Leave the kiss for later [SKK]

By LeoLunna

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Cuando Dazai se marchó de Yokohama, rompiendo su relación con Chuuya y dejando sin leer el poema que le escri... More

01. Dear first love...
I: Leave the kiss for later
II: But I wonder where were you?
III: Lonely street
IV: Contradictory words
V: Call me
VI: As it was
VII: Bad idea
VIII: Two fools
IX: Bother you
X: Step by step
XI: I wanna be yours
XII: Set fire to the rain
XIII: When the party's over
XIV: I can't handle change
XV: You're not sorry
XVI: Brotherhood
XVII: I'm a broken rose
XVIII: Stop, don't be so kind
XIX: Lost on you
XX: The night we met
XXI: Got the music in you
XXII: Close the book, turn on the music
XXIII: I know now, this is who I really am
XXIV: Autumn leaves on my skin
XXV: You were looking at me
02. I wrote this for you
I: You hear me?
II: Patience
III: Stop thinking
IV: Bittersweet symphony
V: Could it be easy this once?
VI: Tell me why
VII: Somebody that I used to know
VIII: All you had to do was stay
IX: The ending always stays the same
X: Turn around and make it alright
XI: Go that way
XII: The only exception
XIII: Sit down beside me
XIV: I'm never gonna leave you
XV: It doesn't hurt me
XVI: Another love
XVII: Hold On
XIX: The world keeps on turning
XX: You look perfect

XVIII: Are you ready to love?

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By LeoLunna


Dieron cerca de las seis y media de la mañana cuando terminó de escribir.

Le dolía la espalda, también la muñeca. El bolígrafo había dejado una marca entre sus dedos por sostenerlo durante tanto tiempo. Pudo haber encendido su computadora y traspasar todo lo que escribió a mano al archivo que luego tendría que imprimir y enviar a Natsume-sensei, pero temió que el sonido de sus dedos tocando cada tecla despertara al pelirrojo en su cama.

Bien podría haberse movido al salón y escribir sin problema, pero no quiso hacerlo. Quiso quedarse ese par de horas lo más cerca posible de Chuuya, velando su sueño. Por suerte, el otro hombre durmió sin mayor interrupción. En un descanso sin sueños, solo en una oscuridad infinita que, en ese momento, necesitaba más que nada.

Con movimientos silenciosos, se levantó de la silla y estiró su cuerpo; ahogando un quejido cuando sintió los huesos de su columna acomodarse. Sintió un suave movimiento en su cama; Chuuya se envolvió un poco más con las sábanas, aún al lado izquierdo del colchón, dejando el espacio para que Dazai se recostara.

Pensó en hacerlo. Pensó en acostarse a su lado y simplemente compartir el calor. Tal vez abrazarlo y hacer desaparecer esa tenue expresión de tristeza que se mantenía en su rostro, pero cuando quiso hacerlo, cuando se inclinó sobre Chuuya y le apartó el cabello de la cara, retrocedió.

Incluso si Chuuya lo llamó y le pidió acompañarlo, existía alguien mejor para él, ¿no? Alguien que podría apoyarlo más adecuadamente que Dazai.

Odiaba pensarlo. Odiaba la sola idea de lo que estaba por hacer y con quien necesitaba hablar, pero se convenció de que era lo correcto. Y lo estaba haciendo por Chuuya, se recordó, así arropó al pelirrojo, acarició su rostro, tomó su teléfono y lo más silenciosamente posible salió de la habitación.

Se dirigió directamente a la cocina y mientras preparaba otra jarra de café para su segunda taza de esa noche en vela, le envió un mensaje a Ango preguntándole si estaba despierto.

Sabía que era un día no laboral para el mayor, sin embargo, conocía sus rutinas de sueño. Si existía alguien en este mundo que dormía mucho menos que Dazai, y aun así estaba despierto desde temprano, ese era Ango. Por eso, cuando el otro le respondió y preguntó si necesitaba algo de él, Dazai no dudó en llamarlo.

―¿Cómo despertó mi persona menos favorita del mundo?

¿Qué quieres, Dazai?

―De malhumor al parecer ―se burló, y con una fingida voz herida, siguió parloteando―. Uno intenta ser amable contigo, pero te juro que a veces no...

Dazai, es en serio ―interrumpió Ango―. ¿Qué quieres?

El moreno calló. Su rostro perdió la falsa expresión de buen humor que había mantenido levantada desde el inicio de la llamada. El tono de su voz bajó, apretó con fuerza el teléfono entre sus dedos, y motivado por el recuerdo de Chuuya sentado frente a su puerta, solo a pesar de que se había marchado de Osaka acompañado, exigió respuestas.

―¿Dónde demonios estabas? ―siseó―. ¿Dónde estabas cuando Chuuya te necesitó? ¿O acaso tu trabajo de taxista se acabó en cuanto llegaron a Kyoto?

¿Disculpa...? ¿De qué me estás culpando ahora?

―¡Lo dejaste solo! ―le recriminó, y al procesar el volumen de su voz y que podía despertar al chico que seguía durmiendo en su habitación, bajó el volumen otra vez―. Lo dejaste solo en el hospital, ¡lo dejaste cuando más te necesitaba! ¿Qué mierda, Ango? ¿Esa es tu forma de quererlo?

¿Dónde está? ―preguntó Ango, evitando los cuestionamientos del menor con una voz tan fría, dolida y a la vez resignada―. ¿Dónde está Chuuya ahora?

―Está conmigo ―respondió Dazai―. Pero ese no es el maldito punto, Ango. El punto es que te necesita. ¡Con suerte logré hacer que durmiera un rato! Todo es un maldito desastre y te necesita, así que es mejor que dejes todo lo que estás haciendo y vengas a mi departamento ahora mismo.

Ango no respondió, sin embargo, Dazai continuó hablando; ignorando la punzada en una esquina de su corazón o en el silencio al otro lado de la línea. Su cabeza se concentró solo en la razón sin fundamento de que Chuuya necesitaba más a Ango que a él en ese momento, sin importarle lo que Ranpo le hubiera dicho antes de dejar Osaka, o lo que el pelirrojo le demostró esa velada.

No, Ango era una mejor opción, se repitió. El mayor era bueno para Chuuya; más centrado, más tranquilo, sin ese pasado en común o promesas que apenas se sostenían. Podía confiar en él, podía confiar en que Chuuya estaría bien con él...

―Tráele algo de comer. Hay una panadería que vende algunos postres franceses cerca de mi edificio; cómprale uno, da igual cual, le gustan todos ―parloteó, sin detenerse ante el silencio que se mantenía al otro lado―. Compra un latte amargo, solo tengo café regular aquí, y Chuuya prefiere el latte por la mañana. Y si encuentras un horrible peluche con forma de perro, de cualquier raza, cómpralo. Eso lo hará sentir mejor, solo... Solo ven por él.

La respuesta del otro hombre demoró en llegar, y la espera fue agonizante.

Por largos segundos ni siquiera su respiración se escuchó del otro lado, y Dazai sintió que también dejó de respirar dentro de un vacío sin palabras del cual quería desesperadamente escapar. Entonces, con una voz baja, tan cansada, dolida y resignada, Ango habló.

¿Para qué? ―preguntó―. ¿Para qué iré, si está contigo?

―Mierda, ¿estás escuchándome? Te necesita ―insistió Dazai, sintiendo la frustración crecer y quedándose poco a poco sin ideas―. Necesita tu apoyo. Yo... Soy bueno en muchas cosas, pero no creo ser el indicado para Chuuya en este momento. No soy la persona que Chuuya necesita, o la que quiere...

Ango rio. Dazai apretó el teléfono entre sus dedos otra vez, queriendo dejarse llevar por la ira que siempre mantenía por lo bajo y descargarla contra Ango, pero el mayor se escuchaba tan agotado que logró enfriar su enojo.

Esa risita que soltó sonaba como una de lástima, pero no estaba seguro de qué significaba. Tal vez Ango se estaba riendo de su propia situación, o tal vez de la estupidez del moreno.

Tal vez era por ambas cosas a la vez.

Creo que el hecho de que Chuuya te haya buscado a ti en este momento dice mucho ―dijo lentamente, como si realmente estuviera hablando con un niño estúpido al cual quería zarandear, pero se esforzó por mantener su tono amable y hacerle entender―. Él no me quiere, Dazai. Te quiere a ti, te necesita a ti. ¿Qué más pruebas quieres de eso?

―Solo lo hizo porque soy su amigo más antiguo ―intentó razonar, aunque las palabras tampoco tenían sentido para él―. Solo me buscó en este momento porque yo lo he visto siendo frágil en más ocasiones, y eso es todo...

Y eso es suficiente ―rectificó, y antes de que el moreno pudiera decir más, agregó―: Escucha, sí él me llama, iré, pero dudo que eso suceda. Ya te tiene a ti.

―Ango...

Voy a colgar, Dazai. De todas formas, tengo que regresar a Osaka en unas horas.

Ango terminó la llamada antes de que Dazai pudiera decir algo más. Lentamente, bajó el teléfono hasta dejarlo en el mostrador, a un lado de una taza vacía.

Por unos largos minutos, no se movió. Miró fijamente a la cafetera terminar de preparar el café y no fue hasta que el amargo olor de este se alzó que reaccionó. Encendió la música, se sirvió una taza, luego otra y Chuuya despertó. Las palabras de Ango rondaban su cabeza en todo momento, incluso cuando Chuuya declaró que quería su compañía y no la de otra persona.

¿Era lo correcto? ¿Era la persona indicada para Chuuya? Después de todo lo que sucedió entre ellos, después de todo lo que hizo... ¿Chuuya lo quería a su lado?

Casi no podía creerlo, y en parte tampoco podía entenderlo. Incluso cuando estuvo en el hospital, con Kouyou a la derecha, Paul a la izquierda y un vaso de café entre las manos otorgado por el mayor, continuó pensando en ello.

Pensando que Ango debería estar en su lugar junto a la familia de Chuuya; esperando noticias y luego abrazando al pelirrojo cuando lo necesitara.

―Entonces, ¿qué es lo sucede entre tú y Chuuya? ―le preguntó Paul.

Dazai le dirigió una mirada confundida, poco a poco alejando de su cabeza los recuerdos de la llamada con Ango. Paul se había dado cuenta de que no le estaba prestando atención, y mirando a Dazai como si fuese un insecto, algo que no entendía por qué estaba alrededor de su hermanito pequeño, volvió a preguntar.

―Tú y Chuuya, ¿que son?

―Ah, sí, eso es algo que yo también quisiera saber. ―Dazai intentó bromear, pero la mirada fría que Paul le dirigió le hizo entender que no estaba logrando nada.

Aún era extraño hablar con él, también con Kouyou. Nunca tuvo que lidiar con los hermanos mayores del pelirrojo en el pasado y, hasta ese momento, lo más parecido a una figura de hermano mayor eran Albatross y Pianoman, ¡pero con ellos se llevaba bien! Y después de lo que había dicho en la sala de espera, Kouyou no volvió a hablarle, pero con esa respuesta fijó su mirada en él, tan interesada por saber sobre su relación con Chuuya como Paul, y mucho más interesada en juzgarlo.

―Uhm, ¿somos amigos?

―No pareces tan seguro de eso ―dijo Paul.

―Bueno, eh, ¡Chuuya es muy conflictivo y a veces peleamos! Así que supongo que nos llevamos mal, ¿pero al mismo tiempo bien?

―Entonces, ¿por qué llegó contigo si su relación es tan bipolar? ―cuestionó Kouyou. La mirada que le dirigió era calculadora, tranquila y elegante a la vez, pero declaraba que sabía aquello que Paul no.

Mierda. ¿Por qué demonios no estaban en un segundo piso? Al menos así podría escapar lanzándose por la ventana.

―Ah, eso es porque, ya sabes, ¡aunque a Chuuya le molesto mucho, también lo hago reír! ―Intentó explicar Dazai―. Por eso me mantiene a su lado...

Sus respuestas no lo llevaban a ningún lugar. La expresión de los dos mayores se tornó cada vez más seria y confundida, y prontamente comenzaron a observarle como a una paria que no se merecía a Chuuya.

Sí, está bien, eso ya lo sabía.

Ah, qué incómodo. Ni siquiera cuando se encontró cara a cara con el padre de Chuuya a los quince años se sintió tan nervioso. Tal vez porque esas dos personas frente a él eran realmente importantes para el pelirrojo, y quería causar una buena impresión, pero era un maldito desastre. Todo iba bien cuando se quedaba callado y sonreía, su apariencia era suficiente para darle una idea sobre él a la gente; pero siempre echaba todo a la basura cuando abría la boca.

Bueno, nadie era perfecto, intentó decirse a sí mismo Dazai. No podía ser guapo y no decir tonterías, era una o la otra, y la vida le bendijo con una gran apariencia y una capacidad infinita para decir idioteces.

Pero solo Chuuya entendía y soportaba sus idioteces, no así sus hermanos.

Estuvo por poner una excusa para alejarse de ellos por cinco minutos, pero no necesitó decir nada. Como si fuese un ángel que bajaba en su ayuda, y que más de una vez lo había hecho, notó a Yosano caminar por la zona con su propio vaso de café y tomó la oportunidad que se le ofrecía.

―¡Yosano! ―llamó animadamente.

Notó que Kouyou inmediatamente desviaba el rostro y miraba a la persona que llamó, pero ignoró su reacción con tal de levantarse y correr hacia su amiga.

Paul lo siguió con la mirada, luego observó a Kouyou y le preguntó por lo bajo qué sucedía. Conocía de vista a esa mujer a la cual Dazai se acercó y abrazó sin dudarlo, sin embargo, el moreno ya estaba demasiado lejos para escuchar la respuesta de la pelirroja.

―Yosano ―lloriqueó, y luego por lo bajo pidió―: Sálvame.

Yosano le dirigió una mirada confundida. Luego miró a las dos personas en la mesa detrás de Dazai: a la mujer con la cuál había hablado horas atrás después de mucho tiempo, al rubio de mirada fría y distante, y comprendió qué sucedía.

―Tienes que regresar ―dijo la mayor, palmeando sus hombros con firmeza―. Ve y gana la bendición de su familia, hazme sentir orgullosa.

―¡Yosano...!

―Me sigue impresionando que ustedes dos se conozcan ―dijo Kouyou, acercándose a paso lento―. ¿No es el mundo pequeño?

―El mundo no, Japón lo es ―respondió Yosano, y señaló al hombre que seguía a su lado y que fingía calma como si no hubiese estado buscando la forma de alejarse de ellos―. Dazai es uno de mis amigos más cercanos, aunque creo que eso ya lo adivinaste ya que él me pidió horas atrás que te dijera dónde estaba Chuuya.

Kouyou asintió. Le había sorprendido que la otra mujer se le acercara, aunque agradeció el mensaje y saber que su hermanito está bien. Lo que no esperaba era que, cuando se le permitió a Paul entrar a ver a Arthur, Yosano se quedara con ella.

La pelinegra no dijo mucho, no hablaron de lo que sucedió entre ellas en el pasado, ni los rencores o heridas que se dejaron, sólo se sentó a su lado y la acompañó. Sin embargo, Yosano había notado el rostro conflictuado que llevaba la otra mujer. La vio morderse las uñas, tu pie moviéndose de arriba a abajo, golpeando el piso, creando un suave sonido constante.

Le dijo que todo estaría bien. Su hermano y cuñado la necesitaban tanto a ella como a Chuuya, así que mientras Kouyou estuviera ahí todo iría bien. La expresión que la pelirroja le dirigió dijo mucho de lo que pensaba sobre su lugar entre sus hermanos, como si no fuera suficientemente buena para merecerlo.

Sin embargo, no se trataba de lo que hizo antes, le dijo Yosano antes de levantarse para seguir con su turno. Se trataba de lo que haría ahora y después, y tal como ella lo veía, Kouyou lo estaba haciendo bien.

Y Kouyou quiso pensar que sí, que tal vez al fin estaba haciendo las cosas bien con sus hermanos. Después de todo, los mensajes de Chuuya estaban acompañados de un "Ane-san" y Paul le había confiado su preocupación por su esposo.

Y si ella podía cambiar y ser perdonada por Chuuya hasta el punto de recuperar el lugar que tuvo en su corazón años atrás, entonces ese otro chico también.

Volvió a mirar a Dazai de pies a cabeza, recordando lo que sabía de él desde los labios de Chuuya, recordando las pocas cosas que su hermano menor le dijo cuando volvieron a hablar, y ahora todo lo que veía de él.

Sin duda, el Dazai del cuál había escuchado y aquel que tenía enfrente no se parecían en nada, y sabía reconocer cuando estaba equivocada.

―Creo que la imagen inicial que tenía de ti estaba un poco errada ―murmuró Kouyou, dirigiéndole una última mirada a Dazai antes de alejarse otra vez―. Por favor, cuida de Chuuya.

Se dio la vuelta para regresar a la mesa desde la cuál Paul los miraba. Sin embargo, no pudo avanzar mucho, ya que la voz del moreno la detuvo.

―Espero que hagas lo mismo ―dijo Dazai, y como si temiera que ella volviera a marcharse, incluso si no le agradaba, preguntó―: ¿Lo harás, verdad?

Kouyou le sonrió. Con gestos amables y delicados, pero también calculados, volvió a darse la vuelta y caminar hacía la mesa.

―Tendremos que aprender a llevarnos bien ―respondió la mujer―. Ya que nos veremos más a menudo.

Dazai asintió, sin asegurarle que algún día pudieran llegar a entenderse.

Recordaba a su yo de la adolescencia detestando el fantasma de Kouyou, y él siendo el mismo joven del cual la mujer llegó a desconfiar. Pero ni él ni ella eran las mismas personas de tiempo atrás, así que tal vez podrían llevarse bien en algún futuro.

Quiso creer que sí. Quiso confiar en que eso significaba que existía la posibilidad de que pudiera quedarse alrededor de Chuuya.

Sintió a Yosano palmear su hombro y al mirarla, vio su sonrisa tranquila. Dazai quiso preguntarle si tenía un momento para sentar con él y tomar un café, de seguro su amiga tenía muchos chismes del hospital que contarle, pero una enfermera se acercó a ella. La otra mujer le comentó sobre que su "mentor" acababa de llegar al hospital y la requería como asistente.

Yosano asintió y se despidió de Dazai. Segundos después, un enfermero se acercó a Paul y requirió su presencia en la habitación de su esposo. Dazai los siguió, caminando detrás de Kouyou.

Le dijo a Chuuya que estaría esperándolo cuando terminara de hablar con Arthur y cumpliría esa promesa, aunque la conversación se había extendido bastante.

Casi al mismo tiempo en que la enfermera acompañó a Paul a la habitación del pelinegro, Chuuya salió. Ante el pedido del mayor de los hermanos, Kouyou entró. Supuso que el rubio necesitaría apoyo, y aunque Chuuya quería apoyarlo, en ese momento no estaba listo para escuchar más. Tenía suficiente con las primeras palabras que escuchó del médico traído desde Tokyo.

El pelirrojo caminó hacía Dazai con pasos lentos y distraídos. Sus labios se delinearon en una suave sonrisa, feliz y aliviado de que Dazai siguiera ahí a pesar de que pudo haberse marchado y después enviarle un mensaje.

Pero lo prometió, ¿no? Le dijo que iba a esperarlo y a estar a su lado. Por eso, cuando Chuuya se acercó a él buscando otra vez un abrazo, no dudó en entregárselo a pesar de que la duda seguía rondando su cabeza.

Sin importar lo que Ango dijera, aún no creía que fuese la persona indicada para apoyar a Chuuya en ese momento, pero si el pelirrojo quería que estuviera a su lado, lo haría.

Sintió a Chuuya relajarse entre sus brazos. Lo escuchó suspirar. Acarició su cabello, recorriendo la extensión de este hasta envolver sus dedos en las puntas.

―Yosano está adentro con el doctor que llamaron de Tokyo ―dijo Chuuya. Dazai murmuró por lo bajo que ya lo sabía―. No quise quedarme a escuchar, saber que están discutiendo sobre cómo hacer de estos últimos meses más amenos es suficiente...

―Chuuya...

―Estoy bien ―interrumpió, y se alejó un poco para mirarlo. El moreno quiso besar su frente y consolarlo, pero resistió esa necesidad―. Estoy bien, Dazai. Yo... Hablé mucho con Arthur. Aún me duele todo esto, pero creo que ya entendí que no puedo hacer mucho, solo seguir a su lado.

Sus ojos se veían un poco rojizos, al parecer había llorado otra vez, pero al mismo tiempo parecía más tranquilo. Más estable, más en paz consigo mismo y con todo lo que estaba ocurriendo. No se había rendido, pero sí aceptó que no podía hacer nada para cambiar ese futuro, solo intentar vivirlo junto a Arthur todo el tiempo que tuvieran permitido.

Esperaron, apoyados contra la pared y sin querer sentarse, a que alguien se acercara a darles nuevas noticias o bien que alguno de los hermanos del pelirrojo saliera. Uno contra el otro, con los hombros juntos y platicando por lo bajo sobre cualquier cosa. Chuuya le envió un mensaje a Ryuu. Le comentó a Dazai esas parte de la historia que desconocía, que Ryuunosuke, Atsushi y Gin estaban cuidado de su sobrina desde la noche anterior.

El guitarrista le escribió a Chuuya que, hasta ese momento, él era el único que estaba despierto. Gin estaba durmiendo junto a Kyoka en su habitación, y Atsushi roncando en el sofá. Preguntó si es que Kouyou regresaría pronto a casa, no porque les molestara cuidar de la niña, pero Kyoka tuvo dificultades para dormir de lo nerviosa que se sentía. Se distrajo un rato platicando con Atsushi y mirando las fotografías de su gato, pero incluso en esos pequeños momentos de tranquilidad podían notar su preocupación.

Chuuya le escribió que no tardarían en regresar. Le agradeció por todo y con un suspiro guardó el teléfono. Dazai lo observó de reojo, recordando su propia plática de esa mañana.

―¿Ango te llamó? ―pregunto, sin poder callar más.

Chuuya le respondió con una mirada confundida. Volvió a tomar el teléfono, buscó un mensaje en particular y se lo mostró a Dazai.

―Me envió este mensaje en la mañana ―dijo, mientras Dazai leía la simple conversación entre Ango y el pelirrojo.

El mayor le preguntaba si estaba bien, Chuuya le respondía que sí, que estaba con Dazai y que Arthur ya estaba estable. No había más preguntas, ni promesas, ni el deseo de que Ango estuviera a su lado en ese momento, de querer su apoyo o compañía. Solo un agradecimiento por el viaje de la noche anterior y nada más.

Y Dazai no supo qué pensar o cómo sentirse. ¿Debería alegrarse? ¿Debería sentirse aliviado? Bueno, había una cierta calma en su pecho, pero esta era agridulce.

Las puertas volvieron a abrirse y Yosano junto a otro doctor, un hombre de unos cuarenta años, salieron. Inmediatamente, Dazai y Chuuya posaron la mirada sobre ellos y se acercaron, esperando cualquier noticia de Arthur, cualquier siguiente paso a seguir. Pero antes de que pudieran hablar, tanto el doctor recién llegado como Dazai se miraron el uno al otro. Por un momento intentando recordar si es que se habían encontrado en el pasado, y al reconocerse, el médico le sonrió.

―Oh, Osamu. Hace mucho que no sabía de ti ―saludó, y mirando al chico de pies a cabeza, agregó―: Sin duda puedo ver mucho de tus padres en ti.

―No me ofenda de esa forma, Dr. Mori ―bromeó Dazai ácidamente.

Mori río, a pesar de que el joven frente a él estaba genuinamente ofendido por esa comparación. ¿Que otros vieran en él la imagen de sus padres era su karma permanente? Tal vez debería ocupar el dinero de la herencia para hacerse una cirugía plástica, pensó.

―¿Lo conoces? ―inquirió Chuuya, el moreno asintió.

―Es uno de los muchos médicos de confianza de la familia Tsushima ―explicó Dazai, y luego miró a su amiga―. No me dijiste que el Dr. Mori era tu mentor, Yosano.

―Sí, bueno, ¡pasaron tantas cosas que lo olvidé! Pero te dije que conocí a tu familia, ¿no?

―Cierto, entonces usted estaba atendiendo a mi abuelo, ¿no? ―El mayor asintió. Luego, sin tacto alguno, Dazai preguntó―: ¿El viejo Tsushima ya se murió?

―Hace unos dos meses.

―Ay, y no me invitaron al funeral. Bien, no es la primera vez que me dejan fuera de los eventos divertidos.

Incluso si su comentario se escuchaba inadecuado, logró sacar una risita de Chuuya y de Yosano. El doctor solo sonrió por su actitud, sabía bien que esta estaba justificada.

Dazai no dudó en preguntarle por el resto de su familia. Como imaginó, su tío se hizo cargo de la fortuna familiar, y sus primos eran los principales herederos y quienes continuarían con el legado Tsushima.

Su tía Hana había tenido suficiente de todos ellos y una vez que su padre murió, regresó a Aomori y se negó a volver a ponerse en contacto con cualquier persona de su familia. Una decisión acertada, si le preguntaban a Dazai.

Por otra parte, y sobre lo cual no sabía cómo sentirse, Mori le comentó que al fin sus padres se estaban divorciando. Tal vez el hecho de que la parte de la herencia de Gen'emon fuera destinada a su hijo fue el catalizador que necesitaban, ya que el constante adulterio de ambas partes no fue suficiente para separarlos. La esperanza de obtener la fortuna Tsushima los mantuvo unidos, pero ahora que no tenían ni dinero ni un hijo que les recordara sus errores de la juventud, no había motivos para quedarse juntos.

Y aunque era lo mejor, aun así Dazai no sabía qué pensar o cómo sentirse.

No sentía amor por sus padres, ni ellos por él, pero su separación significaba la total desaparición de la única familia que alguna vez tuvo. Fue horrible, le hizo vivir un infierno durante años y no quería volver a experimentar nada como eso, pero saber que ese fue el final, así nada más, sin palabras, sin disculpas, sin un pensamiento en el hijo que decidieron olvidar que existía, dolía un poco.

Y no debería doler, pensó Dazai, pero lo hacía. Y el dolor, así como el amor, no poseía lógica o un motivo claro para surgir.

De todas formas, no le gustaba sentirse tan... vacío al escuchar esa buena noticia. Creyó que cuando llegara el momento, se reiría y les desearía a sus padres el peor futuro posible, pero la realidad no era nada como la imaginó. Solo asintió. Intentó darle una sonrisa al doctor y soltar un comentario sarcástico al respecto, pero este no nació. Tampoco necesitó hacerlo. La mirada paciente de Yosano frente a él era suficiente, también la mano que discretamente tomó la suya.

La atención de Mori se desvió de su rostro para posarse en el del chico que tomaba la mano de Dazai, y el moreno entendió su gesto.

Chuuya tomó su mano para sostenerlo, pero también para buscar un punto de apoyo en él. Sabía lo que estaban por escuchar, sabía que no sería fácil para el pelirrojo, así que se aferró a él y Dazai lo permitió. Su mano apretó la ajena con fuerza, Chuuya le devolvió el gesto con la misma intensidad, y ambos sintieron las piernas más fuertes.

―¿Qué noticia tiene que darme? ―Preguntó Chuuya, antes de que el doctor pudiera tener la primera palabra.

―¿Qué es lo que quieres saber?

―¿Van a tratar su enfermedad?

Sabía la respuesta, pero aun así una punzada de dolor y decepción atravesó su pecho cuando el hombre mayor negó. Se acercó más Dazai, el moreno le devolvió el gesto, y evitó que su cuerpo temblara mientras escuchaba al doctor.

―Podríamos intentarlo, pero la enfermedad está tan avanzada en este punto que es un intento inútil ―explicó―. Sin embargo, haré todo lo necesario para que no sufra...

―¿Cuántos meses? ―interrumpió Chuuya. Pareció que al doctor no le gustó su acción, pero eso no podía importarle menos―. ¿Cuántos meses más...?

―Aproximadamente seis ―respondió Mori―. Podría ser más, podría ser menos.

Chuuya asintió. Lentamente, como si aún no pudiera aceptar todo lo que estaba sucediendo, pero obligándose a comprenderlo. Tomó una profunda respiración, calmándose a sí mismo y a esa parte de él que le exigía huir, pero ¿cómo hacerlo? No podía, ni quería correr. No quería dejar a Arthur solo en ese momento, no quería perder ni un segundo más y, de todas formas, el agarre de Dazai era tan firme que no podía alejarse.

Más tarde tendría que agradecerle quedarse a su lado esa vez, aunque estaba seguro de que Dazai sabía cómo se sentía.

―¿Puedo entrar a verlo otra vez? ―pidió Chuuya.

Mori asintió. Miró a Yosano y con un solo movimiento de su cabeza, la mujer se acercó a Chuuya. Le murmuró que le acompañaría, y al mismo tiempo le aseguró a Dazai que podía confiarle a Chuuya un rato; parecían bastante reacios a separarse, pero debían hacerlo, solo podían ingresar familiares a la habitación.

Dazai volvió a mascullar a Chuuya que estaría esperándolo afuera. Todo el tiempo que fuera necesario, sin importar cuán grande fuese su cansancio. De todas formas, aunque su mundo personal se estremecía y algunos escombros caían, para el resto de la ciudad era un día de descanso como cualquier otro.

Miró fijamente la espalda de Chuuya hasta que desapareció en compañía de Yosano, notando como el temblor de sus piernas había disminuido y ya podía sostenerse con mayor facilidad por su propia cuenta.

El doctor se quedó a su lado, mirando al muchacho pelirrojo caminar hacia esa habitación donde la muerte ya había colgado una fecha y hora exacta. Había visto esa misma escena cientos de veces a lo largo de los años, y sin importar cuán diferentes fueran los pacientes y familiares, el dolor era siempre el mismo.

―¿Es difícil dar este tipo de noticias? ―preguntó Dazai. Mori lo miró de reojo.

No sabía que responderle, así que se encogió de hombros.

―Admito que no siempre me afecta, estoy acostumbrado a dar malas noticias después de tantos años ―murmuró, con esa actitud profesional detrás de la cual estaba acostumbrado a esconderse, pero en presencia del joven se permitió demostrar un poco más―, pero al final del día, siempre pienso en los que se van.

O en los que se quedan, viviendo con la falta hasta que esta desaparece o bien se hace una costumbre, pensó para sí mismo el doctor. Dazai lo entendió sin la necesidad de que se lo dijera, y eso le agradó.

Cuando lo conoció de niño, el chico siempre le pareció demasiado inteligente para su edad, con un potencial demasiado valioso para el desastre de padres que tenía. Se vio reflejado en él, y hasta lamentó que el chico estuviera atrapado en esa familia que cortó sus alas incluso antes de nacer.

Le alegraba ver que, al final de todo, no necesitó de esas alas. Con solo sus pasos, con solo caminar, fue suficiente. Sí, veía mucho de sí mismo en Dazai, y lamentó que el muchacho no hubiese seguido una carrera médica como él. Bien, de todas formas Yosano también poseía un gran potencial. Su futuro se veía brillante, aunque, por supuesto, este no era totalmente seguro. Todo dependía de sus propias decisiones.

―Bien, tengo que ir a llenar un par de papeles si voy a quedarme en Kyoto por un tiempo ―comentó el doctor, y sintió el cansancio en su cuerpo al pensar en todo el trabajo que tenía por delante―. Fue un gusto verte otra vez, Osamu.

―Gracias por decirme que el viejo ya se murió. ―El doctor volvió a reír. Se dieron la mano y el mayor comentó por lo bajo que esperaba que su vida estuviera bien, sin embargo, Dazai se distrajo con la placa en su pecho, aquella donde su nombre estaba impreso profundamente en el metal y los kanji en él llamaron su atención―. ¿Su nombre es "Ougai"?

―Hasta donde yo recuerdo, lo es ―bromeó.

―¿Estudió en Kyodai?

Confundido por la pregunta, el doctor asintió.

―¿Sí? Estudié medicina general en Kyodai, hace muchos años, por supuesto.

La mente de Dazai trabajó rápidamente. Recordó esas conversaciones que sostuvo con Natsume, las historias que el hombre mayor amaba recordar y de las cuales quejarse. Entre ellas, nunca faltaban sus quejas sobre Fukuzawa y su triángulo amoroso de la juventud.

Se enteró de muchos detalles, tanto de su maestro como de las otras dos personas involucradas, pero ya que Natsume no había conocido al primer novio de su alumno, hablaba más de ese estudiante de medicina que sí llegó a conocer. Nunca lo llamó por su apellido, siempre utilizó su nombre. No tenía fotografías de él, pero se lo describió físicamente algunas veces. Tez pálida, cabello negro, ojos calculadores como los suyos. Se marchó a Tokyo al recibir la posibilidad de aumentar su conocimiento y trabajó en distintos hospitales de la ciudad y las cercanas, tales como Yokohama...

Por supuesto, la descripción que le dio su mentor era perfecta y cada detalle coincidía. ¿No era realmente pequeño el mundo? ¿No era gracioso y poético, así como cruel y trágico? No pudo controlar su sonrisa.

Volvió a sostener la mano del doctor, esta vez envolviendo la ajena con ambas, y a moverla arriba y abajo como si acabaran de cerrar un trato sumamente importante.

El rostro del doctor era gracioso, se veía tan confundido y ese sentir fue en aumento.

―Fukuzawa-sensei sigue soltero

―¿Disculpa...?

―Fukuzawa Yukichi, nunca se casó y, que yo sepa, no está saliendo con nadie ―repitió. La mirada en el rostro del doctor fue una a la cual le hubiese gustado tomar una fotografía. Parecía tan confundido y perdido, como si esperara cualquier cosa, pero no eso―. ¡Y no veo que usted lleve un anillo de casado! Debería hacerle una visita, Fukuzawa-sensei es el encargado de la Facultad de Humanidades en Kyodai.

―Yo, ah... ¿Gracias por la información?

―¡De nada!

Cuando Dazai lo soltó, con esa actitud de infantil felicidad que era genuina, el doctor dio un par de pasos hacia atrás, tambaleante y confundido.

No pudo preguntarle al chico qué esperaba que hiciera con toda esa información, o por qué se la entregó en primer lugar. Pensó en Yukichi un par de veces a lo largo de los años, especialmente cuando atravesó su primer y único divorcio, o cuando estaba ebrio y se sentía melancólico, pero era un comentario al pie de página, uno que a veces le gustaba releer incluso si lo conocía de memoria.

Y ahora, Dazai le restregaba esa nota al pie de página directamente en el rostro, entregándole la respuesta a una pregunta que se hizo muchas veces a lo largo de los años, e instalando nuevas en él. ¿Yukichi lo recordaría? ¿Pensó alguna vez en su pasado en común, a pesar de que pasaron casi veinte años? Se preguntó, y no sabía cómo sentirse, o qué pensar sobre el hombre que aún vivía en Kyoto.

Decidió centrarse en el trabajo, y se alejó con pasos lentos y contemplativos del muchacho que ya estaba contándole a su mentor lo que acababa de hacer a través de un confuso mensaje de texto.

Ah, la próxima reunión para tomar el té sería interesante, pensó Dazai. Natsume-sensei tenía razón, ese tipo de historias eran interesantes.

Mientras enviaba y recibía mensajes de su mentor, quien exigía más detalles, Chuuya regresó a su lado. Yosano lo acompañaba otra vez, pero la mujer no demoró en marcharse ya que su turno no terminaba hasta dentro de un par de horas. Miró la sonrisa maliciosa de su amigo, y decidió que eso era problema del pelirrojo.

De todas formas, ver a Dazai tan "animado" era agradable, pensó Chuuya. Le gustaba mucho más esa expresión que aquella melancolía que recordaba en la mayoría de sus días de adolescencia. Y en ese momento en especial, le hizo sentir mejor.

―¿Qué hiciste ahora? Pareces demasiado feliz, ¿otra vez le enviaste un virus a Fyodor?

―¡Mejor que eso! Creo que le conseguí una cita a Fukuzawa-sensei. ―Chuuya le miró extrañado, pero no dijo más. La sonrisa en su rostro se atenuó, y buscando la mano ajena, atrajo al pelirrojo más cerca―. ¿Cómo está Arthur?

Sus manos se sostuvieron con fuerza otra vez. Aún le sorprendía, y emocionaba, que Chuuya no rechazara su toque. Sabía que se debía más que nada al frágil momento que estaba viviendo, pero poder ser un apoyo se sentía... Bien. Se sentía correcto, incluso si no significaba nada más.

―Arthur se quedará aquí hasta después del mediodía ―explicó el pelirrojo―. Kouyou se quedará a acompañar a Paul, así que me pidió ir a cuidar de Kyoka... ¿Vienes conmigo?

―Sí, claro, pero ¿estás seguro de que quieres marcharte?

Chuuya negó.

―Me gustaría quedarme con Arthur, pero de todas formas lo veré en casa después y yo... Creo que odio los hospitales.

Dazai soltó una pequeña risita que Chuuya compartió.

―Sí, también los odio. Vamos, ¿deberíamos comprar algo de camino para Kyoka? ―sugirió Dazai.

―¿Oh? ¿Quieres ganarte a mi sobrina sin antes ganarte a mis hermanos? ―bromeó.

―Creo que ya les agrado un poco más a tus hermanos, pero estoy seguro de que si Paul pudiera, me lanzaría a su perro.

Chuuya rio. No negó que su hermano era capaz de hacer eso, pero prometió que si eso sucedía, él evitaría que Guivre lo atacara. De todas formas, el can lo quería más a él. Dazai respondió que claramente el perro quería más al pelirrojo, ya que eran de la misma especie, y aunque el golpe que recibió en el hombro fue bastante fuerte, eso no evitó la carcajada que soltó.

Tomaron el tren hacia el departamento de Kouyou. No estaba tan lejos del que Paul había conseguido para sí mismo y su esposo, o de aquel que Chuuya compartía con sus amigos, aunque sí un poco lejos del lugar en el cual vivían los hermanos Akutagawa, así que el cantante se aseguró de comprar algunos bocadillos para ellos por tomarse la molestia de cuidar de su sobrina. Compró algo para Atsushi también, y evitó que Dazai comprara un sobre de comida para gatos para el albino.

Ryuunosuke fue quien les abrió la puerta, y lo primero que hizo fue mirarlos a ambos de pies a cabeza.

―Se ven de la mierda, ¿cuántas horas durmieron?

―Las suficiente ―respondió Chuuya.

―¡Ninguna! ―dijo Dazai, con un elevado nivel de energía que rápidamente se esfumó y entró al departamento arrastrando los pies―. Así que creo que me desmayaré en el sofá de Kouyou una media hora

―Ane-san te matará si babeas sus cojines, ¡ella misma cosió las fundas!

El moreno ignoró su advertencia, sin importarle que Atsushi estuviera sentado en la esquina del sofá y que tuviera que salir de ahí en cuando el moreno se echó de cara sobre este.

Se durmió al instante. Parecía un maldito muerto, casi sin respirar más allá de un muy suave sonido que salía de sus labios. El sofá era grande, pero no lo suficiente, sus piernas sobresalían de los reposabrazos y se veía absolutamente ridículo.

A Chuuya le encantó.

―¿Qué le ves a Dazai...? ―Escuchó a Ryuunosuke preguntar. El guitarrista miró al hombre en el sofá como si fuese una peste. Chuuya soltó una risita.

―¿Qué te ve Atsushi?

―Tengo buenas cualidades.

―No lo sé, Ryuu, nunca te he visto desnudo.

―No estoy hablando de eso.

―Y no hablen de eso, por favor ―pidió Gin, entrando al salón con Kyoka a su siga―. Hay menores presentes, y con menores me refiero a mí.

Ryuunosuke le respondió a su hermana que ya no era tan menor, pero de todas formas no quería hablar sobre eso frente a ella. Kyoka se dirigió directamente hacia el pelirrojo, ignorando al hombre extraño desmayado en el sofá de su madre.

Inmediatamente, Chuuya la recibió entre sus brazos y acarició su cabello, murmurándole que todo estaba bien, que vería a su madre y tíos en un par de horas. No iba a darle la mala noticia, no le correspondía hacerlo y no sabía cómo decirlo, tampoco estaba seguro de poder lidiar con ella si comenzaba a llorar. Casi no podía contener sus propias lágrimas frente a Ryuunosuke y Gin.

Le murmuró a la niña que su madre regresaría pronto, y entonces podría ver a Arthur y a Paul. Le enseñó los bocadillos que había comprado de camino al departamento, comentándole de paso a los menores que también había algunos para ellos. Aún estaban a tiempo para desayunar.

Kyoka no había querido separarse de él, temerosa de que tal vez pudiera desaparecer. No lo haría, le aseguró, y agradeció que Atsushi también estuviera ahí. El chico logró distraer a su sobrina y ambos, junto a Gin, se sentaron a la mesa sacando y ordenando los bocadillos. Dazai seguía noqueado en el sofá, aunque se había encorvado en sí mismo y sus piernas ya no colgaban del reposabrazos.

―Haré un poco de té, ane-san nunca tiene café en casa.

―Nos dimos cuenta de eso anoche ―dijo Ryuunosuke, siguiéndole a la cocina―. Atsushi y yo nos quedamos despiertos hasta las tres de la madrugada, sin café, por si llegabas o Kouyou nos llamaba.

―Gracias por cuidar a Kyoka ―le dijo Chuuya al pelinegro―. Realmente les debemos una...

―Está bien, no nos dio problema, ella es tranquila ―comentó el menor―. Aunque me robó a mi novio la mayor parte de la noche, pero creo que lo dejaré pasar esta vez.

Chuuya rio por lo bajo. Regresó su atención a las tazas de té. Kouyou tenía una para cada uno de ellos, todas con un diseño floral en común, pero en distintos colores. Y mientras sacaba la suya y la de Kyoka, y otras cuatro que no tenían dueño, las de Paul y Arthur seguían guardadas y no pudo evitar pensar que una de ellas, un día, se quedaría ahí para siempre.

Su ánimo decayó otra vez, y supuso que fue bastante notorio, ya que sintió el hombro de Ryuunosuke chocar contra el suyo. Era su forma de decirle que había notado lo que sentía, y que si necesitaba decir algo, estaba ahí para escucharlo.

Realmente se sentía bien tener un hombro más en el cual apoyarse.

―Arthur tiene leucemia avanzada, en cualquier momento puede morir ―dijo de la nada, aún con la mirada fija en las tazas y la voz susurrante, pasando por alto la expresión preocupada que pocas veces se posaba en el rostro del menor.

―Chuuya...

―No puedo decírselo a Kyoka, no sé cómo hacerlo. Dejaré que Kouyou o Paul lo hagan, o incluso Arthur... Soy un maldito cobarde, ¿no? Me pasé toda la noche llorando...

Ryuunosuke no dijo nada, sin embargo, Chuuya lo sintió apoyarse contra él. Fue un simple toque, solo su hombro chocando contra el suyo como el gesto más cariñoso del gato más huraño, pero esa simple acción era suficiente para hacerle entender lo que el guitarrista quería decirle: que estaba ahí para él si lo necesitaba. En cualquier momento, durante todo el tiempo que fuese necesario.

Agradeció el gesto silencioso, en parte porque ya estaba cansado de escuchar palabras de consuelo y quería un poco de calma; y la compañía tranquila y estoica del chico a su lado era reconfortante. Todo lo que lo envolvía le entregaba un poco de paz: desde la suave plática que su sobrina sostenía con Gin y Atsushi en la mesa, hasta el conocimiento de que Dazai seguía cerca, durmiendo en el sofá de Kouyou, pero listo para despertar si es que Chuuya se lo pedía.

Eso también es "amor", pensó, pero la voz en su cabeza tenía el tono de Arthur. La presencia tranquila de Ryuu a su lado mientras preparaban las tazas de té, la plática a sus espaldas, los mensajes que sus amigos le enviaron durante la mañana, el hombre que estuvo a su lado durante toda la noche y seguía a su lado, también era "amor".

Y jamás se había sentido tan tranquilo y seguro. Durante mucho tiempo, pensar en "amor" era pensar en todo el dolor que venía después, pero aunque sabía que las heridas eran inevitables, ya no quería preocuparse de ellas. No quería perder el tiempo pensando en temores que no le dejaban avanzar y dejar pasar la oportunidad de vivir ese momento.

Ya estaba listo. Ya estaba listo para mirar ese temor a la cara y simplemente amar.

―Chuuya, sé que este no es el momento adecuado, pero Fitzgerald me habló sobre la producción del disco ―le dijo Ryuunosuke―. Me envió algunas propuestas para promocionar el debut, pero tengo una mejor idea, si quieres escucharla...

―¿Qué tienes en mente? ―preguntó sin demora y le dio toda su atención al menor.

―Tachihara visitó el Falling Camellia hace unos días y están organizando la noche de bandas que realizan cada tres meses ―explicó―. Lo hablé con él, Gin y Kajii, y estamos de acuerdo que sería un buen pre-lanzamiento presentar una de las canciones del disco en la noche de bandas.

También se sentiría como cerrar una etapa para comenzar otra nueva, pensó Chuuya.

Su primera presentación como vocalista de Black Ocean fue en ese local, el mismo donde volvió a encontrar a Dazai entre la multitud y se dio cuenta de lo agradable que se sentía cantar y expresar sus poemas a través de la música. Se sentía natural que su última noche como banda no profesional fuese en el Falling Camellia, antes de dar el paso hacia algo más grande.

Además, el local era agradable y estaba bien ubicado. De seguro sería un lugar que a Arthur le gustaría.

―¿Cuándo es el evento? ―preguntó Chuuya.

―En dos semanas más. La canción que Fitzgerald compuso está lista, aunque no sé si sea la indicada para presentarla. Creo que podríamos...

―Tengo otra canción ―interrumpió, y antes de que el pelinegro pudiera decir algo más, preguntar cuando la escribió y por qué no le dijo nada antes, el cantante respondió―: La escribí esta mañana con Arthur.

Ryuunosuke no respondió inmediatamente. Comprendió el peso de esas palabras y lo importante que eran para Chuuya, así que asintió y tendió su mano esperando recibir los versos.

―Déjame verla.

―No es el tipo de canción que estamos acostumbrados a tocar, Ryuu.

―No me importa, déjame verla.

Del bolsillo de su chaqueta, Chuuya sacó dos pequeñas hojas de papel, arrancadas directamente de la libreta olvidada por una de las enfermeras que visitó a Arthur durante la madrugada.

No extrañaría un par de hojas, acordaron esa mañana, y escribieron lo primero que se les vino a la cabeza. Aunque, a decir verdad, Arthur fue quien escribió casi toda la canción. Se veía tan emocionado dando ideas y plasmándolas en el papel que Chuuya no hizo más que cambiar un par de palabras aquí y allá para que rimara.

Demoraron menos de una hora en escribirla, y Arthur estaba bastante orgulloso del resultado. Y Chuuya... Chuuya estaba feliz de tan solo ver su emoción.

―Sí, no es el tipo de letra que acostumbramos tocar ―comentó el guitarrista, aún con la mirada fija en el papel. Luego, mientras su cabeza repasaba cada verso, levantó la mirada y llamó al chico en la mesa―. Atsushi, ven a ver esto.

El menor se acercó inmediatamente. Apoyándose contra el hombro de su novio, leyó los versos escritos por dos distintas caligrafías; los kanji eran claramente de Chuuya, y aquellas pocas palabras escritas con el alfabeto latino eran de Arthur.

Su cuñado originalmente había escrito todo en francés, pero el pelirrojo había aprovechado el tiempo que les quedaba antes de la llegada del doctor para traspasar cada verso al japonés y mantener aquellas palabras que el pelinegro había escrito directamente en inglés.

―No es mala, pero ¿no es un poco "cursi" para Black Ocean? ―comentó Atsushi una vez que terminó de leer.

―Lo mismo pensé, pero no tenemos una canción así ―respondió Ryuunosuke―. Además, creo que iría bien con la melodía que estoy componiendo. Fitzgerald me obligó a cambiar algunos acordes ya que todas las canciones eran, según él, muy lúgubres.

―Bueno, él tiene razón.

―Sí, ya, perdón, pero soy un ser de oscuridad que no puede componer canciones alegres.

―No te perdono.

―Yo tampoco soy bueno escribiendo canciones "felices" ―comentó Chuuya. Con movimientos suaves, le quitó de entre las manos al pelinegro la letra de su canción y la sostuvo como si fuera lo más valioso del mundo―. Pero creo que sería bueno tener una así...

Además, de seguro a Arthur le haría feliz escuchar la canción que escribió para Chuuya. No era idiota, inmediatamente se dio cuenta de que cada uno de los versos iban dirigidos a él, intentando reflejar los sentimientos que le acompañaron todo ese tiempo e intercalando pequeñas frases para que siguiera avanzando.

Yo me quedaré atrás, le dijo Arthur en el hospital, mientras su manos seguían escribiendo versos en francés, pero dejaré esto para ti. Estos versos no van a desaparecer, sin importar si se quedan en este papel o los cantes algún día.

Y quería cantarlos, porque eran las palabras de Arthur para él, porque de esa forma jamás iba a desaparecer. Quería que el mundo también los escuchara, incluso si no sabían quién escribió esos versos y que significaban. Era suficiente para él saber que alguien más, además de él, cantaría y amaría esa canción hasta el último de sus días.

Y lo más importante: quería que Arthur lo escuchara cantar esos versos sobre un escenario, sin importar si era uno pequeño o grande, si miles de oyentes estaban ahí esa noche o solo unos pocos.

Sí, quería cantar. Estaba listo, estaba listo para volver a subir a un escenario y comenzar a avanzar. Estaba listo para expresar sus sentimientos y mirar de frente el miedo que le acompañó durante tanto tiempo.

―Quiero presentar esta canción en el Falling Camellia, Ryuu ―dijo Chuuya―. Quiero que esté en el disco debut.

El menor le sostuvo la mirada por un instante. Volvió a observar sus ojos azules sin esa luz a la cual estaba acostumbrado. Su piel estaba pálida, sus labios resecos y sus ojeras estaban más oscuras de lo normal. El cabello se le veía desordenado y sin brillo, como si hubiera pasado semanas en un pequeño infierno, aunque aún ni siquiera se cumplían veinticuatro horas desde que Kyoka lo llamó a través del teléfono de Gin.

Y si Akutagawa era sincero, no le gustaba ver a Chuuya tan... débil. Tan frágil y esforzándose por mantenerse en pie. Estaba seguro de que al recibir la noticia el pelirrojo se derrumbó por completo, y asumió que Dazai fue quien lo contuvo. En el fondo, agradeció que el moreno estuviera en ese momento para su vocalista, porque él no sabría qué hacer.

Cuando pensaba en Chuuya, pensaba en ese hermano mayor que nunca tuvo. Pensaba en alguien invencible, en quién siempre podía confiar y encontrar un consuelo. Después de todo, desde el inicio Chuuya fue eso para él. Un pilar, la voz que necesitaba en sus canciones, la persona en la cual podía apoyarse. Alguien que lo tomó bajo su cuidado sin esperar nada a cambio, sin necesitar que Ryuunosuke le dijera por todo lo que había pasado. Era con quien podía hablar, con quien componer nuevas canciones y bajar cada una de sus defensas.

Le debía mucho a Chuuya, y haría cualquier cosa por él. Por eso, si quería presentar esa canción, entonces Ryuunosuke compondría una melodía para él y estaría a su lado sobre el escenario, incluso si eso significaba que solo fueran ellos dos, pero sabía que siempre serían cinco.

Sabía que Gin, Tachihara y Kajii los apoyarían, porque todos juntos conformaban ese mar oscuro.

―Bien, le diré a Fitzgerald que agregaremos una canción más ―informó el guitarrista―. No creo que se niegue, y si lo hace, me importa una mierda de todas formas.

Chuuya rio. Orgulloso de la confianza en sí mismo que podía ver en el menor. Y notó que no era el único que se sentía igual, ya que Atsushi también miraba a Akutagawa de la misma forma.

Ah, que asquerosamente dulce, se quejó para sí mismo, y resistió el impulso de girar el rostro hacia el sofá donde el hombre que le gustaba seguía durmiendo.

―Si que tienes en la palma de tu mano a Fitzgerald, ¿eh? Sabes que eres valioso para él.

Somos valiosos para él ―le corrigió el pelinegro―. Black Ocean somos los cinco, no solo yo, idiota.

―¿Escuchaste eso, Atsushi? Ryuu está diciendo que nos quiere mucho y que soy su favorito después de Gin ―bromeó Chuuya, y compartió una risa con el albino.

―Sí, los quiere mucho, solo no sabe decirlo como una persona normal.

―No hablen de mí como si no estuviera aquí...

―Oh, ¿y escuchaste eso, Atsushi? Ahora está diciendo que se siente avergonzado.

―Es lindo cuando se avergüenza.

―No se burlen de mi hermano ―exigió Gin, mientras se les acercaba y le daba una suave sonrisa maliciosa al otro guitarrista―. No sin mi.

Estallaron en carcajadas al escuchar a Ryuunosuke maldecirlos por lo bajo y darles la espalda, centrando su atención en las tazas de té e ignorando las disculpas que los otros tres le dieron entre risas.

Chuuya escuchó a Kyoka reírse desde su lugar en la mesa. Compartió una sonrisa tranquila con su sobrina y se dirigió hacia ella. Se sentó a su lado, acarició su cabello y escucharon a los otros tres menores discutir entre ellos.

―¿Cuidaste bien de ellos anoche, Kyoka? ―le preguntó a su sobrina. La niña asintió.

―Gin no dio tanto problema, ella es tranquila, pero a veces Ryuunosuke y Atsushi hablaban muy fuerte y se lanzaban muchas bromas entre ellos, pero estuvo bien, no rompieron nada ―respondió, intercambiando una pequeña y cansada sonrisa con el pelirrojo. Luego, la menor miró hacia el hombre que seguía dormido en el sofá―. Tienes muchos amigos.

No diría que Dazai era solo un "amigo" para él, pero Kyoka tenía razón. Años atrás, cuando pasó la mayoría de sus malos momentos en casa, solo tuvo a Kouyou. Luego se quedó solo con sus padres, tuvo a sus amigos de la infancia, pero estos acabaron por alejarse de él. Al menos tenía a Dazai, y entonces volvió a quedarse solo por mucho tiempo. Se sintió absolutamente abandonado durante meses, y entonces todo comenzó a cambiar cuando Paul y Arthur aparecieron en su vida.

Ahora estaba viviendo el peor momento de su vida otra vez, pero incluso esa situación tenía un sabor agridulce, porque ya no estaba solo. Las personas que más amó en su pasado estaban a su lado otra vez, tenía a su banda, a sus compañeros de piso, y sabía que esta vez, si necesitaba ser escuchado, alguien respondería a su llamada.

Sí, era agridulce, pero ya entendía el porqué Arthur se sentía tan tranquilo con todo: porque sabía que no estaba dejando ni a Chuuya ni a Paul solos.

Gin y Atsushi continuaron burlándose de Ryuunosuke, y no dejaron de hacerlo incluso cuando se unieron a ellos en la mesa y repartieron las tazas de té. Hablaron por lo bajo sobre la canción que iban a componer para promocionar su próximo debut en el Falling Camellia, y llamaron a Tachihara y Kajii para hablarles sobre su plan.

A mitad de la llamada, Dazai despertó. Durmió un poco menos de una hora, pero fue suficiente. Se sintió desorientado cuando lo hizo, pero al escuchar la risa de Chuuya y su voz le recordó dónde estaba y por qué.

Al sentarse en el sofá y mirar hacia la mesa de la cocina, sus labios se cubrieron con una sonrisa tranquila al ver a Chuuya. Las marcas de las lágrimas y todo lo que sucedió en ese par de horas seguía en él, pero parecía más tranquilo en compañía de los menores.

Eso era bueno, pensó el moreno para sí mismo, y decidió quedarse en el sofá, separado del resto. No importaba, estaba bien con solo escuchar y esperar el momento adecuado para despedirse y regresar a su departamento; Chuuya ya no lo necesitaba más.

Sin embargo, una tibia taza se apoyó suavemente contra su mejilla. El aroma del té chocó contra sus sentidos, y al girar la cabeza para mirar a quien sostenía la taza, se encontró con la mirada tranquila de Chuuya.

―Kouyou no bebe café ―le dijo Chuuya. Le entregó la taza y se sentó a su lado―. ¿Qué tal la siesta? O desmayo, más bien, casi pareció que te hubieran envenenado.

―Fue genial, deberías tomar una siesta también, Chuuya.

―Tal vez después ―murmuró, y mientras Dazai bebía lentamente el té, el pelirrojo se apoyó contra él―. Aún queda mucho por hacer.

El moreno soltó un quejido en respuesta y se sumieron en el silencio. A sus espaldas, escucharon la tranquila plática entre los cuatro menores que ocupaban la mesa de la cocina.

Chuuya escuchó a Kyoka hablar sobre querer una mascota, aunque aún no se decidía sobre si pedirle a Kouyou permiso para adoptar un conejo o tener un gato al igual que Atsushi. Gin comentó que, cuando eran pequeños, tanto ella como su hermano querían un gato. A ella no le importaba el color, pero recordaba que Ryuunosuke siempre mencionaba que, si un día lograba tener una mascota, sería un gato negro.

Esa información ni siquiera le sorprendía, pensó Chuuya, sonriendo para sí mismo y mirando al grupo en la cocina. La conversación a sus espaldas continuó, tranquila y llenando el cómodo silencio entre él y Dazai. Y estaba tan agradecido de poder escuchar esa calma, esa normalidad. Tenerlos a su alrededor le hizo sentir un poco mejor, y al pensar en ello, llevó su mirada al hombre a su lado que bebía lentamente su taza de té, incluso si no le gustaba demasiado ya que este no apaciguaba su cansancio.

―Me alegra que estés aquí ―murmuró Chuuya―. Realmente... Realmente aprecio que regresaras a Kyoto tan rápido y que estés aquí.

Que regresaras por y para mí, completó el pelirrojo para sí mismo, pasando por alto la tensión momentánea en el cuerpo de Dazai.

No sabía cómo tomar ese agradecimiento implícito, no creía que lo mereciera. Acompañarlo durante ese difícil momento era algo que cualquier otro hubiera podido hacer, pero Chuuya lo había escogido a él, y Dazai, en esa oportunidad, pudo devolverle todo el cuidado y ayuda que alguna vez el otro le entregó.

―No es nada ―respondió, y chocando suavemente su hombro contra el ajeno, otorgó una ligera broma―. Voy a estar aquí hasta que te aburras de mí, Chuuya.

Hasta que me asegure de que estás bien.

―¿Ah, sí? Es irónico, agotas mi paciencia más rápido que nadie, pero increíblemente aún no me aburro de ti.

―Porque te hago reír ―argumentó Dazai. Chuuya no lo negó―. Por eso me mantienes a tu lado.

Me quedaré, no me iré otra vez.

―Es cierto, tu humor siempre fue raro, pero el mío también ―dijo el pelirrojo, y como si fuera una costumbre al cual rápidamente se adecuaron, apoyó su cabeza contra el hombro de Dazai―. Así que no te alejes mucho, realmente me aburriría sin las idioteces que dices.

―No te preocupes, me gusta esta ciudad y este lugar ―respondió, y lentamente, por una vez sin pensar en si merecía o no esa cercanía, se acurrucó contra Chuuya; con su mejilla apoyada sobre la cabeza ajena y compartiendo el calor―. Me gusta estar aquí.

Y si algún día volvemos a alejarnos, será por tú lo decidas.


[•••]


Darle la noticia a Kyoka no fue fácil.

Kouyou llamó a Chuuya un poco después del mediodía. Le dijo que Arthur ya estaba en casa, que ella seguía junto a él y Paul, y le pidió que trajera a Kyoka con él.

La llamada fue corta, y Dazai a su lado notó inmediatamente como su ánimo volvía a decaer. Sin embargo, antes de que pudiera preguntarle a Chuuya si estaba bien, el pelirrojo le dirigió una sonrisa, tomó y apretó su mano, y se levantó del sofá.

Los Akutagawa, Dazai y Atsushi los acompañaron hasta el edificio en el cuál vivía su hermano mayor y cuñado. No estaba tan lejos, la caminata fue corta, pero deseó que hubiese durado más. Deseó tener más tiempo para caminar, antes de volver a enfrentar la realidad.

Pero Kyoka estaba ansiosa por saber de Arthur y ya no quería esperar más. Se despidieron de los otros cuatro frente a las puertas del edificio, Chuuya observó a Kyoka abrazar a Atsushi y a Gin con fuerza, también a Ryuu, aunque ambos lo hicieron con un poco de duda. Eso produjo risas en todos.

―¿Vas a estar bien? ―le preguntó Dazai, ambos mirando a la niña despedirse de los otros tres.

―No te preocupes tanto, Dazai, eso es raro viniendo de ti.

―Chuuya...

―Estaré bien ―interrumpió. Discretamente volvió a buscar su mano, la apretó y esa acción atrajo la mirada de final de otoño hacía él―, pero... Mantén el teléfono cerca, ¿si?

Lo prometió. Devolviendo el apretón de mano, resistiendo el impulso de besar su frente; prometió que respondería a cualquiera de sus llamadas. Y tras entregarle esa seguridad, lo dejó ir. Se quedó de pie frente al edificio con los otros tres menores hasta que Chuuya y Kyoka desaparecieron tras las gruesas puertas de la entrada. Solo en ese momento, Dazai se permitió dar un paso hacia atrás y alejarse, rechazando la compañía de los otros tres, prefirieron caminar de regreso a su departamento.

Necesitaba un momento a solas, necesitaba que el tiempo pasara rápidamente hasta que Chuuya lo quisiera a su lado otra vez. Por ese instante, prefirió caminar, regresar a la soledad de su hogar y escribir.

Y en ese edificio que dejó atrás, las malas noticias no eran fáciles de entregar.

En cuanto entraron, Kyoka se acercó directamente a Arthur. El pelinegro seguía viéndose tan débil y pálido como cuando lo dejó en el hospital, y Chuuya llegó a pensar que fue una mala idea que le dieran el alta tan pronto. Sin embargo, a Arthur tampoco le gustaban los hospitales, y si tenía que explicarle a su sobrina política que estaba enfermo y que no iba a recuperarse, prefería hacerlo en su hogar.

Los cinco se acomodaron en la sala: Arthur y Kyoka sentados en el sofá, Kouyou en aquel individual a la izquierda, Chuuya y Paul de pie. Cuando el pelinegro le contó con palabras suaves y cuidadosas lo que estaba sucediendo a la niña, para Chuuya fue como revivir una pesadilla. Se apoyó contra Paul, mordiéndose el labio inferior para no volver a derrumbarse, y respiró profundamente.

Sin embargo, cuando Kyoka se echó a llorar sobre el regazo de Arthur, no pudo soportarlo más y se alejó.

Se marchó al despacho junto a la habitación matrimonial. Guivre lo siguió. El perro había estado a su alrededor desde que llegó con Kyoka, y no se alejó de él en ningún momento. Cuando no pudo soportar el peso de su cuerpo y se desplomó en la silla de escritorio, el can se acostó a sus pies y esperó, tranquilamente, hasta que el pelirrojo logró recuperarse.

Se inclinó hacia el perro y acarició su pelaje, buscando una distracción. Sin embargo, no pudo evitar pensar si es que Guivre entendía lo que estaba sucediendo, si es que también sabía que uno de sus amos en cualquier momento se marcharía y jamás podría volver a acostarse a sus pies, así como Chuuya jamás podría volver a recostar su cabeza sobre el regazo de Arthur y encontrar un consuelo.

Con el corazón apretado y sangrante, sacó su teléfono. Ni siquiera se molestó en buscar el contacto de Dazai. Tecleó cada número que recordaba a la perfección, pero antes de que pudiera llamarlo, la puerta del despacho se abrió y Paul entró. Guivre inmediatamente se levantó de donde estaba y caminó hacia su otro amo, llorando por lo bajo, como si pudiera sentir en Paul todo el dolor que su rostro no demostraba.

―Hey, Arthur me pidió que viniera a ver como estabas ―dijo el mayor, cerrando la puerta del despacho y apoyándose contra esta. Guivre se quedó a su lado―. Le dije que necesitabas un tiempo a solas, pero ya sabes, él se preocupa mucho por ti.

―Lo siento, yo... Mierda, lo siento, Paul ―balbuceó, pasándose una mano entre el cabello, buscando calmarse de cualquier forma―. Todo es... muy reciente, y no puedo...

―Está bien ―interrumpió el mayor―. Es difícil para mí también.

Chuuya lo vio lentamente caer; sentarse en el suelo con Guivre a su lado, con una mano cubriéndose el rostro y la otra sobre el pastor alemán apoyado en su muslo. Paul no dijo nada por un rato, y el pelirrojo se preguntó cuántas veces había estado en la misma situación, sentado de la misma forma y ocultando las lágrimas que no dejaba que nadie más viera.

Estaba tan acostumbrado a ver a Paul siempre tan sereno en cada situación, que verlo tan desolado le rompió el corazón. No le gustaba. No le gustaba que su hermano mayor, el mismo que no dudó en darle un nuevo hogar en el cual al fin sentirse amado y protegido a un chico que ni siquiera sabía de su existencia, estuviese pasando por tanto.

―Paul...

―Estoy bien ―respondió. Respiró profundamente, como una acción que ya estaba acostumbrado a realizar para calmarse, y dirigió su mirada a Chuuya―. Estoy bien, solo estoy cansado, no he dormido nada...

―Eres un mentiroso horrible ―recriminó Chuuya. La otra mirada azul, la que ambos compartían, se tornó sorprendida. El menor le dio una sonrisa―. Está bien si quieres llorar. No me burlaré de ti, lo prometo, no cuando tú también me has visto llorar muchas veces...

Fue difícil darle a Kyoka las malas noticias, fue difícil ver a Paul llorar.

Odiaba que de los tres, él fuese el más pequeño, y no solo en edad. Sintió que no podía abrazar a Paul correctamente mientras este lloraba en su hombro, sintió que sus brazos no eran suficientes, pero para el rubio, esa preocupación, ese cuidado, era perfecto.

Y estaba tan feliz de tener a Chuuya en ese momento. Estaba tan feliz de que Kouyou se quedara a su lado durante todas las horas que estuvo en el hospital, esperando con ansiedad y rogando silenciosamente que se le diera un poco más de tiempo a su esposo.

Solo un poco más. Sabía que el resultado no iba a cambiar, pero quería un poco más.

Era tan vergonzoso llorar frente a su hermano menor, ya podía imaginar las burlas que Chuuya idearía en algún momento, pero por ese instante, las bromas se guardaron para otra ocasión. Para cuando los días fueran más fáciles, el dolor más ligero y pudieran mirar atrás con una nostalgia agridulce.

―Estoy bien, ya estoy bien ―murmuró Paul. Limpiándose el rostro e intentó ponerse de pie. Chuuya se había sentado a su lado en cuanto comenzó a llorar―. Aún hay mucho que hacer, tengo que llamar a Adam para organizar los turnos de trabajo desde ahora en adelante y...

―Deja eso para después ―le interrumpió Chuuya, obligándolo a volver a sentarse contra la puerta―. Preocúpate de eso el lunes, y pasemos el fin de semana juntos, ¿sí? Hagamos una lista de cosas que Arthur quiere hacer y... Solo vivamos.

Había escuchado las mismas palabras venir desde los labios de su esposo, y ahora escucharlas de parte de Chuuya, tuvieron el mismo efecto en él.

Le hicieron sentirse un poco mejor, recuperar parte de la fuerza que poseía para mantenerse de pie y no pensar en el desenlace de sus vidas, solo en aquellos versos y párrafos entre ese momento y el final que aún les quedaba por escribir. Solo en los días que aún podían vivir.

―Veo que logró contagiarte su optimismo ―bromeó el rubio.

―Él tiene razón ―respondió Chuuya, compartiendo una débil sonrisa con su hermano mayor―. Él tiene razón y yo... No quiero seguir pensando en el dolor o en el temor, Paul, solo quiero... Quiero no arrepentirme de mi vida. Quiero tenerte a ti, a Arthur, Kouyou y Kyoka en mi vida. Quiero seguir viviendo en esta ciudad, quiero seguir cantando y escuchar los "te amo" que nunca recibí, o decir los que guardé...

Había pasado tanto tiempo sin saber cuál era el camino que debía seguir, pero ahora era claro y aunque había piedras alrededor, algunas que tal vez no podría evitar, no le importaba si se tropezaba con ellas.

No sabía que sucedería una vez que cayera, o que tan mala sería la caída, pero todo lo que podía hacer era volver a levantarse. Alguien tenía que hacerlo. Y así como años atrás Paul y Arthur le ayudaron a ponerse de pie, ahora era su turno de ser su pilar por todo el tiempo que fuera necesario.

Ya no se derrumbaría, y si lo hacía, había suficientes manos dispuestas a ayudarlo a levantarse.

―Y está bien si todo eso dura poco tiempo ―dijo Chuuya, levantándose y tendiéndole la mano a su hermano mayor para que también lo hiciera. Al mismo tiempo, Guivre también se levantó, se apoyó contra la pierna de Paul y al pelirrojo le pareció que el can también intentaba ayudar al rubio―. Está bien si no dura para siempre, con haber podido vivirlo es suficiente, ¿no?

Lentamente, aún sintiendo las piernas débiles, Paul asintió.

Años atrás no pensaba lo mismo, pero tuvo que obligarse a pensarlo para sostener a Arthur y a sí mismo. Incluso con el temor de algo que no podía cambiar, incluso si sabía que un día su historia terminaría, se convenció de que con un poco de tiempo para vivir su amor era suficiente.

Se convenció de que con saber por qué su madre lo dejó atrás era suficiente para llenar los años de abandono. Se convenció de que con conocer a su hermana menor era suficiente para apaciguar ese dolor. Se convenció de que con darle un lugar seguro a ese hermano menor que no sabía que existía era suficiente para hacerle sentir mejor con la soledad que siempre experimentó.

No fue fácil, aún no era fácil, el pecho le dolía cada vez que pensaba que un día despertaría y Arthur ya no estaría a su lado. A veces le enfurecía ver en sus hermanos menores el aspecto de la mujer que decidió dejarlo de lado, pero decidió pasar por alto esas emociones, guardarlas para más tarde, y simplemente abrazar a Arthur cada mañana, simplemente mirar el rostro de sus hermanos y ver las similitudes entre los tres.

Esos pequeños momentos, esos pequeños detalles, eran suficientes.

Escuchar la suave risa venir del salón era suficiente. Escuchar a Kyoka reír otra vez, la tranquila plática entre Arthur y Kouyou, el aroma a té envolviendo el departamento, era suficiente.

Y ya tuvieron suficiente de las lágrimas y lamentaciones, eso les quitaba tiempo. Después podrían llorar, después, cuando ya no les quedara nada más que hacer, podrían apoyarse el uno al otro y llorar.

Limpiándose el rostro, salieron del despacho y volvieron al salón. Los otros tres se habían movido a la cocina tal como imaginaron, y Chuuya quiso dar un paso hacia ellos, pero Paul lo tomó del brazo y lo detuvo. Y ambos, mirando esa tranquila escena, fotografiando en su memoria ese momento, mantuvieron la distancia.

―¿Por dónde deberíamos empezar? ―preguntó Paul, en voz baja y mirando aquello que no quería olvidar jamás―. Arthur aún quiere hacer muchas cosas.

―Tengo una idea, pero será una sorpresa, así que necesito tu ayuda ―comentó Chuuya.

―¿Oh? ¿Qué estás planeando, hermanito?

―Ya veras, solo dime, ¿les gustan los bares con bandas en vivo?


[•••]


Dos semanas no eran suficientes para acostumbrarse a los cambios de la vida. A veces, incluso si aceptaron lo que sucedía a su alrededor, en los momentos más aleatorios recordaban que un día una silla estaría vacía.

Mientras caminaban por la calle, o a mitad del trabajo. En medio de una clase, durante algún ensayo; mientras atendían a un cliente, o estaban almorzando, volvían a recordar que aquella normalidad a la cual estaban acostumbrados había cambiado abruptamente y que, aunque todo parecía igual, aunque Arthur se comportaba y vivía como cualquier otro día, llegaría el momento en que mirarían a su lado y el pelinegro ya no estaría ahí.

Pero cada uno de ellos, cada persona que pasaba a su lado, decidió seguir mirando al frente y vivir tal y como el pelinegro lo quería.

Los días transcurrieron con normalidad, como si un reloj de arena no estuviera sobre sus cabezas, vaciándose lentamente.

Chuuya quiso volver a mudarse con Paul y Arthur, pero el pelinegro se lo impidió. No porque no quisiera al menor a su alrededor, amaba tenerlo cerca, tomar el té y charlar con él, pero quería que el pelirrojo continuara con su vida tal y como estaba. Sabía lo mucho que le gustaba vivir con esos tres amigos suyos, así que le pidió que no cambiara su vida por él.

No quería que cambiara sus clases universitarias por él, o su departamento compartido, ni las tardes de ensayo con su banda, o las salidas que tenía de vez en cuando con Dazai, ni las noches de billar. Con que Chuuya lo visitara y se quedara a cenar, con que le llamara de vez en cuando, era suficiente.

Por supuesto, el pelirrojo comenzó a pasar más tiempo a su alrededor aunque quiso impedirlo, pero al saber que Chuuya no estaba descuidando los otros aspectos de su vida, lo aceptó. Lo mismo hizo con Kouyou y Kyoka, ya que ellas también comenzaron a visitarlo más. Eso no le molestó, le gustaba tomar el té con Kouyou y platicar sobre distintas cosas, también salir con Kyoka y Guivre de paseo cuando Paul estaba ocupado, Kouyou atendiendo su boutique y Chuuya en la universidad.

En esas dos semanas, había llamado a Adam a su departamento para explicarle todo lo que estaba sucediendo. El hombre desde antes sabía que su empleador tenía mala salud, aunque no imaginó que el diagnóstico fuese mortal. De todas formas, ofreció su ayuda y apoyo en todo lo que necesitara. Tal vez su relación no era nada más que laboral, pero era cercano a Chuuya y estimaba a ese hombre que le dio una oportunidad cuando la necesitaba, así que haría lo que estuviera a su alcance.

Arthur no le pidió mucho, tan solo que ayudara a Paul con el trabajo que él ya no podía realizar, y sí Chuuya lo necesitaba, que estuviera ahí para él.

Adam prometió que así sería, pero sabía que el pelirrojo no iba a necesitarlo tanto. Después de todo, tenía a ese otro chico de cabello marrón a su alrededor: el mismo que alguna vez le produjo dolor, ahora le entregaba estabilidad.

―¿Te está pagando esta vez? ―bromeó Chuuya, mientras caminaba con Adam por las calles cercanas a Kyodai después de sus clases.

―Solo diré que estoy recibiendo una buena comisión.

―O sea que te está pagando lo suficiente como para que te jubiles pronto, lo entiendo.

Adam no lo negó.

Era un día caluroso. No habían tenido mucho tiempo para reunirse y platicar, cada uno ocupado con su propia vida, estudios o trabajo. Pero esa tarde tranquila, caminando por entre las calles de Kyoto con más aspecto occidental que pudieron encontrar, le hizo recordar esos pasados días en Charleville-Mézières, mientras le enseñaba francés a un arisco adolescente que se esforzaba por fingir ser un adulto.

Ahora a su lado sí había un adulto, y estaba orgulloso de él.

―¿Dime otra vez el horario del evento? Tengo que organizar la agenda de Monsieur Verlaine.

―Solo llámalo Paul, es raro que lo llames por su apellido ―se quejó Chuuya―. El bar abre a las ocho. Somos los primeros en tocar, así que como a las diez. Ah, y no vayas a decir nada frente a Arthur o te juro venganza, es una sorpresa.

―Creí que Monsieur Rimbaud ya sabía que lo invitaste a un bar.

―Sí, pero no sabe que voy a cantar ―explicó, y antes de que el mayor a su lado pudiera decir algo más, Chuuya se distrajo con la persona que lo estaba esperando fuera del local en el cual ensayaba con su banda―. ¡Dazai!

El moreno apoyado contra la fachada del edificio apartó la mirada de su teléfono en cuanto escuchó su nombre.

Como si todo fuese en cámara lenta, Adam observó cómo la mirada del otro chico se iluminaba y se volvía suave al ver a Chuuya, y como la del pelirrojo se tornaba de la misma forma. Sabía un poco sobre Dazai, cosas malas y buenas que Chuuya le confió alguna vez, pero en ese momento decidió no pensar en juicios formados con antelación o en concepciones sobre una persona que no conocía.

Prefería quedarse con esa primera impresión, con la forma en que el chico miró a Chuuya y la sonrisa que se formó en los labios del pelirrojo. Podía notar que él, al igual que Chuuya, había pasado por mucho, pero ambos habían crecido y ya no podían juzgarlos por lo que ocurrió en el pasado.

Después de todo, las personas cambiaban y pocos se mantenían igual de un día para otro.

―Chuuya, llegas tarde ―reclamó Dazai, y luego dirigió su atención al otro moreno cerca de ellos―. Ah, tú eras Adrian, ¿no?

―Adam ―le corrigió Chuuya.

―¡Soy malo con los nombres occidentales! ―se excusó, aunque Chuuya pudo comprender que era una broma―. ¿Se va a quedar a mirar el ensayo?

―Oh, no, solo acompañé a Chuuya hasta aquí, aún tengo trabajo que hacer ―respondió el mayor en lugar del pelirrojo, y se despidió de ambos―. Bueno, te encargo a Chuuya. Fue un gusto.

Dazai solo asintió, sin embargo, le dio la mano. Adam no pudo evitar observar los dibujos en su piel, esas ramas a mitad de otoño y las aves volando cerca. Los colores le recordaban a alguien, entonces miró a Chuuya y sonrió.

Sí, eran los mismos colores, y tanto color alrededor de ambos chicos les sentaba bien, pensó al alejarse de ambos.

―¡Más te vale que estés ahí el viernes! ―gritó Chuuya.

A la distancia, Adam giró y le respondió que llevaría una cámara para luego poder mostrarle la presentación a Kyoka. No era necesario, seguramente más de una persona grabaría la canción de esa noche, seguramente Atsushi lo haría, pero bien sabía que en esa grabación enfocaría a Ryuu más que al resto.

Bien, lo que sea, de una u otra forma el video llegaría a las manos de su sobrina, pensó, y haciéndole una seña a Dazai para que le siguiera, entraron al edificio donde la banda los estaba esperando.

―¿Tu sobrina no irá? ―preguntó Dazai.

―Es una niña, no la llevaré a un bar.

―Bueno, yo iba a fiestas donde había alcohol a su edad.

―Las fiestas de "alta sociedad" no cuentan, Dazai ―reclamó―. De todas formas, Kouyou necesita conseguir a alguien que la cuide. Obviamente Gin no puede. Pensó en pedírselo a Atsushi después de que Kyoka le dijera que se llevó bien con él, pero ya le dije que eso es imposible.

―Por supuesto, Atsushi preferiría cortarse una pierna antes de perderse la oportunidad de ver a Akutagawa.

―Ya ni siquiera me molesta que le guste Black Ocean más por Ryuu que por la música ―se burló Chuuya, aunque ambos sabían bien que al menor le gustaba todo ello. Mucho más Akutagawa, por supuesto, pero la música también.

Y no podía juzgarlo, pensó Dazai. También le gustaban las canciones de la banda, pero le gustaba mucho más escuchar a Chuuya.

Cuando llegaron a la sala de ensayo, el resto de integrantes de Black Ocean ya estaba ahí, Atsushi y Fitzgerald también.

Aunque Akutagawa le había enviado al productor musical un demo de la canción que había compuesto junto a Chuuya, el rubio quería escucharla en vivo, así que decidió acudir a ese antepenúltimo ensayo antes del viernes.

Para ese punto, ya estaba bastante familiarizado tanto con la presencia de Atsushi como con la de Dazai, así que los tres se acomodaron en el mismo rincón y escucharon a la banda practicar.

Se sintió como si hubiese pasado mucho tiempo desde la última vez que escuchó cantar a Chuuya. Claro, cuando pasaban el rato juntos, de vez en cuando sorprendía al pelirrojo tarareando una melodía por lo bajo, pero no era lo mismo.

En esos momentos cantaba con distracción, como si fuese un gesto natural y que surgía de la nada. Pero en ese instante, detrás del micrófono y con los instrumentos a su alrededor, expresaba cada una de las emociones encerradas en esa letra. Y sabía para quién era la canción y para quién Chuuya estaba expresando tantas emociones, y era simplemente maravilloso.

Cuando era un adolescente, odiaba que Chuuya escribiera para otra persona que no fuera él. Cuando volvieron a encontrarse, odió que el pelirrojo cantara ese poema que Dazai jamás recibió, pero ahora eso no importaba. No importaba si Chuuya escribía o cantaba para otra persona, con solo poder escucharle era suficiente para Dazai.

Y cuando terminaron de ensayar, mientras Fitzgerald le daba uno que otro comentario, y volvía a hablar sobre la promoción del álbum, Chuuya centró solo su mirada en Dazai. Silenciosamente preguntó si la canción le gustó, si estaba bien o era demasiado cursi.

Dazai solo le respondió con una sonrisa. Era perfecto, respondió con sólo ese gesto.

Era la canción perfecta para esas personas que se quedarían, recordando la canción y esa historia una vez que fuese el momento de cerrar el libro.


[•••]


Cuando el Falling Camellia anunció que Black Ocean sería el invitado que abriría la noche de bandas, el local rápidamente llegó al tope de su capacidad.

Después de la polémica y el concierto en el cual habían participado, la atención sobre la banda aumentó. Las visitas a los distintos videos de sus presentaciones también, y cuando el público se enteró de que habían firmado un contrato con Guild Records, portales de noticias sobre música les prestaron mucha más atención, comenzando a preguntarse si ellos eran la nueva estrella de Fitzgerald, si es que tendrían tanto éxito como las otras agrupaciones que el famoso compositor musical produjo y cuándo lanzarían un álbum al mercado.

Motivados por la curiosidad de la participación de la banda en ese espectáculo tan "común", el Falling Camellia se llenó no solo de personas que ya conocían a la banda o que visitaban el local para ver el espectáculo de las otras agrupaciones, sino también de algunos periodistas que esperaban obtener una primicia. Sin embargo, había tantas personas tanto en el primer como segundo piso del local, que los comentarios sobre Black Ocean o la búsqueda por su productor musical pasó desapercibida para el hombre pelinegro que entró acompañado de su esposo y cuñada.

―Este lugar se ve bastante animado ―comentó Arthur, mirando a su alrededor y sin saber cuál sería la primera banda en presentarse―. ¿A qué hora dijo Chuuya que llegaría?

―A las diez ―respondió Paul. Tomando de la mano a Arthur, lo guio hasta una de las mesas en el segundo piso―. Ven por aquí, Adam llegó hace un rato y nos apartó una mesa.

―Ah, ¿no es un buen empleado? Tal vez debería pagarle más.

―Deberías poner su nombre en tu testamento después de todo el trabajo que le has dado ―se burló Kouyou―. Y con "trabajo" me refiero a cuando le hiciste cuidar de Chuuya.

―Adam es bueno con los niños, es una lástima que no pudiera cuidar de Kyoka esta noche.

Ya que ni Gin ni los amigos de Chuuya podían cuidar de Kyoka esa noche, Kouyou estuvo a punto de no asistir al evento. Para su sorpresa, y un poco de molestia, la solución a su problema vino desde Dazai.

Ya que ella y Yosano ya se conocían, y su hija también conocía a la doctora, Dazai no dudó en preguntarle a su amiga si estaba dispuesta a cuidar de la niña. Al principio Yosano se negó, pensando que la niña se sentiría incómoda a su alrededor ya que casi fue "algo" de su madre, pero después de que Dazai había orquestado un encuentro entre ella y Kouyou, notó que las tensiones del pasado ya no importaban.

Incluso si platicaron ese día en el hospital, aún era incómodo hablar la una con la otra, pero esa reunión en la cual ambas fueron engañadas para asistir salió bien. Pudieron platicar del presente, de lo que estaban haciendo en ese momento y de las expectativas que tenían. Kouyou le comentó que había tomado su consejo y decidió quedarse cerca de esa única familia que le quedaba, y que estaba agradecida con Yosano por sentarse ese día a su lado mientras esperaba noticias de Arthur.

Yosano, sintiéndose un poco avergonzada, le dijo que era parte de su "trabajo", y lo era, pero ese día se sentó junto a Kouyou porque quiso hacerlo más que por ser parte de su trabajo. Murmuró que le alegraba que Kouyou estuviera bien. Antes siempre fue una mujer solitaria, dedicada solo a su trabajo y a su hija adoptiva. Le alegraba que hubiera más gente a su alrededor y que decidiera confiar en ellos.

Tal vez su intento de relación romántica no había funcionado entre ellas, pero esa charla fue el inicio de un lazo más genuino. De todas formas, estaban en la misma ciudad y bajo el mismo cielo, dijo Kouyou, se encontrarían de vez en cuando incluso si no lo querían, y sería agradable si podían tener un momento para tomar el té y charlar.

Yosano aceptó. Al día siguiente volvieron a reunirse sin la intervención maliciosa de Dazai. Kyoka estaba con ellas y, sí, tenía que darle la razón a Atsushi cuando le habló sobre la niña: ella era tranquila, los que eran verdaderamente problemáticos eran los adultos a su alrededor.

Aceptó cuidar de Kyoka por un par de horas ese viernes por la noche. Kouyou le prometió, frente a la puerta del departamento de la pelinegra una hora antes de que se reuniera con su hermano y cuñado, que en cuanto terminara el "espectáculo principal", regresaría por su hija. Yosano le comentó que se lo tomara con calma, pero si regresaba temprano, esperaba que pudieran tomar una copa.

Kouyou volvió a escribirle a Yosano un mensaje de agradecimiento cuando se sentó en una de las mesas del segundo piso, esperando a que el espectáculo comenzara. Yosano le respondió que todo iba bien, Kyoka se llevaba bien con su compañero de piso, y que había hablando con Atsushi para que hiciera una videollamada en cuanto la presentación iniciara; así la niña no se perdería la oportunidad de ver a su tío cantar.

―¿Todo bien? ―preguntó Paul, por debajo de la plática que su esposo estaba llevando con Adam.

Kouyou asintió. Volvió a escribir un agradecimiento a Yosano y guardó el teléfono. Miró por sobre el barandal del segundo piso, mirando a la gente que se agrupaba frente al escenario. Alcanzó a ver a Dazai entre la multitud, acompañado de Atsushi y de otras personas.

Había sido difícil evitar que Arthur se diera cuenta de qué estaba sucediendo esa noche y del porqué Chuuya no estaba con ellos en ese momento, pero al fin el espectáculo estaba por comenzar y ella también estaba emocionada, y no solo por la sorpresa que Chuuya tenía para Arthur, sino porque, de alguna forma, estaba "auspiciando" a Black Ocean.

Le había devuelto el favor que Gin le hizo cuidando de Kyoka regalándole a la banda alguno de sus atuendos más exclusivos, y quería ver sus creaciones sobre el escenario y luego presumir que ella los confeccionó. Eso aumentaría la popularidad de su marca.

―¿Dónde se metió Chuuya?―preguntó Kouyou, y siguiendo el plan que su hermano menor les impuso, soltó un suspiro preocupado―. Ya van a ser las diez, se va a perder a la primera banda.

Sus palabras llamaron la atención de Arthur. En ese momento, las luces se atenuaron, casi envolviendo el local en una profunda oscuridad, sin embargo, eso no evitó que el mayor mirara hacia todas partes intentando buscar al pelirrojo.

Perfectamente cronometrado, Paul recibió un mensaje y se levantó.

―Está fuera ―dijo, y luego miró a su esposo―. Arthur, vamos a buscarlo, se va a perder entre tanta gente.

Arthur no dudó en levantarse y seguir a su esposo, ignorando la sonrisa cómplice que Kouyou intercambió con Adam, y la forma despreocupada que miraron hacia las sombras en el escenario que se acomodaban detrás de cada instrumento.

Sosteniéndolo de la mano, Paul guio a su esposo entre la multitud. Arthur murmuró disculpas por lo bajo cada vez que chocaba con alguien, sin poder observar correctamente hacia donde iban. Había demasiada gente a su alrededor y el local seguía con las luces casi totalmente apagadas.

En algún momento, la gente a su alrededor aumentó y por el rabillo del ojo notó que estaban bastante lejos de la salida del local. Sin embargo, aunque intentó decirle a Paul que iban en sentido contrario, su esposo siguió abriéndose paso entre la gente y más cerca del escenario.

―Paul, este no es...

Look, there is passion

Shining so brightly in your hand

Forever, ever and ever

Los silbidos estallaron contra sus oídos, al igual que la voz que envolvió el local. Reconociendo ese tono y esas palabras, Arthur levantó la mirada hacia el escenario. Lentamente, al mismo tiempo del suave sonido de la guitarra, este comenzó a iluminarse.

Pudo ver la expresión tranquila de Paul a su lado, la presencia de Dazai a su derecha dirigiéndole una sonrisa de complicidad, y a Chuuya sobre el escenario, sonriendo al notar la sorpresa reflejada en su rostro con cada uno de los versos que comenzó a cantar.

La gente a su alrededor gritó y aplaudió, al mismo tiempo que los instrumentos tocaban con fuerza. Y él, hipnotizado por el chico que había apreciado desde el momento en que llegó a esa lejana casa en Charleville-Mézières, no pudo evitar que las lágrimas quisieran bajar.

Ah, Chuuya se burlaría de él más tarde, pensó. Se burlaría de él por ser un viejo tan sentimental.

Who the hell is out there?

The shadow of someone

I haven't seen yet tickles me

I think I can finally say

"I need a love that can destroy me," now


Because the human heart

is not perfect.

We need to fill in the missing pieces.

La gente a su alrededor mantuvo los teléfonos en alto, grabando cada momento de la canción. Atsushi se aseguró de transmitir ese momento en vivo a Kyoka a través de una videollamada con Yosano, mientras Lucy a su lado, de mala gana pero siendo la mejor amiga que podía pedir, se aseguró de grabar a Akutagawa para él.

Kouyou hizo lo mismo desde el segundo piso, grabando a su hermano menor cantar y maravillándose de la emoción de la gente a su alrededor. Los vestuarios que confeccionó para ellos se veían maravillosos, eran simples y nada muy extravagante, con una esencia glam rock combinado con un estilo formal que se veía bien en cada uno de ellos, adornados con distintas cadenas en sus cuellos, anillos y un simple sombrero fedora para Chuuya adornado también con una delgada cadena al lado izquierdo.

Le pidió a Adam tomar fotografías de cada vestimenta, las usaría para promocionar su boutique.

En una de las mesas más allá de ella y Adam, Fitzgerald observó con una sonrisa complacida a la banda en el escenario, con un comunicado listo para lanzar en cuanto la canción terminara, pero en ese momento, el coro llegó y la gente gritó un poco más fuerte.

Look, there is passion.

Shining so brightly in your hands

Ever so sentimental, are you ready to love?

In other words, please

Give me a radiant smile, love song

More, more, a little more

Always, whenever, forever.

A mitad de la canción, Arthur decidió que no le importaba si Chuuya lo veía llorar. De cualquier forma, eran lágrimas de emoción y de felicidad. La tristeza se mantenía presente cuando pensaba que un día no podría volver a escucharlo cantar, pero decidió empujar ese pensamiento a lo más profundo de su cabeza.

Apretando fuertemente la mano de Paul, sonriendo al chico que cantaba sobre el escenario, coreo por lo bajo la canción. Tenía el privilegio de conocer la letra, pensó, tenía el privilegio de que Chuuya estuviera cantando esa cursi canción que escribió junto a él.

Su sonrisa se amplió y se apoyó contra Paul cuando notó que Chuuya, en cierta frase de la canción, dirigió su mirada hacia otro lugar.

Escuchó a su esposo resoplar y quejarse por lo bajo, murmurando que no lo aprobaba, pero también observó como Chuuya, a través de la canción, le enviaba un mensaje a Dazai.

Even so, that passion remains.

I'll still see it in my dreams

Ever so sentimental, I'm ready, let's love

Give me the brightest, greatest love, love song

More, more, a little more

Always, whenever, forever

El solo de guitarra de Ryuu le dio la oportunidad de respirar. Su corazón golpeaba con fuerza contra sus costillas, logrando hacer que su pecho retumbara y el sonido lo envolviera al igual que la música a su alrededor y los gritos que venían desde el público.

Sonrió, mirando directamente a esas cámaras entre la multitud grabando solo su rostro. Disfrutó de las emociones que recorrían su cuerpo, se aferró a la adrenalina para mantener su voz estable cuando la parte final de la canción se acercaba y él, inclinándose frente al público, miró a esas dos personas que un día decidieron cuidar de él incluso si no lo conocían.

Esperaba que esa canción fuese un buen agradecimiento para ambos. Esperaba que Arthur pudiera entender lo mucho que significaba para él, y que no tenía nada de qué preocuparse. Pensar en perderlo dolía, pero estaría bien. Él, ellos, estarían bien.

Viviría, cantaría y amaría otra vez.

To the me, that day,

and to you who was leaving

Surely a pure heart will remember to love

Let me shout this love out loud, love song

Forever, ever, and ever.


Look, there is passion.

Shining so brightly in your hands

Ever so sentimental, are you ready to love?

In other words, please

Give me a radiant smile, love song

More, more, a little more

Always, whenever, forever.


Forever, ever, and ever.

Los aplausos llenaron el local, vinieron desde el primer y segundo piso. Los videos de la presentación fueron publicados y las notas periodísticas comenzaron a ser escritas. Y entonces, un comunicado se lanzó por parte de Guild Records, anunciando el álbum debut de Black Ocean y una premisa de este en la presentación de esa noche.


[•••]


Abrazó a Arthur en cuanto bajó del escenario, aferrándose al delgado cuerpo del mayor y al mismo tiempo sosteniéndolo, sin querer soltarlo. Para su suerte, el pelinegro tampoco parecía querer dejarlo ir.

―Eres increíble, no puedo creer que me engañaras así ―dijo el mayor, como un afectuoso regaño. Chuuya se rio entre sus brazos.

―¿Te gustó la sorpresa?

―¿En serio lo preguntas? ―inquirió, con un falso tono de molestia que no podía ocultar el afecto en él―. Cuando me dijiste que escribiera una canción contigo, no pensé que ibas a cantarla tan pronto.

―Tenía que hacerlo ―respondió Chuuya―. Quería que me escucharas cantar.

Y fue una excelente forma de promocionar su primer álbum, pensó. Mientras él se dirigió directamente a su familia, el resto de la banda se acercó a la mesa en la cual Fitzgerald estaba. Junto al rubio había un par de periodistas deseosos por obtener alguna primicia, pero eso era todo lo que tenían para ellos.

Esa canción sería parte del álbum que lanzarían pronto, y su presentación una forma de promocionarlo. Esas eran todas las primicias que Fitzgerald podía darles, aunque dejó escapar que el líder y guitarrista principal de la banda firmó con Guild Records como compositor.

Chuuya se burló silenciosamente de los periodistas cuando intentaron buscar a Ryuu. Su guitarrista había regresado detrás del escenario junto a su novio, acompañando y siendo en cierto modo una especie de apoyo moral para Lucy, ya que la chica también estaba participando en esa noche de música como solista. Se presentaría con una canción que Akutagawa le ayudó a componer después de mucha insistencia por parte de Atsushi. Chuuya se recordó mentalmente acorralar a Atsushi más tarde y preguntarle cómo convenció a Ryuu de componer una canción para alguien que no era su banda.

Por otra parte, Tachihara, Gin y Kajii se habían movido a una de las mesas del segundo piso, platicando con algunas de las bandas de esa noche. Vio a Kouyou ahí también junto a Adam, pero parecía que su hermana ya estaba por marcharse para ir por Kyoka a casa de Yosano.

Paul y Arthur estaban junto a él a un costado del local, pero ¿dónde estaba Dazai? Cuando bajó del escenario el moreno aun estaba junto a su hermano y cuñado, pero cuando salió de detrás de escena, ya no estaba.

―Salió a responder una llamada ―le dijo Paul cuando lo notó mirar a todas partes―. Vi que hay una terraza en el segundo piso, se fue hacia allá.

―Oh, está bien...

―Chuuya, ve por él ―aconsejó Arthur―. Tienes algo que hablar con él, ¿no?

Sí, había un par de cosas que quería decirle, aunque no sabía si sería bien recibido. Suspiró, dudó por un momento y volvió a poner una tranquila expresión en su rostro, dirigiendo una sonrisa calmada a los otros dos hombres a su lado.

―Puedo hablar con él después, no quiero dejarlos solos...

―Por favor, no tenemos cinco años ―se burló Paul, y con un movimiento de mano, intentó hacer que se marchara―. Solo ve antes de que me arrepienta de intentar aceptarlo.

Mon amour, tiene que gustarle a Chuuya, no a ti, ¿recuerdas?

―De todas formas no lo apruebo ―respondió su hermano, y aquella actitud le hizo sentir tan nostálgico, tanto que no pudo reprimir una sonrisa―. Pero ya, vete. Nosotros estaremos en el bar.

―Vamos a emborracharnos ―aseguró Arthur―. Así que dile a Adam que será nuestro conductor designado.

Chuuya resopló.

―Ni siquiera porque es fin de semana lo dejan en paz ―bromeó, y tras recibir un abrazo de ambos otra vez, se alejó―. Está bien, beban, solo no demasiado. No puedo sujetarle el cabello a ambos al mismo tiempo si vomitan después.

El matrimonio murmuró que no prometían nada. De todas formas, cuando Chuuya subió al segundo piso, le pasó el mensaje de Arthur a Adam, y anotó en su cabeza decirle a su hermano que necesitaban darle un bono extra al inglés. Él más que nadie se lo merecía, pensó, era quien tenía que lidiar directamente con las idioteces de su hermano mayor y de su cuñado, pero incluso la idea de ambos actuando tan despreocupadamente le hizo sentir más tranquilo.

Ya que el local estaba a su máxima capacidad, aquellos que salían difícilmente podían volver a entrar, así que la zona exterior para fumar estaba repleta de gente y sabía que, aunque parecía muy extrovertido, Dazai prefería estar rodeado de poca o nada de gente.

Se suponía que la terraza del segundo piso estaba cerrada esa noche, pero no le sorprendía que de alguna forma Dazai hubiera convencido a Hirotsu de dejarle ocupar ese lugar. Tampoco le sorprendió que el hombre mayor le permitiera a él pasar tan fácilmente, ya se conocían, así que simplemente asintió hacia Chuuya y le señaló con la cabeza el lugar en el cual el moreno estaba.

Aunque eran inicios del verano, el aire de esa noche se sentía frío. Dazai estaba apoyando contra la baranda, mirando la ciudad y dándole la espalda, con el teléfono en mano. Pudo distinguir un "sí, está bien, sensei", venir desde sus labios, y fácilmente adivinó que estaba hablando con Natsume.

Chuuya se apoyó contra el umbral de la puerta que llevaba a la terraza, mirando al moreno desde lejos hablar con el otro escritor. Recordó aquello que había leído en su departamento semanas atrás, esa frase que seguía rondando su cabeza, y se preguntó si pronto otras personas también lograrían leerlo.

―¿Natsume-sensei te llamó para asegurarse de que duermas temprano? ―bromeó Chuuya cuando Dazai bajó el teléfono y se dio vuelta para mirar al pelirrojo antes de que pudiera acercarse.

Ah, así que su "radar" volvía a funcionar. No podía evitar que le gustara que Dazai siempre supiera cuando estaba a su alrededor, aunque a veces le frustraba. Le gustaría tomar por sorpresa al moreno más a menudo.

―A veces lo hace ―respondió con una sonrisa―, aunque él también tiene la mala costumbre de quedarse leyendo o escribiendo hasta tarde a pesar de su edad.

―Vamos, no es tan viejo.

―Tiene más de sesenta años, Chuuya.

―¿Y eso qué? Aún así él está más saludable que tú y yo.

Dazai no lo negó. Chuuya se apoyó a su lado en la baranda, mirando la misma ciudad a la cual llegó a acostumbrarse y llamar hogar.

La noche era tan tranquila, la música en el local proseguía. Escucharon un tono de voz que reconocieron como el de Lucy, y a la gente gritando y aplaudiendo con emoción después de su presentación y por aquellas que venían. Black Ocean sin duda había encendido los ánimos, todo el ambiente estaba cargado de emoción y de expectación por la próxima canción.

Y en la terraza, esas emociones se mezclaron con un poco de nostalgia y una calma que hace mucho no sentían.

―Oye, Dazai ―llamó Chuuya. Con un sonido suave y bajo, el otro le aseguró que lo estaba escuchando―. ¿Recuerdas ese día? Fue en este mismo local donde me presenté por primera vez.

―Sí, estuve ahí ―bromeó―. ¿Por qué? ¿Te sientes nostálgico, Chuuya?

―Un poco, estoy recordando uno de los peores días de mi vida ―respondió, mirando a la distancia, ignorando como la expresión a su lado decaía un poco con cada una de sus palabras.

Prometiendo que ese doloroso recordatorio valdría la pena, prosiguió.

―Realmente pensé que tuve mala suerte esa noche, quiero decir, me tomó más de dos malditos años superar a mi novio de la adolescencia, y cuando creí que ya nunca más lo vería, estaba ahí entre la gente escuchándome cantar el poema que nunca leyó. Sí, eso fue mala suerte.

―Chuuya, yo...

―Realmente quería a ese chico que me dejó atrás ―interrumpió―. Realmente lo amaba, pero nunca se lo dije. Aunque ahora no estoy seguro de si eso fue amor. Tal vez sí, pero muy, muy infantil. ¿Tú qué crees, Dazai? ¿Crees que ese chico me amó?

Bajando la cabeza y apretando los puños, Dazai asintió. Se obligó a calmarse, se obligó a aceptar el único lugar que podía obtener en el corazón de Chuuya, y volvió a hablar con un tono suave.

―Estoy seguro de que lo hizo ―respondió con sinceridad, con la mirada fija en la oscuridad de la calle, sin importar si Chuuya le creía o no―. Pero... ¿Eso importa ahora?

El pelirrojo negó.

―No, ya no importa. De todas formas, no podría corresponderle ―comentó. Dazai solo asintió, y antes de que el otro pudiera decir algo, Chuuya confesó―: Ya sabes, no me gustan los chicos de dieciocho años, y ahora mismo estoy enamorado de un escritor.

Ah, la expresión que Dazai le dirigió era un poema, de aquellos que podía releer una y otra vez hasta aprenderlos de memoria. Los versos de confusión y sorpresa estaban escritos en su rostro, intentaba comprender lo que Chuuya acababa de confesar, temeroso de haber escuchado mal, o tal vez de que estuviese hablando de otro escritor.

A su mirada conmocionada, a esa suave ansiedad y esperanza reflejada en su rostro, Chuuya le sonrió con suavidad y seguridad.

Idiota, no existía nadie más. Incluso si intentaba buscar otro, incluso si estaba bien o mal, al final del día esa playa de aguas azules y arena rojiza siempre chocaba con un bosque a mitad del otoño.

Y estaba cansado de temer. Estaba cansado de mirar desde lejos todo lo que quería y huir en cuanto tuviera la oportunidad de alcanzarlo. E incluso si jamás llegaba a tocarlo, estaba bien. Tomaría el riesgo, sin importar si ese momento duraba un segundo, años o toda la vida.

―Es un idiota, pero realmente me gusta, y aunque intenté que no sucediera, sucedió. Así que solo espero que ese escritor también me quiera ―murmuró Chuuya, regresando la mirada al frente―, pero está bien si no lo hace.

―Lo hace ―respondió Dazai con demasiada rapidez. Chuuya regresó la mirada hacia los iris marrón rojizos tenuemente iluminados por la luz de la ciudad, escuchando atentamente cada palabra, decidiendo creer en ellas―. Él también... También tuvo mala suerte esa noche, porque recordó todo lo que hizo mal al dejar al chico que amaba, pero creo que fue lo mejor para ambos.

―¿Lo fue...?

―Sí, lo fue ―repitió Dazai―. Porque incluso si lamenta haberlo dejado atrás, realmente, realmente está enamorado del cantante de esta noche...

Cuando Chuuya se acercó a él y lo besó, ese beso se sintió perfecto.

No era su primer beso, pero se sintió como uno. Se sintió como aquel que Dazai le robó a Chuuya años atrás en la biblioteca de su secundaria, otra vez a solas, alejados del mundo que los rodeaba, cambiando los libros que los cubrían por la tenue oscuridad de la noche, y los ruidos de una escuela por las canciones dentro del local que sonaban por lo bajo para ellos.

Si era un sueño no querían despertar, si era realidad, entonces querían continuar despiertos.

Cuando se alejaron para tomar aire, con los brazos envueltos el uno en el otro, sosteniéndose mutuamente y la música de fondo, se miraron fijamente antes de intercambiar una sonrisa cómplice y volver a besarse. Asegurándose a través de ese gesto que todo era real, que la persona entre sus brazos era su amor de su adolescencia y, al mismo tiempo, una completamente diferente.

Y tal vez el beso de esa noche iniciaba algo totalmente diferente a lo que vivieron años atrás, pero en ese instante, con Chuuya entre sus brazos y sin el deseo de dejarlo ir otra vez, Dazai pensó que ese era el beso que le había prometido para después.

Ese era el beso que esperaron durante años, regresando en el momento adecuado. 



••••••••••••• (N/A) •••••••••••••

Las canciones que aparece en este capítulo es Passion de GRANRODEO. La traducción al ingles la tomé de la cuenta de X de  dazaiarchives.  

Por favor, comenta qué te pareció el capítulo, me gustaría mucho saber lo que piensas de la historia <3

¡Gracias por leer!

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