2. Cómo convencerlo de enamor...

Oleh LucilaMartinez

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¿Cuánto arriesgarías para ser capaz de convencer a alguien de que eres su amor? Lebih Banyak

Sinopsis
Capítulo Dos
Capítulo Tres
Capítulo Cuatro
Capítulo Cinco
Capítulo Seis
Capítulo Siete
Capítulo Ocho - ¡Final!
Agradecimientos ♥
Reedición

Capítulo Uno

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Oleh LucilaMartinez

Lunes

 

Creo que no es necesario presentarme, porque mi amiga Mariana ya lo hizo.


Sí, soy yo.


Amanda. Amanda Harrison.


Mariana Rodríguez nunca dijo mi nombre completo, así que no le veo un justificativo perfecto el que lo complete yo. Espero que se conformen con mi primer nombre y mi apellido.


Lo voy a hacer rápido. En estos momentos estoy llegando tarde a la clase de canto con el Sr. Lopalkis y eso no va a ser de su agrado, ya que soy su soprano más importante, y no lo digo por presumir. Bueno, más importante en estos momentos porque estamos cerca del Baile de Primavera para los que se gradúan.


Gracias a Dios que todavía no me toca a mí.


Abrí la puerta del auditorio y el Sr. Lopalkis me miró ceñudo mientras le tomaba el timbre de voz a un chico de espaldas a mí. Le hizo una seña al muchacho para que se detuviera, cuando levantó del piano en el que tocaba. El muchacho se... ¡Oh, por la Santa Madre del Niño Jesús! Era Erick. Ese Erick.


—Amanda —dijo con un deje de tristeza el profesor.


—Disculpe mi tardanza, Sr. Lopalkis. Es que... —saqué mis ojos de Erick, para mirar a Lopalkis. El profesor me detuvo con una mano en alto.


—Deja de hablar Amanda, te perdono por esta vez —no sé por qué sentí una extraña sensación de encontrarme en alguna película de la saga El Señor de los Anillos—. Ven aquí, de todas formas, no ha empezado la clase todavía. Estaba tomándole la nota a Erick.


Una pregunta se formuló en mí cabeza. ¿Qué hacía Erick allí? No sabía que le gustara cantar o siquiera hacer música. Me acerqué a las sillas plegables que tenía el teatro, junto con mis compañeros, a esperar que terminara de tomarle el timbre de voz a Erick.


Y resultó ser un hermoso tenor uno.


Lo que más nos faltaba.


—Bueno, que empiece la clase. Comenzaremos con los ejercicios de relajación —comentó furtivo.


El Sr. Lopalkis se paró del piano y se mantuvo erguido. Giró su cabeza de izquierda a derecha, en un tiempo de cinco segundos. Y todos imitamos su movimiento. Luego, comenzó a mover en círculos los hombros, para atrás y para adelante. Nuevamente, imitamos su movimiento. Y por último, exhalamos subiendo los hombros manteniendo el aire en un tiempo de más de veinte segundos.


Luego de que termináramos, el profesor hizo la señal para que rodeáramos el piano, así hacíamos la acostumbrada escala de notas.


—Quiero a las sopranos de un lado y a las contralto del otro. Tenores, barítonos y bajos, a mi derecha, por favor —siempre odié, odio y adiaré su forma tan amable de tratarnos. No me agradaba para nada. Parecía un inglés de pura sangre. Refinado, regio y bueno para nada.


Nos separamos a cada lado y mi mirada viajó a mi derecha. A unos dos metros de distancia estaba Erick, con su hermosa cabellera castaña clara, algunos cabellos parados por el gel y esa mirada bonita e inocente –bueno, no tanto– que era la que me había hecho perder la razón por él. Ya sé qué dirán. Pero no lo conoces, no sabes nada con respecto a él. Puede que tengan razón, pero sé diferenciar entre la maldad y la bondad.


Entonces... ¿qué es lo que tiene él? Simple. Confusión.


La típica confusión que poseemos todos en la adolescencia.


Suspiré y aparté la mirada de él, casi a la fuerza, y me concentré en entonar correctamente.


Antes de irnos el Sr. Lopalkis nos detuvo, mientras un silencio sepulcral habitaba en el lugar.


—Como sabrán —comenzó—, el domingo al anochecer será el Baile de Primavera. —El grupo entero, incluyéndome, asintió—. La directora Selene, y el comité estudiantil, han recurrido a mí para que elija a mis mejores cantantes para hacer un mini concierto. Este año el comité no tiene ánimos de gastar presupuesto para una banda de música, así que  por esa misma razón quieren a mis mejores alumnos para cantar el domingo a la noche.


Mi corazón se paró.


—¿Está queriéndonos decir qué va a elegir a algunos de nosotros para cantar? —cuestioné. El profesor asintió hacía mí.


—Con ayuda del mismo comité, por supuesto —sonreí—. Mañana creo que tendré a algunos.


Luego de otros diez minutos de charla, salimos para nuestras clases particulares. Me reí por dentro al pensar qué tal vez podría ser una de las elegidas... y eso me sofocó. Me acaloró. Me... estoy meando. Mierda. Hice una nota mental sobre no juntarme demasiado con Mariana, ya que me pegaba su vocabulario argentino.


Caminé por el pasillo con aire de alegría, pero la alegría se acaba cuando una nube negra tapa el sol.


Y mí nube negra se llama Marie.


—Hola, Amanda —saludó con suficiencia.


—Hola, Marie —contesté con tonó amargo.


Noté cómo miró a ambos lados del pasillo, mientras me paraba frente a mi casillero. Puse mi combinación sin que la viera y cambié mis libros de trigonometría y cálculo por los de español y literatura inglesa. Y saqué, también, mi almuerzo. Cerré de un portazo la pequeña puerta y me volteé para ver que todavía Marie no se había ido.


—¿Qué quieres? —espeté.


—Mmm... —posó su perfecta mano, sobre su mentón perfecto—. Me he enterado de que cantarán algunos de los chicos de Lopalkis para el domingo en la noche —yo asentí, sin comprender a dónde iba con todo eso—. Y me gustaría que tú seas uno de ellos —abrí mis ojos como platos.


Negando con la cabeza, la miré atentamente.


—No —contesté cortante—. Los van a elegir el comité y el Sr. Lopalkis. El que sale, sale. Además, ¿qué quieres saber?


—Nada. Solo lo decía, por si quieres ganar. Este año entré al comité estudiantil y... no lo sé, podría ayudarte a ganar —una vocecita me estaba tentando, en mi cabeza pero me negué. La razón siempre gana.


—No, te lo agradezco. Sin embargo, no estoy interesada —la rodeé y me fui por el pasillo.


Noté una voz masculina detrás de mí y me volteé al instante. Erick estaba hablando con Marie y parecía muy concentrado. Sus facciones mostraban seriedad, enojo, ira, preocupación. Tragué saliva cuando él me miró. ¡A mí! Sentí como mis mejillas se iban calentando, cuando él siguió hablando sin cortar con mi mirada.


Luego, me sonrió.


Y creo que me desmayé despierta.

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Kamu Akan Menyukai Ini

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estos comics no son míos créditos Asus respectivos creadores ☆☆☆☆☆☆☆☆
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