Capítulo Cinco

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Viernes


Toqué furiosamente el timbre de la casa de Erick.


A los minutos me abrió su hermana. Jessica. Lo que me faltaba, pensé.


—¿Qué deseas? —dijo con desdén, y moviendo sus caderas al ritmo gatúbela-tuvo-Parkinson.


—Tu hermano me invitó. Tenemos que práct... —me interrumpió. Maldita zorra.


—¿Mi hermanos? ¿A ti? —apreté la mandíbula, para no mandarla a la que la parió.


— Si, tu hermano menor me invitó a mí. ¿Algún problema con eso? —parpadeó varias veces, tratando de asimilar si lo que dije iba hacia ella o a la puerta de madera.


—Ya lo llamo —y se fue.


Moví el cuello, de derecha a izquierda, haciendo que crujieran todos mis huesos. Luego siguieron mi dedos y después mi espalda. Parecía que me estuviera preparando para la guerra. Bueno, metafóricamente, lo estaba haciendo. Escuché las fuertes pisadas de Erick cruzando el living. Mantente recta y formal, nada extraoficial, me dije a mí misma, mientras divisaba su cuerpo.


—Hola —saludó con una sonrisa.


—Hola —bueno, no sé si me estaba ahogando entre un montón de saliva o era un gruñido de perro. Él me frunció el ceño. Erick... ¡Maldito seas! ¡No me hagas ese jodido ceño!


—Mmm... Entra, por favor —se movió hacia un costado y me dejó pasar.


Cerré los ojos por un momento. Sabía a la perfección que me estaba dirigiendo de lleno a la boca del lobo, pero no importaba. Ahora lo único que me tenía que importar era mantenerme a raya el tiempo suficiente, hasta que me fuera. Entré con paso decidido y me senté en un sillón largo, mientras dejaba mi mochila en el suelo, al lado de mis pies.


—¿Con qué quieres que empecemos? —preguntó.


—Con lo que tú quieras —contesté con desgano.


Parpadeó y me miró con intensidad. Carajo.


—¿Te sucede algo? Porque si quieres podemos posponerlo... —le corté, así de sopetón.


—No me sucede nada. Sólo hagamos esto y ya está. —Si tuviera un cuchillo, cortaría el aire de la tensión que había entre nosotros dos.


La tiesura era obvia. Él se encogió de hombros y se dirigió al piano de cola, para tocar acordes así calentábamos la voz. Cantamos las frases musicales y comenzamos con el trabajo. Le indiqué que se relajara y que abriera demasiado la boca, cuando se trataba de una nota que no llegara a alcanzar. Él sólo asentía, callado. Esa pequeña chispa que me había dado hacía dos días había desaparecido, por mí culpa.


Me dije a mí misma que no podía recriminarle nada, porque él no era nada mío. No somos amigos, no somos amigovios, no somos novios, no somos amantes, no somos marido y mujer. No somos nada. Sólo compañeros de clases. Nada más. No podía existir nada entre nosotros. Y tardé cinco años en darme cuenta y tan sólo con un simple beso. De los tantos que vi, un simple beso, después de esa rara conexión que teníamos, bastó para que mi burbujita de sueños-con-Erick explotara y yo cayera de bruces al suelo.


You, me, them, everybody, everybody. —Cantó, fingiendo una sonrisa y un público frente a nosotros.


Everybody needs somebody. Everybody needs somebody to love, someone to love —y yo también fingí una sonrisa.


Someone to love —dijo a modo de coro.


Y seguí con el estribillo, mientras él, en algunas partes, hacía de coro. Luego practicamos Mercy por cómo nos salía. Estuvimos una hora, analizando los compuestos de la canción al tanto en que tratábamos de imitar la nota de Marcus. Me pasé las manos por el rostro, mientras se me cruzaba por la cabeza que teníamos todavía que elegir otra canción más.


—Estuve pensando. —Comentó de repente, cuando nos tomamos un reláx—. En la canción que tenemos que hacer de más —este tipo, para mí, leía mentes—. ¿Qué te parece Crazy in love de Béyonce con Jay—Z? —me encogí de hombros.


—No lo sé —contesté—. Tendría que escucharla, mirar la letra. Las tonalidades y demás —dije. Él asintió, entendiendo.


Y otra vez, estábamos sumergidos en un silencio aterrador.


—Tú... —comenzó, pero su globo se desinfló.


—¿Yo qué? —pregunté, interesada de repente.


—Am... ¿Tú te enojaste por lo de ayer? —me hice la desentendida.


—¿Qué ayer? ¿Cuándo te vi con Marie? —Él asintió y yo reí con falsedad—. ¡Por Dios, Erick! Somos casi adultos, no estoy siempre pendiente de lo que sucede a mí alrededor. Además... tú no eres nada mío y yo no soy nada tuyo. Y creo que es mejor que estemos así —concluí en voz baja.


—¿Por qué? —¿Por qué no somos compatibles?, me dio ganas de decirle.


—Piensa que tú perteneces a la élite estudiantil. Y que yo soy de la clase media estudiantil. Nada más. Eres de la nobleza y los nobles no pueden estar con los campesinos —miré hacia otro lado. ¿Cómo terminamos hablando sobre una posible relación entre nosotros?— Me tengo que ir —me levanté del asiento del piano, dirigiéndome hacia mis cosas.


Cuando colgué mi mochila en mi hombro, Erick seguía parado en el mismo lugar. Al lado del piano de cola, con la vista en el suelo. Parecía estar debatiéndose entre algo que no podía descifrar. Me acerqué cautelosamente, olvidando con brevedad mi seriedad y le toqué el hombro.


—Hasta mañana, Erick —le dije, mirándolo a los ojos.


—Hasta mañana... —abrí la puerta de entrada y cuando estaba por cerrarla, escuché algo que sería imposible que saliera de la boca de Erick—: Ami.

2. Cómo convencerlo de enamorarse en 7 días - Trilogía 7 días.Where stories live. Discover now