Besos Ocultos

Von SvanireAngel

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Dean y Castiel son los mejores amigos. Comparten todo e incluso van en el mismo salón de preparatoria. Sin em... Mehr

Capítulo 1 -Increíble que aún no lo sepa-
Capítulo 2 -¿Ser directo es lo mejor?
Capítulo 3 -Nada que perder-
Capítulo 4 -Guardaespaldas-
Capítulo 5 -El salón de música-
Capítulo 6 -Cielo e Infierno-
Capítulo 7 -Metallica con piano-
Capítulo 8 -El violinista del diablo-
Capítulo 9 -"After party" en la calle-
Capítulo 10 -La manzana podrida-
Capítulo 11 -En el Impala-
Capítulo 13 -Cerveza, música y revelaciones
Capítulo 14 -El búnker-
Capítulo 15 -Querido Dean-
Capítulo 16 -Angel-
Epílogo

Capítulo 12 -El baile de graduación-

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Von SvanireAngel

Después de que te han roto el corazón, ¿qué sigue? Llorar hasta quedar sin lágrimas, supongo. Ya lo había hecho pero algo no estaba bien porque, sin importar cuánto lloré, mis lágrimas siguieron renovándose, parecían no tener final. Otra noche infernal, otro día de mierda, seguido de más noches infernales y de más días de mierda. Me ví forzado a ir a la escuela con los ojos hinchados, por fortuna no llamaban la atención de nadie porque la proximidad del baile de graduación era lo que ocupaba las mentes de todos. A mi madre tuve que decirle una que otra mentira. Por supuesto, ella no me creyó del todo, lo notaba en la tristeza de sus ojos al despedirme por las mañanas, pero nunca había sido una madre acosadora; no, ella esperaría hasta que yo le platicara o hasta que las cosas fueran demasiado evidentes.

En la escuela ya no había mucho por hacer así que pasaba mucho tiempo en la biblioteca. No volví al salón de música, por lo que Michael fue a buscarme y apenas me vio lo supo todo. Había estado evitando verlo para no revelarle nada de lo ocurrido porque no quería ver el triunfo y el deleite en su mirada. Sin embargo, él tomó las cosas muy seriamente, se preocupó antes por mi bienestar que por sus propios intereses y me brindó su apoyo. ¿Dónde había estado ese hombre en toda mi vida? Se portó como un ángel alejando a los demonios que me causaban tanto pesar. O mejor dicho, al demonio. Era sólo uno, al cual no podía ni nombrar aquellos días.

Michael cuidó de mí e hizo todo lo posible por volver a animarme. Para distraerme, comenzamos a practicar nuevamente en el salón de música, donde el rubio de los ojos verdes no volvió volvió poner un pie. Era una zona segura aunque, si los rumores eran ciertos, el hombre estaba mejorando en la guitarra, o al menos eso era lo que Jo le había presumido a todo el mundo. Siempre tuvo aptitudes ocultas, de las cuales yo siempre fui consciente. Desgraciadamente él prefería compartirlas con otras personas. Él siempre prefirió compartir todo con otras personas, mientras que lo poco que compartía conmigo decidió dejarlo oculto, en la oscuridad, como todos los besos que me dio. Eso fui en su vida: un momento de penumbra, una aventura en las sombras donde nadie podía vernos y juzgarnos. Estaba seguro de que todo lo que me había dicho no era verdad, sólo fueron palabras para terminar algo que nunca inició. Y yo, como siempre, no fui más que el imbécil de la historia, el idiota al que todos le ven la cara. Ni siquiera me dolía que hubiera regresado con Jo, lo realmente doloroso era que me había permitido mantener vivas mis esperanzas con él, mientras que todo ese tiempo sólo estuvo pensando en cómo deshacerse de mí. Sólo esperaba que eso de irse para no volver de verdad lo cumpliera.

Mandé todo al diablo, pasados unos días. Puse mi corazón roto en la música y toqué el piano incesantemente. Michael me acompañaba, a veces sólo me miraba con asombro y parecía deleitarse. En sus ojos había un gran respeto hacia mí, pero también notaba un cálido sentimiento creciendo a la par. Ya sabía que yo le gustaba pero casi podía asegurar que se estaba enamorando de mí y eso me dolía. No quería que ocurriera, yo no podía corresponderle aunque había días en que sentía que lo adoraba. Después de todo, estaba ahí conmigo incondicionalmente.

Un día antes del baile, me dijo:

-No tienes que ir conmigo al baile, si no quieres.

-Pero es lo que pactamos.

-Exacto. No quiero que vayas conmigo porque lo pactamos, no tengo el corazón para obligarte a hacer eso. Si no quieres ir, por mi está bien.

-No es por el pacto, Michael. Estoy dispuesto a ir contigo. Aunque...

-¿Qué van a decir los demás? ¿Eso te preocupa?

-No quiero dañar tu imagen social. Eres popular entre las chicas, ¿qué pasará cuando te vean llegar con un chico?

-Sabrán que perdieron su tiempo coqueteando conmigo.

Me gustó su respuesta, me hizo reír de buena gana. Michael se acercó a mí despacio y depositó un beso en la comisura de mi boca. Mi cuerpo sufrió un ligero temblor y él se alejó un tanto apenado.

-Lo siento.

-No pasa nada -sonreí.

Pero ese era el problema, ¿no? Acababa de darme un beso pero para mí no había significado nada. Aún sentía los besos de Dean quemando mi piel. Sentir otros labios sólo me hacía extrañar más los suyos.

Aquel día salimos juntos de la escuela. En el pasillo nos encontramos a Dean y a Jo jugando y riendo. Cuando me vieron, Jo corrió hacia mí con una cámara instantánea en las manos y me pidió efusivamente:

-¡Castiel! ¿Nos tomas una foto?

Me dio la cámara y fue a posar junto a Dean, quien estaba sumamente incómodo. Evitaba mirarme y sus risas se volvieron rígidas y hasta fingidas. Sin embargo, tuvo que mirarme al posar para la foto y algo pasó: vi en su mirada una sombra que empañaba su hermosura, su fiereza y su seguridad. No supe a qué se debía pero me dejó atónito y Michael tuvo que sacarme del trance, diciendo:

-Si quieres yo tomo la foto.

-No, ya lo hago.

Tome la foto y le entregué la cámara a Jo sin siquiera fijarme si había sido una buena toma. Ella me agradeció con una sonrisa y se quedó con Dean en el pasillo para mirar la foto. Se veían felices, más Jo, quien creí que jamás volvería a hablar con Dean. Se me hizo un nudo en la garganta que se acentuó cuando él, aprovechando la distracción de Jo, me lanzó una mirada furtiva. Fue intensa y un tanto sombría, sentí que lo amaba a la par de lo que lo odiaba. Era un extraño sentimiento aquel que me hacía tener ganas de asesinarlo lenta y dolorosamente pero también me provocaba ganas de hacerle el amor hasta que no quedara nada de él.

-Vámonos -le dije a Michael.

-Claro.

Me dio gusto haber estado con Michael en aquel momento, sentí un siniestro placer de que Dean nos viera juntos. Aunque no creo que sirviera de mucho, él estaba en muy buena compañía.

Al día siguiente era el baile de graduación, una última aparición en esa escuela y podría mandar a todos a la mierda. No podía esperar.


***

La gran noche llegó.

Sentí que el hueco en el estómago se iba haciendo más y más grande mientras nos acercabamos al gimnasio de la preparatoria. El día anterior me había sentido muy optimista y valiente pero estando ahí las cosas habían cambiado. Me sentía nervioso, ansioso y con tremendas ganas de salir corriendo directo a mi casa. Apenas se abrieron las puertas creí que me iría de espaldas, pero Michael tomó mi mano y la apretó con seguridad.

-Estás temblando -me dijo con una sonrisa.

-Perdón -dije apenado.

-Tranquilo -rió- Todo saldrá bien.

Nadie podía creerlo, salvo por los amigos más cercanos de Michael, quienes lo tomaron como lo más normal del mundo; supuse que ya sabían que a Michael le gustaban los chicos. Fuera de ellos, todos se quedaron boquiabiertos.

El gimnasio estaba irreconocible, debo admitir que era una bonita decoración. Nunca había ido a un baile, normalmente esos días iba a casa de Dean y decíamos tonterías mientras se arreglaba para ir por su cita. Me moría de celos cuando lo veía marcharse con el smoking puesto, luciendo tan guapo para alguien que no era yo. Me había cansado de fantasear con la posibilidad de que dejara plantada a su cita para quedarse conmigo.

Y esa noche ahí estaba, sentado junto a un chico que rivalizaba en belleza y popularidad con Dean. El detalle estaba en que, por mí, Michael había "salido del closet" enfrente de toda la preparatoria, en pleno baile de graduación. Si eso no era prueba de que yo le importaba de verdad, entonces no sé qué demonios era.

Al otro lado de la pista de baile estaba Dean junto a Jo Harvelle. Él se veía increíble, tenía el porte adecuado para usar un smoking, siempre lo había tenido; ella lucía hermosa, envuelta en aquel vestido negro. No me dolió admitir que hacían una hermosa pareja.

-¿Qué se hace en estos casos? -le pregunté a Michael para tratar de hacer conversación y alejar mi mente de Dean.

-¿Es tu primer baile? -preguntó sorprendido.

-Después de ver Carrie, no me quedaron ganas de ir a uno.

Michael se echó a reír por mi broma. Bebimos algo y luego me pidió que bailaramos, a lo que me negué en un principio. Sus amigos llegaron y casi me arrastraron a la pista, donde todos bailamos juntos, o al menos ellos lo hicieron porque yo sólo estuve pretendiendo que lo hacía. No obstante, fue muy divertido. Ninguno de ellos me juzgaba, me molestaba o se avergonzaba, lo único que les interesaba era divertirse y eso me hizo entrar en confianza. En medio de las risas, los empujones y los bailes alocados, Michael y yo chocamos espalda con espalda y al darme la vuelta para pedir disculpas, él me besó. Me tomó por sorpresa, no pude hacer nada para impedirlo y sus amigos celebraron lo sucedido. Al separarnos, escuché a Jo llamando Dean y él pasó junto a nosotros, apenas rozando la espalda de Michael. No alcancé a ver su rostro pero iba muy aprisa, me hizo pensar que quizá había visto lo que acababa de suceder. Mas, ¿qué podía haberle importado?; sacudí esos pensamientos y volví a integrarme al ambiente que habíamos creado Michael, sus amigos y yo.

Bailamos un rato más, hasta que el DJ puso baladas y todos fuimos a sentarnos y a refrescarnos un poco. Desde mi asiento logré vislumbrar a Jo llevando de la mano a Dean para colocarse en el centro de la pista y bailar lento. Jo le hablaba al oído, parecía estarle diciendo cosas realmente importantes porque lucía muy seria e incluso preocupada. Dean parecía ausente, ajeno a lo que la chica le decía, sólo dejándose llevar por el vaivén de la canción. De pronto, su mirada se encontró con la mía y se quedó ahí suspendida, como si se aferrara, como si suplicara. No entendí lo que pretendía transmitir pero mejor decidí romper el contacto porque sentía que mi corazón iba a resquebrajarse una vez más; estaba disfrutando demasiado el momento, no quería arruinarlo.

Afortunadamente para mí, los chicos y chicas comenzaron a concentrarse en la pista para la coronación de los reyes del baile y eso provocó que Dean y Jo quedaran fuera de mi campo de visión. Antes de que iniciara, nos levantamos de nuestros asientos y nos acercamos para contemplar el espectáculo, aunque a mi no me causaba el más mínimo entusiasmo. Después del bochornoso momento, el baile se reanudó.

Los amigos de Michael fueron a buscar bebidas, por lo que él y yo nos quedamos solos, de pie en la pista. Yo seguía aún un poco distraído, así que él tomó mi barbilla con sus dedos y atrajo mi atención hacia él. Me acarició con su mirada de cielo, desde los ojos hasta los labios, a los cuales se acercó dispuesto a besarlos. Yo iba a permitirlo, no porque lo deseara, sino porque sentía que se lo había ganado después de la noche tan especial que estábamos compartiendo. Sentí un poco de emoción, como si ese beso abriera las puertas a cosas mejores para mí, más dulces y sinceras.

Y entonces, cual repentina tormenta sobre un mar en calma, una fuerza descomunal me apartó de Michael e impidió el beso que estaba a punto de convertirse en mi salvación... o en mi condena. La tormenta tenía un nombre: Dean Winchester.

-No puedo soportarlo más -me dijo con agitación.

Selló mi boca con un beso suyo, convirtiéndola nuevamente en esclava de sus deseos. Había pasión en la manera en que hizo suyos mis labios, cual si ese beso lo hubiera estado guardando con gran esfuerzo para poder dármelo en el momento correcto. Culminó con un ligero tirón de mi labio inferior, sus dientes se aferraron suavemente a él hasta que tuvieron que soltarlo.

En pleno baile de graduación, Dean Winchester me había besado. Todos estaban que no cabían del asombro, pero sin duda había dos personas a las que les cayó como balde de agua helada.

Jo se acercó y le propinó una ruidosa bofetada a Dean antes de salir corriendo del gimnasio. Michael, por su parte, nos dedicó a ambos una mirada de estupefacción y también se marchó, seguido de varios de sus amigos. Entonces se empezó a alzar un murmullo entre los asistentes que comentaban lo ocurrido, Dean y yo supimos que era momento de marcharnos también. Me tomó de la mano y salimos por una de las puertas de emergencia, directo hasta el Impala.

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