09. "Confesión"

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Olive y Astrid se miraron mutuamente, ahogando una exclamación. Estaban más que sonrojadas, sobre todo Astrid, la cual era cómplice de la mirada que estaba entregándole el señor Hurst. Se cohibió rápidamente y bajó su mirada sin poder soportar aquellos profundos ojos verdosos que estaban dirigidos a Astrid. Relamió sus labios nerviosa y comenzó a mirar a cualquier lado, evitándolo.

—Enseguida le traigo la cuenta, señor Hurst —suspiró, mientras daba media vuelta siendo detenida por Olive, la cual se interpuso en su camino.

—Astrid, quédate acá y habla con Connor... El señor Hurst. Yo iré por la cuenta—dijo elevando sus manos en un ademán para que Astrid se quedase ahí.

Astrid negó, sintiendo como su corazón cada vez se aceleraba aún más.

—Olive, no quiero hablarle. Sabes que odio que me dejen plantada, y es demasiada la vergüenza para hablar con él en este momento—confesó en un susurro.

Olive negó y la empujó hasta donde estaba Connor Hurst.

Sintió como sus mejillas adoptaban nuevamente aquel color carmesí mientras se acomodaba frente a él. Connor se limitó a sonreírle torcidamente en cuanto giraba la cuchara en su taza de café vacía. Astrid aclaró su garganta, captando la atención de Connor. Mordió el interior de su mejilla, nerviosa.

—Astrid...—musitó clavando sus penetrantes ojos sobre los de ellas. Sintió como su corazón bombeaba rápidamente al escuchar su nombre en los finos y rosas labios de Connor.

Suspiró, recuperando la cordura.
— Señor Hurst, por un lado lamento lo que escuchó hace un momento, con Olive solemos lanzar bromas...

—Que peculiares bromas —le sonrió, posterior le entregó una sonrisa de oreja a oreja haciendo que sus líneas de expresión se marcaran en su rostro.

—Por otro —continuó Astrid, moviendo inquietamente sus dedos sobre la mesa—, lo siento,  pero me molesta desperdiciar mi tiempo en alguien que de verdad no le interesa...

—No tenía su número, señorita Portinari...

—Pero si sabía donde trabaja, al parecer —atacó la interrupción que había dicho Connor.

El hombre dio un leve brinco y se acomodó en su silla, mirando su reloj y volviendo su vista nuevamente a la de Astrid. Sintió como su estómago se estrangulaba con solo ver a la dulce fotógrafa, Astrid Portinari defendiéndose de lo ocurrido la noche anterior. Doblo una pierna sobre la otra y la observó con interés. Era admirable ver la valentía que poseía a pesar del dije de timidez emanando por toda su aura, sobre todo si se considera la corta conversación que establecieron ambas amigas hacía ya unos minutos. Observaba con detenimiento cada acción proveniente de Astrid, pero más que nada admiraba como el rojo seguía intacto en sus mejillas. Se rió para sus adentros.

—Discúlpeme, señorita Portinari...

—Solo Astrid, señor Hurst —respondió, resoplando e interrumpiéndolo. Claramente no estaba dando la mejor imagen frente al señor Hurst, sin embargo la furia que irradiaba era palpitante en el aire..

—Solo Connor, Astrid —dijo sonriendo.

¿Acaso es posible que este hombre derrita a una mujer con tan solo una sonrisa? pensó.

Comenzó a mover rápidamente su pie, golpeando el suelo. Mordió nuevamente el interior de su mejilla. Con sus largos y finos dedos comenzó a tocar la flor artificial que estaba en la mesa, distrayéndose. No tenía ni la mínima idea de porqué simplemente no se levantaba de su puesto y dejaba a Connor Hurst.

Across ParisWhere stories live. Discover now