Extinción - Nuestra última es...

By xCherryLove

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[GRATIS NUEVAMENTE] Clematis Garyen sabe que su existencia es prohibida, pero en cuanto descubre los planes d... More

● Mαpα del mundo ●
• P R Ó L O G O •
PARTE I
CAPÍTULO I • Aniquilación •
CAPÍTULO II • La suerte está echada •
CAPÍTULO III • La prometida •
CAPÍTULO IV • En la boca del lobo •
CAPÍTULO V • Sonata Nocturna •
CAPÍTULO VI • Mascarada •
CAPÍTULO VII • Danza bajo la luna •
CAPÍTULO VIII • Descubrimientos •
CAPÍTULO IX • Consuelo de tontos •
CAPÍTULO X • El gran consejo •
CAPÍTULO XI • Pasado Oscuro I •
CAPÍTULO XI • Pasado Oscuro II •
CAPÍTULO XII • La ciudad perdida •
CAPÍTULO XIII • Señuelo •
CAPÍTULO XIV • Verdad Sangrienta •
CAPÍTULO XV • Clematis •
CAPÍTULO XVI • Desde cero •
∞ • VUELCO AL CORAZÓN (Nuevo) •
∞ • SONRISA (Nuevo) •
CAPÍTULO XVII • ¿Qué es lo que decides? •
CAPÍTULO XVIII • Entre tus brazos •
CAPÍTULO XIX • Y ahora qué •
CAPÍTULO XX • Solo importas tú •
CAPÍTULO XXII • El inicio de la contienda •
CAPÍTULO XXIII • Prometo destruirlos •
CAPÍTULO XXIV • Incertidumbre •
CAPÍTULO XXV • Eres mío y yo soy tuya •
CAPÍTULO XXVI • Yo soy el nuevo Dios •
CAPÍTULO XXVII • Después de la tormenta viene la calma •
CAPÍTULO XXVIII • Remembranzas del pasado I •
CAPÍTULO XXVIII • Remembranzas del pasado II •
CAPÍTULO XXVIII • Remembranzas del pasado III •
CAPÍTULO XXIX • Que comience el juego •
CAPÍTULO XXX • Tengo que protegerte •
CAPÍTULO XXXI • Confiar en el enemigo •
CAPÍTULO XXXII • Luz y Sombra •
CAPÍTULO XXXIII • Eres tú o soy yo •
CAPÍTULO XXXIV • Adiós, mi amor •
CAPÍTULO XXXV • Prometo vengarte •
CAPÍTULO XXXVI • Días Grises •
CAPÍTULO XXXVII • Huye mientras puedas •
• E P Í L O G O •

CAPÍTULO XXI • La decisión está en tus manos •

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By xCherryLove


Z E F E R

Luego de que tuvimos aquella conversación ambos nos vestimos y fuimos a cenar con Ian y Rik.

La conversación durante toda la velada fue amena, me estaba divirtiendo demasiado. Era la primera vez en mi vida que podía decir con toda certeza que disfrutaba de la compañía de los demás. Y de alguna u otra forma, sentía que todo esto se lo debía a Clematis, ella con su sola presencia lograba cambiar todo dentro de mi ser. Estaba ayudando a matar a ese ser horripilante que era dando paso a una mejor versión de mi mismo

En cuanto la velada finalizó ambos nos fuimos a la cabaña, durante ese breve trayecto nuestros dedos se mantuvieron entrelazados en un suave tacto. Amaba la textura de su piel y amaba oírla cuando ella sonreía al hablar.

Deseaba verla siempre así. Feliz, rebosante de vida. Las cosas materiales a las que estuve acostumbrado durante mi vida pasaron a un segundo plano. Y todo porque pasó algo que jamás hubiera planeado. Me había enamorado de un humano.

Si mi yo de hace varios meses atrás me viera ahora se burlaría de mi por lo patético que me había vuelto, pero eso no importaba. Ni siquiera cuando recordaba las cosas que Giorgio siempre me dijo cuando era cachorro sobre ellos tenían cabida aquí.

Crecí bajo muchos prejuicios. Asesiné a mi madre y al padre de Clematis. Hice sufrir a mucha gente. Si ella no hubiera llegado... no sé exactamente que hubiera sido de mi vida más adelante.

Pero no todo era color de rosa. La culpa me carcomía, ella reposaba con tranquilidad en mis brazos sin saber que yo era un asesino. Yo fui el causante de que ella perdiera a una persona que amó. Incluso había jugado sucio, robé el lugar de Argon, mi amigo, para hacer que me quisiera.

Había momentos donde no lograba conciliar el sueño a causa de esto. El temor constante de que recordara pronto las cosas me mantenía inquieto. No quería volver a ver sus ojos rebosantes de vida llenos de lágrimas, lo que menos quiero hacer es lastimarla, como lo hice en el pasado. Pero estaba atrapado, yo mismo entré en una jaula y había tirado la llave que podía liberarme lejos de mi alcance.

Volví a observarla, ella entreabrió ligeramente la boca y luego se removió un poco. Besé su frente, me apegué a ella y observé hacia la pared que estaba detrás. Cerré los ojos, y poco a poco fui cayendo en un profundo sueño.

En un abrir y cerrar de ojos dos meses más transcurrieron. Desde que llegamos, no había tiempo para holgazanear, siempre había algo que hacer, al principio odiaba que me forzaran a ayudar, pero poco a poco fui agarrando el gusto a hacerlo ya que podía disfrutar en compañía del resto.

Clematis, por su parte, dedicaba sus días al entrenamiento, había tenido la oportunidad de verla cuando pasaba por el campo, y en comparación a los primeros días, tenía que admitir que mejoró considerablemente. Su cuerpo era más flexible, sus patadas se volvieron rápidas e incluso consiguió una agilidad envidiable. Rik, era un profesor estricto, pero había conseguido grandes avances en tan poco tiempo.

Al finalizar el día, ambos cenábamos con ese par, y luego retornábamos a nuestro pequeño e improvisado hogar.

Nos reíamos, conversábamos hasta altas horas de la noche, y luego dormíamos muy cerca el uno del otro, no me gustaba separarme de ella en ningún momento. Quizás estaba siendo egoísta y posesivo, pero quería disfrutar lo más que pudiera todo esto, ya que, si algo había aprendido, es que la vida siempre está llena de altibajos.

—Zefer...

Sus pequeñas manos tomaron mi rostro y depositaron un suave beso sobre mis labios, me removí y me volví a apegar a ella, Clematis se rio, pero yo me quedé allí quieto, inhalando su aroma.

Ya había despertado, pero me negaba a abrir los ojos.

—Vamos, sé que estás despierto—dijo ella de manera divertida mientras besaba mi mejilla.

—Déjame seguir recostado junto a ti... —rodeé su cintura con mi brazo, la apegué más a mi cuerpo y deposité un suave beso sobre su sien—, esta es mi parte favorita del día.

—Sabes que no podemos estar todo el día en cama.

—Si podemos...—le respondí con parsimonia—, finjamos que no estamos —la acurruqué nuevamente—. Tan solo... guarda silencio—ella asintió, pero en cuanto estaba preparándome para volver a dormir, fuimos interrumpidos.

—¡Buenos días!

La puerta fue abierta estrepitosamente, la luz del exterior me dañó la vista y me vi obligado a taparme el rostro con la sábana. Gruñí tras oírlo, Clematis simplemente se rio y se sentó sobre la cama. Cada maldita mañana era lo mismo, no recordaba haber pedido un despertador, pero al parecer, Ian insistía en auto adjudicarse la tarea.

—Te diré lo que te repito cada mañana. ¿No te enseñaron a no entrar en las casas ajenas? —repliqué con molestia mientras me sentaba—. Todos los malditos días haces lo mismo, estoy pensando seriamente en poner una roca en la puerta para que no puedas entrar.

—Oh, vamos Zefer. Creí que ya éramos amigos —se acercó donde estábamos dando pequeños saltos—. Ustedes son mis personas favoritas. Tan solo no se lo digan a Rik —esto último se lo susurró a Clematis y ella rio con mayor fuerza—. ¿Sabes algo, Zefer?, debes dejarla conversar más con las demás personas, siempre andas pegado a ella. Maldito acaparador.

—Tan solo la protejo —me encogí de hombros restándole importancia.

—Acá están a salvo —Ian rodó los ojos mientras resoplaba—, nadie les haría daño y ya me cansé de repetírtelo en numerables ocasiones.

—Un poco de desconfianza no está mal —me levanté de la cama, me dirigí hacia un cuenco de agua que reposaba sobre una de las cómodas y comencé a lavar mi rostro—. A todo esto. ¿Me podrías decir a que viniste?

—Oh, es verdad. Vine trayéndoles un pequeño presente —Ian volvió a salir de la cabaña, dejó la puerta abierta, pero luego, metió adentro una pequeña mesa de madera que estaba finamente tallada—. Esto lo hicimos Rik y yo, bueno, más Rik, soy pésimo tallando en madera —él rio—. Queríamos demostrarle el cariño que tenemos por ustedes.

—Muchas gracias, Ian —Clematis esbozó una sonrisa de oreja a oreja, yo no pude evitar hacer lo mismo al verla feliz—. Es un lindo detalle de su parte.

—No agradezcas, es lindo que decidieran quedarse.

—Ian... —la voz de Rik se escuchó desde afuera—¿Qué te toma tanto tiempo?, tenemos mucho trabajo que hacer—Rik entró a la cabaña y nos saludó, luego miró a su desubicada pareja y resopló.

—Sé que es mucho pedir—Rik me observó—. ¿Pero podrías enseñarle a no entrar en casas ajenas sin preguntar antes?

—Lo siento, pero ya sabes cómo es él.

—¡Me ofendes, Rik! ¡No te pongas de su lado! —Ian se puso de pie, comenzó a apuntar a Rik con un dedo y al llegar hasta el marco de la puerta donde se encontraba, hundió el dedo en su pecho—, tan solo vengo a desearles los buenos días a ambos.

—Ian—Rik resopló—¿Qué no lo entiendes? Uno de estos días puedes encontrarlos dándose más cariño del debido, y cuando eso pase me pregunto. ¿Qué expresión pondrás? —enmarcó una ceja divertida mientras Ian se sonrojaba completamente.

A mí me causo gracia y tuve que colocar mi mano sobre la boca para evitar soltar una fuerte carcajada, y en cuanto volteé a observar a Clematis, ella estaba igual de sonrojada.

—Eres... un idiota—Ian salió apenado de la cabaña mientras Rik trataba de reprimir las carcajadas.

—Creo que con esto se resuelve el problema. De nada —me miró y yo extendí el pulgar en señal de aprobación, luego miró a Clematis quien seguía sonrojada, ella estaba apretando tan fuerte las sábanas que estas se arrugaron aún más bajo sus manos—. Clematis, te espero en el lugar de siempre—ella asintió.

Si había algo que atribuirle a Rik, era que lograba poner tan nervioso a Ian, que lograba la titánica tarea de hacer que cierre la boca.

Al darme cuenta de que Clematis aún se mantenía sentada sobre la cama caminé hacia ella y sujeté sus manos con fuerza.

—No les hagas caso —revolví suavemente su cabellera mientras le sonreía con ternura—. Sabes que Rik siempre hace ese tipo de bromas.

—No es eso —murmuró apenada—, es solo que tú..., bueno, ya sabes.

—¿Yo qué Clematis? —exclamé divertido mientras volvía a sonrojarse—Si no me lo dices con claridad, no podré entenderte.

—Es que. ¿Tú piensas, en eso?

—¿En qué? —pregunté mientras me hacía el desentendido.

—Si tú piensas en tener..., ya sabes —susurró bajo—, intimidad.

—Bueno, yo te amo—acaricié su mejilla con ternura mientras ella se sonrojaba aún más—. Pero no quiero presionarte con nada, ni tampoco quiero que te sientas obligada. Si me gustaría estar contigo en ese aspecto. Pero soy consciente de que tú aun no te sientes preparada—esbocé una sonrisa y besé con gentileza su mejilla—. Yo quiero que cuando ese momento llegué, estés completamente segura de hacerlo.

—Gracias, Zefer.

Me di cuenta que se removió incómoda, como si quisiera decir algo más, pero esto no pasó, lo único que hizo fue depositar un beso sobre mis labios y comenzó a prepararse para ir a entrenar.

NACIÓN DE MY— TRENT

Giorgio Wolfgang se encontraba sentado en su despacho, con una mano, mantenía sujeta la pipa en su boca, y con la otra, tamborileaba sus dedos sobre la mesa. Se paró y observó por la ventana, se cruzó de brazos, y nuevamente, volvió a sentarse.

Habían pasado seis meses desde que Zefer y la humana se habían marchado del palacio sin dejar rastro alguno. Giorgio había buscado la manera de mantener todo bajo estricto secreto, no quería ser sermoneado nuevamente, por los ancianos del consejo, es por eso que no había seguido el protocolo de desaparición en caso alguien de familia noble desapareciera. Pero al parecer un soplón había dado anuncio de que Zefer estaba perdido y los vejetes estaban exigiéndole que agote todos los recursos posibles para encontrarlo.

De solo recordar las cartas que acababa de recibir por parte de los ancianos provocó que golpeara el escritorio y tirara todo lo que había encima.

Si Zefer no regresaba sus planes se irían a la basura.

En medio de su rabieta la puerta del despacho se abrió y esto lo molestó aún más ya que no le pidieron permiso. Al alzar la vista para insultar a quien había osado hacer eso, se dio con la sorpresa de que se trataba de Argon, quien caminó hasta estar frente a él para extender un papel en su dirección. Giogio alternó la vista entre la hoja y el rubio, pero finalmente accedió a leerlo mientras tomaba asiento.

—¿Qué es esto? —preguntó el pelinegro, pero Argon con un gesto de las cejas le indicó que lo leyera. El rubio era tan parecido a Rier que esto le provocaba náuseas.

Argon por su parte se mantenía allí de brazos cruzados, apretando los labios de forma lineal.

—¿Los vieron por última vez en Wyrfell? —soltó al aire mientras apoyaba su cabeza sobre la palma de su mano.

"El joven amo Wolfgang vino junto a su prometida hace dos meses, luego se marcharon del palacio. Estoy preocupada por ellos, joven Argon, ya que ese mismo día la esposa del regente Elian mandó a sus guardias a seguirlos y los escuché decir que asesinarían a la humana"

Giorgio apretó con fuerza la mandíbula. Ahora todo tenía sentido, es por eso que no había tenido noticias por esos lados, el mal nacido de Elian había estado escondiéndole que su hijo había sido visto por última vez allá. Lo único que pedía en esos momentos era que Zefer no fuera tan imbécil y siguiera con vida.

—¿Quién te dio esta información? —preguntó de manera desinteresada, aunque si le provocaba cierto recelo que Argon tuviera conexiones en una nación que le pertenecía.

—Conozco a uno de los sirvientes que trabajan en el palacio—le respondió con serenidad—. Como usted entenderá, me es imposible decir el nombre de ese híbrido por motivos de seguridad, ya que pondría en riesgo su estadía allí y su trabajo.

—¿Cómo lograste enviarle el mensaje?

—El cómo no importa —respondió él a la defensiva—. Si lo que le preocupa es que el mensaje haya podido ser interceptado por alguien, pierda cuidado, yo personalmente me encargué de que no hubiera testigos.

—¿Alguien más sabe sobre esto?

—No, los únicos que sabemos del contenido de ese papel somos él trabajador, yo, y ahora usted.

—De alguna manera agradezco esto, pero también me genera preocupación que tengas infiltrados dentro de otras naciones—le respondió con sinceridad, Argon apretó los puños. Acababa de meter la pata.

—Zefer es mi mejor amigo, solo por eso estoy tratando de ayudar —respondió, pero Giorgio sabía que no hizo todo esto únicamente por su hijo.

—Llama a Jaft —tras decir esto el rubio salió de su despacho y fue a cumplir con la petición.

En cuanto Argon se fue arrugó el papel y lo aplastó contra las palmas de sus manos, volvió a tamborilear los dedos sobre la madera e inconscientemente una pequeña sonrisa escapó de sus labios.

El punto débil de Argon era la humana, y también, al parecer también lo era ahora el de Zefer. En cierta manera la situación le resultaba graciosa. Nuevamente, un Hanton y un Wolfgang estaban detrás de la misma persona.

Antes de que pudiera seguir divagando entre sus recuerdos, Jaft entró por la puerta con la respiración entrecortada, había corrido para llegar lo más rápido que pudiera. Giorgio le señaló la silla, su hijo asintió y luego de cerrar la puerta, tomó asiento, su padre lo observó con detenimiento mientras seguía tamborileando los dedos sobre la mesa.

—Argon encontró el último paradero de tu estúpido hermano —dijo con voz severa.

Giorgio estaba molesto. Por culpa de ese par de estúpidos que había criado terminó siendo arrastrado a un juego de niños. A esto se le sumaba el hecho de que fue ridiculizado por los Jackal, y aquella ofensa que acababan de cometer, la iban a pagar con su vida.

—¿Dónde estaban?

—Estaban en Wyrfell. Al parecer, la esposa de Elian mandó a tenderles una emboscada. Escucha bien las órdenes que te daré, Jaft —el nombrado asintió—. Lleva a la guardia, ataquen su nación —Jaft no pudo evitar entreabrir la boca, jamás había sido puesto a cargo de la guardia, y menos había invadido una nación—. Su armamento es débil, no tienen dinero para alimentar bien a sus hombres, es por eso que será fácil asesinarlos. Quiero que degüellen a cada sirviente de ese asqueroso palacio, comenzando por Elian y su mujer, quiero que se ahoguen en su propia sangre mientras gritan.

—¿Qué? —el corazón de Jaft comenzó a palpitar con fuerza, jamás hubiera esperado que Giorgio tomara una decisión tan radical—. No podemos atacar esa nación —Giorgio alzó una ceja tras oírlo—, los habitantes no tienen la culpa, fueron los regentes quienes cometieron semejante estupidez.

—Dije que asesinaran a todos los del palacio, no dije que a todos los habitantes.
—Los ancianos del consejo enloquecerán..., esto viola todos los tratados de paz entre los líderes de las naciones.

—Tenemos las pruebas suficientes para justificar la masacre —Giorgio sujetó nuevamente su pipa, dio una calada y exhaló el humo hacia arriba.

—¿Qué pruebas tenemos?

—Esto —Giorgio le extendió el papel arrugado a Jaft y este lo leyó—. Argon consiguió el testimonio de uno de los esclavos del palacio, no necesitamos mayor prueba que esto.

—¿Y qué pasará si esto es una mentira?

—Argon no es tonto —una suave risa escapó de sus labios—. Quiera o no aceptarlo, tiene un interés de por medio, y es la humana. Usaremos esto a nuestro favor. Jaft, tú dirigirás el asedio, dirígete hacia Wyrfell e investiga toda la zona. Mata a quien tengas que matar. Pero escúchame bien —lo apuntó con su dedo índice mientras el mencionado trataba de mantenerse calmado—, a cualquier costo o precio, quiero a Zefer devuelta ya sea con, o sin la humana.

—Está bien... —Jaft se puso de pie, y luego de hacer una reverencia, caminó a la puerta.

—Y...., Jaft.

—¿Sí?

—No vuelvas a decepcionarme.

Jaft asintió cabizbajo. Aquello le había dolido, era la primera vez que Giorgio le demostraba cuan decepcionado había estado de él.

Caminó hacia las escaleras y comenzó a descender lentamente, al llegar allí, se encontró con Eleonor, quien estaba leyendo un libro al lado de la ventana, ella al verlo tan pálido, interrumpió su lectura y se acercó con prisa.

—¿Qué sucedió? —preguntó mientras acariciaba una de sus mejillas.

—Mi padre, ordenó que ataquemos la nación de Wyrfell, yo dirigiré el asedio.

—¿Giorgio te mandó a hacer eso? ¿Con qué motivo?

—Tenemos información de que el último lugar donde se vio a Zefer, fue allí. Además, tenemos pruebas de una posible traición por parte de los Jackal.

—¿Crees que..., Zefer? —La voz de Eleonor tembló ligeramente tras oírlo—. ¿Crees qué lo asesinaron?

—No lo sé —Jaft removió su cabello con incomodidad—. Si es que algo malo llegó a pasarle, lo cual dudo, no se alterará el orden de las cosas. Mi padre estará molesto, sí, pero My—Trent se mantendrá como siempre. Claro, con la diferencia de que ahora, Wyrfell dejará de ser nuestro aliado y pasará a ser parte de nosotros —Jaft depositó un suave beso sobre la frente de Eleonor, ella frotó sus brazos ligeramente como dándole fuerza—. Tengo que irme, mientras más pronto llegue a Wyrfell, será mejor.

—Buen viaje...

La pelinegra se colocó sobre la punta de sus pies, y depositó un suave beso sobre los labios del rubio. Aquella acción tomó por sorpresa al mayor de los Wolfgang, generándole de cierta forma una sensación agridulce.

Tomó un sombrero del perchero, un saco, y al salir le pidió al cochero que lo lleve rápidamente hacia el cuartel de la guardia real. Podía sentir como su pulso se aceleraba considerablemente, jamás había peleado, no era bueno para ello, es por eso que prefería ser alguien más diplomático. Zefer, por el contrario, pese a ser el menor, siempre lo había dejado en vergüenza durante los entrenamientos, y en más de una ocasión, se había llevado las felicitaciones del maestro que les estaba enseñando.

Elaborar una estrategia de ataque no sería complicado, el problema vendría cuando él liderara al ejército e irrumpieran en el lugar. Prácticamente sentía como había sido lanzado a las fauces de una bestia, y todo por culpa de su padre.

Al llegar, les explicó la situación a los guardias y estos inmediatamente, comenzaron a prepararse para el ataque. Los más capacitados, ágiles, y veloces irían con ellos, mientras que el resto se quedaría en My—Trent. En total llegaron a formar un grupo de cuatrocientos.

Las tropas se encontraban protegidas por armaduras de metal, esto evitaba que los adversarios pudieran generarles daño alguno a sus puntos vitales. Si bien, el traje limitaba de cierta forma sus movimientos, les otorgaba una excelente resistencia.

En menos de una hora estuvieron listos y comenzaron a marchar rápidamente. Jaft iba al frente, cada cierto tiempo hacia crujir sus dedos, estaba muy nervioso. Cuando estuvieron más alejados Jaft volteó a ver su nación y nunca antes el palacio y el muro le habían parecido tan pequeños como en ese momento.

Una semana y media pasó desde que partieron, semanas en las cuales se habían visto forzados a alimentarse de la naturaleza y dormir al aire libre. Evitaron a toda costa encender fogatas para resguardarse del frio, y únicamente había tiendas colocadas de manera provisional para poder resguardarlos durante la noche; por las mañanas, estas eran guardadas, y se eliminaba todo rastro de que alguien hubiera estado allí. No podían permitir que las demás aldeas de las naciones los vieran, ya que eso generaría pánico entre sus habitantes y dispararía una alerta inmediata.

Según la estrategia que Jaft había planeado, tenderían una emboscada, él sería el primero en entrar, aniquilaría a los guardias que custodiaban la puerta, dejaría la misma abierta, y los híbridos de los que disponían, serían usados de carnada en caso hubiera un contrataque una vez dentro, la primera línea esperaría una señal afuera, y luego todo transcurriría con normalidad.

Cuando finalmente lograron visualizar a Wyrfell, Jaft ordenó a sus hombres, quienes estaban escondidos en medio de la espesa vegetación del bosque, aguardando su señal. Él salió de allí con una pequeña mochila en el hombro, aparentó tranquilidad mientras caminaba hacia el portón, y una vez que estuvo debajo, sus dedos vacilaron al tocar la fría superficie de madera. Inhaló una gran cantidad de aire, y luego de serenarse, tocó fuertemente. Uno de los guardias salió desde arriba y lo miró, se sorprendió al verlo, pero inmediatamente, ordenó al resto que estaba abajo que abrieran la puerta. El plan acababa de ser puesto en marcha, este sería el inicio de una masacre sin sentido.

Las puertas se abrieron, dejando únicamente el espacio necesario para que él pudiera pasar. Una vez dentro, examinó por completo el lugar, tan solo dos guardias se encontraban en su posición, el resto brillaba por su ausencia. No era algo por lo cual tuviera que sorprenderse, a decir verdad., aquellos eran tiempos de paz entre las naciones, y el poseer una vigilancia perpetua no era algo esencial.

Su corazón volvió nuevamente, a palpitar con fuerza. Era la oportunidad perfecta para acabar con aquellos Hanouns que despreocupadamente le brindaban su espalda.

Trató de acercarse sigilosamente, pero sus piernas no reaccionaban — ¿Por qué no podía acabar con ellos? —. La respuesta era simple, él no era un asesino y no deseaba ver sus manos llenas con la sangre de alguien más.

—Joven amo, es una verdadera sorpresa verlo aquí—uno de los guardias se acercó a saludarlo.

—No esperábamos que usted también viniera, el amo Zefer se fue hace casi tres meses con destino a Itaca.

—Quiero preguntarles algo —Jaft temblaba del miedo, pero debía aparentar serenidad, las palabras en ese momento no podían fallarle—¿Ustedes tienen familia?

—Sí, joven amo —ambos guardias se miraron sin entender lo que sucedía, Jaft simplemente apretó los puños tras oírlos—. Yo tengo una esposa y dos pequeñas hijas.

—¿Y tú? —le preguntó al segundo que tenía la misma expresión de desconcierto—. ¿Tú también tienes familia?

—Una madre enferma es lo único que me queda. Pero también tengo una novia con la cual planeo contraer nupcias a finales de este año.

—Ya veo —él sonrió con tristeza mientras se incrustaba las garras en las palmas, sus nudillos se volvieron blancos—. Quiero realizarles otra pregunta —ellos asintieron—. ¿Saben si la esposa de Elian, mandó a seguir a mi hermano hace tiempo?

—Sí... —le respondió con sinceridad el primero, intuyendo que la presencia del joven amo allí, no era para nada alentadora—, fueron diez los enviados, pero ninguno regresó, los buscamos, mas no los encontramos. ¿Le sucedió algo al joven amo? ¿Es por eso que usted se encuentra aquí?

—Los líderes de su nación traicionaron a los Wolfgang —explicó mientras ambos Hanouns se observaban incrédulos, habían intuido que por eso mandaron a aquel grupo detrás de Zefer y la humana, pero no esperaban que fuera con intenciones de asesinarlos—. Zefer no volvió después de ese día, y no sabemos si está vivo o muerto. Díganme algo, ¿qué tan grande es su lealtad contra unos traidores?

—Nosotros somos leales a la casta del gran Kyros —respondió el segundo—. Usted es descendiente directo de nuestro salvador, y nuestra lealtad siempre estará con la casta Wolfgang.

—Entonces, abran las puertas y dejen pasar a las tropas... —murmuró finalmente Jaft ante la expresión sorprendida de los otros dos—. A las afueras, se encuentra el ejército de mi nación, son cuatrocientos para ser exactos. Si ustedes no hubieran accedido ahora de buena manera, hubiéramos tenido que entrar por la fuerza —ambos guardias palidecieron tras oírlo—. No quiero dejar a sus familias abandonadas, es por eso que necesito que colaboren conmigo. No quiero muertes innecesarias. Solo iremos por los Jackal, se los prometo.

—Joven amo. ¿Promete que mi familia estará a salvo? —preguntó el primero con preocupación, hincó una rodilla al suelo e inclinó la cabeza, el segundo no tardó en imitarlo.

—Les prometo a ambos, y a los demás guardias que colaboren conmigo, que sus familias estarán a salvo. Les doy mi palabra como futuro regente de My—Trent.

Ambos Hanouns asintieron con seguridad mientras abrían de par en par las puertas de la nación. El alma de Jaft volvió a su cuerpo conforme los guardias de su ejército fueron pasando uno a uno. Él no hubiera tenido el corazón necesario para asesinar a aquellas personas y dejar a sus familias completamente solas.

Los dos guardias se ubicaron a cada extremo de la puerta mientras se inclinaban, colocaron su cabeza sobre el suelo a medida que ellos pasaban. El jefe de los guardias de My—Trent, al ver a los guardias que custodiaban la puerta aún con vida, se acercó a Jaft esperando algún tipo de explicación.

—Amo Jaft. ¿Por qué aún siguen vivos? —el rubio, tras oírlo lo observó con incredulidad.

—Ellos se rindieron de buena manera, su lealtad es con la familia Wolfgang —espetó con seriedad—. Ataquen el castillo, pero no se lleven vidas inocentes. Si alguien los ataca, defiéndanse.

—¡Es una locura, joven amo! Son traidores, no solo traicionaron al amo Giorgio, sino que ahora acaban de traicionar a los Jackal—los guardias que estaban allí palidecieron tras oír al sujeto.

— Escúchame —le respondió con frialdad—. Yo soy quien da las órdenes, no tú. Si los atacan, se defenderán. Pero no quiero que la gente del pueblo pague por las consecuencias.

—Sí, joven amo —el jefe observó a Jaft como si hubiera perdido el juicio, pero luego de hacer una reverencia, siguió con su camino.

La tropa comenzó a avanzar por las calles de la aldea humana, quienes producto del miedo se encerraron en sus cazas esperando lo peor. Pero nada malo sucedió, todos seguían avanzando sin siquiera inmutarse por aquellos seres que estaban recluidos en sus hogares.

Aquella acción fue imitada por algunos nobles de la casta Jackal, otros, en vez de correr y ponerse a buen recaudo en un escondite, simplemente inclinaron la cabeza al ver a Jaft Wolfgang al frente de aquel ejército. Cuando finalmente llegaron al pie del palacio, pudieron ver una gran cantidad de guardias, los cuales se encontraban rodeando la entrada, algunos tiritaban producto del miedo, sabiendo que, de esa situación, no saldrían vivos.

Jaft caminó con tranquilidad al frente, no sin antes indicar al resto que no se acercaran a menos que fuera necesario. Subió los escalones con dirección a la puerta principal y se puso frente al otro ejército.

—No queremos muertes innecesarias, están protegiendo a unos traidores que tuvieron la osadía de atacar a la casta Wolfgang. Aquellos que no quieran verse involucrados en una absurda batalla sin sentido, será mejor que se retiren ahora —exclamó con voz fuerte mientras los de Wyrfell se observaban dudosos entre si—. Wyrfell pasará a formar parte de My—Trent, si se rinden, con esto demostraran su lealtad con la casta Wolfgang, descendientes del gran Kyros.

El pequeño grupo de la guardia se fragmentó dejando a no más de treinta Hanouns, entre jóvenes y ya ancianos.

Para los que se quedaron, el rendirse no era una opción, sus principios no dejaban que fueran desleales. Habían jurado proteger a sus regentes el día que se unieron a la guardia, y nada ni nadie cambiaria eso.

Uno de ellos fue corriendo hacia Jaft buscando destazar su yugular, el rubio comenzó a tratar de evadir cada golpe proveniente de su agresor. Su atacante tiró un zarpazo, y antes de que rozara su cuello, interpuso su brazo, la piel se desgarró después del impacto, inmediatamente la sangre comenzó a salir.

Los guardias de My—Trent, al ver a Jaft herido, corrieron a su ayuda, mientras los que quedaban en el lado de Wyrfell, hacían lo mismo. Aquel Hanoun volvió a tratar de arrancar la garganta de Jaft, pero falló, Jaft lo esquivó y lo obligó a caer. En un rápido movimiento, Jaft se colocó encima de él y dirigió sus filudas garras hacia su cuello, comenzó a apretarlo con fuerza, y luego, de un solo tirón le desgarró toda la carne. El guardia comenzó a ahogarse con su propia sangre mientras pataleaba, y en un último aliento de vida estiró su brazo hasta el cuello de Jaft y lo sujetó, poco después su mano cayó inerte al suelo. Jaft perdió la cordura en ese momento, comenzó a tirar zarpazos por todo el cuerpo del cadáver, la piel se desgarró y poco a poco los músculos y órganos quedaron expuestos, fue necesario que el jefe de la guardia de My—Trent interviniera para tratar de tranquilizarlo.

Para cuando Jaft reaccionó, observó sus manos, estas temblaron al verlas manchadas de sangre, luego observó su ropa y esta también se encontraba empapada en sangre. Dirigió su vista hacia el cadáver y reprimió las arcadas que le ocasionó. Aquel olor ferroso llegó a su nariz y acrecentó el malestar que sentía.

Había asesinado a un Hanoun, se cegó completamente al sentir la sangre caliente empapar sus manos, y siguió con el ataque pese a que aquel pobre infeliz ya se encontraba muerto.

—Joven amo, ya acabamos con los guardias.

Al tornar su rostro, vio a cada guardia de Wyrfell muerto en el suelo. Aunque claro, los cadáveres de esas personas no estaban tan destrozados como el guardia que lo atacó a él. Sintió escalofríos, y por un momento, sintió miedo de sí mismo. El hecho de que por breves segundo se hubiera vuelto alguien sanguinario y desalmado lo alarmó, y aquello se intensificó al pensar en que, deseaba sentir aún más sangre escurrir por sus dedos.

—¡Los tenemos! —gritó uno de los guardias arrastrando hacia afuera a Elian, quien lloraba como si fuera un bebé junto a Juth, su esposa.

—¡Por favor, joven amo! Perdóneme la vida... —rogó de manera desesperada mientras uno de los guardias lo sujetaba con fuerza desde atrás—. ¡Le juro que yo no tenía idea! Fue esta Hanoun la traidora, ella fue quien osó traicionarlos.

—¡Maldito! —su esposa volteó a observarlo, quería lanzarse en su encima y golpearlo, pero estaba tan sujeta que fue imposible—. ¡Tú estuviste de acuerdo, tú fuiste quien quería ver a ambos muertos! Joven Jaft, yo solo quería acabar con la humana, Elian fue quien dijo que también matáramos a Zefer.

—¿Qué hacemos con ellos joven amo? —preguntó el jefe de la guardia.

—Su traición contra los Wolfgang no pasará por alto. Independientemente de quienes son, traicionaron a alguien de su misma especie y su misma casta. Este acto repudiable e imperdonable—Jaft mordió su labio con fuerza, buscaba la forma en la que las palabras salieran de su boca. Tenía que cumplir con el protocolo Hanoun a como diera lugar—. Ejecución pública —exclamó finalmente—, que todo el pueblo venga y presencie la ejecución, ahora esta nación le pertenece a los Wolfgang.

Elian Jackal lloraba, Juth, por su parte se mostraba serena. Lo único que Jaft rogaba era que su hermano estuviera a salvo.

Si el relato de aquellos guardias era cierto, que el pelotón no regresara podía significar dos cosas: Que Zefer hubiera podido acabar con todos ellos, y se encontraba herido junto a Clematis en los alrededores, o la que menos quería imaginarse. Que lograron acabar con su hermano y la pelirroja, pero optaron simplemente por no volver a su nación.

Mientras la ejecución se realizaba en Wyrfell, en el pequeño pueblo que se encontraba cerca de las montañas, uno de los vigilantes se acercaba a paso rápido buscando por todos lados a Ian. Cuando por fin lo encontró, el castaño no pudo evitar sorprenderse por el estado de aquel híbrido, el muchacho estaba empapado en sudor, aparentemente había corrido lo más rápido que pudo para llegar a dar el informe respectivo.

—¿Qué sucedió, Forke? —la angustia podía notarse con claridad en su voz.

—Esto es terrible, Ian... —fue necesario que tomara una gran bocanada de aire, luego de hacerlo, continuó—. Los Wolfgang atacaron Wyrfell, pude olfatear con nitidez el olor de la sangre.

—Mierda... —masculló con preocupación—. ¿Tienes alguna idea del porque lo hicieron?

—Están buscando a Zefer... —exclamó finalmente.

Ian tornó sus ojos hacia Clematis y Zefer. Un silencio incomodo los envolvió por completo, Zefer apretaba sus puños con fuerza. Su padre había dado caza a los de Wyrfell por haber decidido escaparse, su estupidez fue la causante de la muerte de las personas.

—Tranquilo, Zefer —Ian colocó una mano sobre su hombro y lo apretó con fuerza, buscaba alguna manera de reconfortarlo—. No dejaremos que nada malo les pase, los protegeremos.

Clematis, que se encontraba callada, comenzó a morder su labio con fuerza. No podía evitar sentirse culpable por todo esto.

Que los Wolfgang hubieran atacado la nación de Wyrfell debió ser por su culpa. Zefer había decidido no regresar por quedarse junto a ella en ese hermoso lugar, y ahora las consecuencias de sus actos egoístas estaban pasando factura.

Si los Wolfgang se encontraban cerca de ellos, no tardarían en llegar a ese pueblo y todos morirían. Ella no deseaba que nada le pasara a Ian, Rik, o a los demás aldeanos. No deseaba que aquellos niños que vivían en un lugar pacífico, alejado de aquel mundo cruel, sufrieran.

—Dile a Rik que prepare a los soldados, debemos protegerlos a toda costa —ordenó Ian, pero antes de que el informante pudiera obedecer, Clematis los interrumpió.

—No... —los presentes voltearon observarla sin dar crédito a lo que acababan de escuchar— Zefer —esta vez el nombrado se acercó a ella y Clematis no tardó en sostener con firmeza sus manos—. Tenemos que volver a My—Trent.


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