43. "Carta escrita a mano"

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Los dedos de Astrid se aferraban al cartel con el nombre de Colin mientras observaba a su alrededor en busca de alguna cabellera que se asemejara a la de su amigo, pero por ahora no ninguna persona lograba llamar su atención. Faltaban tan solo una semana para la presentación final y los nervios la comían vivía, por lo que necesitaría toda la ayuda posible por parte de Colin. Se retorció al sentir unos dedos hundirse en sus costillas, golpeó con fuerza al hombre y luego rio al reconocer de quién se trataba en ese momento.

—¡Colin!

Los brazos de Astrid envolvieron el cuello de su mejor amigo mientras que este envolvía su cintura con sus manos. Se mantuvo en esa posición por al menos dos minutos, sintiendo la energía de Colin mezclarse con la suya y animándola. Necesitaba ese abrazo desde ayer, lo necesitaba con desesperación. Y más que nada, necesitaba sentir que alguien estaba para ella, alguien que la conociera de toda la vida y ahí estaba Colin ayudando con el equilibrio en su vida.

Las lágrimas le impidieron ver el rostro de Colin y parpadeó con rapidez para espantarlas. Se alegraba de tenerlo ahora a su lado más que nada en ese mundo, sentí que la tristeza y melancolía que abordaba en ella desaparecía en cuanto se encontraba. Sin duda alguna, Colin Bouvier era el mejor de los mejores amigos que pudo tener en su vida y estaba más que satisfecha con el resultado del pasar de los años.

—¡Estás hermosa!

—Oh, no mientas. Estoy echa mierda —dijo con una media sonrisa.

Colin observó sus manos y se asustó al encontrar unas vendas alrededor de sus nudillos. Las tomó entre sus manos y las analizó de más cerca, encontrando alguno que otro corto en el dorso de su mano y muñeca. Luego de la inspección decidió mirar hacia Astrid, la cual sólo respondía encogiéndose de hombros.

—¿Qué mierda?

—Las mujeres también tienen sus ataques de ira —confesó con las mejillas ruborizadas.

—¿Qué hiciste? —preguntó sin soltar sus manos.

—Eh... Golpeé la pared y luego quebré un espejo.

—Eres una chica mala, Astrid. No conocía ese lado tuyo —admitió con una sonrisa oculta entre sus labios.

—No lo conocías porque jamás me habían roto el corazón tan feo.

Colin abrazó a su amiga y besó su coronilla, asustado. Posterior a ello empezó a caminar fuera del aeropuerto de la mano de su amiga. Quería contarle tantas cosas y lo que más ansiaba de todas las cosas, su viaje a Londres junto con Rylie, pero ¿cómo lo haría después de todo lo que estaba pasando? Esa era la gran pregunta que se cruzaba por su cabeza. Sabía que luego del incidente de Hurst, debía contárselo él antes que cualquier persona, si no quería acabar con la confianza que tenían.

Se lamentaba por Connor, porque había perdido a una buena chica en su vida para mantener un secreto bajo llave. Atrajo el cuerpo de Astrid hacia su lado y besó su cabeza, esperando por algún taxi que los recogiera.

* * *

No era el primero, ni el segundo, tampoco el tercero, de hecho ya había perdido la cuenta de cuantos vasos de alcohol tenía en su organizo, entre el whisky y el ardiente sabor a tequila existían muchas combinaciones pero la más fuerte y dolorosa tenía un nombre, Astrid. La había hecho su novia y confidente en cinco meses y lo perdió todo en menos de tronido de dedos. La perdió y sentía que las estrellas ya no guiaban su camino a otro lado mas que a su perdición y en ahogo de sus penas en bebidas fuertes y sensaciones dolorosas. ¿Qué haría? No podía desmentir aquello porque era toda la verdad que nunca pudo salir de sus labios. Acabó con la confianza que tenían y con ella, por egoísta e inseguro. En cuanto se enteró que River circulaba por las calles de París no esperó otro segundo más para desaparecer de allí, incluso si debía requerir a medidas más drásticas en cuando a su novia, pero de igual manera se había enterado de la verdad, y lo peor de todo que no fue por su boca.

Across ParisWhere stories live. Discover now