No me dejes ir... // #NewSt...

By LetiChillemi

21.6K 1.7K 567

Patrick Taylor tiene una vida complicada: Al salir del hospital luego de haber estado internado por varios me... More

El exacto momento en que todo comienza
El bigote del director y otras cosas desagradables
Noventa y nueve por ciento hétero
Cómo curar la Afenfosfobia
Guitarra para principiantes
Siempre es mejor ir con Pakistán
Cómo mantener a los roedores lejos de tu propiedad
Como amigos, ¿verdad?
MIL LECTURAS...
La gente suele dormir a las 2 am
Las mejores cosas suceden bajo la lluvia
Excusas para entrar (y algunas otras cosas)
El peluche del cerdo
Lo jodidos que están todos
La bestia del mar
¿Puedo pegarle?
Dalias naranjas
Justo donde te quiero
Difícil como reparar un diccionario
Hasta que te conocí a ti
Yo nunca, nunca, pero nunca...
Epílogo
Nota de la Autora
Especial Entrevista N°1

El verde musgo es un color horrible

575 58 28
By LetiChillemi

El verde musgo es un color horrible. Me resulta imposible pensar en un color más horrible que el verde musgo. Y eso que el mundo está lleno de colores de lo más ridículos. Como por ejemplo, el morado. Odio el morado. Una vez dejé de ser amigo de un tipo porque siempre se vestía de morado. Al final me arrepentí, porque era un tipo de lo más simpático. Quizá aun sería su amigo si hubiera accedido a vestirse de morado sólo de vez en cuando, una vez por semana o algo así, en lugar de todos los malditos días. Pero cada vez que se lo pedía, él sólo se reía, aunque yo estaba hablando totalmente en serio, y al otro día se aparecía en la escuela vestido como una uva. Y bueno. Yo no tengo la culpa de que él intentara asesinarme los ojos. También odio bastante el celeste. No es que sea feo, ni nada de eso, es sólo que no creo que debería considerarse un color. Es igual al azul, pero más maricón. Más débil, sin tanta fuerza. Es como un azul que quedó a medio hacer, que no llegó a convertirse en azul del todo. Bueno,si no lo consiguió, no puede ser un color. Que soporte la humillación del fracaso. No podemos crearle toda una definición y un nombre, pretendiendo que es un color cuando no llego a serlo, sólo para no herir sus sentimientos. Una vez,cuando tenía unos catorce años, fui miembro de un club acerca de que el celeste no era, en realidad, un color. Se llamaba "el celeste no es un color". Si, bueno, no nos matamos pensando en el nombre, como ya imaginarán. Podría decirles que era un buen club, pero lo cierto es que no era bueno. Y, si quieren que les diga la verdad, tampoco estoy tan seguro de que fuera un club. Lo único que hacíamos era escribir "el celeste no es un color" en todas las paredes del instituto, y uno de nosotros, generalmente Tom, siempre hacía dibujos de lo más graciosos para acompañar el lema. No tenían mucho que ver con el asunto, porque por lo general eran de genitales, pero aún así eran de lo más graciosos. Como sea, una vez la profesora se enteró y nos amenazó con expulsarnos, lo cual fue el fin del club. Como supondrán, había sido culpa mía que nos atraparan, porque no me di cuenta de que la maldita lata de pintura estaba abierta. Por eso, cuando caminé con ella en la mano hasta el salón de clase luego de uno de nuestros vandalismos, deje un rastro que los guió directo a mí. Intenté decirle al resto de los integrantes del club que no fue sólo culpa mía, sino también del cretino que dejó la pintura abierta, (aunque probablemente ese también había sido yo, pero ignorémoslo) Aún así los otros me dijeron que hiciera pasar como que el incidente había sido sólo mi idea, porque supuestamente, a mí no me iban a expulsar, ya que mi madre era amiga de la directora, lo cuál era verdad. Aún así, no quise salvarles los traseros, porque mi lema de vida es: "si yo caigo, todos caen conmigo", así que en menos de cinco minutos ya había delatado a todos los demás participantes de tan horrendo crimen. Nos pegaron tremendo reto, y varias amenazas, porque los imbéciles de los directivos escolares hacía meses que estaban buscando a los culpables de los graffittis obscenos. No nos expulsaron, pero aún así,ellos se enojaron conmigo porque los delaté y se fueron del club. Quise continuar por mi cuenta, pero no tenía el talento artístico que se requiere para dibujar genitales, y pronto descubrí que, sin los dibujos obscenos, el club era un aburrimiento total.

Pero me he desviado de mi interesante y asombroso tema, que es que el verde musgo es el peor de los colores. No sé bien según qué criterio, pero es el peor. Quizá algún día escriba un libro sobre eso, pero en realidad, no podría. Porque no tengo ninguna razón válida para odiar al verde musgo. Sólo lo odio y ya. Aunque en realidad, no se necesitan de demasiadas razones para odiarlo. Es un color desagradable. A nadie le gusta, a no ser que sean ciegos o mi psicólogo, el doctor Smith. El doctor Smith no es ciego, pero su sala de espera está siempre pintada de verde musgo para que los pacientes que estamos esperando, al estar rodeados de tan asqueroso ambiente, nos pongamos bien desesperados y furiosos y, para que, cuando entremos, ya estemos tan irritados que saquemos nuestra locura afuera en la primera oportunidad y él la pueda analizar con más facilidad. Es bien ingenioso si uno lo piensa bien. Y de lo más sádico si uno lo piensa mejor. Pero si uno lo piensa sólo bien, es ingenioso. El doctor Smith de verdad se pule con su técnica de la máxima incomodidad. Hasta hay sillas duras como piedras, revistas hipócritas y cuadros ridículos, por lo cual es una sala de porquería bien completa. Justo encima de mi cabeza, hay una imagen de un oso panda y un oso Koala abrazándose con una inscripción debajo que dice: "Si estos dos enemigos por naturaleza pueden amarse, tú también puedes amar a tu prójimo". Bueno, eso es erróneo por treinta y seis razones, y la razón treinta y seis es que estoy bastante seguro de que los pandas y los Koala no son, ni jamás han sido, enemigos por naturaleza. Además, dudo mucho que se amen. Y tampoco voy a amar a mi prójimo porque dos osos ridículos se abracen, mi prójimo es un idiota y lo odio, y me importa un cuerno lo que los ositos opinen al respecto. Y es gracioso, porque al levantar la cabeza, uno de ellos hasta parece ofendido conmigo por haberlo insultado. Me disculparía con él, pero no quiero quedar como un demente frente a estas personas. Recién el chico de cabello azul que está al lado mío se puso a hablar con el aire y muchos lo miraron mal. Aquí todos son de lo más juzgadores. Al lado del poster de los ositos, alguien escribió una grosería con marcador indeleble, pero no me puedo quejar, porque ese alguien fui yo.

Además, el lugar está lleno de lunáticos. Lunáticos de verdad. La clase de lunáticos que asistirían a una cita con el psicólogo un domingo por la tarde. Supongo que yo también entro en ese grupo. Maldición.

De repente, unos golpes huecos, fuertes y constantes, llaman mi atención. Al principio me sobresalto, pero luego descubro que sólo es el chico de cabellos azules golpeándose la cabeza contra la pared con fuerza. En serio. Con mucha fuerza. Al prestarle más atención, descubro que está contando en quedos murmullos.

-...veintiséis, veintisiete, veintiocho-escucho.

-¡Ey!- lo llamo- ¿Te importaría parar? Estoy pensando en asuntos importantes por aquí.

Él me observa y luego se golpea contra la pared dos veces más.

-Veintinueve, treinta- dice y rápidamente añade- Lo lamento, siempre tengo que quedar en números redondos.

-No lo sientas- digo rápidamente arrepintiéndome de haber sido tan duro con él- Perdón por interrumpir tu... ritual. Sólo estoy...irritable. Son las malditas paredes verde musgo.

Él me mira y sonríe .Quiero devolverle la sonrisa pero no me sale.

-No hay problema, hermano- no respondo nada, porque no sé si me está hablando a mí o al amigo imaginario con el que conversaba hace unos instantes- Me llamo Roger.

A continuación, tira de mi para que me acerque a él y susurra a mi oído.

-No le digas a nadie que ese es mi verdadero nombre. Me están buscando. Soy el heredero de la corona. Si me encuentran, me asesinarán para ocupar mi lugar.

Lo miro extrañado. Tiene la cara desencajada del temor. De seguro está arrepintiéndose de haber confiado tan importante falso secreto a un idiota como yo. Hago la expresión más tranquilizadora que me sale, pero debo lucir más escalofriante que de costumbre, así que me apresuro a contestar:

-No, por supuesto que no diré nada. Soy una tumba- mi voz suena desesperada. No me gusta hablar con locos. No porque les tenga miedo a ellos en sí. Tengo miedo de equivocarme en algo y arrebatarlos de su realidad. Si yo estuviera creyera que soy el heredero de la corona, odiaría que alguien me hiciera ver que en realidad estoy delirando, cubierto de saliva y golpeándome la cabeza contra la pared en un deprimente consultorio color verde musgo.

-Gracias- dice y, sorprendentemente, parece mucho más relajado- A propósito, ¿cuál es tu nombre?

Al principio pienso en mentir. Por ninguna razón en particular. Por el simple placer que sólo la mentira puede otorgar. De seguro, puedo pretender que soy un monje, un bombero o un ninja, y Roger me creerá. Pero, al final, opto por decir la verdad sobre quién soy. Hoy no estoy de humor para ser alguien más. A decir verdad, ni siquiera estoy de humor para ser yo mismo. Pero eso estoy obligado a serlo.

-Patrick Taylor- digo y sonrío, como si fuera algo de lo que me enorgullezco. Maldita hipocresía. Es incontrolable.

Roger me sonríe.

-¿Por qué estás aquí, Taylor?- me pregunta- En la reparación de juguetes rotos, me refiero.

Eso es lo bueno de los locos. No se andan con vueltas y falsedades para obtener lo que quieren de ti. Son directos.

-Yo no...- comienzo a decir pero él me interrumpe.

-¿Tú no eres un juguete roto?- me pregunta extrañado.

Diablos, sí que lo soy.

Me vuelven las ganas de decir alguna mentira. De contar una historia extremadamente descabellada. Quiero contar que soy un fantasma buscando venganza contra quienes me asesinaron, o algo así. No sé por qué, pero tengo un impulso de hacer eso. Sólo para pretender que soy alguien más. Para dejar de ser yo mismo, aunque sea por unos instantes. ¿Cuántas oportunidades en la vida voy a tener de ser alguien diferente, sin que me juzguen por intentarlo? Levanto los ojos y tomo aire para empezar, pero justo cuando clavo la mirada en el póster de los dos osos, otra pregunta invade mi mente. ¿Cuántas oportunidades en la vida voy a tener de ser yo mismo sin que me juzguen por intentarlo? Honestamente, no lo sé. Pero probablemente muchas menos.

-Intenté suicidarme, Roger- le digo enseñándole las heridas de mis muñecas. No suelo hacer esto con nadie. Tengo la impresión de que, cuando ven las cicatrices, no las comprenden. No entienden lo que realmente son. Piensan que son drama, o sufrimiento, o toda mi maldita historia escrita en mi piel. Y quizá lo son. No digo que no. Pero al ver la mirada de Roger al divisarlas, veo algo distinto. Él las ve de manera diferente. Las ve por lo que realmente son. Cicatrices. Simples y malditas cicatrices.

-¿Por qué?- me pregunta, pero sin lástima ni reproche, sino con auténtica curiosidad.

-Porque...- hago una pausa para ver la manera en que Roger me mira. Contiene algo de fascinación y asombro, como si haber intentado matarme fuera algo que me hiciera un personaje admirable- maté a alguien, Roger.

Su expresión se ilumina con una enorme sonrisa.

-¡Diablos, viejo! Eso es genial- exclama sorprendido- Eres como esos tipos de las películas de acción. Esto es asombroso.

Suspiro. Debería sentirme ofendido, pero no es así. No sé por qué. Supongo que no lo hace con maldad o hipocresía, como alguien más lo haría. Supongo que de verdad tiene la inocencia, desconexión de la realidad y demencia suficientes como para ver un asesinato como algo que sólo sucede en las películas y es asombroso. No soy quién para culparlo.

-En realidad no- tengo que admitir, sin embargo- Era alguien a quien amaba. A quien extraño mucho.

Pienso que va a espantarse, o a mirarme con miedo o asco, pero sólo me dedica una media sonrisa. Dios, este tipo es incluso más extraño de lo que pensaba.

-Eres más interesante de lo que pareces, Taylor- me dice y no estoy muy seguro de si es o no un cumplido.

Entonces él sonríe. Pero no sonríe por compromiso, para quedar bien, o porque la situación lo amerite. Sonríe de verdad. Es de esas sonrisas auténticas, que sabes en cuanto las ves que fueron sonreídas porque, quien las sonrió, de verdad se sentía con ganas de sonreír.

-Me caes bien, Taylor. Tú me entiendes- me dice mirándome no directamente sino con el rabillo del ojo- ¿Quieres ser mi amigo?

Estoy a punto de responder cuando unos gritos me interrumpen. Una chica rubia y con el alborotado cabello cubriéndole toda la cara pasa corriendo frente a mis ojos. Lleva puesto un leve vestido blanco que se le enreda a las piernas y está descalza. Está gritando desesperadamente, con voz aguda y potente. Al principio no comprendo lo que balbucea, porque estoy perdido, como si no estuviera realmente allí. Pero de repente la voz se reproduce con claridad, como si surgiera del medio de mi cerebro: "¡Déjenme ir!", repite. Déjenme ir. Dos guardias la toman cada uno por un brazo y la llevan a la fuerza dentro de una de las salas, mientras la muchacha sigue gritando y retorciéndose entre ellos.

-Diablos, odio este lugar- oigo a Roger exclamar a mi lado.

No puedo más que coincidir.

La verdad es que hay pocos lugares en el mundo que odie más que a este en particular. Es el mismísimo infierno para mí. Mi madre casi tuvo que traerme a rastras. Pero no la culpo por hacerlo. Yo hubiera hecho lo mismo en su situación. Y, a decir verdad, es un poco mi culpa también. No tendría que haber hecho lo que hice, aunque pensándolo bien, no creo que hubiera podido evitarlo ni aunque hubiera querido. Cuando el sábado llegué a casa después de haber roto con Chris, me encontré con la casa vacía, así que fui hasta la cocina y me corté en los brazos con la misma cuchilla de mantequilla que utilicé la última vez. No sé, pero no quería infectar otro cuchillo con sufrimiento. Así que me corté en la cocina, con el mismo cuchillo de mantequilla de porquería, mientras la radio del estante junto a la ventana reproducía música disco. Ni siquiera me molesté en hacerlo sobre la pileta, así que la sangre me resbaló por toda la ropa y manchó todo el suelo de la cocina. Fue un verdadero desastre. Aún no entiendo bien por qué lo hice. Sabía bien que con eso no iba a hacer que las cosas con Chris cambiaran, y que sólo me metería en más problemas. No, no lo hice para recuperar a Chris. No lo hice para sentirme mejor por el hecho de no poder recuperarlo tampoco, pues sabía que no ayudaría. Ni siquiera lo hice para matarme. Ni siquiera corté verticalmente, aunque sé bien que esa es la única manera en que uno se puede matar. No sé. Creo que no era yo mismo, en realidad. Al recordarlo, siento como si le hubiera ocurrido a otra persona. Es más, casi ni recuerdo haberlo hecho. Ni sabría que lo hice si no fuera por todas las detalladas descripciones que mi madre me dio. Quizá sólo lo hice para distraer un poco mi mente, para dejar de pensar en lo que acababa de perder. Para dejar de extrañarlo. Menudo idiota. Podría desangrarme hasta morir y aún así no dejaría de extrañarlo. Jamás dejo de extrañarlo. Ahora ya hace dos semanas que no lo veo. Mi madre hizo caso omiso a mis súplicas de cambiarme de instituto, pero al menos me dejó faltar hasta que me sintiera "recuperado". En realidad, jamás me sentiré recuperado, así que si tomáramos sus palabras al pie de la letra, podría dejar de ir para siempre. Pero se supone que mañana tengo que volver. O, al menos, eso dijo mi madre esta mañana. Me opuse, claro está, pero no di demasiada resistencia, o no tanto como debería. En el fondo, bien en el fondo, me muero de ganas de ir a la maldita escuela. Sé que está mal, que bajo ningún término debería pisar el suelo de esa escuela una vez más. Pero verlo me hace más ilusión de la que puedo expresar. Estoy comenzando a sentir abstinencia. Necesito ver sus ojos. Si paso otro segundo más sin verlos, voy a enloquecer. Ya sé que no puedo volver a estar con él, ni besarlo, ni tocarlo. Pero me basta con mirarlo. Diablos, sólo quiero mirarlo. ¿Es tanto pedir? ¿Está tan mal? ¿Soy un monstruo tan grande por sólo querer ver algo tan hermoso otra vez? Lo extraño. Mucho. Demasiado. Todo el tiempo. Lo extraño cuando me levanto y cuando me voy a dormir. Todas las veces que lloro y las pocas que sonrío. Lo extraño cuando miento y cuando admito, cuando respiro y cuando me quedo sin aliento, cuando grito y cuando permanezco en silencio. Lo extraño siempre. Mientras tenga mente, él va a estar en ella. Dios, lo extraño tanto. Quizá fue por eso que me corté, por toda esa añoranza, aunque no lo estoy justificando. Quizá fue también por eso que no me maté, por esa misma añoranza. Porque no podía irme sabiendo que eso significaba que no lo volvería a ver jamás. Jamás. Suena tan definitivo. ¿Cómo podría yo aceptar el no volver a verlo...jamás? Cuando mi madre me encontró, estaba inconsciente. Al principio pensaron que había perdido demasiada sangre, pero lo cierto es que mis heridas no eran ni de lejos tan profundas, así que no sé. Dicen que fue algo más relacionado a lo emocional, y me preguntaron si estaba bajo demasiado estrés. Ni siquiera se imaginan, pensé,Después me recetaron otra clase diferente de pastillas azules y me dijeron que volviera a hacer nudos para tranquilizarme. Todo el asunto fue una estupidez, en realidad, pero mi madre se preocupó demasiado, porque cuando me preguntó si me había cortado para intentar morir, le dije que en realidad, me había cortado para intentar vivir, porque en el fondo, ya estaba muerto. No sé bien qué fue lo que quise decir, pero de seguro que no fue lo que ella interpretó. Supongo que también le preocupó bastante que hubiera pasado la semana anterior encerrado en mi habitación. No creo que sea porque pasé toda esa semana llorando hasta que se me cayeron los ojos, porque puedo ser sumamente silencioso cuando lloro, así que no creo que me haya escuchado. Soy verdaderamente silencioso cuando lloro. No grito, ni me golpeo contra el suelo, ni me quedo sin aire. Solamente me acuesto y me quedo tranquilo mientras observo las lágrimas caer. Quizá se dio cuenta de todos modos, porque empapé todo el acolchado con lágrimas.

Las cosas se pusieron feas. En retrospectiva, quizá no tendría que haberlo hecho. Quizá estén pensando que soy un perfecto imbécil. Pero eso es porque no conocen a Chris, ni la agonía que significa perderlo. Uno de esos días, de verdad me convencí de que iba a fabricar una máquina del tiempo para volver al pasado y quedarme con él, de lo miserable que me sentía. Hasta hice unos planos de porquería. Pero luego concluí que si ni siquiera los grandes científicos habían conseguido hacer algo así, menos que menos tenía posibilidad un idiota como yo. Siempre supe que no había posibilidad que eso ocurriera. Pero, diablos, me sentía tan arrepentido. Hubo veces en las que llegué a convencerme a mí mismo de que todo esto era en realidad una terrible pesadilla y que en cualquier momento despertaría cubierto de sudor y con el cuerpo de Chris entrelazado con el mío. Pero eso jamás ocurrió. Jamás desperté. Eso es cuando todo comienza a ir mal. Cuando descubres que la pesadilla es, en verdad, la realidad. En ese momento, les juro que me hubiera matado si no fuera tan cobarde. Si no tuviera tantas condenadas ganas de volverlo a ver. Sé que está mal pero...Dios, lo extraño tanto. Extraño tenerlo. Extraño tocarlo, acariciarlo, y besarlo. Extraño observarlo. Extraño que esos dos oscuros faroles me miren atentamente. Extraño su sonrisa, y sus roncos susurros junto a mi oído. Extraño ser suyo. Extraño que sea mío. En realidad, simplemente lo extraño. Nos extraño. Lo que solíamos ser. Me sorprende cantidad estar aquí, vivo y contándoles todo esto. Jamás creí que era humanamente posible sobrevivir a tanta tristeza. Pero dos semanas más tarde, aquí estoy. Esperando que Smith haga su intento de reparar a este juguete roto. Es imposible, ¿saben? Smith tendría que saber que no puede arreglarme. Ni siquiera tiene todas las piezas. Las piezas importantes, se las quedó todas Chris.

De repente, se me hace demasiado. Ya no lo soporto. No soporto que esa chica se me haya cruzado corriendo y gritando. No soporto que el doctor Smith esté esperando para preguntarme un montón de falsedades. No soporto que esos dos estúpidos osos se abracen frente a mis ojos cuando la única persona a la que quiero y necesito abrazar ya la he apartado de mí. No soporto quererlo tanto, extrañarlo tanto, añorarlo tanto. No soporto quererlo tan cerca y tenerlo tan lejos. Dios, ni siquiera soporto el maldito color verde musgo de las malditas paredes.

Saco el pequeño retazo de soga de mi bolsillo e intento anudarla, pero las manos me tiemblan demasiado, y termino creando un enredo. Arrojo la soga al suelo con frustración.

-¿Quieres ver mis imágenes de tranquilidad?- murmura una voz a mi lado.

-¿Qué?- pregunto extrañado.

-Son imágenes que observo cuando estoy nervioso para sentirme mejor- me explica Roger con voz calmada- De cosas que me tranquilizan, que me gusta mirar. De cascadas, paisajes, animales bebés, y gente sonriendo y cosas así.

La verdad que no creo que sirvan. Los paisajes no me gustan demasiados, y menos si son de cascada. No le veo la gracia a un puñado de agua mugrienta cayendo. Los animales bebés tampoco son mi cosa favorita. No es que los odio, pero tampoco me encantan. ¿Entienden lo que quiero decir? Pasaré a la historia como la única persona del mundo que no ama a los animales bebés. La gente sonriendo sí me gusta, pero no la de las fotos. Cuando la gente sonríe para las fotos, no sonríe de verdad. Sonríe para posar, con sonrisas falsas e hipócritas, para fingir algo que no es.

-Lo siento, pero no creo que eso funcione- le digo con pesar- Ninguna de esas cosas me resultan agradables de mirar. No particularmente, al menos.

Roger me mira como si fuera un idiota.

-Bueno, por supuesto que no. De eso se trata. Necesitas buscar algo que a ti te tranquilice. Vamos, ¿no hay nada que te guste mirar?

Hago como que me lo pienso aunque, en realidad, no hay nada qué pensar.

-Hay algo. Alguien, en realidad. Pero no tengo ninguna foto suya- le digo.

-Pues consigue una. Fíjate en las redes sociales- exclama.

-Bueno,el tema es que- comienzo a explicar- No soy muy social, ni me gustan las redes, así que...

En realidad, no me dejan tener redes sociales. Es una larga historia. Pero no viene a cuento ahora. Se las contaré luego. Recuérdenmelo. Les va a volar la cabeza. Créanme.

-Eres un idiota- me dice sin ningún problema, aunque nos acabamos de conocer. Es cierto que lo soy, pero él no tiene por qué saberlo. Al menos, no aun- Pero por suerte, te encuentras junto al maestro acosador. Te mencioné que soy un agente secreto ¿verdad? Esto nos lo enseñaron en el entrenamiento. Dime su nombre y apellido, y te enviaré diez fotos a tu teléfono en un segundo.

Ya se que no es agente secreto. No soy idiota. Pero quizá, si está en todo ese tema de las redes sociales puede...puede...¿Puede hacerlo? Oh, Dios, puede hacerlo. De inmediato, mi corazón comienza a brincar de emoción. Voy a verlo, voy a verlo. Es sólo una foto, pero aún así. Voy a ver su precioso rostro una vez más. Eso es suficiente para hacerme sonreír.

-Su nombre es Christopher Graymark-le digo impaciente mientras le entrego mi teléfono- ¿Puedes encontrarlo? ¿Puedes?

-Paciencia, saltamontes- me dice mientras teclea en su teléfono- Por supuesto que sí. El chico tiene más de diez perfiles. ¿Quién es, por cierto? ¿Tu hermano?

-En realidad- explico- es mi ex novio.

Roger aparta la vista del teléfono para mirarme fijamente.

-¿Eres gay?- me pregunta- ¿Y me estás pidiendo que acose a tu ex novio para observar fotos de él?

Asiento, esperando que se deje de embromar y me pase las malditas fotos.

-¿Te he dicho alguna vez lo interesante que eres?

¿Te he dicho alguna vez lo mucho que tardas en buscar unas malditas fotos?, pienso pero no lo digo. Ya veo que se ofende y acaba por no pasarme nada.

Hace unos cuantos toques en su teléfono y en el mío, y luego me lo devuelve. Estoy tan impaciente que casi se me cae el artefacto al suelo.

-Fíjate en la carpeta de imágenes- me dice.

Lo hago. Y lo encuentro. Es él. Hay más de diez fotos ahí dentro. Casi se me sale el corazón del pecho de la emoción. Dos semanas. Dos semanas sin observar toda esa perfección junta. Y aquí está. Es él. Un cosquilleo se apodera de mi cuerpo. Es él. Observo sus profundos ojos oscuros, el cabello dorado cayéndole sobre la frente y esa sonrisa... Su sonrisa no es falsa como la de las fotos. O, al menos, no lo parece. Dios, como extrañaba verlo sonreír. Paso las fotos lentamente. No sé si es que son muy buenas o sólo tienen un excelente modelo, pero da igual. Tiene una expresión tan...natural. Es casi como si estuviera a mi lado. No es nada comparado a sentir la calidez que emana su cuerpo o escuchar el sonido ronco de su voz junto a mi oído, pero es algo. Es más que eso. Lo estoy viendo. Estoy viendo su rostro. Más hermoso incluso de lo que lo recordaba. No me malinterpreten, lo recordaba hermoso. Pero tampoco tanto.

Suspiro aliviado. Es una sensación extraña. Como si estuviera saliendo a tomar aire luego de pasar semanas bajo el agua. Siento mi corazón regularizarse, y mis nervios aflojar un poco. Es él. Es él. Todo está bien.

-Gracias- digo y la voz sale de lo más profundo de mi interior- Gracias, muchas gracias. No sé como agradecerte.

-No es nada- me dice y observa por encima de mi hombro la fotografía- Tu chico tiene lo suyo, la verdad. Es bastante guapo.

Me giro y le dedico una mirada glaciar. Sé que no hay ninguna oportunidad de que él y Chris estén jamás juntos. Es absurdo hasta pensarlo. Pero igual me dan celos. No me gusta que otras personas tengan derecho de admirar su belleza. Se supone que es un privilegio solamente mío.

-Sí, es hermoso. Y también es mío así que...-murmuro.

-Creí que habías dicho que ya no era tu novio- me espeta.

Eso es un golpe bajo. Bajísimo en realidad. Es como si me clavaran un cuchillo en el corazón. Y lo giraran unas cuantas veces.

-Eso no importa- exclamo molesto-Sigue siendo mío.

-No te pongas mal, sólo me estoy metiendo contigo-me dice- Tengo novia, ¿sabías?

Lo miro. La verdad que Roger no parece la clase de tipo de tiene una novia. Por alguna razón, la noticia me emociona cantidad.

-¿En serio?- exclamo- Tienes que presentármela algún día.

Él se remueve en su asiento, incómodo.

-No creo que pueda ser posible- me dice- Ellos dicen que no es real, ¿sabes? Pero es real para mí. Es jodidamente real para mí. No quiero renunciar a ella.

-Oh- exclamo sorprendido- Te entiendo. Debe ser una situación de porquería. Lo siento.

-De verdad lo es- dice con la cabeza gacha- Su nombre es Leslie. Está a mi lado en este momento. Dice que le caes bien.

Vuelvo mis ojos al espacio vacío justo a Roger, casi esperando ver algo. Pero no hay nada ahí. Suspiro. La verdad es que no sé muy bien que decir sin ser un cretino o un estúpido. Desearía desaparecer.

-Dile que...- hago una pausa intentando dar con las palabras- ... que ella me cae bien a mi también.

No es mentira en realidad. Es un delirio de Roger. Es una parte de él. Y Roger me cae bien. Así que, por lógica, ella me cae bien también.

-No la ves, ¿verdad?- niego con la cabeza. Él parece decepcionado- De verdad esperaba que tú sí la verías. No sé por qué. Pero pareces diferente al resto, Taylor. Creí que tú... ibas a verla. No sé por qué lo pensé. Sólo lo pensé. Soy un idiota.

Me quedo pensativo unos segundos antes de decir:

-Roger, sabes que no existe, ¿verdad?

Él me esquiva la mirada. Cuando la vuelve hacia mí, hay lágrimas en sus ojos.

-Sí lo sé. Maldición, lo sé- me dice casi gritando- Pero desearía no saberlo. La amo, ¿sabes? No quiero renunciar a ella. ¿Cómo renuncias a algo que amas?

Vuelvo los ojos a la cara de Chris, que me sonríe desde la pantalla del celular.

-Es una muy buena pregunta- murmuro.

Entonces la puerta se abre y el Doctor Smith sale de ella, sosteniendo un cuaderno espiralado y con una lapicera en la mano derecha.

-Taylor- grita como si no me viera frente a sus narices- Ya puedes entrar.

Cuando me levanto de la silla, le dirijo una última mirada a Roger. Es estúpido, porque hablamos por menos de cinco minutos, pero aún así ya puedo considerarlo mi amigo. Siento que ha llegado a una parte de mí que ni siquiera yo mismo conozco y por alguna razón, tengo la sensación de que él se siente de la misma manera conmigo. Es extraño. Apenas si nos conocemos. Lo vuelvo a mirar, con sus ojos vacíos y su cabello azulado. Es definitivamente el aspecto de un juguete roto. Quizá es por eso que tengo esa sensación de cariño hacia sí. Los destrozados nos entendemos entre nosotros. Me pregunto si él me considerará su amigo después de esta fugaz conversación. Pero en realidad no importa. Me basta con considerarlo yo a él como uno. Lo saludo con la mano, sin poder evitar preguntarme si esta será la última vez que nos veremos. Él me dedica una sonrisa triste. Casi desearía que no lo hubiera hecho. Me deprime muchísimo. Mientras cruzo la puerta me parece escuchar, tras de mí, golpes huecos y una voz murmurando "uno...dos...tres...cuatro", pero decido ignorarlo.

El consultorio de Smith es, por alguna sádica razón, de color verde musgo. Es bastante pequeño y no consta de demasiado amueblamiento, a excepción de un escritorio de clara madera desgastada y cubierto de papeles, un mullido sillón que es,por supuesto, donde se sienta él y, del otro lado del escritorio, dos sillas incomodísimas que es, por supuesto, donde nos sentamos sus pacientes. El doctor me indica con una seña que me sienta en la silla más cercana a la pared, así que me siento justo en la otra, sólo para molestarlo. Él se da vuelta para cerrar la puerta y, cuando vuelve la cabeza y me ve, me dirige una mirada que dice claramente: "¿de verdad lo vas a hacer tan complicado?". Así que me cruzo de brazos, levanto el mentón y le dirijo una que intenta decir: "Oh, estoy sólo comenzando". Aunque no sé bien. Esto del lenguaje a través de expresiones es algo nuevo para mí, pero si se requiere de algún tipo de talento o virtud para llevarlo a cabo correctamente, de seguro que lo estoy haciendo mal. Ya veo que la seña que le hice en realidad quería decir "tengo ganas de tirarme de un tobogán" o alguna estupidez por el estilo. Rezo internamente para que mi expresión haya significado alguna grosería, pero por la expresión tranquila del doctor, de seguro que no lo fue a sí. Dios, ya ni siquiera puedo insultar y agredir bien. Realmente estoy perdiendo mi toque.

Smith se sienta tras su escritorio y me mira fijamente a través de sus gruesos anteojos de pasta. Su expresión es tan graciosa que hasta me cuesta contener la risa. Bueno, si quieren que les sea sincero, no me cuesta tanto, quizá hasta hubiera podido contenerla si hubiera querido, pero como hacerlo sentir miserables es uno de mis pasatiempos preferidos, dejo escapar una pequeña carcajada. Él ni se inmuta. Sólo saca su libreta y prepara su lapicera para escribir. Suspiro y clavo la vista en la pared.

-Patrick Taylor, ¿verdad?- me pregunta aunque sabe muy bien cuál es mi nombre.

-No, en realidad, es James Bond- le digo pero él igualmente anota "Patrick Taylor" como título en la hoja de papel. No sé para qué me preguntó si después iba a anotar lo que se le viniera en gana. Los psicólogos son de lo más hipócritas.

Entre que anota el nombre y mira el nombre escrito con esos ojos de admiración que ponen los psicólogos cada vez que miran la porquería que acaban de escribir, pasan unos cinco minutos. Bien, Smith, sigue perdiendo el tiempo, y podré irme de aquí antes de que puedas preguntarme alguna de tus malditas falsedades.

Pero es demasiado tarde, porque en seguida, él me pregunta.

-Patrick...¿cómo estás?

Bueno la verdad es que estoy de maravilla. Por eso fue que me corté todos los brazos hasta desmayarme, y por eso pasé toda la semana anterior llorando y por eso estoy aquí, perdiendo el tiempo en un consultorio de porquería como un imbécil. Idiota.

-Sí, por supuesto que sí- digo en un tono irónico que es completamente innecesario. La frase ya es una ironía en sí- Si dejas de lado mi situación amorosa, emocional, sexual, física y psicológica, estoy perfectamente.

El señor Smith anota. No sé bien qué cuernos es lo que anota porque en realidad no le dije nada más que estupideces, pero anota. Dios, el muy condenado ama anotar. Anota todo. Absolutamente todo. Si en ese momento pasa una mosca volando, él la anota. Qué costumbre de porquería. No sé que hará después con tantas anotaciones inútiles. Honestamente, prefiero ni imaginarlo.

-Patrick, no pasemos por esto otra vez- me dice con voz inexpresiva mientras sigue anotando- No puedes estar de broma toda la tarde. No quiero que te la pases echándote abajo. Quiero que hables en serio.

Suspiro. Es mentira. Él no quiere que hable en serio. Quiere que le diga lo que quiere escuchar, lo que es algo muy diferente.

-¿Qué quiere que le diga,? ¿Que me siento de maravillas?- exclamo- Bueno, me siento perfectamente. Mi vida es un sueño. Me falta tener un animalito estúpido y simpático de mascota para que hagan una película de Disney basada en mi vida. ¿Contento?

-No, Patrick, no estoy contento- me dice como si a mí me importara- Tienes que dejar de poner la barrera de la ironía para no dejar a nadie entrar. Quiero que me hables con honestidad.

-¿Con honestidad? ¿En serio? ¿Con honestidad,?- le pregunto incrédulo- Con honestidad, me siento miserable. Como la mismísima mierda. Cada día que me despierto, deseo no haberlo hecho. Mi vida es un completo desastre. ¿Es eso lo que quería escuchar? ¿Ya me puedo ir?

Él no me responde, pero se pone a anotar. Tengo unas ganas tremendas de arrojarle el cuaderno por la ventana, pero me contengo.

-¿Por qué crees que es eso?- me pregunta con tono curioso.

-¿Por qué creo que qué es qué?- digo como un idiota, aunque le entendí perfectamente.

-¿Por qué crees que tu vida es un desastre?- me dice. Tendrá que irse acostumbrando a repetir las cosas para mí-

Lo estudio con la mirada por unos instantes antes de responder. No sé para qué, porque el señor Smith luce exactamente igual que las dos o tres veces en que lo vi anteriormente. Tiene unos anteojos de pasta enormes, una camisa negra con cuello alto, barba incipiente y los cabellos castaños totalmente despeinados y cayéndole sobre la frente de cualquier manera. Supongo que peinarse no es su actividad favorita. O, por lo menos, que no le gusta ni de lejos tanto como le gusta anotar.

-No lo sé-comienzo devolviéndole la mirada desafiantemente- La vida y yo jamás nos hemos llevado muy bien. Yo la odio a ella y ella me odia a mí así que estamos a mano. Así que no me pregunte cosas sobre ella, porque no la entiendo. Ella y yo somos completamente incompatibles. Es como si a usted le preguntaran cosas sobre... peines...¿me entiende?

A él no le hace nada de gracia el comentario. Me doy cuenta, porque ni siquiera lo anota. Lo que le dije le debe haber molestado de verdad. Pero bueno, ¿cómo cuernos iba a saber yo que su cabello era un tema tan sensible?

-¿Por qué odias la vida, Patrick?- me pregunta al cabo de unos segundos.

-¿Porque es una porquería?-digo no muy seguro de que esa sea la respuesta correcta, pero sin que me importe demasiado tampoco.

Él se lo piensa por un rato, como si que la vida fuera una porquería fuera algo que se necesitara analizar y repensar con sumo detenimiento. Se nota a claras que cobra por hora. Qué estafa,

-Pero, ¿por qué crees que es una porquería?- me pregunta con el tono de los protagonistas de las obras de Shakespeare- ¿Es por tus problemas familiares? Porque mucha gente tiene problemas familiares. Y mucha gente no se suicida.

-Pues, los felicito. No sabe cuanto me alegro por ellos. Son toda una inspiración. Es más, dejeme ponerme en pie y dedicarle un fuerte aplauso a toda esa gente que tiene problemas familiares y no se suicida- digo con jactancia.

-¿Es por los problemas con tus compañeros de escuela?- continúa como si yo no hubiera dicho nada- Porque mucha gente tiene problemas con sus compañeros de escuela. Y mucha gente no se suicida.

-¿En serio? ¿Mucha gente no se suicida? ¿Qué es eso? ¿Su nueva frase favorita? ¿Su mantra?- pregunto, pero otra vez no me escucha. O hace como que no.

-¿Es porque tienes un entorno difícil? Porque mucha gente tiene un entorno difícil...

-Y mucha gente no se suicida-lo interrumpo, harto de que no me preste atención- Lo capto, ¿de acuerdo?

Él sonríe con suficiencia. Me dan ganas de darle un puñetazo fuerte en la cara. Si me dice una vez más que mucha gente no se suicida, de seguro se lo daré. Mucha gente no se suicida. Pues por supuesto que mucha gente no se suicida, imbécil. Qué estupidez.

-Entonces- prosigue con su habitual aire de soberbia- No es por tus problemas familiares, ni por tus problemas con tus compañeros, ni por tu entorno...¿por qué crees que es?

Entonces me mira fijamente. Dios, este tipo me enerva.

-¿Por mí?- pregunto con desinterés.

Él asiente lentamente mientras yo resoplo, molesto.

-¿Y por qué crees que es por ti?

-Básicamente, porque usted me estaba dando la respuesta a gritos.- digo y es cierto. Me dio todas las pistas. Si quería que me pusiera a pensar, no estaba haciendo un gran trabajo, a decir verdad.

-No-dice. Eso es lo que odio de los adultos. Se creen que pueden decir lo que es cierto o lo que no como si fueran sólo ellos quienes lo decidieran- ¿Quieres que te diga por qué es? ¿Por qué es en realidad?

-¿Tengo opinión aquí? Porque francamente...- comienzo pero él no me deja terminar.

-Porque tú careces de esperanza. No la tienes. Crees que todo es como es y que no tiene posibilidad alguna de mejorar. - casi me grita- Lamento decírtelo así, pero ser tan joven y haber perdido la esperanza por completo es algo muy peligroso. La esperanza es lo que nos saca adelante. Es lo que nos mantiene vivos, Patrick. Pero tú renunciaste a ella. Porque crees que lo que buscas no existe, qué jamás vas a encontrarlo. Abandonaste la búsqueda antes de que siquiera empezara.

Ahí se equivoca. Se equivoca a lo grande. Yo no creo que lo que busque no exista. Creo que existe. Y que lo tuve. Pero que ya lo perdí. Lo que es incluso peor.

-Patrick, eres un chico estupendo, pero me preocupa mucho que no puedas ver el futuro- me dice con preocupación.

-Pues por supuesto que no puedo ver el futuro- respondo- ¿Quién se cree que soy? ¿La gitana vidente?

-No me refiero a eso, Patrick, por favor- exclama bastante molesto- Me refiero a que no puedes ver cómo crees que serán las cosas de aquí a algunos años. Que no puedas ver hacia adelante algo que quieras alcanzar, algo a lo que quieras llegar. Es entonces cuando pierdes las ganas de vivir. Porque no tienes la capacidad de buscar un propósito.

-No me importa- digo- No quiero un propósito.

-¡Pero necesitas uno!- me exclama-¿Es que no hay nada en la vida que te importe? ¿No hay nada que quieras conseguir? ¿Nada que te parezca que vale la pena en la vida? El trabajo, la felicidad, el amor...

La palabra "amor" la dice como la dicen los personajes de películas. Con ese tonito serio y patético que deja ver que es algo de lo más serio. ¡Por favor! Hasta me dan ganas de vomitar.

-¿El amor?- repito- ¿El amor? ¿Qué cuernos es esto? ¿Esta teniendo su periodo o qué? ¿El amor? Eso no tiene sentido.

Él me mira fijamente. Puedo sentir la lástima que despabilan sus ojos.

-No necesitas ser una chica para que te interese el amor. Es algo importante. Puede cambiar a una persona- me dice muy serio- Tengo esperanzas, Patrick, de que vas a encontrar a alguien que haga que eso cambie. Alguien que te ame y a quién tu puedas amar. Y entonces me entenderás. Yo fui un joven desesperanzado como tú un día, Patrick. Hasta que conocí a Melissa, mi actual esposa. Puedo garantizarte de primera mano, que el amor no es un concepto bochornoso o sin sentido. Es algo importante. No sé como explicarlo. Cuando lo sientas, lo sabrás. Y tengo la esperanza de que vas a saberlo. De verdad lo espero. Entonces, como todo lo que viviste y sufriste... te dejará de pesar. Porque te habrá llevado hacia esa persona. Y eso hará que todo esté bien. No lo creerás, Patrick. Pensarás que estoy loco. Pero llegará un día en que todo esto, estará bien. En que alguien hará que todo lo esté. Y entonces te girarás, y mirarás a esa persona a los ojos, y podrás murmurar: "En este preciso momento, soy tan pero tan feliz". ¿No es eso algo que vale la pena encontrar?

Me quedo pasmado, sin poder contestar nada. Mi expresión de seguridad se ha borrado de mi rostro de repente. No sé por qué pero sus palabras me afectan. Me afectan de verdad. Cada una de ellas es como un un puñal que se clava profundamente en mi corazón. Pero sé que eso es imposible. No tengo corazón. Se lo entregué a él, y cuando me fui me olvidé de pedirle que me lo devolviera. Así que ahora estoy así. Sin nada dentro. Vacío en el interior.

Como cualquier persona que haya vivido dieciséis años en él, conozco bastantes cosas del mundo. He visto más cosas de las que puedo explicar. Conozco más de lo que podría decirles. Pero les juro que, en ese momento, se me hace imposible pensar en absolutamente nada más que exista no sea en Chris. Como si él fuera lo único que conozco. Como si fuera lo único que existiera. Como si él fuera lo único.

Me agarro la cabeza con las manos desesperadamente, ignorando la expresión preocupada con que me mira el doctor.

-¡Sal de mi cabeza!- pienso con tanta fuerza que mi voz resuena en mi en mi cerebro como un eco.- Por favor, sal de mi cabeza. ¿Es que no te das cuenta del daño que me produce pensarte? ¿De que pensar en cuando estabas sólo me hace recordar que ya no estás? ¿De que verte en mi mente sólo me hace pensar en que no puedo verte de verdad? Ya te amo con todo mi ser, ya te extraño más de lo que es humanamente posible, ¿qué más quieres de mí?

Apreto los ojos con fuerzas, hasta que comienzo a sentir puntadas en la cabeza. Entonces, separo la cabeza de mis manos y le dirijo una profunda mirada a Smith, con los ojos cristalinos, y la mandíbula temblorosa.

-Toda esa ridiculez patética y cursi que acaba de decir- comienzo- es pura mierda. Lo lamento, pero jamás seré parte del feliz universo de porquería que usted cree real. Nadie caerá del cielo a arreglarme. Nadie puede. Ni siquiera usted. Soy inarreglable . Nada me hará olvidar todo el sufrimiento. Es imposible de borrar. Y nunca, pero nunca, voy a pronunciar esas estúpidas palabras cursis que considera la cura de la vida. El día que las pronuncie, será el día que el mundo se acabe. Así que sólo... pare.

Mis palabras no parecen sorprenderlo. No parecen provocarle nada, en realidad. Su expresión no cambia en lo más mínimo. Sólo abre la boca para decir algo, pero yo se lo impido.

-Me largo de aquí- declaro mientras me levanto de la silla- No hay nada que pueda hacer. No soy uno de sus juguetes rotos. Yo ya estoy destruído.

Él no hace el más mínimo intento de detenerme, aunque en realidad no le doy tiempo, porque antes de siquiera poder parpadear, yo ya estoy cruzando las puertas. Tengo un golpe de suerte, porque los dos guardias lo suficientemente estúpidos como para aceptar tomar justo el turno del almuerzo de un domingo, están demasiado ocupados intentando detener a un imbécil que se está paseando por los pasillos corriendo nerviosamente. Entre toda esta gentuza, uno hasta acaba por sentirse normal. Me largo del lugar antes de que mi buena suerte se termine. Sé que Smith hablará con mi madre, le dirá todo lo que ocurrió y estaré jodido de todas maneras, pero al menos me habré largado de la charla estúpida y dolorosa de Smith. Quizá estuviera intentando arreglarme, pero sólo estaba consiguiendo romperme más.

¿Por qué tiene el olvido que ser tan imposible? Me pregunto si de verdad existirá, o es que algún sádico inventó una palabra falsa para que nosotros, los destrozados, nos ilusionemos con un alivio que jamás podemos alcanzar. No creo que el verdadero amor pueda jamás olvidarse. Uno no olvida a una persona. Simplemente aprende a vivir sin ella. Por mucho que duela. Aunque no puedo quejarme. Desde el primer momento en que lo vi supe bien en lo que me estaba metiendo. Desde el primer momento que lo vi supe que, esos ojos, eran a prueba de olvido.

Suspiro y empiezo a caminar hacia casa por la vereda céntrica. Es el camino más largo, pero si tomo el habitual, tendría que pasar justo en frente de Café Riazor. Y no puedo pasar por allí.

-Tengo que intentar olvidarte, amor mío- murmuro- Sé bien que no puedo. Pero pretendamos que sí.

Continue Reading

You'll Also Like

23.5K 2.8K 21
Pablo y Esteban son amigos, no los mejores pero lo son. Hasta que sentimientos empiezan a surgir dentro de la complicidad de una broma, los secretos...
5.1K 732 130
Datos interesantes, psicólogos, perturbadores, entre otros... >>Datos que te harán ver la vida de una forma distinta. >>Si quieres saber...
16.1K 1.9K 27
Oliver va a comenzar la Navidad de la peor forma posible: sin trabajo y sin piso. Su única opción es ir al hostal navideño de su padre, 'El Muérdago'...
294K 44.6K 27
Leo tiene una alergia muy rara, demasiado rara: alergia a la piel humana. Pero, hay una persona a la cual su cuerpo reacciona diferente: Romeo.