El Proyecto Glee 2 [Concurso]

By DanielTGrey

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¿Te gusta escribir historias cortas? ¿Quieres dar a conocer tu perfil y optar a la vez a un premio final? ¿Er... More

El Proyecto Glee 2
The Gleest 2
Los Jueces
Gleestory 1: Sexy and I know it
Gleestory 2: Somebody that I used to know
Gleestory 3: Rolling in the deep
Gleestory 4: Love song
Gleestory 5: Dancing Queen
Gleestory 6: Teenage Dream
Gleestory 7: Marry you
Gleeviews
First nominations
First votings
Gleestory 8: Fly / I believe I can fly
Gleestory 9: Womanizer
Gleestory 10: Run the world
Gleestory 11: Wings
Gleestory 12: Wrecking Ball
Gleestory 12+1: Don't stop me now
Gleestory 14: La Isla Bonita
Second nominations
Second votings
Gleestory 15: Valerie
Gleestory 16: Let's have a kiki / It's Turkey Lurkey time
Gleestory 17: Super Bass / I still believe
Gleestory 18: We found love
Gleestory 19: Stronger (What doesn't kill you)
Gleestory 20: Mean
Third Nominations
Third Votings
Final
Hello
Last Votings
Y EL GANADOR ES...

Story of my life

230 32 10
By DanielTGrey

Story of my life de One Direction es caracterizada en The Back-Up Plan, el episodio diecinueve de la quinta temporada. Es cantada por Blaine y Kurt.

"Dedicado a mi abuelo, el único padre que tuve y el único que siempre recordaré. El que, pese a no saber leer ni escribir, fue el causante de que las letras se convirtieran en mi único sustento y soporte para seguir." - FreedxmPsychxtic

"Dedicado a ti, aquella que siempre estuvo junto a mí, aquella que siempre supo cómo y qué hacer para hacerme feliz. A ti; la que escribió esto junto a mí." - xRememberMex

El camión de la mudanza aparcó frente a una bonita casa con el cartel "vendida" justo al lado de la fachada. Tras él, un coche familiar imitó su acción y las personas empezaron a salir de sus respectivos vehículos. Sam y Ellie fueron los primeros en salir del coche y, seguidamente, sus padres.

Los encargados de la mudanza empezaron a desmontar las pertenecías de la alegre familia. Y los niños, junto a sus padres, empezaron a trasladar las cajas hasta el interior de su nuevo hogar.

-Ya está bien -dijo Anna, la madre de Sam y Ellie, con una acogedora sonrisa-, dejadnos el resto a nosotros, ¿por qué mejor no os vais a conocer el vecindario? Oí que hay un parque en la esquina, iros a hacer amigos -sugirió a lo que sus dos pequeños asintieron de acuerdo.

-No os alejéis mucho, el vecindario es seguro pero nunca se sabe qué puede pasar -ordenó su padre mientras cargaba una caja con la palabra "cocina" escrita con rotulador negro en una de sus superficies.

-Sí, papá -dijeron los gemelos al unísono mientras caminaban hasta la salida.

Ellie y Sam llegaron hasta el jardín delantero, en el que aún los hombres del camión seguían acomodando las cajas sobre el verde césped, y caminaron en silencio hasta un parque situado en una de las esquinas de la calle.

-Voy a comprar chuches -dijo Ellie señalando la tienda de dulces que se divisaba a unos cuantos metros de donde ellos se encontraban-, ¿vienes? -Sam negó con la cabeza a lo que su hermana gemela simplemente se encogió de hombros-, vale, ya regreso -informó para luego echar a andar hasta la dulcería.

Sam llevo las manos hasta los bolsillos delanteros de su vaquero y empezó a caminar a paso lento mientras inspeccionaba todo a su alrededor. Sus ojos fueron a parar hasta una casa que sobresalía entre las demás debido a su deteriorado estado. La pintura que, si no se equivocaba, antes era blanca, ahora era de un color amarillo claro con algunas manchas de tonos más oscuros sobre su fachada. El césped estaba más elevado que los demás y bastante más descuidado. En el porche, un anciano de algunos sesenta y pico de años descansaba en una mecedora con un libro entre sus manos. Sam, al ver que el anciano estaba tan absorto en su lectura, inclinó hacia abajo la cabeza para ver el título del libro y, sorprendido, descubrió que la carátula del libro tenía impreso nada más y nada menos que "Peter Pan en los jardines de Kensington", el libro que su padre solía leerles a su hermana y a él todas las noches antes de dormir.

-¿Alguna vez lo has leído? -Preguntó el anciano con voz ronca y cansina aún sin levantar la vista del libro y haciendo a Sam sobresaltarse.

-Sí, mi padre me lo lee cada noche, pero aún no lo termino -respondió Sam con timidez.

-Es un gran libro.

-Sí, es solo que... -Sam dejo de hablar al darse cuenta de que no debía haber abierto la boca.

-¿Es solo que qué? -Preguntó el anciano levantando la vista del libro y clavándola en Sam.

-No, nada, olvídelo -se apresuró a decir Sam.

-Venga muchacho, dilo -lo alentó el anciano dedicándole una leve sonrisa.

-Es que ese es un libro para niños y me parece raro que usted lo lea -confesó Sam clavando su vista en el suelo. Una risa áspera que poco a poco se convirtió en una tos seca proveniente del anciano le hizo levantar la cabeza nuevamente. El anciano no parecía para nada molesto ante las palabras del pequeño.

-No hay edad para una buena historia fantástica -dijo el anciano después de recuperarse de su pequeño ataque de tos-, o sino pregúntaselo a Peter, que jamás crece y siempre vive aventuras épicas. Todos tenemos un niño interior y no debemos privarle su libertad -Sam se sintió levemente avergonzado al darse cuenta de que el anciano tenía razón.

-Tiene razón, señor -aceptó Sam a lo que el anciano volvió a reír.

-No me hables de usted ni me llames señor, muchacho. Soy viejo, pero no un amargado que se ha olvidado ya de lo que era ser joven. Me llamo Pete, pero todos me conocen como Foster -informó el anciano-, ¿y tú cómo te llamas?

-Soy Samuel, pero todos me dicen Sam -se presentó el pequeño.

-Un placer conocerte, Sam. ¿Eres uno de los nuevos vecinos?

-Sí -Sam guardó silencio por un instante recordando que no debía llamarle señor-, Foster. Mi familia y yo nos hemos mudado hoy. Venimos desde Utah.

-Utah, un sitio hermoso.

-¿Lo conoces? -Preguntó Sam intrigado.

-Sí, digamos que Utah fue uno de los lugares que dio comienzo a una de las mejores y peores etapas de mi vida.

-¿Mejores y peores? -cuestionó Sam confundido.

-En la vida hay momentos buenos y hay momentos malos, pero, hay algunos que son ambos.

-¿Cómo?

-Bueno, es una larga historia -informó Foster.

Sam siempre había sido un niño muy curiosa y aquella no seria la excepción, así que, buscando a su hermana con la mirada y encontrándola saliendo de la dulcería, soltó un silbido para llamar su atención y señaló al señor Foster haciéndole saber a su hermana que había hecho un nuevo amigo. Ellie asintió y empezó a caminar hasta un grupo de niñas de su edad que rápidamente la acogieron en su conversación. Sam tomó asiento en uno de los peldaños del porche y posó su mirada en el anciano.

-Tengo tiempo -informó a lo que Foster sonrió dulcemente y se relamió los labios para luego empezar a narrar:

Era el año 1955 y yo vivía en la granja familiar de mi familia en Utah. Hasta hacia pocos años que la guerra había terminado y la economía no era la mejor. Es más, a penas comerciábamos con nuestros productos y la mayor parte de lo que la granja producía lo utilizábamos para nuestra propia supervivencia. Un día, mientras volvía del mercado después de hacer trueque con otros comerciantes, encontré a una chica en una zanja por la carretera de camino a la granja. Al ver que la chica estaba inconsciente pero aún vivía, no dudé ni un segundo y la cargué en brazos hasta depositarla en la parte trasera de la carreta. Llegué a casa y mi madre logro mantener su pulso estable y curar sus heridas.

» La joven pasó varios días sin despertar hasta que por fin una tarde lo logró. Nos contó que no recordaba con claridad qué había pasado, que había viajado desde Colorado para un supuesto empleo como enfermera en el hospital del pueblo y la habían asaltado y golpeado brutalmente de camino al pueblo. Había perdido todas sus pertenencias y los pocos ahorros que tenía. Mi madre, que también era enfermera, le ofreció quedarse en la granja siempre y cuando ayudase con las tareas domésticas. La chica, que por cierto se llamaba Lillian, se mostró agradecida y aceptó encantada nuestra ayuda.

» Como lo había prometido, Lillian ayudo mucho en la granja y llegó a convertirse en un miembro más de la familia. Con los años, la economía mejoró y mi relación con Lillian se fortaleció hasta tal punto de pedirle matrimonio. Ella aceptó sin dudarlo y poco tiempo después nos convertimos en marido y mujer.

» Mis demás hermanos también se casaron, así que ya no había suficiente espacio en la granja para una familia tan grande. Trabajé durante mucho tiempo y logré ahorrar lo suficiente como para venir a Colorado y comprar una pequeña y acogedora casa en los suburbios. Lillian y yo estábamos feliz, teníamos todo aquello que una vez soñamos, éramos una familia, teníamos un hogar y había devuelto a mi esposa a su lugar de origen. Pero, había algo que nos faltaba: hijos.

» Intentamos durante mucho tiempo tener hijos, pero nunca lo logramos. En algunos casos, Lillian llegó a quedar embarazada pero perdía a nuestro bebé tiempo después. Entonces, tristes y desolados por la idea de jamás tener descendencia, nos dimos por vencidos y nos resignamos a jamás tener tener hijos.

Nuestra relación se fue enfriando cada vez más y, aunque yo seguía amándola como el primer día, odiaba ver la tristeza reflejada en su mirada y escuchar sus sollozos ahogados en las tardes mientras creía que yo hacia la siesta.

» Un mañana, me desperté y no sentí su presencia junto a mí. Me levanté seguro de que la encontraría en la cocina o en el salón, pero, no fue así. Encontré una carta sobre la mesa del comedor en la que me confesaba que no podía seguir con todo eso, que yo me merecía una familia completa y ella jamás podría dármela. En la carta, también me rogaba que no la buscará y me aseguraba que estaría bien. Que fuese feliz porque me lo merecía y junto a ella yo nunca lo seria. Se había llevado el dinero que teníamos ahorrado, algo que en cierta parte me tranquilizo. Yo siempre quise la felicidad para ella y, por ende, decidí hacer caso a su última petición.

» No puedo decirte que no me dolió, pequeño Sam, fue el peor momento de mi vida. Aquel "la felicidad que tú deseas yo no la poseo" se ira conmigo a la tumba y estará grabado en mi lápida. En realidad, pensé en regresar a Utah junto a mi familia, pero no podía. Aún mantenía la esperanza de que ella volvería. Años después, conocí a la que se convirtió en madre de mis hijos y mi esposa que en paz descanse. Fui feliz, no te lo niego, pero no puedo asegurarte que dejé de amar a Lillian porque sencillamente el primer amor nunca se olvida.

» Esta casa es el único recuerdo que me queda de ella y por ello me he aferrado con tanta fuerza a él. En estas paredes están escritas todas aquellas historias que no puedo explicar. Porque en esta casa deje mi corazón abierto y se quedó vacío durante años. En estos muros están los colores que no puedo cambiar. Es la historia de mi vida, Sam, y tú algún día tendrás la tuya.

-¿Mi historia será como la suya? -Preguntó Sam ilusionado.

-No, pequeño, será mejor -aseguró el señor Foster mientras dirigía su mirada al cielo-, porque cada historia tiene lo suya y cada historia es extraordinaria. Porque el tiempo se congela cuando vives el momento más espectacular de tu vida, créeme, Sam.

Ese día, conocí al que con el tiempo se convertiría en mi mejor amigo. Al principio a mis padres les disgustaba que prefiriese pasar mi tiempo en el porche del vecino anciano que teníamos en lugar de jugar junto a niños de mi edad en el parque. Pero, con el tiempo, incluso mis padres empezaron a cogerle cariño a Foster.

Conocí a los hijos de Foster cuando llegaban de visita y escuché cada una de las anécdotas que él tenía para contarme. Crecí con su amistad como un soporte puesto que, además de considerarlo mi mejor amigo, era también lo más cercano a un abuelo para mí (mis abuelos paternos vivían en Utah y mi abuela materna en Florida).

Cuando tenía quince años, la salud de Foster no era de lo mejor. Ya ni siquiera tenía fuerzas para salir al porche, así que me quedaba en su habitación acompañándolo mientras veíamos la tele o le leía libros.

Un día, la chica que se encargaba de cuidarlo (puesto que ya no podía valerse por sí solo) llamó a mi puerta diciéndome que Foster quería verme de inmediato. Dejé todo de lado y me encamine a casa de Foster para saber por qué deseaba verme con tanta urgencia. Cuando llegué, lo vi igual que como lo había visto en los últimos meses, postrado en su cama con la mirada perdida y la sonrisa apagada.

-Ya estoy aquí -informé mientras tomaba asiento en la silla junto a su cama.

-¡Ah, Sam! ¿Qué tal? -preguntó mirándome y dedicándome una leve sonrisa que no duro mucho tiempo.

-Estoy bien, ¿y tú?

-Me estoy muriendo, Sam -soltó sin más-, pero eso tú ya lo sabias, ¿verdad? -me limité a asentir puesto que las palabras no me salían.

-No te quites más tiempo del que te queda -trate de aligerar el ambiente y esforzarme para que mi voz no diera a vislumbrar mi preocupación.

-En realidad, me he dicho a mí mismo «aún te queda tiempo» durante las últimas semanas, pero creo que ya no podré decirlo más -su voz no se notaba triste o preocupada, simplemente resignada como si supiera qué era lo que le esperaba.

-Me has enviado a llamar, ¿por qué? -pregunté puesto que hablar de su muerte no era algo que me divirtiera.

-Ah, sí -dijo como si hubiese acordado de algo, últimamente su memoria estaba fallando-, ¿ves esa caja sobre la butaca de la esquina? -posé mi vista en el pequeño asiento que descansaba en una de las esquinas de la habitación y asentí-, tráela aquí por favor -me puse en pie y caminé hasta coger una caja rectangular y negra.

-Listo.

-Muy bien, ahora ábrela -obedecí, puesto que me moría de ganas por saber qué había dentro.

-¡Impresionante! -exclamé mientras encontraba el marco de una foto adentro de la caja. Reconocía ese marco, era plateado y aparentemente de plata, tenía relieves en su superficie que le daban un toque elegante y, pese a que se notaba que era una antigüedad, había que resaltar que se mantenía en buen estado. Era el marco que siempre estaba junto a su cama y en el que antes había una foto de su esposa.

-Es una reliquia familiar -dijo Foster haciéndome apartar la vista del marco-, ha pasado por muchas generaciones. Desde mi padre hasta mi tatarabuelo y aún más. Se le suele regalar al mayor de los hijos cuando el propietario cree que ya es tiempo de heredarlo, pero a mí siempre me ha parecido una tontería. Si se lo diera a Anthony -Anthony era su hijo mayor-, posiblemente lo vendería o lo tiraría en menos de dos semanas. Pero tú, Sam, tú eres diferente. Sé bien que compartes mi pasión por la fotografía -asentí totalmente de acuerdo-, es por eso, Sam, que, pese a que tú no eres mi hijo, aunque puedo asegurarte que te quiero como tal, quiero regalarte este regalo como muestra de mi afecto hacia ti. Está en tus manos si con el tiempo deseas seguir la tradición o quedártelo para siempre, pero quiero que lo conserves tú.

-¿Yo? -pregunté anonado. Foster asintió débilmente-, no sé qué decirte, es todo un honor -dejé de hablar puesto que, ciertamente, no tenía palabras para expresar los cientos de sentimientos que se arremolinaban dentro de mí.

-No creo que exista nadie más apto para conservarlo que tú, Sam.

-Gracias, en serio gracias -dije mientras sentía mis ojos llenarse de lagrimas. No era simplemente el obsequio lo que me importaba, sino que Foster creyese que yo me merecía el honor de tener aquella reliquia familiar.

-Haz que quien permanezca en el marco sea digno de tal honor -asentí y le volví a dar las gracias.

Foster murió al día siguiente mientras yo estaba en el instituto. Todos en mi casa lloraron, incluso mi hermana y mi padre que no habían llegado a forjar un lazo sumamente fuerte con él pero aseguraban que era una buena persona.

Foster siempre decía que una parte de nuestra alma quedaba en las fotografías, a mí eso siempre me pareció muy fantasioso, sin embargo, después de su muerte, supe que aquello resultaba increíble depende de cómo lo veías. Él decía aquello para creer que su esposa seguía en cierta parte junto a él, y fue por eso justamente que una fotografía de Foster junto a mí en aquel viejo porche ocupó el sitio en el marco que él me había regalado. Él era el único digno de tal honor.

FIN.

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