blue nighttimes; camren

Von milanolivar

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TODAS LAS HISTORIAS ESTÁN SUJETAS A COPYRIGHT Y HABRÁ DENUNCIA SI SE ADAPTA O PLAGIA. Las historias de amor... Mehr

PRÓLOGO
CAPÍTULO 2
CAPÍTULO 3
CAPÍTULO 4
CAPÍTULO 5
CAPÍTULO 6
CAPÍTULO 7
CAPÍTULO 8
CAPÍTULO 9
CAPÍTULO 10
CAPÍTULO 11
CAPÍTULO 12
CAPÍTULO 13
CAPÍTULO 14
CAPÍTULO 15
CAPÍTULO 16
CAPÍTULO 17
CAPÍTULO 18
CAPÍTULO 19
CAPÍTULO 20
CAPÍTULO 21
CAPÍTULO 22
CAPÍTULO 23
CAPÍTULO 24
CAPÍTULO 25
CAPÍTULO 26
CAPÍTULO 27
CAPÍTULO 28
CAPÍTULO 29
CAPÍTULO 30
CAPÍTULO 31
CAPÍTULO 32
CAPÍTULO 33
CAPÍTULO 34
CAPÍTULO 35
CAPÍTULO 36
CAPÍTULO 37
CAPÍTULO 38
CAPÍTULO 39
CAPÍTULO 40
CAPÍTULO 41
CAPÍTULO 42
CAPÍTULO 43
CAPÍTULO 44
CAPÍTULO 45
CAPÍTULO 46
CAPÍTULO 47
CAPÍTULO 48
CAPÍTULO 49
CAPÍTULO 50
CAPÍTULO 51
ÚLTIMO CAPÍTULO
EPÍLOGO
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CAPÍTULO 1

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Von milanolivar


Cough Syrup — Young The Giant

Camila's POV

Toc.

El reloj que estaba fijado en la pared marcó la una de la madrugada. Por las ventanas, la lluvia caía formando una manta de agua, seguida de un rayo al que continuaba un gran trueno que casi me hacía temblar.

La cafetería estaba vacía, las mesas limpias y los expositores de comida encendidos, aunque poca gente entraba a esa hora en los días que llevaba trabajando como para comprarlos.

Los días eran fríos y lluviosos, pero las noches eran aún peores. Eran lúgubres, oscuras, húmedas y frías. Las noches en Toronto eran eternas, casi como si se parase el tiempo. En cierto modo lo odiaba, pero lo amaba a la vez. El ambiente cambiaba en la noche, quizás las almas florecían como realmente eran. Quizás en la noche la gente era más valiente para dar un beso, mandar un mensaje, hacer una llamada, o tomar decisiones que a la luz del día. A la luz del día todos quedábamos al descubierto.

El sonido de la puerta abriéndose me sacó de mis pensamientos, y rápidamente me levanté del pequeño taburete que tenía tras el mostrador. Era una chica de piel pálida y pelo negro, no lograba distinguir el color de sus ojos en la distancia; pero estaba totalmente empapada.

—¿Podría usar el baño? —Preguntó educadamente, y al principio no reaccioné. Era lo que tenía ser prácticamente nueva en eso.

—Sí, claro, al fondo a la derecha. —Asentí con una sonrisa intentando ser amable. Pero la chica ni siquiera me sonrió de vuelta y se encaminó hacia el baño. Llevaba unos pantalones negros de pinza que se pegaban a sus piernas, unas zapatillas deportivas de running blancas aunque parecían rotas en la punta. En la parte superior, una chaqueta de chándal gris, y una bolsa de deporte en el hombro, tampoco pude fijarme en mucho más.

Era la tercera persona que entraba en mitad de la noche, y aunque ya había aprendido a manejar la caja registradora, aún me ponía un poco nerviosa a la hora de cobrar. Quizás porque las primeras quince veces que intentaron enseñarme la caja se quedó atascada; temí que me despidieran sin siquiera haberme contratado.

A los diez minutos aquella chica salió del baño con unos jeans rotos por las rodillas y bastante ajustados, una camisa de cuadros azules y una chaqueta blanca encima. Se había recogido el pelo que aún estaba mojado. Se acercó al mostrador, entonces pude ver que sus ojos eran verdes, y que en su oreja tenía dos pequeñas perlas plateadas.

—Buenas, ¿vas a tomar algo? —Pregunté sonriente, y ella asintió sacando la cartera del bolsillo de su chaqueta. Sus manos tenían las venas marcadas y algún que otro anillo de plata.

—Un café solo. —Respondió sin más mirándome a los ojos.

—¿Grande, mediano o pequeño? —Suspiró, pasándose la lengua por el labio inferior con los ojos cerrados. Parecía estar harta de escucharme, o de escuchar tonterías.

—Pequeño.

—¿Cómo te llamas? —Pregunté cogiendo el rotulador, mirando a la chica esperando a que me dijese su nombre.

—Lauren.

Giré sobre mis talones y cogí uno de los vasos pequeños, escribiendo su nombre en él.

Había algo que me llamaba la atención de esa chica, pero como me dijo mi jefe 'no debes mantener ningún tipo de contacto con los clientes'. Me parecía algo frío, una sonrisa nunca le amargaba el día a nadie, y menos a alguien que acababa de entrar empapada por la lluvia.

Puse el café caliente sobre la mesa y le coloqué la tapa, acercándolo a la chica con una sonrisa.

—Un dólar, por favor. —La chica puso la moneda sobre mi mano, cogió el vaso y se sentó en una de las mesas frente a la ventana, donde no paraba de llover.

* * *

Lauren's POV

"Algunos días ella pensaba que todo mejoraría. Otros días eran peores, terribles. Los días en que no pensaba en el amor, eran agradables. Quizás era porque no pensaba en ella misma, en su autoestima, en lo que la gente pensaba de ella. La gente, las miradas, las risas le hicieron mucho daño.

Ella no era el tipo de chica de la que la gente se enamoraba. A ella las sudaderas no le quedaban bien, tampoco quedaba bien su pelo aunque lo peinase. Siempre iba hecha un fantoche, y el corazón le dolía al pensar que nadie la querría de esa forma. Que nadie la desearía, que nadie la querría. Muchas veces se preguntaba si dolía tanto que te dejasen y te rompiesen el corazón. Pero ella misma tenía la respuesta.

No, no dolía tanto. Cuando te partían el corazón, pensabas que nadie más iba a quererte, que esa persona era única y especial y ahora ya no está. Pero creer que nadie va a quererte nunca es mucho peor. Es un sentimiento constante, crónico, que te consume día a día, que te hunde la autoestima y amedranta tu vida.

Ella nunca sabrá lo que es un simple beso, o una sonrisa en mitad de él, ella nunca sabrá qué es que la abracen o decir un 'te quiero'. Nunca sabrá qué se siente cuando enlazas tus manos con la persona a la que quieres, o cómo es pasear por la ciudad con esa persona al lado. Nunca sabrá lo que es hacer el amor, ni tampoco despertar con esa persona abrazada a ti.

Ella nunca sabrá qué es tener amigos, ni una pareja.

Ella tendrá nada, que para muchos y para ella misma es lo que se merece."

Levanté la cabeza del papel y miré por la ventana de la cafetería con el bolígrafo entre los dedos. Había restos de tinta en mis manos, y el café estaba a medio tomar. La lluvia tenía algo de poesía en ella; era como una fuente de inspiración que nos llenaba a todos sin dejar a nadie indiferente. La lluvia inspiraba historias, cuadros, fotos, películas, besos debajo de ella. Aunque a mí la lluvia me inspiraba tristeza, y eso es lo que fluía en mis palabras escritas con tinta.

Miré el reloj. Las dos y media de la madrugada.

Tomé el último sorbo de café y recogí mi cuaderno, guardándolo en la mochila que llevaba a cuestas. Había dejado de llover, y con suerte podría llegar bien a casa.

—Que pases buena noche. —Dijo la camarera con una sonrisa, y la miré durante un momento parpadeando.

—¿Es a mí? —Me señalé a mí misma frunciendo el ceño. Aquello era extremadamente extraño.

—Claro, no hay nadie más en la cafetería. —Soltó una risa ladeando la cabeza. Tenía el pelo negro recogido en una coleta dejando caer dos mechones de pelo a los lados de su cara, un polo blanco y un delantal rojo.

—Gracias... Ten también una buena noche. —Sonreí intentando ser amable, y salí de la cafetería mirando al cielo.

Unas pocas gotas de lluvia seguían cayendo, pero no eran lo suficiente como para mojarme de nuevo. Tenía frío, bastante a decir verdad. Con sólo una fina chaqueta caminé por la calle hasta llegar a la boca del metro, que me apresuré a bajar para entrar en calor.

Pasé el ticket, y la barra se abrió dejándome pasar a las mil galerías que conducían cada una a una dirección, a un sitio diferente de Toronto. Línea negra, Higham Hill.

Las paredes de piedra cubiertas por enredaderas del metro hacían de aquella estación una auténtica maravilla que nunca me cansaba de mirar. Era muy diferente el centro de donde yo vivía, un distrito más pobre y alejado de todo el bullicio y la espectacularidad de la gran ciudad.

Me subí al vagón, escuchando ese típico 'please mind the gap between the train and the platform', que siempre acompañaba mis noches en cada parada.

Pasé por delante de un grupo de chicos y escuché unas ligeras risas, que me hicieron andar más rápido hasta sentarme en un vagón libre de gente. Siempre ocurría, siempre afectaba. Las risas de la gente cuando pasaba por delante era lo peor del mundo, y quizás ni siquiera se estaban riendo de mí, pero mi mente no lo procesaba.

Durante media hora, estuve sentada en aquél metro viendo cómo el grupo de chicos se bajaba no sin antes dejarme una mirada burlona. Agaché la cabeza negando; era normal que me mirasen de aquella forma. Yo era... No era una chica normal, de esas de las que todo le queda bien o no sé, me gustaría pensar que no había razones para ser la burla de todo el mundo.

Al bajar del metro ya estaba en Higham Hill, nada comparado a el centro. Eran casas pequeñas con jardines diminutos y el césped mal cuidado, la fachada llena de humedades y musgo subiendo desde los cimientos.

Salté la verja del jardín con cuidado, pero al ser tan tremendamente torpe se me enganchó la camiseta haciéndome resbalar en el camino de piedra y caer contra la verja de madera. Joder, tenía la espalda destrozada.

Con un quejido me levanté, caminando por fin hacia casa.

Abrí la puerta con cuidado, girando la llave lentamente en la cerradura sin hacer ruido, no quería despertar a mi madre o a mi hermana. Cuando entré, todo estaba bien, nadie despierto, sólo debía dejar la mochila en el sillón.

Cogí una manta y me senté en el sofá, quitándome los zapatos con la punta, y luego me tumbé con la manta encima, escuchando cómo volvía a caer una fuerte tromba de agua. Mis pies se relajaron por fin, entrando en calor, haciéndome soltar un suspiro casi de placer después de aquél día tan duro, después de tanto frío y esfuerzo, aquello era la mejor recompensa.

* * *

Sentí un roce en mi mejilla, fruncí el ceño girando la cara; no quería despertarme aún. Pero ya estaba consciente y el olor a café y tostadas era más fuerte que yo. Entreabrí un poco los ojos y vi a mi madre sentada al borde del sofá con la bandeja de tostadas y café en la mesa. Estaba muriéndome de hambre.

—Hombre, si te has despertado. —Sonreí pasándome una mano por la cara con una risa, incorporándome un poco en el sofá. —¿Cómo fue la noche?

—Mmh... Bien, supongo. —Cogí una tostada y empecé a comer tan rápido como pude, mirando a mi madre con las mejillas llenas.

La admiraba, admiraba la capacidad de superación que tenía. Era una de aquellas madres que tus amigos adoraban, que siempre hacía galletas cuando estaban en casa, y que sin duda todo el mundo quería.

—¿Por qué no fuiste a dormir a la habitación con tu hermana? —Suspiré sentándome en el sofá, apoyando la espalda en él con pesadez.

—No quería despertarla, se pondría a llorar y... —Negué, dándole otro mordisco a aquella tostada.

La verdad era que no quería dormir con Rachel porque me daba patadas, y con sus manitas me arañaba la cara, era horrible. Tenía dos añitos, y apenas hablaba. Sólo decía 'a píii', lo usaba para todo. Me veía a mí, me señalaba y gritaba 'a píiii', veía comida y decía 'a píii', a píii era todo su vocabulario.

Se despertó y venía caminando desde la habitación del fondo frotándose los ojitos. Al llegar al salón y verme, me señaló y alzó los brazos caminando hacia mí.

—A píiiii. —Amaba a mi hermana con la vida. Sobre todo cuando venía y me abrazaba de aquella forma al cuello, y yo la cogía en brazos como si no hubiese nada más delicado en el mundo.

—Te quiero mucho, Rachie, ¿tú me quieres? —Dije en voz baja, bajo la atenta mirada de mi madre que sonreía al vernos. Rachel asintió, apretando mis mejillas con sus manitas.

—A pi.

A pi. Aquello no era real, la imagen de mi madre y mi hermana se difuminó por completo y quedé en la más absoluta oscuridad; todo era un sueño.

Abrí los ojos y vi a Rachel jugando con su gasita entre las manos mirándome con una tierna inocente sonrisa, pero no había desayuno y mi madre no estaba.

—A ver cuándo te despiertas, joder, que duermes hasta las tantas. —Esos eran los buenos días de mi padre.



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