Noche de lobos

By KarenDelorbe

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Una noche de invierno aparece una joven desmayada en la entrada del colegio. El misterioso profesor Howl logr... More

Silencio
1. Una muchacha en la nieve (parte I)
Una muchacha en la nieve (parte II)
2. Celeste (parte I)
Celeste (parte II)
3. Supervivencia escolar (parte I)
Supervivencia escolar (parte II)
4. Gris plata (parte I)
Gris plata (parte II)
5. Bajo una piel de cordero (parte I)
Bajo una piel de cordero (parte II)
6. Compañeros (parte I)
Compañeros (parte II)
7.Los porqué y cómo de cada uno de los comportamientos humanos
Los porqué y cómo de cada uno de los comportamientos humanos (parte II)
8. Protegida (parte I)
Protegida (parte II)
9. La incertidumbre de los besos (parte I)
La incertidumbre de los besos (parte II)
10. Como gatos alrededor de una pecera (parte I)
Como gatos alrededor de una pecera (parte II)
11.Un lobo llamado Kiba
Un lobo llamado Kiba (parte II)
12. Ella (parte I)
Ella (parte II)
13. Solo nosotros dos (parte I)
Solo nosotros dos (parte II)
Huyendo de un depredador (parte II)
15. Tenacidad e insensatez
Tenacidad e insensatez (parte II)
16. El halcón y la paloma
El halcón y la paloma (parte II)
17. Corazón dividido
Corazón dividido (parte II)
Capítulo 18 ¡Corre!
¡Corre! (parte II)
19. Dime lo que quiero saber
20. Asesino
Asesino (parte II)
21. Lobo
22. La mejor carne del mundo
23. Una cabaña en el bosque
24. Lo amo, señor Moon
Lo amo, señor Moon (parte II)
25. Encuentro con la muerte
Encuentro con la muerte (parte II)
26. Hermandad
27. Amistad
Amistad (parte II)
28. La vida debe continuar
La vida debe continuar (parte II) Capítulo final
Epílogo: Aullidos en la noche
NOVEDAD

14. Huyendo de un depredador

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By KarenDelorbe


—¿Quién soy? Yo soy yo. Eso es todo lo que necesitas saber —contestó el muchacho. Y a continuación añadió, impulsado por un poder superior o por su loca imprudencia—: Soy quien más te ama en este mundo.

Para Celeste, escuchar esas palabras fue como recibir un baldazo de agua helada.

¿Qué?

—¿Tú... tú... —tartamudeó la pobre, sin lograr articular una frase coherente.

¡Pero por supuesto! ¿De qué otro modo podría explicarse su comportamiento? Se sentía una tonta por no haberse dado cuenta antes. Seguro que Ursula ya lo sabía; incluso Walter. ¡Por ese motivo los habían dejado solos en el comedor! Silver estaba enamorado de ella.

¡Enamorado!

Él tomó conciencia de que sus palabras la habían afectado, confundido. Definitivamente, tenía que aprender a controlar su impulsiva franqueza, antes de meter la pata.

Al menos, no se le había escapado lo otro.

—Lo siento —se disculpó—. Creo que soy demasiado espontáneo algunas veces. Por favor, olvida lo que dije.

¿Olvidar? ¿Cómo pretendía él que olvidara lo que acababa de rebelarle?

¡Olvidar! ¿Por quién la estaba tomando?

¡No! ¡Definitivamente no! Si alguien la quería, deseaba recordarlo. Más, si se trataba de él.

Celeste terminó la oración que había dejado incompleta. Habló para ella misma, sin embargo, él pudo oírla con claridad. Era imposible que no lo hiciera, puesto que estaba pendiente de cada gesto, de cada movimiento suyo.

—... me amas? —Su voz fue casi imperceptible, un murmullo.

A lo que él respondió sin el menor problema:

—Siempre lo he hecho y siempre lo haré. ¿Por qué crees que vine?

—Yo... No lo sabía. ¿Qué es lo que quieres de mí? —quiso saber la muchacha, repentinamente incómoda. Tenía un nudo en la garganta y el corazón le hacía púm, púm, púm con tanta fuerza que parecía que iba a salírsele del pecho.

La respuesta de Silver a su pregunta le detuvo los latidos.

—Ver una sonrisa en tus labios sería más que suficiente para mí. Has pasado por muchas cosas, la mayoría por mi culpa, y sería injusto pedirte que sientas lo mismo que yo. Me basta con verte feliz, Celeste, aunque no sea conmigo. —Se detuvo un momento. Era difícil decirlo, pero era la verdad—. Aunque sea con él.

A Celeste se le escapó un quejido al oírlo. Era imposible que estuviese hablando en serio.

—¿Qué pasa? ¿Te duele algo? —preguntó él, extrañado.

—No.

Mentira. Sí le dolía, y mucho. ¿Encontraría alguna vez ese sentimiento perdido? ¿Acaso había sentido algo por él alguna vez? ¿Entendería Silver el significado de sus propias palabras? ¿Qué era peor: Amar sin ser amado o ser amado sin amar?

—¿Por qué? ¿Por qué no logro acordarme de ti, Silver? —se quejó la joven, entristecida porque no podía corresponderle. No sabía si algún día podría hacerlo—. Por más que me esfuerce por encontrar tu rostro en mi memoria, no lo consigo. Como si jamás hubieses existido. Solamente veo lobos en mis recuerdos. Como si nunca hubiese visto otra cosa, más que lobos, árboles y nieve.

Él sonrió con amabilidad, a pesar de que tenía ganas de llorar. ¿Por qué a ella? No se merecía estar pasando por ese infierno. No había hecho nada malo. Las ganas de decirle que dejara de forzarse inútilmente por un recuerdo inexistente, lo estaban matando.

—Hay muchas cosas en este mundo que carecen de sentido —dijo él.

—Silver, ¿sabes qué pasará conmigo?

—¿A qué te refieres? ¿Cuándo?

Ésa era una pregunta muy amplia.

—Cuando recupere la memoria. Quiero decir que no tengo un hogar al cual regresar —explicó Celeste al borde del llanto—, ni una familia que me esté aguardando. ¿Cierto?

Él le apoyó las manos en los hombros, reconfortándola:

—Escucha: Aunque no estemos unidos por la sangre, yo siempre seré tu familia.

—¿Y si te cansas de mí? Podría ocurrir... Algún día.

—No mientras viva —aseguró—.Y, en caso de que llegara a morir, estoy bien seguro de que ellos no te dejarían por nada del mundo.

Ella se estremeció ante la perspectiva. No quería que se muriera. ¿Por qué decía esas cosas?

—¿Ellos?

—Oliver. Y Howl. Supongo que podrías quedarte, si prefieres, a vivir con ellos. Dudo mucho que el director te eche a la calle, si no tienes donde ir. Y el profesor Howl... —Silver suspiró con pesar al comprobar que ese nombre causó que se formase una sonrisa involuntaria en el rostro de la joven—. Se preocupa por ti —admitió sin que le hiciera mucha gracia. De hecho, se preocupaba mucho más de lo que debía.

Era tan fácil hacerla sonreír. Bastaba con nombrarlo.

Grandes nubes negras cubrieron el cielo; el día se hizo noche. Aparentemente, el sol ya no volvería.

Celeste volteó hacia arriba y una gota cayó en medio de su frente.

—Me parece que es hora de la retirada —anunció, secándose con el dorso de la mano.

Silver bufó con evidente fastidio.

—Sí —sonrió ella—. Es una verdadera lástima. Tampoco quiero irme.

—Y yo que estaba a punto de besarte... —exclamó él—. Se me arruinó el plan.

Celeste abrió los ojos como dos platos.

—¡Era broma! —sonrió el chico y miró hacia arriba, mordiéndose la lengua. Y después añadió, sin apartar su vista de las nubes—: Tienes razón, deberíamos entrar. Mi amigo Walter me enseñó que no es seguro permanecer junto a un árbol durante una tormenta eléctrica.

¿Había dicho amigo? Bueno, podía ser. Últimamente, decía muchas cosas sin darse cuenta.

La muchacha se puso tensa.

—¿E-léc-tri-ca? —tartamudeó.

—Ajá. Eléctrica —confirmó el joven.

Un enorme rayo surcó el cielo de punta a punta.

—¡Wow! ¿Viste ese rayo? —señaló Silver con entusiasmo.

La respiración de Celeste se aceleró y se mordió una uña, con aparente nerviosismo.

Hubo un relámpago. Duró apenas una fracción de segundo, pero fue tiempo suficiente para que el muchacho comprendiera el porqué del leve cambio en su postura.

—Te asustan las tormentas —se percató—. Se me había olvidad...

Su voz fue silenciada por un trueno, un sonido tan potente que provocó en Celeste la urgente necesidad de sentirse protegida. Por ese motivo, se arrojó directamente hacia su amigo con los ojos fuertemente cerrados. No había nada a lo que más temiera, que la furia de la naturaleza. Él lo sabía.

Silver sintió el miedo de la joven y la rodeó inmediatamente con sus brazos, ahora que podía hacerlo. Y, aún sabiendo que ese instante perfecto no duraría, aún con el agua helada de la lluvia cayendo sobre ellos, y aún estando perfectamente consciente de que él no era nadie para ella, fue feliz.

Lo malo era que los momentos felices no duraban.

—¿Cel? —la llamó tranquilamente—. No quisiera interrumpirte, pero... Ejém... Nos estamos mojando. Mucho.

Sí, nos estamos mojando. ¿Y qué? —La conciencia de Silver le ganaba a su naturaleza. Eso era bastante claro, sin embargo, ésta hacía escuchar su potente voz en toda oportunidad.

—¡Oh! —Celeste se percató de su abrazo, pero no lo soltó. Simplemente elevó su cabeza y lo miró directo a los ojos. Sus dedos continuaban apretados alrededor de la ropa del muchacho y no cedían. Como si la asustase que, al dejarlo libre, desapareciera.

Silver supuso que el miedo a los estruendosos ruidos de la tormenta no la dejaban moverse.

—Luces sorprendida —sonrió el joven, divertido—. ¿Es por la repentina caída del agua o porque recién te das cuenta de que te tengo en mis brazos?

Ella se puso roja. Definitivamente no era por el agua. Se sintió como una niñita tonta. ¿Y por qué continuaba agarrada a él como una garrapata? ¡Qué vergüenza!

Él pareció adivinar sus pensamientos. Cada vez le resultaba más y más sencillo entender esos gestos que, en un principio, le fueron totalmente ajenos.

—Está bien —Sonrió y trató de buscar la mejor forma de expresar lo que cruzaba por su cabeza—. No me molesta que me hayas abrazado. Sé que dije que no me gustaba, pero... Me gusta que lo hagas tú —y preguntó con cautela—: ¿A ti te gusta? ¿Abrazarme?

Celeste no habló. Se quedó en silencio por lo que pareció ser una eternidad. Al menos para él, quien esperaba que saliera corriendo o que Oliver llegara para interrumpirlos, como siempre.

¿Por qué ella no decía nada? ¿Qué estaba pensando? Silver se estaba poniendo nervioso.

Celeste se paró sobre la punta de sus pies y eso lo confundió peor.

¿Qué planeaba hacer? ¿Alcanzarlo? ¿Para qué? ¿Por qué?

Silver no perdió el tiempo en buscar una respuesta a tantos interrogantes, sino que actuó sin pensar; reaccionó inclinando su cabeza, aproximándose peligrosamente a su compañera. Parecía que su cuerpo hacía lo que le daba la gana, sin consultarlo con su cerebro. Tenía serios problemas para ponerse de acuerdo consigo mismo.

Se detuvo antes de cometer una estupidez.

¿Y si ella se daba cuenta de lo que había estado por hacer? ¿Y si se iba y lo dejaba solo? ¿Y si...

Se olvidó por completo de la racionalidad en cuanto sintió que los labios de Celeste se apoyaron suavemente en los suyos.

Se olvidó de que existía un mundo más allá de ellos dos.

Incluso se olvidó de respirar mientras duró ese beso.

****

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