Bienvenida Otra Vez

By Fifty-Seven

1M 65.3K 36.5K

Estoy consciente de que muchas personas suelen aparecer en nuestras vidas para enseñarnos cosas que no conocí... More

Sinopsis
Capítulo uno
Capítulo tres
Capítulo cuatro
Capítulo cinco
Capítulo seis
Capítulo siete
Capítulo ocho
Capítulo nueve
Capítulo diez
Capítulo once
Capítulo doce
Capítulo trece
Capítulo catorce
Capítulo quince
Capítulo dieciséis
Capítulo diecisiete
Capítulo dieciocho
Capítulo diecinueve
Capítulo veinte
Capítulo veintiuno
Capítulo veintidós
Capítulo veintitrés
Capítulo veinticuatro
Capítulo veinticinco
Capítulo veintiséis
Capítulo veintisiete
Capítulo veintiocho
* noticia *

Capítulo dos

56.5K 3K 3K
By Fifty-Seven

Tomamos asiento en los sofás de la sala de estar. Claramente no estaba todo ordenado, faltaban algunas cajas que tenía apiladas en una de las esquinas de la sala, pero el lugar estaba limpio. Luego terminaría de dar los últimos detalles.

La presencia de Lorianne en mi apartamento me ponía incómodo y un poco nervioso... Y algo molesto, siendo sincero... Además de que quería volver a huir, aunque tendría que correr demasiado para llegar a casa de mis padres, que era el refugio más cercano.

—Bien... ¿Hablarás? —le pregunté a Brianna.

—Oh no, ella hablará.

—No pienso hablar —dijo la pelirroja.

—Entonces perfectamente me puedo ir y dejarte en media calle con tus cosas para que te las arregles sola.

—No eres capaz —Lorianne rodó los ojos.

—¿Estás segura?

—Está bien —bufó—, sólo no me interrumpas —me señaló y yo no dije nada.


Me quedé mirándola mientras empezaba a hablar. Tenía tantos años sin mirarla, sin oírla después de todo lo que pasó, todo lo que me hizo pasar. Y de repente, aparecía en mi nuevo apartamento, con cara de pocos amigos y gruñidos en vez de palabras...

—¿Me estás oyendo?

Sacudí mi cabeza con fuerza y ella gruñó por milésima vez.

—Disculpa, ¿qué decías?

—Volveré a empezar, solo ponme atención.

—Bien.

—El asunto es que Brianna se va para la otra casa de su madre con Kelly y Mark, y vivirán ahí por siempre. Yo estuve viviendo en su casa un tiempo, pero no me puedo ir de aquí...

—¿Por qué no? —me miró mal.

—Porque no y ya —respondió de mala gana—, te dije que no me interrumpieras —recordó —. Como sea, necesito que me... que me ayudes. Necesito un techo por algunas semanas, solo para poder conseguir algo de dinero y arreglar todo.

—¿Arreglar qué?

—Todo.

—¿Pero qué es el "todo"? —rodó los ojos.

—No te interesa.

—Cálmate ya, Lorianne —le ordenó Brianna —. Sólo serán algunas semanas —me dijo, prácticamente rogando.


Miré a ambas chicas.

¿El favor era darle techo? No sabía ni la mitad de lo que debía saber para hacerle un favor, además, ¿le ayudaría? Es decir, ella tomó mi corazón y lo rompió. Duré meses, años —me atrevería a decir— en superarlo por completo... Y creo que aún no lo había superado del todo, porque seguía buscando una escapatoria del lugar.


—Necesito saber más.

—Eso que te dije es lo único que sabrás —alcé una ceja.

—¿Por qué? ¿Cuál es el gran misterio? —ella frunció el ceño— ¿Estás en drogas o algo así? Porque créeme que no me sorprendería si me mientes.


El sarcasmo no había sido intencional, lo juro, había salido solo de mi boca. Sabía que había metido la pata horriblemente.

—¿Ves? —dijo Lorianne molesta, se puso de pie mirando a su amiga— Es por eso que no quería venir. Esto no va a funcionar.

—Puede funcionar si dejas esa actitud gruñona que tienes, porque si quieres que Chad te ayude, debes calmarte —respondió Brianna con seriedad.

Antes de que la pelirroja pudiera contraatacar, su amiga me preguntó:

—¿Podrías hacernos el favor? —juntó sus manos, en modo de súplica— Te daremos lo que sea a cambio...

—Yo no pido nada a cambio, yo ni siquiera...

—Chad, sé que será incómodo. Sé que es incómodo ahora mismo, pero te lo pido por favor. No será mucho tiempo... ¡Ni siquiera tienes que hablarle si quieres!

Parecía que el asunto le importaba más a Brianna que a la propia Lorianne, quien mantenía la misma expresión facial.

Estaba meditando todo.

El simple hecho de que estuviera frente a mí, en el sofá de enfrente con su amiga, hacía que mi presión arterial acelerase. Recordaba muchas cosas que pasaron, cosas que me había encargado de no recordar desde hace varios años ya.


Lorianne rodó los ojos por milésima vez y dijo:

—Mira, te juro que después de esto, no me volverás a ver en la vida. Ni siquiera volverás a oír mi nombre.


Eso era justo lo que quería y lo que había estado intentando desde hace años. No quería recordarla, mencionarla ni siquiera ver el anuario de mi último año de secundaria.

Solo sería unas semanas, y luego, no más Lorianne Wilde, no más recuerdos no deseados. Sería igual que antes... Igual que ayer.
Pero podía decirle que no y tampoco la volvería a ver.

—Si estás pensando en decir que no —agregó la pelirroja—, no dejaré de molestarte hasta que aceptes.

Miré a Brianna, que me miraba expectante.

Asentí, en modo de aceptación,  inseguro de lo que estaba haciendo. No sabía si estaba bien o estaba mal, no sabía si tarde o temprano me arrepentiría, pero solo me quedaba ver qué me deparaba el futuro.

—Iré por las maletas —dijo Brianna poniéndose de pie rápidamente.

—Espera, ¿qué? —la seguí hasta la puerta— ¿Se quedará desde hoy?

—Sí —entró en el elevador y cerró las puertas al presionar un botón.

 
Me quedé inerte por unos segundos. Ni siquiera había estrenado mi apartamento solo y ya tenía compañía de la última persona que creí que acudiría a mí por un problema... El cual, ni siquiera sabía cuál era.

Suspiré profundamente, estaba seguro en un 100% de que no serían semanas fáciles, menos si se trataba de Lorianne Wilde, la chica que, se ganó mi corazón a los 17 y, a los 18 años, lo rompió.

Esa había sido una dura época para mí, teniendo en cuenta lo mucho que yo la había querido y lo mucho que le había dado a ella.
Y lo que recibí a cambio.

  
Minutos después, Brianna volvió a aparecer por el elevador con dos grandes maletas.

—Yo te ayudo.

—Yo lo hago —apareció Lorianne y tomó ambas maletas para entrar en el apartamento nuevamente.

—Déjame ayudarte.

—Puedo hacerlo sola —dijo de la misma manera que ha tenido desde que la vi.

 
Miré a la rubia y alzó los hombros.
Los tres entramos nuevamente y Lorianne dejó las maletas en medio de la sala.

—Bien, creo que ya debemos irnos —dijo Brianna, acercándose a la pequeña Kelly, quien se había quedando viendo un programa de un cerdo que usaba vestido. No quería ni decir el nombre, ¿cómo podían hacer que los niños vieran un programa de un cerdo con ese nombre?

Brianna se va, me recordó mi subconsciente.

—Espera, ¿te vas tan rápido? ¿No quieres tomar un café o...? —pregunté rápidamente.

Quedarme solo con Lorianne tan pronto era peligroso.

—No gracias —alzó a la pequeña castaña—, le prometí a Kelly un helado.

—Yo se lo compro.

—Nos tenemos que ir, Chad —tomó su bolso en el otro brazo y se acercaron a Lorianne— Kelly, despídete de tu tía.

—¿Po qué?

—Porque tu madre no me quiere —la rubia miró mal a su amiga.

—Eso no es cierto, Kelly. La tía se va a quedar aquí un tiempo y ya tenemos que irnos.

La pequeña abrazó a Lorianne y ella le devolvió el abrazo, envolviendo de la misma manera a Brianna.

—Cuídala, por favor.

—No necesito que me cuiden —dijo Lorianne molesta.

—Como sea... Gracias por todo, Chad.

Sonreí y caminó hasta la puerta.

—Los llamaré cuando llegue para comprobar que ninguno de los dos haya muerto. Adiós —salió y cerró la puerta detrás de ella.

  
Me giré y miré a Lorianne del otro lado de la sala, mirándome por igual. Definitivamente era incómodo. ¿Qué debía decirle? O una mejor pregunta: ¿debía decirle algo?

Abrí mi boca para decir algo, pero ella se giró y se fue a la cocina. Tal vez si yo solo hacía de cuenta que ella no estaba aquí, todo sería más sencillo. Viviría normal, como debería ser.

Ahora otra cosa, ¿debía decírselo a alguien? Tal vez a Thomas o a papá y mamá... O a Kendall y Nathan, mis hermanos... Tal vez solo debía esperar un tiempo y ocultarla de todos. Ninguna de esas cinco personas aprobaría que Lorianne Wilde se quedara en mi nuevo hogar, ya que todos ellos saben lo que hizo.

Mejor, un secreto... Un mal secreto.

—Oye —me llamó desde la cocina y me acerqué—. Necesito un lugar para dejar mi ropa puesta, si las dejo en la maleta olerá espantoso en unos días.

Era solo eso.

—Eh... Sí, ven.

Caminé hasta mi habitación y ella me siguió con las maletas en ambas manos. Abrí mi guardarropas y empujé mi ropa hacia la izquierda del perchero, dejando el espacio de la derecha prácticamente vacío para que ella colgara lo suyo.

—Puedes colgar lo que quieras aquí —le indiqué.

—Me falta espacio.

  
Me acerqué a un mueble más pequeño con cajones. Abrí dos de los cuatro cajones y vacié dos, para que ella pusiera lo suyo.

—¿Usas de estos? —preguntó alzando unos calzoncillos mientras los ordenaba perfectamente en los cajones.

—Sí —se los quité y los guardé para cerrar el cajón—. Usa esos dos cajones y los zapatos los pones en el armario, debajo de tu ropa.

—Bien.

Me levanté y la miré una última vez, esperando por lo menos un "gracias" de su parte. Sabía que no debía pedírselo, pero teniendo en cuenta que fui la única persona a la que conocía que accedió a que ella se quedara en su casa, no podía esperar algo así.

—¿Qué miras?

Sigue soñando, Chad.

   
—Nada.

Salí de mi habitación e intenté seguir en lo que estaba antes de que Brianna me llamara. Miré mi teléfono y noté que tenía tres llamadas perdidas de Mey, la chica a la que había llamado horas atrás.

Suspiré y, cuando estuve a punto de marcar el número otra vez, mi estómago rugió, indicando que ya era hora de almorzar.

Si yo tenía hambre, tal vez Lorianne también... ¿Era una mala idea invitarla a comer? ¿Ir a algún lado los dos? ¿De verdad me estaba preguntando eso a mí mismo? ¡Pues claro que era una mala idea! Y no solo mala, ¡pésima! Tal vez solo debía prepararme algo para mí mismo y que ella se las arreglara sola. Es decir, no tenía dinero —creo— y sin dinero, no puede pagar comida, por lo que, básicamente me dejaba a mí como el que debía pagarle todo a partir de hoy.

Pero mi conciencia no me permitía dejarla así como así, que fuera a buscar comida a los basureros de toda la ciudad.
Yo no era así, eso no entraba en mi conducta rencorosa.

 
Me levanté del asiento y volví a mi habitación, donde encontré a Lorianne en el suelo, riendo mientras miraba la pantalla de un celular.

¿Cómo es que tenía un celular y no un hogar? Un lugar de alquiler, por lo menos.

 
—¿Cómo pagas tu celular —me miró— si no tienes dinero?

—No te importa.

—Créeme que sí —rodó los ojos.

—Mis padres lo pagan, ¿ya? —hizo una pausa— ¿Qué quieres?

—Quería saber si tenías hambre.

  
Me miró un par de segundos y dijo:

—No.


Me quedé un par de segundos mirándola.

—Bien... Prepararé algo de comer —anuncié—, si te da hambre, avísame.

Giró su cabeza y siguió con lo suyo. Yo salí de la habitación y llegué a la cocina, donde empecé a prepararme un almuerzo ligero. Al terminar, empecé a lavar los platos, y Lorianne apareció en la cocina.
Me miró un par de segundos y luego miró mi comida. Cerré la llave del fregadero y caminé hasta la mesa, donde tomé mi comida y me senté para comerla con tranquilidad.

La escuché acercarse a la alacena y mover algunas cosas. Cuando escuché el sonido de las hojuelas del cereal cayendo en un recipiente, me volteé para mirarla.


—No estás pensando en almorzar cereal, ¿o sí?

—No, solo lo preparé para lanzarlo por la ventana —dijo con sarcasmo—. Pues claro que me lo voy a comer, idiota.

—Sí, pero sabes que no es muy bueno que digamos comer cereal a esta hora. Es decir, debes comer cosas que te den más energía para...

—Wow, wow —dijo interrumpiéndome—, ¿desde cuándo puedes decirme qué hacer?

—No te estoy diciendo qué hacer, te estoy recomendando algo para...

—Pues, ¿sabes algo? —hizo una pausa— Tus recomendaciones, tus ideas, tus palabras... todo lo relacionado contigo, no tiene la más mínima importancia para mí, ¿quedó claro?


Me quedé en silencio, pensando en miles de respuestas que podría darle, y ella se giró satisfecha, para volver a entrar a mi habitación. Comería en mi habitación. No quería tener que enfrentarme a ella de nuevo, ya que si yo abría la boca ahora mismo, todo lo que había dentro de mí, escaparía.
Sería peor que ella.

Pero, pensándolo bien, ella no merecía mis palabras. No merecía que alguien como yo, estuviera echándole en cara lo que lo hizo pasar. Cero ego, ah.

Seguí con tranquilidad mi almuerzo.

Si le hace algo a la alfombra de la habitación, Dios te da permiso de matarla con las manos.


Al terminar, empecé a lavar mi plato y mis cubiertos, cuando ella volvió a aparecer, dejando lo que usó sobre mis manos, como queriendo decir: "Ja, lávalo, idiota".

En vez de quejarme, decidí lavarlo de una vez. Me ahorraba palabras, acciones y tiempo. Pero sería la última vez que lo haría.


—¡Ya llegué! —escuché en la entrada. Me asomé desde la cocina y encontré a Thomas con una caja de donas en mano— ¡Este lugar está fantástico, hermano! —se acercó a mí y me abrazó.

—Antes de saludarte, me gustaría saber cómo entraste.

—Le dije al portero que era tu novio y que te llevaba un regalo de aniversario —explicó, dejando las donas en la cocina.


Genial, otra persona que piensa que soy gay.

—Es broma —dijo riendo—, estaba abierto... Pero el portero sí estaba dormido.

Negué riendo y me volteé para sentarme en el sofá.

—¿Qué tienes? —preguntó mi mejor amigo— ¡Deberías estar saltando de alegría por tener un nuevo apartamento! De hecho, ¡deberíamos hacer una fiesta!

—No haré una fiesta, Thomas.

—Entonces dime qué te pasa —pidió, sentándose en otro sofá cerca de mí. Me acerqué un poco más a él, rogando porque la pelirroja no apareciera.

No sabía cómo reaccionaría Thomas con ella.

     

—¿Recuerdas a Lorianne? —susurré.

—¿La que conducía el bus escolar o tu ex? —susurró de igual manera.

—Mi ex —él asintió—. Está aquí.

  
Mi amigo me miró un par de segundos y frunció el ceño.

—No me digas que ahora ves fantasmas —dijo con voz normal.

—¡Shhh! —puse mi dedo en mi boca, para indicarle que hiciera silencio— No veo fantasmas, ella está ahí.

—¿Nunca te dije que corría el rumor entre nuestros ex compañeros de secundaria, de que ella había muerto?

—Espera, ¿qué? —pregunté confundido.

—Sí, en un incendio o algo así —explicó—. Pero ya, deja de pensar en ella de la nada y anímate —se puso de pie y empezó a caminar.

—Ella está en mi habitación.

 
Al oírme se detuvo y se giró sobre su lugar, para mirarme de manera pícara.

—No de esa manera, idiota. Está... Estoy haciéndole un favor.

—¿Qué clase de favor? —continuó mirándome de la misma manera.

—Estoy dándole techo por unas semanas, no tiene donde quedarse —expliqué.

—¿Entonces le estás dando hogar al fantasma de tu ex novia? ¿Seguro que no te asusta? Es decir, la parte de "ex novia" en la frase me aterra.

Suspiré hondo, si no fuera mi mejor amigo desde primaria, ya hubiera sido ahorcado por mí. Hace mucho, mucho tiempo.

 
—No es un fantasma, ¿quieres comprobarlo? —moví mi mano hacia la puerta cerrada de mi habitación y él asintió.

—Siempre quise jugar a los caza-fantasmas.

  
Nos acercamos y abrí la puerta. Al inicio, solo se veía mi cama, que tenía varias cosas sobre ella. No eran mías.
Entramos a la habitación y Thomas tomó algo de lo que estaba en la cama: un sostén negro. Empezó a reír.

—Si quieres que ella vuelva a la vida, no la atraerás comprando lencería, amigo —dijo riendo.

—Suelta eso —giré mi cabeza al las puertas que estaban del otro lado de la habitación, puertas que daban al modesto balcón del apartamento.

Ella entró y se acercó a nosotros.

—Está sexy —susurró mi amigo—, más sexy que cuando estaba contigo.

 
Ella se acercó a él y le quitó su sostén negro de las manos.

—Gracias —ella se giró para tomar los diferentes sostenes que había dejado sobre la cama.

Antes de decir lo que hice, debía aclarar algo: soy hombre, me gustan las mujeres y las respeto. Pero habían cosas que, como hombre que le gustan las mujeres, no podía evitar ver.
Thomas y yo miramos su trasero, mi amigo suspiró profundamente y se tapó la boca con las manos. Yo sacudí mi cabeza para despertar.

—Lorianne, ¿recuerdas a Thomas? —pregunté.

Ella alzó su mirada, miró a mi amigo y dijo:
—No.

—Creo que sí tienes que recordarme —dijo mi amigo—, yo tenía aparatos en los dientes y algo de acné... Mucho acné —explicó.

—¿Eras el nerd que estaba perdidamente enamorado de Sandra Lewis?

—Creo que si la vuelvo a ver, no la dejaría ir nunca más —admitió mi amigo.

—Sí, ya te recuerdo —ella sonrió—, estás muy cambiado.

—Tú igual, a decir verdad. La gente de la secundaria te creía muerta y...


Bla. Bla. Bla. Blablablablablablablablabla.

Creí que Thomas se molestaría conmigo por dejarla entrar, pero no. Inmediatamente estaba excluido de la conversación.

Mi mejor amigo y mi ex novia, hablando como si nada. Era una escena divertida hasta cierto punto, pero luego pensaba en todo lo que ella había dicho y hecho y todo se iba a la mierda en un dos por tres.

Me giré y salí de la habitación para seguir llamando a las personas a las que les daría tutorías.

Llamé a Rachell, una chica un tanto divertida, y luego volví a llamar a Mey. Acordamos los horarios de las clases y los precios. Quedó listo.
   
Era divertido pensar que ningún chico me consultó para pedirme las tutorías, solo chicas. Tal vez, estaban en busca de su cliché. Buscaban al chico que en unas clases sencillas y bien explicadas de historia, las enamorara y resultara ser una romántica historia de un chico nerd y una chica un tanto idiota.

Pero no, no estaba interesado en nadie. No desde hace algún tiempo.

"¿Por qué?" Se preguntarán algunos, "¿Acaso Lorianne dejó algún tipo de trauma en tu vida?". Pues la respuesta era sí y a la vez no. Desde que me enteré de todo lo que escondía, me di cuenta de que hasta las personas que más queremos nos engañan. No importaba si tenían rostro angelical, sus palabras hermosas y promesas para el futuro. Nunca sabrías en quién confiar plenamente y en quién no.
Y eso había causado que me cerrara más conmigo mismo. No era el mismo chico que conoció a Lorianne a los 17.

Sí, había tenido una novia después de la pelirroja y sí, fue difícil. Lo fue, por dos razones:
Uno, aún tenía la herida abierta de ella.
Y dos, por más que creí sentirme enamorado otra vez, una parte de mí sabía que no lo estaba completamente. Así que terminé la relación y me concentré en la universidad.


—Hey, soñador —giré mi mirada hacia la puerta de mi habitación, donde estaban Lorianne y Thomas—. Tu amigo ya se va —volvió a entrar a la habitación y Thomas se acercó a mí.

—¿Qué pasó ahí dentro? —le susurré a mi amigo mientras se acercaba a mí.

—Nada en especial, solo hablamos —alzó sus hombros.

—¿No estás... molesto?

—No... ¿Debería estarlo? —preguntó confundido.

—Creo... Como sea, ¿te dijo algo sobre por qué está aquí?

—No... Espera, ¿no sabes qué hace aquí? —negué con la cabeza— Bueno, eso es un poco raro.

—Lo sé, está muy insoportable, más de lo que solía ser, y me va a ser difícil lograr saber qué demonios hace aquí.

—Ya lo lograrás —me guiñó un ojo—. Como sea, ya me voy. Mi hermano tiene un partido de fútbol y me tengo que ir.

—Bien, adiós.


Mi amigo salió y cerró la puerta detrás de él.

Dejándome solo con ella otra vez.

  
•   •   •   •   •   •

   
Horas más tarde, había terminado de dar los últimos detalles. Mis libros, mis adornos, mis álbumes... en fin, todo.

El problema era que había dejado muchas cajas en la sala y ya era muy tarde para ir a dejarlas al sótano del edificio. Suspiré y empecé a apilarlas a un lado de la sala, pero, aún así, el sofá quedó lleno de polvo.

Y lo mejor de todo: no había traído la aspiradora.


—Maravilloso —murmuré con sarcasmo.

Me dirigí a la cocina e inmediatamente encontré la caja de donas que había traído Thomas... Solo que estaba completamente vacía.

Tomé un trapo mojado levemente para limpiar el polvo que se había hecho. Me dirigí hasta el mueble otra vez y empecé a limpiarlo.

—Chad —giré mi cabeza y encontré a Lorianne a unos pocos metros de mí, con una camisa larga... y creo que solo eso.

Me asusté un poco por su presencia y verla así... no sé, me hacía pensar... en algo... en...

 
—¿Qu-Qué pasa? —pregunté intentando eliminar mis nervios.

—Quiero saber dónde dormiré.

Tan directa.

—Pues... No lo sé, si quieres... si quieres puedes dormir en mi cama —ofrecí.

  
Claro que quería estrenarla yo, pero no la dejaría dormir en el sofá.

—No, pensaba dormir en el sofá o en el suelo —alzó sus hombros.

—Bien... El sofá tiene mucho polvo por culpa de las cajas y no tengo nada para que puedas dormir en el suelo.

—Solo dame una manta y una almohada y estaré bien.

—No creo que sea bueno para ti que duermas en el suelo —opiné.

—¿Y desde cuándo te preocupa lo que es bueno para mí?

—Bueno, hace tiempo tu bienestar era en lo único que pensaba, supongo que algo de eso quedó dentro de mí.

  
Me miró un par de segundos a los ojos, parecía no saber qué decir o cómo reaccionar. No me extrañaba, ella nunca había sido muy afectiva con otras personas. Tenía que quererte mucho como para que ella te demostrara su amor... Ahí fue donde me di cuenta de que era una buena actriz.

Ella dejó de mirarme cuando en su celular sonó un mensaje. Se giró como si nada y yo miré mi cama.

No pensando en sexo, sino pensando en cómo acomodarnos para que ninguno de los dos tuviera que dormir fuera.

Empecé a acomodar la cama y puse una almohada de un lado y la otra del otro. Así ninguno dormiría de frente y tampoco nos llevaríamos ninguna sorpresa poco deseada.

  
—¿Qué haces? —preguntó.

—Tú dormirás de lado izquierdo y yo del derecho —le indiqué.

Y ella pareció dudarlo un par de segundos, pero después aceptó. Se acomodó en el lugar en el que le indiqué y luego decidí cambiarme al pijama. Tomé mi ropa de mi armario y salí hacia el baño, ahí me cambié y puse mi ropa sucia en el cesto. Volví a mi habitación y fui hacia mi ahora cama compartida, envuelto en un muy raro silencio.

—¿No tienes algo que decir? —preguntó.

Al parecer también sentía la misma incomodidad.

—La verdad es que sí —confesé—, pero estoy seguro de que si empiezo a hablar de lo que pienso, me mandarías a la mierda.

—¿Desde cuando usas malas palabras? —preguntó con una expresión confundida.

 
Resulta que hubo un tiempo en mi vida en el que odié el lenguaje soez, sentía que las personas se veían un tanto corrientes —de la mala manera— si decían muchas tonterías cargadas de mal vocabulario.
Hasta que un día dije "mierda" y comprendí que hasta la más mínima mala palabra era necesaria para describir todo lo que sentía.

No decía malas palabras cuando estaba con Lorianne, pero empecé a decirlas cuando todo entre nosotros terminó. Es un dato curioso.

  
—Pues sí —me metí en la cama y ella se sentó para mirarme mejor desde el otro extremo—. ¿Cómo es que no olvidas eso?

—No he olvidado nada.

Que bueno saberlo, pensé.

 
—Yo tampoco, es difícil, por más que lo intentes.

—Algunas cosas son así...

Me miró unos segundos solo siendo iluminados por los pequeños rastros de la luna que se colaban por las cortinas. Se acostó nuevamente y yo hice lo mismo.

—Oye, Chad.

—¿Sí?

Hizo una pausa y luego dijo:

—Nada, descansa.


-------------

ACLARACIONES DE HOY lol

1. Chad y Lorianne se conocieron a los 17. Lorianne le rompió el cora a los 18.

2. Chad y Lorianne se acostaron A DORMIR (por las dudas lol) de la siguiente manera. Les hice un dibujo para que me comprendieran, ya que no encontré imágenes así jajajajaj :(

El verde es Chad y la azul es Lorianne, por las dudas ocno

Aman como dibujo, yo sé.

Bien, cualquier duda, déjenla aquí y yo respondo si se me pega la gana ❤️ jajaja

Cualquier error me disculpan :(

Byeeee

14/6/16

Continue Reading

You'll Also Like

2.4M 162K 39
*** PUBLICADA POR NOVA CASA EDITORIAL - JULIO 2019 *** Dicen que nada pasa por casualidad, que cada persona llega a nuestra vida con un objetivo y no...
20.4K 3.1K 48
Para Hallie no es suficiente. Para Evan ya lo fue; y mientras ella quiere vivir, él se está muriendo. ...
656 35 12
* Dependiendo de como utilicemos el tiempo puede ser nuestro amigo o enemigo + Esta historia es de cuatro desconocidos que llegan a ocupar un lugar m...
5.6K 639 52
Carol, solo iba persiguiendo sus sueños, siendo tan liberal y sin intensiones a ataduras, nada podía anclarla en un lugar, le gustaba volar libre com...