La locura de Julieta

Por Lisa-Polanco

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"-No te preocupes Julieta, todo después de un tiempo deja de doler o simplemente deja de importar. -O termin... Más

Sinopsis
Prólogo
Nota de la tía Lisa
Un corazón roto
1. Sálvame
2. Muriendo.
3. Rencor
4. Trato hecho
5. Jugando con fuego
6. Visitas inesperadas
7. El león y la oveja
8. Mente atormentada
9. Pequeña esperanza
10. Uniendo el rompecabezas
11. El héroe de Lucy
12. Sueña, Julieta
13. Devuelta a su amor
14. Fiel al corazón
15. Reuniones y amenazas
16. Del odio al amor, hay una botella de ron
18. El Duque
19. Demasiados secretos
20. ¿Dónde está Alex?
21. Desgracia en la casa Henderson
22. Pedazos de un Corazón
23. Quien traiciona a quien.
24. Verdades sabor a vino
25. La verdad sale a la luz
26. La trampa de Julieta
27. Dulce Refugio
28. Cuenta regresiva
29. Declaración de guerra
30. Fotografía
31. Olas, vino, besos
32. Cayendo por Ryan
33. El próximo
34. Perla Negra

17. Vuelve a ser mía Julieta

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Por Lisa-Polanco

Hola mis amores! *o*

Ya pueden bajar las armas y dejar de buscarme, aparecí. Antes de que empiecen a leer, quiero desearles un feliz año nuevo, que Dios los llene de cosas buenas y que sigan disfrutando de la novela. Los ama Tía Lisa. 


Sam

Miré por la ventana cuando el auto se puso en marcha, sintiendo un gran alivio. Ryan corría detrás de nosotros, hasta que se rindió y lo vi patear un contenedor de basura. Me enderecé en el asiento y acomodé a Braden sobre mí, que aun permanecía inconsciente.

―¿Podía prestarme su chaqueta?

Mi padre me miró por el espejo retrovisor desde el asiento del copiloto, se quitó su chaqueta y me la extendió. Cubrí las piernas de Braden y le retiré el cabello de la cara.

―¿Cuánto tardará en despertar? ―pregunté con preocupación.

―Algunos minutos más―contestó mi padre―. Le dirás que estaba ebria y se desmayó.

―Pero no lo estaba.

―Ella no refutará tu palabra.

Abrí la ventana y arrojé el pañuelo intoxicado. Respiré hondo, con pesar, no me hacía feliz nada de esto pero debía salvarla. No permitiría que Ryan le hiciera daño o me la arrebatara. Me separé de ella una vez, y no volvería a pasar nunca. Éramos el uno para el otro y lucharía contra el destino para quedarme a su lado.

Nos estacionamos frente a un pequeño hotel, el guardaespaldas de mi padre fue el primero en bajar, luego abrió mi puerta e intentó tomar a Braden.

―No la toques―le dije.

Mi padre soltó una risa seca, y le ordenó al guardaespaldas que sacara el equipaje del baúl. Me las ingenié para sacar a Braden con delicadeza. No era un hotel de lujo, el personal parecía despreocupado o bien no le interesaba lo que sus clientes hacían.

Subimos por el ascensor hasta la habitación que mi padre había reservado.

La dejé en la cama y la cubrí con las sábanas azul pálido, respiraba normal y se veía pacífica al dormir. Mi padre también la miraba, pero con indiferencia, como si se tratara de un animalito callejero.

―Es tu oportunidad, Samuel―dijo―, no lo arruines.

―Creo que esto es demasiado―rehuí su mirada―, y si mejor la llevamos a su casa, estoy seguro que tendré la oportunidad de hablar con ella después.

Mi padre fijó sus ojos analíticos en mí.

―Has hecho cosas peores.

―¿Nunca dejará de recordármelo? ―tragué el nudo que se formaba en mi garganta.

―Pregúntale a Zoe o a Christopher si lo van a olvidar―tomó su chaqueta del lado de Braden y la colocó en su antebrazo―, pero no puedes preguntarle a mi hijo, porque está muerto.

Las manos me sudaban, mis piernas eran incapaces de mantenerse estáticas por el nerviosismo.

―Aún así sigues siendo mi hijo, y tengo la esperanza de que empieces a hacer lo correcto para todos―le dio una última mirada a Braden―. Es igual a su madre, y ya sabemos que Mónica no terminó bien, no sé por qué quieres dar todo por ella―me miró―No cometas ninguna necedad.

Desde que se fue, no tuve un solo segundo en paz. Deambulaba por la habitación con imágenes agrias cruzando por mi mente. Mi padre había sembrado el pánico y la desesperación, me había acorralado con el sentimiento de culpabilidad.

A veces él no era conciente del daño que me hacía, su instinto de poner orden a su alrededor le cegaba y cualquiera pensaría que no tenía sentimientos. Pero la verdad Gerald Henderson era un hombre que seguía la razón y no las pasiones, porque el decía que a veces los sentimientos no llevaban al camino correcto.

Durante el viaje de regreso de París, le pregunté si se casó con mamá por que la amaba, con sinceridad me contestó que ella solo le convenía.

Me preguntaba si por eso quería a Zoe y a Chris juntos, porque le convenía a ambas familias. La de Zoe era adinerada, su apellido era respetado en cualquier parte del continente. Ella era hija única, como la princesa del reino de los McDaniels.

Braden dejó escapar un quejido y enseguida me moví cerca de la cama. Me senté con precaución y estiré la mano hasta tocar su hermoso rostro.

Teniéndola a escasa distancia, recordaba lo que amaba de ella. Amaba su forma de pensar, su forma de caminar, su forma de reír, su forma de mirarme, su forma de besarme. La amaba en todas sus formas y colores.

Estaba impaciente por ver sus ojos verdes sobre mí, tan vivos y brillantes como solo ella los podía tener.

―Mierda―susurró mucho antes de abrir los ojos. No pude evitar reír.

―Como toda una princesa―moví las puntas de mis dedos por sus mejillas, acariciando su piel.

Abrió los ojos casi espantada. Miró todo a su alrededor hasta que sus ojos dieron con los míos. Estaban llenos de incertidumbre y temor. Traté de sonreír para tranquilizarla, como solía hacer siempre, pero eso no funcionó. Braden humedeció sus labios.

―¿Dónde estamos?

―Es un hotel... ―titubeé―donde me estoy quedando.

―¿Por qué me has traído? ―su voz sonaba frágil.

Dudé un momento sobre la mentira que le diría. Iba a arrepentirme pero era necesario.

―Creo que por el alcohol te has desmayado.

Frunció el ceño, disgustada. Deslizó sus manos por el cabello y ahí permaneció cabizbaja.

―¿Por qué regresaste?

―Francia no es lo mío―dije de inmediato. Eso era cierto.

Me miró con las cejas enarcadas.

―¿Dejaste la beca?

―Eso... eso no es lo importante ahora―estiré mi mano por la cama, pero la de ella no se unió a la mía.

―Recuerdas que no somos nada, ¿verdad? ―apartó su mirada.

Una sonrisa triste apareció en mi rostro. ―Cómo olvidarlo. Me dejaste abandonado en un aeropuerto al otro lado del mundo y después terminas conmigo por teléfono.

Braden arregló su vestido e hizo lo posible por bajarse de la cama con cuidado, del lado contrario a mí. Se quedó de pie, erguida, no parecía la Braden rota, más bien la insensible que conocí. Pero miraba sus ojos y allí la veía luchando con las dudas.

―No quiero que te hagas ilusiones―dijo―, sigo con la misma idea.

Me puse de pie y rodeé la cama hasta estar de frente a ella. Tomé el riesgo de sujetarla de los brazos y acercarla a mí, se negaba a mirarme a los ojos.

―No hay un solo día en que no me duela tu ausencia. No hay una sola de mis noches que no sea amarga desde que no te tengo―dije―. Llegué a odiarte por no conocer ni la mitad de lo que siento por ti...

―No digas más―dijo con brusquedad―. ¿Cómo querías que solo pensara en un nosotros cuando mi hermano estaba agonizando? ¿Cómo querías que fuera feliz contigo cuando todo mi mundo acababa de derrumbarse?

Respiré hondo, sus palabras me golpearon.

―¿Por qué no solo me permitiste quedarme a tu lado?¿Era tan inútil mi amor por ti? ―contrarresté―Al menos no hubieras estado sola.

―No estuve sola―dijo de inmediato―, y no lo estoy ahora.

―Debí saberlo―dije con amargura―Es Ryan...

―Ryan, Zack, Margaret...

―Ya, entendí que no me has necesitado―dejé caer mis brazos.

―No quise decir eso―protestó―, el amor que siento hacia ellos no es el mismo que siento hacia ti.

―¿Que sientes? ―clavé la mirada al suelo―¿En tiempo presente?

―Los sentimientos no mueren en un solo día. Te amo, nunca he dejado de hacerlo, pero no significa que quiera estar contigo.

―Esto me recuerda cuando nos conocimos y decías que no ibas a quererme nunca. Y después de tanto luchar, logré que me amaras un poquito―sonreí con nostalgia―. Soy capaz de bajar el cielo si tú lo quieres.

―Necesito irme―miró en todas direcciones hasta encontrar sus zapatos.

―Aún no te vayas―le supliqué―, necesitamos hablar.

―No ahora Sam―negó vehemente―, siento causarte problemas.

Caminó hacia la puerta sin importarle mis suplicas. Dudé un momento antes de ir tras ella, el ascensor ya se cerraba y lo último que vi fueron sus ojos brillantes por las lágrimas contenidas.

Corrí por el lado contrario hacia la escalera y bajé cada escalón tan rápido como mis piernas lo permitían. No lo hacía por las órdenes de papá, lo hacía por mí, por ella... por nosotros. Llegué al tiempo que las puertas del ascensor se abrían.

―Solo una cita―dije jadeante―, creo que lo merezco.

―¿Por qué alargar las cosas? ―preguntó caminando hacia la salida.

―Huye―caminé tras ella―, es lo mejor que sabes hacer. Enfrenta tus problemas, en vez de actuar como si no te importara nada.

Ni siquiera me miraba, Braden seguía caminando, alejándose de mí. La luz de un auto se aproximaba, ella se detuvo y levantó una mano para detener al taxista. El frío silencio se colocó en medio de los dos, apagando la pequeña llama que quedaba de nuestro amor.

―Es lo mejor para ambos―dijo antes de abrir la puerta y marcharse de mi vida.

Otra vez.

Julieta

―Deténgase, por favor―le dije al taxista. Puse la mano en la puerta.

El señor me miró por el espejo retrovisor. Mis ojos estaban nublados, las lágrimas cristalizadas en una lucha constante por deslizarse por mi rostro.

―Solo hemos cruzado una calle, ¿Está segura que llegó a su destino? ―él estaba confundido.

―Sí.

―Yo la llevaré donde desea―dijo como si me consolara―,no importa el dinero.

Sonreí ante la idea absurda de que él leía mis pensamientos. Pensé un instante hacia donde ir, hasta que finalmente le di la dirección de Zack. Por el momento no quería ver a Ryan. Lo conocía tan bien como para imaginar sus ojos aleonados clavados en mí, y tampoco estaba lista para la indiferencia que utilizaba como pared entre nosotros cuando pasaban situaciones como estas.

El taxista se detuvo frente al departamento de Zack, le di las gracias y abrí la puerta.

―Chica―me llamó el taxista. Me giré para ver su rostro―. Está usted muy joven para andar sufriendo. Si esa persona le da más sufrimiento que sonrisas, tiene que saber que es hora de alejarse.

Asentí.

―Disculpe mi intromisión―buscaba algo en la guantera del auto. Me extendió un caramelo y lo tomé.

―Pase una bonita noche―le dije.

―Y usted una bonita vida―se despidió.

Entré al edificio, le di mi nombre al seguridad y mientras él le solicitaba permiso al "señor Cleveland" para dejarme pasar, yo repasaba cada palabra que Sam y yo intercambiamos.

Me dirigí al piso de Zack cuando el seguridad me lo permitió. Mientras iba en el ascensor destapé el caramelo que me obsequió el taxista, empezaba a sentir el estómago vacío. Al abrirse las puertas, el rostro preocupado de Zack fue lo primero que vi.

―¿Pasó algo? ―preguntó. Se acercó a mí y tomó mi rostro entre sus manos, examinándome con cuidado.

―Estoy bien.

―¿Y esos ojos rojos? ¿Estabas llorando? ―me soltó y frunció el ceño―, mataré a Ryan.

―Él no me hizo nada, mejor entremos.

Sin creerme ni un poco, caminamos a su departamento. En la sala estaba Lucy sentada, con una copa en la mano y un pijama de Bob Esponja. Llevaba el pelo mojado y lacio hacia atrás.

―Se aproxima un gran felino―dijo apuntando a mi vestido―, es broma, estás divina.

―Hoy Lucy está con la personalidad que siempre conociste―me dijo Zack bajito.

―Voy a quitarme estos zapatos―me senté en el sofá frente a Lucy y me los quité.

Estaba entrometiéndome en el departamento de Zack, así que iba a mantenerme sin ser una molestia para Lucy, aunque siguiera sin gustarme la idea de que estuviera con mi mejor amigo.

―¿Qué pasó Braden? ―volvió a cuestionarme Zack.

―Sam regresó.

Los ojos de ambos se ampliaron con sorpresa, Lucy y Zack se miraron como si se comunicaran con sus ojos.

―¿Qué demonios hace Sam aquí? ―preguntó Zack, más para sí mismo.

―Ni siquiera tú sabías...―empecé a decir.

―Braden, desde que Sam se fue solo tuve noticias suyas dos veces―dijo Zack casi con amargura―, una porque yo llené su bandeja de mensajes y la otra porque se enteró que vivías con Ryan.

―Nunca me agradó el cuatro ojos―Lucy le dio un sorbo a su copa.

―Tú le rompiste el corazón, no yo―Zack me miró―, no debí decir eso, lo siento.

―¿Puedo pasar la noche aquí?

―Estupendo―chilló Lucy―, los tres estaremos como antes.

―Claro que sí Lu―le dijo Zack―¿Tienes hambre pelirroja?

―Amo cuando me lees la mente―le contesté.

Zack entró a la cocina, sabía que era una excusa para disimular su enojo con Sam. No era para menos, Zack se encariñaba demasiado con las personas y esperaba que al menos le devolvieran la mitad de lo que daba. Sam en poco tiempo se volvió una pieza de Zack, a veces hasta sentía celos de que ambos pasaran tanto tiempo juntos y compartieran tantas cosas.

―¿Y cómo pasó su cumpleaños? ―preguntó Lucy.

Hice una mueca con la boca cuando entendí que preguntaba por Ryan. ―No me quedé para el pastel.

Lucy movió la copa entre sus dedos y algo hizo clic en mi cabeza.

―Lucy, ¿Parece que estoy ebria?

Ella me miró con el ceño fruncido y luego empezó a reírse.

―Cuando estás ebria eres la persona más loca y tonta que existe. Ni siquiera puedes moverte sin chocar con las paredes o hablar incoherencias. Y ahora estás muy normal, aunque si se te estropeó el maquillaje.

Lucy tenía razón, entonces no entendía cómo me desmayé cuando me encontré con Sam. Tampoco cómo le dio tiempo a llevarme de donde estaba hasta a un hotel. Lo que me llevó a preguntarme, por qué él se quedaba en un hotel.

―Te digo que él no me inspira confianza―Lucy me sacó de mis pensamientos, que al parecer estaban saliendo por mi boca sin control―. Menos cuando se parece tanto a su padre...

Me tragué mis ganas de defender a Sam, de decirle a ella que se equivocaba, que él era incapaz de dañar a alguien.

―Hay otra cosa extraña...―me froté los ojos―¿Por qué Sam estaba justo en ese lugar?

―Primero quítate ese vestido.

Lucy dejó la copa en la mesita del centro y se levantó sujetándome de la mano y casi arrastrándome a una habitación. De un cajón sacó un pijama de Batman y me lo extendió. Después de mucho discutir con ella, terminé usándolo. Me lavé la cara y acomodé mi cabello.

Lucy actuaba como si nunca nos peleamos, como si ella no me hubiese dicho que me odiaba. Volvimos a la sala y tomamos los mismos asientos de antes, pero en vez de su copa, Lucy tenía una libreta en las manos. Zack regresó con una bandeja de hot dogs y su sonrisa habitual. Fui la primera en empezar a comer mientras Zack me miraba como si le debiera algo. Cuando terminé el primero, empecé a contarle todo desde que vi a Sam, sin omitir una palabra. Lucy parecía no estar interesada, pero su mirada perdida me daba desconfianza.

―No sé que pensar―dijo Zack finalmente―. Quieres que llame a Margaret, para...

―Ella tiene cerebro propio―lo interrumpió Lucy―. Es astuta y calculadora. No necesita un círculo de amigos que piensen por ella. Solo tiene que dejar de pensar como la novia del cuatro ojos, y verlo como lo que es, el hijo de un tipo que quiere quitarte del medio.

Miré a Zack extrañada, él se encogió de hombros. Esa debía ser una de las facetas de la personalidad de Lucy. Ella me extendió la libreta.

―Anota cada movimiento, palabra o gesto extraño del cuatro ojos que recuerdes, igual de su familia y así podrás atar cabos sin que se te escape ninguno.

―Eres brillante, nena―le dijo Zack.

Lucy se puso de pie y dijo que debía descansar, le dio un beso a Zack en la mejilla y salió.

―No puedo pensar algo malo sobre Sam―dije con tristeza.

―Yo tampoco.

Zack tomó la libreta en sus manos y escribió algo. La giró hacia mí y leí "Sam" acompañado de una flecha a la izquierda de su nombre que señalaba el nombre de Zoe. Tomé la libreta y el lápiz hice una flecha que iba en el centro y escribí Gerald Henderson.

―Nuestro más grande misterio―dijo Zack.

―Creo que nos equivocamos.

Hice una flecha aún más grande y escribí "Chris Henderson"




Próximo capítulo: "El Duque"





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