15. Tenacidad e insensatez

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Víctor podía percibir la cercanía del muchacho. El aire estaba impregnado con esa horrible colonia suya, tan fuerte como para tumbar a un buey. No estaba muy seguro del motivo por el cuál lo seguía.

Después de que Alan saliera huyendo atemorizado, sintió la terrible necesidad de ir tras él. Así que obedeció a sus impulsos, aunque tenía la certeza de que no era buena idea. Nunca era bueno actuar sin tener en cuenta a la razón. Sin embargo, era más fuerte que él. Una especie de mandato interno que lo obligaba a ir más allá de su autoimpuesta temperancia.

La rabia, la culpa, la tristeza se mezclaban potenciándose entre sí y haciéndose imposibles de contener.

Siempre había temido ese momento en el que su perfecto dominio se resquebrajaría. ¿Para qué quería alcanzar al muchacho? ¿Qué iba a hacer con él una vez que lo encontrara? Eso era lo que menos le importaba. La voz de la lógica, a la que había obedecido durante toda su vida, estaba perdiendo efecto sobre él. Todo había comenzado a cambiar desde su primer encuentro con el lobo gris en la puerta del colegio. Desde ese día, su frágil equilibrio interior empezó a desmoronarse como un castillo de naipes.

La presencia de Celeste hacía las cosas más difíciles. Porque ella parecía ser el centro gravitatorio de los lobos, que no dejaban de seguir su rastro. ¿O buscaban otra cosa? ¿A otra persona, tal vez?

Una súbita corriente de aire le trajo el fresco aroma de la lluvia. Recordó que Celeste se había mojado. ¿Qué había estado haciendo afuera? ¿Y por qué no podía sacársela de la cabeza? Cada pensamiento que tenía lo llevaba irremediablemente a ella. ¿Debería tomar en cuenta las palabras de Oliver y darle una oportunidad? ¿Debería darse a sí mismo otra oportunidad? Pero ¿y si ocurría lo mismo que antes? La idea lo horrorizaba. Por supuesto que no tenía por qué ser así de nuevo. ¡¿Qué estaba pensando?! ¿Se había vuelto loco?

—Maldito seas, Oliver Moon. Siempre poniendo piedras en mi camino. Ahora, ¿cómo se supone que haré para seguir con mi vida tal y como era?

¿Cómo solía ser su vida antes de la aparición de Celeste?

Víctor Howl. Sombrío. Insensible. Inaccesible y siempre aislado del resto del mundo. Encerrado en su silencio hora tras hora. Día tras día. Tratando de olvidar. Tratando de morir sin conseguirlo.

¿En verdad quería seguir con eso?

Un par de risotadas al final del corredor atrajeron su atención. Alan no estaba solo. Había ido en busca de sus amigos.

Víctor se detuvo para prestar oídos. Los sonidos provenían de un cuarto que servía como depósito, una habitación sumida en la oscuridad y repleta de armarios con porquerías en su interior que el director se negaba a tirar porque, en un futuro incierto e improbable, podrían servir para algo útil.

Las voces se silenciaron abruptamente cuando él ingresó en la habitación. Allí el olor a humedad de los muebles cubría cualquier rastro de la horrible colonia de Alan o de la de cualquiera de sus amigos. El piso estaba mojado y el agua dibujaba un camino en línea recta que llegaba hasta los despojos de una vieja y desvencijada puerta que se hallaba ligeramente abierta y conducía al exterior.

Un relámpago hizo resplandecer el cielo y fue entonces que el profesor divisó una figura inmóvil y de pie al lado del gran árbol, en medio del patio, bajo la lluvia.

—Silver —murmuró.

Acto seguido, el muchacho giró su cabeza hacia él. Pero no se movió. ¿Qué estaba haciendo allí afuera? ¿Tratando de pescar una neumonía?

Noche de lobosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora