2nd Generation (Español) -PAU...

Von Rea_Faol

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Cuando el padre de Jane es destinado a Dahl, ésta no podía ni imaginar el vuelco que pegaría su vida en la nu... Mehr

Capítulo 1: Bien venida a Dahl
Capítulo 2: Lilo y Stitch
Capítulo 3: Hiro, el cerebrito repelente
Capítulo 4: Jim Hawkins
Capítulo 5: Una sirena y dos muñecas
Capítulo 7: El cuaderno misterioso
Capítulo 8: Enemistad
Capítulo 9: Ohana Pelekai

Capítulo 6: Bienvenido al robocombat

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Von Rea_Faol

Jim estaba fregando los platos en la cocina del bar sin pensar en nada en especial. Tras haber llegado a casa y darse una ducha con agua fría, bajó las escaleras que llevaban al bar de su madre, "El Legado", y comenzó a ayudarla en todo lo que pudiera necesitar. No había mucha gente, pero sólo estaba ella y era inevitable que el trabajo se amontonara, y tampoco quería que su madre llegara a casa a las 4 de la mañana porque su padrastro no tuviera la decencia de ayudarla. Aunque al decir verdad no ayudaba en nada.

Cuando terminó con la vajilla cogió un trapo y se dirigió a la barra. Al otro lado pudo ver a su madre atendiendo unas mesas y un grupo de chicas que no dejaban de mirarlo y cuchichear. No era algo que le preocupara, conocía a esas chicas: Estudiaban en el instituto Andersen y en el pasado habían tenido sus más y sus menos con su actual grupo de amigos, aunque tampoco estaba muy informado, pues había ocurrido hace años. Una de ellas estaba en su clase y a veces se pasaban por El Legado a pesar de que claramente no era su estilo. Pero se comía bien, era agradable y no era muy caro, así que tampoco le sorprendía demasiado verlas por ahí.

Mientras limpiaba la barra una de las chicas se acercó. Tenía la piel ligeramente bronceada, media melena oscura y vestía un conjunto con minifalda en tonos verdes. Parecía algo nerviosa. Antes de llegar hasta él se giró hacia sus amigas y éstas le dedicaron unos gestos de ánimo.

- Hola - saludó la chica mostrando su mejor sonrisa -. ¿Eres Jim Hawkins, verdad?

- Ese soy yo.

- Ashley A. nos ha comentado que estás en su clase y... Bueno: Estamos organizando una fiesta, esperábamos que pudieras venir.

- Gracias, pero no estoy seguro de que pueda ir hay mucho trabajo aquí - explicó amablemente.

- Oh, bueno... Si quieres te envío una invitación de amistad en Facebook y hablamos por ahí para ver si puedes ir... al final.

- Va a ser complicado: No tengo Facebook.

- Oh... bueno... Pues no pasa nada, otra vez será.

Con una sonrisa falsa para disimular su disgusto se dio la vuelta y regresó con su grupo de amigas.

Cuando todos se fueron del local, Jim ayudó a su madre a cerrar el bar. Él barría mientras ella limpiaba las mesas.

- Jim. Creo que te han dejado otro número de teléfono en una servilleta.

Jim rotó los ojos y suspiró con desgana.

- ¿Y cómo sabes que no es para ti?

- Porque aquí pone "Para Jim. XOXO. Ashley T". ¿Qué es "XOXO"?

El muchacho le arrebató la servilleta escrita a su madre, hizo con ella una bola y la metió en el bolsillo del delantal ligeramente avergonzado.

- Algún día me explicaras qué haces en clase para ser tan popular.

- ¡No hago nada!

- A parte de meterte en líos, querrás decir.

- ¡Yo no me meto en líos! - su madre le miró con cara de incredulidad mientras se llevaba una de sus manos a la cadera -. Vale, si. En alguno. Pero no lo hago a propósito.

- ¿Hoy tampoco le pegaste a ese chico a propósito?

- ¡Mira, no se que te habrá dicho la subdirectora pero esos chicos estaban abusando de Lilo! - se justificó Jim exasperado - ¿¡Qué querías que hiciera, mirar como todos los demás!?

- Hijo, tranquilo...

- Lo siento...

Después de eso no hubo más ruido que los pasos y el chocar de la vajilla.

Cuando terminaron, Jim subió las escaleras que llevaban a la vivienda y se encerró en su habitación. Se sentó en la mesa del escritorio y encendió su ordenador. Enseguida tecleó las palabras clave en el buscador: "Robocombat Heroes".

- <<Sólo falta una hora>>.

Apagó el ordenador, no sin antes sacar una foto con el móvil al anuncio con la dirección del lugar. Cogió una chaqueta fina y una mochila que ya tenía preparada, se aseguró de que su madre ya se había dormido, cogió la llaves del bar y salió por la puerta de éste dejando todo bien cerrado. Entró en el garaje y montó en su bicicleta y, con ella, se dirigió a su destino.

Durante el camino varios pensamientos cruzaron su mente: ¿Estaría a la altura? ¿Lograría conseguir dinero? ¿Lo perdería todo? ¿Era acaso demasiado arriesgado? Su cabeza siguió dándole vueltas pero en ningún momento decidió dar marcha atrás. Sólo se bajó de la bici cuando llegó al local en el que tendría lugar la reunión.

Aseguró su vehículo con una cadena estratégicamente cruzada y un candado numérico, tomó aire y se adentró en el siniestro bajo que se habría frente a él.

El ambiente no era el adecuado para un chico de dieciséis años. De hecho dudó que el ambiente fuera adecuado para nadie: Paredes desnudas de hormigón y salpicadas con alcohol, pis, humedad y ocasionalmente incluso sangre. Drogas, caos, rap gansta, chicas ligeras de ropa y, en general, gente adulta con malas pintas. Empezaba a pensar que se había metido en alguna discoteca cutre de mafiosos en vez de un local de robocombat clandestino.

Una chica de escote generoso, minifalda de cuero y cabello rojo de acercó a él.

- ¿Otro niño más? Esto no es una guardería.

- Vengo por el robocombat.

- ¿Traes pasta?

Jim asintió con la cabeza y la chica le hizo un gesto para que se dirigiera a la barra, donde había una chica asiática de buen ver con el cabello largo y morado. Estaba apoyada de forma sugerente marcando su escote mientras jugueteaba con un bolígrafo y charlaba con un hombre rudo de piel oscura.

El muchacho se dirigió a la barra y la chica pareció llevarse una alegría al verlo, mientras que el hombre que hablaba con ella le dirigió a Jim una mirada asesina.

- Quiero apuntarme en el torneo de robocombat – explicó Jim. La chica cogió una libreta para tomar nota.

- ¿Como te llamas? - preguntó la chica de forma coqueta.

- Eh... Jim. Jim Hawkins – respondió algo tímido e intimidado por la chica.

- Eres muy joven, nunca te había visto por aquí antes ¿Es tu primera vez?

- Eh... Si. O sea, aquí, en el robocombat; Si.

La chica se acercó a él echando su cuerpo sobre la barra. Acercó su rostro y le acarició la barbilla.

- ¿Sabes que tienes que apostar, verdad? - preguntó con voz melosa y una sonrisa irresistible.

- ... Si... - respondió Jim casi sin voz.

Se separó de ella bruscamente y sacó 30 kr de su cartera. La chica lo miró incrédula, cómo si le estuviera gastando una broma.

- ¿Eso es todo?

- Si...

El hombre que estaba a su lado se rió sonoramente.

- ¿Qué pasa muchacho? ¿Tú mamá no te ha dado la paga este mes? ¿O es que no le has podido robar más?

- ¿Qué te pasa a ti? ¿No tienes nada mejor que hacer?

El hombre se levantó bruscamente. Era más alto que él y trató de erguirse todavía más para intimidarlo, pero a Jim no pareció importarle y continuó mirándolo desafiante.

- Las peleas fuera, muchachos – informó la camarera con aparente calma.

- Nos vemos en la arena, chico – dijo el hombre con voz seria, cortante e intimidante para luego perderse entre la multitud.

- Mira, yogurín: Es muy poco dinero, pero como es tu primera vez y lo más probable es que lo pierdas todo, haré la vista gorda esta vez. Pero será nuestro secreto, ¿vale? - La chica le guiñó un ojo, cogió el dinero de Jim y lo anotó en la lista -. Cuando te llamen ve a la arena. Ten tu robot preparado.

Se dio una vuelta para observar el panorama antes de que dijeran su nombre. Aunque al decir verdad no le pareció que hubiera mucho para ver, así que se dirigió a la arena, donde había dos robots luchando.

El primero de ellos estaba dirigido por una chica de pelo rosa con coletas y gafas steampunk: Era grande y rosa con detalles en verde y gris. Sus manos eran dos enormes pinzas y se enfrentaba a un robot grande y de formas redondeadas, tal y como su dueño. La batalla no duró mucho, pues el brazo del robot del hombre resultó tener una pequeña motosierra que partió en dos a su oponente como si de un queso se tratara.

La chica recogió su robot y se fue refunfuñando por donde había venido. La muchacha que había atendido a Jim en la barra se acercó y dio un papel a la que parecía la árbitro: Otra chica asiatica, pero ésta era visiblemente mayor que la anterior y su pelo era completamente negro, a demás de llevar un parche cubriéndole un ojo. La muchacha de pelo morado pronto regresó a su puesto bamboleando sus caderas tras un intercambio de palabras.

La árbitro llamó al siguiente participante y a Jim se le hizo un nudo en el estómago al ver al hombre corpulento con el que había tenido una confrontación hace apenas unos minutos. Aunque la cosa empeoró cuando vio su robot y comenzó la batalla:

Era un robot rojo y grande con ojos brillantes, seis brazos, una cola y multitud de articulaciones que le hacían adoptar infinidad de posiciones. O ese hombre era un genio de la robótica o era un hombre con mucho dinero.

El combate duró menos que el anterior y su oponente se fue del local hecho una furia y con su robot despedazado. Jim tragó saliva, pero ya no había vuelta atrás, había entregado el dinero y ya no podía perder más... Salvo su robot y la dignidad, claro.

Cuando el siguiente luchador fue llamado a la arena, Jim quedó totalmente ojiplático al ver a un niño asiatico, despeinado y flacucho con un robot tan pequeño y sencillo que habría pasado por su juguete favorito. Pero esa arena de robocombat era una sorpresa tras otra pues el niño había desmantelado por completo el robot de su oponerte sin pestañear. Su robot era rápido y podía dividir su cuerpo a voluntad; Algo que lo hacía increíblemente rápido e indestructible, pues cualquiera de sus piezas podía desacoplarse al momento y seguir funcionando por separado.

- ¿Y tú eres lo mejor que hay por aquí? ¡Venga ya! - se mofó el asiático mientras el grandullón bufaba, maldecía y amenazaba.

La mayoría de los espectadores de la sala estaban totalmente perplejos, mientras que una minoría parecían conocer ya al joven prodigio del robocombat.

- ¡¡¡Jim Hawkins!!! - gritó la árbitro. Pero Jim aún parecía en estado de shock -. ¡¡¡Jim Hawkins!!!

- ¡Ah, si! Perdón.

La multitud dejó paso y avanzó hacia la arena mientras sacaba a su robot de la mochila. Trató de no parecer demasiado nervioso y le tranquilizó observar que su oponente lo miraba con la misma cara de desconcierto que él.

El robot de Jim no era de lo más sofisticado, pero tenía la esperanza de que funcionara bien. Tenía forma esférica y dos apéndices a modo de brazos sujetos por magnetismo, lo que hacía que se mantuvieran en la misma posición horizontal por mucho que rodara la esfera. No estaba pintado, pues no tuvo tiempo para ello. El brazo derecho tenía una articulación y terminaba en una batidora, mientras que el izquierdo tenía una placa metálica que actuaba de escudo. Dejó el robot en la arena, tomó asiento y agarró el control con ambas manos.

Dio comienzo el combate.

Jim fue el primero en atacar y su oponente esquivó el golpe de forma fácil dividiendo su cuerpo en dos. Rápidamente, el robot enemigo arremedó contra él, pero Jim bloqueó el impacto con un golpe de escudo, enviando fuera de la arena dos piezas del robot pequeño: el torso y un brazo.

El muchacho asiático quedó sorprendido por la maniobra y esbozó una sonrisa, pero al mismo tiempo cambió su postura en el asiento, lo que indicaba que la cosa se ponía seria.

El minirobot se recostruyó y esta vez era más pequeño todavía, ya que las piezas que salen de la arena no se pueden recuperar durante el combate. El robot enemigo se abalanzó sobre el pecho redondo de su adversario, pero Jim hizo avanzar a su robot provocando la caída del otro, el cual dividió su cuerpo y volvió a juntarse en el brazo izquierdo del robot, rodeándolo y estrujando como si de una boa se tratase para intentar desacoplarlo.

El niño parecía divertirse a pesar de que sus intentos de aniquilación resultaran un fracaso. La gente comenzó a acercarse mientras cuchicheaba.

Jim sonrió casi sin darse cuenta al comprobar que la imantación funcionaba perfectamente, pero su sonrisa se borró cuando vio que el minirobot se dirigía a la articulación del brazo, por lo que arremedió rápidamente con en brazo-batidora logrando apartar tres piezas con el impacto, las cuales treparon por dicho apéndice hasta los engranajes. No era difícil imaginar las intenciones del atacante, por lo que ordenó al robot que sacudiera el brazo lo más fuerte posible. Pero esta vez no surtió efecto, lo que le dejó claro que el robot de su oponente también tenía un buen sistema de imantación.

Frustrado, Jim se mordió el labio inferior y soltó un pequeño bufido. Resistió y se defendió de los ataques enemigos todo lo que pudo, pero finalmente el enemigo logró desacoplar las armas del cuerpo del robot y las empleó para destrozar el cuerpo del mismo, hasta provocar una brecha desde la que pudo desconectar el motor.

Hubo un breve silencio en la sala tras la desactivación, que se rompió con los aplausos, gritos y silbidos repentinos de euforia de los espectadores.

- ¡Ha sido el mejor combate de robocombat que he tenido! - exclamó el niño -. ¡Ha estado genial, tío! Pero si me disculpas, la pasta me espera.

El muchacho juntó por completo a su robot, lo guardó y se marchó hacia la barra, mientras que Jim recogía las piezas de su robot y las guardaba en la mochila maldiciendo su suerte. Si ese niño no hubiera estado ahí, él se había llevado todo el premio y podría habérselo dado a su madre.

Salió del recinto, se dirigió a la farola donde había asegurado su bicicleta y la desencadenó. Pero fue entonces, cuando se dispuso a montar, que pudo oír unas voces amenazantes al otro lado del callejón.

Cuando se acercó para ver lo que ocurría, pudo distinguir claramente al hombre de piel morena y constitución fuerte en compañía de dos matones. Los tres había acorralado al niño flacucho contra una pared y no parecían precisamente amigables.

Algo se disparó en el interior de Jim en ese momento, acelerando sus latidos y subiendo su adrenalina. Eran los claros síntomas de que estaba a punto de hacer una estupidez y meterse en un lío.

- ¡¡¡Eh, tú, chino!!! - todos volvieron la vista hacia Jim, que se había acercado considerablemente con su bicicleta al lugar de los hechos. El niño fijó su mirada en él, confuso y a la vez pidiendo ayuda - ¡¡¡Sube!!!

Una sonrisa fugaz se dibujó en su rostro y, como si ya estuviera preparado para ello, echó a correr todo lo rápido que le dieron las piernas evitando a los matones. Subió a la bicicleta posicionando sus pies en los estribos y Jim comenzó a pedalear con toda la fuerza y velocidad que fue capaz. Atravesaron la carretera y un par de callejones.

No tardaron en despistar a los perseguidores, por lo que buscaron refugio en un parque pequeño en medio de una alameda para descansar. Las calles residenciales estaban desiertas, sólo se escuchaba pasar algún coche de vez en cuando o a un grupo de amigos que volvía de fiesta. No era de extrañar, pues eran casi las cinco de la mañana.

Jim apoyó su vehículo contra un árbol y tomó una bocanada de aire para luego sacudir levemente sus piernas.

- Gracias – dijo de repente el muchacho con una voz débil.

- No hay de que.

- Me has salvado de una buena – dijo con una risa nerviosa -. Toma.

El muchacho le tendió la mano a Jim, ofreciéndole un fajo de billetes considerable.

- No quiero dinero, gracias.

- ¿¡Bromeas!? ¡Destrozo tu robot y tú me ahorras una rinoplastia y una dentadura postiza! ¡Es lo mínimo que puedo hacer para agradecértelo! Por favor, cógelo.

- Es mucho dinero, no puedo aceptarlo.

- ¡Es la mitad del premio! ¡¡Venga!! ¡Estuviste genial en el combate! Si no fuera por mí te habrías llevado el premio completo! Quiero volver a luchar contra ti. ¡Coge el maldito dinero y arregla tu robot! - ordenó serio.

Jim lo observó un rato. No era más que un crío de unos once años que de había metido en un lío. Sin saber muy bien por qué le recordó a él y de algún modo supo que si no aceptaba el dinero estaría hiriendo su orgullo.

El joven de pelo castaño y ojos azules soltó una pequeña carcajada y aceptó el dinero.

- Está bien. Tú ganas.

El muchacho asiático sonrió.

- Me llamo Hiro.

- Yo soy Jim.

La vibración y sonido de un teléfono interrumpió la presentación de los jóvenes. Hiro se llevó una mano al bolsillo para coger su móvil. Vio la pantalla y esbozó una mueca de resignación. Descolgó el teléfono y de lo llevó a la oreja.

- ¡Ey, Tadashi! ¿Qué pasa? - saludó fingiendo naturalidad.

Su cara reflejaba claramente que no le esperaba nada bueno al otro lado de la línea.




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