Miradas (Clexa)

By LaleRojas9

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La famosa jugadora de fútbol femenino, Alexandria Woods, Lexa, recordaba cuando vivía en el pequeño y recatad... More

Capítulo 1
Capítulo 3
Capítulo 4
Capítulo 5
Capítulo 6
Capítulo 7
Capítulo 8
Capítulo 9
Capítulo 10
Capítulo 11
Capítulo 12
Capítulo 13
Capítulo 14
Capítulo 15
Capítulo 16
Capítulo 17
Capítulo 18
Capítulo 19
Capítulo 20
Capítulo 21
Capítulo 22
Capítulo 23
Capítulo 24
Capítulo 25
Capítulo 26
Capítulo 27
Capítulo 28
Capítulo 29
Capítulo 30
Capítulo 31
Capítulo 32
Capítulo 33
Capítulo 34
Capítulo 35
Capítulo 36
Capítulo 37 (Parte I)
Capítulo 37 (Parte II)
Capítulo 38
Capítulo 39
Capítulo 40
Capítulo 41
Capítulo 42
Capítulo 43
Capítulo 44
Capítulo 45
Capítulo 46
Capítulo 47 (Final)
Epílogo
Carta a mis lectores.

Capítulo 2

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By LaleRojas9

Lexa vivía en la zona Sur del pueblo, lugar donde residían los de clase media. Su barrio era agradable, lleno de altos árboles que, en algunas calles, cubrían parte del cielo frente a las casas de tamaño promedio, con patios no tan extensos y frentes iguales.

Dejó de pedalear la bicicleta en el cruce para llegar a su calle y respiró profundamente el aire puro que la naturaleza le brindaba. Le fascinaba el lugar donde vivía, no era precisamente los suburbios, pero le hacía la competencia.

Se fue bajando de la bici antes de que siquiera se detuviera y dobló el manubrio solo un poco para adentrarse al frente de su casa, justo al lado de donde iría el coche de su madre adoptiva.

Lexa solo tenía seis años cuando su madre murió en un extraño accidente y siete cuando Indra, la mejor amiga de su madre y también la directora de la primaria a la que Lexa asistía, se percató que algo iba mal en casa de los Woods, específicamente, por su padre. Su hermano de apenas meses de nacido, Aden, y ella, quedaron bajo la tutela de Indra una vez que Lexa se desmayó en el colegio por desnutrición. La mujer de tez oscura les daba lo mejor que podía, era también estricta en varios aspectos, pero un ángel a fin de cuentas que los salvó a ella y a su hermano.

Indra y Lexa tenían algunas que otras peleas usualmente, ninguna grave, y las dos le atribuían la culpa a la adolescencia. Mientras que su hermano Aden, un niño demasiado inteligente para la edad de once años, era más hiperactivo y hablador que Lexa, le encantaba meterse en donde no lo llamaban y hacer comentarios extremadamente sinceros. De todas maneras, lo amaba con su vida, así tuvieran varias peleas, siempre estarían ahí el uno para el otro.

Dejó la bicicleta al lado del garaje y una vez que entró a la casa con su propia llave, tiró perezosamente la mochila junto a la puerta. No había nadie en casa, como era usual. Indra llegaba pasadas las cinco y traía consigo a Aden luego del kárate.

Se habían mudado al pequeño pueblo en Arkansas por la muy buena oferta de trabajo que le ofrecieron a Indra para ser directora de la primaria Trischool. Habían niños que estudiaban también en la tarde, y como se sabía muy bien: la directora debería ser la última en irse. E Indra lo hacía, sin importar los refunfuños de su hijo.

Lexa vio el reloj en la pared de la cocina. Todavía faltaban un par de horas para que su pequeña familia llegara, tenía tiempo de darse una ducha y luego tendría que empezar a preparar la comida.

Su mente fue vagando hasta una chica rubia de ojos azules mientras se desvestía en su habitación.

Hoy, de nuevo, la había atrapado mirándola. Estaba sucediendo cada vez más seguido y eso le preocupaba un poco, no quería quedar como la acosadora loca que la veía siempre... aunque una de tres era cierta. O quizás dos.

Clarke tenía algo distinto a todos en el pueblo, ella no era como los habitantes de aquel lugar. Lo sabía. La había contemplado durante un tiempo para darse cuenta de ello. Se preocupaba por los demás, a diferencias de la mayoría que solo querían chismear en la vida del otro, inmiscuirse donde no los llamaban y regodearse con el pesar de alguien más.

En un sitio tan pequeño como su pueblo todo se sabía. Todos tenían voz en tu vida. Todos seguían las mismas reglas. Todo era juzgado por todos, y con todo se refiere a la gran mayoría.

Por eso, encontrarse con Costia fue un agradable respiro de lo típico que la rodeaba. Ver lo liberal que era ella, lo suelta y deshinbida la atrapó casi de inmediato. La morena fue clara con Lexa cuando le dijo que era lesbiana y que le atraía, cuestión que sorprendió a Lexa, no porque fuera homosexual, sino porque no le importara decirlo. No tenía miedo, no sentía que la fueran a fastidiar con eso o le daba igual, era su vida y la de más nadie.

Pudo despejarse de muchísimas cosas ese verano, además de probar algunas nuevas, fue refrescante y sofocante a la vez, pero sabía que todo eso tendría un fin y eso sería cuando comenzaran las clases. Pensaba que había superado a Clarke Griffin ese verano, que por fin había seguido adelante y dejado atrás su fanatismo por ella, que la vería y no sentiría como su mundo se revolucionaba, pero todo eso se fue por el caño apenas cruzaron miradas el primer día de su último año.

Era patética. De verás se creyó por un momento que la había superado. ¡Ja! La vida se burló de ella en su cara.

Y al demonio, le encantaba la chica Griffin. La traía babeando desde hacía años, la volvía loca cuando reía o cuando hacía su coreografía de porrismo para apoyar a su equipo, ni se diga de cuando sus miradas conectaban, más allá de los nervios, sentía todo su ser agitarse, toda ella se sentía en el paraíso cuando Clarke reía y enganchaba sus ojos en los de Lexa por mera casualidad. Aunque, claro, sus nervios volvían velozmente una vez que se daba cuenta de su imprudencia.

Terminó de vestirse luego de una refrescante ducha y empezó a cocinar ágilmente cuando el timbre sonó.

Se apuró en llegar a la puerta después de ver quién era por la ventana.

- Hey -abrió y le sonrió amistosamente antes de apoyarse del marco-. ¿Cómo estás, grandote?

- Feliz de verte -el hombre se adentró en la casa con confianza y le dio un sonoro beso en la mejilla-. Huele delicioso.

Lexa hizo una pequeña reverencia y ambos rieron caminando hacia la cocina.

- Vengo a hacerte una propuesta -dijo él mientras se sentaba en uno de los taburetes de la cocina. El asiento se veía diminuto bajo su enorme cuerpo.

Lexa lo animó a seguir con un movimiento de cabeza.

- ¿Quieres ir a una fiesta en la piscina mañana?

- ¿No estás muy ocupado para eso, Lincoln?

Lexa y Lincoln habían sido amigos desde que ella llegó al pueblo, ambos eran atléticos y les encantaba el fútbol, se conocieron gracias al deporte y hoy en día eran mejores amigos por esa y muchas otras razones. Lincoln también era un tanto callado con los demás, aunque con Lexa hablaba y hablaba hasta por los codos.

- Día libre por fumigación. Odio tener dos empleos, pero los necesito.

Ella asintió conociendo perfectamente la situación económica de Linc. Se sentía orgullosa de su amigo, siempre buscaba salir adelante.

- En fin, me invitó una cliente del gimnasio y... quiero ir -se encogió de hombros, poniendo una mueca con sus labios salidos.

- ¿Y te gusta? -Lexa revolvió la salsa con la paleta de madera mientras hervía.

- Se puede decir que sí.

La inquisitiva ceja alzada de Lexa fue suficiente insinuación para que Lincoln continuara.

- Quiero ir a la fiesta y comprobarlo. En el gimnasio no puedo hacerlo, es trabajo, no se mezclan.

Lexa no le conocía una novia formal a Lincoln. Él siempre estaba trabajando y los pocos ratos que tenía libre los pasaba con ella y a veces Anya, la ahijada de Indra, que era una de los pocos integrantes del círculo amistoso de Lexa. Anya era como su prima, y en su cabeza y corazón sí que era así.

- Bien.

- ¿Irás? -Preguntó él con una emoción inesperada. Lexa no era de esas a las que le encantara una fiesta, ella era feliz con un balón y su casa. Asintió una sola vez dando por cerrado el trato.

Lincoln se puso de pie y fue hasta ella con los brazos abiertos y una enorme sonrisa.

- No me jod...

Sus palabras fueron calladas por el abrazo de oso en el que Lincoln la atrapó para alzarla y agitarla como si fuera una muñeca.

- Aire... aire...

El chico rió, bajándola con delicadeza antes de sacudirle el cabello en un gesto bromista.

- ¿De quién es la fiesta? -Habló forzosamente intentándolo empujar, pero él era muy grande y fortachon, ni siquiera ella siendo más fuerte que el promedio podía moverlo.

- Se llama Octavia. Octavia Blake.

Ah, mierda.

Pueblo chico, mismos "amigos".

Si Octavia era la organizadora de la fiesta era más que evidente que Clarke, la chica de sus sueños, asistiría. Tendría que haber preguntado antes, pero claro, de saberlo no hubiera cambiado nada, igual habría aceptado y aún más rápido. Verla sería un buen bonus.

- ¿Por qué sonríes?

Ella negó pensando lo gracioso que era todo.

Lincoln y Octavia, su compañera de química, eso sería algo bueno por ver... además de a Clarke en traje de baño.

Eso sería aún más interesante de ver.

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