Welcome To My Industry » j.b

By thevgbrain

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Tan metido en sus asuntos, tan estresado y cansado de la misma mierda que se repetía cada día. Era un pozo si... More

Welcome
01 > Oh...
02 > You're so pretty
03 > Make it happen
04 > Fake hope
05 > Miami vibes
06 > Welcome to my industry
07 > Snaky bitch
08 > Douchebag
09 > 19 years old
10 > The beginning
11 > David O'Connor
12 > Kiss me
13 > No feelings
14 > Peaceful
15 > Amazing, babe
16 > Regret
17 > Jealousy
18 > Same old love
19 > Confusion
20 > Cokeheads
21 > Falling for two
22 > My savior, my healer
23 > Stop the show
24 > Still an innocent
25 > Sick of it
26 > Fly away with me
27 > I like you
28 > All about you
29 > Enchanted to meet you
30 > Realisation
31 > The PR Contract
32 - 1 > Fear
32 - 2 > What are we?
33 - 1 > Two pieces
33 - 2 > It feels so weird
34 - 1 > Marking territory
34 - 2 > Billboard Music Awards
35 - 1 > If happy is her...
35 - 2 > Christmas eve
36 - 1 > Not a devil anymore
36 - 2 > The goodbye
37 > I love you
38 > Time to time
39 > Over again?
40 - 1 > Worst day ever
40 - 2 > Hazard lights on
41 > 30 days
42 > Love letters
43 > The rehab girl
44 - 1 > Who's that?
44 - 2 > Expecto Patronum
45 - 1 > If he cheated...
45 - 2 > Homecoming
Spotify Playlist
46 - 1 > Life is worth living
47 - 1 > Let's taste Branca
47 - 2 > Don't wanna get back
48 > Gotta move
49 > Easy come, easy go
50 > The same look
51 > You belong to me
52 > Just like him
53 - 1 > News Article
53 - 2 > Make you feel my love
54 > Alexa is Lissa
55 > You have no right
56 > Birthday girl
57 > Dead baby, dead heart
58 > It all ends
Epilogue
See You Soon
LISSA ESTÁ VIVA

46 - 2 > The red thread

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By thevgbrain


8 de Marzo del 2014.

LISSA WESLEY

La azafata se abrió camino a través de los pasajeros en el avión para indicarnos que debíamos abrochar nuestros cinturones, ya que estábamos a punto de aterrizar. Justin roncaba ruidosamente en mi hombro, babeando un poco, con la boca abierta. Parecía un cachorrito.

—Eh—intenté despertarlo y lo moví un poco sobre mi hombro—... Justin...

Él gruñó algo parecido a un "déjame" y volvió a acomodarse, ésta vez hundiendo su cara en mi cuello. Pasó su mano por encima de mi estómago y me apretó el pecho derecho como si fuese su osito de peluche.

— ¡Justin! —reí en voz baja, intentando no llamar la atención de los demás pasajeros, pero Jeremy y los niños me miraban del otro lado del avión con sonrisas divertidas en sus rostros.

—Abofetéalo. —dijo Jeremy en voz alta.

La azafata se acercó hacia nosotros con el ceño fruncido.

—Por favor, señorita, despiértelo. Estamos a punto de aterrizar y deben abrochar sus cin...

— ¡VEINTE AÑOS! —Justin gritó y se despertó sobresaltado, limpiando la saliva en su rostro. Lo miré y entré en un ataque de risa, mientras me inclinaba sobre su asiento para abrochar su cinturón— ¿Ya aterrizamos? —pegó su cara a la ventanilla por la cual se divisaba el Aeropuerto de Buenos Aires, Argentina. Él observó todo como un niño pequeño que nunca voló en un avión. Jeremy nos miraba con ternura, y agradecí que sólo él haya podido viajar con nosotros, ya que Pattie aún no confiaba ni me quería del todo.

Aterrizamos y Justin apretó mi mano en la suya, dándome una sonrisa. Estábamos en mi país, viajando en secreto, a escondidas del mundo —invertimos dinero en callar muchas bocas—, a punto de emprender viaje para darle a conocer mi hogar.

Y comenzó la difícil tarea de salir del aeropuerto para ir a la pista de aterrizaje. Una hora después, estábamos subidos en el helicóptero. Próxima parada: El sur de Argentina.

***

— ¿Puede decirme la dirección otra vez, Justin? —pidió el chofer.

— ¡Tutéame! —rió Justin por vigésima vez—Lissa sabe explicarlo mejor, es su casa.

—Kilómetro sesenta y seis, Carl. Verás una calle de tierra que va hacia la mano izquierda y por esa tienes que ir hasta el final. Obviamente te darás cuenta; es la única casa frente al lago.

El chofer siguió mis indicaciones, dejando que la camioneta de atrás —donde iban Jeremy y los niños— nos siga. Me recargué en el hombro de Justin, soltando un suspiro y él enrosco su mano con la mía.

— ¿Estás nerviosa? —susurró en mi oído. Asentí como respuesta y él esbozó una sonrisita consoladora—Todo saldrá bien. Ella seguirá siendo tu madre y comportándose como tal. Y respecto a mí, obviamente me amará.

Dijo eso con tanta seriedad que me hizo soltar una carcajada. Plantó un beso en mis labios, y de repente la camioneta frenó, levantando arena. Habíamos llegado y no noté eso hasta vi a aquella esbelta mujer salir como un rayo de la casa, casi cayéndose por las escaleras al bajar hasta la calle.

Apenas bajé del auto, se pegó a mí y sus brazos estrujaron todo mi cuerpo. Su cálido abrazo me reconfortó y me hizo sentir tan protegida como hace mucho no me sentía. La abracé de vuelta, soltando la respiración contenida, cerrando los ojos y dejándole saber cuando la había extrañado.

— ¡Estás enorme! ¡Mírate, Jesús, eres toda una mujer! —chilló con su familiar tono teatral y exagerado. Pero era mi madre, era mi hogar y estaba tan jodidamente feliz que incluso si me escupiera me sentiría el ser más afortunado del mundo.

Todos saludaron a mi madre —quien les habló en un inglés muy gracioso. Su acento era lo más chistoso que podía existir, pero al menos se le entendía y tenía una gran variedad de palabras— y bajaron sus maletas. Los choferes se largaron en las camionetas y yo me dediqué a presentarlos a todos.

—No puedo creer que estén aquí, de verdad espero que les guste el lugar. Preparé para almorzar algo muy tradicional de éste país, hice unas...

—¿Empanadas? —musité empezando a emocionarme aún más.

—Sí, en la terraza...

No esperé más. A la velocidad de la luz, entré a la casa y ni siquiera le presté atención a las nuevas remodelaciones. Subí al segundo piso y corrí a la terraza, donde al lado del pequeño jacuzzi estaba el asador y la mesa ya puesta; y sobre ésta, un gran recipiente repleto de mi comida favorita.

De inmediato tomé una entre mis manos y la mordí con lentitud, saboreándola. El placer que sentí no lo hubiese sentido con otra cosa. Justin entró corriendo detrás de mí.

— ¡¿Qué son papanadas?! ¡¡Yo quiero!! —exclamó emocionado, sacando otra vez su faceta de soy un niño de ocho años que está descubriendo el mundo que tanta ternura me daba—Wow...

Se quedó en silencio al ver la vista. Desde la casa de mi madre se podía observar el famoso lago Correntoso. A lo lejos se divisaba la playa, la cual como siempre, estaba vacía. Era la zona más linda de todas y la que la gente más ignoraba, pero por mí estaba bien. Cuanta más paz, mejor. Alguna que otra lancha navegaba por las celestes aguas, pero eso no molestaba.

—Lo sé—sonreí.

— ¿Aquí vivías tú?

—Síp. Éste fue, es y será mi hogar.

—Es tan... hermoso, nena. Luego me llevarás a ese lago que se ve jodidamente genial. Ahora quiero esas papanadas.

Casi me atraganto con la carne de la comida al oírlo llamar así a las empanadas. Le extendí una y él, titubeante, la tomó para luego olerla.

—Huele bien, yo...—dio un mordisco lento y grande, tomando casi la mitad de la pieza. Solté una risita mientras lo observaba saborear con concentración. Luego me miró con el ceño fruncido.

— ¿No te gusta? —hice una mueca, mostrando mis dientes, como una sonrisa decepcionada.

—Uhm...—se tomó su tiempo para contestar—Cuando volvamos a Los Angeles, llevaremos doscientas de éstas. No me importa dónde las cargaremos. Quiero comerlas por el resto de mi vida.

Solté una risa eufórica. Jeremy y mi madre hicieron aparición en la terraza y nos sentamos a comer. Los niños se acercaron para recoger un par de empanadas, tomar un poco de gaseosa y volvieron al living a seguir correteando y jugando. Conversamos durante todo el mediodía, poniéndonos al día, comentando cada detalle. Y aún así nos quedamos cortos, pero teníamos dos semanas para hablar y vivir mil cosas más antes de volver a los Estados Unidos.

— ¿Se puede bajar al lago? —consultó Jeremy.

— ¡Claro! —Contestó Alessandra, mi madre—Puedes ir a la playa que se ve más allá, o puedes bajar desde aquí mismo—señaló una escalera oculta que bajaba desde la terraza—, para llegar a una parte de la playa donde no va nadie. Lo juro. ¿Qué hora es, cariño?

—No tengo mi teléfono aquí...—tanteé mis bolsillos. Justin tomó el suyo de su regazo y encendió la pantalla, dejando ver la hora—Son las dos de la tarde.

—Bien, podemos esperar un rato, se instalan, se preparan y más tarde...—empezó mi madre pero no le presté atención. La pantalla del teléfono de Justin seguía encendida y su fondo de bloqueo era... una foto mía sosteniendo mi primer premio Grammy, ganado dos días atrás. Él se dio cuenta que estaba observando ese detalle, así que inmediatamente lo bloqueó y me devolvió la mirada con timidez y una sonrisa cariñosa.

Dos horas después nos encontrábamos instalados en la desierta playa junto al lago. Habíamos llevado una enorme manta para todos, toallas, nuestros trajes de baño, una conservadora con bebidas frías y una canasta repleta de snacks. Jaxon y Jazmyn curioseaban en la arena mojada, cavando con sus juguetes de plástico. Alessandra y el padre de Justin estaban sentados sobre la manta, cada uno con una cerveza en su mano, conversando animadamente. No habían dejado de hablar como loros desde que se conocieron, como si fuesen mejores amigos de toda la vida. Y al parecer, la separación de su último esposo no había lastimado a mi madre —en realidad, casi nada lastimaba a mi madre. Era una mujer con mucha independencia y mucho cariño hacia sí misma como para dejar que un hombre le afecte—, ya que sus piernas estaban cruzadas, tenía esa sonrisa y estaba sacando todo su encanto. Eso no lo hacía con cualquiera, pero Jeremy parecía haberse ganado el honor. Justin se metía de a poco en el agua, soltando chillidos no muy varoniles, mirándome mientras reía y temblaba un poco. Las aguas del sur no eran exactamente lo más cálido del mundo, pero terminabas acostumbrándote y disfrutándolas. Luego de zambullirse del todo, corrió a mí con felicidad en su rostro. Otra vez la faceta de niñito. Si seguía así, terminaría por violarlo frente a mi madre.

— ¡Vamos a meternos!—exclamó e intentó levantarme varias veces, hasta que me rendí y me puse de pie para bajar mi vestido y revelar mi bikini color blanco. Él me miró y me alzó en sus brazos, llevándome al lago y hundiéndome con él de golpe en la parte profunda donde el agua nos llegaba al cuello. Pero aún así, si mirabas hacia abajo, te venías el resto del cuerpo por lo limpia y clara que era. Riendo, rodeé su cuello con mis brazos y lo miré—Ese bikini no fue una buena elección. No con nuestros padres aquí...

Eso último fue un gruñido. Tomó mis caderas con fuerza y no supe qué contestar. Miré sus ojos, sus labios, su cuello...

—Agregaste un dije—susurré, bajando una mano para tomar la cadena de oro que le había regalado en la celebración de su cumpleaños. La original tenía una pequeña guitarra de oro macizo, pero ahora de la cadena colgaba una L plateada—Es... ¿es por mí?

—No. Es por Leonardo DiCaprio. Jesucristo, estoy tan enamorado de él...

Otra vez su tono serio diciendo cosas graciosas. Reí en voz baja y planté un beso en sus labios.

—Claro que es por ti, idiota—dijo también en un susurro y me miró a los ojos—. No había ninguna con tu nombre completo y la encargada del lugar me dijo que por esa semana no harían pedidos, es decir, iba a mandar a hacer un dije con tu nombre...

Ya estaba hablando mucho. Mis labios lo callaron.


JUSTIN BIEBER

Los siguientes días nos dedicamos a recorrer algunos locales, salir a comer afuera, visitar alguno que otro lago y fuimos a escalar. Lissa casi había dejado un pulmón por haberse reído incontables veces luego de que yo me cayera una y otra vez de esa punzante montaña que intentaba subir. Finalmente, me di por vencido y dejé que ella me demostrara como se hacía, y vaya buena elección: verla desde abajo utilizar esas largas y formadas piernas no era una vista tan fea, que digamos.

En nuestro sexto día allí, mi padre y Alessandra decidieron dedicarles tiempo a mis hermanos y los llevaron a un circo que pasaría por la localidad ese día. Al parecer, ambos se atraían. Cuando mi padre me preguntó por vigésima vez qué opinaba sobre él llevándola a cenar a Alessandra, a solas, le respondí de nuevo que... ¡No! Pero terminé por callarme la boca cuando se justificó con el hecho de que sólo estaríamos dos semanas. No podía pasar nada.

Así que ahí estábamos con Lissa, caminando por las calles de Villa La Angostura, pasando por distintas tiendas tradicionales. Lo primero que hicimos fue entrar a una tienda de chocolates de las cuales salí con tres bosas colgando de mis manos, mientras que Lissa sólo me decía lo mucho que odiaba el chocolate. Corrimos a un mini mercado para satisfacer sus necesidades y comprarle un enorme paquete de papas fritas. Muy fan de las sales.

Luego entramos a una casa de vinos, donde ella pidió probar uno y cada uno de ellos. Miraba con admiración y concentración todas las etiquetas de las botellas, pero terminó eligiendo sólo dos, las cuales le fueron entregadas en una caja negra envuelta en una bolsa. Salimos del lugar, y ella consiguió que le regalen un poco de vino rosado en un vaso descartable.

— ¿Desde cuándo tomas tanto vino? —me sentía un poco ofendido. Parecía una alcohólica furiosa.

—Desde... ¿siempre? En realidad, cuando me mudé a Estados Unidos dejé de tomarlo debido a que sólo me gusta el que hacen aquí. Y ahora que volví... serán solo dos semanas—soltó una risita.

Luego de recorrer varias tiendas más, nos encontrábamos en una cafetería al aire libre ubicada en una calle peatonal. Tomábamos nuestros cafés, sumidos en una conversación acerca de la divertida noche de mi cumpleaños, contando anécdotas de Kendall y Xavier ebrios que daban vergüenza ajena.

— ¿Qué hay allá? —pregunté, señalando a la manzana siguiente, la cual sólo tenía puestos hechos con cortinas negras y luces tenues de colores fríos.

—Es una cuadra dedicada a lo que es la astrología, la adivinación y ese tipo de cosas...—explicó dándole una mordida a su muffin— Suelen decir que es sólo para atraer turistas, pero una amiga fue y... acertaron muchísimo.

—Nunca probé ese tipo de cosas. Quiero ir.

Y así lo hicimos. Pagamos lo que debíamos y caminamos hacia los puestos, donde había todo tipo de personajes. Lissa se paró justo frente a una carpa color tinto donde una mujer se sentaba sobre un escritorio de madera oscura. Ésta levantó la vista hacia nosotros, entrecerrando sus ojos y nos invitó a pasar.

Dijo algo en español que no logré entender, así que Lissa le susurró cosas en el oído. La mujer asintió y me sonrió de oreja a oreja.

—Hoy van a presenciar una lectura de cartas en pareja—dijo en un perfecto inglés que me dejó sorprendido—. Tomen asiento, por favor...

Lissa y yo nos sentamos frente a su escritorio, tomando nuestras manos sobre éste.

—Muy bien, no hace falta que me digan sus nombres. Esto...—nos mostró doce cartas en sus manos que no mostraban su contenido—es una baraja española. Cada uno tendrá seis cartas y la colocarán en círculo, pensando con claridad sus dudas. Deben ser preguntas directas y concisas, entonces no duden que tendrán respuestas perfectamente exactas.

No pude evitar soltar una risita y la mujer me miró con molestia. Inmediatamente puse mi expresión seria y me dediqué a elegir mis cartas. La muchacha a mi lado hizo lo mismo, y cuando aquella adivina o lo que sea nos indicó que comencemos, empezamos a ponerlas formando un círculo, obviamente, sin mostrar lo que tenían.


Luego de varios segundos en los cuales la extraña mujer se dedicó a murmurar cosas que para mí, no tenían sentido, abrió sus ojos y nos miró con esa tenebrosa sonrisa otra vez.

—Iré dando vuelta las cartas de a poco, una de cada uno. Les explicaré a medida que las agarre y les responderé sus dudas...—su egocéntrica expresión no se iba... hasta que tomó la primera carta entre sus manos. Cerró sus ojos casi por completo, como si estuviese haciendo un gran esfuerzo por leer algo con letra muy pequeñita. Tomó aire y dio vuelta otra carta, repitiendo eso de entrecerrar sus ojos. Al parecer empezaba a desesperarse— ¡¿Pero qué...?!

— ¿Qué sucede? —preguntó Lissa comenzando a preocuparse. Qué mujer tan extraña esa al frente nuestro.

La muchacha fue ignorada, ya que la otra daba vuelta las cartas con violencia, como si estuviese buscando algo. Luego de varios minutos de tensión, pareció rendirse y tiró las cartas al suelo, masajeando sus sienes y manteniendo sus ojos cerrados.

Nos miró de nuevo.

—Sus cartas son completamente ilegibles—musitó. ¿Qué?...

—No lo entiendo—empecé yo.

—Están en blanco. No dicen nada. No puedo descifrar absolutamente nada y es algo que jamás me había pasado.

—Esto es una farsa—carcajeó Lissa.

—No, cariño—la mujer empezó a enfurecerse otra vez, pero se mantuvo en el molde e intento tranquilizarse—. Puedo presumir que, en esa maldita cuadra, soy una de las dos o tres que realmente hacen lo suyo sin estafar a nadie. Y te digo algo... váyanse de aquí. Váyanse ahora mismo, dos puestos más allá, el único con una mujer oriental.

— ¿Para qué?

—Ella sabrá describir esto mejor que yo.

Nos retiramos del lugar con una enorme sospecha creciente en nuestro ser. Caminamos un par de metros hasta llegar al puesto mencionado por la mujer anterior. Y allí estaba, una mujer que obviamente era oriental. Ésta leía un libro en su idioma, tomando té de su taza tan pacíficamente que incluso a mí me tranquilizó. Lissa se acercó un poco más, apoyando sus brazos sobre la mesa, llamando la atención de la mujer.

Y no tuvo que decir nada. La mujer primero puso sus ojos en ella y luego en mí. Me hizo una seña para que me acercara y lo hice, con un poco de miedo. Ésta sacó una pluma, un pequeño recipiente con tinta y hojeó el libro hasta el final. Arrancó un pedazo de papel sin nada impreso, cargó la pluma con tinta y comenzó a garabatear cosas en su idioma que obviamente no pudimos entender.

Luego de algunos segundos, entregó el trozo de papel a Lissa, quien lo tomó con confusión. Decidiendo que habíamos tenido suficiente, nos retiramos a la playa de estacionamiento para volver a casa.

—Tira eso a la basura, Lissa—reí.

—Estás loco. Quiero saber qué demonios significa.

—Qué desactualizada, Jesús. Entrégamelo—dije, extendiendo una mano, recibiendo el papel escrito. Tomé mi teléfono y abrí una aplicación de traducción. Enfoqué con la cámara el papel, para que ésta detectara con perfección, de ese modo obtendríamos la traducción exacta—. Está en chino...

Leí la primera frase y me quede como una estatua. ¿Qué era eso?...

— ¿Qué pasa? —preguntó Lissa, encendiendo el coche. No contesté, simplemente le extendí el teléfono, dejándolo que lo vea por ella misma.

—Léelo en voz alta. —Musité.

Ella carraspeó y me hizo caso.

"Un hilo rojo invisible conecta a aquellos que están destinados a encontrarse, sin importar tiempo, lugar o circunstancias. El hilo rojo se puede ver perfectamente entre ustedes dos.

Ese hilo se puede estirar o contraer, pero nunca romper. Almas gemelas se llaman, corazones entrelazados con una o varias eternidades por vivir"

______________________________________________________

1. la foto en multimedia es el lugar EXACTO donde ellos están. Mi lugar favorito en el mundo, a las que vivan cerca, les recomiendo taaaanto ese lago. Increíble.

2. casi todas pidieron acción (respecto a la próxima novela que voy a empezar) y ya estoy trabajando en ello. Voy a empezar a publicarla dentro de poco creo

3. nada. Bueno como sea, nos leemos en el próximo capítulo

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