Aquellas Curiosas Muertes

Galing kay isabellatellez1298

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¿Se puede fastidiar a un pobre individuo más de lo que ya está? Pues sí, así parece, tal caso es el de Dexter... Higit pa

Toda historia comienza por un tiempo y motivo
No dejes que se te escapen los rastros, por más nimios que sean...
Y si se te va alguno de gran peso, empieza a especular al azar
Así la mato yo
¿Acaso se acabará esta locura así de pronto?
Nota de la autora

Y cuando no quiero que me abran las puertas... las abren.

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Galing kay isabellatellez1298

Tarareando una cansina melodía de los One Direction se encontraba el detective, recordó dónde había aprendido la melodía: su hija con la radio a todo volumen. Se agarró la cabeza con frustración. Franz Duke, experto en psicología criminal y ahora compañero, le miraba con cierta curiosidad; semejante estrés por resolver el caso ha de estar afectando al pobre hombre. Y es que estar lejos de casa ㅡa más de dos mil kilómetros de Inglaterraㅡ y de la familia ha de ser frustrante, más cuando se toman unas merecidas vacaciones y estas apenas empiezan. Es que lo comprendía, por mucho que le cayese mal.

ㅡHombre, te veo agotado.

ㅡ¿Agotado? ㅡRió con ironíaㅡ, la palabra me queda corta. Yo diría que estoy angustiado.

ㅡComprendo lo que te sucede ㅡañadió con serenidad, reclinándose en su silla y entrelazando sus dedos.

ㅡ¡Uy!, me entiendes ㅡrespondió con sarcasmoㅡ. ¡Qué fuerte!, dime qué es lo que me sucede.

ㅡDexter, déjate de sarcasmo. Entiendo que esa sea tu manera de enfrentar el miedo y la angustia, pero tú no dejas que te ayuden —dijo, mirándolo con cierto enfado.

Dexter arqueó una ceja con una expresión incrédula, ¿acaso Franz insinuaba que el estaba angustiado y con miedo? ¡Ja, se equivoca! Los psicoanalistas piensan que esas pautas estúpidas de conducta dirigen a toda la humanidad, por favor...

ㅡTú crees que la psicología tiene la solución a todos los problemas, escúchame bien —espetó haciendo énfasis en la última frase—: no tienes la respuesta a lo que me pasa, sí, estoy frustrado y siento cansancio, pero no es porque me haga falta estar con mi mujer y mi hija. De hecho, me siento bien estando lejos de ambas, sobre todo de mi esposa ㅡViendo que Duke iba a protestar, añadióㅡ: tampoco es por las advertencias de Willenhall (si es lo que insinúas), ni siquiera la falta de sueño o por trabajar con un sistema policial diferente. Estoy de malas y nada más.

ㅡTu caso se me hace particular.

ㅡ¡Impresionante, qué diagnóstico tan magnífico! ㅡexclamó con sorna.

ㅡTú no tienes remedio ㅡsoltó con un deje de derrota, frustración y molestia, volviendo así a sus papeles.

ㅡ¡Qué bien que te des cuenta!, sabes una cosa, tus charlatanerías de "soy un experto en comportamiento, te entiendo, déjame ayudarte", me parecen divertidas. Me ponen de buen humor ㅡrió satisfechoㅡ. Además, sé que ese manso comportamiento es simplemente una fachada, yo sé que eres un misántropoㅡHace una pausa para ver el efecto que causa en su compañeroㅡ, del tipo que le gusta curiosear en la vida ajena, no por conocer a la persona y relacionarse como la gente normal, sino porque así te sientes bien contigo mismo y puedes ponerte en un pedestal. —Dexter repara en la expresión molesta de su compañero, disfrutando cada detalle, una sonrisa maliciosa apareció en su rostro — ¡Oh!, y mira que no estoy de humor para debatir, baja ese dedo acusador, relaja esa cara de bulldog y admite que tengo razón y tú no.

ㅡNo sé como tienes familia ㅡfarfulló molesto.

ㅡY yo no sé como tú puedes insistir tanto en tener la razón. ㅡSonrió con expresión divertida, había logrado su objetivo: hacerlo enojar.

La felicidad de Dexter no sería duradera, en ese preciso momento entró el teniente Willenhall al despacho de ambos con una expresión de perro enfuruñado. Es probable que se tratase de algo importante, puesto a que esa expresión que andaba no era por gusto, según Duke. En cambio, para Dexter no era más que un preludio a la inevitable rabieta diaria que el teniente se gastaba en alguno de sus subordinados. ¡Hubiera querido él que fuese así!, pero no, hoy no habría berrinche de parte del viejecillo avinagrado de cabello canoso.

ㅡWarwickshire, te vas a Madrid.

ㅡ¡Qué! ㅡexclamó.

ㅡ¡Sí! ㅡdijo Franz en tono festivo, alzando las manos, en señal de celebración, desde su asiento.

ㅡY tú lo acompañarás ㅡsentenció el teniente.

ㅡ¡Cómo! ㅡexclamaron ambos hombres atónitos.

ㅡSí, el trámite burocrático de traer un detective era para Schmeichel, pero dado a que él está haciendo el trabajo de campo que ustedes, par de vagos, deberían de estar haciendo, los mandaré a que hagan algo útil. Y no, hacer reportes es cualquier idiotez, ustedes los detectives y especialistas se creen que son especiales e importantes ㅡríe con desprecioㅡ la gente necesita un lider, y esos son eternos. Con un chasquido puedo reemplazarlos por agentes más jóvenes y baratos, que posiblemente no les tiemble la mano al disparar o no tengan miedo a la muerte.

ㅡSeñor Willenhall, vamos a calmarnos ㅡDexter ríe ante el comentario, él se limita a mirarlo con desdénㅡ. El alemán es un coñazo, ninguno de nosotros lo habla. Por otro lado, sólo solicitaron a un detective de la unidad, ¿por qué quiere mandar dos?

ㅡCon uno no basta, eso es todo lo que les tengo que decir ㅡdice a secas, peinando los pocos cabellos en su cabezaㅡ. Miguel es tonto para hacer las cosas solo, no entiende que somos agentes no niñeros. Aunque, en la manera de hacer cumplir la ley no lo es tanto, hace semanas había pedido el trámite.

ㅡA Dexter lo llamó hace unos días ㅡintervino Duke.

ㅡSí, así me enteré. La solicitud fue aprobada hace dos días y también tiene una cláusula de poder tomar al detective más próximo para reemplazar al solicitado en caso de no poder presentarse. Mejor que vayan ya a hacer maletas y dejar los papeles manos de otros ㅡdice Willenhall, dejando la habitación.

Dexter Warwickshire se encontraba atónito, en cierto modo, Miguel era un desgraciado con mucha suerte; siempre consiguiendo lo que quería y siendo honesto, tenía cierta envidia por ello. Franz Duke, por su parte, miraba la agitada Salzburg por la ventana preguntándose, ¿qué mal terrible había hecho? Enviarlo a investigar, a la acción siendo más preciso, con el demonio inglés, ¡qué castigo terrible! Quería quitárselo de encima, llevaba trabajando con Dexter cerca de diez días y ya era suficiente, se iba a volver loco.

...

El clima fresco de España en noviembre se le antojaba agradable al psicoanalista Duke, no obstante, a Dexter le parecía molesto. El detective cansado, decía que ya no tenía edad para viajar tanto, para rematar la eterna molestia que parecía gobernarle, el joven Duke sonreía infantil y parecía que de un momento a otro se pondría a bailar en el aeropuerto.

ㅡ¡Ánimo Warwickshire! ¿No decías que querías algo de acción hace unos días? ㅡcanturreó.

ㅡPor acción no me refería a resolver el caso de otro por su incompetencia ㅡgruñó.

La sonrisa infantil de Duke se tornó traviesa.

ㅡ¡Ah!, sé qué tipo de acción querías ㅡrió perverso.

ㅡ¿Cómo así? ㅡinquirió.

ㅡNo sé por qué te limitas a tu esposa, hay muchas mujeres por ahí ㅡdijo haciendo un ademán despreocupadoㅡ ¡Vamos, qué en España hay mujeres muy buenas! (y hombres también) ㅡsonrió con malicia, Dexter gruñe de disgusto.

ㅡNo es eso, yo quería concluir el caso del falsificador ㅡcomentó con hastíoㅡ. Por otro lado, ¿por qué razón te has empeñado en contarme tus desgracias y perversiones sexuales bizarras desde que salimos de Salzburg? ㅡpreguntó en tono despectivo.

ㅡTú no tienes corazón ㅡexclamó fingiendo enfado, llevándose la mano al pechoㅡ. No veo problema que entre colegas nos contemos cosas privadas, vamos, yo sé que tienes tus aventuras.

ㅡYo no soy tú, no le veo gracia ser un recuerdo borroso y sin nombre de una noche de copas, fiesta y sexo. A diferencia tuya, las novias que tuve antes de casarme me recuerdan, y eso que a algunas ni las toqué y te aseguro que si mi mujer cumple su amenaza de divorciarse, se que va a recordarme cada vez que piense en crímenes o en pelear por tonterías si se busca a otro.

ㅡNo le hallo lógica a tu argumento.

ㅡEs sencillo, no te acuestas con un cuerpo, te vas con una persona. Una persona posee ideas, emociones, experiencias, deseos, temores, defectos y cualidades, así que cuando vas a completar el acto no sólo estás haciendo algo meramente físico. ¡Ah!, y que conste, eso pesa más en las mujeres.

Duke quedó perplejo, esa respuesta de parte del detective no se la esperaba. Ambos hombres se acercaron al registro para sacar las maletas y visar sus pasaportes. Allí se encontraba la recepcionista, una masa grasosa de esperpéntico porte, repulsiva a las córneas de cualquiera, con su característico acento español. Dexter rió apenas verla, Franz le dirigió una mirada de reproche y le hizo de señas de que se callara.

ㅡ¿Y de qué se ríe ese pringao? ㅡespetó la recepcionista.

ㅡLo mismo me pregunto yo, señorita, ese hombre que me acompaña está mal de la cabeza y pienso que tratará de matarme para danzar sobre mi tumba. Usted sabe, da mala espina y es un ser desagradable ㅡcomentó.

ㅡAsí veo ㅡrespondió ella, mirando por encima del hombro de éste al detective inglés partiéndose de risa.

De momento, un oficial mandado por la recepcionista llegó hasta él y le preguntó por qué razón se reía como un loco, a lo que el detective respondió calmándose un poco y secando las lágrimas que se le salían:

ㅡSchmeichel tiene razón, Dios tiene sentido del humor ㅡdijo poniéndole una mano en el hombro al oficial, tomó aire y añadióㅡ: no sé cómo le hace usted para no reírse de semejante esperpento con el que trabaja.

El hombre comprendió lo que quiso decir Warwickshire. Y como es bien sabido, cuando se tiene el poder, hay que usar y abusar de este; por esta razón, el trámite de media hora se extendió el triple de esta cantidad, hallándose así al detective y al psicoanalista cansados, aburridos y molestos. Duke se empecinó en dar detalles vívidos y exagerados sobre una aventura que tuvo con una mujer austríaca, que para variar, el relato le resultaba nauseabundo al detective, no por los detalles, sino porque parecía un glosario de las prácticas sexuales extrañas que practican los dementes que su unidad busca, comportamientos que resultan bizarros y perjudiciales a la integridad mental de cualquiera. Para su alivio o puede que desgracia, Miguel Sebastián Gómez apareció a traerlos tarde, se supone que las diez de la mañana vendría y no a las doce.

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