Extinción - Nuestra última es...

By xCherryLove

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[GRATIS NUEVAMENTE] Clematis Garyen sabe que su existencia es prohibida, pero en cuanto descubre los planes d... More

● Mαpα del mundo ●
• P R Ó L O G O •
PARTE I
CAPÍTULO I • Aniquilación •
CAPÍTULO II • La suerte está echada •
CAPÍTULO III • La prometida •
CAPÍTULO IV • En la boca del lobo •
CAPÍTULO V • Sonata Nocturna •
CAPÍTULO VI • Mascarada •
CAPÍTULO VII • Danza bajo la luna •
CAPÍTULO VIII • Descubrimientos •
CAPÍTULO IX • Consuelo de tontos •
CAPÍTULO X • El gran consejo •
CAPÍTULO XI • Pasado Oscuro I •
CAPÍTULO XI • Pasado Oscuro II •
CAPÍTULO XII • La ciudad perdida •
CAPÍTULO XIII • Señuelo •
CAPÍTULO XIV • Verdad Sangrienta •
CAPÍTULO XV • Clematis •
CAPÍTULO XVI • Desde cero •
∞ • VUELCO AL CORAZÓN (Nuevo) •
∞ • SONRISA (Nuevo) •
CAPÍTULO XVII • ¿Qué es lo que decides? •
CAPÍTULO XVIII • Entre tus brazos •
CAPÍTULO XIX • Y ahora qué •
CAPÍTULO XX • Solo importas tú •
CAPÍTULO XXI • La decisión está en tus manos •
CAPÍTULO XXII • El inicio de la contienda •
CAPÍTULO XXIII • Prometo destruirlos •
CAPÍTULO XXIV • Incertidumbre •
CAPÍTULO XXV • Eres mío y yo soy tuya •
CAPÍTULO XXVI • Yo soy el nuevo Dios •
CAPÍTULO XXVII • Después de la tormenta viene la calma •
CAPÍTULO XXVIII • Remembranzas del pasado I •
CAPÍTULO XXVIII • Remembranzas del pasado III •
CAPÍTULO XXIX • Que comience el juego •
CAPÍTULO XXX • Tengo que protegerte •
CAPÍTULO XXXI • Confiar en el enemigo •
CAPÍTULO XXXII • Luz y Sombra •
CAPÍTULO XXXIII • Eres tú o soy yo •
CAPÍTULO XXXIV • Adiós, mi amor •
CAPÍTULO XXXV • Prometo vengarte •
CAPÍTULO XXXVI • Días Grises •
CAPÍTULO XXXVII • Huye mientras puedas •
• E P Í L O G O •

CAPÍTULO XXVIII • Remembranzas del pasado II •

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By xCherryLove


Así como la fiesta comenzó rápido terminó en un santiamén, poco a poco los invitados se fueron marchando cuando el alba ya estaba presente en el horizonte y únicamente cuando ya no quedaba nadie decidí marcharme a mi habitación.

A llegar me tiré sobre la cama mientras colocaba los brazos detrás de mi cabeza. Lo único que podía hacer en esos momentos era pensar en Lyra, ella se presentó ante mi como una aparición, la más sublime y bella aparición que alguna vez pude haber visto.

Era un ángel que había descendido del cielo guiada por el mismo Kyros para que apareciera en mi camino. Por primera vez en lo que llevaba de vida me emocionaba la idea de cortejar a alguien, deseaba saber cuales eran los gustos que ella poseía, las cosas que le gustaban y a que dedicaba su tiempo libre.

Me obsesioné con ella de una forma enfermiza. Mandé a mis guardias a seguirlas para saber hasta la más mínima cosa que pudiera servirme para que ella me aceptara por completo, no solo por el cargo o estatus que yo manejaba.

Luego de algunas semanas de seguimiento ellos descubrieron que aparentemente ella amaba leer, así que en un completo impulso mandé a construir una biblioteca que estuviera lleno de libros de pies a cabeza donde ella pudiera pasar sus tardes.

Lo único que me faltaba era encontrar una manera de presentarme ante ella e invitarla a pasar una tarde en el palacio. Jamás había estado tan nervioso en mi vida. Necesitaba calmarme, no podía demostrarme demasiado ansioso o ella huiría de mí, así que, en un intento por tranquilizar mi mente opté por dirigirme a la frontera de Velmont para poder pensar con mayor tranquilidad las cosas.

Al llegar, vi a un sujeto debajo del árbol, aparentemente estaba durmiendo. Hasta ese punto no hubiera habido nada de raro, pero en cuanto vi su cabellera rubia me puse inmediatamente, en alerta

Me acerqué con cautela, lo observé con desconfianza y ya estando a una distancia considerablemente prudente pude reconocerlo, Madai me había enseñado los suficientes cuadros de la familia Hanton como para saber de quien se trataba, era nada más y nada menos que Rier Hanton, el futuro regente de Velmont.

No se veía como alguien peligroso, no era como mi padre lo pintó todos estos años, luego de cruzar un par de palabras con él pude descubrir incluso a una persona entretenida, inclusive podría decir que era inteligente, no como yo claro está, pero poseía un conocimiento tan amplio como el mío.

Comencé a tomarle cariño, nuestra relación amical se volvió muy fuerte. Si bien ambos éramos Hanouns de familias diferentes, compartíamos muchas similitudes en cada aspecto de nuestra vida, y eso fue lo que quizás logró que dejáramos en un principio las diferencias de lado y diéramos paso a nuestra amistad.

Con el pasar de los meses uno se volvió el apoyo del otro, la soledad con la que siempre convivimos se esfumó. Las tardes al pie de ese árbol tuvieron un significado completamente diferente.

Pero tampoco podía ser tan confiado. La salud de Madai empeoraba gradualmente y esto me podría volver un blanco fácil ya que Rier en algún momento si buscaba traicionarme podría usar a su favor el que pronto sería el nuevo regente.

Luego de un mes, en una tarde en particular donde las hojas de los árboles ya eran de color naranjas, mi padre me mandó a llamar a su habitación. Era la primera vez que entraba en toda mi vida.

El cuarto era oscuro, como las paredes, las cortinas eran tan negras que ni siquiera el más mínimo rayo de sol lograba proporcionar algo de luz al recinto, lo único que alumbraba la instancia era una lampara de aceite que estaba ubicada al lado de la cama.

—Giorgio —él me llamó y solo en ese momento me di cuenta de que no estaba solo.

Madai era más un despojo que un Hanoun, había bajado tanto de peso que los músculos se le habían encogido tanto que la piel más parecía un saco con el que lo envolvieron; sus pómulos sobresalían, y hasta podía jurar que su cabello caía sobre la cama con cada movimiento que daba. Este ya no era el imponente Madai Wolfgang que alguna vez fue, era solo su osamenta que aún mantenía un aliento de vida.

—Toma asiento —me ordenó y yo asentí mientras me posicionaba justo al lado del Hanoun anciano que lo acompañaba.

—Giorgio, te presento a Polakov —ante la presentación, mi padre hizo una pequeña pausa para que pudiera tomar una bocanada de aire—. Él es mi mano derecha, cuando muera, él será quien te ayudará y te guiará en cada paso que des. Polakov, preséntate tú mismo, me siento demasiado cansado como para continuar.

—Como ordene, mi señor —Madai se acomodó aún más sobre su cama, tomo un pañuelo y tosió con fuerza sobre este—. Amo Giorgio, soy originario de Prechild, pero soy el nuevo regente de Dico, le he servido a su padre por muchos años. Espero serle útil a su causa.

—Estoy seguro que serás de utilidad —como si mis palabras hubieran sido un premio para él, el anciano esbozó una amplia sonrisa mientras volvía a tomar asiento.

—Es momento de que pongas a prueba todo lo que te enseñé, Giorgio —tras decir esto Madai volvió a toser—. Polakov, llévalo al despacho y explícale todos los detalles.

—Como ordene.

Luego de dar la orden ambos nos marchamos de la habitación y Madai aparentemente comenzó a descansar. Era increíble pensar que aún estuviera vivo, hace mucho debió de haber muerto.

Polakov detuvo su caminata y esperó que yo lo guiará, inmediatamente, me coloqué delante de él y fui marcando el camino por donde debíamos ir. Siendo franco estaba demasiado ansioso como para tratar de disimularlo, era la primera vez que mi padre me daba acceso a su oficina y por lo que dijo, podía intuir que él estaba preparando algo grande y ahora quería que yo fuera el encargado de cumplir con esa misión.

—Polakov. ¿Cuántas lunas tienes? —pregunté estando ya a unos pocos metros de distancia de la oficina—Te ves bastante mayor.

—Tengo cincuenta lunas, amo Giorgio.

—Vaya, eres mayor a mi padre. ¿Cómo alguien mayor que él puede estar a su servicio?

—Las paredes oyen, amo Giorgio —acotó—. Resolveré sus dudas una vez que lleguemos al despacho.

Me extrañaba que existiera tanto hermetismo con respecto a los planes de Madai, si bien, nosotros éramos descendientes directos del gran Kyros y el resto de familias nos guardaba respeto, era poco común ver a un regente más grande acatar las órdenes y poseer una inmensa devoción por uno que fuera más joven.

Al llegar al despacho mis manos temblaban. Sentía como una descarga eléctrica comenzó a envolver poco a poco mi cuerpo y fue dándole descargas paulatinas para hacerlo reaccionar. Respiré de forma pausada sin ser demasiado obvio y solo así pude tranquilizarme.

Sujeté la perilla con firmeza y poco a poco la fui girando, la luz del interior del cuarto, y aunque no poseía un olfato desarrollado como el resto pude percibir el aroma de los tomos antiguos de los libros. Al entrar observé todo detalladamente, me sentía como un niño que acababa de recibir un regalo que siempre había soñado.

Mis dedos rozaban las superficies conforme avanzaba, mi corazón no dejaba de pegar brincos de alegría dentro de mi pecho. Polakov se encargó de cerrar la puerta con pestillo. Paralelamente yo comencé a rodear el escritorio y me senté en medio del enorme sillón mullido y sonreí sin siquiera pensarlo. Extendí la malo e invité a Polakov a que tomara asiento, él lucía casi tan feliz como yo.

Por fin todo esto era mío.

—Bien, Polakov, ahora dime que es lo que Madai estaba planeando.

—Desde luego, mi señor —luego de una pausa él prosiguió—. El amo Madai lo que estaba buscando era ser el gobernante del nuevo mundo, es decir, quería que todas las naciones fueran unificadas como una sola y de esta forma todos viviríamos bajo un único régimen. Por supuesto como es algo lógico de suponer usted sería el líder absoluto.

—¿Qué pasaría con los Hanton?

—Serían sometidos desde luego.

Luego de escucharlo, pensé inmediatamente de Rier, lo que menos quería era que él fuera asesinado o algo por el estilo. Es decir, la idea era en realidad muy tentadora y muy coherente ya que solo los Wolfgang somos capaces de gobernar, pero no quería que él saliera lastimado.

—Como bien sabe, cuando Kyros decidió revelarse en contra de los humanos no lo hizo del todo solo, recibió la ayuda el antepasado de los Hanton, Dyrke, por ende, se podría decir que ellos también son nobles pura sangre.

—¿Ellos lo saben?

—¡Por supuesto que no! —respondió mientras se sobresaltaba en el asiento— Sería desastroso que esa calaña supiera que tiene sangre pura corriendo por las venas. Los únicos que tenemos acceso a esta información son los Wolfgang.

Polakov tenía mucha razón en lo que estaba diciendo, si los Wolfgang teníamos gran influencia con el resto de regentes era únicamente porque éramos descendientes directos del salvador, si los Hanton llegaban a enterarse de que uno de sus antepasados había contribuido con la liberación de nuestra especie sería algo desastroso. Exigirían la misma cantidad de beneficios o terreno de los que disponíamos y eso nos pondría en un gran aprieto.

—¿Qué es lo que tenía ya preparado hasta ahora?

—El amo Madai me entregó personalmente los planos de un arma, su fabricación es un poco compleja, pero el resultado se ve muy prometedor —Polakov introdujo la mano dentro de su abrigo y sacó un extraño aparato que tenía una especie de gatillo—. Si alguien dispara a otro ser vivo con esto puede hacerle mucho daño, o incluso puede provocarle la muerte en el proceso.

—¿Dónde consiguió mi padre eso?

—No lo sé, solo recuerdo que muchos meses antes de que enfermara partió al otro lado del mar y trajo consigo mucha tecnología avanzada —él suspiró—. Es una lástima que él no podrá llegar a ver las magníficas cosas que usted realizará, amo Giorgio.

—¿Del otro lado es que trajo esa enfermedad?

—Al parecer sí, pero por suerte no resultaba ser algo contagioso, si hubiera sido de otra forma pudo desatar una pandemia.

—¿El objetivo de fabricarlas es porque los soldados pueden cansarse atacando varias naciones?

—Correcto, no esperaba menos de usted, su capacidad deductiva es envidiable.

—Entiendo.

Mientras procesaba lo que Polakov estaba diciendo sujeté el arma y la apunté en dirección a uno de los sillones que estaban cerca de la chimenea, halé el gatillo, y el estruendo que provocó el arma hizo que por poco y cayera de la silla. Polakov tapó sus oídos pero luego vi como comenzó a hacer unas caras raras para poder destapar sus oídos.

Me acerqué al lugar donde el arma expulsó una especie de perdigón y sentí como la tela que rodeaba el orificio de entrada estaba prácticamente chamuscado.

—Increíble... —sujeté el arma y la observé con mayor detenimiento.

No sabía que es lo que Madai había tenido que hacer para conseguirla, pero el que pagara con su patética existencia me parecía un precio completamente justo y razonable.

—Entonces... ¿Tú te encargaras de la parte militar?

—Así es, amo Giorgio. Verá, entre todos estos libros, su padre ha venido recopilando información realmente valiosa a lo largo de los años. Hay avances tecnológicos que podrían llevarnos a la siguiente era.

—Ahora tiene más sentido que los escondiera con tanto recelo.

—¿Puede entender el motivo real, amo Giorgio?


—Desde luego, si aquel conocimiento fuera distribuido con los sucios aldeanos, representaría problemas para nosotros. —Polakov asintió enérgicamente— Mientras más ignorante es un pueblo, con más facilidad podemos dominarlos.

—Tiene razón, amo Giorgio, no lo había visto desde ese punto de vista.

—Lo suponía —le respondí en tono sarcástico, Polakov simplemente sonrió—. Ahora, dime el resto del plan.

—La segunda parte del plan, aunque suene muy descabellado, deberá requerir de su colaboración —dijo él con calma—. Debe de hacerse amigo del hijo de Heros Hanton, necesitamos tener acceso a sus fronteras.

Tras oír a Polakov me quedé en silencio. No quería involucrar a Rier en todo esto, pero las planificaciones que ya se venían realizando ya llevaban años de preparación, y el derrumbar todo el esfuerzo y tiempo invertido, era algo que definitivamente no podía darme el lujo de negarme, sería demasiado sospechoso.

—Entiendo su molestia, amo Giorgio. Pero sería beneficioso para nuestros planes —añadió al ver que no decía nada al respecto.

—¿Para que necesitas el acceso a sus fronteras?

—Existe un sedimento de vidaleons lo suficientemente grande como para abastecernos para la fabricación de municiones, hemos venido robando un poco de aquel mineral, pero Heros se ha percatado de esto, la última vez nos tendió una emboscada y mató a nuestros trabajadores —Polakov giró un poco más para observarme atentamente—. Debemos obligarlo de alguna manera a que colabore con nosotros.

—¿Es por eso que necesitamos a su hijo?

—Correcto, si se hace su amigo podemos secuestrarlo para presionar a Heros, él es anciano, ya no puede tener descendencia y no se arriesgaría a perder a su único heredero.

—De acuerdo —respondí solo para calmarlo, pero la verdad es que me sentía demasiado inquieto—. Pensaré en alguna manera de acercarme a él.

Lo único que necesitaba era que Rier firmara el tratado y se rindiera de buena manera. Aunque como es lógico pensarlo, al final él no tendría acceso a nada ya que perdería su cargo como regente.

«Debemos hacerlo» —dijo la voz siseante dentro de mi cabeza— «Piensa, Giorgio. Seremos los dueños de todo. Imagina el futuro. Giorgio Wolfgang, amo y señor de las naciones aliadas, Dios de esta nueva tierra, descendiente directo del Gran Kyros.»

Al igual que siempre la voz sabía lo que mi corazón deseaba, pero al estar involucrado una persona que estimaba me dificultaba el pensar correctamente.

Después de que terminamos la reunión Polakov se marchó y yo me quedé en el espacio meditando todo lo que me había dicho.

Recién ahora cobraba sentido mi entrenamiento. Madai me había preparado para este momento durante toda mi vida. Lo que él esperaba era que yo lo acompañara en la toma de las naciones, pero ya que la muerte lo había visitado antes de tiempo, yo era el único que podría cumplir a la perfección con esta misión.

Esa noche no dormí. Comencé a estudiar como loco todos los libros que estaban dentro del despacho y encontré un contenido en verdad fascinante. No solo había estrategias de guerra, si no que también Madai se había encargado de recolectar información médica que podía resultarnos en verdad beneficiosa.

El lugar a donde había ido era un mundo completamente diferente a este. Y no podía dejar que cualquiera pudiera toparse con semejante tesoro.

Me enfrasqué tanto en continuar con mi investigación que dejé de lado muchas de las cosas que estaba acostumbrado a hacer, aunque no me quejaba, me gustaba nutrir mi cerebro cada día con diferentes cosas. Sin embargo, algo que seguía haciendo para distraerme, era dirigirme a la frontera de My—Trent y Velmont. Si quería ayudar a Rier de alguna forma debía de descubrir más acerca de su vida y de esta forma podría incentivarlo a tomar una decisión.

Un día, luego de varias semanas de que Madai me cedió el control de sus planes, uno de los guardias tocó a la puerta de mi despacho y me dijo que tenía que ir con urgencia al pueblo. Yo aún lo miraba algo adormilado porque me había desvelado, pero al oír que nombró a Lyra todo el cansancio que traía en el cuerpo desapareció de inmediato.


—Encontramos crías humanas bajo su casa —dijo, y un malestar generalizado comenzó a hacerse presente en mi cuerpo.

—¿Qué? —me erguí enseguida. Él asintió y reafirmó lo que había escuchado—. ¿Estás completamente seguro?

—Desde luego, amo Giorgio. Nunca podría equivocarme.

—Vamos —salí del despacho rumbo a las escaleras y él comenzó a seguirme desde atrás.

Al llegar a las afueras del palacio otro de los guardias se encontraba esperándonos. Mandé a llamar al cochero y le indiqué que me llevar a la plaza central del pueblo lo más rápido que podía.

Mi corazón no dejaba de palpitar, temía por ella. Según la ley, cualquier humano que tuviera más de un hijo debía ser ejecutado junto con las personas que eran conscientes de esto. No importaba si eras un noble o un regente, bastaba con que supieras lo que estaba pasando para que tu castigo sea la muerte.

—¿Encontraron más familias? —pregunté mientras tomaba asiento en el carruaje, los otros guardias no tardaron en subirse.

—No, mi señor, esa era la única casa que los escondía.

En cuanto llegamos vi a los dos nobles con el rostro golpeado y la ropa rasgada. No había duda, eran los padres de Lyra. Los guardias los habían aprisionado colocándole grilletes a sus espaldas, y más allá había tres varones, tres mujeres y cuatro crías que bordeaban los diez años aproximadamente, al ver que los observaba comenzaron a llorar, sus pequeños cuerpos temblaban como hojas mecidas por el viento.

Me hicieron subir al podio y no pude evitar sentir como un nudo se formaba en mi garganta. Apreté mis puños a cada lado de mi cuerpo con fuerza y observé al frente, los demás me estaban observando, no había nada que pudiera hacer para ayudarlos.

—Incumplieron las normas —espeté con dureza, ellos alzaron sus rostros empapados y me observaron—. Ustedes, los humanos, son criaturas realmente tontas. Sabían perfectamente que estaba prohibido tener más de una cría, y pese a que sabían el castigo que les esperaba, decidieron desobedecer.

—Por favor, amo Giorgio... —replicó la mujer con la voz entrecortada—. Deje que mi hija viva..., ella aún es pequeña. Por favor, déjela vivir.

—¿Y permitir que más de ustedes incumplan las reglas? —observé al capitán de la guardia y le indiqué con la cabeza que se acercara primero hacia el esposo—. Primero el hombre —tras decir esto la mujer y la niña comenzaron a gritar, los otros guardias tiraron de sus cadenas para inmovilizarlas.

El guardia caminó lentamente hasta el esposo, él se despidió de su familia, no pude evitar sentir náuseas en cuanto lo hizo. Una vez que el soldado estuvo detrás, sacó una navaja, y ante la mirada atenta de ambas mujeres, rebanó su cuello de forma lineal, la sangre no se hizo esperar, y cuando el cuerpo cayó al suelo, ya había una pequeña piscina de aquel líquido carmesí formado a su alrededor.

—¡Papá! —gritó la niña con desesperación mientras trataba de acercarse al cadáver de su padre.
—¡Por favor, amo Giorgio, tenga piedad, deje vivir a mi hija! —volvió a decir la mujer mientras veía como los guardias iban tirando los cadáveres encima de una carreta.

—Sigue con la mujer, su voz me da dolor de cabeza —la niña comenzó a patear al aire para tratar de liberarse, pero su intento era en vano, era una humana, jamás podría igual la fuerza de un Hanoun.

La humana vio como el guardia se acercaba poco a poco hacia ella, y al igual que antes, se posicionó detrás. Miró a su hija, y sonriéndole le pidió que cerrara los ojos, la niña obedeció mientras mordía su labio con fuerza, pero al volver a abrirlos vio cómo el cuerpo de su madre comenzaba a caer lentamente.

Solo quedaba ella. La miré y luego con un gesto adusto le indiqué al guardia que continuara con su trabajo.

—Por favor... no me mate —hipó—. Seré buena, por favor...

—Es culpa de tus padres—exclamé mientras me cruzaba de brazos—. Si no hubieran decidido desobedecer, seguirían vivos.


—Te odio... —musitó débilmente, sus ojos cargados de ira demostraban el odio profundo que sentía por mí—, espero que algún día te lastimen.

—Hazlo —le di la orden al guardia y luego de eso bostecé. Si hubo algo que aplaudir fue que el guardia había sido benevolente, esta vez el corte fue aún más profundo, la cría de humano ni siquiera gritó cuando le cortaron el cuello.

—Traigan a... los nobles traidores.

Los nobles no dejaban de aplaudir y vitorear mi nombre, pero en mi estado actual lo único que lograba escuchar eran voces que poco a poco se iban deformando. El chirrido dentro de mi cabeza comenzó a emerger, una pequeña mueca de fastidio se plasmó en mi rostro a medida que el ruido crecía.

Al cabo de unos minutos los padres de Lyra subieron lentamente al podio, y al verla a ella al final no pude evitar sentir como mi corazón se sobrecogía, de solo pensar en lo que estaría a punto de pasar.

No podía mostrar debilidad, el castigo contra los infractores por más que fueran de la casta Wolfgang debía de ser ejemplar.

Los guardias estaban esperando mis órdenes, pero no podía moverme. Miré a sus padres a los ojos, y estos en un extraño ruego me pidieron que al menos la salvara a ella.

—¿Mi señor? —escuché a uno de los guardias hablarme, me vi obligado a mirarlo.

—Suelten a la más joven —una vez que dije esto, todos comenzaron a murmurar entre sí.

Lógicamente, los comentarios no se hicieron esperar, los nobles cuchicheaban cosas entre sí, e inclusive los mismos guardias que estaban perplejos por mi orden hablaban bajo para evitar que yo los escuchara.

— Como bien sabemos —dije en voz alta y me prestaron atención—. El castigo por tener segundas crías en los humanos es la muerte. Hasta ahora, no había pasado que algún noble no notificara esta infracción a la norma, pero la ley es la ley, y por el poder de Kyros me veo obligado a aplicar el mismo castigo en ellos. La hija de ambos quedará viva para que, de este modo, aprenda la lección. Debe entender que no se debe ayudar a los humanos. Todo derecho... —sentía un nudo formarse en mi estómago mientras seguía con la plática—, todo derecho que tuvo por su familia será revocado. Ella no será más una noble de la casta Wolfgang.

Todos los presentes estallaron en aplausos ante lo que dije, no podía salvar a sus padres, pero al menos quería salvarla a ella, no podía dejar que Lyra muriera.

Ambos Hanouns se despidieron de ella mientras se fundieron en un abrazo, sus ojos me observaron con algo de gratitud porque al menos la dejé vivir. No imaginé nunca que esto pasaría, no pensé que, en algún momento me tendría que ver obligado a hacerlo...

Lyra fue llevada hacia la primera fila, los Hanouns que se encontraban cerca de ella se apartaron cómo si poseyera algún tipo de enfermedad.

Escuché la voz siseante en mi cabeza, él me insistía que lo dejara tomar el control de la situación, me pedía dar la orden para que los asesinen. Yo no quería hacerlo, así que por esa vez lo dejé tomar las decisiones en público.

«Mira como llora, Giorgio. Ya sin sus padres, podremos tomar a Lyra cuando queramos. ¿No es esto magnífico? Se nos dio este regalo de una forma inesperada. Ahora solo nos falta matar al viejo»

Cállate, ella está sufriendo. Esto no me gusta —le respondí.

«¿No te gusta lo que ves?»

No...

«Oh, vamos, Giorgio. No puedes engañarme, si no te gusta, entonces. ¿Por qué sonríes?. ¿Por qué disfrutas de su muerte mientras Lyra te observa? —él río—. Se siente bien. ¿No es verdad? El poder decidir quien vive o muere... es algo maravilloso.»

Para cuando recobré el sentido todo había acabado. Lyra no volvió a hablarme, y yo tampoco tenía el valor suficiente para acercarme a ella. En un intento por hacerla sentir bien, decidí invitarla al palacio a pasar junto a mi una velada, pero la rechazó. Su actitud me molestaba, le había salvado la vida, pero ella prefería estar junto a los humanos.

Medio año después Polakov me dijo que necesitaba que fuera a Dico para supervisar la armada, y en vista que mi relación con Lyra no progresaba, opté por cumplir mis deberes como líder e ir allá. Me despedí de Rier, y luego de dejar algunas indicaciones en el palacio, emprendí mi viaje.

Las cosas estaban progresando de manera muy favorable, los primeros prototipos funcionaban a la perfección, pero el peso que poseían las armas podía dificultar su manipulación en un combate. Entre los preparativos y las indicaciones mi viaje tomó un poco más de lo planeado, pero el que los demás se mostraran maravillados por los planes que tenía me brindaba una sensación de poder inigualable.

Regresé a My—Trent sintiendo que tenía al mundo en la palma de mi mano, pero aquella efímera felicidad se terminó esfumando en cuando fui a buscar a Rier a nuestro lugar de siempre. Al cruzar por la plaza pude verlos juntos. Rier me había robado a Lyra. Mi Lyra, y esa traición que acababa de cometer era algo que le costaría el cuello cuando yo fuera el dueño de todo.

Me marché nuevamente al palacio y me encerré dentro de mi habitación. Tenía el corazón destrozado. La ira que sentía producto de la traición, de quien equivocadamente consideré mi amigo, fue un golpe demasiado duro, pero no dejaría que aquello disminuyera el ánimo que sentía.

«¡Lo sabía! Rier nos traicionó.» —escuché a la voz decir cuando me encontraba en la soledad absoluta.

—Jamás lo creí capaz —le contesté.

«Te dije que no confiáramos en él, Giorgio, siempre supe que era un traidor.»

—Tenías razón —exclamé mientras me sentaba al borde de la cama, hundí mi rostro entre mis palmas y emití un sonoro suspiro de cansancio—. Siempre tienes razón —añadí.

«¿Ahora te importa que salga herido? Te pisoteó, no le importó en lo absoluto que ella fuera nuestra.»

—Fui tan crédulo... me doy asco.

«Todavía podemos arreglarlo» —me dijo con un deje de diversión en la voz.

—¿Cómo? —pregunté esperanzado mientras me erguía en mi lugar, la voz siseante rio y sentí como la cabeza comenzaba a dolerme cada vez más y más.

«Este es el incentivo que necesitábamos para que el tonto de Heros Hanton firme el tratado. Envía una vyla hacia Velmont y cuéntale a su padre todo lo que Rier ha hecho en My—Trent. Dile que si no accede a firmar este nuevo documento, nosotros emitiremos un comunicado oficial a los concejales porque ha incumplido un tratado que fue establecido por nuestros antepasados.»

—Aunque quisiera no puedo hacerlo, Madai aún vive —respondí.

«Es por eso que ya no lo necesitamos. Para conseguir lo que queremos es necesario quitarlo de en medio.»

Hice caso a mi voz interna y salí de mi habitación y fui directamente a mi despacho, introduje la llave dentro del picaporte y abrí la puerta. Una vez dentro redacté una carta donde exponía todos mis términos, condiciones, y lo que pasaría si Heros no aceptaba firmar el nuevo tratado. Y antes de acabar, anexé el documento que ya había preparado y firmé cómo: Giorgio Wolfgang, regente de My—Trent.

Al finalizar, guardé los documentos dentro y cerré el sobre. Tomé la cera que usábamos para sellar nuestros sobres oficiales, y una vez que esta cayó sobre el papel, impregné el sello de mi familia en el frontis.

Mandé a llamar al criador de vylas, le dije lo que debía hacer y aguardé a que se llevara la carta. Por un momento se quedó estático en su lugar, era lógico que se sorprendiera por el destino de la carta, pero antes de que siquiera pudiera consultar si era cierto lo que le estaba diciendo, le dije que se largara así que inmediatamente, corrió al criadero de las vylas.

Con esto la mitad de mis planes ya estaban realizados, lo único que tenía que hacer era ayudar a Lyra a darse cuenta de la enorme equivocación que estaba cometiendo.

—Ella es demasiado pura como para detectar la maldad en un hombre —me dije a mi mismo.

Él la había envuelto en un vaivén de engaños y mentiras. Debía de haber manipulado a su corazón aprovechando el hecho de que ella se encontraba vulnerable. Yo podía darme cuenta de todo esto, era Lyra la que estaba cegada momentáneamente por aquella venda que traía en los ojos. Y por haberla engañado de tal manera, Rier merecía pagar.

Al salir del despacho cerré nuevamente la puerta con llave y me dirigí al último lugar al que debía ir. Abrí la puerta, y el moribundo ser que estaba postrado en la cama me observó mientras esbozaba una torcida sonrisa.

—Estuve esperando esto durante mucho tiempo —dijo Madai, al verme en el umbral de su dormitorio—. Ahora, hijo, no dudes.

Me acerqué hasta su cuerpo y destacé su garganta de un solo golpe, Madai comenzó a ahogarse con su propia sangre, pero no por eso pidió auxilio. Tal y como él dijo, desde hacía mucho tiempo estaba aguardando que por fin cumpliera con la última prueba que él me puso para tomar el cargo como regente de My—Trent.

Y ahora, con el poder de todo, nada ni nadie se interpondría en mi camino.


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