Dormida. ¿Cómo demonios me he quedado dormida el primer día? Salgo de la ducha tan rápido como puedo, para ver a mi hija de 10 años desayunando en la cocina. Con un poco de suerte nadie me mirará a la cara, así que me maquillo a duras penas, agarro el bolso, una gran bandeja y subimos a nuestro viejo Cherokee gris en dirección al colegio.
"Señor, señor...ojalá llegue a tiempo".
- Tranquila, mamá. Tus magdalenas son las mejores, ya verás como vas a quedarte.
A veces dudo si tengo una hija o una vieja bajita. Sonrío mientras la beso y le deseo un buen día.
Subo la radio al escuchar Kings of leon, y confío en que Otto ya habrá montado mientras llego.
Ni siquiera sé que me empujó a venir a E.E.U.U. El sueño americano, quizá. Eso, o que fuera la huída menos mala. Un buen día miré el mapa, y empeñé todo lo que teníamos para venir a Los Ángeles, California. Y aquí estamos. Mi hija y yo.
Al poco tiempo conocí a Otto y a Sebastian, italiano y portorriqueño respectivamente. Una pareja gay que además de ser nuestros vecinos, comparten mi amor por la cocina. Pronto, Otto y yo montamos una empresa de Catering, que hasta la fecha, cubría cosas fiables, a pequeña escala, pero que mantenían el negocio a flote. Hasta que un famoso director vino a nuestro pequeño negocio por casualidades de la vida, y, después de quedar encantado con nuestras magdalenas, nos preguntó si estábamos dispuestos a encargarnos del catering de su último rodaje.
Eso fue hace tres semanas, y aquí estaba yo. Tarde. Otto me mira con cara de alivio, aunque su tono muestra lo contrario.
- Gracias a Dios que has llegado. Estaba empezando a hiperventilar, y ya había llegado a ese punto en el que te imaginas a tu amiga siendo víctima de unos veinte accidentes diferentes y atroces que justifiquen su retraso.
- ¿Y quiero saber cuáles son? - pregunto con una sonrisa mientras beso su morena mejilla.
- Créeme, cielo, lo único que quieres, y necesitas saber, es lo tremendamente perfecto que es Alex Hunt. Qué pena que esté pillado...- dijo él, al tiempo que me ayudaba a colocar bandejas en las mesas.
- Otto, cariño... y aunque no lo estuviera; creo que no juega en tu liga.
Otto es un italiano de 1,80 m., moreno y expresivo, con una perdición: los actores de Hollywood.
Y sí, Hunt bien merecía ser la perdición de cualquiera. Guapo, alto, rubio, ojos azules, mirada penetrante y cuerpo de infarto. Uno de esos actores por los que te tragas hasta las películas más malas de la historia, sólo por verlos unos minutos en pantalla grande. Y como Otto acababa de decir, estaba pillado. Por una de las modelos de Victoria's Secret, nada más y nada menos.
Siempre he pensado que existe una ley secreta y no escrita, que dice que los actores y los deportistas tienen que salir con supermodelos altísimas y delgadísimas. Una verdadera lástima que ni Otto ni yo cumpliéramos con los requisitos.
Una vez terminamos de colocar nuestro bufé con el desayuno, empezaron a aparecer las primeras personas por el set agarrando alguna taza de café, o zumo, y yendo de arriba para abajo sin apenas levantar la mirada. Actores, maquilladores, regidores... Un chorro incesante de personas que tras unas semanas comienzan a ser familiares.
Excepto él. A pesar de ser más hermoso que un ángel caído, Hunt pronto se convirtió en la persona más irritante que conozco. Cuando se acercaba escupía un "hola", el cual se ahorraba siempre que yo lo atendía. Aunque parece que mis magdalenas de chocolate le gustan lo suficiente como para tener que socializar lo justo con nosotros.
Esa tarde, Otto, Trish - una chica rubia que trabaja para nosotros - y yo, saldríamos a celebrar el contrato frente a unos Cosmopolitan, ya que con el ajetreo derivado del rodaje, aún no lo habíamos hecho.
Aprovechando que Sebastian se quedaba con mi pequeña, decido arreglarme un poquito más. Ser madre soltera a tiempo completo no daba muchas oportunidades para salir, así que después de una complicada elección, saqué mi vestido negro y blanco con falda lápiz, generoso escote y sin mangas. Elegí unas medias de liga "Riga posteriori" para dar el toque vintage, y me subí a mis tacones. Esta tarde sólo serían un par de horas, así que podría aguantar sin problema.
O eso pensaba yo. Hasta que apareció Hunt.
"Oh, vamos, Candela, hija, solo quedan unos 20 minutos y mañana será otro día. Pasa de él"
De nuevo con ese gesto en la cara.
"Mierda. "-pienso
Sin poderme contener, le dirijo un "hola" que resulta más agudo de lo que pretendía.
Una mirada acompañada de un ligero siseo me recorre de arriba abajo.
-Vaya... ¿ahora es necesario vestirse así para dar comida?- espeta.
- ¡¿PERDONE?!- Prácticamente aúllo .
- Por lo que veo la palabra no es su fuerte.
Se gira con un platillo en la mano y sigue caminando hacia una caravana que hace, al parecer, las veces de camerino.
"Venga ya. Vengo a trabajar subida en tacones de 14 centímetros y ¿tengo que aguantar a este cabronazo?".
En un estallido de furia lo sigo hasta el interior.
- ¿Y resulta que ahora es nesario ser un completo capullo para ser actor?- le grito.
- Señorita, usted no tiene ni idea de lo que es un capullo.
- Usted se cree muy perfecto, ¿no es así? Cree que puede venir avasallando y juzgando a la gente sólo porque es actor famoso...
No sé bien en qué punto habíamos comenzado a invadir el espacio físico del otro, con la efusividad de la discusión.
- Debería salir de aquí, o callarse. O mejor, ambas. - Dice mientras levantaba la barbilla y baja la mirada para encontrarla con la mía.
Es bastante más alto que yo. Y eso que yo no soy una mujer baja.
"Pero ¿qué demonios estoy pensando ahora?"
- Ah, sí, ¿eh? O si no, ¿qué, eh? ¿Qué va a hacer?- pregunto.
- Esto.
Y acto seguido pega sus labios a los míos, abriendo mi boca, silenciándome, de manera furiosa al principio, para convertirse en algo cada vez más suave, húmedo y lujurioso.
Sí que es una perdición, sí. Punto para Otto.
Todo me da vueltas y sólo puedo sentir como una de sus manos sujeta mi cara a la vez que la otra me ciñe a su cuerpo por la cintura, notando como se endurece, rozándose contra mi entrepierna mientras el beso se vuelve más y más desesperado. Pongo mis manos en su pecho con la intención de apartarlo, pero la combinación de sus duros músculos y el vaivén de su lengua sólo me hacen soltar un gemido.
De repente siento mis labios solitarios mientras él se aparta retrocediendo. Abro los ojos y lo observo mirándome la boca con una sonrisa, sorprendido y divertido a la vez:
- Deberías follar más a menudo, preciosa. Ahora entiendo esa cara agria por las mañanas.
Automáticamente abro la palma de mi mano al tiempo que le propino una sonora bofetada.
PLAF.
Durante un segundo, mi primer y horrorizado impulso es el de llevarme las manos a la boca y pedirle disculpas por mi excesiva reacción. Hasta que lo miro a los ojos. Ahora son de un azul más oscuro, y camina hacia mí como un depredador. Me giro hacia la puerta para, un segundo más tarde, notarlo detrás de mí mientras coloca ambas manos a cada lado de mi cara, bloqueando mi salida:
- No, gatita...Ya es tarde para escapar.
Comienza a besarme el cuello, al tiempo que nuestra respiración se hace cada vez más rápida, Pegando su erección a mi trasero, sube un poco una de sus rodillas para hacerme separar las piernas.
Joder. Acabo de abofetear al tipo más sexy del país, y ahí está él; restregando su erección contra mi trasero, mientras reparte besitos por mi hombro.
Nota mental : mirar los ingredientes del café nuevo, porque debo estar colocada o algo. Estoy más cachonda que nunca en mi vida, y al mismo tiempo paralizada, abrumada por las emociones.
- Dios... hace días que me pongo duro sólo de verte con los vaqueros y la blusa del uniforme...y ahora esto... ¿Sabías que cuando te agachas un poco se te ve la liga de las medias?. Me pregunto si llevas tanga...
Mientras habla mete su mano entre mis piernas hasta encontrar el triángulo de encaje.
- Premio. - susurra contra mi oído.
Acaricia mi clítoris mientras yo rozo mi trasero contra su verga endurecida sin parar. Maldita sea, estoy a punto de correrme así mismo. Aquí mismo.
Entonces saca la mano, y me sube la falda hasta dejar mi trasero al descubierto.
- Esto quiero verlo bien, nena. Nunca pensé que eras tan atrevida.
Y ahí estoy yo, con la frente y las manos apoyadas en la puerta y la falda del vestido en la cintura. Tan mojada y deseosa que si no vuelve pronto a tocarme, estoy totalmente dispuesta a terminar yo solita con esto. Entonces baja la cremallera de mi vestido, haciendo que se deslizce hacia el suelo. Me gira, y cuando contemplo la visión ante mí, no puedo controlarme por más tiempo: allí estaba él. Mi ángel caído. No creo que ningún hombre sobre la tierra emane más sexualidad que Alex Hunt. Sin camiseta, sus abdominales prietos son mejores aún que en la gran pantalla.
Me acerco sin pensarlo y bajo la cremallera de sus pantalones vaqueros para agarrar su miembro, mientras él se ocupa en lamer mi pezón derecho a través del encaje negro.
Joder... ¿es que va a ser perfecto en todo? Su miembro es terso, grueso y grande. Quiero verlo, quiero lamerlo de arriba a abajo. Quiero... Alex abandona mis pechos. Me besa y me alza, para después tirarme sobre un sofá. Lo observo quitarse los pantalones mientras yo me deshago del sujetador. Al segundo está sobre mí, para penetrarme de la manera más deliciosa. Un gemido abandona mis labios cuando lo siento en toda su longitud en lo más profundo de mí ser, mis pliegues húmedos se cierran entorno a su polla, llevándome al éxtasis casi desde el inicio. Tan delicioso, tan perfecto, tan...grueso.
- Alex...oh...
- Eso es, nena, di mi nombre...Mírame. Si cierras los ojos, pararé. Y no queremos eso, ¿verdad? - Niego con la cabeza enfebrecida a las puertas de mi propio orgasmo. No quiero que pare. Necesito que no se detenga. Jamás. Lo único que quiero es sentirlo más y más dentro.
Prorrumpe en una ligera carcajada contra mis labios.
- Shhh, tranquila, mientras me mires no pararé, no podría, lo juro. Solo quiero verte mientras te corres para mí. Quiero ver cómo me sientes y que recuerdes quién te está follando así, nena.
Y esas últimas y calientes frases son suficientes para hacerme acabar como nunca, Mi cuerpo se convierte en fuego líquido mientras mi vagina se contrae una y otra vez, de forma descontrolada, ordeñando su miembro, manteniéndolo en lo más profundo de mí. Llego al orgasmo gritando su nombre, que él silencia con su boca, mientras me esfuerzo por seguir perdiéndome en esos ojos color mar, viendo el momento justo en el que él llega a su propio clímax un par de segundos después, vaciando su semilla dentro de mí.
Cae sobre mí, su hermosa cabeza rubia en el hueco de mi hombro. Mientras, los últimos estertores del placer nos devuelven a la conciencia. Sin pararme a pensarlo, y con la respiración aún trabajosa, busco con la mirada mi ropa. Me visto tan rápido como soy capaz sin mirarlo en el proceso ni hablar, y salgo directa a los baños públicos del estudio. Sin detener mi carreta contrarreloj hasta cerrar la puerta de uno de los cubículos y apoyar mi frente contra el frío metal.
"¿ Pero qué carajo acabas de hacer Candela?".