usados nunca.

— ¿Alguna vez cocina alguien aquí?— le pregunto antes de pensarlo.

— Pues lo cierto, es que desde que el ama de llaves tuvo un nieto, no he contratado a nadie, y con esto de los rodajes, como fuera, y desayuno en el set. Pero no te preocupes, mientras estés aquí, estás en tu casa, si necesitas cualquier cosa que no esté en la nevera, levantas este teléfono, y marcas el 3, y se lo dices a Rita, ella lo traerá. — Dice mientras me enseña un teléfono del mismo color que la cocina: negro brillante. — Pero no estamos aquí para hablar de cocinar, siéntate, Candy— retira una banqueta tapizada en cuero negro de una mesa de Silestone igualmente negro, y la palmea frente a mí, indicándome que tome asiento.

— Alex, si he aceptado todo esto, es por Kendra. Ella no...— comienzo a explicarme hasta que él pone un dedo en mis labios y me silencia.

— Candy, perdona. Toda esta... mierda. Ahora sé que no ha sido cosa tuya, no debí haberlo creído, pero este mundo es tremendamente jodido, lleno de traiciones...Ahora quiero, necesito, que estéis a salvo. Es algo personal para mí. Yo provoqué esto. Si no me hubiera acercado a ti...Pero ya está hecho. Tenemos que denunciar esto y he llamado a la policía antes de salir de tu casa, así que en unos minutos estarán aquí.  En serio, lo siento tanto...— Lamenta mientras baja su mirada y pone las manos en mis rodillas.

— Te creo, Alex Hunt. Pero Máximo no es culpa tuya, créeme. Me gustaría pedirte un par de cosas. — Demando.

— Lo que sea. Di.

— No se me da bien no hacer nada…así que mientras yo esté aquí, yo cocinaré. Tener esta cocina desierta y sin usar es un pecado, Alex.

— Tú mandas.

— Y esto es momentáneo. Quiero que sepas que soy consciente de que Kendra es la prioridad, de otro modo no estaríamos aquí. — Le explico mientras comienzo a notar un dolor creciente en las sienes que me hace entrecerrar los ojos.

— Hecho. Creo que va siendo hora de que te muestre tu dormitorio.

Siguiendo a Alex por las escaleras, entro en una habitación color melocotón de enormes ventanales blancos. Una enorme cama con cobertores a juego domina todo el espacio.

— Mi maleta…— Me giro para ver a Alex dirigirse hacia una puerta lateral.

—Éste es el baño. Y en cuanto a tu ropa, esa puerta de allí, es el vestidor. Te dejaré descansar. Cualquier cosa que necesites, Candela, la puerta del final del vestidor estará abierta.

El dolor que siento en las sienes se hace más intenso y apenas presto atención a sus palabras antes de que abandone la estancia.

Sin dudarlo caigo en la tentación de tomar una larga y caliente ducha con los numerosos productos aromáticos y de higiene que se encuentran en el baño.

Sin ganas de escoger un camisón, me dejo caer entre las sábanas de la enorme cama, desnuda, para sentir como el sueño me abraza con rapidez.

Y me veo transportada a una hermosa y caliente playa. En donde veo a lo lejos, a Kendra salir del agua con una gran sonrisa. La alegría me embarga, al sentir una sombra sobre mi rostro, reconociendo la figura de Alex, quién me toma en su regazo con una sonrisa. Me besa en los labios y después agacha su cabeza para besar mi abultado vientre.

Una extraña sensación me cala los huesos mientras siento un líquido correr por mis piernas. Sangre. Un terrible dolor punza mi vientre, mientras Alex me mira de manera acusatoria y vuelve la cabeza. Ya no veo a Kendra. Una gélida carcajada irrumpe en la desierta playa. Máximo.

— ¡Candy! ¡Despierta, Candela! soy yo, Alex.

Abro mis ojos para ver una tenue luz proveniente de una lamparita en la mesilla y a Alex sentado a mi lado.

Sin pensar en mi desnudez, lo abrazo fuertemente contra mí. El miedo me ha hecho balancear inconscientemente mi cuerpo desnuda contra él,  en busca de su calor. Cuando reconozco la dureza y el calor que emanan de los músculos bajo mis pechos,  mi respiración se acelera.

— Alex...

Sacude ligeramente la cabeza con la mirada anclada en la mía. Sin retirarla,  y sin embargo nublada.

Sus ojos comienzan a oscurecerse y baja su mano para comenzar a juguetear con uno de mis Pezones,  totalmente concentrado en su tarea.

No puedo evitar gemir, y de manera involuntaria comienzo a abrir y cerrar las piernas en un hambre voraz por él. Comienzo a sentir una humedad entre mis piernas, y como si lo notara, coloca su mano en mi centro mientras comienza a besarme.

Sus dedos acarician mi clítoris cada vez más rápido, dejándome al borde de la liberación, mientras acalla mis gemidos con pequeños " Shh". Sin apartar los ojos de los míos, retira la mano un segundo para introducirla en su boca. Coloca su cabeza entre mis piernas y con un ritmo frenético, me lleva al orgasmo mientras mis manos se enredan en su pelo, acercándolo y alejándolo al mismo tiempo en febril orgasmo.

Cuando mi respiración se hace más normal, Alex me besa, y me tapa con la colcha, como a una niña. Mi ceño fruncido delata mi insatisfacción. Lo quiero dentro de mí, maldita sea, ¿qué está haciendo?

— El sexo nos ha llevado hasta aquí, Candela. Creo que será mejor que nos lo tomemos con calma. Al menos, por un tiempo.

Con un " buenas noches " desaparece a través de una puerta del vestidor.

Mierda. Así que eso era lo de las puertas. Pues si vamos a dormir todos los días en habitaciones comunicadas sin poder tocarnos...estamos jodidos. Pero bien jodidos.

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