Casualidad...❞ |Mexico's hare...

By bad_la_hoja

6.5K 739 477

Era un nuevo ciclo escolar; el último grado, y ciertamente no esperaba que se llegara a complicar tanto. Día... More

00
01
02
03
04
05
06
07
08
09
10
12
13
14
15
16

11

255 40 56
By bad_la_hoja

Todo se había tornado un tanto extraño.

Y no había podido ignorarlo, era bastante obvio.

Después de la fiesta de Colombia no creyó que su relación con el estadounidense cambiaría, aún después de todo lo que había pasado. Pensó que quizá llegarían a convivir un poco más, pero que aquel jueguito de la fiesta solo había sido cosa de esa noche y ya, después de todo no tenía por qué ser diferente.

O eso pensó, porque tan pronto como llegó a la escuela el lunes siguiente, se dio cuenta de que al parecer había estado equivocado.

—Hello, darling —Se acercó USA a él tan pronto como lo vio llegar, dándole un rápido abrazo por la espalda que lo tomó desprevenido. —Te ves bien.

El primer instinto del latino fue apartarse, y sin antes averiguar de quién se trataba o de pensarlo si quiera, le soltó un madrazo en el hombro.

—¡Auch!

Con rapidez se separó y se dio la vuelta, y fue hasta entonces que se percató de quién era.

—¡Pendejo, no hagas eso! ¡Me asustaste! —Le reclamó molesto, volviendo a acercarse a él.

—Ow... sorry, no era mi intención —Se disculpó, sobándose. —Solo quería saludarte.

No fue sino hasta ese momento que el latino se sintió un poco culpable; después de todo el gringo no lo había hecho con mala intención, aunque de todos modos le había parecido raro.

Solo rodó los ojos, estando dispuesto a pasárselo, pero solo por esa vez.

—Perdón —Se disculpó, y acto seguido se dirigió hacia él. —Sana, sana, colita de rana, si no sanas hoy sanarás mañana —Canturreó tomando su brazo y sobándolo suavemente en el lugar donde había recibido el golpe, solo para que dejara de estar de chillón.

Una vez su "curación" hubo terminado, ambos se miraron y el más alto le sonrió.

—Ahora sí... Hola —Comenzó de nuevo éste último, usando ese tono dulce pero coqueto que tanto enfadaba al más bajo.

—Hola —Le respondió, sin percatarse de que aún mantenía una de sus manos sobre el hombro contrario.

—Cuánto tiempo...

—Ajá...

Y se miraron, no hicieron más que eso al mismo tiempo que un silencio les rodeó. USA con una sonrisa, México un tanto fastidiado, pero la verdad era que ambos se encontraban divertidos hasta cierto punto, solo que trataban de disimularlo, aunque uno lo hiciera mejor que el otro.

En ese momento alguien pareció llamar a USA a lo lejos, captando su atención. Éste dirigió su mirada hacia él antes de regresarla al hispano.

—Te veré en clase —Le dijo tras eso, pues tenía que hacer un par de cosas antes de que la jornada comenzara. El mexicano no pudo evitar sentir que aquello era más una advertencia que otra cosa, y algo le decía que no podría hacer nada para evitarlo.

—Sí...

Oh, y vaya que así fue.


Durante el resto de la semana estuvo teniendo ese tipo de encuentros con el estadounidense, y no pudo evitar pensar que aquella broma entre ambos ya se había extendido mucho. Al principio le pareció raro, pero con el tiempo se acostumbró.

USA le miraba, se acercaba, le coqueteaba y él le correspondía. No por algo en específico, sino solamente porque era divertido y fácil; nada era enserio y por lo tanto tampoco había responsabilidad de alguna clase, pero eso solo ellos lo sabían, y para los demás, aquellos que no tenían idea alguna de lo que ocurría, les había sido imposible no notarlos.

—Eh, marico ¿USA y tú se traen algo? —Le preguntó Venezuela en alguna ocasión, pues al sentarse junto al mexicano no había podido ignorar todas las visitas que el gringo le había hecho a su lugar para platicar con él.

—¡No, no! Solo estamos jugando —Fue todo lo que había respondido, y realmente no le estaba mintiendo.

O cuando Chile los había visto platicando animadamente justo antes de un receso, y le había sido inevitable ir a interrumpirlos.

—No te emocione' mucho weón, que México es mi pololo —Le advirtió al estadounidense, logrando sacarle una sonrisa a ambos.

—Permíteme dudarlo, my friend, es obvio que México me prefiere a mí —Le había retado, tomando la mano del mencionado para mostrársela unida a la suya.

—¿Eso qué? ¡Yo he comido en su casa! ¡He probado el pozole que prepara su mamá! —Exclamó, queriendo presumir. —...muy rico, por cierto.

Y el de origen Azteca soltó una carcajada.

—¡Se ven bien pendejos! —Les gritó. Eso sí que era verdad.

Como sea, aquellos coqueteos con el de cincuenta estrellas solo se limitaban a ser dentro del salón de clases en su mayoría del tiempo. Fuera de él casi no lo hacían y no porque hubieran más personas que pudieran ver, sino, porque durante los recesos casi no solían encontrarse; cada quién se iba a un lugar con sus amigos y ya no se movían de ahí.

A menos que casualmente llegaran a estar cerca del otro por alguna razón, entonces sí hablaban entre ellos un poco, pero esto no solía ocurrir con frecuencia y no volvían a verse hasta que era hora de regresar al salón.

Y era lo mismo a la hora de la salida; cada quien se iba tan rápido a su casa para prepararse que ya ni siquiera se encontraban sino hasta que empezaba su curso de preparación, pero tampoco ahí solían interactuar mucho, pues al no sentarse cerca no podían hablar entre clase, y cuando era hora de irse solo se despedían y ya estaba.

Dejando al gringo de lado, últimamente también había estado recibiendo con más frecuencia mensajes por parte de Canadá, aún cuando a penas intercambiaban palabra estando frente a frente.

Debido a que entre semana no le permitían usar su celular no siempre podía verlos, pero al regresar de la escuela revisaba sus conversaciones a escondidas y posteriormente respondía desde su computadora mientras fingía hacer tarea. Una estrategia que hasta entonces le había estado funcionando bastante bien.

De todos modos no habían hablado más que de cosas triviales: la escuela, las tareas, lo que hacían durante el día, etc. Nada demasiado relevante, pero cabe destacar que el mexicano había comenzado a notar cierta actitud extraña en el contrario, e imaginar a lo que se podría deber le causaba miedo; es por eso que prefería no pensar en ello y se tomaba su tiempo para responder.

Siguiendo con el tema, había algo a parte de todo que desde hace tiempo, pero principalmente esos días lo había estado fastidiando un poco, y era el hecho de que, de la nada, todos (o la mayoría) de las personas pertenecientes a su generación se habían enterado de que Canadá gustaba de él...

¿Que por qué eso era importante? Quién sabe ¿Por qué de repente parecía interesarle tanto a los demás su vida amorosa? Por chismosos, seguramente ¿Qué tenía de malo? ¡Nada! ¿Quién había esparcido el rumor? No lo sabía con certeza, aunque tenía una idea.

Sabía que Canadá no podría haber sido, era tan tímido que a penas y podía mantener una conversación con alguien que no fuera parte de sus amigos más cercanos, y estaba seguro de que ni siquiera a ellos les compartía mucho, por lo que no creía que el canadiense quisiera que todo eso se volviera publico, sino más bien habría preferido guardarlo para sí.

Así que la otra opción eran sus amigos, no precisamente aquellos más cercanos, sino esos que querían agradarle a todo el mundo y que por lo mismo no podían mantener la boca cerrada, así que iban esparciendo chismes a diestra y siniestra, quizá no con mala intención sino con el afán de ayudarlo, pero debía de admitir que la situación ya lo tenía un tanto irritado.

No podía evitar sentir que ahora los demás (en especial sus conocidos de otros salones) lo miraban como si ya estuviera "apartado" o "reservado" para el canadiense, y que forzosamente todos ellos querían que fueran pareja sin preguntarle su opinión siquiera.

Afortunadamente, en su salón casi nadie pensaba así.

En fin, para México todo aquello realmente daba igual, después de todo ni Estados Unidos ni Canadá eran quienes tenían su atención por completo, ya fuera consciente o no de eso.

Aquella persona, y la única que podía disponer de ese privilegio, era Rusia.

Sí, aún seguía con lo mismo, no podía evitarlo. Por alguna razón cada vez que el euroasiático estaba cerca su vista se desviaba inconscientemente hacia él y no podía dejar de verlo.

Todo lo que el otro hacía le parecía interesante, así fuera que solo estuviera leyendo, mirando algo o perdido sin hacer nada, cualquier cosa por más insignificante que fuera podía convertirse en algo especial si era él quien lo hacía.

Y ahí estaría México, observándolo con mucho gusto y celebrando en secreto cuando algo le saliera bien.

Por supuesto que no todo se basaba solo en eso, también habían convivido esos últimos días, tanto en el taller escolar como durante y después del curso. Algo que ciertamente alegraba al latino a más no poder.

Pero a pesar de saberlo en el fondo, se negaba a aceptarlo, y constantemente trataba de convencerse de que su reacción no era diferente de cuando hablaba con cualquier otra persona.

¿Qué pasaba entonces cuando ambos se encontraban y no le era tan sencillo enmascarar sus emociones?

Fácil: solo se dejaba llevar y rogaba a los dioses por no ser descubierto.

—¡Hey, Мексика! —Escuchó un llamado así como un toque en su espalda de repente.

Inevitablemente se volteó, un tanto sorprendido y desconcertado, encontrándose de inmediato con el ruso y el alemán frente a él.

Al instante, el mexicano pudo sentir como una ola de nervios le recorrió por todo el cuerpo ante dicha sorpresa, y cabe destacar que no fue el único, pues su amigo Chile, que le acompañaba en ese momento, también lo experimentó al percatarse de la presencia de Alemania.

Éste de igual forma le miró por un segundo, y sin tomarle demasiada importancia solo apartó la vista al poco tiempo, dando un paso hacia atrás para dejar que el ruso hablara con el de origen Azteca sobre lo que quería. Al verle, Chile le imitó y se alejó un poco de su amigo para no molestarlo, lanzando de vez en cuando miradas discretas al de gafas, aunque intentando no ser demasiado obvio.

—A-ah... Hola... —Saludó México al eslavo, intentando actuar tan normal como su repentino nerviosismo le permitía.

Rusia le sonrió, tan tranquilo como siempre.

—¿Qué tal?

—Ehh... bien, bien. Iba a comprar algo a la cooperativa ¿Y tú?

—Lo mismo —Respondió, y ambos asintieron sin dejar de mirarse.

El más bajo pasó saliva, aquello no dejaba de parecerle un poco raro, pues a pesar de llevarse bien no solían hablar mucho fuera del taller o del curso.

—¿Qué pasó? —Se apresuró a preguntar tras un corto silencio. Suponía que el otro se había acercado a él por una razón, no sólo para preguntarle por lo que hacía.

Rusia le miró algo apenado y se rascó la nuca con una sonrisa penosa.

—Ehh... es que yo...

—¿Tú qué? —Cuestionó el latino, cruzándose de brazos y teniendo una idea sobre lo que el otro diría.

—Es que tenía pensado comprar algo de comer... p-pero dejé una parte de mi dinero en el salón y no me alcanza con lo que traigo ahora...

El más bajo le miró, serio.

Así que eso era lo que quería...

—...Y me preguntaba si tú podrías prestarme un poco... ¡No tiene que ser todo! ¡Con una moneda es suficiente! —Se apresuró a decir. —O si no no pasa nada... puedo ir a preguntarle a alguien más...

—¿Y entonces por qué me pides a mí?

—Porque tú eres bueno conmigo... y me prestas cosas —Trató de convencerle. —Además, en caso de que aceptaras te prometo que te lo devolvería pronto.

México rodó los ojos, sin terminar por creerse aquel cuentito.

—Ajá ¿Así como con mi lápiz?

El norteamericano pudo escuchar como Alemania soltó una risa burlona más atrás de Rusia, quien se giró a verle molesto, con una clara mirada de advertencia que decía que no se metiera.

El otro siguió riendo, pero se dio media vuelta para que ya no lo vieran.

—¡Oh, por favor! Eso solo fue un momento de distracción sin sentido que no se volverá a repetir... —Aseguró. —Por favor...

México le miró, no del todo convencido, pues casi nunca le prestaba dinero a nadie que no fuera de sus amigos, principalmente porque prefería evitarse problemas.

Solo atinó a suspirar pesadamente, "¿Ya qué?" Pensó, igual todos sabíamos que se lo iba a dar.

—Mmm... está bien, pero solo porque me agarraste de buenas, wey —Aceptó al fin, metiendo una mano en su bolsillo para sacar el dinero. —¿Cuánto quieres?

Rusia, tratando de contener una sonrisa, pareció pensarlo.

—Con una moneda está bien, le pediré el resto a China.

México solo negó con la cabeza, y colocó sobre la mano ajena un par de monedas de más. El más alto le miró entre sorprendido y extrañado.

—¿Por qu...?

—Supongo que con eso te alcanza —Le interrumpió. —Así ya no tienes que andar de limosnero.

—N-no es necesario, no planeaba pedirte tanto...

El hispano se encogió de hombros.

—Gracias —Volvió a hablar el de ushanka, claramente avergonzado. —Te juro que te pagaré.

Los ojos de ambos chocaron por un momento, y en ese instante un cosquilleo recorrió la espalda del latino.

—Sí, sí wey, ya vete antes de que se acabe lo que sea que quieres —Le corrió, más que nada porque de nuevo comenzaba a sentirse raro en su presencia.

Ante eso, Rusia le dedicó una última sonrisa y posteriormente se fue junto al Alemán en dirección a la cooperativa. México se volteó hacia otro lado con un ligero rubor en las mejillas, Chile les siguió con la mirada hasta que los perdió de vista.

—Ni a mí me prestai tanto, weón ¿Qué chucha fue eso? —Le interrogó su amigo, con una sonrisa.

—Nada, wey —Evadió la pregunta, algo fastidiado por sentir su rostro caliente. —Ya vámonos, que sino se van a acabar las gorditas.


Y tal como lo prometió, esa misma tarde el ruso le devolvió lo que le había prestado una vez el curso hubo terminado.

Como ya era costumbre, tan pronto como el profesor España les dio su aprobación para irse, todos recogieron sus cosas y así lo hicieron, y el euroasiático esperó a que México saliera para caminar de regreso juntos. Tan pronto como lo vio, el latino se dirigió hacia él, y posteriormente emprendieron su caminata como cada día.

Ya no solían esperar al estadounidense, pues éste solo acostumbraba a despedirse desde lejos y tras eso se iba rápido y por su cuenta, por lo que sólo eran ellos dos.

—Toma, Мексика, muchas gracias de verdad —Le mencionó mientras caminaban, sacando de su bolsillo el dinero que el contrario le había prestado horas antes.

México lo tomó, y solo asintió suave en silencio.

—No hay de qué, cuando quieras —Respondió simple, mirando de reojo al contrario.

Éste le correspondió casi de inmediato, y un par de segundos después el más bajo apartó la vista. Por alguna razón últimamente no podía sostenerle mucho tiempo la mirada, lo cual era extraño, porque siempre había podido hacerlo con cualquiera.

Quería pensar que solo estaba distraído y que eso explicaba el por qué había perdido durante el último juego de miradas que había tenido con el ruso. Aunque seguía sin estar seguro, porque con el estadounidense no solía pasarle igual.

Precisamente un día antes de esto, mientras se hallaban en clase, el mexicano se había sentido especialmente aburrido, tanto que inclusive había dejado de prestar atención a lo que sea que el profesor estuviera diciendo al frente, pero en el momento no le importó perderse un poco de la clase, pues de la nada esa extraña necesidad de querer ver al otro se había plasmado en su interior, por lo que, dejándose guiar por la sensación, discretamente se giró y observó sobre su hombro.

De inmediato, sus pupilas enfocaron la imagen del euroasiático sentado en su lugar a un par de metros de él, manteniendo la mirada sobre España, que no dejaba de hablar. Parecía prestar atención, pero al mismo tiempo lucía cansado, y a decir verdad no era demasiado bueno para ocultarlo, pues se notaba a leguas que ya también estaba aburrido.

"¿Ya te quieres ir, eh? Al chile yo también", pensó mientras lo veía.

Quizá no fue del todo discreto, o solo fue casualidad, pero pasados un par de segundos Rusia también volteó a verlo y sus ojos chocaron como tantas veces antes, la diferencia fue que en esta ocasión ninguno apartó la mirada después de un tiempo, simplemente se quedaron ahí, viéndose.

Tal vez eso se hubiera podido convertir en algo raro e incómodo, pero no fue así, pues México pudo ver como el de ushanka entrecerró sus ojos sin dejar de verlo, y fue ahí cuando el latino lo comprendió todo: lo estaba retando a un juego de miradas.

Claramente aceptó, siempre había sido bastante bueno en esas cosas, pero no pudo evitar preocuparse cuando desde el principio le resultó difícil, mientras el contrario se notaba tan seguro y sereno.

La penetrante mirada azul, casi tirando a gris, de Rusia, se adentró en la suya sin ninguna dificultad, consiguiendo ponerle algo nervioso y al mismo tiempo que sus ojos comenzaran a arderle un poco. Aún así no se rindió, siguió adelante tanto como pudo.

Sin embargo, no contó con lo que pasó después. Y es que, en medio de aquella violenta batalla, el ruso sonrió, divertido. No fue una sonrisa gigante ni super expresiva, pero fue suficiente para distraer al más bajo, como si a pesar de la simpleza de todo realmente lo estuviera disfrutando, pasándosela bien.

Eso fue todo lo que necesitó, los ojos del más bajo se desviaron hacia sus labios, admirando en ellos la discreta y bella sonrisa que se formó...

Parpadeó.

Y entonces sí, el ruso sonrió en grande. Victorioso.

El latino se talló los ojos, impresionado ante su mísera derrota, y aún sin comprender del todo lo que acababa de pasar, volvió a mirar al otro, dedicándole una sonrisa apenada que Rusia correspondió.

Tras eso, ambos dieron aquel jueguito por terminado, y sintiéndose un poco mejor, cada quién regresó su vista hacia el español.


En fin, ese tipo de interacciones se habían estado repitiendo, y a pesar de que la tranquilidad, felicidad y diversión era evidente en los dos cada vez que estaban juntos, desgraciadamente para ambos aquello no duró mucho, pues pronto, hubo un factor que llegó a alterar ese sentimiento de bienestar.

Si bien es cierto que hasta ese entonces se la habían pasado bien, durante los días que vinieron después todo se tornó un poco raro.

Todo empezó desde que Canadá le había mandado el siguiente mensaje:

Bonjour Mexique

Quería preguntarte si aceptarías juntarte mañana 

conmigo en el segundo receso?

México lo leyó, y por no ser grosero, ni por tampoco saber cómo negarse, terminó aceptando.

Está bien.

Fue lo que respondió, sin tomarle importancia.

Así que al siguiente día así lo hicieron. Su jornada de clases transcurrió normal, y cuando la sexta hora terminó y sonó la campana que anunciaba el inicio del segundo receso, México y Chile fueron escaleras abajo, donde, al pie de éstas, Canadá lo estaba esperando como la primera vez.

—¿Vamos? —Le cuestionó el mexicano acercándose a él, tras haberse despedido de su amigo.

El más alto le respondió con nada más que un tímido asentimiento de cabeza. Acto seguido empezaron a caminar.

No fue tan diferente a la primera vez; Canadá seguía casi sin hablar y el mexicano ya no se esforzaba tanto por hacerlo, así que la mayoría del tiempo se mantenían en silencio y solo intercambiaban palabras de vez en cuando.

Aún así, no era un ambiente del todo incómodo. Al menos para México, aunque la verdad era que tampoco le estaba haciendo mucho caso al canadiense.

Nuevamente algo más había llamado su atención...

Y era que varias personas se les quedaban viendo, algunos más discretos que otros, pero lo hacían. Les seguían con la mirada, curiosos, unos cuantos inclusive asentían con la cabeza a Canadá, como si estuvieran orgullosos de él o algún pedo así.

No le extrañaba tanto por lo mismo de que sabía que se había extendido la noticia, pero sí que le fastidiaba un poco el hecho de que ya todos estuvieran suponiendo que salían o que iban en camino a ser "algo más" cuando realmente no era así.

Comprendió que en parte era su culpa, por haber aceptado juntarse con él y por aún no haberle aclarado las cosas.

Sí, tenía que hacerlo, y pronto.

—¿Y qué tal has estado? —Le cuestionó el más alto de la nada.

—Bien, bien... ¿Qué tal tú?

—Bien igual...

Ambos asintieron y nuevamente un silencio les rodeó.

Siguieron caminando, y entre eso la mente del latino sólo pensaba en alguna manera en la que decirle al otro que no estaba interesado en llegar a algo más con él.

De reojo distinguió a la silueta de Rusia, nuevamente en compañía de la finlandesa, y como en varias ocasiones anteriores, otra vez estaban discutiendo.

Ella se notaba más alterada. Él, como siempre, no decía nada; solo mantenía la mirada baja.

Ya no era raro verlos así, y a pesar de sentirse mal por el ruso, por eso mismo no les prestó tanta atención. Solo desvió su mirada y de nuevo regresó a pensar en cómo decirle lo que quería al canadiense.

¿Sería buena idea hacerlo en ese mismo momento, o debía esperar un poco más?

¿Qué palabras debía emplear para no sonar tan grosero? ¿Qué tono de voz debería utilizar?

¿Cómo debería empezar? ¿Era mejor una explicación detallada de sus razones o debía limitarse a una breve y concisa?

¿Qué pasaría después? ¿Canadá se lo tomaría bien? ¿Qué debía hacer en caso de que no?

Sin embargo, no pudo continuar con eso. De golpe todas esas preguntas desaparecieron de su mente como si nada, dejándola en blanco tan rápido que hasta se olvidó de ellas como si no importaran en lo más mínimo, y en su lugar, sintió como su nerviosismo al cuestionarse todo eso fue reemplazado por una ira creciente que le recorrió de arriba a abajo en tan solo un momento.

Sus ojos se abrieron grandes, y su sangre hirvió de rabia cuando más allá de donde estaban, a algunos cuantos metros, sus ojos nuevamente enfocaron la imagen de aquella tan conocida pareja a la que siempre observaba discutiendo. Normalmente no solía prestarle demasiada atención a ese asunto, después de todo no le correspondía, pero en ese momento pudo jurar que estuvo apunto de echar fuego por los ojos cuando al dirigirles la mirada una vez más, captó la imagen de ella: Finlandia, dándole una fuerte cachetada a Rusia.


...


Esa perra.

Esa maldita perra.

¿Quién chingados se creía para hacer algo así?

Volteó en todas direcciones para averiguar si alguien más se había percatado de aquello pero nada. Nadie les estaba prestando atención y si lo hacían no parecía importarles una puta mierda.

Indignado, siguió observando, y el ver como Rusia alzaba la mirada, sorprendido y consternado ante eso, le rompió el corazón.

Sus puños se apretaron fuertemente cuando a pesar de todo la chica siguió alegando, y tuvo que resistir el impulso de ir hasta allá, apartar al euroasiático de ella y ponerla en su lugar.

Quizá no precisamente a base de violencia, pero unas cuantas mentaditas de madre sí se iba a llevar.

¿Qué importaba si alguien lo veía? ¿Qué importaba si algún profesor se daba cuenta y lo mandaban a la dirección, lo castigaban o lo suspendían? Nada, estaba dispuesto a pasar por todo eso con tal de que la otra entendiera que si se metía con Rusia se metía con él.

Por un momento se imaginó haciendo todo eso: enfrentándola y saliendo victorioso, demostrándole al ruso que había alguien más a quién sí le importaba y con quien podría contar cuando lo necesitara, pero no lo hizo. De nuevo ese sentimiento de saber que no le correspondía se interpuso, es decir, ni siquiera sabía por qué estaban peleando.

Si Canadá dijo algo más en todo ese rato claramente no lo escuchó, de hecho se olvidó de su presencia en ese instante, estaba concentrado en ver lo que Rusia haría a continuación.

"Has algo... Dile algo al menos... Mándala a la verga..." pensaba sin parar, observando molesto todo el asunto.

Pero a pesar de no estar cerca ni de escuchar lo que decían, estuvo seguro de que eso no ocurrió. En cambio, solo bajó la mirada con impotencia, sintiéndose derrotado cuando observó a su amigo quedarse quieto sin hacer nada.

En ese momento sonó la campana, y a pesar de no quererlo, tuvo que volver a su salón en compañía del canadiense, quien al igual que él le miró un tanto decepcionado por otra vez no haber logrado entablar una conversación.

Finlandia se fue al momento, Rusia se tomó su tiempo, y tras eso también regresó a su respectivo salón. Justo antes de entrar en él pudo ver al latino y al canadiense despidiéndose el uno del otro, y luego de que cada quien se separó e ingresó a su grupo, él también se dignó a hacerlo.

Esa tarde, su caminata de regreso fue más silenciosa de lo normal.

—¿Así que le gustas a Canadá? —Preguntó de la nada mientras bajaban por la calle.

México solo se limitó a asentir, un tanto incómodo por la pregunta, la verdad era que no quería tocar el tema, pero eso le confirmó que Rusia también había escuchado sobre el rumor.

Por alguna razón no le gustó.

—Mhm...

—¿Y él te gusta?

—No —Respondió de inmediato, y no pudo evitar preguntarse si acaso alguien lo habría mandado a investigar sobre lo que pensaba, como con China.

El ruso solo asintió, no del todo convencido.

—Hoy los vi... —Reveló con un tono de voz bajo, quizá con cierto pesar.

México suspiró y dijo con desilusión:

—Sí, yo también te vi...

Ahora el más alto pareció inquietarse tras eso, pero no dijo nada sino hasta que fue hora de despedirse.

Y así pasaron los días; llenos de miradas, sentimientos de confusión y una profunda preocupación, después de todo cada uno tenía su respectiva razón para estar así.

En el caso de México, había vuelto a recibir otro mensaje de Canadá, uno que no se había atrevido a abrir.

Hola Mexique, como estás?

Disculpa si te molesto, pero quería decirte que 

a pesar de no convivir mucho durante este tiempo

 te has vuelto alguien muy importante y especial para mí...

Podríamos hablar algún día de estos a la hora del receso? 

Hay algo que quiero decirte... ♡

Un escalofrío le recorrió de arriba a abajo al leerlo en la notificación. Claramente sabía a lo que se refería.

Mierda, ya era demasiado tarde para pensar en algún plan de escape, y de inmediato se culpó por no haber hecho algo antes.

Aun así no abrió la conversación ni se dignó a contestar, esta vez sí usaría la excusa de no tener su celular entre semana para alargar lo más que se pudiera todo eso. Tenía la esperanza de que el contrario cambiara de opinión y se arrepintiera, o en su defecto, que se diera cuenta solo que no sentía nada por él.

No funcionó.

El viernes al fin llegó, e inevitablemente tuvo que enfrentarse a esa situación.

Su día había transcurrido como siempre; estaba feliz porque era fin de semana y aunque también fuera al curso los sábados y domingos, podría descansar un poco más. No contaba con que su tranquilidad se vería alterada si no hasta que al final del primer descanso Filipinas se acercó a él.

—Oye ¿Te importaría juntarte con Canadá al rato? Tiene algo que decirte, y al parecer no has visto sus mensajes.

En ese instante México supo que ya se lo había cargado la chingada, pero aún así se hizo el sorprendido.

—¿Ah sí? Chale ni tiempo he tenido de revisarlos... P-pero va, no hay pedo... al rato nos vemos... —Dijo tratando de ocultar la duda en su voz, y posteriormente se fue a su salón con rapidez.

—¿Crees que se te vaya a declarar, weón? —Le preguntó su amigo una vez ya ambos estuvieron dentro, mientras esperaban a que llegara el maestro.

—¡Pues sí, wey! ¿Sino para qué querría hablar conmigo? —Exclamó desesperado.

—¿Y qué le vai a decir?

—Pues que no me gusta...

—Porque te gusta Rusia.

El latino le miró, perplejo. Chile también lo hizo, esperando una respuesta en silencio.

—No me gusta Rusia...

Ambos intercambiaron miradas, de una manera bastante extraña.

—¿No te gusta Rusia?

—No... n-no sé... —Volvió a hablar, y se detuvo extrañado cuando se escuchó dudar. Sacudió la cabeza en señal de negación. —¡No! ¡No me gusta!

El chileno le miró, y luego se encogió de hombros.

—Okay.

Y dejaron el tema.

Por lo menos algunas horas, hasta que el reloj marcó la una de la tarde y el segundo descanso dio inicio.

México no quería salir, estaba nervioso y rogaba porque algo sucediera que le impidiera reunirse con el canadiense. Un pensamiento un tanto estúpido quizá, en el fondo sabía que era lo mejor terminar con todo eso de una vez, ¡Pero vamos! Rechazar a alguien, y más aún sabiendo que es buena persona, nunca es fácil.

Solo esperaba que todo saliera bien; que fuera rápido, que pudiera hacerlo con tacto y sobre todo que el otro no lo tomara a mal.

Porque si se ponía a llorar o algo así, entonces definitivamente no sabría qué hacer.

—¿Estás listo, wacho? —Le cuestionó el argentino, que ya sabía lo que pasaba, buscando animarle.

—Pues no wey, pero ya qué.

—Sé sensible, weón, no se lo digas igual de seco que cuando nos deseas feliz cumpleaños.

El contrario solo rodó los ojos, hubiera querido reírse de la broma, pero estaba demasiado nervioso como para hacerlo.

—Buena suerte, che.

Y todos bajaron las escaleras, pero para su sorpresa no había rastro ni de Canadá ni de alguno de sus amigos, por lo que decidieron esperar hasta que éste llegó algunos minutos después.

Al igual que las otras veces simplemente se saludaron, y cuando México y Canadá estuvieron juntos, los demás los dejaron y éstos iniciaron su caminata por el patio.

Sorpresivamente el de hoja de maple fue el primero en hablar, haciendo preguntas simples y usando oraciones cortas, pero lo intentaba, algo poco frecuente en él que México notó y por ende también trató de seguirle la conversación, manteniendo la tonta esperanza de que el otro olvidara aquello que quería decirle o en su defecto que ésto no fuera de gran importancia. Pero en el fondo sabía que no sería así.

Entre su paseo, nuevamente pudo descubrir a varias personas viéndolos, pero entre todas ellas solo había una que al instante reconoció y que sí le importó que lo viera.

Rusia se encontraba a la orilla del patio, al lado de una jardinera en compañía de su novia. Otra vez hablaban seriamente, pero al menos no había gritos ni golpes, aún.

Se siguieron con la mirada un segundo y después ambos la apartaron.

—¿Q-qué has hecho estos días? —Habló de nuevo el bicolor, recapturando su atención.

—Ehh, pues lo mismo de siempre, ya sabes; yendo a cursos, haciendo tareas, organizando proyectos... y así.

El otro asintió suave, y tragó saliva antes de volver a hablar.

—T-te dejé un mensaje...

La respiración del más bajo se aceleró al escucharle, pero nuevamente fingió sorpresa.

—A-ah sí... es que con lo ocupado que he estado ni siquiera pude verlo...

La tensión se sintió en el ambiente, ambos sabían lo que se venía, y dispuesto a terminar con eso de una vez por todas, el mexicano decidió seguir.

—¿Qué decía...?

Canadá se mordió los labios, nervioso. Sus ojos no podían mantenerse quietos y jugueteaba mucho con la orilla de su suéter.

—Que quería decirte algo...

Era ahora, era el momento.

Temblando, el de habla francesa sacó su celular de su bolsillo y posteriormente se lo extendió al latino. Éste lo tomó y miró lo que había en él.

Era un texto muy largo escrito en el bloc de notas, y al momento supo de qué se trataba.


...

Ok, eso era algo decepcionante, pero debió suponerlo sabiendo que el otro apenas podía intercambiar unas cuantas palabras con él.

Igual no dijo nada, simplemente suspiró antes de empezar a leer.

A decir verdad no era nada que no hubiera visto o escuchado antes; era una típica pero linda declaración de amor. Un tanto cursi, quizá, pero era linda, y sobre todo muy larga.

En pocas palabras decía algo así:

"Desde que te conocí no puedo dejar de pensar en ti. En tu hermosa sonrisa, en tus lindos ojos, en lo que podríamos ser tú y yo. Sé que aún no nos conocemos muy bien, pero por favor dame una oportunidad. Te prometo que daré lo mejor de mí, que no te decepcionaré y que siempre te cuidaré, y que no encontrarás a alguien que te quiera tanto como yo..."

Mientras leía, no pudo evitar que una pequeña sonrisa se formara en sus labios. Era lindo saber que alguien podía pensar en él de esa manera cuando había veces en las que se sentía todo lo contrario, y le alegraba saber que, aunque no fuera intencional, había logrado hacer feliz a una persona simplemente por ser él.

Pero al poco tiempo su sonrisa desapareció al saber que aquello no duraría mucho, que en los próximos minutos sometería a alguien que de verdad lo quería en, probablemente, uno de los mayores sufrimientos que cualquiera podría experimentar.

Se lamentó por eso: por no poder corresponder al más alto aun cuando sus sentimientos eran reales. Era algo de lo que muchos se quejaban hoy en día, porque deseaban ser amados de manera incondicional y ahí estaba él a punto de rechazar a alguien que sí lo hacía.

¿Y todo por qué? Por el simple pero duro hecho de que no se sentía igual.

Porque gracias a él aquella relación no podría funcionar.

Un poco más rápido, volvió a leer aquella nota, y cuando llegó a su final otra vez, simuló que aún no terminaba de leerla mientras formulaba en su cabeza las palabras que emplearía para expresarle su sentir al otro.

Pero hubo un momento en el que el silencio que les rodeó se volvió incómodo, y fue cuando el mexicano supo que ya no podía seguir alargando más esa situación.

Finalmente alzó la vista y con cautela le devolvió su celular.

—E-escucha... Agradezco mucho tus palabras, no tienes idea de cuánto. Eres una persona muy buena y linda, y me agradas mucho... p-pero me temo que no me siento igual...

Hizo una pequeña pausa para ver si el otro decía algo pero no lo hizo. Solo bajó la cabeza y pasó saliva, manteniéndose en silencio. En ningún momento le miró.

México sí lo hizo, y se sintió terrible.

—E-es que ahorita ando enfocado en estudiar para el examen y no puedo pensar en nada más... También tengo que asegurar que mi promedio sea tan alto como pueda para tener mayor oportunidad... No tengo tiempo para otras cosas, se supone que no debo distraerme...

Los ojos del canadiense se cristalizaron, sus labios temblaron ligeramente.

Haciendo un esfuerzo descomunal, pasó saliva y halló la manera de poder hablar sin que el nudo en su garganta se interpusiera.

—Y-y... ¿No hay alguien más...? —Preguntó al aire, aún sin mirarle.

En ese momento, de manera inconsciente, México levantó la vista y de inmediato sus ojos viajaron por sí solos hasta dar con la orilla del patio, junto a una de las jardineras. Ahí se detuvieron, y se centraron únicamente en observar a una de las dos personas que yacían ahí.

Y en ese instante, justo en ese mismo instante, ya fuera por casualidad, porque algo se lo dijo o porque simplemente quiso hacerlo, Rusia también volteó a verlo.

Dos pares de ojos chocaron en una intensa conexión.

Dos corazones latieron acelerados cuando al fin se encontraron.

Pero nuevamente aquello duraría poco, y tras un par de segundos su fugaz intercambio de miradas se convertiría en uno triste.

El euroasiático dejaría de prestar atención a lo que Finlandia le alegaba por mirar al mexicano, y ésta, al notar que no estaba siendo escuchada, voltearía totalmente molesta para descubrir qué es lo que tanto observaba el más alto.

Sus ojos también enfocaron al hispano y una mueca de confusión abundó en su rostro, pero no le tomó importancia alguna y de nuevo se dirigió hacia el de ushanka.

Con fuerza, tomó el mentón de éste y lo obligó a girar la cabeza para que otra vez la viera solo a ella. El mayor así lo hizo y entonces le pudo seguir reclamando.

México se sintió mal, pero no podía hacer nada.

—No... no lo hay.

Canadá solo asintió, luchando por no desmoronarse ahí mismo. El latino le brindó un medio abrazo mientras seguían caminando.

—Perdón...

Pronto la campana que anunciaba el final del receso volvió a sonar, y al escucharla ambos se dirigieron escaleras arriba en silencio.

Se detuvieron afuera del salón de la clase B y se pararon uno frente al otro. Se miraron, y entonces el latino se acercó para darle un abrazo.

Canadá sentía que debía irse en ese momento o de lo contrario las lágrimas se le saldrían sin poder hacer nada para evitarlo.

—Nos vemos...

Y entonces se separaron, el más alto ingresó de vuelta a su salón. México se tomó un poco más de tiempo para procesar antes de hacerlo él también.

No se percató, pero antes de marcharse, justo desde el interior del aula donde antes había entrado Canadá, otro chico lo miró a través de la ventana, lleno de tristeza.

Minutos antes había sido terminado por la chica finlandesa, pero de todos modos él ya sabía que aquello iba a ocurrir.

Ahora solo miraba al latino con pesar, había observado el abrazo que le brindó al canadiense antes de despedirse de él y otra punzada se había presentado en su pecho. Justo en ese momento Alemania se acercó para consolarlo, y con cierta lástima, éste le alentó a dejar de verlo.

Aquello no haría más que prolongar su dolor.

────────────────────── ✦

Espero que les haya gustado. Los tqm. <3

—Bad.

Continue Reading

You'll Also Like

678K 87.9K 63
"Y si no eres el amor de mi vida diré que me equivoque de vida y no de amor" Cuando Izuku observó como Kacchan le decía que sería padre, supo que en...
847K 126K 101
Toda su vida fue visto de menos y tratado mal por las personas que decían ser su familia, estaba cansado de que todas las noches llorara por aunque s...
195K 16.6K 35
|𝐀𝐑𝐓𝐈𝐒𝐓𝐒 𝐋𝐎𝐕𝐄| «El amor es el arte de crear por la sensación misma, sin esperar nada a cambio,más allá del placer mismo del acto creativo...
391K 25.9K 97
Todas las personas se cansan. Junior lo sabía y aun así continuó lastimando a quien estaba seguro que era el amor de su vida.