Sostén Mi Mano |TERMINADA.|

By GuadalupeJimenez5

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Los Personajes Literarios parecen ser la única salvación para los adolescentes con serios problemas, en este... More

Capitulo 1:
Capitulo 2:
Capítulo 4:
Capítulo 5:
Capítulo 6:
Capítulo 7
Capítulo 8:
Capítulo 9:
Capitulo 10:
Capitulo 11:
Capitulo 12:
Capítulo 13:
Capítulo 14:
Capitulo 15:
Capitulo 16:
Capitulo 17:
Capítulo 18:
Capítulo 19:
Capítulo 20:
Capitulo 21:
Capítulo 22:
Capítulo 23: Final.
ANUNCIO

Capítulo 3:

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By GuadalupeJimenez5

Capitulo 3:

El almuerzo; mi hora de tortura. Todos devoraban sus alimentos, y yo no entendía por qué. Solo me dispuse a hacer la fila con Iris, para hacerle compañía.

— ¿No vas a comer nada?— Me preguntó Iris.

—No, me duele el estomago. Tal vez más tarde—mentí. Me sentía culpable por mentirle a Iris, pero era así con todos, incluso con mi abuela. Mi mente estaba controlada por "Ana y Mía" y cada vez eran más fuertes que yo.

—Oh... ¿No quieres que te acompañe a la enfermería?— Me volvió a preguntar, esta vez preocupada.

—No, no—contesté con rapidez—Quiero decir— suspiré— no es necesario. Estoy segura de que se me va a ir enseguida.

—Ok—aceptó, no muy convencida.

La fila pasó más lento de lo que temí. Mis ganas de comer aumentaban, entonces recordé que, antes de salir de mi casa, le había robado una manzana a mi abuela. "Muy bien pensado, Sierra. La manzana no engorda y engaña al estomago" me felicitó mi cerebro. Abrí el cierre de mi bolso y saqué la manzana. No la comí hasta que nos fuimos a sentar en una mesa, la que del fondo, la que nadie utilizaba.

Un grupo de chicos comenzó a hacer comentarios obscenos cuando pasé junto a ellos. En ese grupito estaban Ieiazel King, quién siempre me miraba de forma extraña cuando caminaba por el patio trasero del instituto, en ese momento hizo lo mismo, pero ni siquiera creo que él haya pronunciado palabra alguna cuando pasé junto a ellos, simplemente porque Ieiazel no era así de puerco, él solo se limitó a regañar a sus compañeros de mesa, estos no le prestaron la mínima atención. Les dediqué una mirada asesina y al verla dejaron de reír, disponiéndose a comer en silencio. Creí ver que Ieiazel se levantaba de la mesa y se marchaba del casino sin decir nada. En ese entonces tal vez era de la misma altura que yo, lo cual me hacía pensar en cuándo sería el día en que crecería hasta el metro setenta o más.

Me senté frente a Iris, ella se limitó a comer su hamburguesa. Mi estomago se revolvió con el olor. Las nauseas casi me atacan, miré hacia otro lado. Entonces, cuando más distraída estuve, Graham se sentó con nosotras, o mejor dicho con Iris. Su actitud de chico malo se había calmado un poco, pero cuando lo miré se volvió serio. Iris lo notó.

— ¿Qué sucede, Graham?— Le preguntó cautelosa.

—Nada. —Murmuró — El día me pone así, recuerda que vengo del clima cálido—cruzó los brazos sobre su pecho, haciéndose el superior. Gruñí molesta. Es decir... QUÉ FANFARRÓN.

Terminé de comer la manzana y me levanté para tirar su corazón en el bote de basura. Me sentía cansada, otro de los síntomas de "Ana y Mía". Tenía tantas ganas de irme a casa, tirarme, encerrarme en mi habitación y leer el libro que me regaló Iris por mi cumpleaños. Me apoyé sobre la pared y descansé un minuto.

El resto del día fue casi igual que siempre: todos me ignoraban, yo los ignoraba a todos. Iris me esperó en la entrada del colegio cuando ya fue el fin de la jornada. Me abrí paso por los huecos pequeños y mi despeinado pelo, que parecía haber tenido una gran pelea con el cepillo, quedó atorado en el cierre de la mochila de alguien, segunda vez en el día. Puse los ojos en blanco, resignada.

— ¡Otra vez tú!— Exclamó Graham muy molesto.

— ¿Y yo qué culpa tengo de que tu estúpida bolsa tenga el cierre falseado? Yo si fuera tú la cambio—le sugerí a regañadientes, mientras retiraba el mechón de pelo.

—No es asunto tuyo—siseó.

Me encogí de hombros y me fui a buscar a Iris. Pero sentía una fuerte mirada clavada en mi espalda, volteé y estaba él, otra vez.

— ¿Podrías dejar de mirarme?—Enarqué la ceja.

— ¿Te molesta?— Sonrió divertido.

— ¡Sí! Y mucho— fruncí el ceño.

—Entonces lo seguiré haciendo—soltó una carcajada burlona.

Solté un gruñido. Pero luego sonreí complacida.

—Así que no puedes despegar tu mirada de mí, ¿a caso puede ser que yo te guste?—bromeé. Pero luego de que Graham me tomara del hombro fuertemente me di cuenta de que fue un completo error.

— ¡Te dije que me dejaras en paz! ¡Así que hagamos un trato!— Siseó, yo asentí súbita—Yo no te dirijo la palabra y tú no me diriges la palabra. Nos ignoraremos mutuamente. Y así Iris no sufrirá por nosotros ¿Feliz?— Me soltó. Asentí atemorizada.

Nos dirigimos en silencio hacia la entrada, Iris nos estaba esperando.

— ¿Por qué tardaron tanto?

—Necesitaba ir al baño— me excusé vagamente.

—Y yo me quedé en la dirección. El Director es un pesado—se excusó el otro.

De camino a casa me entraron las ganas de comer, pero me resistí. Más adelante nos cruzamos con el Starbucks. "Mierda", me mordí el labio. Iris me miró divertida. En cambio Graham estaba serio, como siempre.

— ¿Entramos?— Iris hizo pucheros, asentí con la inocencia al cien por ciento. Ya no había vuelta atrás.

La fila era pequeña. La música Jazz parecía susurrar las palabras "Sal corriendo de allí", poco a poco me estaba volviendo aún más loca. De verdad tenía hambre, y no pude resistirme al oler el exquisito olor a pan recién horneado.

Nuestro turno llegó, le entregué el dinero al cajero, un chico de unos veintitantos, sus ojos negros increíblemente grandes, su nariz un poco más grande de lo que a mí me agradaba, y su barba crecida de hacía pocos días. Le pedí un frapuccino de chocolate y un muffin de arándanos para acompañar. Y él me pidió mi nombre, coquetamente. Di por alto ese detalle y se lo dije. Luego fue el turno de Iris.

Cuando nos entregaron las cosas me percaté de que Graham ya no estaba con nosotras. ¿Se habría molestado por nuestra repentina parada? ¿Cuándo se había ido? Me sentía rara al preguntarme todas esas estupideces. El me caía mal, de eso estaba segura.

— ¡Hey! ¿A dónde se fue tu primo?— Le pregunté lo más indiferente que pude.

—A casa. Me dijo que quería darnos nuestro espacio. Aunque lo noto muy raro y no sé por qué— hizo una mueca de preocupación, la cual cambió a emoción— ¡Dios mío, Sierra, ese muchacho te ha dado su número!

Volteé el vaso de plástico transparente y me topé con mi nombre y su número de celular.

El vaso de plástico reflejó algo en mí: interés hacia saber qué fue lo primero que pensó aquel chico sobre mí. Esperaba que no fuera nada con respecto a estar en su cama, porque de ninguna manera iba a caer en la misma trampa otra vez. Por algo mi marca personal era lo oscuro, y ese por qué eran los "corazones rotos". Me sentí aliviada al saber que un chico se fijó en mí, pero mal por darme cuenta de que solo era para una sola noche. Y luego recordé a Alex y todo se me fue de las manos. Agarré con fuerza el vaso y se lo entregué a Iris, después de haber tomado el contenido, obviamente.

— ¿Y esto?—Me miró curiosa, más que nada desconcertada.

—Supongo que espera que alguna chica lo llame, esa no seré yo—me encogí de hombros.
Iris tomó el vaso con timidez, pero pronto una sonrisa se formó en sus labios. Hacía tanto tiempo que no estaba en una relación con alguien, o al menos estar una sola noche con un chico; hizo algo que no creí que haría, dejó el vaso sobre la mesa y cuando la chica de la limpieza pasó y preguntó si se podía llevar los vasos ella dijo que sí.

— ¿No te gustó el chico?—La miré curiosa. Entonces ella se inclinó hacia mí, como si estuviera a punto de revelar un secreto.

—Estoy saliendo con alguien en secreto— susurró, con una mano tapando un costado de su boca.

— ¡¿¡QUÉ!?! ¿DESDE CUÁNDO?

Ella me calló, agitando los brazos como loca.

— ¡Que no grites, idiota!— Me miró mal.

—Lo siento, Iris. ¿Pero desde cuándo? O lo más importante... ¿Quién es?

—Bueno, todo sucedió en la fiesta de Jessica, a la cual tú no fuiste. Entonces yo estaba demasiado emo como para soportarlo, estaban pasando música tan extraña que no podía aceptar el hecho de que mis oídos oyeran esa porquería, creo que era reggaetón. Para poder estar más tranquila salí al jardín para llamar a mi madre y que me vaya a buscar. Decidí no llamarla, porque alguien me llamó mucho la atención: ese alguien se llama Bruno Winwood — soltó un suspiro con cara de enamorada, seguramente algo seguiría —Él había discutido feo con su novia, no recuerdo el nombre de la chica en este momento, solo sé que no va a nuestra escuela, así que también estaba triste y molesto al mismo tiempo. Me contó que ella había estado actuando raro en los últimos días y que un amigo de ella le contó que estaba saliendo con otro, así que estaba entre la venganza o terminar con ella. Yo le dije que la venganza no siempre es buena, que si o si algún día le regresaría el karma.

—Estuvimos hablando durante un rato, —siguió contando—así que, cuando ya era hora de irme, él me pasó su número de móvil y yo el mío. Antes de irme a dormir me mandó un mensaje, el cual nunca olvidaré...Decía: "Fue un gran gusto conocerte, espero tener problemas contigo algún día"... Fue tan aksjaksjaska, ¡AAAAAHHH!

No pude evitar reírme.

— ¿Qué?— Alargó.

—No tengo la menor idea de qué quieres decir cuando pronuncias "aksjaksjaska"—volví a reír, esta vez con más intensidad.

—Es algo así como tierno— se dejó caer sobre el respaldo del sillón. Terminamos de comer y nos fuimos a nuestras respectivas casas.

A penas llegué a casa me di cuenta de que mi abuela no estaba, no dejó nota ni nada. Ninguna señal de vida. Entonces me fui al baño. La culpa de haber comido me atacó. La depresión y ganas de provocarme el vómito también. Levanté la tapa del inodoro, até mi pelo en una cola de caballo, respiré hondo y metí mi dedo índice en mi boca antes de que la hora se cumpliera, hasta la garganta. Un escalofrío me recorrió la columna cuando me dieron arcadas y simplemente vomité. Cuando llegué al punto de vomitar la bilis me detuve y me puse en posición fetal, frotándome las sienes. Todos los días eran iguales: me sentía culpable luego de comer, vomitaba y subía a mi habitación a leer.

Subí las escaleras, luego de lavarme bien las manos y verificar de no haber dejado el inodoro salpicado con vomito y entré en mi habitación. Decidí cambiarme de ropa. Rebusqué desinteresada entre los cajones y saqué una camiseta vieja de mi grupo favorito, Paramore, y un pantalón de chándal azul oscuro. Recuerdo que la remera de Paramore me la había regalado mi "Corazón Roto 12#". Su nombre era Justin, como el nombre del hermano de Taylor, guitarrista del grupo. Lo conocí en el campamento de verano. El me enseñó lo que es la buena música, gracias a él conocí a mi grupo favorito. Aunque luego de haber finalizado el campamento de verano intercambiamos nuestros números telefónicos. Lo llamé al día siguiente de haber vuelto a casa. Descubrir que el número que me había dado era falso me rompió el corazón. Sinceramente fue la peor relación que tuve.

Saqué el libro que me regaló Iris de la bolsa, le di la vuelta al libro para leer la sinopsis y noté que el libro era completamente negro. Me recosté sobre el colchón que tenía por cama y me dediqué a leer el libro.

El Baile de Otoño:

La música y el alcohol se mezclan entre la multitud. Mis amigos, Rachel, Parker y Peter, se fueron por unas bebidas. El sudor me acoge el cuerpo. Sinceramente no quiero estar aquí, solo quiero volver a casa, pero sé que mamá ya no me quiere allí. No tengo más remedio que estar con ellos. Ella me corrió desobedecerla. Estoy segura de que voy a perder el embarazo por todas las cervezas que me tomé. Maldición, mi vida es un balde de mierda. Ahora ni a la universidad puedo volver. Mi beca ya está perdida por todos los errores estúpidos que cometí. Se preguntaran por qué me estoy lamentando tanto, o dónde comenzó todo esto, ¿verdad? Bueno, les contaré. Pero, por favor, háganme un favor. Pequeño, ¿sí? No se lo cuenten a mi madre, ella tal vez nunca más me lo perdone. Está bien.

Todo comenzó en mi habitación, me estaba preparando para el baile de otoño de la escuela. Este era mi último año. El tema era Semi Formal. No sabía a qué se querían referir con eso. De todas formas había ido a donde mi estilista para que me arregle el cabello. El estilo de Madonna estaba a la moda, o también como el de Cyndi Lauper. De todas formas escogí el de Madonna, como el su video "Like A Virgin". Con un gran moño negro, el cabello rubio y despeinado. Apenas llegué a casa mi madre me regañó por haberme escabullido de la casa sin su permiso, luego se percató de mi nuevo estilo y me golpeó.

-¿Por qué te cortaste el cabello como esa ramera de Madonna? Lo que los vecinos van a pensar cuando te vean así. ¿Quién te crees que eres?

Me abofeteó.

-¡Madre, casi tengo dieciocho! Déjame vivir un poco.

-¡No me levantes la voz, jovencita! O te arrepentirás-. Me volvió a golpear. Esta vez no dolió tanto porque el dolor de la anterior todavía estaba.

La ignoré y me encerré en mi cuarto. Estaba harta de que siempre cuide las apariencias de la familia. Todo tenía que salir perfecto. Tomé el teléfono y le marqué a Rachel.

-¿Si?- Atendió ella.

-Hey Rach, ¿cómo va todo?- Le saludé.

-Muy mal, Ray Ray. No encuentro mi lápiz labial rojo, y no puedo salir de mi casa así sin más. LO NECESITO AHORA-. Lloriqueó desesperada. Ella siempre exageraba las cosas.

-Oh, vamos, Rach. Te presto el mío y ya. Yo tengo más problemas aún.- Jadeé.

-¿Qué sucedió ahora, nena?- Preguntó mientras suspiraba.

-Mi madre está detrás de mi puerta, seguramente echando humo por las orejas. Y no sé cómo escaparme. ¿Tienes algún plan de reserva?

-Humm... ¡Eureka! Le diré a Parker que se estacione a una cuadra de tu casa. Tú solo sal por la ventana, ¿sí? Tranquila, yo sé que vas a poder salir sin que se dé cuenta...

-Excelente, nos vemos, Rach. Besos.

-Besos para ti.

Fui silenciosa hasta el montón de ropa que tenía sobre mi recamara. Mientras lanzaba detrás de mí las prendas descartadas, hasta que al fin encontré lo que buscaba. La blusa de encaje negro con escote con forma de corazón, la calza de cuero negro y la chaqueta verde musgo con bordes de leopardo. Me los puse y caminé hacia el tocador. Me maquillé. Cuando terminé me puse los zapatos de taco alto, como se les llamaba "Clásicos".

Abrí cuidadosamente la venta y me deslicé hacia el exterior. Ya era de noche, y la Luna era lo único que iluminaba la calle. Parker estaba estacionado en el lugar que Rachel me había indicado. Ella y él parecían bastante tranquilos, pero cuando el auto arrancó todo cambió. La adrenalina recorrió mis venas.

-¿Cuál es el problema de esta cosa?- Dijo en voz alta Rachel refiriéndose al estéreo de música. Le pegó una patada al aparato.

-¡Oye! Mi jefe me matará cuando note que lo rompiste si le sigues dando patadas.

Cuando se refería a su "jefe", se refería a su padre.

-Lo repondré cuando tenga el dinero. Pero ahora necesitamos música, esto se está volviendo aburrido, amor.

Diagh, el amor. Como lo aborrecía. Era una bola de basura. Siempre que veía a las parejas enamoradas me daban nauseas. Pero cuando lo veía a él todo cambiaba. El suelo se desvanecía y yo flotaba en las nubes. Todo el mundo ya no existía. Estoy hablando de Peter, un gran amigo mío, por desgracia. Estaba muy segura de que él solo me veía como una amiga más. Por desgracia yo no podía sentir lo mismo que él.

Parker frenó el coche en seco.

-¡Mierda, Parker! ¿A caso nos quieres matar a todos?- Le gritó Rach.

-Nena, no te enfades.

Depositó un beso en sus labios.

-¡Oh, vamos! Búsquense una habitación, demonios.

Estaba de muy mal humor ya.

-No te enojes, Ray Ray, que allí viene tu novio-. Me avisó Parker. Me di cuenta de que estaba de todos los colores porque el espejo retrovisor del auto me ayudó en ese momento. Peter abrió la puerta del coche y se sentó junto a mí.

-¿Qué hay, personnes?- Así era como siempre nos llamaba. Exactamente nunca le pregunté qué significaba, ya que siempre, cuando estaba cerca de mí, me volvía una completa tonta.

-¿Qué rayos significa "personnes", chico?- Le preguntó confundida, Rach. Ella no era de mis amigas más inteligentes que digamos, más bien era algo hueca. Pero no me puedo quejar de que siempre es la primera que me ayuda cuando tengo algún problema.

-Amigos, ¿no es obvio?- Se mofó de sus palabras.- Oh, ¿qué tal, Ray? ¿Qué te parece la noche?

Y fue allí cuando recién se percató de mi presencia, o al menos eso simuló. Era frustrante que, yo al estar completamente enamorada de él, él apenas se daba cuenta de ello.

-Bien, humm...supongo.- Me hice la indiferente.

-¿Por qué tan distante, Ray? ¿Algo te molesta?- Peter se volteó hacia mí.

Casi me desmayo en ese mismo instante. Respiré muy hondo y cuando pude controlar mi corazón le hablé.

-Mi madre...Nada importante-. Me hice la indiferente.

-Sabes que puedes contarme todos tus problemas y yo trataré de ayudarte en todo lo que pueda, ¿no?- Posó su brazo entre mis hombros, y el sudor de mi frente se puso frío.

-Oh, de ese modo tengo un historial de mi vida para ti-. Traté de hacerme la graciosa, pero él no lo vio de ese modo. Se puso serio.

-Llegamos.

La entrada del gimnasio estaba decorada con un montón de globos con los colores del colegio, verde y blanco. Y el fotógrafo del periódico escolar se encontraba en la entrada del lugar para fotografiar a los recién llegados.

-¡Sonrían y digan "Whisky"!

-Ojala haya Whisky, aquí-. Bufó Parker mientras tomaba de la cintura a Rachel.

Rach se lo llevó a un lugar más "privado". Se me erizó el vello de los brazos.

Un gran clásico, Big In Japan de Alphaville estallaba en la pista de baile, y todos se movían energéticamente. Los "flikis" se limitaron a quedarse sentados en las gradas, charlando. Pero, para cuando me di cuenta, Peter había desaparecido por entre la multitud, estaba sola y sin compromiso de bailar ni de irme a sentar. Así que me fui a la mesa de los bocadillos y saqué el licor del bolsillo secreto de mi chaqueta, miré a ambos lados para fijarme si algún profesor o alumno centinela merodeaba por allí. El señor Smigels, profesor de Química, bailaba con la señora Harris, profesora de Contabilidad. Tomé la petaca de plata y vertí el licor en el ponche de frutas. La metí rápidamente en su lugar y tomé el cucharón de metal y un vaso de plástico transparente de la mesa. Bebí el contenido de este, el ardor satisfactorio inundó mi garganta. Tenía calor, mucho calor, pero aún así no me quité la chaqueta. Lancé el vaso sobre la mesa y corrí hasta la pista de baile. Las chicas sacudían sus melenas de un lado para otro, y los chicos, bueno, ellos se movían lo mejor que podían. Luego de cuatro viajes de la pista a la mesa del ponche divertido, ya estaba algo mareada. Las luces se apagaron del todo y un presentador se paró en el medio del escenario de madera. Temblaba de miedo y tartamudeaba.

-E-e-este grupo-o s-ee llam-a Half Past Five-. El muchacho sudaba tanto que parecía que en cualquier momento se iba a desmayar.

-¡No te caigas!-. Gritó un chico del fondo y todos rieron, incluyéndome.

El muchacho se retiró cabizbajo del escenario y el telón se abrió. Me preguntaba en dónde se había metido Peter, pero mis pensamientos hacia él se borraron cuando lo vi parado en el medio del escenario. Frente a él, un micrófono de estudio. El resto de los chicos eran desconocidos para mí, nunca en mi vida los había visto. Un morocho de cabello largo, ojos grandes y oscuros, con un aro en la nariz, boca chueca, y tatuaje en su brazo de una serpiente devorándose una rata. En sus manos tenía una guitarra eléctrica. Era bastante sexy para mi gusto. Y, a pesar de su pinta de chico malo todas las chicas suspiraban por el bajista del grupo; un chico alto, delgado, rubio y de ojos claros, con un jopo, y un aro en la comisura su labio. No le vi nada que me gustara, a mí me gustaban los morochos. Siempre pensé que los rubios eran egocéntricos, tenía razón, el bajista les lanzó besos a un grupo de chicas de en frente.

Empujé como pude a todos los que me estorbaban el paso hacia el frente y así apreciar de cerca a Peter. Cuando me vio sonrió y me saludó con la mano.

-¡Quítate la camiseta!- Le grité. Que se note que el alcohol me afectó en serio. Por suerte él no pudo escucharme por todo el bullicio que hacía el público.

-Muy bien, hoy cantaremos un repertorio de Queen, The Smiths, U2, entre otros. Espero que les guste, sino... Bueno, sino no saben lo que es la música buena-. El público vociferó.- Esta canción se llama Sunday Bloody Sunday, y uno, dos, tres...

Las personas saltaban y se movían como locos, pero yo tan solo me quedé parada allí, observando cada movimiento que hacía Peter, el aire me faltaba, y aún así seguía allí sin moverme en absoluto. Y las canciones pasaron, todas y cada una de ellas eran rápidas y fuertes. Pero, como era de imaginarse, las canciones románticas para las parejas llegaron, y entonces recordé que yo estaba completamente sola. Cuando acabó, Peter dijo "Muy bien, creo que esta es la última y la favorita de alguien por aquí, alguien muy importante para mí. Desearía que capte la indirecta", y comenzó a cantar Just Like Heaven de The Cure. Mi canción favorita. El reflector me apuntó a mí cuando Peter me señaló con dedo índice.

Reí por lo bajo. Esa última cita me recordó a la canción Playing God de Paramore. La vista me ardía, pero quería seguir leyendo. Quería saber si lo que Ray Ray, como la llamaban sus amigos, estaba viviendo ese momento tan solo era producto de su imaginación o realmente estaba pasando.

Mi abuela tocó la puerta de la habitación. Tomé lo primero que tenía a mano para usarlo como señalador y fui a abrirle la puerta.

— ¿Si?

— ¿No saldrás a festejar?—Se cruzó de brazos, incomoda.

¿Salir? ¿Con este tiempo? Ni loca. Además estoy ocupada en estos momentos—intenté cerrarle la puerta, pero ella puso el pie.

— ¿Ocupada?— Frunció el ceño, como si creyera que estuviera haciendo algo malo. Odiaba que sea así de desconfiada. Ni que vendiera drogas a los niños.

—Leyendo—le mostré el libro, para darle evidencia de que no le estaba mintiendo. Insatisfecha con eso me preguntó de qué trataba. Le dije que no fastidie. Entonces me lanzó que últimamente ya no hablábamos mucho. Por supuesto, si casi nunca estaba en casa, y lo peor era que no me daba las explicaciones. Se lo dije. Y luego me cambió de tema, reprochándome que nunca salía de la habitación, que me la pasaba escuchando "grupitos bobos", leyendo estúpidos libros que solo a mí me gustaban, que era una inútil buena para nada. Se fue molesta— ¡Estupendo, Sierra! Eres una completa idiota— las lágrimas comenzaron a salir por mis ojos y cayeron por mis mejillas. Tenía ganas de desaparecer, desahogarme. Y ese deseo llegaba al cuchillo oculto. Busqué desesperadamente entre las cajas, desordenando todo a mi paso, pero no pude encontrarlo. "Debajo del colchón" me recordé a mí misma. Di vuelta el colchón bruscamente y lo tomé. Caminé cautelosa hasta la puerta y le puse el seguro. Miré por la ventana; la lluvia y los truenos eran comunes en mi mente, pero esta vez ya estaba sucediendo la tormenta. Agarré el cuchillo con firmeza, al llevarlo hacia mi muñeca se tambaleó un poco, y lo presioné sobre mis venas. El ardor y el alivio me inundaron. La sangre fluyó como el agua en una cascada. Me preocupé al ver que la hemorragia no paraba. Era mi fin, y estaba muy consciente de ello. Y para cuando me di cuenta ya estaba tirada en el suelo, inconsciente.


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