Extinción - Nuestra última es...

De xCherryLove

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[GRATIS NUEVAMENTE] Clematis Garyen sabe que su existencia es prohibida, pero en cuanto descubre los planes d... Mais

● Mαpα del mundo ●
• P R Ó L O G O •
PARTE I
CAPÍTULO I • Aniquilación •
CAPÍTULO II • La suerte está echada •
CAPÍTULO III • La prometida •
CAPÍTULO IV • En la boca del lobo •
CAPÍTULO V • Sonata Nocturna •
CAPÍTULO VI • Mascarada •
CAPÍTULO VII • Danza bajo la luna •
CAPÍTULO VIII • Descubrimientos •
CAPÍTULO IX • Consuelo de tontos •
CAPÍTULO X • El gran consejo •
CAPÍTULO XI • Pasado Oscuro I •
CAPÍTULO XI • Pasado Oscuro II •
CAPÍTULO XII • La ciudad perdida •
CAPÍTULO XIII • Señuelo •
CAPÍTULO XIV • Verdad Sangrienta •
CAPÍTULO XV • Clematis •
∞ • VUELCO AL CORAZÓN (Nuevo) •
∞ • SONRISA (Nuevo) •
CAPÍTULO XVII • ¿Qué es lo que decides? •
CAPÍTULO XVIII • Entre tus brazos •
CAPÍTULO XIX • Y ahora qué •
CAPÍTULO XX • Solo importas tú •
CAPÍTULO XXI • La decisión está en tus manos •
CAPÍTULO XXII • El inicio de la contienda •
CAPÍTULO XXIII • Prometo destruirlos •
CAPÍTULO XXIV • Incertidumbre •
CAPÍTULO XXV • Eres mío y yo soy tuya •
CAPÍTULO XXVI • Yo soy el nuevo Dios •
CAPÍTULO XXVII • Después de la tormenta viene la calma •
CAPÍTULO XXVIII • Remembranzas del pasado I •
CAPÍTULO XXVIII • Remembranzas del pasado II •
CAPÍTULO XXVIII • Remembranzas del pasado III •
CAPÍTULO XXIX • Que comience el juego •
CAPÍTULO XXX • Tengo que protegerte •
CAPÍTULO XXXI • Confiar en el enemigo •
CAPÍTULO XXXII • Luz y Sombra •
CAPÍTULO XXXIII • Eres tú o soy yo •
CAPÍTULO XXXIV • Adiós, mi amor •
CAPÍTULO XXXV • Prometo vengarte •
CAPÍTULO XXXVI • Días Grises •
CAPÍTULO XXXVII • Huye mientras puedas •
• E P Í L O G O •

CAPÍTULO XVI • Desde cero •

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De xCherryLove


DEMARRER:

Trya recitó algunas palabras más, y luego le pidió a los presentes que guardaran un minuto de silencio.

Ella agachó la cabeza y observó hacia el piso, los aldeanos la imitaron. Toda la ciudad se encontraba en completo silencio, lo único que podía escucharse era el agua cayendo en forma de cascada por la fisura de la parte superior.

Algunas aves trinaban a lo lejos, y el sonido de los faroles eléctricos emitía un pequeño sonido de vez en cuando. De pronto, las aves que se escuchaban callaron, y el silencio absoluto reinó el lugar. El suelo comenzó a temblar generando que algunas casas se sacudiesen, los vidrios de estas estallaron, la gente se alarmó, ya que las luces comenzaron a parpadear dejando todo a oscuras, y los habitantes se abrazaron unos a otros asustados. Luego de algunos minutos, por fin todo se detuvo.

Zefer inmediatamente observó la urna porque tenía miedo de que el vidrio hubiera estallado, pero, al hacerlo quedó estupefacto. Clematis lo estaba observando desde el otro extremo del cristal, su ojo izquierdo aún se mantenía cerrado, pero algunas lágrimas de color carmesí recorrían sus mejillas. Alarmado llamó a Trya, y esta corrió hasta posicionarse justo a su lado.

—¡Sáquenla de la urna! —su voz temblaba, aún no daba crédito a lo que estaba mirando.

Con la ayuda de los cargadores lograron levantar el pesado cristal, y cuando este fue depositado a un lado, ante la mirada atónita de todos, Clematis se fue sentando lentamente sobre la superficie donde se encontraba, y comenzó a observar a todos. Zefer, inmediatamente, se puso de rodillas y comenzó a acariciar su rostro con añoranza, ella, al sentir su tacto, dirigió nuevamente, su vista a él.

—¿Clematis? —musitó bajo, él esperó una respuesta de ella, pero esta nunca llegó—. ¿Qué sucedió? —le preguntó a Trya mientras la observaba— Pensé que estaba muerta.

—No lo sé... —Trya aún no lograba salir de su asombro, ella estaba allí sentada, derramando lágrima tras lágrima, pero con una expresión completamente neutral.

Con temor, tomó su muñeca y sintió su pulso, este era bajo, pero era perceptible.

—No tiene sentido, ella no tenía pulso—observó a Zefer, y este pasó saliva—. Llevémosla devuelta al santuario.

Zefer la tomó entre sus brazos y Clematis no dejaba de observarlo curiosa, pero tal era su cansancio en ese momento que se dejó llevar sin oponerse. Al bajar del taburete, los aldeanos la con sorpresa, algunos incluso comenzaron a decir algunas frases incomprensibles, al parecer era un tipo de rezo, el que normalmente recitaban cuando se realizaban las ceremonias por la mañana.

Caminaron a paso veloz, pero claramente, Zefer procuraba que su andar no fuera demasiado brusco, ya que no quería lastimar su cuerpo. Al llegar al templo, Zefer, Trya y las demás sacerdotisas ingresaron y cerraron la puerta, Anmari activó el interruptor e inmediatamente la escalera subterránea volvió a aparecer.

En cuanto llegaron abajo, Zefer depositó suavemente e Clematis sobre la camilla, ella se había quedado dormida en el trayecto. Trya, por su parte, acercó el medidor cardíaco y lo conecto a ella, las ondas en la pantalla negra se fueron elevando y marcaron el ritmo de su corazón.

—No lo puedo creer... —Trya llevó una mano a su boca producto de la sorpresa, miró con deteniendo el medidor como si buscara alguna respuesta allí, pero pese a que lo meditaba en silencio, ninguna respuesta lógica llegaba a su mente—, la máquina no había detectado pulso. ¿Cómo es posible esto? ¡Ella ya estaba muerta cuando la desconectamos! 

C L E M A T I S

Sentía mi cuerpo completamente helado.

Estaba ida, no tenía ni la más mínima idea de donde me encontraba, ni mucho menos sabía quien era yo.

Al mirar al frente pude ver una luz blanca, esta logró cegarme por completo. Una extraña sensación de calidez comenzó a envolverme, aquella atípica sensación era algo que nunca había sentido hasta ese momento.

En cuantos mis ojos se adaptaron a aquel resplandor, decidí caminar hacia adelante hasta llegar al final, pero antes de que pudiera cruzar completamente escuché que alguien me llamaba desde atrás.

—Clematis...—aquella voz era la que anhelaba oír desde hace meses.

Giré sobre mis talones con rapidez y vi a mi madre allí de pie, ella tenía una inmensa sonrisa plasmada en su rostro, sus brazos se encontraban extendidos, ellos me invitaban a aproximarme hacia donde se encontraba.

—Hija mía... —ella comenzó a llorar, y yo también hice lo mismo.

Corrí hacia ella, la abracé con fuerza. Mi madre depositó suaves besos sobre mi cabeza, y yo me acurruqué cual niña pequeña entre sus brazos.

—Mamá... —exclamé con dificultad, sentía como un nudo se formaba en mi garganta—, mamita, te extrañé demasiado...

—Lo sé, pequeña... —sus brazos me apretaron con más fuerza.

Esta vez todo se sentía diferente, percibía su calor corporal, era como si volviera a estar físicamente cerca a ella. Aunque... al caer en cuenta de esto solo me hacía caer en cuenta de que... yo estaba muerta...

No sabía como había llegado a este punto.

—No debes estar aquí —escuché que me dijo, y yo me despegué de su cuerpo.

—¿No te hace feliz verme? —pregunté, pero ella negó con la cabeza.

—Aún no es tu momento —exclamó, y enseguida una ventisca me apartó de sus brazos—. Jamás me apartaré de tu lado...

Fue lo último que alcancé a escuchar.

Mi cuerpo comenzó a caer hacia un punto inexacto, la nada absoluta me envolvía. Luego de varios minutos llegué al fondo, lo supe porque mi espalda tocó una superficie terrosa. Me puse de pie, y al hacerlo, oí disparos, gritos, y dos metales chocando entre si. Tapé mis oídos para que la bulla cesara, y afortunadamente esto pasó, pero aquel ruido dio paso a un grito agudo, el cual retumbó en cada rincón de mi mente.

A lo lejos visualicé una silueta y conforme esta se acercó, pude darme cuenta de que era un lobo en su forma animal, él comenzó a acercarse a paso acelerado y se posicionó enfrente de mi mientras mostraba los dientes con fiereza. Al mirar en su dirección me percaté de que no estábamos solos, allí, frente a nosotros vi un felino de pelaje naranja y manchas negras.

Los animales comenzaron a caminar en círculos mientras mostraban sus colmillos con fiereza, los gruñidos no cesaban, y parecía que ninguno cedería con facilidad. De un momento a otro el felino atacó, el lobo evadió su golpe con rapidez, pero no fue suficiente, había salido lastimado en el proceso.

Grité e imploré que se detuvieran, pero no podía gritar. Dirigí mis manos hacia mi cuello y lo apreté con fuerza mientras seguía gritando, sin embargo, la voz no emanaba de mí.

Llegó un punto donde únicamente me limité a observar sin poder hacer nada, la pelea entre ambos animales no tenía cuando parar, y era imposible para mi detenerlos pese a las heridas que ya poseían. Sentí que alguien tocaba mi hombro, al virar el rostro me pude ver a mi misma parada frente a mí.

Pensé que era mi reflejo, pero al estirar el brazo pude tocarla, y ella me sonrió. Sus ojos poseían un color diferente, el derecho era rojo, y el izquierdo verde como los de mi hermano.

¿Por qué los tenía de ese color?

Ella, al darse cuenta de mi mirada atenta, se acercó aún más. Sentí escalofríos, y aquella sensación recorrió toda mi espalda hasta llegar a mi cabeza. No hablaba, tan solo estaba allí, observándome, en completo silencio.

—¿Quieres olvidar? —me preguntó, yo la observé desconcierto.

—¿Olvidar qué? —respondí.

—¿Quieres olvidar todo? ¿Quieres olvidar aquel dolor que cargas? —ella tocó mi rostro, y me estremecí bajo su tacto. Su piel era muy fría—. ¿Qué dices, Clematis? —Ella colocó ambas manos sobre mis hombros y los apretó ligeramente— Si aceptas, te prometo que cuando despiertes, no recordaras nada que te haya hecho sufrir. Olvidarás todos estos meses que representaron un calvario para ti.

—¿Lo dices en serio? —pregunté esperanzada mientras sujetaba sus muñecas.

—Te lo prometo—dijo con calma, y aquellas tres palabras bastaron para calmar mi corazón.

—Ayúdame a olvidar...

Tras decir esto, mi reflejo pegó su frente a la mía, pude escuchar con nitidez el sonido de un cristal siendo partido en miles de pedazos. Y nuevamente,, la oscuridad volvió a envolverme. 

Z E F E R

Desde aquel día, Clematis no volvió a despertar. Trya le realizó múltiples análisis, pero ella simplemente seguía allí, quieta durmiendo.

En cuanto la vi abrir los ojos aquel día, una parte de mi alma retornó a mi cuerpo, estaba feliz de verla, pero ahora, volvía a estar preocupado. Trya me explicó que era posible que al haber pasado por un traumatismo corporal tan grave la única manera que su cuerpo encontraba de estabilizarse era durmiendo.

No podía darme una fecha exacta para la cual ella despertada. Podían ser días, semanas, meses o inclusive años, y esto significaría que tendrían que alimentarla y mantenerla viva por medio de las máquinas que tenían. Trya se enfocó en buscar una respuesta a lo que había pasado pero la misma todavía le resultaba esquiva.

No era normal que los muertos volvieran a la vida.

—Creo que encontré algo—ella se acercó hacia mí con un inmenso libro abierto, lucía muy antiguo.

—¿Catalepsia? —recité lo que decía allí.

—Sí, es lo único que podría explicar que haya regresado a la vida. O bueno, mejor dicho, eso explicaría porque pensamos que había muerto—ella señaló una parte de aquel libro, donde se veía a una persona enterrada que golpeaba el ataúd—:

Durante este estado el cuerpo permanece paralizado, lo que se pone en evidencia con la movilización pasiva de los segmentos de los miembros—ella realizó una breve pausa y continuó—. También se percibe a la catalepsia como un estado en el cual la persona yace inmóvil, en aparente muerte y sin signos vitales, cuando en realidad se encuentra viva en un estado que podría ser consciente o inconsciente, lo que puede a su vez variar en intensidad: en ciertos casos el individuo se encuentra en un vago estado de conciencia, mientras que en otros pueden ver y oír a la perfección todo lo que sucede a su alrededor.

—¿Es por eso que despertó durante el velorio? —asintió tras mi pregunta.

—Es probable —sonrió de forma lineal, pero no sentí consuelo alguno—. Agradezcamos que se mantuvo en ese estado por unas horas. Si hubiera durado días, es probable que ella hubiera despertado dentro de un mausoleo y sin tener a quien pedir auxilio.

—No quiero ni imaginarlo.

—Sí, mira lo que dice aquí—ella volteó la hoja, y en esta había un texto un poco más grande escrito—: La gravedad radica en que la persona puede ser sepultada estando aún con vida y despertar en cualquier momento. Normalmente puede llegar a durar tres días, en los cuales la persona en estado de muerte aparente, podría ser enterrada y despertar ya dentro del ataúd. En casos menos frecuentes pueden ser incluso años de catalepsia.

Observaba el libro sin entender demasiado, pero para ser franco lo único que me importaba en ese momento era que ella despertara y estuviera a salvo.

—Iré por algo de comer, enseguida regreso.

—¿Estás segura de que puedo quedarme aquí, con Clematis? —le pregunté— No quiero ser una molestia.

—Relájate, Zefer—ella sonrió—. Esta es mi casa, siéntete libre de caminar por donde quieras. Además, estás cuidándola, si llega a despertar, dudo mucho que desees que otra persona sea el primero que la vea.

Trya nos dio un último vistazo, y luego salió de la habitación. Ella nos había facilitado su hogar, ya que era la casa más cercana al templo, de esa manera, si ocurría alguna complicación, podía llevarla allá inmediatamente.

La observé allí tendida, sus mejillas ya tenían algo de color al igual que sus labios. Sujeté su mano izquierda y la acaricié con la yema de mi dedo; su piel era suave, en verdad que sí.

—Tengo miedo de que despiertes y me veas junto a ti... —las palabras salían temblorosas, era la primera vez que me pasaba.

«¿Qué diría ella al verme?» «¿Se asustaría, me apartaría de su lado?»

Sus dedos comenzaron a moverse de manera aletargada y presionaron mi mano con suavidad. Alcé mi rostro para poder observarla e inmediatamente me puse de pie. Poco a poco ella comenzó a abrir el ojo derecho, y en cuanto este abrió por completo, su mirada se paseó por la habitación hasta finalmente posicionarse en mí. Sonreí, pero rápidamente solté su mano al darme cuenta que aún la mantenía sujetada. Ella trató de levantarse y la ayudé, acomodé las almohadas detrás de su espalda, y cuando estuvo recostada, se retiró la mascarilla de oxígeno del rostro.

—Gracias—ella me sonrió, y aquel gesto me dejó descolocado.

No era la misma Clematis. Lucia completamente diferente, en aquel pequeño intercambio de miradas me pude dar cuenta. No me miraba con miedo, no demostraba temor ante mi cercanía.

—¿Dónde estoy? —preguntó.

— Estás en Demarrer—no pude evitar enmarcar una ceja ante su pregunta.

—¿Demarrer, donde es eso?—exclamó con confusión—¿Cómo llegué hasta aquí?

—Tú... —apreté los nudillos con fuerza ante la pregunta—Bueno, te secuestraron, y vine a buscarte, por eso te encuentras aquí.

—¿Me secuestraron?

—Sí...¿No lo recuerdas?

—No...—masculló con dificultad y dirigió su mano al ojo izquierdo donde tenía las vendas—¿Por qué tengo una venda en el ojo? Me duele...

—Tuviste un accidente y tuvieron que operarte... ¡Espera! ¿Te duele mucho? —pregunté alarmado—¡Llamaré a la sacerdotisa!

Me puse de pie y caminé al exterior de la casa, en esta pude ver a uno de los sujetos que me ayudó a cargar la urna de cristal, y le pedí que, por favor, buscara a Trya, ya que era algo urgente. Increíblemente, él accedió.

En cuanto regresé a la habitación vi a Clematis sujetándose por encima de la venda, ella colocaba una mueca de dolor. Debía dolerle demasiado, quizás no estaba recibiendo suficientes anastecidos, o anestésicos, como le decía Trya.

—¿Algo malo le pasó a mi ojo? —me preguntó.

—Es algo difícil de explicar...

—Entonces, tomaré eso como un sí.

—¿Te duele demasiado? —estiré una mano hacia ella, con la intención de tocarla, pero inmediatamente, interpuso su palma en mi camino.

—No me toque...—ella me observó, pero no con odio o repulsión, si no que me observó con vergüenza—, no es propio ni adecuado que alguien como usted me esté tocando... ni siquiera debería preocuparse por mi. ¿Por qué es amable conmigo? Para serle franca, me confunde.

—¿En verdad no sabes quién soy?

—No...—ella negó con la cabeza, se notaba que estaba apenada.

—¿Sabes quién eres?

—Claro que se quién soy... me llamo Clematis Garyen.

Antes de que pudiera seguir haciéndole más preguntas, Trya entró por la puerta, traía la respiración entrecortada, se notaba que había corrido para llegar hasta aquí. La cesta que mantenía sujeta entre su mano estaba completamente desordenada, la dejó a un lado, y se acercó hacia nosotros, tomó asiento en la cama, y le sonrió a Clematis.

—Me alegra ver que por fin despertaste, pequeña.

—Trya—la interrumpí— algo anda mal, ella no recuerda nada.

—¿Qué? —sus ojos me observaron con detenimiento, y después observó a Clematis quien nos observaba a ambos aún más confundida— Pequeña. ¿Sabes que fue lo que te pasó?

—No—negó con la cabeza—. No recuerdo nada, se supone que yo estaba en My—Trent. Bueno, el joven amo me dijo que me habían secuestrado y vino a rescatarme —ella tartamudeaba al sentirse confundida—. No entiendo. ¿Qué está pasando?, ¿dónde está mi mamá?, ¿dónde está mi hermano?

—Por Kyros, Trya. —Ella me observó—. ¿Qué sucedió?, ¿por qué no recuerda nada?
—No lo sé, Zefer. —Tras decir mi nombre Clematis se levantó de la cama y pegó el rostro al colchón.

—Lo siento. Mi señor, no sabía que usted era Zefer Wolfgang—ella tiritaba—, perdone mi enorme falta de respeto, por favor.

—Clematis...—ella levantó temerosa el rostro—, no te haré nada. Tranquilízate.

—Sí, pequeña. Él vino desde lejos a llevarte a casa.

—Clematis, yo soy tú...

—¡Zefer! —Trya me cortó—Necesito, por favor, que dejemos algunos temas de lado —asentí tras oírla—. En primer lugar, necesito comprobar cómo va la herida. Pequeña, por favor retírate el vendaje.

Clematis asintió y lentamente se fue retirando el vendaje del ojo.

—Zefer, voltéate, por favor.

—Pero...—repliqué.

—Zefer—ella alzó ambas cejas, y yo accedí de mala gana.

—Bien... por suerte, no se ha infectado, la sutura va bien. ¿Qué sientes, te molesta?

—La luz me lastima el parpado.

—Es natural, fue una operación complicada.

—¿Me sacaron el ojo? —preguntó aterrada.

—Sí y no —le respondió Trya.

—¿Cómo que sí y no? —respondió con un deje de nerviosismo.

—Te sacamos el ojo sí, pero te colocamos un trasplante de un donante.

—¿Un donante? —la respuesta no le gustó mucho que digamos—. ¿Y qué pasó con esa persona?

—Era un cadáver fresco, despreocúpate—ella mintió—. Al parecer todo va bien. ¿Puedes tratar de abrir un poco el parpado?

—Puedo un poco, pero me duele cuando trato de abrirlo más.

—Está bien, no te fuerces.

Escuché como Trya abrió la gaveta al lado de la cama, en ese lugar ella guardaba vendajes. Luego de algunos minutos, por fin me dio el permiso de voltear nuevamente,.

—Escucha, pequeña. Sé que quizás por esa cabecita tuya estén rondando muchas preguntas. Pero lo primero que tienes que hacer ahora, es descansar, más adelante tus dudas serán resueltas. ¿Si?

—Sí... está bien—dijo de forma pausada mientras sujetaba sus manos.

Trya le sonrió nuevamente, luego se acercó hacia la cesta que había traído consigo, y de su interior sacó una hogaza de pan, la cual rebanó, miel, y un poco de jugo de naranja que estaba dentro de una botella. Le sirvió a Clematis y le pidió que comiera, ella accedió, y con un gesto de la cabeza, me indicó que saliera de la habitación para que pudiéramos hablar.

—Trya, no entiendo nada. ¿Qué pasó con Clematis? ¿Por qué no me recuerda?

—Tengo una teoría. Quizás sea acertada, o quizás esté errada.

—¿Qué es? Estoy preocupado por ella, es decir, parece recordar quien es, pero...

—Cálmate, Zefer. —Ella se cruzó de brazos y suspiró—. Quizás su mismo cerebro, al recibir un impacto tan traumático, generó una especie de mecanismo de defensa y la hizo olvidar todo lo que le hizo mal en estos meses.

—¿Entonces, olvidó todo? Bueno, menos a su familia.

—Es probable... el cuerpo humano trabaja de diversas maneras, ese trasplante que le hicimos en verdad funcionó mejor de lo que hubiera esperado. Había el riesgo de que los nervios faciales se hayan visto comprometidos, pero están bien, ella tiene sensibilidad en la zona afectada. —Ella dirigió sus manos hacia su nuca y masajeó levemente el área—. Zefer, te preguntaré lo siguiente, pero espero que me respondas con toda la sinceridad del mundo.

—Adelante...

— ¿Cómo la tratabas?, no me explico cómo olvidó todo lo referente a ti y lo que sucedió con ella desde que se separó de su mamá. La única respuesta «lógica», que encuentro, es que haya sufrido mucho, y su mente buscó la manera de que olvide todo eso.

—Era un desalmado... —la culpa me embargó al recordar todo por lo que la hice pasar—:

Disfrutaba hacerla sufrir, la había juzgado sin conocerla. Debido a aquel maldito trauma que dejó Sirthe en mí, creí equivocadamente que ella sería igual, tan solo por ser humana. Creí que ella sería traicionera, codiciosa, ambiciosa. Pero me equivoqué, el haberla observado durante aquellos meses en el palacio, se encargó de darme la contra y demostrarme lo equivocado que estaba.

Me tenía miedo, no te contaré mi patética vida, porque estoy seguro que sería material de un libro. Pero soy consciente de que quizás, su mente me eliminó justamente por eso, por todo el mal rato que la hice pasar.

— Cada quien carga con sus demonios internos —exclamó mientras colocaba una mano sobre mi hombro—. Te seré clara, no pretendo que me cuentes tus problemas, porque no soy nadie como para obligarte a decirme. Pero, si tengo que pedirte lo siguiente—la observé atento y ella prosiguió—. Si tratamos de forzar que su memoria regrese, podría ser muy peligroso. Así que, por el momento, sería mejor evitar darle cualquier tipo de información que pueda confundirla o lastimarla. No sabemos cuánto tiempo tomará que recupere todos sus recuerdos, pero tiene que hacerlo por su cuenta.

—¿Eso implicaría ocultarle acerca de lo que sucedió con su aldea y su hermano?

—Sí, me temo que ella no puede saber que William aún se encuentra inconsciente. De ahora en adelante, será tu responsabilidad el cuidarla y asegurarte que se encuentre bien. ¿Quedó claro?

—No es necesario que me lo pidas. Tenlo por seguro. No dejaré que nada malo le pase.

Clematis no lograba recordar absolutamente nada, ni de la aniquilación, ni el tiempo que vivió en el palacio.

Si bien, el que se encontrara de esa manera era algo malo, al meditarlo considerablemente, también resultaba ser algo beneficioso.

Era egoísta de mi parte decirlo, pero si no lograba recordar como la trataba... quizás podría empezar de cero las cosas. Esta sería la oportunidad perfecta para redimirme. Era la oportunidad que necesitaba... para que se enamore de mí. 


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