Across Paris

By halfsoul

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Vivir en París tiene sus complejidades, sobre todo para Astrid, una novata fotógrafa, la cual dedica la mayor... More

Sinopsis
Prólogo
01. "Oportunidad"
02. "Mal día"
03. "Esperanza"
04. "Desesperación"
05. "Connor Hurst"
06. "Encuentro"
07. "Exposición"
08. "Decepción"
09. "Confesión"
10. "Pensamientos"
11. "Cena"
12. "Arrepentimiento"
13. "Amistad"
14. "Rechazo"
15. "Sentimientos"
16. "Declaración"
17. "Nuevo plan"
18. "¿Celos?"
19. "Ceremonia"
20. "Grosero"
21. "Inseguridad"
22. "Playa"
23. "Fotografías"
24. "Opciones"
25. "Confusión"
26. "Antiguo novio"
27. "Regreso"
28. "Pájaro"
29. "Oficial"
30. "Sorpresa"
31. "Desnudo"
32. "Antes"
33. "Descubrimiento"
34. "Entrometida"
35. "Pelea"
36. "Cumpleaños"
37. "Pinturas"
38. "Viaje"
39. "Nuevo pintor"
40. "Robert"
41. "Intrusa"
42. "Heridas"
44. "Para siempre"
Epílogo
Agradecimientos
00. "El principio de una historia"

43. "Carta escrita a mano"

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By halfsoul

43

                  

Los dedos de Astrid se aferraban al cartel con el nombre de Colin mientras observaba a su alrededor en busca de alguna cabellera que se asemejara a la de su amigo, pero por ahora no ninguna persona lograba llamar su atención. Faltaban tan solo una semana para la presentación final y los nervios la comían vivía, por lo que necesitaría toda la ayuda posible por parte de Colin. Se retorció al sentir unos dedos hundirse en sus costillas, golpeó con fuerza al hombre y luego rio al reconocer de quién se trataba en ese momento.

—¡Colin!

Los brazos de Astrid envolvieron el cuello de su mejor amigo mientras que este envolvía su cintura con sus manos. Se mantuvo en esa posición por al menos dos minutos, sintiendo la energía de Colin mezclarse con la suya y animándola. Necesitaba ese abrazo desde ayer, lo necesitaba con desesperación. Y más que nada, necesitaba sentir que alguien estaba para ella, alguien que la conociera de toda la vida y ahí estaba Colin ayudando con el equilibrio en su vida.

Las lágrimas le impidieron ver el rostro de Colin y parpadeó con rapidez para espantarlas. Se alegraba de tenerlo ahora a su lado más que nada en ese mundo, sentí que la tristeza y melancolía que abordaba en ella desaparecía en cuanto se encontraba. Sin duda alguna, Colin Bouvier era el mejor de los mejores amigos que pudo tener en su vida y estaba más que satisfecha con el resultado del pasar de los años.

—¡Estás hermosa!

—Oh, no mientas. Estoy echa mierda —dijo con una media sonrisa.

Colin observó sus manos y se asustó al encontrar unas vendas alrededor de sus nudillos. Las tomó entre sus manos y las analizó de más cerca, encontrando alguno que otro corto en el dorso de su mano y muñeca. Luego de la inspección decidió mirar hacia Astrid, la cual sólo respondía encogiéndose de hombros.

—¿Qué mierda?

—Las mujeres también tienen sus ataques de ira —confesó con las mejillas ruborizadas.

—¿Qué hiciste? —preguntó sin soltar sus manos.

—Eh... Golpeé la pared y luego quebré un espejo.

—Eres una chica mala, Astrid. No conocía ese lado tuyo —admitió con una sonrisa oculta entre sus labios.

—No lo conocías porque jamás me habían roto el corazón tan feo.

Colin abrazó a su amiga y besó su coronilla, asustado. Posterior a ello empezó a caminar fuera del aeropuerto de la mano de su amiga. Quería contarle tantas cosas y lo que más ansiaba de todas las cosas, su viaje a Londres junto con Rylie, pero ¿cómo lo haría después de todo lo que estaba pasando? Esa era la gran pregunta que se cruzaba por su cabeza. Sabía que luego del incidente de Hurst, debía contárselo él antes que cualquier persona, si no quería acabar con la confianza que tenían.

Se lamentaba por Connor, porque había perdido a una buena chica en su vida para mantener un secreto bajo llave. Atrajo el cuerpo de Astrid hacia su lado y besó su cabeza, esperando por algún taxi que los recogiera.

* * *

No era el primero, ni el segundo, tampoco el tercero, de hecho ya había perdido la cuenta de cuantos vasos de alcohol tenía en su organizo, entre el whisky y el ardiente sabor a tequila existían muchas combinaciones pero la más fuerte y dolorosa tenía un nombre, Astrid. La había hecho su novia y confidente en cinco meses y lo perdió todo en menos de tronido de dedos. La perdió y sentía que las estrellas ya no guiaban su camino a otro lado mas que a su perdición y en ahogo de sus penas en bebidas fuertes y sensaciones dolorosas. ¿Qué haría? No podía desmentir aquello porque era toda la verdad que nunca pudo salir de sus labios. Acabó con la confianza que tenían y con ella, por egoísta e inseguro. En cuanto se enteró que River circulaba por las calles de París no esperó otro segundo más para desaparecer de allí, incluso si debía requerir a medidas más drásticas en cuando a su novia, pero de igual manera se había enterado de la verdad, y lo peor de todo que no fue por su boca.

Bebió el tequila frente a sus ojos se un sorbo, extendiendo la cabeza hacia atrás para que el líquido bajara con rapidez. Le dolió y arañó, pero nunca tanto como el sufrimiento que experimentaba en ese momento. ¿Estaría hundido en alcohol por el resto de los meses? Lo más probable. ¿Lucharía por reconquistarla? Eso no lo tenía en mente en ese momento ni nunca. Lo único que quería era ir a su lado y suplicarle que lo perdonara, que lo volviera a amar de la manera que sólo ella sabía hacerlo. Que se enamorara nuevamente de él y olvidase el mal entendido, porque él la amaba más que nada en el mundo. Anhelaba con sus fuerzas que el mundo conspirara a su favor y no a su contra.

En ese momento una luz se cruzó por sus ojos, un brillo tan celestial como ver a Astrid frente suyo, su última oportunidad sería en la competencia final de Louvre. La tendría nuevamente frente suyo.

Con algunas copas en su cuerpo subió a la habitación, despidiéndose del barman con un movimiento de mano. Abrió la puerta luego de cinco agotadores minutos y lo que encontró fue una habitación al vacío, tal como el día de ayer. Encontró una hoja y un papel y no tardó en expresar con palabras sus sentimientos y emociones que experimentaba en medio de su borrachería. Se la entregaría, sin pensarlo dos veces, debía hacerlo.

Al finalizar, la guardó en el cajón que tenía la mesa de noche y encontró una carta con su nombre escrito en ella. Sintió horror y susto en ese momento y deseó hundirse en medio de un grito para salir de esa dimensión. Abrió con pereza la carta con las lágrimas mojando la cubierta. Extendió la carta escrita a mano frente a sus ojos y los sollozos no tardaron en aparecer.

Querido Connor:

Te agradezco de antemano por aparecer en mi vida y le agradezco a las estrellas por hacer de mis sueños realidad, pero todo principio tiene un fin, siempre. Y este fin se dio en cuanto su secreto se trasformó en un engaño.

Por algo ocurren las cosas, tal vez no estábamos predestinados a estar juntos sino a vivir separados. Si fuese así, ¿por qué te conocí? ¿Por qué me hiciste amarte si algo nos separaría?

Duele, tan profundo como un agujero creado por una pistola y arde igual que el fuego.

Pero de todo lo malo se obtiene algo positivo, y en este caso lo positivo en este experimento fue que te conocí y me amaste como nadie lo hizo en el mundo... O al menos yo lo creí así, por que como bien sabes uno no sabe lo que pasa por la mente de otra persona. Gracias por hacer mis sueños realidad, los sueños que para mí tenían una gran importancia y relevancia; ingresar a Louvre, quedar entre los tres, conocer a mi padre, crear aventuras y más que nada en el mundo por volver a hacerme creer en el amor, el verdadero amor.

Siempre tendrás un espacio en mi corazón y a pesar de que te siga amando lo nuestro no tendrá un futuro, porque luego de un engaño o mentira la relación no vuelva a ser como antes. Y a mí las mentiras me intoxican y las odio más que nada en este mundo, por lo que volver a confiar en alguien me toma otra vida.

Una vez más, de lo agradezco desde el fondo de mi corazón, gracias por aparecer en mi vida y abrir más mis ojos.

Con el amor más sincero y profundo.

Astrid Portinari.

¿Era el fin? Sí, lo era. La había perdido, pero como salía en esa carta existía un pedazo de amor en su corazón y lucharía por él sin importar nada.

* * *

—¿Tú eres Colin? Un gusto conocerte, tienes una gran pinta de actor, que quieres que diga —admitió el padre de Astrid, tomando la mano de Colin entre la suya para saludarlo.

—Lo sé —dijo Astrid.

—¿Has venido a ver a Astrid?

—Claro que sí, siempre juntos, sobre todo en episodios como este.

El padre de Astrid sonrió con entusiasmo, más agradecido que nunca.

—¿Por qué no hospedas acá? —le sugirió Robert.

—No quiero molestarle, señor Portinari, he conseguido un hotel en donde hospedar...

—Dime Robert. ¡Claro que te quedarás! Astrid necesita compañía en este momento.

Colin sonrió de lado y miró a su amiga en busca de respuestas, la cual solo sonrió implorando que se quedara.

—Tendré que cancelar la reserva...

—¡Ningún problema! Yo lo haré por ti, tan sólo dime dónde hospedarías y listo.

—Hotel Porta Faenza, algo así.

Robert golpeó el hombro de Colin y salió en dirección a su oficina artística. Le gritó desde el fondo que existía una cama disponible en la habitación de al lado en donde dormía Astrid. Llevaron su equipaje allí y Colin se acostó en la cama, admirando el techo que tenía dibujado algunas estrellas algo similar a los cuadros de Van Gogh. Le gustó la originalidad del padre de Astrid.

Astrid se desplomó a su lado y se quedó unos minutos observando como respiraba.

—Me iré a Londres con Rylie.

Los ojos de Astrid se ampliaron al igual que su sonrisa.

—¿Me jodes? ¡Dios eso es maravilloso!

—¿Lo crees?

—¡Claro que sí, bobo! ¿Conseguiste trabajo allá? —le preguntó emocionada Astrid.

—Sí, Rylie conocía a un tipo que necesitaba trabajadores y no me negué. Al fin y al cabo estaría con ella.

—Estoy tan feliz por ti, Colin. No tienes la menor idea.

Colin sonrió de lado y acarició el largo cabello de Astrid que llegaba un poco más arriba de su cintura.

—¿Tú estarás bien?

—Claro —mintió en medio de una sonrisa—, puedo salir de esto.

—Hablo enserio, Astrid.

Se encogió de hombros.

—Puedo conseguirme alguna beca en Londres o trabajo allá, para amplia mi inglés también —dijo entre risas.

—Me agradaría que te fueras a Londres, empezar de cero...

—Tengo que pensar si es que se me presentan oportunidades.

Colin se acomodó en la cama y animó a Astrid que hiciera lo mismo.

—Me has dicho que necesitas ayuda con tus fotografías, estoy aquí para ayudarte aunque no tenga el rostro de Olive o del ese tipo que hacías llamar novio.

Astrid le pareció gracioso por lo que rio.

—¿Qué esperamos? Te traeré todas las fotografías posibles que tengo.

Y así lo hizo, eran más de las doce de la noche cuando Colin y Astrid optaron por tres fotografías del gran montón que tenían, las cuales incluían algunas antiguas que adquirió en el centro de París y en su viaje con Connor. Le gustaron y sabía a la perfección cómo las expondría sin derramar lágrima alguna frente a los jueces. Lo ensayó junto con Colin esa noche, la primera vez y fue inevitable que las lágrimas le cayeran, pero luego de tres intentos más la tristeza se esfumó y se convirtió en sólo una cosa, valentía.

Lo se vería débil ante ningún hombre, menos Connor Hurst. Y estaba más que decidida que lo lograría porque era Astrid Portinari y cuando se proponía algo lo cumplía a pesar de tener algunas complicaciones al respecto.

Sus ojos comenzaron a cerrarse al igual que Colin, el cual abrazó a Astrid contra su pecho mientras esta se hundía en el penetrante olor a hombre, pero en lo único que podía pensar su cerebro era Connor y en todos los momentos que pasaron juntos ese tiempo. Le dolió el corazón y tocó inevitablemente sus nudillos, donde su rabia había sido descargada y la consecuencia eran esos profundos cortes que llegaban hasta el otro lado de su alma.

Sin un pensamiento más, cayó dormida en los brazos de Colin.

* * *

—¿Querías una reunión, querido Connor? —preguntó River, sentándose frente a él.

Connor sobó sus sienes y asintió lo mejor que pudo, todavía había un poco de alcohol en su sistema, pero esta vez era más consciente de lo que pensaba y decía.

—Sí, el divorcio está en proceso hace como seis meses y todavía no veo ningún jodido resultado, River.

Ella se rio y señaló su vientre con una sonrisa.

—¿Recuerdas que tenemos un hijo?

—No sé si ese crío es mío y mientras yo no vea las pruebas de ADN no lo será.

—¿Crees que soy cómo tú? ¿Qué llego y acoso a cualquier persona para engañarte?

—No seas una perra —dijo Connor, sin pelos en su lengua y con una mordaz y fría mirada que congelo el cuerpo de River.

—¿Disculpa?

—Sé que me engañaste.

—Connor, no te he engañado.

Connor se levantó de la mesa, provocando un estruendoso ruido.

—Mientras no tengas la prueba de ADN, olvida que ese hijo es mío. Y apresúrate con el divorcio —sentenció Connor, apartándose de la escena.

—No te será fácil librarte de mí, Hurst —prometió al aire.

Connor abandonó la cafetería en medio de fuertes mareos. Debía librarse de River cuando antes posible.

* * *

Penúltimo capitulo de Across Paris.

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