room 72; camren

By milanolivar

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Camila es doctora en un hospital de Los Ángeles. Su vida se basa en ir al hospital, cuidar de su hermana Sofi... More

Capítulo 1
Capítulo 2
Capítulo 3
Capítulo 4
Capítulo 5
Capítulo 6
Capítulo 7
Capítulo 8
Capítulo 9
Capítulo 10
Capítulo 11
Capítulo 12
Capítulo 13
Capítulo 14
Capítulo 15
Capítulo 16
Capítulo 17
Capítulo 18
Capítulo 19
Capítulo 20
Capítulo 21
Capítulo 22
Capítulo 23
Capítulo 24
Capítulo 25
Capítulo 26
Capítulo 27
Capítulo 29
Capítulo 29
Capítulo 30
Capítulo 31
Capítulo 32
Capítulo 33
Capítulo 34
Capítulo 35
Capítulo 36
Capítulo 37
Capítulo 38
Capítulo 39
Capítulo 40
Capítulo 41
Capítulo 42
Capítulo 43
Capítulo 44
Capítulo 45
Último Capítulo
Epílogo
Epílogo 2
Room 72 en físico
Room 72 portada

Capítulo 28

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By milanolivar

Lauren's POV

Las mañanas no me gustaban nada, y más si eran como aquella. Camila me miraba a punto de matarme y yo le puse las manos en las mejillas.

-Por favor, Camz, son sólo dos horas al día, nada más. –Me abrochaba la camisa y me ponía la chaqueta, pero Camila tenía las manos en la cintura mirándome mal. –Por favor, si me paso de las dos horas..

-Si te pasas de las dos horas te pido el divorcio y no ves a la niña hasta su boda. –La miré con la boca abierta, porque era tan radical que muchas veces no me lo podía creer.

-Está bien, te lo prometo. –La cogí de las mejillas para besarla, y ella se dejó, respondiéndome a los besos de forma sonora, hasta que solté sus mejillas. Me incliné en la sillita y besé la frente de Karla que nos miraba a ambas, que aún seguía siendo un bebé en menos de un mes. –Te quiero. –Le dije a Camila al levantarme, dándole otro beso. –Os quiero.

-Sí, quiéreme mucho porque te va a hacer falta. –Cogí el maletín y me metí una tostada en la boca, dándole un bocado.

-Mmh, eres la mejor. –Salí por la puerta casi corriendo y cogí el coche mientras me comía la tostada con mermelada que había preparado Camila.

Al llegar a la oficina, Amy me esperaba en la puerta de mi despacho, y todo el mundo comenzó a pedirme cosas, comentarme proyectos pero simplemente pasé de largo.

-Comentadlo a vuestros directores. –Dije cogiendo la carpeta que tenía Amy en la mano, y con la otra un café.

-¿Qué tal todo? –La miré mientras bebía de la taza.

-Bien, genial. –Me senté en el escritorio, y ella en la silla frente a la mía.

-¿Cómo está la pequeña? –Preguntó Amy, y dejé la taza encima de la mesa.

-Mejor que yo seguro. –Reí un poco y ella también. –Es preciosa, Camila dice que se parece a mí pero..

-¿A ti? –Frunció el ceño extrañada, y es que sí que era raro.

-Oh, claro.. –Me pasé una mano por el pelo echándolo a un lado. –Camila tenía un problema y el resumen de todo es que su óvulo tenía parte del mío y parte del de Camila. –Bebí un poco de café, pasándome la lengua por el labio.

-Eso es genial. Es decir, no lo de Camila.. –Tenía la sensación de que se seguía poniendo nerviosa conmigo. Bebí algo de la taza mientras se encendía el ordenador, y miré la foto que tenía ya puesta en la mesa justo al lado de la pantalla. -¿Puedo verla?

-Sí, claro. –Le di el móvil, porque tenía un álbum de fotos casi literalmente.

-Wow, sí que se parece a Camila, y a ti. –Asentí escribiendo en el ordenador, y ella me dejó el móvil en la mesa. –Es preciosa.

-Gracias. Su madre me ha dicho que como tarde más de dos horas en volver a casa me pide el divorcio. –Sonreí devolviéndole la mirada y cerré los ojos.

-¿De verdad? –Asentí.

-Pero aunque llegue tarde, no lo hará.

Y no lo hizo, aunque llegué a las dos horas justo.

Al llegar, Camila estaba sentada en el sofá dándole el pecho a Karla mientras veía la tele y hablaba por teléfono. No quería interrumpir aquellas pláticas que tenía con su hermana o con su madre, así que me acerqué y besé su cabeza. Un minuto después había colgado, y me quité la chaqueta para sentarme al lado de Camila.

-¿Todo en orden? –Preguntó ella, bajándose la camiseta y poniéndose a Karla en el hombro con cuidado.

-Todo en orden. –Respondí dándole un beso en los labios, y tenía una sonrisa que..

-Vas a cambiarle el pañal. –Mierda. Y nunca mejor dicho.

-Pero..

-Ni peros ni nada. Arriba, vamos. –Hice un puchero, una mueca pero acabé subiendo con Camila a la habitación de la pequeña, que estaba tumbada en el cambiador haciendo ruidos con la boca.

-No me gusta esto. –Dije estando delante de la pequeña.

-Ni a mí tampoco y lo tengo que hacer. –Camila estaba a mi lado y parecía que disfrutaba con aquello. –Quítale el pañal. –Lo hice con cuidado, apretando los ojos con un suspiro. -Cógela de los tobillos, pero con cuidado. –Cogí a Karla de los tobillos y la miré luego. –Ahora haz que se levante un poco. –Me quedé parada porque no sabía qué quería decir.

-No sé cómo hacer eso.

-Tira hacia arriba. –Me repitió, y lo hice. –Ahora sácale el pañal, vamos. –Me apresuró, y tantas cosas a la vez iban a acabar con mi cabeza. Tiré del pañal para sacarlo, y era lo más asqueroso del mundo. –Ahora límpiala. –La miré parpadeando. –Vamos, Lauren, coge una toallita y límpiala. –Sabía que ella lo estaba disfrutando, y que para mí aquello era alguna clase de tortura china, tailandesa, algo así. Cogí una toallita y comencé a limpiar a la pequeña, que no paraba de salivar y echar baba apretando los dedos entre ellos. –Ahora échale polvos talco.

-¿Eso cómo se echa? –Parpadeó un poco mirándome y me dio el tarro.

-Lo agitas, cariño. –Lo agité y salió un montón de polvo, arrugué la nariz y miré a Camila.

-¿Ya? –Asintió. Me indicó cómo ponerle el pañal, poniéndolo debajo y apretándolo alrededor de la pequeña.

-¿No crees que le queda grande el pañal? –Pregunté cogiendo a Karla en brazos, meciéndola un poco, poniendo una mano en su cabeza para que no se cayese.

-Sí, es que es más pequeña de lo normal. –Camila se acercó a mí y puso las manos en mi cintura, mirando a Karla. Me manchaba la camisa de babas, comenzando a llorar de la nada y Camila se acercó para darle un beso en la frente y cogerla en brazos, escuchando cómo paraba de llorar.

-Vale, vale. Quieres más a mamá que a mí, ¿pues sabes qué? Yo también. –La abracé y quedamos con la pequeña en medio, dándole besos por las mejillas.

* * *

Tenía a Camila encima de mí durmiendo, y la verdad es que no podía ser mejor aunque bueno, pesaba un poco pero no me importaba. Se había quedado dormida así mientras hablaba conmigo, y minutos después yo con ella. Justo en el mejor momento de la noche, la pequeña empezó a llorar y Camila se removió encima de mí, y abrí los ojos un poco. No paraba de llorar y la morena apoyó las manos en mi pecho para levantarse mientras se tambaleaba. Prácticamente, Camila lo hacía todo, y aunque yo la ayudaba, no sabía cómo cambiar pañales y lo tenía que hacer ella, o le daba el pecho o.. Sabía cómo tratar a la pequeña.

-Ya voy yo.. –Le dije tumbándola en la cama.

-Te quiero.. –Y volvió a dormir con esa forma tan particular de darme las gracias.

Caminé por el pasillo intentando que la madera del suelo con crujiese, y entré en la habitación, cuando el sonido de los llantos de Karla eran más fuertes. La cogí en brazos y la pegué a mi pecho, meciéndola y dando vueltas por la habitación, pero no paraba de llorar.

-Creo que tienes hambre.. –Dije bostezando, y bajé las escaleras con cuidado hasta llegar a la cocina. Saqué de la nevera uno de aquellos biberones que Camila tenía preparados para cuando salíamos –de su propia leche, cosa que a mí me parecía algo raro, pero estaba bien-.

-A ver.. –Susurré metiendo el biberón en el microondas, dándole besos en la mejilla e intentando que se calmases. –Pero no llores, me haces sufrir.

Saqué el biberón justo a tiempo y lo puse en los labios de la pequeña que comenzó a comer y por fin se calló, y suspiré. Subí de nuevo a la habitación de Karla con ella y me senté en el sillón, dejando que se tomase el biberón.

-No me gusta esto.. –Dije cerrando los ojos. Los párpados me pesaban, pero podía sentir cómo me agarraba los dedos y en ese momento valía la pena levantarse a las tres de la mañana para darle el biberón. Karla se quedó dormida con el biberón en la boca, pero tuve que hacer eso que hacía Camila de los golpecitos en la espalda. Y me quedé dormida con Karla en el pecho, en el sillón de su habitación.

Camila's POV

Me levanté de la cama y al no ver a Lauren, supuse que ya estaba abajo con la pequeña arreglada y lista para irnos. Tras maquillarme, vi por la ventana que el cielo estaba completamente oscuro y la tormenta azotaba la costa de Los Ángeles.

-Lauren, cariño, déjalo porque no podemos sa.. –Al pasar por la habitación de Karla, me quedé parada. Lauren estaba dormida en el sillón con la pequeña en su pecho, y ambas dormidas. -..lir. –Terminé la frase y entré en la habitación sin hacer ruido. Era, la cosa más tierna que había visto nunca. Tenía una mano en la cabecita de la pequeña para que esta no se cayese de sus brazos, y otra en la parte de abajo, aunque el biberón se había quedado al lado de ella vacío. –Cariño.. –Susurré en su oído para que se despertarse, y acaricié su mejilla. Lauren se removió un poco y abrió los ojos.

-¿Qué pasa...? –No pude evitar sonreí, ante la forma tan tierna que tenía Lauren de despertarse con su hija en brazos, que bostezó abriendo la boquita y soltando un bostezo que más bien parecía un suspiro.

-Que te has quedado dormida, mi amor, y que... No podemos salir a comer con la familia de tu padre. –Ladeé la cabeza y ella asintió, volviendo a cerrar los ojos apoyando la cabeza en el sillón. –Cariño, a la cama. –Cogí a Karla y a Lauren de la cintura y me la llevé andando hasta la cama. La tumbé con cuidado y le eché el edredón por encima, suspirando. Era adorable, y simplemente podía quedarme mirándola durante el tiempo que fuese necesario. Karla había vuelto a dormirse, así que la dejé al lado de Lauren en la cama. –Por qué no me sorprende.. –Reí negando al ver cómo la pequeña tenía la misma postura que Lauren hechas una bolita. Lauren abrió un poco los ojos y puso la mano en la parte de delante del cuerpo de Karla, pegándola contra ella y volviendo a dormir.

El tío de Lauren estaba mandándome mensajes, pero ella estaba dormida, con la tormenta azotando Los Ángeles de fondo y con nuestra hija entre los brazos. Lauren tenía la mano encima de la pequeña, y las dos dormían de forma plácida. Decidí mandarle una foto a su tío, para que así al menos se calmaran. La pequeña tenía las manitas apretadas y Lauren aparecía de fondo, casi abrazando a Karla. Envié la foto y me quité los tacones que llevaba puesto, el vestido, y me puse un jersey gris de Lauren, de los que usaba para ir al gimnasio en invierno que a mí me quedaba como un vestido. Me tumbé al lado de las dos, e instantáneamente, Karla movió la cabeza hacia mi lado con la boca abierta buscando mi pecho.

-Esto es increíble.. –Musité, cogiendo a Karla y subiéndome la sudadera, comenzando a darle el pecho. Lauren rodó por la cama y apoyó su cabeza en mi regazo abrazándose a mis piernas, y juro que entonces sí que estaba feliz, y agradecía a aquél día de lluvia casi torrencial que nos dejara sin salir de casa. No necesitaba calefacción porque tenía a Lauren al lado, que era un pequeño hornillo encendido las veinticuatro horas del día, en todos los sentidos. Pasé un dedo por la mejilla de Karla, haciéndola sonreír mientras succionaba mi pecho. –Eres igual que tu madre, esto es increíble. –Lauren también sonreía y se abrazaba a mí, negando.

Tras terminar de darle el pecho, puse a Karla de nuevo entre los brazos de Lauren. Aunque decía que no, tenía un instinto protector increíble, porque a pesar de no estar cogiéndola, puso un brazo delante de la pequeña para que no se cayese de la cama a pesar de que estaba yo. Pasé los dedos por la mejilla de Lauren y también sonreía, de una forma adorable, al igual que su hija.

-¿Tú también quieres que mami se levante? –Karla tenía mi dedo agarrado con las dos manos y abría la boca para reírse, moviendo los dedos y las piernas. Era demasiado pequeña, tanto, que si la metíamos en medio de la cama se nos perdía.

-No, mami no se levanta.. –Se dio la vuelta y solté una risa, dejando que la pobre durmiese. Cogí a Karla y la puse sobre mi abdomen boca abajo, tapadas ambas por el edredón e intenté dormir también. Era demasiado temprano como para salir. Las seis de la mañana, y cinco horas de avión para llegar a Miami a comer con la familia de Lauren, más una niña de apenas un mes y medio, simplemente, no.

Era extraña esa sensación de tener a la pequeña en mi vientre, pero ahora, fuera. Era extraña esa sensación que tenía con Karla, era mi hija. Sabía que yo era la que le daba el pecho, a pesar de que no veía, simplemente me olía. Y ella era una parte de mí y de Lauren, era nuestra. Después de todo, aquella niña era como un regalo para las dos. Después de que Lauren casi no pudiese dormir por las noches, después de casi morir, después de que yo no pudiese tener hijos, teníamos una hija, y era preciosa. Y tenía demasiada suerte de tener a Lauren, le dije una vez que probablemente una mujer enferma como yo con su marido, no habría podido tener hijos porque no hay muchas mujeres que se presten a donar óvulos de esa manera. Yo tenía a mi mujer, que no tenía intenciones de tener hijos, y que al final, acabó siendo madre biológica de una pequeña sin dudar un momento en si quería o no. Y estábamos allí, en la cama, siendo felices sin hacer absolutamente nada, ¿cuánta gente puede decir eso? ¿Cuánta gente puede decir que sólo con dormir con su familia es plenamente feliz? Yo, yo podía. Y podía ver reflejado en los ojos de Lauren, cómo me quería, y la forma en la que me quería. Y cómo en mitad de la noche, si me separaba un poco, buscaba mi cuerpo a tientas y volvía a abrazarme. Se levantaba por las noches sin decirme nada a darle en biberón, en parte, porque se sentía culpable por no haber sufrido conmigo el parto. Era algo extraño, sí, pero Lauren lo sentía. Le dije que no podíamos sufrirlo las dos, y que yo lo quise así, pero al final era más cabezota que yo. Ella era la madre de mi hija y, creo que al final, no podía tener una madre mejor.

Aquellos pensamientos me hicieron llorar, y suponía que eran las hormonas que aún seguían revoloteando por ahí, cosa que era normal. Pero lloraría en cualquier otra situación sintiendo cosas como esa.

Karla acabó entre Lauren y yo, y las tres acabamos dormidas.

* * *

Sentí unos ruiditos familiares a lo lejos, esa sensación de escuchar mientras duermes pero no darte cuenta hasta unos segundos bastantes largos después. Pues eso me pasaba a mí. Cuando abrí los ojos, lo primero que vi fue la cara de mi hija Karla que me miraba sonriendo, y Lauren por detrás mirándome a la vez.

-Buenos días mami. –Dijo Lauren, y se inclinó para besar mis labios. -¿Has dormido bien? –Lauren puso la cara al lado de la cabeza de Karla. –Dile, 'buenoh díah mami'. –Dijo en perfecto español, con ese acento cubano que se comía las eses y tan sexy era.

-Buenos días, princesa. –Dije acariciando una mejilla de Karla, que se sostenía con la barriguita, y miré a Lauren dándole un beso en los labios. –Buenos días, Lauren. –Sonreí tras ese beso, acariciando su mejilla.

-Te hicimos el desayuno, ¿verdad Karla? –Abrí los labios porque jamás me había hecho el desayuno. Señaló la bandeja. –Mira, son tostadas con aguacate, fruta, tiras de pavo y... -Señaló el revuelto que había en el plato. -¿Revuelto de claras de huevo? No sé. Me lo ha ido diciendo todo Sofi.

-¿Has llamado a mi hermana un sábado a esta hora sólo para que te dijese cómo hacerme el desayuno? –Asintió lentamente mirándome, sin entender.

-Sí, por Skype, aún estaba en la cama pero.. –La besé de nuevo cerrando los ojos, suspirando.

-Te juro que si algún día digo eso de 'no sé por qué me casé contigo' recuérdame esto. –Me levanté y Lauren se puso tumbada en la cama mirando a la pequeña, que movía los brazos y los dedos.

-Me quieres muchísimo como para decir esa frase alguna vez. –Dijo, cogiendo las manitas de la pequeña y les dio un beso, mientras yo comía. Le acerqué una tostada y le dio un mordisco, sin apartar la mirada de su hija.

-Es la verdad. –Dije casi resignada.

-¿Cómo te gusta más tu madre, por la mañana o por la noche? –Le preguntó a la pequeña. Llevaba puesto un pijama de Monstruos S.A, de color azul que la hacía ver diminuta y adorable. –Sí, yo también pienso que cuando sea me gusta igual. –Se quedó en silencio mirando a Karla, mientras yo desayunaba acariciándole el pelo a Lauren con la espalda apoyada en el cabecero de la cama. –Es prácticamente igual que tú. Es decir, le falta tu lunar en la pierna y diría que te han reducido de tamaño.

-Sí, eso es porque no la has visto dormir. –Dije riendo, y ella levantó la cabeza para mirarme con una risa. –Le estaba dando el pecho y ha sonreído. ¡Dándole el pecho Lauren! –Dije riendo, y Lauren se partía de la risa. –Tú sonríes cuando tienes mi pecho en la boca.

-Ya lo sé, tus tetas es nuestra dieta, Camilita. –Apartó la bandeja del desayuno y se puso encima de mí, besándome suavemente. –Y ahora son grandes y no puedo probarlas, no es justo.

-Cállate. –La aparté de encima de mí y cogí a Karla, tumbándola en mi abdomen viendo cómo llovía a mares por la ventana.

-¿Sabes qué? Me gustaría llevar a toda la familia a Cuba.

-Yo no sé si mis padres se pueden permitir ir a Cuba, además, ahora con eso de la baja maternal cobro la mitad.. –Fruncí el ceño acariciando la espalda de la pequeña que se chupaba el puño en mi pecho.

-Primero, pagaría yo todo el viaje. Segundo, mi dinero es nuestro. Tercero, con nuestro dinero hacemos lo que queremos. –Me dio un beso en la mejilla pero, aún me costaba aceptar aquello.

-Pero... ¿Seguro que te lo puedes permitir? –Lauren se rio, y ya, ya sé que sonaba absurdo.

-Tengo un patrimonio de 80.000 millones de dólares. Y crece cada día.

-Ya lo sé, sé que soy idiota pero.. Es que, ya sabes, te veo aquí, te veo como Lauren, como mi mujer, la madre de mi hija, no veo que tengas todo ese dinero.

-Eres increíble. –Negaba Lauren mirándome con una sonrisa.

-¿Qué pasa?

-Que van a pasar los años y vas a seguir siendo la Camila que no quería comprarse el vestido de novia porque le parecía muy caro, aunque esos miles de dólares son calderilla para mí.

-¿Y eso te gusta o...?

-Me encanta.

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