Culiacán, Sinaloa | Tiempo actual
Un día después.
Arianna Fernández.
— ¿Qué chingados quieres Vicente? ¿Ya me vas a traer a mi vieja?.
Suspire pesadamente al escucharlo.
— Quiero que me dejes despedirme de ella.
— No ni verga. Quiero que me la traigas ya.
— Solo vamos a ir a comer, Iván — Dije rodando los ojos.
— Acuérdate lo que acordamos, Arianna. De ti depende que ellos sigan vivos y que las cosas entre los Zambada mejoren.
Vicente me miró y negué.
— ¿Vas a venir o prefieres que mande por ti? Sirve que aprovecho la vuelta y te mando a tus cuñaditos en pedacitos — Dijo riendo.
— ¡Con mis hermanos, no pendejo! — Dijo gritando.
Iván comenzó a reír. Vicente apretó su mandíbula y yo solo pude formular un "tranquilo".
— Ya sabes lo que pido a cambio. Quiero a Arianna antes del medio día — Dijo y colgó.
— Nunca va a dejarnos en paz, Vicente. Es mejor que vuelva con él.
— No, Arianna, no. Estoy tratando de arreglar las cosas con un integrante de la DEA. Estoy tratando de vender a Iván para que nos deje en paz.
— ¿Estás loco? ¡Néstor, Alfredo o hasta Ovidio nos van a matar a todos!. Estas traicionando a tu propia organización. ¿Te estás dando cuenta de todo?.
— Tranquila, lo tengo todo bajo control. Ni Néstor ni Iván, ni nadie nos hará algo.
— Por favor, Vicente. No quiero meterlos más en problemas. La única forma de calmar todo esto ya la sabemos y no nos queda de otra.
— Arianna — Reprochó — Por favor, sólo te pido que dejes las cosas como están. No quiero verlos envueltos en problemas que yo misma ocasione.
Vicente maldijo por lo bajo y acaricie su mejilla.
...
— ¡Bienvenida a tu hogar, mi reina! — Dijo Iván en cuanto ingrese a la que en algún momento fue mi casa — La casa de la que nunca debiste salir.
Que soledad se respira en este lugar.
— ¿Ya están libres? — Rodó los ojos en cuanto los mencioné.
— Esos pendejos ya están con el otro idiota, pero no hablemos de ellos, mi reina. ¿Qué le parece si vamos a comer como en los viejos tiempos?.
— No tengo ganas de nada, Archivaldo — Suspire subiendo las escaleras a nuestra habitación.
— ¿Tan aburrida me la dejo aquel pendejo?.
— No quiero hablar de nadie. Estoy cansada y si puedes irte, mejor.
— Haber mija, usted no me va a correr de mi casa ni me va a tratar mal — Dijo apretando mis brazos con fuerza — ¿Me escuchaste? Tú estás conmigo porque eres mi trofeo. Quiero presumirle al pendejo de Vicente que no logró quedarse contigo. Ni en sus mejores sueños podrá tener lo que es mío.
— Tu sabes muy bien porque estoy contigo.
— ¿Lo amas? ¿Amas a ese pinché vato pendejo? — Gritó — Contéstame.
— No, no lo amo, así como tampoco te amo a ti.
— ¿Qué mamadas estás diciendo?.
— ¡Lo que estás escuchando! ¡Que te odio, te detesto y me das asco! — Sentí mi mejilla arder. Iván me había soltado una cachetada tan fuerte que mi labio se rompió.
Caí al piso y me jalo de mi cabello haciendo que lo mirara. Solté un fuerte grito al sentir un dolor en mi vientre bajo.
— Mírame, mírame bien y grábate mi cara, porque no soy ese pendejo y nunca lo volverás a ver. Voy a hacer que me odies más.
Sentí como pateo mi cuerpo. Ese dolor en mi vientre bajo se sintió aún más fuerte.
— ¡Te voy a dejar claro a quien es el que debes amar, perra! — Me levantó fuertemente y me aventó a la cama.
— ¡No, no, no quiero! — Dije removiéndome.
— ¡Quédate quieta, verga! — Apretó mis muñecas.
Solté una patada en su entrepierna logrando que me soltara y se removiera de dolor. Tome mi bolso y saqué mi teléfono. Salí de la habitación para poder marcarle a Vicente.
— ¿A quién vas a llamar perra? ¿Al pendejo de tu amante? — Dijo sin levantarse mientas se removía del dolor.
— Contesta, Vicente, contesta — Dije en voz baja.
— Mi reina, ¿qué pasa?.
Suspire con alivio al escuchar su voz.
— Vicente, necesito tu ayuda — Dije desesperada.
— ¿Qué te hizo ese pendejo?.
— Ven, en el camino te explico. Por favor, ven lo más rápido que puedas — Dije sin dejar de mirar el cuarto. No quería que Iván me quitara el teléfono.
— Ahorita mando a gente por ti, mi reina. Quédate donde estás, no te muevas de ahí.
— No, ven tú, por favor — Solté un quejido — Por favor, Vicente.
— Tranquila. Voy a ir lo más rápido que pueda, mi reina — Dijo y colgó.
— ¿Ya viene el príncipe en rescate de su amada? — Dijo riendo.
— Cállate imbecil — Dije con mis ojos llenos de lágrimas.
— ¿Cómo me dijiste, estupida? Repítemelo, perra — Apretó mis brazos con fuerza. Sus ojos estaban llenos de odio. Esa mirada tan fría y despiadada que daba miedo — No sabes cuánto detesto a las putas alzadas como tú. Por eso te voy a enseñar a respetarme.
Se acercó a mi y comenzó a besar mi cuello. Yo me quede inmóvil. El dolor que sentía en mi vientre era aún más fuerte que antes.
— Iván, no, por favor no — Dije sin dejar de llorar — Déjame, por favor. No me hagas esto.
— ¿Qué no te haga que? Antes lo hacíamos y bien que lo disfrutabas. ¿No me digas que aquel pendejo te cogia mejor que yo? — Dijo sin dejar de besarme.
— Suéltame, Iván — Dije removiéndome — ¡No quiero hacer nada contigo! ¡Suéltame!.
— No, no te voy a soltar. Quiero estar contigo y yo se que tu también lo quieres.
Seguí removiéndome. Mis lágrimas no paraban de caer.
— Ya puta madre. Quédate quieta y deja de hacer tanto escándalo, verga — Suspiró frustrado — Flojita y cooperando mi amor. No quiero seguir siendo agresivo contigo.
Suspiré cansada. No me quedaba de otra más que cooperar. Iván se deshizo de mi blusa y sus besos se dirigieron a mis pechos. No podía mentir y es que no estaba disfrutando nada de esto, al contrario, sentía asco al sentir sus manos acariciando mis senos y tocándome.
— Mhm que rico. No sabes cuanto extrañe estas hermosuras — Dijo sin dejar de succionar mis pechos — Que delicia mi amor. Ningunos como los tuyos.
Mordí mi labio evitando aguantar el llanto. La mirada de Iván se dirigió a mi y sonrió.
— Yo sabía que deseabas tanto esto como yo. Me extrañas igual que yo mi reina — Me cargo para llevarme a la cama, cuando la voz de Vicente lo detuvo.
— ¡Déjala, cabron! — Gritó Vicente.
— Que bueno que llegaste, para que veas como estoy con la mujer que tanto deseas. Y para tu mala suerte, que nunca podrás tener — Dijo riendo.
Mire suplicante a Vicente.
— Ven, mi reina — Me extendió su mano e inmediatamente la tomé — Tranquila, nadie va a lastimarte. Ya estoy aquí.
— ¡Qué románticos! Que desgracia que nunca van a poder estar juntos. Tú eres mía, Arianna. Que no se te olvide el trato que hicimos.
— Déjame en paz, Iván. Quédate con Jessica.
— Esa pinché vieja no para de hacerme dramas. Yo te quiero a ti. Ninguna es como usted mi reina y yo se que tú también me quieres a mi. ¿O prefieres estar con este pendejo?.
— Vicente vámonos — Lo mire suplicante.
Solté un quejido. De nueva cuenta ese dolor se apoderaba de mi.
— ¿Qué tienes, Arianna? — Me miró preocupado.
— Me duele mucho el vientre — Dije haciendo muecas de dolor.
— Vámonos a un hospital, pero ya — Dijo cargándome.
...
Abrí mis ojos encontrándome con Vicente, quien acariciaba y besaba mi mano. En cuanto vio que abrí los ojos me sonrió y beso mi mano.
— ¿Qué paso? ¿Por qué estoy aquí?.
— ¿Hasta cuando ibas a decirme que estabas embarazada?.
Lo mire asombrada.
— ¿Embarazada? Yo no estoy embarazada, ¿de qué hablas?.
— El doctor me lo confirmó. Quiero que me contestes algo y seas sincera — Trago saliva y asentí — ¿Iván te golpeó?.
— Si, pero, ¿por qué me preguntas eso?.
Apretó sus puños.
— Hijo de puta.
— ¿El bebé está bien, verdad? — Vicente no emitió ninguna palabra — Dime que si, por favor.
— Arianna no quiero ser quien te diga esto.
— ¡¿Qué pasa, Vicente!? — Gritó — ¡Dime!.
Trago saliva y mordió su labio.
— El bebé falleció. Tuviste un sangrado por los golpes que te dio Iván.
Una lagrima cayó por mi mejillas.
Holi hermosxs. Pobre Ari, no sale de una cuando ya está en otra.
¿Que les pareció este capítulo? Se que aún no llegamos a la meta, pero quería darles este capítulo de regalo por el apoyo que hemos recibido. Estoy agradecida con ustedxs🫰🏻❤️.
Meta: 89 votos y 19 comentarios
Espero que les esta gustando.