14. Huyendo de un depredador

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—¿Quién soy? Yo soy yo. Eso es todo lo que necesitas saber —contestó el muchacho. Y a continuación añadió, impulsado por un poder superior o por su loca imprudencia—: Soy quien más te ama en este mundo.

Para Celeste, escuchar esas palabras fue como recibir un baldazo de agua helada.

¿Qué?

—¿Tú... tú... —tartamudeó la pobre, sin lograr articular una frase coherente.

¡Pero por supuesto! ¿De qué otro modo podría explicarse su comportamiento? Se sentía una tonta por no haberse dado cuenta antes. Seguro que Ursula ya lo sabía; incluso Walter. ¡Por ese motivo los habían dejado solos en el comedor! Silver estaba enamorado de ella.

¡Enamorado!

Él tomó conciencia de que sus palabras la habían afectado, confundido. Definitivamente, tenía que aprender a controlar su impulsiva franqueza, antes de meter la pata.

Al menos, no se le había escapado lo otro.

—Lo siento —se disculpó—. Creo que soy demasiado espontáneo algunas veces. Por favor, olvida lo que dije.

¿Olvidar? ¿Cómo pretendía él que olvidara lo que acababa de rebelarle?

¡Olvidar! ¿Por quién la estaba tomando?

¡No! ¡Definitivamente no! Si alguien la quería, deseaba recordarlo. Más, si se trataba de él.

Celeste terminó la oración que había dejado incompleta. Habló para ella misma, sin embargo, él pudo oírla con claridad. Era imposible que no lo hiciera, puesto que estaba pendiente de cada gesto, de cada movimiento suyo.

—... me amas? —Su voz fue casi imperceptible, un murmullo.

A lo que él respondió sin el menor problema:

—Siempre lo he hecho y siempre lo haré. ¿Por qué crees que vine?

—Yo... No lo sabía. ¿Qué es lo que quieres de mí? —quiso saber la muchacha, repentinamente incómoda. Tenía un nudo en la garganta y el corazón le hacía púm, púm, púm con tanta fuerza que parecía que iba a salírsele del pecho.

La respuesta de Silver a su pregunta le detuvo los latidos.

—Ver una sonrisa en tus labios sería más que suficiente para mí. Has pasado por muchas cosas, la mayoría por mi culpa, y sería injusto pedirte que sientas lo mismo que yo. Me basta con verte feliz, Celeste, aunque no sea conmigo. —Se detuvo un momento. Era difícil decirlo, pero era la verdad—. Aunque sea con él.

A Celeste se le escapó un quejido al oírlo. Era imposible que estuviese hablando en serio.

—¿Qué pasa? ¿Te duele algo? —preguntó él, extrañado.

—No.

Mentira. Sí le dolía, y mucho. ¿Encontraría alguna vez ese sentimiento perdido? ¿Acaso había sentido algo por él alguna vez? ¿Entendería Silver el significado de sus propias palabras? ¿Qué era peor: Amar sin ser amado o ser amado sin amar?

—¿Por qué? ¿Por qué no logro acordarme de ti, Silver? —se quejó la joven, entristecida porque no podía corresponderle. No sabía si algún día podría hacerlo—. Por más que me esfuerce por encontrar tu rostro en mi memoria, no lo consigo. Como si jamás hubieses existido. Solamente veo lobos en mis recuerdos. Como si nunca hubiese visto otra cosa, más que lobos, árboles y nieve.

Noche de lobosWhere stories live. Discover now