Wild life.

By ErideMartin

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Sissi prioriza su independencia y Nash podría ser catalogado como un troglodita. Sissi odia que controlen sus... More

Antes de leer.
PERSONAJES.
CAPÍTULO 1.
CAPÍTULO 2.
CAPÍTULO 3.
CAPÍTULO 4.
CAPÍTULO 5.
CAPÍTULO 6.
CAPÍTULO 7.
CAPÍTULO 8.
CAPÍTULO 10.
CAPÍTULO 11.
CAPÍTULO 12.
CAPÍTULO 13.
CAPÍTULO 14.
CAPÍTULO 15.
CAPÍTULO 16.
CAPÍTULO 17.
CAPÍTULO 18.
CAPÍTULO 19.
CAPÍTULO 20.
CAPÍTULO 21.
CAPÍTULO 22.
CAPÍTULO 23.
CAPÍTULO 24.
CAPÍTULO 25
CAPÍTULO 26.
CAPÍTULO 27.

CAPÍTULO 9.

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By ErideMartin

11 de diciembre, 2016.

Despierto en una cama que no es la mía pero que reconozco. Es la segunda vez que estoy aquí. Mi cabeza ya no duele y me encuentro bien, como si nada hubiera pasado. Juraría que todo fue un sueño si no fuera por el lugar en el que me encuentro.

Me incorporo y me doy cuenta de que huelo a Nash. No llevo mi vestido, en cambio, llevo una camiseta, sólo una camiseta y mi ropa interior.  Y no eran precisamente unas bragas recataditas con lacitos, la verdad.

Entre vomitar los zapatos de un desconocido y llevar un tanga de neón, no podía ir nada a peor.

Me levanto de la cama y busco en los cajones, encontrando más camisas impregnadas con su olor, pantalones y ropa interior. Por inercia llevo la ropa a mi nariz.

¿Qué coño estoy haciendo?

Localizo mi bolso y me pongo a buscar por los demás cajones mi móvil.

Una vez lo he encontrado totalmente cargado, dejo el Nash en la mesilla de noche. Yo no he sido tan amable.

Apagado, sin cobertura y con 0% de batería.

Decido ponerme unos calzoncillos suyos, los pantalones me quedarían grandes.

Hay un espejo y me miro en él, estoy hecha un asco con el pelo completamente alborotado y el maquillaje aún en mi piel.

Me recojo el pelo en un moño improvisado. Llevar una coleta en la muñeca siempre era una buena idea.

La camiseta es preciosa, he de admitirlo. Es azul y tiene estampado dos lobos en ella, como si estuvieran aullando a la luna cerca de un lago.

Enigmático.

—Te queda mejor que a mí —Me sobresalto al escuchar su voz. Se apoya en el marco de la puerta y me mira con una sonrisa. Acaba de salir de la ducha y lo sé debido a su cabello húmedo y su torso desnudo. Al menos lleva un pantalón de deporte—. La camiseta.

—Gracias por aclararlo —Le devuelvo la sonrisa y me subo un poco la tela—. Pensaba que te referías a los calzoncillos.

—También —Cierra la puerta y se acerca, colocándose detrás y comenzando a masajear un poco mis hombros—. ¿Te encuentras mejor?

—Algo cansada, pero sí.

Me pongo de puntillas y se sorprende al verme en una posición de bailarina. Bajo enseguida porque no llevo el calzado adecuado y me puedo hacer muchísimo daño en los dedos de los pies.

—¿Cuánto mides? —Me enderezo y alzo la barbilla—. Es la primera vez que me siento tan pequeña.

—No llego al 1.90. Y tú no eres minúscula, de hecho, eres bastante alta.

—Bueno —Coloca sus manos en mi cintura y me sobresalto al sentir su toque—. ¿De casualidad tienes algún cepillo de dientes sin estrenar?

—Sí, lo usé ayer para lavártelos.

—Vaya... yo... gracias, creo.

—Tenemos que hablar —Su agarre en mis caderas se afianza y trago saliva—, así que voy a hacerte la pregunta por última vez: ¿estás bien?

—Necesito un café y quizás un cigarro.

—El café te lo doy.

—Nash...

—No soporto el olor a tabaco.

—Tampoco el de mi colonia —Sacudo la cabeza y con disimulo me aparto—. ¿Hay algún olor que te guste?

—El tuyo. Sin aditivos ni mierdas de por medio.

—¿De qué quieres hablar? —Respiro con brío y trato de relajarme cuando aparta un par de pelos sueltos y deja un beso húmedo entre el espacio de mi cuello y la clavícula izquierda. Cierro los ojos por inercia al sentir que un escalofrío me recorre desde la espina dorsal hasta la punta de los pies.

—Estoy intentando encontrar la forma de decirlo sin que te asustes...

Suelto un suspiro cuando él me gira y me mueve hacia atrás, dejándome entre la pared y su musculoso cuerpo.

Me paso la lengua por el labio inferior cuando me quedo sin respiración ante su trabajado torso acompañado de infinitos lunares y pecas que le cubren toda la zona de los hombros, parte del cuello y que se van difuminando hasta dejar sus mejillas con leves puntitos. Parece sacado de una revista excepto por un detalle: la enorme cicatriz de su cuello.

—¿Cómo te la hiciste? —Estoy tentada a tocarla, pero el color brillante me recomienda que quizás no es buena idea—. ¿Es reciente?

Su sonrisa se borra y niega.

—La tengo desde hace un año y medio —Admiro la determinación en su mirada y mi corazón se acelera cuando apoya la mano en la pared, como si quisiera enjaularme mientras muestra cierta superioridad física—. No es importante, al menos no ahora mismo.

—Parece que ahora mismo tienes otras prioridades.

Me abraza por la cintura, pegándome a él mientras que la otra levanta mi mentón. Mi corazón late con fuerza, mis manos quieren moverse para juntarlo más a mí y yo estoy haciendo acopio de mi fuerza de voluntad para no besarlo.

Está tan cerca...

—No vuelvas a besar a otro hombre que no sea yo. Mi boca te pertenece para que la utilices cuando quieras, mis manos son tuyas para darte placer y mi cuerpo se rige para complacerte —Desliza la mano hacia mi nuca y siento un leve tirón en el pelo, muy suave, casi inexistente, pero está presente—. Si necesitas que te besen: llámame a mí, si necesitas que te toquen: llámame a mí, si necesitas que te follen: llámame a mí, si necesitas alguien con quien dormir: llámame a mí, si necesitas un abrazo, hablar, discutir, reír, desahogarte o cualquier otra cosa: llámame a mí, a tus amigas o a tu familia. ¿He sido lo suficientemente claro, Red Deer? Ningún otro hombre puede tocarte como a mí me corresponde. Ninguno.

Su boca está a centímetros de la mía y mis piernas flaquean ante la intensidad con la que me habla y como me ofende reconocer que su discurso me ha excitado, prefiero jugar con el peligro y demostrarle que tengo voluntad propia.

—¿Y si lo que me apetece es una mujer?, ¿te llamo a ti?

Sonríe de medio lado y cuando se pega a mi cuerpo encajándose a la perfección entre mis piernas, noto lo duro que está.

Trago saliva cuando su mano desciende hacia la parte baja de mi espalda y pellizca una de mis nalgas, incitándome a que levante la pierna y le rodee la cintura.

—Si lo que quieres es un amante, se identifique como se identifique: llámame a mí.

—¿Y si no lo hago?

—Me encargaré de que lo hagas.

—¿No estás siendo un poco autoritario? —Me muevo un poco en busca de la fricción necesaria para sentir algo más, para que mi cerebro se enemiste por completo de mis emociones y consiguiendo un gruñido de aprobación por su parte—. ¿Qué ocurre con lo que yo quiero?, ¿vas a someterme a tu voluntad?

—Nunca serás capaz de tocar a una persona que no sea yo, inténtalo, pero tendrás que atenerte a las consecuencias.

Juego peligroso, huye.

—¿Ah sí?, ¿y cuál sería mi penitencia?

Sus dos manos viajan hasta mis muslos y me aúpan para que de un salto esté entre sus brazos, pegada a la pared y simulando junto a él los movimientos más lentos y tortuosos que puedan existir. Es placer y frustración, castigo y veneración.

—¿Quieres descubrirla?

—Sería justo saber a qué me enfrento.

Empieza a darme besos por el cuello y me pierdo cuando mordisquea con suavidad la sensibilidad de mi piel hasta llegar a mi oreja.

—Hay una buena y una mala noticia si te portas mal —Mordisquea el lóbulo y me contengo porque no quiero darle el gusto de que me escuche gemir—. La buena es que te demostraría hasta agotarte porqué sólo quieres y debes permitir que yo te toque.

—Nash... —Me da una nalgada en forma de aprobación.

—La parte negativa, bueno, tú nunca la conocerías, pero de ti dependería cómo acaba.

—¿Quién?

—La persona que se atreva a cruzar la línea, la persona que no valore su vida lo suficiente como para entender que a ti se te mira, pero que el único que te toca soy yo.

Y sin darme opción a replicar, me besa, me besa con posesividad, con dureza, con ganas de demostrarme que no está bromeando y que yo misma me he lanzado a la trampa del cazador.

Y lo peor de todo es que es correspondido, que una parte de mí está completamente mojada por sus palabras y la otra parte se niega a prestarle atención a las alarmas que están sonando.

¡Hola! ¿Qué os ha parecido?

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Cortito, pero intenso, eh...

¡Se palpa la tensión! ¿Cuánto creéis que tardará en resolverse? JSJSJS

¡Os leo!

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