You © JENLISA G!P

By etherfior

11.3K 1K 375

Ahogada en lujos, joyas y egoísmo, Jennie nunca había salido de su burbuja social. Viviendo bajo el mandato d... More

Intro
001
002
003
004
005
006
007
008
009
010
011
012

013

523 64 17
By etherfior


The Beach

( The Neighbourhood )

If I told you that I loved you, tell me what would you say?

If I told you that I hated you, would you go away?

[...]



La contraria se encontraba tan concentrada en su tarea que no se percató que la pelinegra estaba al principio de ese pasillo, observando cómo tomaba libros del carro y ponía algunos en los estantes que estaban clasificados de la A-Z.

La primera vez que la fue a ver no había tenido el tiempo suficiente para fijarse en el hecho de que ahí dentro, bajo la tranquilidad del local, bajo el silencio, Lisa parecía ser tan gentil con cada libro que tomaba, como si este se fuera a deshacer nada más hiciera el mínimo contacto. Totalmente contrario a aquella noche, donde se había lanzado hacía las vías, con una gran determinación a salvarla.

Una sonrisa se afloró en el rostro de la joven. Podría estar observándola por horas y no cansarse, la ajena parecía estar tan tranquila, tan calmada y eso de alguna manera le traía paz a la morena.

Su vida siempre había sido agitada, nunca había tiempo ni para respirar, siempre había algo que debía hacer a cierta hora del día en cierto momento. Siempre había un evento, una fiesta, una reunión, un exámen.

Tal vez había sido una buena idea ir a verla. Tal vez no fue descabellado viajar 10 minutos para ver a una extraña. 

Tal vez..

— ¿Jennie? — La cálida voz de la alta resonó en el silencioso pasillo mientras sus dos iris verdes brillaban bajo la tenue luz de las lámparas de los alrededores.

Un cubo de agua helada cayó sobre los hombros de Jennie. La sensación de ser descubierta mientras sonreía la hizo sentir tan tonta, haciendo que sus músculos se tensaran y su corazón latiera con fuerza.

— Lisa, Yo.. — Su voz empezó a temblar gracias al nerviosismo, ¿de verdad iba a actuar tan ridícula frente a los ojos de la muchacha? — Solo quería venir a saludar, yo.. Me mudé a Yorkville hace poco y me di cuenta que la librería quedaba cerca.

La mirada de Lisa permaneció fija en Jennie, con una intensidad que la hacía sentir como si estuviera siendo examinada bajo una lupa. La pelinegra luchó por mantener la compostura, tratando de ignorar la sensación de que cada uno de sus movimientos estaba siendo escrutado con atención.

— Oh, sí, claro — respondió Lisa con una calma que solo parecía acentuar aún más la ansiedad de Jennie — Es bueno verte por aquí.

Los iris verdes de la mujer seguían posados en el cuerpo de la  fémina que tenía enfrente mientras un libro estaba envuelto con el cálido tacto de sus manos. La mujer pelinegra que tenía enfrente portaba un elegante vestido color noche y un bolso que hacía juego con este, casi igual al que había usado aquella noche en aquella fiesta días atrás. 

Yorkville queda a diez minutos de aquí, ¿Viajaste diez minutos para venir a verme, Jennie?

— Yo solo me sentía un poco abrumada, no conozco a nadie y mucho menos la zona entonces cuando me di cuenta que la librería quedaba cerca, yo..  — Los iris castaños de la mujer intentaron esquivar la mirada de la contraria, desviándose hacía el lado mientras sus dedos se aferraban a su bolso con firmeza.

El silencio del lugar no estaba ayudando mucho a la morena a concentrarse. No sabía con certeza lo que le sucedía y mucho menos ayudaba el hecho de que había dejado su cálido hogar solo para ir a saludar a una persona a la que no le importaba en lo más mínimo su presencia.

Cada segundo que pasaba le era una fiel recordatorio de que no debería estar ahí, que debió haberse largado en el momento que se había dado cuenta que Lisa no se encontraba detrás del mostrador como la primera vez que se había aventurado a entrar hacía el interior del local.

La contraria no emitía ni un solo sonido, no hacía nada más que observarla, sin darle ninguna respuesta a Jennie y eso no estaba ayudando en nada. Solo hacía que se sintiera más ridícula.

— Lamento aparecerme así de repente, sé que estás ocupada. — Sus avellanas volvieron hacía la dirección de la contraria, encontrándose con su pálido rostro. — Te hubiera llamado pero no tengo tu número.

Listo, lo había puesto sobre la mesa. La verdadera razón por la que Jennie quería verla no era porque se sentía abrumada por su nueva vida en un nuevo lugar. Una parte de ella quería saber qué había hecho mal, cual había sido el detonante para que la ajena no le llamara, no le enviara ningún mensaje de texto.

Jennie había pensado que había hecho una nueva amiga y aquella noche en el balcón parecía haberselo confirmado, pero desde su rápida despedida parecía que la castaña no había hecho nada más que evitarla, tal vez solo quería borrar el molesto recuerdo de una pelinegra molestandole mientras hacía su trabajo, rogando para que se quedara y quitándole sus horas de sueño.

— No tienes que disculparte, ya dentro de poco acaba mi turno. — Su semblante seguía siendo serio. Una corriente de aire se escapó de sus fosas nasales. — Te iba a llamar hoy, pero pasaron unos imprevistos. 

Los rasgos de Lisa parecían más nítidos bajo la luz tenue de las lámparas, su cabello castaño cayendo en suaves ondas alrededor de su rostro. Había una elegancia natural en su postura, una confianza tranquila que Jennie encontraba realmente envidiable. 

Tal vez no había razón por la que preocuparse al final del día. Después de todo ¿Por qué se debería preocupar de todas maneras? A este punto no eran nada más que simples conocidas, aún no podía titularla como su amiga. 

Y aún así a ella se le había ocurrido la idea tan estúpida de ir a irrumpir en su trabajo como si fueran amigas de hace años. El ambiente tenso se palpaba en el aire, como si una fina capa de hielo cubriera cada palabra pronunciada.

Los ojos verdes de la fémina observaban a la mujer, esperando algún comentario o algún cambio de tema de su parte. Pero no, no pasó nada. La morena había desviado su mirada hacía el abismo de pasillos de diferentes secciones literarias que habitaban en los alrededores nuevamente.

— ¿Te mudaste sola? — Preguntó la castaña, su voz resonando suavemente en el tranquilo pasillo de la librería, mientras esperaba una respuesta que pudiera arrojar algo de luz sobre la situación.

Los iris de la morena volvieron a posarse en los contrarios nuevamente. Su rostro parecía abatido, tal vez por haber estado sirviendo café y archivando documentos para su padre mientras trabajaba todo el día.

Y aún así, a pesar de que su vestimenta no estuviera totalmente planchada como de costumbre o que su cabello no estuviese tan perfecto como siempre, aún así Lisa la encontraba perfecta.

El verla ahí, el saber que había viajado en taxi quizá o caminado 10 minutos solamente para ir a verla le confirmaba que todo lo que había hecho valía la pena.

Todo había valido la pena.

— Sí. — Una tímida sonrisa afloró en su rostro mientras sus dedos se clavaban en la tela de su pequeño bolso. — Supongo que ya estoy muy grande para vivir con ellos. 

Un nudo se empezó a formar en la garganta de la azabache. Si bien su nuevo futuro parecía tener la esperanza de ser más brillante debido a la preciosa ausencia de su madre, el saber que al llegar a casa no iba a haber nadie esperándola seguía siendo un sentimiento agridulce.

El hecho de que aparte de la castaña que tenía enfrente, nadie más ahí la conocía, a nadie más le importaba de quién era hija, podría salir por la puerta en la que entró y ser asaltada por una persona a la que no le importaba ni lo más mínimo el origen de su apellido la aterraba.

Tanto había deseado salir de su burbuja de oro que ahora que tenía toda la ciudad en sus manos no sabía ni por dónde empezar.

O tal vez no quería empezar. 

— Supongo que debe ser duro para ti. — Los iris verdes de la mayor rompieron el contacto visual mientras su izquierda se acercaba al carrito que tenía al lado, tomando un nuevo libro y colocándolo en una parte de la estantería. — Pronto te acostumbrarás. 

La anatomía de Lisa seguía tomando libros y colocándolos en las partes de la estantería que les correspondía sin lanzar ni una sola mirada a la azabache abrumada que estaba al principio del angosto pasillo.

— Nuevamente te pido perdón, no quiero parecer una acosadora o una intensa, yo solo.. Es un nuevo lugar y no conozco nada ni a nadie. — Sus pupilas temerosas se volvieron a desviar hacía la izquierda mientras sus uñas se clavaban cada vez más profundamente en la tela de su bolso.

Mientras más analizaba la situación, más ridícula se sentía. Realmente la manera en la que Lisa le dirigía la palabra era muy distinta a como le había hablado en la fiesta y la morena lo entendía, después de todo, todos se terminaban aburriendo de ella.

Tal vez haberle entregado aquel papel había sido muy precipitado, tal vez tuvo que mantenerlo así.

— No te disculpes por cosas sin sentido, Jennie. — Su izquierda tomó otro libro del carrito antes de lanzarle una fugaz mirada a la azabache acompañada de una pequeña sonrisa. — De verdad me alegra verte, solo.. he tenido un día complicado.

Una larga corriente de aire se escapó de sus fosas nasales mientras colocaba uno de los últimos libros del carrito en la estantería. El simple recuerdo del cuerpo muerto que la estaba esperando pacientemente en un sótano a unas cuadras de ahí la tenía de mal humor. No sabía con certeza que iba a hacer con el cuerpo.

Lisa no planeaba matarlo aún, tenía que planificar correctamente todo, no dejar ningún rastro ni pista de su muerte pero no tuvo otra opción. Si lo atrapaba y lo encerraba de nuevo, no iba a tardar en asesinarse a sí mismo con cualquier herramienta que consiguiera.

Así que tomó la mejor decisión para ella, para ambas.

— Dímelo a mí, ha sido un día espantoso. — Bromeó mientras su anatomía se recargaba en la inmensa estantería llena de libros, quedando casi frente a frente con la figura ajena.

Una sonrisa se formó en el rostro de Lisa mientras seguía con su tarea. Los nervios empezaron a abandonar poco a poco la anatomía de la morena. Solo estaba sobrepensando demasiado.

— Bienvenida a la vida adulta. — Su mano tomó un pequeño viaje hasta el carrito y envolvió un libro con sus manos. — Pon esto al lado de ese. — Su mano se extendió hacía la figura de Jennie, ofreciéndole el libro que tenía en su mano. 

Los ojos castaños se cruzaron con los verdes, sus dos iris veronés parecían brillar debajo de la tenue luz del lugar, sus luceros parecían destacar entre la calidez del lugar. Incluso aunque Jennie portara con ella unos tacones que hacían que su altura incrementara, Lisa seguía ganandole unos cuántos centímetros.

La tímida mano de la azabache se acercó hacía el libro, hasta envolver la palma de su mano con la dura tapa del objeto.

El perfume de Lisa se intercalaba con su respiración, opacando todos los olores cálidos y limpios del local. Los rasgos de Lisa podían ser percibidos por las pupilas de la contraria bajo la baja luz cálida de las lámparas que adornaban el interior. Como las leves patas de gallo que acariciaban las esquinas de sus ojos se acercaban levemente a la superficie de su piel.

Una rara sensación empezó a incomodar a la morena. Algo dentro de ella empezó a bombear sin parar, tal vez era el cansancio de un arduo día de trabajo o tal vez solo eran los testigos mudos de los nervios que había experimentado.

— Oye y.. — Comenzó Jennie, pero su voz se desvaneció cuando apartó la mirada de Lisa, buscando un lugar donde colocar el libro entre los estantes abarrotados. Ofreciéndole la vista de su espalda.

Un reguero de saliva descendió por su garganta, el nerviosismo latente en su ser, nerviosa de preguntar de más, de decir de más.

Sus iris volvieron a dirigirse hacía los ajenos lentamente, cruzando miradas con la alta mujer que tenía a unos cortos metros de distancia y de repente un atisbo de valentía le llenó los huesos.

— Cuéntame un poco más de ti. — Sus brazos se cruzaron sobre su pecho luego de colocar el libro en su puesto, haciendo un gesto de protección ante la vulnerabilidad que sentía. Aunque los nervios la invadieron, hacía lo posible por mantenerse serena y firme.

Una de las cejas de Lisa se levantó ligeramente en su rostro, mostrando curiosidad. 

— ¿De mí? — Respondió, no con la suavidad que ella o Jennie hubieran esperado, mientras buscaba otro libro para distraerse, evitando el contacto visual mientras hablaba.

Los dedos de Jennie acariciaron la madera oscura de los estantes, sintiendo la rugosidad bajo sus yemas. El lugar en el que se encontraban era totalmente silencioso y agradable, sin embargo, para la morena esto parecía ser una molestia.

Parecía que todos podían escuchar sus pensamientos, incluso Lisa.

Si bien no sabía con certeza que la había impulsado a buscar a la alta, pero sí al final del día lo había hecho por lo menos debía sacar un poco de provecho de la situación ya que al final del día seguían siendo extrañas.

Los ojos de Jennie siguieron el perfil de Lisa mientras trabajaba con tranquilidad, colocando libros en las estanterías con una gracia natural. Aunque parecía calmada por fuera, Jennie podía percibir la tensión latente en el aire entre ellas.

— No lo sé, parece que me conoces más a mí que yo a ti. — Dijo Jennie, con la punta del dedo acariciando la superficie de la estantería, tratando de disimular su nerviosismo ante la sensación de tal vez estar cruzando una línea imaginaria.

Un largo suspiro resonó en las esquinas del angosto pasillo. El cansado rostro de la castaña había dejado de concentrarse en su trabajo para enfocarse en los ojos que tenía delante suyo. 

La alta no estaba del humor como para responder demasiadas preguntas aún si eso se trataba de la causante de todas sus acciones. Lisa no sabía muy bien cómo ordenar sus pensamientos y mucho más debido al cadáver que seguía esperando su llegada pacientemente, esperando a ser descuartizado y enterrado en alguna parte de la ciudad.

Pero aún así, el simple hecho de que Jennie sea la que haga las preguntas, la que la haya buscado, la que le haya sonreído. Algo dentro de su ser sabía que Jennie también sentía lo mismo por ella, pues al final del día Lisa siempre tuvo la razón aquella noche donde ambas se conocieron, la noche que la salvó de su muerte.

Eran almas gemelas.

— ¿Qué quieres saber de mí? — Los tonificados brazos de la pelimarrón se cruzaron contra su pecho. 

Una sonrisa sin dientes se esbozó en el rostro de la morena.

— Las cosas básicas, quizás.. — Los ojos castaños de la fémina, se alzaron tímidamente hacia la mujer frente a ellos. En su mirada, se reflejaba una mezcla de timidez y curiosidad, como si estuvieran explorando un territorio desconocido con precaución. 

Una sonrisa ligera se esbozó en el rostro de Lisa, iluminando sus rasgos con una calidez contagiosa. Sus ojos recorrieron cada una de las facciones de la ajena que tenía delante, como si estuviera bebiendo de su esencia. Cada detalle, desde los delicados pliegues alrededor de sus ojos hasta la curva suave de sus labios, parecía capturar su atención con una fascinación sin igual.

En el pasado, tuvo varios amores que no supieron cómo amarla, no supieron cómo quererla como se debía así que no tuvo otro remedio que deshacerse de ellas.

Si no era ella, no había forma de que lo fuera alguien más ¿no?

— ¿Básicas? — Sus dos brazos emprendieron un pequeño viaje hasta llegar hacía los cálidos huecos laterales de sus pantalones de mezclilla. 

La chica dejó escapar un suspiro, como si liberara todo el peso del mundo en un solo aliento. Luego, una risita burlona brotó de sus labios, juguetona y llena de complicidad. Fue como una melodía traviesa que bailó en el aire, llenando el espacio con su ligereza y encanto. 

— Ya sabes, cosas como tu edad. 

La ajena que se encontraba delante de ella desvió su mirada por unos segundos de los ojos avellana de la contraria, asintiendo levemente. 

Sus iris volvieron a encontrarse con los de la fémina. El olor de su perfume era exquisito, su apariencia a pesar de estar totalmente abatida seguía siendo perfecta. Algunos mechones de su cabello caían con elegancia de su cabello bien peinado, dejando a la vista recuerdos mudos de su día cansado.

Siempre pareces preocuparte por tu apariencia pero ahora no parece interesarte en absoluto ¿Qué es lo que quieres sacar de todo esto?

— ¿Mi edad? — Sus zapatos resonaron en la madera pulida a medida que daba unos pequeños pasos hacía atrás, hasta tener una mejor vista de la figura ajena. — ¿Mis líneas de expresión me delataron? — Sus ambos brazos seguían cruzados contra su pecho, observando con detenimiento el rostro de la morena.

Una pequeña risa se escapó de los belfos carmesí de la joven Jennie mientras su mano izquierda dejó de aferrarse con fuerza a su bolso y así emprender un viaje hasta su cabello, pasando su mano por este, sintiendo como sus mechones de cabello acariciaban sus huellas dactilares.

— Supongo que un poco, sí. — La azabache imitó la misma acción de la ajena, cruzando sus brazos contra su pecho, dejando a la vista su bolso que seguía envuelto en la palma de su mano derecha.

Un silencio absoluto inundó el angosto pasillo marrón cálido. Las pupilas tanto verdes como castañas se quedaron viendo la una a la otra, creando así una pequeña batalla de miradas.

Los lustrosos ojos marrones de la joven Jennie parecían brillar sin importar lo que sucedía, pero esa noche parecían brillar en demasía, como el destello de una estrella en el cielo.

Y eso a Lisa la estaba volviendo loca.

— Tengo 29 años. — Una sonrisa a sabiendas se esbozó en la superficie de su rostro, dejando que sus líneas de expresión se realzaran un poco más bajo la tenue luz cálida de las lámparas que almacenaba el local.

Las palabras de la mujer se deslizaron como seda a través del oído de la morena. Aunque al principio la sonrisa de la morena había sido luminosa, ahora se desvanecía lentamente, revelando un destello de curiosidad en sus ojos oscuros, que permanecían fijos en su interlocutora.

Había intuido desde su última despedida que la mujer que tenía delante era un poco mayor que ella. Pero no sabía que la diferencia de edad entre ambas era demasiado abismal.

No parecía ganarle 7 años. De no ser por sus muy leves líneas de expresión que se asomaban a la superficie cada que sonreía, tranquilamente podría pasarse por una joven adulta de 20 sin molestia alguna.

— Para tener casi treinta años, te miras muy bien. — Jennie dejó escapar una sonrisa cálida mientras sus palabras flotaban en el aire, impregnadas de sinceridad.

Las manos de la alta, que una vez estuvieron resguardadas bajo el cálido contacto de sus bolsillos, ahora se habían despedido de estos mientras retomaba la postura sin desclavar sus dos iris de la morena que tenía enfrente. 

La sonrisa que iluminaba el rostro de Jennie permanecía inquebrantable mientras observaba a la castaña, quien se volvió con hacia el último libro en el carrito. Sin pronunciar palabra alguna, Lisa tomó el libro, envolviendo a éste en su cálida mano y lo colocó con precisión en su lugar en la estantería.

Jennie seguía callada, esperando alguna respuesta de la mujer, alguna respuesta a su cumplido.

— Gracias. — Expresó la fémina mientras ambos zapatos retrocedía lentamente hacia el carrito que antes estaba repleto de libros y ahora estaba vacío, salvo por unas cuantas ruedas que quedaban a su suerte.

La respuesta de Jennie fue una nueva sonrisa cálida, una expresión de gratitud que flotaba en el aire entre ellas. 

Los iris de Lisa descendieron, siguiendo el camino hasta su muñeca, donde reposaba discretamente su reloj. Una pequeña mueca de sorpresa se formó en sus labios al darse cuenta de que su turno había concluido hacía ya diez minutos.

— Supongo que trabajé unos minutos extra sin darme cuenta. — Sus dos pupilas se alzaron levemente de la carátula del reloj hasta encontrarse con la figura de la mujer que tenía enfrente. — Debo irme.

Con un gesto apenas perceptible de asentimiento, Jennie dejó que su cuerpo se enderezara con elegancia, despidiéndose con una sensación de la estantería que la había acogido por un breve momento.

Con un giro grácil, Lisa se volteó sobre sus talones, permitiendo que la luz tenue de la biblioteca delineara cada pliegue y sombra en su camisa azul marino.

 La tela, suave y fluida, se adhería a su cuerpo con una elegancia natural, siguiendo cada contorno y curva con precisión meticulosa. Los botones, pequeños puntos oscuros en contraste con el tono profundo de la tela, se alineaban perfectamente desde el cuello hasta el dobladillo, añadiendo un toque de refinamiento a su atuendo.

A medida que ajustaba el carrito, los músculos de los brazos de Lisa se flexionaban bajo la tela de las mangas remangadas. Cada movimiento revelaba la firmeza de sus hombros y la definición de sus bíceps, esculpidos con el trabajo duro y la dedicación. Los reflejos plateados del reloj destellaban sobre su piel, destacando cada veta y relieve, mientras sus dedos se movían con destreza sobre el metal del carrito.

Con un asombro silencioso, los ojos de Jennie se deslizaron sobre cada movimiento de Lisa, capturando cada detalle con una intensidad casi hipnótica.

Sus iris, avellana profunda, seguían cada pliegue de la camisa de Lisa, cada curva de sus músculos mientras ajustaba el carrito con habilidad experta. Un cosquilleo de intriga recorría su espina dorsal, un palpitar urgente que resonaba en su pecho, pero no podía identificar su origen.

Solo estás cansada, Jennie, solo debes dormir un poco. Pensó la azabache mientras seguía observando desde atrás a la alta.

Con un último empujón experto, Lisa terminó de ajustar el carrito, su camisa azul marino se tensaba ligeramente sobre sus músculos esculpidos, revelando la fuerza contenida en su anatomía.

Sus ojos verdes centelleaban con una mezcla de serenidad mientras encontraban los avellana de la joven. Un destello fugaz de complicidad pareció danzar en sus pupilas antes de que una sonrisa amable se dibujara en sus labios, suaves y bien definidos. 

— Bueno, fue agradable verte por aquí. — Expresó Lisa.

Una suave sonrisa iluminó el rostro de Jennie, curvando sus labios en una expresión cálida y acogedora.

— Lamento haberme aparecido sin avisar. — La yema de su pulgar acarició la tela delicada de su pequeño bolso de mano.

La mirada de Lisa permaneció fija en la de Jennie, sin apartarse ni por un instante.

— Tranquila, no tienes porqué disculparte. — Su voz resonó con calma y comprensión.

Un suspiro, apenas perceptible, se deslizó de los labios de Lisa, como si llevara consigo un susurro de confidencia. En un gesto casi automático, se giró hacia el carrito que esperaba a un lado, pero una chispa de indecisión la detuvo a mitad de camino.

 Sus manos, hábiles y seguras, exploraron los recovecos de sus bolsillos, sintiendo el roce de los objetos que albergaban. Su mano se deslizó hacia el bolsillo trasero de su pantalón de mezclilla, donde encontró un lápiz que había olvidado haber guardado allí.

La joven frunció el ceño ligeramente al notar que no había ningún papel a la vista. Entonces, con una expresión de determinación, continuó su búsqueda, palpando la tela del bolsillo en busca de cualquier indicio de un trozo de papel. Entre el montón de recibos y billetes arrugados, sus dedos tropezaron con una vieja factura de supermercado.

Lisa extrajo la factura y la desplegó con cuidado. Aunque la factura estaba arrugada y desgastada, ofrecía un lienzo adecuado para su propósito.

Detrás de ella se encontraba una azabache, observando con confusión entera destallando sus dos iris. Sin entender muy bien la situación.

Lisa se giró lentamente hacia Jennie, con el papel en la mano y un semblante serio que contrastaba con la sonrisa previa. Con movimientos precisos, su mano se extendió mientras el papel yacía en la punta de los dedos ajenos.

— ¿Qué es esto? — Los ojos de Jennie quedaron fijos en el papel, observando como este colgaba de la mano de la castaña.

Sus dedos se cerraron alrededor del papel, sintiendo su textura áspera.

— Es mi número, supuse que lo querrías. —  La sonrisa de Lisa se deslizó suavemente por su rostro, evocando recuerdos de aquella fría noche cuando la azabache le había dicho exactamente lo mismo.

Jennie sostuvo el papel entre sus dedos, observando los números escritos con tinta negra mientras una sensación de calidez se extendía por su pecho. 

Mientras tanto, la mano izquierda de Lisa se posó en el carrito, lista para partir. La tensión en el aire parecía disiparse lentamente, dejando tras de sí un halo de anticipación y expectativa.

— Buenas noches, Jennie. — Se despidió la castaña mientras el eco de su voz resonaba suavemente en el pasillo.

Jennie permaneció inmóvil, observando cómo la figura de Lisa se alejaba lentamente, arrastrando consigo el carrito que una vez estuvo lleno de libros. Las ruedas crujían ligeramente contra el suelo de madera, marcando el ritmo de su partida.

La anatomía de Lisa  se desvanecía cada vez más a medida que se iba alejando del sitio pero eso no lo notó morena, quién se había quedado en el mismo sitio, con los ojos pegados en el trazado de los números hechos por tinta que estaban impregnados en la arrugada factura.

Y nuevamente, algo dentro de ella empezó a palpitar ferozmente.

Solo estás cansada Jennie, eso es todo. Se repitió a sí misma una vez más.



2/2

Gracias por el gran apoyo que he recibido últimamente. Los amo a todos.

Sé que me he ausentado por una semana ya pero tengo mucho pasando en mi vida, el 29 de este mismo mes saldré ya del colegio y por ende las vaciones de verano vendrán. Dicho esto, me encantaría centrarme en mis examenes finales y una vez ya acabe con estos podré seguir actualizando con regularidad. He recalcado varias veces que no pienso dejar la historia inconclusa sin previo aviso y eso sigue siendo igual. Buen día o noche.

Si comentan y votan me ayudan demasiado a posicionar la historia!

Continue Reading

You'll Also Like

357K 30.1K 50
"Toda la idea era desastrosa; de hecho, era estúpida. Casarme con alguien que es prácticamente una extraña para mí ya era un concepto absurdo, pero t...
10.7K 381 12
Personajes principales y un resumen de lo que pasará. Kaitlyn (edad: 28 años, tamaño: 1.88cm) la principal prota, es dueña de una empresa, todo era n...
60.5K 8K 16
. ─── ❖ ── ✦ ── ❖ ─── Jin Ling acaba de descubrir que su tío, Jiang Cheng, tiene un romance con el líder de la secta Lan, Lan XiChen...
1.2K 131 4
JungKook ha estado teniendo peleas con su esposo porque últimamente ha actuado muy infantil a pesar de que tiene 121 siglos de edad. Su esposo se hab...