HARD TO LOVE - Sasuke Uchiha-

By MOON_IS_SHINE

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《 No hay manera de arreglarlo no te acerques tanto yo quiero que lo sepas de una vez 》 《 Nunca quise... More

HARD TO LOVE
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La luz de la luna iluminaba débilmente el rostro de Naruto mientras golpeaba la ventana de su pelinegra mejor amiga con insistencia. A través del cristal, ella pudo distinguir su sonrisa ansiosa y sus ojos llenos de entusiasmo. Akari se levantó con cautela, sintiendo una mezcla de sorpresa y curiosidad.

Al abrir la ventana, una ráfaga de aire fresco entró en la habitación, llevando consigo el aroma a la noche. Naruto estaba de pie afuera, en el balcón, sosteniendo un pergamino tan grande que casi lo superaba en tamaño.

— ¡Aka-chan! —exclamó, con entusiasmo apenas contenido—. ¡Tienes que venir conmigo!

Akari frunció el ceño, preocupada por la hora tardía y el riesgo de meterse en problemas.

— Naruto, ¿qué estás haciendo aquí a esta hora? —preguntó con voz quedada, tratando de no despertar a su familia—. ¿Y qué es eso que llevas contigo?

Naruto le lanzó una mirada de urgencia y emoción. Mizuki le había contado que existe una forma de convertirse en ninja, él sabía que su amiga si aprobó el examen de graduación, pero, aun así, si existe algo que pudiera compartir con su amiga para que mejoraran juntos, sin lugar a dudas él se lo diría.

— No tengo tiempo para explicaciones ahora, pero encontré algo increíble y necesito que vengas conmigo para que lo veas. Es algo que cambiará todo, ¡confía en mí! ¡Dattebayo!

Akari vaciló por un momento, luchando con sus propias preocupaciones y responsabilidades. Sabía que su padre no aprobaría que saliera de casa a altas horas de la noche, pero tampoco podía ignorar la urgencia en los ojos de su amigo.

Finalmente, después de un momento de duda, suspiró resignada.

— Está bien, iré contigo. Pero no podemos quedarnos mucho tiempo, no quiero meterme en problemas.

Naruto asintió con gratitud y emoción.

— ¡Gracias, Aka-chan! Te prometo que valdrá la pena.

Con esa promesa, Akari se deslizó por su balcón y se unió a Naruto en la oscuridad de la noche, lista para enfrentar lo que sea que había descubierto su tonto cabeza hueca.

Bajo el manto nocturno, los amigos se adentraron en las calles silenciosas de la aldea. El pueblo dormía, ajeno a la aventura que los dos jóvenes estaban a punto de emprender. Naruto caminaba con determinación, llevando el pergamino sobre su espalda, mientras Akari lo seguía, preguntándose qué revelación les esperaba.

— Naruto, ¿puedes al menos darme una pista de lo que encontraste? —preguntó Akari, intentando calmar su curiosidad—. ¿Por qué es tan importante?

El mencionado se detuvo por un momento y la miró con seriedad.

— Aka-chan, es algo relacionado con ser un verdadero ninja. Mizuki-sensei me contó sobre esto y pensé que tú deberías saberlo también.

Sus palabras intrigaron a Akari. Mizuki-sensei no era la figura más confiable, pero la intensidad en los ojos de Naruto le aseguraba que esto no era una simple travesura.

Caminaron hasta llegar a las afueras de la aldea, donde una zona boscosa les ofrecía un refugio más oscuro junto a una pequeña choza. Naruto abrió el pergamino y reveló un conjunto de técnicas avanzadas.

— ¡Esto es increíble, Aka-chan! —exclamó Naruto—. Aquí están las técnicas que no nos enseñan en la academia, las que hacen a los verdaderos ninjas. ¡Vamos a entrenar juntos y mejorar como nunca!

La emoción de Naruto era contagiosa, y Akari no pudo evitar sentir un cosquilleo de anticipación. Sin embargo, una sombra de preocupación cruzó su rostro.

— Naruto, esto suena emocionante, pero... ¿no deberíamos pedir permiso primero? No quiero meternos en problemas graves.

Naruto sonrió de forma gatuna, como si disfrutara la sensación de hacerlo a escondidas.

— Aka-chan, somos ninjas, ¿verdad? A veces, hay que tomar decisiones por nosotros mismos. Confía en mí, esto nos hará más fuertes.

Con un suspiro mezclado de emoción y nerviosismo, la pelinegra asintió. Juntos, bajo la luz plateada de la luna, comenzaron su entrenamiento secreto, listos para descubrir un mundo de habilidades ninja que cambiarían sus vidas para siempre.

El momento se volvió tenso cuando Naruto desenrolló el pergamino y reveló el primer jutsu escrito en él: el Kage Bunshin no Jutsu. Akari notó cómo la expresión de su amigo pasó de la emoción inicial a la frustración y el disgusto en cuestión de segundos. Sus ojos se estrecharon mientras miraba el pergamino, y un suspiro pesado escapó de sus labios.

— ¡Maldición! —exclamó con un tono cargado de irritación—. ¿Por qué justo este jutsu?

Su grito resonó en la tranquila noche, rompiendo la calma con su frustración palpable. Akari podía sentir la tensión en el aire, y sus propias preocupaciones comenzaron a crecer. Sin embargo, no podía dejar que la desilusión de Naruto los detuviera.

— Naruto, tranquilo —dijo Akari, colocando una mano en su hombro con un gesto tranquilizador— Sabes que no importa cuán difícil sea este jutsu para ti, estamos juntos en esto. Si nos metemos en problemas, al menos nos llevaremos una técnica prohibida con nosotros.

Su intento de aliento pareció calmar un poco a Naruto, quien asintió con determinación. Aunque aún mostraba signos de frustración, Akari podía ver una chispa de determinación en sus ojos azules.

— Tienes razón, Aka-chan —dijo, tratando de recuperar su entusiasmo inicial—. No vamos a retroceder ahora. Si vamos a hacer esto, lo haremos bien.

Con renovada determinación, los dos jóvenes se prepararon para comenzar su entrenamiento con el Kage Bunshin no Jutsu. A pesar de los desafíos que enfrentaban, estaban decididos a dominar la técnica y continuar juntos su viaje hacia convertirse en verdaderos ninjas.





El tiempo pasó volando en medio de la tranquila noche, mientras Akari y Naruto perseveraban en su entrenamiento con la tecnica de clones. El reloj marcó cerca de la una de la madrugada cuando finalmente lograron dominar el jutsu. Akari estaba increíblemente orgullosa de su amigo y de sus propios logros.

— ¡Lo hicimos, Naruto! —exclamó, contagiada por la emoción—. ¡Dominamos el Kage Bunshin no Jutsu!

Naruto, aunque agotado, no pudo evitar sonreír ampliamente. Se sentía satisfecho y emocionado por haber superado el desafío que inicialmente le causó tanta frustración.

— ¡Dattebayo! ¡Lo logramos, Akari! No hay nada que no podamos hacer juntos.

Antes de poder celebrando, una presencia interrumpió su momento al aparecer de la nada.

— ¡Se acabó, Naruto! —exclamó, se trataba de su sensei de la academia, Iruka. Por su tono de voz, parecía molesto. Se encontraba parado frente al joven, con los brazos cruzados y una mirada severa en sus ojos—. ¿Qué estás haciendo aquí, Akari? —preguntó luego, al notar la presencia de la pelinegra a su lado. Sabía que Naruto había robado el pergamino por su cuenta, y la presencia de Akari solo complicaba más las cosas.

— Vaya, eres rápido. Solo pudimos aprender una técnica —respondió el rubio, poniéndose de pie con algo de dificultad—. ¡Escucha, Iruka-sensei! —exclamó con una mezcla de desesperación y emoción—. Voy a enseñarte este sorprendente jutsu y dejarás que me gradúe. Luego, todo estará bien, ¿no es así? Todo el que aprenda un jutsu del pergamino aprueba.

Akari, notando la tensión en el aire y la idea tenía su amigo, decidió intervenir:

— ¿De dónde sacaste esa idea, Naruto?

Sabía que Naruto estaba desesperado, pero no entendía cómo podía pensar que esa sería la solución a sus problemas. Naruto miró a Akari con una mezcla de sorpresa y angustia en sus ojos azules mientras se explicaba, tratando de justificar sus acciones ante la incredulidad de su amiga.

— Mizuki-sensei me dijo al respecto, ¡Dattebayo! —alegó, señalando el pergamino en su espalda como si fuera la prueba irrefutable de sus palabras—. Él me dijo dónde encontrar el pergamino y este lugar.

La confesión de Naruto dejó a Akari boquiabierta. No podía creer lo que estaba escuchando. Su ceño se frunció con indignación y su expresión se tornó aún más seria mientras procesaba la información.

— ¡Oye! —refutó con su voz vibrante de indignación resonando en el silencio de la noche—. No me habías contado eso, Naruto.

Su tono era acusador, revelando su decepción y frustración ante la nueva información. No podía comprender cómo un sensei había incitado a su amigo, a punta de engaños, para que robara algo tan importante como el pergamino sagrado.

Antes de que pudieran seguir con la conversación, un repentino grito seguido de un empujón los interrumpió abruptamente. Akari apenas tuvo tiempo de reaccionar cuando vio un destello plateado dirigirse hacia ellos a una velocidad vertiginosa. Iruka se lanzó hacía los menores, protegiéndolos del ataque que se abalanzaba sobre ellos.

El sonido de metal cortando el aire resonó en la noche, y un instante después, Iruka-sensei quedó suspendido en la pared del edificio de madera, atravesado por múltiples kunais que se clavaron en su cuerpo. La sangre emanaba de sus heridas mientras su mirada se posaba en el recién llegado.

La escena dejó a Akari atónita, congelada por la repentina violencia del ataque. No podía creer lo que acababa de presenciar. La adrenalina comenzó a bombear por sus venas mientras su mente luchaba por procesar la situación.

El tenso silencio fue roto por la voz resonante que provenía del hombre situado en lo alto de un árbol cercano. Akari giró su cabeza hacia la dirección del sonido, encontrándose con la figura del individuo de cabello blanco, cuya expresión sugería que disfrutaba la escena como si se tratara de un retorcido juego.

— Vaya, veo que encontraste nuestro escondite —comentó el hombre, a quien identificaron como Mizuki, con una sonrisa burlona, revelando que estaba al tanto de sus movimientos. La sorpresa y la ira se reflejaron en los ojos de Akari al comprender que él había estado manipulando los eventos desde el principio.

— Con que así son las cosas, ¿eh? Debí haberlo sabido —murmuró Iruka entre dientes, mientras lidiaba con las heridas causadas por los kunais.

La atención del recién llegado se centró en los menores, mirándolos con desprecio. 

— Veo que has invitado a la mocosa de Enji. Bueno, eso ya no importa. ¡Entrégame el pergamino, ahora! —exigió.

Sin darles oportunidad de responder, Naruto intervino, mostrando su confusión ante la situación.

— ¿Qué está pasando aquí? —preguntó, buscando entender el repentino giro de los acontecimientos.

Sin embargo, el Umino no perdió tiempo en explicaciones. A pesar del dolor que lo aquejaba, se recuperó y emitió una orden clara.

— No dejen que tome el pergamino. Eso contiene jutsus prohibidos que pueden poner en grave peligro a la aldea. Mizuki utilizó a Naruto para obtenerlo para su propio poder

La revelación de Iruka dejó a Akari y Naruto atónitos. En medio de la oscuridad de la noche, iluminados por la débil luz de la luna, sus miradas se encontraron, compartiendo un gesto de incredulidad y desconcierto ante las impactantes palabras del maestro. La idea de que Mizuki hubiera utilizado a Naruto para obtener el pergamino con propósitos oscuros y egoístas les llenó de indignación y enojo.

— ¡No dejen que tome el pergamino! Eso contiene jutsus prohibidos que pueden poner en grave peligro a la aldea —exclamó, aun jadeando por el esfuerzo y el dolor de sus heridas. A pesar de su agotamiento, su voz resonaba con urgencia, instando a los jóvenes a proteger lo que era valioso para la seguridad de la aldea.

— Naruto, Iruka solo te está asustando porque no quiere que tengas el pergamino —intervino Mizuki con su característica malicia, tratando de sembrar dudas en la mente del joven. Su tono estaba cargado de manipulación y engaño, intentando socavar la confianza del Uzumaki en su maestro.

— ¡No seas mentiroso, Iruka-sensei no haría algo así! No te dejes engañar, Naruto —defendió la oji lila con firmeza, no permitiría que mancharan el nombre de su sensei. Su mirada se encontró con la de Naruto, transmitiendo un mensaje de confianza y apoyo en medio de la confusión y la adversidad.

Las palabras de Akari resonaron en el aire, desafiando las mentiras de Mizuki. Sin embargo, el peliblanco no se detuvo, su mirada llena de odio se posó en la joven Todoroki, como si buscara intimidarla y desestabilizar su determinación.

— Como siempre, metiéndote donde no te llaman, Akari Todoroki —siseó con veneno en cada palabra—. Bien, Naruto. Te diré quién miente aquí.

— ¡No te atrevas! —gritó Iruka, su voz resonando con angustia mientras intuía los oscuros planes de Mizuki. Sabía que revelar secretos tan oscuros no conduciría a nada bueno, especialmente con el potencial de causar más daño del que ya se había hecho.

Mizuki, con una sonrisa cruel en el rostro, disfrutaba del caos que había sembrado entre los jóvenes. Era evidente que su único objetivo era sembrar discordia y confusión, aprovechándose de la vulnerabilidad de Naruto.

Naruto miró a Akari con desconcierto, buscando respuestas en los ojos de su amiga. Por otro lado, Akari experimentó una oleada de preocupación ante las palabras de Mizuki. Consciente de que su madre le había contado sobre el zorro de nueve colas y le prohibió decirle a Naruto la verdad. Ahora, las revelaciones de Mizuki amenazaban con desentrañar todo.

— Todos lo sabían, incluso tu preciada amiga. Todos menos tú. Iruka trata de ocultártelo incluso ahora —insinuó el peliblanco, disfrutando de cada palabra venenosa que pronunciaba.

— Aka-chan, ¿de qué habla? ¿Cuál es ese decreto? ¿Por qué todos saben al respecto? —preguntó Naruto con una mezcla de confusión y angustia en su voz.

El ambiente se llenó con los gritos de Iruka y Akari, exigiéndole a Mizuki que no dijera nada. La tensión en el aire era palpable, como si estuvieran al borde de un abismo que amenazaba con engullirlos a todos.

— El decreto es que nadie te diga sobre el zorro de nueve colas que está dentro de ti —reveló con malicia—. El espíritu del zorro que mató a los padres de Iruka y destruyó nuestra aldea está dentro de tu cuerpo. Tú eres el zorro de las nueve colas.

La noticia cayó como un balde de agua fría en el corazón de Naruto, quien luchaba por procesar la impactante verdad. Akari, por otro lado, sentía el peso de la prohibición que su madre le impuso, y la culpa amenazaba con consumirla. La revelación de Mizuki amenazaba con cambiar sus vidas para siempre, sumiéndolos en la oscuridad de un secreto que nunca debería haber salido a la luz. Al menos no de esa forma. 

El peliblanco no perdió tiempo en seguir sembrando discordia, hurgando en las heridas recién abiertas del rubio con sus palabras venenosas.

— Esa es la razón por la que todos te tratan como basura, ¿no lo entiendes? Te odian solo por estar vivo, porque eres el contenedor de esa bestia. Incluso tu amado sensei te detesta hasta las entrañas —continuó, observando con satisfacción cómo el rostro de Naruto se retorcía de dolor y confusión.

La mirada de Iruka reflejaba una mezcla de tristeza y angustia ante las palabras de Mizuki. Sabía que revelar la verdad de esa manera no solo causaría un gran sufrimiento a Naruto, sino que también pondría en peligro su relación como sensei y estudiante.

— ¡Eso no es verdad! —intervino Akari con voz firme, defendiendo a su amigo—. Naruto no es un monstruo, es un ser humano con sentimientos, y tú, Mizuki, eres el verdadero monstruo por usar estas verdades para lastimar a alguien de esta manera.

Las palabras de Akari resonaron en el aire, cortando la tensión con su claridad y determinación. A pesar del caos que los rodeaba, su voz sonaba fuerte y segura, como un faro en medio de la oscuridad. Y no se detuvo, decidida a defender a su amigo con uñas y dientes. Aceptó que sabía sobre el zorro de las nueve colas dentro de Naruto, pero argumentó con vehemencia que eso no justificaba el trato que recibía.

— Sí, lo sabía, pero eso no lo convierte en algo que deba ser odiado. Naruto es fuerte, valiente y más humano que muchos de los que lo desprecian. ¡No merece ser tratado como una peste! —exclamó enfrentando a Mizuki— ¿Es esto lo que haces? ¿Atacar a niños indefensos porque no pueden defenderse? Eres patético. Te aferras a tu miserable envidia y tu odio como si fueran tu único propósito en la vida. Pero eso no te convierte en alguien poderoso, solo te hace débil y despreciable —su voz resonó con un tono lleno de desdén y desprecio.

Mizuki apretó los dientes, su ira aumentando ante las palabras hirientes de la Todoroki. Sus ojos destellaron con furia, y en un acto de desesperación, lanzó una shuriken gigante hacia ellos, solo para ser detenido por Iruka en el último momento, quien se interpuso para proteger a los jóvenes, recibiendo el impacto de la shuriken en su espalda.

El castaño, con lágrimas en los ojos, confesó que entendía el dolor de Naruto más de lo que cualquiera podría imaginar. Reveló su propia historia de pérdida y soledad, compartiendo que cuando perdió a sus padres en el ataque del Zorro de las Nueve Colas, se sintió abandonado por todos. Su dolor se convirtió en rabia y su desempeño académico sufrió, convirtiéndose en el payaso de la clase para llamar la atención y sentirse un poco menos solo.

— Lo siento tanto, Naruto. Yo sé lo que se siente estar solo y sé que podría haber hecho más por ti, y no lo hice. Perdóname —sus palabras se quebraron por la emoción, su corazón lleno de remordimiento.

Mizuki, sin embargo, interrumpió la emotiva confesión de Iruka, sembrando más confusión y dolor en el corazón de Naruto. El joven, abrumado por la revelación y la interrupción, corrió lejos, dejándolos atrás en la oscuridad de la noche.

Akari, aun tirada en el suelo, solo pudo gritar el nombre de su amigo mientras veía cómo él se alejaba.

— ¡Naruto!

Pero no se detuvo, siguió corriendo hacia la oscuridad de la noche. Dejando a la pelinegra sintiendo un nudo en la garganta, sabía que no podía seguirlo ahora. Sabía que él necesitaba tiempo para procesar toda la información que acababa de recibir.

Con la respiración agitada y el corazón latiendo con fuerza en su pecho, Akari miró hacia donde Naruto se había perdido en la distancia. La oscuridad de la noche se cerró alrededor de ella, acompañada solo por los murmullos del viento y los ecos de las revelaciones impactantes que habían marcado esa fatídica noche.



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