Mi igual (Draco Malfoy)

By HRJaquez

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Todos sabían que Tom Riddle, o como muchos los conocen, Lord Voldemort despreciaba a los Muggle y a los magos... More

Prólogo
Capítulo 1: Algunas cosas no cambian.
Capítulo 2: Su misma mirada aterradora.
Capítulo 3: Debo aprender ese hechizo...
Capítulo 4: Regaños y nuevos amigos.
Capítulo 5: Maldiciones imperdonables.
Capítulo 7: La elección del cáliz.
Capítulo 8: Defendiendo a Potter.
Capítulo 9: La primera prueba.
Capítulo 10: El mensaje del huevo de oro, e invitaciones inesperadas.
Capítulo 11: El baile de navidad.
Capítulo 12: Segunda prueba
Capítulo 13: Malentendidos
Capítulo 14: la última prueba.
Capítulo 15: El retorno de Lord Voldemort.
Capítulo 16: Fin del curso.
Capítulo 17: Primer verano lejos de casa.
Capítulo 18: De regreso a Hogwarts
Capítulo 19: Primera noche del nuevo curso.
Capítulo 20: La profesora Umbridge.
Capítulo 21: Castigo con Umbridge.
Capítulo 22: Segunda pesadilla.
Capítulo 23: Reconciliaciones.
Capítulo 24: Narcissa Malfoy.
Capítulo 25: Navidad.
Capítulo 26: Fin de las vacaciones.
Capítulo 27: Nueva directora.
Capítulo 28: ORIENTACIÓN ACADÉMICA
Capítulo 29: El secreto de Hagrid.
Capítulo 30: Los TIMOS
Capítulo 31: Departamento de Misterios.
Capítulo 32: Segundo enfrentamiento con Voldemort.
Capítulo 33: Madriguera Weasley
Capítulo 34: Encuentros en el callejón Diagon
Capítulo 35: De regreso en el expreso Hogwarts.
Capítulo 36: Sola otra noche en Hogwarts...
Capítulo 37: Inicio de Sexto Curso.
Capítulo 38: Primer recuerdo.
Capítulo 39: Segundo recuerdo.
Capítulo 40: Respuestas.
Capítulo 41: Tercer recuerdo.
Capítulo 42: Cuarto recuerdo.
Capítulo 43: Horrocrux.
Capítulo 44: El último adiós...
Capítulo 45: Malfoy Manor.
Capítulo 46: Soy igual que él.
Capítulo 47: Su mano derecha.
Capítulo 48: Potter es capturado y liberado.
Capítulo 49: La segunda guerra mágica.
Capítulo 50: El último adiós [Final]
Epílogo

Capítulo 6: El cáliz de fuego.

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By HRJaquez

Como era de esperarse aquel día aquel cartel había armado un revuelo entre todos. Los días que faltaban el castillo parecían estar sometido a una limpieza especialmente concienzuda. Habían restregado algunos retratos mugrientos, para irritación de los retratados, que se acurrucaban dentro del marco murmurando cosas y muriéndose de vergüenza por el color sonrosado de su cara. Las armaduras aparecían de repente brillantes y se movían sin chirriar, y Argus Filch, el conserje, se mostraba tan feroz con cualquier estudiante que olvidara limpiarse los zapatos que aterrorizó a dos alumnas de primero hasta la histeria.

Los profesores también parecían algo nerviosos. Neville aquel día esperado fue regañado más de lo normal, pobre chico, pensó Alessia, la cual raramente sentía pena ajena.

Cuando bajaron a desayunar la mañana del 30 de octubre, descubrieron que durante la noche habían engalanado el Gran Comedor. De los muros colgaban unos enormes estandartes de seda que representaban las diferentes casas de Hogwarts: rojos con un león dorado los de Gryffindor, azules con un águila de color bronce los de Ravenclaw, amarillos con un tejón negro los de Hufflepuff, y verdes con una serpiente plateada los de Slytherin. Detrás de la mesa de los profesores, un estandarte más grande que los demás mostraba el escudo de Hogwarts: el león, el águila, el tejón y la serpiente se unían en torno a una enorme hache.

Alessia caminó con prisa con Theo pisándole los talones antes de sentarse al lado de Malfoy, era el único asiento disponible entre los de cuarto.

— Casi parece como si vinieran la realeza, no entiendo porque tanto escándalo— comentó Alex a Nott, mientras desayunaban, sorprendiendo un poco a Malfoy —. Por cierto, ¿sabes quienes quieren participar? —preguntó sin mostrar interés, ya que quería saber que personas intentarían entrar...

— Cedric, de Hufflepuff— respondió el pelinegro, sin ella saber a quién se refería.

— ¿Sabes cómo elegirán al mago? —preguntó esta vez al terminar su desayuno.

—No, ¿Por qué?, ¿piensas entrar? —preguntó en forma de burla pero ella solo sonrió antes de levantarse para ir a su clase de transformaciones, y por supuesto él seguirla.

Aquel día había en el ambiente una agradable impaciencia. Nadie estuvo muy atento a las clases, porque estaban mucho más interesados en la llegada aquella noche de la gente de Beauxbatons y Durmstrang.

Los jefes de las casas colocaban a sus alumnos en filas.

—Weasley, ponte bien el sombrero —le ordenó la profesora McGonagall a Ron—. Patil, quítate esa cosa ridícula del pelo.

Parvati frunció el entrecejo y se quitó una enorme mariposa de adorno del extremo de la trenza.

—Seguidme, por favor —dijo la profesora McGonagall—. Los de primero delante. Sin empujar...

Bajaron en fila por la escalinata de la entrada y se alinearon delante del castillo. Era una noche fría y clara. Oscurecía, y una luna pálida brillaba ya sobre el bosque prohibido. Pero aun no llegaba nadie, todo estaba oscuro y silencioso, hasta que al fin Dumbledore habló.

— ¡Ajá! ¡Si no me equivoco, se acercan los representantes de Beauxbatons!

— ¿Por dónde? —preguntaron muchos con impaciencia, mirando en diferentes direcciones.

— ¡Por allí! —gritó uno de sexto, señalando hacia el bosque.

Una cosa larga, mucho más larga que una escoba (y, de hecho, que cien escobas), se acercaba al castillo por el cielo azul oscuro, haciéndose cada vez más grande.

— ¡Es un dragón! —gritó uno de los de primero, perdiendo los estribos por completo.

—No seas idiota... ¡es una casa volante! —le dijo Dennis Creevey.

La suposición de chico estaba más cerca de la realidad. Cuando la gigantesca forma negra pasó por encima de las copas de los árboles del bosque prohibido casi rozándolas, y la luz que provenía del castillo la iluminó, vieron que se trataba de un carruaje colosal, de color azul pálido y del tamaño de una casa grande, que volaba hacia ellos tirado por una docena de caballos alados de color tostado pero con la crin y la cola blancas, cada uno del tamaño de un elefante.

Las tres filas delanteras de alumnos se echaron para atrás cuando el carruaje descendió precipitadamente y aterrizó a tremenda velocidad. Entonces golpearon el suelo los cascos de los caballos, que eran más grandes que platos. Un segundo más tarde el carruaje se posó en tierra, rebotando sobre las enormes ruedas, mientras los caballos sacudían su enorme cabeza y movían unos grandes ojos rojos.

Antes de que la puerta del carruaje se abriera, Alex y los demás alumnos notaron que llevaba un escudo: dos varitas mágicas doradas cruzadas, con tres estrellas que surgían de cada una.

Un muchacho vestido con túnica de color azul pálido saltó del carruaje al suelo, hizo una inclinación, buscó con las manos durante un momento algo en el suelo del carruaje y desplegó una escalerilla dorada. Respetuosamente, retrocedió un paso.

Entonces se vio un zapato negro brillante, con tacón alto, que salía del interior del carruaje. Era un zapato del mismo tamaño que un trineo infantil. Al zapato le siguió, casi inmediatamente, una mujer gigante. Las dimensiones del carruaje y de los caballos quedaron inmediatamente explicadas.

Algunos ahogaron un grito.

Al dar unos pasos entró de lleno en la zona iluminada por la luz del vestíbulo, y ésta reveló un hermoso rostro de piel morena, unos ojos cristalinos grandes y negros, y una nariz afilada. Llevaba el pelo recogido por detrás, en la base del cuello, en un moño reluciente. Sus ropas eran de satén negro, y una multitud de cuentas de ópalo brillaban alrededor de la garganta y en sus gruesos dedos.

Dumbledore comenzó a aplaudir. Los estudiantes, imitando a su director, aplaudieron también, muchos de ellos de puntillas para ver mejor a la mujer.

Sonriendo graciosamente, ella avanzó hacia Dumbledore y extendió una mano reluciente. Aunque Dumbledore era alto, apenas tuvo que inclinarse para besársela.

—Mi querida Madame Maxime —dijo—, bienvenida a Hogwarts.

—«Dumbledog» —repuso Madame Maxime, con una voz profunda—, «espego» que esté bien.

—En excelente forma, gracias —respondió Dumbledore.

—Mis alumnos —dijo Madame Maxime, señalando tras ella con gesto lánguido—. ¿Ha llegado ya «Kagkagov»? —preguntó Madame Maxime.

—Se presentará de un momento a otro —aseguró Dumbledore—. ¿Prefieren esperar aquí para saludarlo o pasar a calentarse un poco?

—Lo segundo, me «paguece» —respondió Madame Maxime—. «Pego» los caballos...

—Nuestro profesor de Cuidado de Criaturas Mágicas se encargará de ellos encantado —declaró Dumbledore—, en cuanto vuelva de solucionar una pequeña dificultad que le ha surgido con alguna de sus otras... obligaciones.

—Mis «cogceles guequieguen»... eh... una mano «podegosa» —dijo Madame Maxime, como si dudara que un simple profesor de Cuidado de Criaturas Mágicas fuera capaz de hacer el trabajo—. Son muy «fuegtes»...

—Le aseguro que Hagrid podrá hacerlo —dijo Dumbledore, sonriendo.

—Muy bien —asintió Madame Maxime, haciendo una leve inclinación—. Y, «pog favog», dígale a ese «pgofesog Haggid» que estos caballos solamente beben whisky de malta «pugo».

—Descuide —dijo Dumbledore, inclinándose a su vez.

—Allons-y! —les dijo imperiosamente Madame Maxime a sus estudiantes, y los alumnos de Hogwarts se apartaron para dejarlos pasar y subir la escalinata de piedra.

Pocos minutos, más bien casi una hora después, se escuchó en medio del silencio que había dejado Madame Maxime al irse, un ruido en el agua, para poco después todos notar que un barco salía de allí.

Extraña forma de llegar tienen los demás magos >>pensó Alessia...

Al salir por completo, se podían ver sus estudiantes, con robusta complexión, aunque al acercarse notaron que se veían así gracias a los grandes abrigos que llevaban. Sean de donde sean, debe haber mucho frio allí>> pensó Alessia. El que iba delante llevaba una piel de distinto tipo: lisa y plateada como su cabello.

— ¡Dumbledore! —Gritó efusivamente mientras subía la ladera—. ¿Cómo estás, mi viejo compañero, cómo estás?

— ¡Estupendamente, gracias, profesor Karkarov! —respondió Dumbledore.

Karkarov tenía una voz pastosa y afectada. Cuando llegó a una zona bien iluminada, vieron que era alto y delgado como Dumbledore, pero llevaba corto el blanco cabello, y la perilla (que terminaba en un pequeño rizo) no ocultaba del todo el mentón poco pronunciado. Al llegar ante Dumbledore, le estrechó la mano.

—El viejo Hogwarts —dijo, levantando la vista hacia el castillo y sonriendo. Tenía los dientes bastante amarillos—. Es estupendo estar aquí, es estupendo... Viktor, ve para allá, al calor... ¿No te importa, Dumbledore? Es que Viktor tiene un leve resfriado...

Karkarov indicó por señas a uno de sus estudiantes que se adelantara...

Al terminar de entrar, todos los estudiantes de Hogwarts entraron al comedor, aunque sino lo hacía hubieran muerto casi de frio.... Cada uno fue a sus respectivas mesas, en la cuales los estudiantes, aunque más las chicas, hablaban sin parar sobre los últimos chicos que llegaron.

— Es como si nunca hubieran visto a un hombre—comentó Alessia harta de escuchar tantas tonterías—. Sino fuera porque me prohibieron usar magia en contra de mis "compañeros", la hubiera hecho callar...—soltó con rabia.

— ¿no sabes quiénes son? —preguntó Nott algo sorprendido de que el campeón Viktor Krum esté entre ellos...

— No y ni me importa— respondió como si nada, pero como si karma fuera hermoso, los chicos de Durmstrang, se sentaron en su mesa. Como si no hubieran otras>> pensó ella, mientras las demás serpientes comenzaban a acosarlos.

—Buenas noches, damas, caballeros, fantasmas y, muy especialmente, buenas noches a nuestros huéspedes —dijo Dumbledore, dirigiendo una sonrisa a los estudiantes extranjeros—. Es para mí un placer daros la bienvenida a Hogwarts. Deseo que vuestra estancia aquí os resulte al mismo tiempo confortable y placentera, y confío en que así sea. El Torneo quedará oficialmente abierto al final del banquete —explicó Dumbledore—. ¡Ahora os invito a todos a comer, a beber y a disfrutar como si estuvierais en vuestra casa!

Como de costumbre, las fuentes que tenían delante se llenaron de comida. Los elfos domésticos de las cocinas parecían haber tocado todos los registros. Ante ellos tenían la mayor variedad de platos que hubieran visto nunca, incluidos algunos que eran evidentemente extranjeros.

— ¿Qué será esto? —comentó ella para sí misma antes de tomar lo que sea que fuera y comenzara a comerlo—. Mmm, por lo menos en bueno, espero que nadie me diga que es...

—Nadie pensaba hacerlo— se burló Nott, el cual en vez de hacerla encojar, la hizo reír para luego sacarle la lengua en forma de burla.

—Es un plato típico de mi país— le dijo Krum sorprendiendo a muchos (más a muchas), que le dirigiera la palabra.

— ¿Acaso se te pregunté? — soltó apartando la vista del plato y mirarlo. Sus ojos estaban igual de azules que cuando se molestaba, por lo que él sin decir nada apartó la vista de ella, haciéndola sonreír con orgullo. Parece que ni el gran Viktor Krum se libraría ser intimidado por ella.

Nadie le dijo nada más, aparte de Theo, y siguieron como si nada.... Poco después del postre, Dumbledore volvió a levantarse:

—Ha llegado el momento —anunció Dumbledore, sonriendo a la multitud de rostros levantados hacia él—. El Torneo de los tres magos va a dar comienzo. Me gustaría pronunciar unas palabras para explicar algunas cosas antes de que traigan el cofre...... sólo para aclarar en qué consiste el procedimiento que vamos a seguir. Pero antes, para aquellos que no los conocéis, permitidme que os presente al señor Bartemius Crouch, director del Departamento de Cooperación Mágica Internacional —Alex levantó la mirada, viéndolo sin reconocerlos, y por suerte la notó, aquella mirada que llevaba se le hubiera hecho familiar...—, y al señor Ludo Bagman, director del Departamento de Deportes y Juegos Mágicos. Los señores Bagman y Crouch han trabajado sin descanso durante los últimos meses en los preparativos del Torneo de los tres magos —continuó Dumbledore—, y estarán conmigo, con el profesor Karkarov y con Madame Maxime en el tribunal que juzgará los esfuerzos de los campeones.

A la mención de la palabra «campeones», la atención de Alessia aumentó aún más, necesitaba entender por completo, como se elegiría al campeón para saber cómo participar...

—Señor Filch, si tiene usted la bondad de traer el cofre...

Filch, que había pasado inadvertido pero permanecía atento en un apartado rincón del Gran Comedor, se acercó a Dumbledore con una gran caja de madera con joyas incrustadas. Parecía extraordinariamente vieja. De entre los alumnos se alzaron murmullos de interés y emoción.

—Los señores Crouch y Bagman han examinado ya las instrucciones para las pruebas que los campeones tendrán que afrontar —dijo Dumbledore mientras Filch colocaba con cuidado el cofre en la mesa, ante él—, y han dispuesto todos los preparativos necesarios para ellas. Habrá tres pruebas, espaciadas en el curso escolar, que medirán a los campeones en muchos aspectos diferentes: sus habilidades mágicas, su osadía, sus dotes de deducción y, por supuesto, su capacidad para sortear el peligro— todos se quedaron en silencio al mencionar esto último. Aunque para su querida sobrina solo fue un motivo más para competir, tenía todo lo necesario para hacerlo—. Como todos sabéis, en el Torneo compiten tres campeones —continuó Dumbledore con tranquilidad—, uno por cada colegio participante. Se puntuará la perfección con que lleven a cabo cada una de las pruebas y el campeón que después de la tercera tarea haya obtenido la puntuación más alta se alzará con la Copa de los tres magos. Los campeones serán elegidos por un juez imparcial: el cáliz de fuego

Dumbledore sacó la varita mágica y golpeó con ella tres veces en la parte superior del cofre. La tapa se levantó lentamente con un crujido. Dumbledore introdujo una mano para sacar un gran cáliz de madera toscamente tallada. No habría llamado la atención de no ser porque estaba lleno hasta el borde de unas temblorosas llamas de color blanco azulado.

Dumbledore cerró el cofre y con cuidado colocó el cáliz sobre la tapa, para que todos los presentes pudieran verlo bien.

—Todo el que quiera proponerse para campeón tiene que escribir su nombre y el de su colegio en un trozo de pergamino con letra bien clara, y echarlo al cáliz —explicó Dumbledore—. Los aspirantes a campeones disponen de veinticuatro horas para hacerlo. Mañana, festividad de Halloween, por la noche, el cáliz nos devolverá los nombres de los tres campeones a los que haya considerado más dignos de representar a sus colegios. Esta misma noche el cáliz quedará expuesto en el vestíbulo, accesible a todos aquellos que quieran competir.

»Para asegurarme de que ningún estudiante menor de edad sucumbe a la tentación —prosiguió Dumbledore—, trazaré una raya de edad alrededor del cáliz de fuego una vez que lo hayamos colocado en el vestíbulo. No podrá cruzar la línea nadie que no haya cumplido los diecisiete años—soltó dejando algo de fuera de sí a Alex, aquello podría más difícil poder poner su nombre allí.

»Por último, quiero recalcar a todos los que estén pensando en competir que hay que meditar muy bien antes de entrar en el Torneo. Cuando el cáliz de fuego haya seleccionado a un campeón, él o ella estarán obligados a continuar en el Torneo hasta el final. Al echar vuestro nombre en el cáliz de fuego estáis firmando un contrato mágico de tipo vinculante. Una vez convertido en campeón, nadie puede arrepentirse. Así que debéis estar muy seguros antes de ofrecer vuestra candidatura. Y ahora me parece que ya es hora de ir a la cama. Buenas noches a todos.

Sin ni siquiera esperar a su amigo, Alessia se apresuró a ir su dormitorio, necesitaba despertar temprano si quería llegar antes de todos y ver cómo podía engañar aquella línea de edad.... Al llegar los demás estudiantes fueron entrando, la mayoría siguiendo hablando de los estudiantes visitantes y porque los Durmstrang no se quedaban en la escuela a dormir en vez de en su barco.

Gracias a una poción para dormir que había robado hace unos meses a su padre, no tardó más que segundo antes de caer profundamente dormida. Tal como esperaba, su reloj biológico, que ya tenía una cantidad de horas máximas para dormir, la hizo despertarse en medio de la madrugada, encontrándose con todos durmiendo, para su suerte.

El sol aún no había salido, por lo que supo que no eran más de las 5am. Sin perder tiempo, se aseó y se puso su uniforme, para luego caminar hacía la sala de estar, dándose un pequeño susto, al darse cuenta que no estaba sola.

— Te juro que si me sales de noche así de nuevo, me matarás de un susto—le dijo a Malfoy que por alguna razón se encontraba mirando la chimenea hasta darse cuenta que ella había bajado.

— Sabía que te despertarías más temprano— soltó el rubio sonriendo.

— Así que aun sigues con el acoso— bromeó haciéndolo reír.

— No me cambies el tema, ¿vas hacía el cáliz cierto? —preguntó de golpe, conociéndola mejor de lo que creía, ya que no había notado lo mucho que la observaba desde que llegó, incluso había dejado de molestar a otros chicos para dedicarse a averiguar sobre ella. Claro sin encontrar nada.

— Tengo trece, aun me faltan cuatro años para poner mi nombre ahí—mintió mientras un papel con su nombre se escondía en su bolsillo.

— Eres más lista que cualquiera de sexto, y la mayoría de séptimo, sé qué harás algo para intentarlo— dijo sorprendiéndola un poco con el alago—. Aunque aun así para alguien tan joven, es casi un suicidio intentarlo— soltó arruinando su perfecto elogio.

— Son solo números Malfoy, y si me permites, necesito llegar antes que nadie— le dijo caminando hacia la salida.

—Iré contigo, quiero ver que harás para lograrlo, para ver si también puedo hacerlo— soltó él caminando tras de ella, pero antes de que la puerta se abriera, Alex le apuntó con su varita y pronunció Desmaius, por lo que este cayó inconsciente en el suelo.

Con cuidado, usó Wingardium leviosa, para hacerlo levitar hasta el sofá, cualquiera que lo viera, solo dirá que se quedó dormido...

Sin poder perder más tiempo, se apresuró a casi correr por los pasillos hasta llegar al vestíbulo en cuyo centro relucía el hermoso cáliz de fuego. Tal como creyó, al llegar no encontró a nadie, ni siquiera un fantasma, por lo que sin miedo se acercó a la raya de edad.

Era un simple circulo blanco que rodeaba el cáliz, solo necesitaba entrar para poder poner su nombre allí. Por lo que intentó lo primero que se le ocurrió. Hace levitar el papel con su nombre hasta la copa, sino funcionaba, tendría que entrar ella, o encontrar la poción envejecedora...

Sacó de sus bolsillos el papel con su nombre, "Alessia Lilian Snape, Hogwarts", para luego doblarlo, y sacar su varita. Con wingardium leviosa hizo levitar el papel. En cualquier otra ocasión al atravesar el círculo, este notaría que la bruja que lo usaba era menor de edad, pero su caso fue diferente. Su magia era igual que la de Tom cuando la creó, por lo que por esto pudo engañar a la línea de edad y entrar sin problemas.

Con un último movimientoentró el papel en la copa, para luego este volverse momentáneamente rojo y arrojaba chispas, sin ella saber si esto significaba que había funcionado. Pero lo hizo, su nombre estaba en cáliz sin despreciarlo, definitivamente estaba participando.

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Holaaaa mis hermosas lectoras, primero que nada quiero agradecerles, apenas voy por el cap 5 y ya tengo 350 lecturas, en serio gracias, me alegra que les esté gustando :D. Así que les dejo el cap, igual de largo que le otro espero les guste :D

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