Leave the kiss for later [SKK]

Від LeoLunna

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Cuando Dazai se marchó de Yokohama, rompiendo su relación con Chuuya y dejando sin leer el poema que le escri... Більше

01. Dear first love...
I: Leave the kiss for later
II: But I wonder where were you?
III: Lonely street
IV: Contradictory words
V: Call me
VI: As it was
VII: Bad idea
VIII: Two fools
IX: Bother you
X: Step by step
XI: I wanna be yours
XII: Set fire to the rain
XIII: When the party's over
XIV: I can't handle change
XV: You're not sorry
XVI: Brotherhood
XVII: I'm a broken rose
XVIII: Stop, don't be so kind
XIX: Lost on you
XX: The night we met
XXI: Got the music in you
XXII: Close the book, turn on the music
XXIII: I know now, this is who I really am
XXIV: Autumn leaves on my skin
XXV: You were looking at me
02. I wrote this for you
I: You hear me?
II: Patience
III: Stop thinking
IV: Bittersweet symphony
V: Could it be easy this once?
VI: Tell me why
VII: Somebody that I used to know
VIII: All you had to do was stay
IX: The ending always stays the same
X: Turn around and make it alright
XI: Go that way
XII: The only exception
XIII: Sit down beside me
XV: It doesn't hurt me
XVI: Another love
XVII: Hold On
XVIII: Are you ready to love?
XIX: The world keeps on turning
XX: You look perfect

XIV: I'm never gonna leave you

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Від LeoLunna

El hecho de que tantos teléfonos comenzaran a sonar en ese momento fue extraño, mucho más cuando en su mesa cada uno de ellos recibió un mensaje al mismo tiempo.

Intercambiando una mirada entre sí, la banda, sin su vocalista, tomaron sus móviles esperando que fuese una nueva publicación de Guild Records sobre el concierto a menos de una semana, pero al abrir la notificación, ésta los llevó directamente a una publicación con reacciones que iban en aumento.

De alguna forma, esa maldita página "Huckleberry" había fotografiado a Akutagawa con su novio en esa cita tantas semanas atrás. El autor detrás de la publicación comentó que no había querido compartir esa imagen, ya que esperaba que Black Ocean renunciara a abrir el concierto por sí solo, pero ya que no lo hicieron, y porque creía que cualquiera otra banda era mejor que ellos, se vio en la obligación de publicarla. Esperaba que de esa forma "reconsideraran" su participación, o bien la del guitarrista principal.

Pero a Akutagawa no podía importarle menos las tontas excusas para exponerlo de esa forma. No podían importarle menos los desagradables comentarios que iban en aumento, ni tampoco la llamada de Fitzgerald. Solo le importó el hecho de que Atsushi estaba saliendo del comedor sin escuchar a nadie, ni a Lucy, ni a él que, ignorando el llamado de Gin y Tachihara, lo siguió.

Las miradas a su alrededor y los comentarios por lo bajo no le importaban. Que dijeran lo que quisieran de él, sabía el tipo de persona que era y no podía importarle menos lo que otros pensaran, pero Atsushi...

―¡Atsushi! ―llamó, pensando que al utilizar su nombre el chico se detendría, pero no lo hizo.

El albino no lo escuchó, siguió caminando sin mirar atrás, aunque por un momento su cuerpo se tambaleó y bajo el peso de la situación se detuvo. Necesitaba sentarse en cualquier lugar, pero antes de que pudiera encontrar una banca, Akutagawa lo alcanzó. Lo tomó desde el hombro y lo giró hacia su rostro, pero la mirada se mantuvo baja, responsabilizándose de lo que sucedió.

―Estaba seguro de que escuché el sonido de una cámara ese día... ―murmuró, sin mirar al pelinegro, sin escuchar nada, casi temblando―. Estaba seguro de que alguien nos seguía, pero pensé que solo estaba siendo paranoico, pensé qué...

Que todo estaba bien. Que podía disfrutar tranquilamente de su primera relación con el chico que siempre le gustó, incluso antes de conocerlo en persona. Pensó que podría olvidar el hecho de que vivían en una cultura tan conservadora que aprovecharía el más mínimo error para juzgarlo.

Pero su amor no era un error, ¿o sí? Su relación no lo era, pero para el público, para otras bandas, era una oportunidad.

Porque de eso se trataba todo, ¿no? Reducir la competencia, poner al público en contra de alguien que se escapaba de lo que todos pensaban que era "correcto". Cualquiera diría que era fácil ignorar todo ello, su mismo novio pensaba que no valía la pena escuchar lo que decían, pero solo estaban ignorando como era el mundo real.

Las personas eran una amalgama de grises, hipócritas que cambiaban sus discursos de acuerdo a lo que les convenía. A la gente le "importaba" el cómo vivían otros, especialmente aquellos que se convertían en figuras públicas. A las empresas y casas productoras también. Un solo rumor, un solo escándalo, podía arruinar todo. Akutagawa ya lo había experimentado, ¿no? Con cada uno de los comentarios que se alzaron cuando terminó con Higuchi, y la razón detrás de esto...

Pero ese momento fue una pequeña llovizna en comparación con el ahora.

―Tenemos que separarnos.

―¿Qué...?

―Déjame como el malo de esto ―murmuró Atsushi, pensando rápidamente como solucionar esa situación y los malos comentarios―. Di que esa fotografía está fuera de contexto, que estabas en Kameyama-koen acompañando a Gin en su sesión fotográfica, que yo los seguí y te obligué a besarme.

Debería funcionar eso, ¿no? Prácticamente, muchas personas lo vieron en cada una de las presentaciones de Black Ocean, y también alrededor de la banda.

Podía hacerse pasar como un "fan obsesivo" que hizo todo lo posible hasta lograr acercarse al guitarrista, que en más de una ocasión les dio "problemas", y que era el responsable de la ruptura del pelinegro con Higuchi y la posterior salida de la rubia de la banda. Podrían ocupar de excusas que no "entendió" la primera advertencia de quedarse lejos y volvió a buscar a Akutagawa.

Si ocupaban esa historia, tal vez podrían salvar la situación. Y si tenía que dejar a Akutagawa para que eso funcionara, para que la banda triunfara, lo haría incluso si dolía.

Pero no estaba considerando el dolor ajeno.

―¿Qué idioteces estás diciendo...? ―siseó el mayor, con la mandíbula tensa y apretando los hombros que sostenía―. ¡No voy a hacer eso! ¡No vamos a terminar por algo así!

―¡Akutagawa, el concierto es en menos de una semana!

―¡¿Te importa más el concierto que yo?! ―inquirió. Su voz fue casi como un golpe para Atsushi, uno que dio directamente a su corazón y que lo hizo tambalear cuando escuchó la voz rota del otro―. ¿Te importa más lo que otros dicen que yo...?

No, nadie le importaba más que él, pero estaba pensando en su bienestar. En sus metas, en la puerta que estaba a tan poco de abrirse para ellos, para él, en sus sueños...

Aunque ni siquiera sabía si la banda era realmente el sueño de Akutagawa, o simplemente algo que hacía porque lo disfrutaba. Algo en lo que encontró un consuelo, una forma de escapar del mundo, pero que no le importaba si tocaba para decenas de personas o para una sola.

A Akutagawa no le importaba si miles de personas le oían, mientras solo algunas lo hicieran era suficiente para él, y Atsushi aún no lo notaba. No lo notaba, aferrándose tanto a esa imagen de artista que poseía de él desde hace años, sin querer mirar más allá de la persona detrás del músico.

―¿Por qué eres tan terco? ―inquirió Atsushi, con voz temblorosa que no podía controlar el volumen de sus palabras―. ¡Solo estoy haciendo lo que creo mejor...!

―¡¿Mejor para quién?!

Sí, ¿para quién? Porque para ellos, no.

Estaban llamando demasiada atención, pensó Atsushi. Había tantas miradas sobre ellos, y las odiaba. Odiaba cada uno de esos ojos que les observaban como si fuesen bestias dentro de un circo. Odiaba los comentarios de aquella fotografía, odiaba los mensajes que estaba recibiendo de otras personas preguntando si era él quien estaba en la fotografía, o aquellos que aprovechaban la instancia para llamarlo por nombres horribles. Odiaba los mensajes de Mark, preguntándole si estaba bien y ofreciendo su apoyo. Odiaba la mirada de Akutagawa, a punto de romperse tanto como él.

Creyó que ese pequeño paraíso duraría hasta que fuese suficientemente fuerte como para soportar los malos comentarios y las miradas de la gente, pero no lo era. No quería escuchar los malos comentarios, no quería las miradas, ni hacia él, ni hacia Akutagawa. ¿Por qué no podían simplemente estar solos? ¿Por qué no podían estar solo ellos dos en un lugar donde a nadie le importara lo que hacían?

Porque en cualquier lugar recibirían comentarios. Mientras quisiera ver a Akutagawa arriba de un escenario, recibirían de todas formas esas palabras.

Soltando un suspiro tembloroso, dio un paso hacia adelante. Se quitó las manos ajenas de sobre los hombros, pero antes de que la mirada grisácea pudiera ensombrecerse bajo el dolor, envolvió sus brazos alrededor de su cuello y se aferró a él. Sentir los brazos de Akutagawa envolverlo inmediatamente le hizo soltar un tembloroso suspiro.

Si esa iba a ser la última vez que podía abrazarlo, quería sentirlo un poco más.

―No me gusta esto ―murmuró―. No puedo con esto...

―Atsushi...

―Necesito un poco de espacio ―interrumpió, volviendo a abrazarlo con fuerza una última vez, separándose lentamente para no perder su calor. Y con una mirada culpable, de quién no sabía que hacer, suplicó―. Por favor...

Supuso que debió verse realmente lamentable, porque el guitarrista asintió suavemente. No parecía contento, no le gustaba esa situación y su deseo de un poco de tiempo, pero lo aceptó. Con un poco de inseguridad, con un poco de temor, lo aceptó.

―Esto no se acabó, ¿lo entiendes? ―masculló, y casi, casi parecía haber un ligero temblor en su voz―. No me importa lo que digan, no voy a terminar contigo.

Atsushi solo pudo sonreirle, aunque estaba seguro de que esa mueca que le entregó ni siquiera podía ser considerada una sonrisa.

Aunque Akutagawa lo dejó ir, el deseo de estirar su mano y detenerlo se mantuvo en él, pero Atsushi se escapó de entre sus dedos antes de que pudiera pensar en nuevas soluciones a ese problema. De todas formas, no quería producirle más estrés, era suficiente con las miradas a su alrededor de aquellos que recibían la fotografía y lo reconocían en ella.

Era suficiente con la mirada preocupada que Chuuya le dio, de pie en la entrada de la cafetería junto a Lucy, con Gin y Dazai a sus espaldas observándolo entrar con preguntas entres los labios, pero que fueron ignoradas cuando el guitarrista, sin detenerse, se dirigió directamente a la persona que creía culpable.

Ella estaba ahí ese día, ¿no? Estaba en el mismo lugar en el cual la fotografía fue tomada.

Y antes de que la chica pudiera reaccionar, la tomó del antebrazo y la obligó tanto a levantarse como a darle la cara. El llamado de Gin y Chuuya a su espalda, o de los amigos de la rubia en la mesa, no pudieron importarle menos.

―¿Estás contenta ahora? ―inquirió, casi tirando de la chica de un lado a otro―. ¡¿Esto era lo que querías?!

―¡No sé de qué estás hablando, no fui yo! ―Se defendió Higuchi.

―¡Estabas ahí ese día!

―¡Ryuu, para ya! ―ordenó Chuuya, separándolos e interponiéndose entre ambos―. ¡No tienes pruebas de que fue Higuchi!

―¿Pruebas? ¿Crees que necesito más pruebas? ―Se burló, y sin ya poder acercarse a la chica, se conformó con apuntarla―. ¡Odia a Atsushi! Lo odia, y nunca pudo aceptar que me haya enamorado de él. ¡Ya hizo esto una vez! ¡Ya habló mierda de nosotros una vez!

―¡Sí, lo hice! ―admitió Higuchi, con manos temblorosas y miradas sobre ella―. Sí, lo odio. Es un idiota que actua inocentemente solo para conseguir lo que quiere, odio que te guste más de lo que alguna vez yo te gusté, y sí, hablé mierda de él tiempo atrás, ¡pero esta vez no fui yo!

Higuchi tomó su teléfono y luego se lo dio al pelinegro. Sus manos eran inseguras, pero aún así se mantuvo firme bajo la enfurecida mirada ajena.

―Revísalo. ―Le exigió a Akutagawa―. Revisa mi galería, mis redes, todo lo que quieras. Yo no publiqué esa foto, ese perfil no es mío.

De mala gana, Akutagawa lo hizo. Revisó todo lo que pudo, pasando desde los perfiles que él ya conocía, con contraseñas que no cambiaron en todo ese tiempo, hasta la galería donde aún tenía fotos de la época en la cual estuvieron juntos. Ninguna de sus cuentas principales estaba ligada a la de "Huckleberry", tampoco había señales de la fotografía de él y su novio.

Conteniendo un suspiro, volvió a darle el teléfono a la chica. Intercambió una mirada preocupada con Chuuya, luego con Gin. Se sintió atrapado. Si no fue Higuchi, ¿entonces quién? Necesitaba saberlo, al menos para golpear al idiota que le importaba tanto su vida privada. Pero volvía al mismo lugar, sin saber a dónde ir o qué hacer.

―Akutagawa ―llamó Dazai. Sin ánimo miró al mayor de reojo, sin importarle demasiado su presencia ahí―. Odio decir esto, porque odio a ese bastardo, pero puedo pedirle a mi antiguo compañero de piso que rastree al dueño de ese perfil.

―En serio, ¿me vas a ayudar ahora? ―Se burló.

―Soy un poco sobreprotector con Atsushi, no quiero que hablen mierdas de él ―se defendió Dazai―. Aunque me hubiera gustado saber antes que estaban saliendo.

Akutagawa desvió el rostro, sin responder. Volvió a mirar a Chuuya, esperando que el pelirrojo le dijera si es que podía confiar en el moreno o no. Chuuya le devolvió la mirada, luego la dirigió a Dazai, y antes de que pudiera decir cualquier cosa, sintió una caricia en el dorso de su mano, suave y tenuemente fría, pero mucho más cálida que años atrás.

―Chuuya, quédate con Akutagawa ―aconsejó Dazai―. Iré por a Atsushi y de camino llamaré al idiota de Fyodor.

―¿Crees que Fyodor te va ayudar?

―Es una rata, le gusta el dinero y le pagaré por esto ―comentó, y la expresión en Dazai, la mirada que le dirigió y esa pequeña sonrisa, le dio un poco de seguridad.

No estaba solo en esto. No necesitaba ser él quien solucionara todo ese desastre por su cuenta, podía confiar en Dazai para apoyarlo.

―Te llamaré después, ¿sí? ―prometió, y antes de marcharse, volvió a dirigir su mirada al pelinegro―. Akutagawa, todo estará bien.

El chico desvió la mirada una vez más, negándose a creerle. Prácticamente conocía al moreno desde hace tres años, y no había sido nada más que un pedazo de mierda con él antes y después de que Chuuya estuviera con ellos. No podía creerle tan fácilmente, incluso si decía que en parte lo hacía por el bien de Atsushi.

Pero sí Chuuya estaba dispuesto a confiar en Dazai, entonces también tendría que hacerlo.

En el momento en que asintió, aceptando su ayuda, su teléfono comenzó a sonar. Su corazón se detuvo por un momento, pensando que se trataba del albino y que estaba dispuesto a ignorar todos los malos comentarios, pero en el identificador de llamada estaba el nombre de Fitzgerald otra vez.

Ah, genial, otro problema más. Intercambió una mirada tensa con Gin y Chuuya, y con ambos a su siga, uniéndose a ellos Tachihara y Kajii en el camino a otro lugar de la universidad, salieron del comedor principal. Mientras la banda se dirigía hacia la izquierda, con Akutagawa respondiendo la llamada de Fitzgerald, Dazai se desvió hacia la derecha; hacia la salida de los terrenos de Kyodai, tomando los caminos que lo llevaban hacia las residencias para los estudiantes.

Atsushi tenía la tendencia de aislarse del mundo y esconderse en su "lugar seguro" cuando los sucesos a su alrededor lo superaban. Para ese momento del día, no le parecería extraño que pudiera tener su habitación para sí solo, su compañero de cuarto debería estar en clases. Sin embargo, sabía que el chico no necesitaba tener mucho tiempo de soledad, o pensaría demasiado, y todos quienes lo conocían estaban conscientes de esa característica de su persona.

Por eso, cuando llegó a la habitación del albino, no le sorprendió ver a Lucy frente a su puerta, intentando que el chico le abriera. La pelirroja estuvo con ellos hasta antes de que Akutagawa culpara a su exnovia de los sucesos. Dazai la vio seguir a Atsushi en cuanto tuvo la oportunidad.

Tenía una buena amiga, incluso si no quería abrirle la puerta a ésta.

―Que gatito más terco ―bromeó, deteniéndose junto a la pelirroja que tan solo le dio una mirada de pies a cabeza. Sin embargo, Dazai no se la regresó. Posó su palma sobre la madera, empujando suavemente hasta escuchar el cerrojo crujir―. Atsushi, ábreme la puerta. No puedo creer que nunca me hayas dicho que estabas saliendo con Akutagawa. Ah, ¡qué injusto! Incluso tuve que darte "la charla" y explicarte lo básico sobre el sexo sin saber que estabas pensando en hacer eso con él.

A pesar de sus bromas, el silencio al otro lado se mantuvo. No se oía ni siquiera un murmullo, ni un solo movimiento, ni el susurro de una canción reproduciéndose.

Qué difícil, pensó Dazai, y si hubiera sido la persona que alguna vez fue, hubiera dejado al chico ahí solo con sus pensamientos hasta que quisiera salir a tomar buenas o malas decisiones, pero no esta vez. Tal vez no podría hacerlo abrir la puerta, pero sí darle un poco de tranquilidad.

―Sé que es una situación compleja —habló, sin esperar una respuesta desde el otro lado de la puerta―. Estoy seguro de que estás pensando: "¿Por qué parece que todos, excepto yo, parecen haber olvidado que a la gente le importan este tipo de tonterías?".

Silencio otra vez. Sin palabras, sin respiraciones pesadas, pero con el suave ruido de unos pies arrastrándose contra la madera. Bien, al menos el chico lo estaba escuchando, así como la pelirroja a su lado que parecía haber entendido que la mejor opción era dejarle ese momento a él.

―Atsushi, entiendo eso ―murmuró, manteniendo una voz uniforme, comprensiva y tranquila―. También tuve que esconder mi relación con Chuuya cuando éramos adolescentes porque, bueno, nuestros padres eran realmente algo a lo que temer, y sé que no es la misma situación ahora, pero lo entiendo. Entiendo que no quieras que nadie los mire ni los apunte con el dedo. También sentí ese miedo, Atsushi, especialmente en los momentos en que casi nos descubren, y mucho más cuando mi padre se enteró de que yo...

La garganta se le cerró por sí sola. Había pasado tanto tiempo, tantas noches sin dormir y tanto dolor, pero incluso si aceptó y se reconcilió con esos sucesos del pasado, con esos sentimientos de temor y frustración, decirlos en voz alta aún le producía un suave temblor en las manos.

Pero ya no era ese niño que vivió cada una de esas malas experiencias, recordó. Ya no necesitaba temerle a un fantasma que jamás volvería a acercarse a él. Así que, con fuerza, controlando y sosteniendo su propio futuro y emociones, apretó los puños y luego los aligeró, liberando la tensión de sus manos para que pudieran ser tomadas por otros.

―Cuando todo se fue al diablo y nos descubrieron, prácticamente huí siguiendo algo más "seguro", incluso si era una mentira ―relató, sin querer profundizar en más―. Creí que era lo mejor para mi, que era lo que necesitaba, pero incluso si es así, me arrepiento de haberlo hecho.

Decir esas palabras en voz alta se sentía tan extraño, pero al mismo tiempo liberador. Casi era como derribar esos últimos ladrillos de una muralla detrás de la cual se escondió durante tantos años, negándose a mirar hacia fuera, y al mismo tiempo, impidiendo que otros lo vieran. Producía un poco de miedo sentirse tan descubierto, pero no podía detener sus palabras, admitiendo tantas cosas que guardó y que fingió no sentir.

―Me arrepiento de dejar a Chuuya ―confesó suavemente, abrazando la agridulce sensación que se extendió por su pecho―. Me arrepiento de no haber buscado otra solución que lo involucrara a él y ambos salir de esa situación. Lo amaba, aún lo amo, ¿puedes creer que nunca se lo confesé? Y ahora no puedo decírselo.

Inhaló con fuerza, sosteniendo su corazón. Ese momento no era para que se lamentara de las palabras que nunca podría decir, en los "te amo" que tanto quería darle al pelirrojo y que este se negaba a escuchar. Primero, necesitaba ayudar al chico al otro lado de la puerta, luego pensaría en escribir cientos de relatos románticos que tal vez algún día Chuuya leería.

―Y amas a Akutagawa, ¿no? ―preguntó Dazai, aunque era más una afirmación. Al otro lado hubo silencio, pero esa fue una respuesta más que suficiente―. Es así, lo amas, así que no tomes una decisión de la cual después te arrepientas, incluso si crees que es lo mejor para él.

Pasaron unos segundos carentes de sonido antes de que se escuchara el cerrojo ser desbloqueado. Dazai dio un paso hacia atrás, Lucy hizo lo mismo, quedándose hombro a hombros mientras la puerta se abría y se asomaba primero un cabello albino que bien conocían.

Atsushi no se veía bien. Incluso si solo pasaron un par de minutos, casi una hora, desde la publicación de esa fotografía y ese momento, el chico parecía que estuvo días encerrado en su habitación, pensando obsesivamente en alguna solución a ese problema que le permitiera quedarse junto al guitarrista que tanto quería, pero al final, ninguna idea dejaba en paz a su corazón.

Dazai tenía razón, no iba a negarlo. Era bastante obvio que esa admiración, ese "gustar" que sentía ya se transformó en un "amar" hace bastante tiempo. Y por ello, por esa emoción que no quería negar ante nadie, pero que al mismo tiempo era más fácil ocultar, se sintió atrapado y sin saber qué camino tomar.

―¿Qué debería hacer...? ―murmuró, mirando al mayor y buscando su guía―. La gente está diciendo tantas cosas...

―Déjalos que hablen, luego se aburrirán ―sugirió Dazai, y antes de que el chico pudiera refutar, agregó―: Y sí, sé que es diferente, porque prácticamente Akutagawa está entre la línea de ser un idiota como todos nosotros o una figura pública, pero lo único que debería importar es el talento, ¿no?

A la gente le gustaba juzgar. Tomarían hasta las características más pequeñas para juzgar y desvalorar el talento de alguien, incluso si ese gusto, pensamiento o comentario no le hacía daño a nadie más que a sí mismo. Siendo alguien reconocido por muchos, debían ser más cuidadosos con el ejemplo que daban, ya fuese negativo o positivo.

Y pensando en ese último término, Dazai alzó una de sus manos y revolvió el cabello blanquecino del chico, dándole una sonrisa tranquila en respuesta a la confusión en sus iris ámbar violetas.

―Tal vez con esto la gente deje de darle tanta importancia a ese "tipo" de cosas, y si no es así, si todo se vuelve más difícil, solo puedes tomar una decisión, Atsushi. O huyes de esto, o te mantienes de pie junto a Akutagawa.

El chico no respondió. Podía ver la duda y la inseguridad en él, sus pensamientos peleando sin descanso entre qué era lo mejor para todos en ese momento y en lo que era mejor solo para ellos. Y tal vez aún no llegaba a una decisión concreta, pero Dazai había logrado lo que quería y sabía que el chico tomaría la mejor elección. Solo necesitaba un poco de tiempo para pensar, compañía y un par de canciones. En ese momento, la soledad para él no era recomendable.

―¿Por qué no lo llevas a tu casa, le das un baño y lo alimentas? ―sugirió Dazai a Lucy―. Lo haría yo mismo, pero tengo que hacer un pacto con el diablo.

― Ni siquiera quiero saber de qué tipo de pacto estás hablando ―murmuró Lucy, sin embargo, el moreno había tenido una buena idea, y antes de que Atsushi quisiera volver a encerrarse, lo tomó desde la muñeca y lo jaló hacia ella―. Ven, no te daré un baño, pero sí te alimentaré y vamos a escuchar música, así que ve por esa enorme sudadera con un tigre estampado que tanto te gusta.

Atsushi no parecía tan animado con esas ideas, pero sabiendo que lo mejor no era estar solo en ese momento, asintió y volvió a su habitación. Dejó la puerta abierta y los otros dos pudieron verlo recoger un par de cosas y cubrirse con una sudadera oscura que, en vez de llevar un tigre estampado, tenía un dragón. Dazai sonrió para sí mismo. Sabía de quién era esa prenda.

Caminando detrás de los menores hacia la salida de la residencia, Dazai llamó a Fyodor. Se aseguró de estar a una distancia suficiente de Atsushi cuando el hombre al otro lado de la línea respondió, con voz hastiada y ese veneno al cual tan acostumbrado estaba.

¿Qué quieres, Dazai?

―¿Qué te hace pensar que quiero algo de ti?

No me llamarías si no quisieras algo.

El moreno tarareó una afirmación. Bien, eso le ahorraba tiempo y explicaciones innecesarias. Sin embargo, siempre había tiempo para fastidiar a Fyodor.

―Woah, alguien está de malhumor, ¿Nikolai no te está haciendo rezar por las noches? Pensé que iban a aprovechar el espacio ahora que no estoy. ―Se burló, y antes de que Fyodor pudiera colgar, agregó―: ¡Te tengo un trabajo interesante! Nada muy complicado, solo que rastrees la identidad del dueño de una cuenta.

Y si no es muy complicado, ¿por qué no lo haces tú?

No se lo dijo directamente, pero a él le tomaría más tiempo hacer el mismo trabajo que le estaba solicitando, y en ese momento, necesitaba respuestas lo antes posible. Y si bien odiaba admitirlo, Fyodor tenía más habilidades en la informática que él. ¡Claro, no porque fuera mejor que él! Sino porque cursaba esa especialidad y, de todas formas, ya que el pelinegro casi era un ermitaño, siempre estaba en casa o bien siempre traía consigo un portátil y todo era más fácil desde un computador.

Pero claro, Fyodor no necesitaba saber eso. Solo necesitaba callarse y trabajar para él.

―A mi me da pereza ―se excusó, y su voz tomó un tono molesto e impaciente―. Bueno, dime si vas a hacerlo o no. Si sigo escuchando tu voz, seguro que me contagias la anemia.

Eres un imbécil.

―No más que tú que sufriendo de anemia no dejas el té.

Al otro lado de la línea, el pelinegro soltó un quejido. Dazai no contuvo una carcajada, escuchar su irritación pagaba un poco de todo lo que sufrió viviendo con él. Lucy y Atsushi, que iban a varios pasos por delante, se giraron a mirarle, casi juzgándolo como un loco por la risa, pero con un solo gesto Dazai les comunicó que todo estaba bien y que siguieran caminando mientras él atendía su llamada de "trabajo".

Lo que sea, ¿quieres que consiga la identidad de alguien? Lo haré, pero te cobraré caro.

―Eso ya lo sabía, solo di tu precio, anémico.

Después de que consiga lo que quieres. Dame los detalles, ya me harté de tu voz.

―Yo también te quiero mucho, Fedya ―ironizó, imitando la voz de Nikolai al decir su meloso apodo para el pelinegro―, pero diez metros bajo tierra. Te enviaré un mensaje con los detalles.

Ambos colgaron al mismo tiempo.

Mientras acompañaba a los menores hasta la estación, le envió por mensaje cada uno de los detalles a Fyodor, desde la publicación original hasta una breve explicación de la situación y lo que necesitaba de él nuevamente. Le preguntó al pelinegro cuánto tiempo se demoraría, y aunque sabía que el otro hombre podía conseguir la información en menos de media hora, este le dijo que la recibiría durante el día, ya que tenía otras cosas que hacer, además de pensar en qué le pediría a Dazai como pago.

Ah, bastardo. Bien, lo que sea, al menos podía estar seguro de que la información que Fyodor le enviara sería verídica. Podía ser una rata desgraciada, pero al menos cada trabajo que le encargaba lo realizaba a la perfección.

Cuando se separó de Lucy y Atsushi, le envió un mensaje rápido a Chuuya, comentándole que Fyodor ya estaba trabajando en su encargo, y que ahora solo necesitaban esperar.

Tenía que confiar en que todo saldría bien. Aún necesitaba escuchar a Chuuya cantar.

[•••]

Akutagawa no respondió la llamada de Fitzgerald hasta que encontraron un lugar más privado y sin tantos oídos curiosos. Escondiéndose detrás del edificio principal de la Facultad de Humanidades, los otros integrantes de Black Ocean lo rodearon cuando aceptó la llamada y activó el altavoz.

No hubo un saludo del otro lado, tampoco un regaño, solo una pregunta.

¿Es cierto? ―preguntó Fitzgerald. No había enfado en su voz, tampoco alegría, pero la neutralidad en su tono les erizó la piel―. ¿Esa fotografía es real? ¿Y qué sucede con los rumores de antes sobre ti y ese mismo chico? ¿Hay algo que deba saber, Akutagawa?

Los integrantes miraron a su líder, cada uno con un grado distinto de preocupación y nerviosismo en sus semblantes. Chuuya murmuró su nombre por lo bajo, y al tenerlo a su derecha, sintió su mano posarse sobre su hombro, dispuesto a sostenerlo en ese momento o en otro. El toque lo sacó del breve vacío que envolvió su cabeza, haciéndole recuperar los pensamientos y los posibles futuros frente a ellos.

El guitarrista no respondió inmediatamente, pensando en sus palabras, en qué historia sería la correcta en ese momento. ¿Debería decirle a Fitzgerald la historia que Atsushi le propuso? ¿Dejar al albino como un vil acosador y que esa fotografía estaba fuera de contexto? ¿Que no existía nada entre ellos, ni que quería que siguiera siendo suyo? Era el camino más fácil, el que cualquiera escogería a puertas de una gran oportunidad que podía escapársele con un sí o un no.

Pero odiaba el camino fácil. Nunca pudo transitar por él, y no lo tomaría en esa ocasión. Atsushi era suyo y no iba a dejarlo.

―Lo es ―confesó, ignorando las miradas de sus integrantes a su alrededor que iban desde la sorpresa hasta el triunfo―. Esa fotografía y los rumores son reales. Ese chico es mi novio, ¿qué vas a hacer al respecto?

No quería que sus palabras se escucharan como un reto, pero fue imposible controlar la emoción. Fitzgerald suspiró, murmuró en su idioma natal algo sobre lo problemáticos que eran los jóvenes de hoy en día, y lo problemática que era a veces la sociedad japonesa, pero más allá de eso, no respondió.

Comentó que necesitaba hablar con los otros altos cargos de Guild Records y con la otra banda antes de poder tomar una decisión sobre Akutagawa y, especialmente, sobre Black Ocean. Por el momento, ellos tendrían que esperar. Les daría buenas o malas noticias en unos minutos o un par de horas más.

Cuando la llamada terminó, el silencio envolvió a la banda. Akutagawa miró a cada uno, a sus expresiones en blanco, a la falta de palabras y a esa puerta que acababa de cerrarse frente a ellos por su causa. Y no estaba acostumbrado a soltar tales palabras, pero no pudo evitar expresar una disculpa.

―Lo siento, yo...

Los otros cuatro, al mismo tiempo, soltaron un quejido de desagrado que calló cualquier palabra que el pelinegro quería agregar.

―Dios, no vuelvas a disculparte, eso fue raro ―pidió Chuuya.

―Sí, fue como probar uno de esos dulces de broma con sabor a vómito, no quiero volver a experimentarlo ―se quejó Tachihara. Asintiendo de acuerdo con el bajista, Kajii agregó:

―Me alegra saber que tenía razón. ¡Sabía que algo pasaba entre ustedes dos! ¡Sabía que se traían ganas! Ahora necesito todos los detalles.

―No, vete a la mierda, Kajii.

―Yo sigo impresionado de que salgas con Atsushi ―comentó el bajista―. Quiero decir, ¿qué te vio? Si eres todo mal humor, cinismo y con una insana obsesión por tu guitarra.

―Sí, ya casi parecía que te follabas a tu guitarra ―dijo Kajii, y por inercia, Chuuya tapó los oídos de Gin a la par que le dirigía su peor mirada al otro.

La chica soltó un suspiro, pensando para sí misma que había escuchado cosas peores salir de la boca de alguno de ellos durante el tiempo que llevaban como banda, pero si Chuuya quería actuar como el hermano mayor conservador, sobreprotector y que no decía malas palabras, no iba a impedírselo.

―Muchas gracias, no quería esa imagen mental ―dijo Chuuya.

―¿Te dije que lo imaginaras? Pero bueno, ¿quién soy yo para juzgar?

―Alguien a quien voy a vomitarle encima si no cierra la maldita boca.

―Qué asco, Chuuya. Al menos primero invítame un trago...

Antes de que el baterista pudiera terminar de hablar, el pelirrojo le golpeó la cabeza con fuerza. Kajii pareció querer protestar, pero con solo ver a Chuuya levantar su mano en amenaza, calló.

De un momento a otro, pareció que aquella oportunidad perdida pasó a segundo plano para cada uno de ellos. Akutagawa observó a Chuuya comenzar a discutir con Kajii sobre la cantidad de idioteces que salían de su boca, con Tachihara a un lado apoyando a su vocalista y Gin intentando calmar las cosas entre ellos. Ni siquiera estaban peleando por la llamada de Fitzgerald, ni siquiera parecían nerviosos o preocupados de que todo se hubiera ido al diablo para Black Ocean.

Era casi como si no les importara que Akutagawa los hubiera hecho perder la posibilidad de obtener una firma con un sello discográfico, como si no les preocupara que retrocedieran a la línea de salida otra vez. Estaban bien con el acto egoísta de Akutagawa. Estaban bien con su deseo de querer mantener a su lado a una de las pocas personas que realmente amaba, y que fuera fiel a sus propias convicciones. Y ver aquello, ver ese apoyo escondido entre golpes en la nuca y bromas sin sentido, sintió que no necesitaba llevar toda la responsabilidad de la banda sobre los hombros.

Mientras siguieran juntos, la música seguiría sonando.

―Habrá otras oportunidades, hermano ―comentó Gin, suavemente a su lado. La sonrisa que la chica le dio le hizo sentir más tranquilo y se reflejó en los otros rostros a su alrededor―. Además, aún no sabemos qué decisión tomará Fitzgerald.

―De todas formas, se viene la temporada de batallas de bandas en Kyoto ―agregó Tachihara, apoyando las palabras de la chica que lo observó con una discreta sonrisa―. Y Hirotsu, el dueño del Falling Camellia, dijo que siempre nos permitiría presentarnos en su local cuando quisiéramos. No todo se fue a la mierda, pero esperemos a que Fitzgerald nos contacte antes de pensar en qué hacer.

No era una persona tan paciente como parecía, pero ellos tenían razón. Debían esperar a que el productor les llamara o bien la página oficial de Guild Records lanzara un comunicado. Pero, ¿cuánto tiempo les tomaría darles una respuesta? Se preguntó, mientras su hermana lo tomaba de la muñeca y siguiendo a sus otros integrantes se alejaban de ese rincón de la universidad.

Aunque le quedaban un par de clases por el día, sabía que no podría concentrarse con todo lo que estaba sucediendo. Gin le sugirió ir a casa por lo que restara del día, preparar su té favorito e intentar no pensar en nada más, pero antes de que pudiera comentar al respecto, Chuuya se adelantó y dijo que era una idea perfecta. Y sin invitación, Tachihara y Kajii los siguieron hasta el departamento.

Lo entendía, ellos también querían una respuesta, y ya que seguramente Fitzgerald contactaría a Akutagawa antes que a nadie, lo mejor para ellos en ese momento era quedarse cerca.

En su departamento, cada uno se acomodó en un lugar distinto, revisando cada tanto los teléfonos y las cuentas oficiales de la banda o de la discográfica, evitando la publicación que les trajo problemas o los mensajes de gente desconocida que llegaban a sus redes sociales. Un mensaje de su ex vocalista, con el cual se había enfrentado tiempo atrás cuando ocurrió el problema con Higuchi, llegó a su bandeja de entrada, pero Akutagawa decidió ignorarlo y abrir su lista de contacto, buscando aquel apodo acompañado del emoticono de un corazón blanco y un tigre.

Quiso llamar a Atsushi, ya cansado de ese silencio entre ellos al cual no estaba acostumbrado, pero Chuuya le quitó el teléfono de entre las manos antes de que pudiera apretar el botón de llamada.

―Dale un poco de espacio ―le exigió―. Sé que quieres llamarlo y que odias toda esta situación, pero él te pidió un poco de espacio, ¿no?

―Eso puede significar cualquier cosa...

―Significa que el chico cree que es mejor que estén separados, lo sé ―comentó Chuuya, y le palmeó el hombro suavemente―. Tranquilo, Dazai ya habló con él. Dijo que logró darle un poco de "sentido" a lo que estaba pensando, y que ahora mismo está con Lucy.

Soltando un suspiro, Akutagawa asintió. Él y la chica no se llevaban tan bien, pero sabía que podía confiarle a Atsushi. Sabía que Lucy impediría que hiciera una estupidez y lo acompañaría hasta que la situación, o su mente, se calmara.

Pasó una hora sin noticias. Gin había preparado té para todos, mientras que Tachihara invadió su cocina y preparó algunos bocadillos, aunque él no tenía apetito y Chuuya le obligó a comer. Kajii intentó distraerlos hablando sobre cualquier cosa, incluso sobre los últimos experimentos químicos que estaba realizando en su especialidad, pero incluso si todos platicaron e intercambiaron una que otra mala broma, la tensión seguía ahí.

Ese pozo en sus estómagos, esa ansiedad y aceptación de que todo iba a salir mal se profundizaba. Deshacía la sonrisa en sus labios, les hacía encorvarse y bajar los hombros, fruncir los labios y preguntarse si eso había sido todo, si ese era el final de su camino o bien, como Tachihara dijo, aún podían seguir tocando juntos.

Y en el peor de los escenarios, había una sola posibilidad de que Black Ocean se mantuviera a flote, pensó Akutagawa. Existía una forma de que pudieran seguir creando música juntos, incluso si uno de ellos estaba fuera.

―Si todo sale mal, dejaré la banda ―dijo.

―Ryuu... ―murmuró Chuuya, pero el pelinegro no le dio oportunidad ni a él ni a los demás de responder.

―Gin pasará a ser la guitarrista principal, Tachihara será el líder, y yo aceptaré la propuesta de Fitzgerald ―comentó―. Me uniré a Guild Records como compositor, y si no es con ellos, intentaré postular a otra productora. Tal vez a PM Records o a Hunting Dogs Records. Pero seguiré escribiendo canciones para Black Ocean.

Miró a sus integrantes, a sus rostros tensos y serios, a esa confianza y familiaridad implícita entre ellos de la cual nunca hablaban. Sí, era la banda perfecta, la que durante mucho tiempo se esforzó por crear.

―No me importa estar arriba del escenario o detrás de escena ―aseguró―. Este es su sueño, y el mío era...

Poder vivir tranquilo. Con la gente que amaba a su alrededor, sin tener que preocuparse por si al día siguiente el desayuno no era suficiente para él y Gin, si su padre o madre estaban tirados en la sala aún borrachos o desaparecían por más de dos días, o si su tío los amenazaba con dejarlos sin donde ir si es que no le pagaba por "mantenerlos" bajo su custodia hasta que Ryuunosuke cumpliera la mayoría de edad.

Y su sueño ya se había cumplido. Gin estaba bien, él también. A veces era difícil, pero tenían un techo sobre ellos, la nevera estaba llena, cada uno tenía su propia cama y habitación. Tenían a Chuuya para apoyarse, Tachihara realmente quería y cuidaba de Gin, Kajii era un idiota, pero podía confiar en él, y tenía a Atsushi...

La música era algo que le gustaba, tanto como la literatura, pero a ambas podía dedicarse sin la necesidad de que miles de personas le observaran. Ya tenía lo que quería. Podía seguir escribiendo canciones y dejar que ellos las interpretaran por él.

―Guild Records publicó un comunicado ―informó Kajii, rompiendo ese breve momento de paz.

Inmediatamente, cada uno sacó sus teléfonos. Fingieron que las manos no les temblaban, y leyeron sintiendo que los latidos de su corazón se volvían erráticos y ruidosos.

"Ante los rumores que se han extendido sobre uno de los integrantes de la banda que abrirá el concierto próximo a realizarse, los encargados de la organización del evento y el canal principal de contacto con Black Ocean se han reunido a deliberar al respecto, y se ha confirmado de parte de los involucrados la veracidad de la fotografía y la relación entre ambos.

Desde el departamento de relaciones públicas de Guild Records, expresamos nuestro apoyo a las personas involucradas, declarando que nuestro mayor interés es la música y su difusión, y que respetamos las elecciones de vida de cada uno de nuestros artistas bajo el sello siempre y cuando sus actos no atenten contra su propio bienestar o el ajeno.

Ante ello, se informa a los asistentes al concierto que Black Ocean continuará siendo el encargado de abrir el espectáculo."

Sintiendo el peso del mundo levantarse de sus hombros, Akutagawa se dejó caer sobre el sofá. Sintió a Gin sentarse a su lado y apoyarse en él, también la mano de Chuuya frotar su espalda. Tachihara leyó lo que restaba del comunicado. Ante la gente que pedía un reembolso de su entrada, Guild Records había llegado a un acuerdo con la organizadora del evento para abrir un periodo de devolución durante cuarenta y ocho horas, pero la gente que iba a regresar su entrada era lo que menos les importaba.

Se centró en los comentarios, en aquellos que estaban de acuerdo con el comunicado y que esperarían ansiosos a que los idiotas regresaran las entradas para ellos comprar la suya. Por supuesto, los malos comentarios seguían apareciendo, pero no necesitaban centrarse en ellos.

―¡Una preocupación menos! ―dijo Tachihara, lanzando el teléfono a un lado y desplomándose al otro lado del sofá―. Solo espera a ver qué clase de idiotez dice la página de Huckleberry. ¿Deberíamos responder con nuestro propio comunicado?

―Tal vez en un rato ―comentó Chuuya, y luego miró al pelinegro―. ¿Fiztgerald te dijo algo sobre el comunicado?

Akutagawa asintió, y le enseñó el mensaje privado que el productor le había enviado solo unos segundos después de que Guild Records informara sobre su decisión.

―Dice que le da igual mis "gustos", que solo le interesa que acepte su propuesta de unirme como compositor ―respondió el guitarrista―. Ah, y que su esposa está "maravillada" con mi historia de amor, al parecer es una escritora y mi situación le dio una idea.

Ese hombre era todo un caso, pensó Chuuya, pero lo tenían de su lado. Seguramente, se paró frente a la junta directiva del sello discográfico y los convenció de lanzar ese comunicado, alegando que la relación de Akutagawa no importaba ni tenía mayor influencia en sus planes de convencer al chico de unirse al sello y pulir sus dotes de compositor. La otra banda también contactó al chico y mencionó que aún querían tocar una canción con él durante el concierto. Y con todo lo que sucedió, aquella que escogieron era perfecta.

Ryuunosuke no les quiso decir nada sobre esa canción, pero al pensar en su propia presentación, una idea surgió en Chuuya.

―Deberíamos cambiar una de las canciones ―comentó el pelirrojo―. Hay que abrir el concierto con otra.

―¿No es un poco tarde para eso? ―preguntó Tachihara―. No tenemos mucho tiempo para ensayar, el concierto es este fin de semana.

―Tenemos tiempo y ninguno tiene un examen pronto ―argumentó, y regresó su mirada al pelinegro―. Y tengo la canción perfecta en mente para todos los imbéciles que están hablando. Así que, Ryuu, ¿confías en mí?

Ni siquiera necesitaba preguntarlo. Mientras Chuuya le enseñaba la canción que tenía en mente a los otros, Akutagawa se alejó del salón y se marchó hacia su habitación con el teléfono en mano. Atsushi ya debería haber leído el comunicado, ¿no? Ya no tenía una excusa para seguir pensando en la tonta idea de separarse solo por el "qué dirán", y ya que el pelirrojo le dejó ir sin mayor problema, podía llamarlo.

Pero ni siquiera tuvo tiempo de apretar el botón de llamada cuando una entró. El apodo que le había dado, aquel que apuntaba a esa página que Akutagawa sabía que el chico manejaba desde hace años, apareció en la pantalla y no demoró en responder.

Ryuu, yo...

―No puedes terminar conmigo ―interrumpió, antes de que el chico pudiera decir algo más―. No por algo así. Si vas a dejarme, al menos que sea porque soy un imbécil, no porque a la gente le gusta hablar mierda.

Podía imaginar fácilmente su expresión, la sonrisa suave en sus labios y esa mueca de hastío, de quien sabía que ya había perdido contra él y que no podía hacer nada más que aceptar.

No lo haré. Lo siento si propuse algo así...

―Una disculpa no es suficiente ―declaró. Podía sentir la tensión venir desde el otro lado del teléfono, casi la preocupación, pero disipó esos sentimientos en su novio con solo un par de palabras―. Tendrás que venir a mi departamento, ahora mismo, y no te irás hasta mañana.

Quieres... ¿quieres que pase la noche contigo? ―balbuceó, sin saber qué responder―. Yo... no tengo un cambio de ropa conmigo, ni mis libros. Tengo clases por la mañana y ahora mismo estoy en el lugar de Lucy...

―No me importa, iré a buscarte. ―Volvió a interrumpir―. Aunque está la banda aquí. Seguro dirán idioteces, pero están bien con esto entre nosotros. Y tendremos que compartir mi cama porque la otra habitación es de Gin, pero...

Está bien, me quedaré contigo ―murmuró Atsushi, sin la necesidad de escuchar más―. De todas formas, pensaba en regresar pronto a mi dormitorio. Lucy es buena compañía, pero Mark está aquí y no tengo mucha energía para socializar ahora mismo.

―¿Qué hace ahí?

No podía verlo, pero estaba seguro de que Atsushi se alzó de hombros.

Ni idea, creo que quería algo de Lucy y cuando ella le dijo que yo estaba aquí, decidió venir ―respondió, y rápidamente agregó—: ¡Pero está bien, lo prometo! Ahora sabe que tengo novio y la verdad se ha portado bastante bien este rato...

Ni siquiera le sorprendía que ese chico estuviera ahí. Sabía que le gustaba su novio, y que en cada oportunidad que tenía se le acercaba. Controlar sus celos cada vez que Atsushi lo mencionaba fue difícil, pero nunca hubo nada que hiciera o dijera su novio que le hiciera dudar de la lealtad en su relación, así que se había acostumbrado a que Mark estuviera alrededor de vez en cuando.

Aunque le hubiese gustado que desde un principio su novio le dijera al otro chico que no quería nada con él, con algunos idiotas no se podía razonar. De todas formas, debía verle el lado bueno a la fotografía que les tomaron. Ahora Mark sabía que no tenía posibilidad, Atsushi era suyo.

―Está bien, lo que sea. Dame la dirección de Lucy, iré por ti.

Su novio tarareo una afirmación. Sin querer que la llamada terminara, murmuró que encendería el altavoz mientras escribía la dirección de su amiga en su chat. Atsushi balbuceó un par de cosas más, preguntando si podían pasar por su residencia para buscar algunas cosas que necesitaba al día siguiente, y mientras Akutagawa lo escuchaba hablar sobre cualquier trivialidad, también oyó una puerta de fondo abrirse. Atsushi no le dijo en qué lugar del departamento de su amiga estaba, pero intuyó que en la habitación de esta cuando le murmuró a la persona que ingresó que ya salía y volvía al salón.

Entonces, el sonido de un nuevo mensaje llegando a su teléfono lo distrajo de la puerta cerrándose al otro lado de la llamada.

Listo, te envíe la dirección. ¿En cuánto tiempo crees que...?

Y la llamada se terminó. El teléfono fue arrebatado por otro, escuchó tan solo el murmullo de su novio con una pregunta a medio formular, y luego el silencio.

―¿Atsushi...? ―murmuró, e intentó volver a llamar a su novio, pero nadie respondió.

Volvió a hacer lo mismo otra vez. Dos, tres veces más, pero Atsushi no volvió a responder. Algo estaba mal, una horrible sensación se instaló en la boca de su estómago. Releyendo el último mensaje, memorizó la dirección de la amiga de su novio y salió de la habitación, ignorando la mirada furiosa de su banda, que se tornó confusa cuando lo vieron pasar directamente hacia la salida.

―¿Ryuu? ¿A dónde demonios vas? ―preguntó Chuuya, y el pelirrojo se le acercó antes de que pudiera escaparse. Al ver su inquietud, el mayor llegó a sus propias conclusiones―. Mierda. Dazai también te envió la información a ti, ¿no? También quiero golpear a ese idiota, ¡pero ahora mismo no vale la pena!

―No tengo ni idea de lo que estás hablando ―respondió, impaciente y apretando el teléfono entre sus manos. Mientras más tiempo pasaba, peor era la sensación que sentía ―. Tengo que ir por Atsushi. Esta en el departamento de Lucy y ese idiota de Mark también...

―¿Mark? ―repitió Tachihara, caminando hacia él con Gin y Kajii a su siga―. No me jodas... Dime que no es un idiota llamado Mark Twain.

Akutagawa asintió, y el malestar que sentía aumentó cuando miró a Chuuya y encontró la respuesta que necesitaba en él. El pelirrojo suspiró, por un momento sin saber cómo transmitir la información entre sus manos.

―Dazai consiguió la identidad del bastardo detrás de Huckleberry ―explicó Chuuya, y le enseñó la fotografía del chico que ya conocía―. Es este idiota, Mark Twain.

[•••]

Lucy hizo lo que Dazai sugirió en cuanto llegaron al departamento. Sentó a Atsushi en el sofá, lo alimentó y reprodujo el playlist favorito del albino, saltándose las canciones de Black Ocean en ella puesto que sabía lo culpable que su amigo se sentía en ese momento, aunque no tenía responsabilidad de nada. ¿Qué de malo tenía una fotografía de él besando a su novio?

Claro, sabía lo que decía la gente, lo estúpida que podía llegar a ser y el complejo de mártir que su mejor amigo poseía, pero esperaba que el tiempo compartido con Akutagawa le hubiera contagiado ese sentimiento de "me importa una mierda lo que piense el resto" que el pelinegro llevaba con él.

Pero tal vez se equivocó al pensar en quién influyó a quién, porque ahora que miraba de cerca y recordaba esa expresión vulnerable en Akutagawa cuando discutía con Atsushi, supo quien verdaderamente se dejó influenciar por el otro.

Ah, el sueño de toda lectora de novela de dudoso romanticismo, lograr que el "chico malo" cambiara por ella, pensó Lucy. Y se hubiera burlado de la situación y de su amigo, sino fuera por lo lamentable que se veía sentado con las piernas cruzadas sobre el sofá, con la bolsa de papas fritas entre estas, el gorro de la oscura sudadera sobre la cabeza y buscando una canción en el reproductor.

―¿Te ha llamado? ―preguntó. Atsushi negó.

―Le pedí espacio ―respondió―. Le gusta fastidiarme, pero cuando le pido un poco de tiempo para pensar me lo da, incluso si no está de acuerdo...

―Mh, no pensé que iba a ser tan buen novio.

Atsushi sonrió para sí mismo. Ugh, odiaba la felicidad ajena, pero la de su mejor amigo podía soportarla un poco más.

―Supongo que eso significa que ya dejaste de pensar en la tonta idea de terminar con él por esta situación, ¿no? Ahora no está Dazai para persuadirte, y mis métodos son más violentos.

―Lo sé, ya conozco tus "métodos" ―bromeó. Sin embargo, aquella pequeña subida de ánimo rápidamente descendió―. Odio esta situación, odio que... digan tantas cosas, pero no quiero dejarlo.

―Por supuesto que no, te costó mucho conseguirlo.

―¡No lo digas como si fuese algo que robé!

―¡Pero si así fue! ―se defendió la chica―. Te fijaste en una persona con pareja.

―En teoría, me fijé en él cuando era soltero y antes que Higuchi.

―Mirar videos de él con una mala calidad a los dieciséis años no cuenta, Atsushi.

El albino refunfuñó. Murmuró por lo bajo que sí contaba. El timbre sonó en ese momento, cortando su discusión. Intercambiaron una mirada confundida, no habían ordenado nada para comer, y la mayoría de sus vecinos estaban fuera de casa en ese momento, así que no sabían de quién se trataba.

Con un quejido, Lucy se levantó, dejando al chico seguir escogiendo canciones a las cuales le subía el volumen poco a poco. Observó por la mirilla de quien se trataba, y su ceño inmediatamente se frunció. ¿Qué demonios quería Mark? Le escribió que no lo quería en su departamento, que estaría ocupada, y en ese momento Atsushi no necesitaba ver a nadie más, pero en sus mensajes con el otro guitarrista este no le respondió si desistió de su idea de visitarla o no, tan solo escribió que estaba preocupado por Atsushi, ya que era su amigo.

Claro, "amigo", se burló Lucy para sí misma. Un amigo habría captado la clara indirecta de que jamás iba a ser correspondido por mucho que lo intentara, habría entendido lo incómodo que algunas de sus acciones hacían sentir a Atsushi y, sin duda, no lo miraría como si quisiera devorarlo y solo estuviera esperando la oportunidad propicia para hacerlo.

Sin embargo, ya que sus mensajes no fueron escuchados, no le quedó otra que abrir la puerta y espantar al chico. Pero cuando abrió, Mark ni siquiera la miró. Buscó inmediatamente al albino en el interior del departamento.

―Hey, Atsushi sigue aquí, ¿no?

―¿Qué demonios? ¡Te dije que no vinieras!

―¡Y yo te dije que también soy su amigo! ―respondió Mark, y antes de que Lucy pudiera cerrar la puerta, entró y caminó directamente al chico en el sofá ―. ¡Hey, Atsushi! Lamento venir sin avisar, pero estaba preocupado... ¿estás bien?

El chico levantó la mirada de sobre su teléfono con genuina confusión y un poco de incomodidad escondida. Se obligó a darle una sonrisa al otro, pero Mark notó que esta no era sincera y aunque mantuvo la compostura, apretó los puños por lo bajo.

¿No podía darle ni siquiera una pequeña sonrisa? Qué injusto. Atsushi era tan injusto...

―Así que tú y ese chico, eh...―comentó, sentándose a su lado sin invitación e ignorando la expresión molesta con la cual Lucy lo miraba y cerraba la puerta, siempre vigilando cada uno de sus movimientos―. ¿Realmente son algo o esa foto es solo un error?

Esperaba que Atsushi lo negara. Que le diera un poco de esperanzas otra vez, incluso si era una mentira, pero el chico no lo hizo. Tal vez al comienzo, cuando la fotografía había sido publicada, le hubiera dicho a todos que esa imagen estaba fuera de contexto y que no era lo que parecía, pero en ese momento, con sentimientos de convicción y resignación a escuchar cualquier horrible cosa que les dijeran, asintió.

Y en esa afirmación no hubo más dudas. Había un poco de miedo, pero abrazaba la relación que siempre quiso.

―Es real ―confirmó―. Akutagawa es mi novio.

¿Desde hace cuánto tiempo? Quiso preguntar Mark. ¿Cuándo se enamoró de él? ¿Cuándo comenzaron a salir? ¿Hubiera tenido una oportunidad si hubiera conocido a Atsushi antes que Akutagawa? ¿Por qué ese chico y no él?

―No pensé que te gustara ese tipo de persona ―comentó.

―¿Qué quieres decir...? ―preguntó Atsushi, genuinamente a la defensiva con solo una mala mención del otro chico.

Realmente le molestaba.

―¡Nada, nada! Solo que parece bastante frío, quiero decir, sé que salió con otra chica antes que contigo, pero ni siquiera pareció importarle cuando terminó con ella. Es como si no se preocupara por nadie y tú eres tan...

―No lo conoces ―interrumpió Atsushi. Jamás había escuchado su voz tan amenazante y defensiva, como si se hubiera cansado de actuar amable con todos sin recibir el mismo trato―. Sí es un poco frío y parece que le importa una mierda todo, pero no es así. No hables de esa forma de mi novio.

Mark calló, su expresión se volvió agria e ignoró la mirada burlona que Lucy le envió desde el otro lado de la sala.

Inmediatamente el chico se recuperó, soltando una risa confiada y mascullando que era una broma, que era "genial" saber que su amigo estaba tan seguro de su relación, y cambió el tema de conversación.

Se relajó contra el sofá, como si estuviera completamente cómodo y los tres fueran los mejores amigos del mundo, hablando sobre cualquier otra cosa, a pesar de que la mayoría de las respuestas solo las obtuvo de Lucy, aunque la chica le siguió el juego más que nada para mantenerlo dentro de su campo de visión. Atsushi comentó tan solo un par de veces, estaba más preocupado de revisar la cuenta oficial de Guild Records o de cualquier otra relacionada con el concierto y la banda.

Imaginó que, para ese momento, Fitzgerald ya debería haber contactado a Akutagawa. Quería preguntarle si fue así, enviarle un mensaje o bien llamarlo. Dazai le aconsejó mantenerse a su lado en ese momento, ¿no? Bueno, estaba haciendo un trabajo de mierda como novio, pero estaba nervioso y quería primero tener buenas o malas noticias antes de contactarlo.

Pasaron solo veinte minutos en los cuales intentó no abrir la sala de chat con su novio o buscar su nombre en su lista de contacto. Guild Records aún no publicaba nada, los comentarios en la fotografía de Huckleberry seguían aumentando y aunque sabía que era masoquista leer las cosas horribles que decían, no podía evitarlo.

En algún punto, Lucy le quitó el teléfono de entre las manos y se lo quedó, ignorando la lamentable protesta del albino y tendiendole su propio móvil en cambio.

―Deja de leer esas estupideces ―le ordenó―. Ahí, sigue revisando mi playlist, busca alguna buena canción o algo, no te devolveré el teléfono.

―¡Pero Ryuu podría llamarme! ―se excusó―. ¡Y tal vez la cuenta de Guild Records publique algo sobre el concierto!

―Te devolveré el teléfono si eso sucede, ¡ahora deja de lloriquear!

Atsushi se quejó. Tiró con fuerza el gorro de la sudadera hasta que cubriera más parte de su cabeza, y descontento volvió a cambiar las canciones en la lista de reproducción de su mejor amiga, encargándose de la música que sonaba suavemente al fondo de ellos.

Cada una de las canciones que escogía eran románticas, notó Mark.

―¿Aún tienes la botella de sake que te regalé? ―preguntó Mark a Lucy, deseando una distracción―. O puedo ir a comprar un par de cervezas o algo, ya saben, para pasar el rato.

―Ugh, no, sabes que no soy fan del alcohol ―respondió la chica, y luego apuntó al albino refunfuñando en el sofá―. Y él es un desastre cuando bebe, no gracias, no quiero lidiar con más en este momento y... ¡Atsushi! ¡Deja de cambiar las canciones a la mitad!

El chico la ignoró. Los pequeños parlantes acomodados a cada lado del televisor frente al sofá comenzaron a reproducir una canción, y Lucy supuso que esa era la escogida, ya que Atsushi dejó el teléfono a un lado y simplemente escuchó la música, ignorando todo lo demás.

Bien, al menos eso lo distraería, pensó. Su amigo ya parecía un poco más tranquilo y cuando reconoció la canción que sonaba de fondo, "Jump then fall", soltó un falso quejido exasperado que se volvió más fuerte cuando su mejor amigo cantó por lo bajo.

I like the way you sound in the morning

We're on the phone and without a warning

I realize your laugh is the best sound

I have ever heard

I like the way I can't keep my focus

I watch you talk, you didn't notice

I hear the words but all I can think is

We should be together

Every time you smile, I smile

And every time you shine, I'll shine for you

―Dios, eres tan asquerosamente cursi ―se burló Lucy, y tomó el teléfono de su amigo que guardaba en uno de sus bolsillos. Conocía su contraseña. No era la fecha de su cumpleaños ni la de su novio, tampoco la del día en que comenzaron a salir, sino aquella primera noche en que pudo ver una presentación en vivo de la banda―. Déjame grabarte, se lo enviaré a Akutagawa.

―¡No hagas eso!

―¡Vamos, le gustará! ―insistió Lucy―. Esto le asegurará que sigues enamorado de él y que ya no estás pensando en terminar la relación.

―¡Deja de recordarme eso! ―rogó Atsushi, ignorando la mirada confundida del otro chico en la sala―. ¡Entré en pánico y no sabía qué hacer! No quería que hablaran mal de él o de la banda...

―Pero si ibas a permitir que hablaran mal de ti, otra vez ―señaló la chica, y luego miró a Mark casi buscando apoyo de él―. ¿Puedes creer el complejo de mártir que tiene este idiota? A veces no sé si necesito cuidarlo más o darle un golpe, creo que ambas opciones son necesarias.

Mark no respondió. Miró al par de amigos discutir entre ellos, ignorándolo una vez más. La música continuó sonando de fondo, llevando en ella los sentimientos de Atsushi que jamás dirigiría hacia él. Quiso preguntar a qué se refería Lucy cuando mencionó que el albino pensó en terminar con Akutagawa, pero esa declaración lo decía todo. Y nuevamente, sabiendo que no lo estaban observando, apretó los puños y mantuvo el rostro sereno.

Tan cerca. Había estado tan cerca, pero aún podía ganar un poco, aún quedaba la posibilidad de que la banda o bien Akutagawa decidiera dar un paso al costado y desistiera de abrir el concierto.

Pero el teléfono de Atsushi, en la mano de Lucy, se iluminó con una notificación, y el albino logró leer que informaba sobre una publicación de parte de Guild Records. La velocidad con la cual recuperó su móvil fue casi inhumana, la pelirroja ni siquiera tuvo tiempo de reaccionar, pero el alivio que cubrió el rostro de su mejor amigo le dijo todo lo que necesitaba.

―Black Ocean abrirá el concierto ―dijo, mirando a su mejor amiga―. Les dio igual la fotografía, mierda, seguramente Fitzgerald llamó a Ryuu para confirmar si era verdad y él...

No lo negó. No negó su relación. No tenía ni idea de qué le dijo a Fitzgerald para que este aceptara y lanzara ese comunicado, pero ya no importaba. No pensó en ese positivo escenario, creyó que ni siquiera era posible de que ambas cosas sucedieran: que Black Ocean continuara avanzando, y que Akutagawa siguiera siendo suyo.

―Tengo que llamarlo ―dijo con impaciencia, levantándose del sofá―. Lucy, ¿puedo ocupar tu habitación?

―¿Para qué preguntas?

Le dio una sonrisa a su mejor amiga antes de marcharse a su cuarto. Mark ni siquiera lo miró de reojo, se centró en su teléfono y también leyó la nueva información.

Cerró la puerta de la habitación de Lucy antes de marcar el número de su novio. Sentía el nerviosismo tensionarle el abdomen, y este llegó a su punto máximo cuando la persona al otro lado respondió. Ni siquiera pudo decir más de tres palabras antes de que Akutagawa hablara.

Lo dejó hablar, sonriendo suavemente a nadie en la habitación mientras escuchaba su voz, pensando y riendo para sí mismo que no lo dejaría por imbécil, y sabía que eso solo sucedería si ponían en juego la lealtad tácita entre ambos, o porque simplemente sus sentimientos cambiaron, pero mientras aquello no ocurriera nunca iba a dejarlo.

Escuchar que quería que pasara la noche en su departamento hizo revivir el nerviosismo, pero aquel sentimiento era más suave, más inclinado a la anticipación de conocer el hogar de su novio y los rincones en los cuales a veces se pasaba la noche componiendo canciones.

Quería ir. No le mintió al decirle que no se sentía tan cómodo con Mark allí. Con él a su alrededor, no podía platicar a gusto con Lucy. Había bromas que solo él y su mejor amiga entendían, cosas que nadie más sabía y una comodidad que solo sentía con ella, Akutagawa y sus otros amigos, pero no con Mark. Además, ¿cómo iba a negarse después de que el pelinegro le dijera que vendría por él? Era casi como el tipo de tonto y cursi sueño que tuvo cuando era adolescente.

No creyó que a Lucy le importara que le diera su dirección a Akutagawa, de todas formas, su novio no aparecería por el lugar sin previo aviso o solo porque sí. Dejó la llamada en altavoz mientras abría su sala de chat y compartía la ubicación, escribiéndole sobre esto también a su amiga, aunque pudo solo gritarle hacia la sala. Lucy respondió con solo un pulgar arriba.

Cuando la puerta se abrió, creyó que se trataba de ella, pero mientras se giraba y comentaba que ya terminaba la llamada y volvía al salón a esperar a que su novio viniera por él, se encontró con Mark. El chico se disculpó por interrumpirle. Por lo bajo, para que solo Atsushi lo escuchara, le comentó que estaba pensando en pedir pizza o algo para comer. De seguro alcanzaría a tomar al menos un trozo, pensó el albino. Asintiendo, volvió la mirada a su teléfono.

Y ya que estaba dándole la espalda a la puerta, cuando escuchó esta cerrarse, pensó que el otro se había marchado. Sin embargo, a causa de su propia voz, no escuchó el pestillo girar y bloquear la puerta.

―Listo, te envié la dirección. ¿En cuánto tiempo crees que...?

No pudo terminar la frase. Mark le quitó el teléfono de entre las manos y colgó la llamada. Luego, cuando Atsushi intentó recuperar el aparato, el chico lo guardó en el bolsillo trasero de su pantalón y se apoyó contra la puerta, bloqueando toda salida.

―¿Qué estás haciendo? ―inquirió, confundido, casi pensando que era una broma―. Devuélveme el teléfono, Mark, ¿qué te sucede?

―Estoy un poco herido, Atsushi ―murmuró, mirándolo con una combinación de sentimientos que comenzaban desde la ira y la frustración, y se profundizaban en otros más oscuros―. Pudiste decirme que estabas saliendo con alguien y yo no hubiera perdido el tiempo, como un imbécil, intentando que te fijaras en mí. ¿O te gustaba tener la atención de dos a la vez?

El teléfono volvió a sonar. Dos, tres veces más, y luego se quedó en silencio, profundizando aquel a su alrededor.

―¿De qué estás hablando? ―murmuró Atsushi―. Siempre te dije que no estaba interesado...

―Sí, claro, siempre lo dijiste ―ironizó, y levantándose de contra la puerta, avanzó hacia el albino―. Y luego me sonreías bonito, me hablabas con suavidad... ¿Qué significaba eso, Atsushi? La forma en que siempre me saludabas con una sonrisa cuando pasaba por el local y te quedabas a charlar un rato conmigo. Nos llevábamos bien. Sabía que no me correspondías, ¡pero pensé que si me esforzaba un poco podría llegar a gustarte! Pensé que tenía una oportunidad, que solo necesitábamos conocernos más.

Se burló de sí mismo, mirando a Atsushi con una expresión rota, tan herida como enfadada, cansada y hastiada de todo.

―Y mientras tanto, mientras pensaba en como acercarme, a donde llevarte a salir o lo que sea, estabas con él.

De solo pensar en todo lo que hacían, en todo lo que Akutagawa podía experimentar con Atsushi, mientras él pensaba que solo tenía que esforzarse un poco más para que el chico le diera una oportunidad, lo enfurecía.

¿Qué tan lejos llegó con él? ¿Qué tanto hicieron mientras el mantenía un poco de esperanza? ¿Llegaron hasta solo un par de caricias o se acostaron? ¿Atsushi había sido contaminado por ese diablo?

No era justo, quería una compensación. La expresión culpable de Atsushi no era suficiente, no lo hacía sentir mejor. Ni sus palabras, ni su rostro preocupado que poco a poco se tornaba ansioso, asustado de que esa discusión llegara a más.

―Lamento si te di una idea equivocada, solo estaba siendo amable, quería que fuéramos amigos ―murmuró Atsushi. Se escuchaba sincero, pero ¿lo era?―. Mark, lo siento. De verdad, lamento si te dañé. Eres un buen amigo, por favor, ¿devuélveme el teléfono? ¿Déjame salir?

Mark le sonrió. Se rio suavemente entre dientes, casi con adoración, casi burlándose, mientras avanzaba y lo acorralaba.

―Eres tan bonito ―comentó, mirándole de pies a cabeza como si estuviera hambriento y él fuese la última comida que probaría, avanzando más y más. La desesperación creció en sus ojos bicolores, mientras el chico lo obligaba a retroceder hasta tocar el borde de la cama―. Queriendo convencerme con palabras suaves, ¿también le hablas así a él? ¿Con esa misma voz le ruegas? ¡Qué envidia! ¿Por qué él, Atsushi? ¿Qué tiene de interesante? Yo te trataría mucho mejor.

Su teléfono volvió a sonar, repitiendo la misma canción que configuró para cada vez que su novio lo llamara. Mark sacó el aparato robado del bolsillo trasero de su pantalón, leyendo el nombre en la pantalla, en la llamada que seguía llegando cada vez con más desesperación. Su expresión se agrio al leer el nombre, aquel simple "Ryuu" acompañado de la imagen de un corazón negro y una guitarra.

En un instante, pensando que el otro estaba distraído, Atsushi se abalanzó e intentó quitarle el teléfono. Pensó en tumbarlo y salir, pero no había considerado como la tensión que sentía le afectó a su cuerpo.

La adrenalina le hizo dar pasos endebles y movimientos fuertes difíciles de controlar. Mark parecía haber considerado que eso podía ocurrir. Lo esquivó, aún sosteniendo el teléfono con una sola mano, y con la otra lo empujó. Aprovechó el impulso que el albino había tomado para hacerle chocar contra la puerta, su cuerpo golpeando la dura superficie, el dolor punzante en el hombro le distrajo de lo que sucedía a su alrededor, y aunque fue un solo segundo, Mark lo aprovechó.

Lanzó el teléfono y se acercó antes de que Atsushi pudiera reaccionar. Con las manos sosteniendo fuertemente sus hombros, lo hizo darse la vuelta y volvió a empujarlo. Esta vez, su espalda y la parte posterior de su cráneo se golpeó contra la madera, quitándole el aliento y aturdiéndolo a la vez. Escuchó un suave crujido, pero no sabía si fue de la madera o de su cabeza.

El dolor le hizo sentir mareado, y el tono de llamada sonando contra sus oídos aumentó la horrible sensación. La habitación giraba a su alrededor y Mark volvió a hacer que su cabeza golpeara la puerta. El dolor fue tanto que sus ojos dejaron de enfocar correctamente.

El sonido debió llamar la atención de Lucy, puesto que escuchó la voz de la chica gritar su nombre al otro lado de la puerta, golpeando con fuerza la madera cuando se dio cuenta de que Mark estaba adentro también.

Pero, por supuesto, no tenía la fuerza suficiente para abrir y entrar a ayudar a su mejor amigo.

Antes de que pudiera recuperarse, Mark agarró sus muñecas y posicionó una de sus piernas entre las suyas. Con su rodilla rozó su entrepierna adrede, luego apego sus caderas. El quejido asustado que el otro soltó, lo tomó por uno de excitación.

―No eres justo, Atsushi ―murmuró, besando su mejilla, ignorando lo mucho que se removía el otro cuerpo. Se frotó contra él, presionándolo contra la puerta, besando de su rostro a su cuello, tomando sus muñecas con solo una de sus manos para poder meter la otra bajo la oscura sudadera y volviendo a golpear su cabeza contra la madera cuando el chico parecía recuperarse―. ¡Mira lo que me obligas a hacer! Tranquilo, solo voy a tomar un poco de ti. Me merezco una compensación, ¿no?

―Déjame...

―Lo haré, bonito, pero después ―prometió, olisqueando su cabello, pasando sus manos por su piel hasta llegar al botón del pantalón―. Al menos, sé mío una vez.

—No, no, no. ¡Déjame, yo no...!

Atrapó su boca en un beso forzado, obligándolo a entreabrir los labios para meter su lengua en él. Se sintió horrible. Se sintió atrapado, la cabeza le dolía, y la frustración aumentaba. ¿Por qué su cuerpo no estaba luchando? ¿Por qué se entumeció? Debería poder sobrellevar el dolor detrás de su cráneo, la adrenalina debería funcionar, pero no lo hacía.

En el fondo de su cabeza estaba gritándole a sus músculos que reaccionaran, pero cuando no lo hicieron, cuando Mark logró desabrocharle el pantalón, lo obligó a moverse lejos de la puerta, empujándolo a la cama con el rostro enterrado entre las sábanas, su cabeza solo repitió un "no, no, no" constante.

Lo sintió posicionarse detrás de su cuerpo, sus manos recorriendo todo lo que podía, la dureza de su entrepierna presionado contra su carne, una mano posándose en su cabeza sin importar las manchas rojizas que se aferraron a su palma, manteniéndolo quieto, mientras la otra le bajaba la ropa.

Atsushi cerró los ojos, escuchando una voz que lo llamaba y otros golpes en la puerta, pero no podía estar seguro de que fueran reales, su cabeza estaba confundida a causa del dolor, y realmente prefería en ese momento que su mente disociara.

Solo pudo desear que eso terminara pronto, que Akutagawa lo perdonara, y la puerta crujió con fuerza, el pestillo empujado hasta el límite, rompiendo la madera.

[•••]

―¡Mark! ¡Abre la maldita puerta! ―exigió Lucy cuando comprendió lo que estaba sucediendo allí dentro.

Golpeó la madera con fuerza hasta que su mano se enrojeció, gritó, intentó empujar la puerta y se desesperó cuándo algo chocó contra el otro lado.

Escuchó un quejido de dolor, era la voz de Atsushi, y decidió que necesitaba buscar ayuda, pero ¿quien? Sus vecinos eran unos idiotas, no la ayudarían. Podía llamar al conserje del edificio, pero tendría que bajar al primer piso y no quería marcharse. No sabía que podía hacer Mark.

Solo había una persona en la que podía confiar en ese momento, quien ya debería estar llegando a su lugar, y mientras marcaba su número, agradeció a ese cantante que la convenció de guardar su información de contacto tiempo atrás.

―Por favor, por favor, por favor, responde ―rogó, y sintió que el alma se le escapaba cuando el otro contestó―. ¡Akutagawa! ¡Dime que estás llegando!

―¡¿Dónde está Atsushi?! ― preguntó el otro, sin importarle nada más.

Alguien le quitó el teléfono. La voz de Chuuya resonó contra sus oídos. Se escuchaba agitado al igual que el guitarrista, como si hubieran corrido hacía allí.

¡Estamos subiendo, nos falta un piso! ¡¿Qué departamento es?!

Lucy balbuceó nerviosamente el número y corrió hacia la puerta, abriéndola en el preciso instante en que los cinco integrantes de la banda aparecieron por la salida que llevaba a las escaleras de emergencia. Les hizo una seña y se apartó de la entrada, guiándolos directamente a la puerta bloqueada de su habitación.

Entendieron rápidamente la situación, y el guitarrista no demoró en intentar entrar, empujando la madera con su cuerpo sin resultados. La puerta no se movió ni siquiera cuando el bajista también intentó ayudarlo.

―¡Atsushi! ― llamó Akutagawa, intentando abrirse paso con la ayuda de Tachihara―. ¡Mierda...!

―¡Ryuu, hazte a un lado! ¡Gin, ayúdame! Tú tienes más fuerza en las piernas —exigió el pelirrojo, y antes de que él y la otra chica pudieran patear la puerta, miró a Lucy―. Te pagaré esto después.

Solo bastaron dos patadas de ambos para que la madera alrededor de la cerradura cediera y la puerta se abriera. Chuuya fue el primero en entrar, abalanzándose a golpear al chico que mantenía quieto al otro en la cama, dándole una patada que lo hizo caer de la cama, y otra más ya en el suelo para mantenerlo ahí.

Akutagawa se dirigió inmediatamente hacia su novio. Aunque quería golpear a Mark, Atsushi era su prioridad. Dejó que Chuuya se encargará de él y se acercó al albino en la cama con la ropa desarreglada que no acababa de entender qué sucedió en menos de diez segundos.

―¡Atsushi! ―llamó, tomando al chico por los hombros y arrepintiéndose cuando este en primera instancia se exaltó e intentó alejarse.

Sin embargo, cuando se dio cuenta de que se trataba de Akutagawa, que Mark estaba lejos de él y que estaba a salvo, se derrumbó. Se apoyó contra su cuerpo, dejando caer la cabeza dolida y mareada sobre el hombro ajeno, aferrándose a la ropa del otro con manos temblorosas y endebles.

―Lo siento ―murmuró con la voz ahogada―. No pude, no pude...

―¡Qué bonito! Vinieron a salvarte, aunque parecen más matones que héroes. ―Se burló Mark, contra el piso de la habitación. La sangre le caía desde la nariz y el labio roto que Chuuya le había dado, pero incluso con la presencia amenazante del pelirrojo que lo mantenía inmovilizado, dirigió sus palabras venenosas a la pareja―. Que lástima, Atsushi, nos interrumpieron en la mejor parte.

―Cierra la maldita boca o te romperé el brazo ―amenazó Chuuya, doblando un poco más la extremidad que mantenía firmemente contra su espalda―. Ryuu, Gin, saquen a Atsushi de aquí. Tachihara, ven a ayudarme con este imbécil. Kajii, llamá a la policía o algo.

Obedeciendo inmediatamente, cada parte reaccionó. Gin ayudó a su hermano a mover a Atsushi lejos de la habitación, Lucy los siguió de cerca y los guió a la sala. El chico casi no podía dar un pasó firme, se veía mareado, se apegaba constantemente a Akutagawa y dejaba caer la cabeza sobre su hombro. Y cuando Gin lo miró para pedirle que intentara caminar derecho, notó una mancha rojiza.

―Hermano, su cabeza...

La parte posterior del cabello blanco estaba ligeramente empapado de sangre. Mierda, por eso parecía tan aturdido y se esforzaba por mantener los ojos abiertos. Eso no era bueno.

Con cuidado lo sentaron en el sofá. Lucy se desvió rápidamente al baño y regresó con una caja de primeros auxilios, pero incluso si limpiaron la herida, sabían que el chico tendría que ir al hospital de todas formas. Esa herida iba a necesitar puntos de sutura, y también un par de analgésicos. El dolor que el chico experimentaría las próximas horas sería terrible.

Parecía que Mark no logró llegar lo suficientemente lejos con él. Además de la ropa desarreglada, no pudieron ver más marcas ni señales de abuso. Pero la sola idea de lo que hubiere sucedido si no hubiera tenido ese maldito malestar cuando la llamada terminó abruptamente, hizo a Ryuunosuke apretar los puños.

No era justo que solo Chuuya hubiera podido golpear a ese bastardo. No era justo, no era justo...

Sin embargo, cuando iba a levantarse y volver a la habitación donde su vocalista y bajista retenían al imbécil, Gin lo tomó de la mano y lo detuvo. Intercambiaron una conversación silenciosa, la mirada tranquila y firme de su hermana chocó contra la plata a medio punto de ebullición. Luego, Gin redirigió su atención al chico en el sofá que no le quitaba la mirada de encima, transmitiendo tanta preocupación como temor de que le dejara solo en ese momento.

Tensó la mandíbula, el aire que se negaba a exhalar casi parecía a punto de hacer explotar sus pulmones, pero con un solo respiro, lento, tembloroso y enojado, desistió. Gin le soltó la mano y observó a su hermano sentarse junto a su novio, acomodando la cabeza albina contra su hombro mientras esperaban que llegaran los agentes de policía que Kajii llamó.

Tardaron diez minutos. Lucy se encargó de explicarles la situación, y aunque la expresión de uno de ellos se agrió cuando les comentaron la relación entre los chicos sentados en el sofá, y lo que intentó el otro de rostro ensangrentado que esposaron, de todas formas los ayudaron. Podían guardar sus malos comentarios, miradas juiciosas o lo que fuera para después.

No todos podían subirse a la patrulla y, de todas formas, necesitaban llevar a Atsushi al hospital a constatar lesiones. Lucy decidió que iría a la estación de policías con los agentes a declarar mientras atendían a su mejor amigo. Gin, Tachihara y Kajii decidieron que la acompañarían. No podían declarar demasiado, pero tenían información sobre el chico de todas formas y fueron testigos del suceso.

Mientras tanto, Chuuya llamó a un taxi y acompañó a la pareja hasta el hospital. Le escribió un rápido mensaje a la mujer con la cual pocas veces había hablado en el último tiempo, preguntándole si es que estaba de turno en ese momento. Yosano le respondió que sí, y preguntó si algo había ocurrido. Chuuya le respondió que se lo explicaría cuando llegaran, pero que se trataba de Atsushi y estaba seguro que, en ese momento, el chico prefería ser atendido por alguien que conocía.

Al bajar del taxi, Yosano los estaba esperando en la entrada del hospital. Su expresión preocupada se profundizó cuando miró el estado en el cual Atsushi se encontraba, pero guardó las preguntas para cuando estuvieran solo ellos dos. Sin embargo, no tomó en consideración al pelinegro a su lado y del cual Atsushi no quiso alejarse.

Permitió que Akutagawa entrara con ellos. Lo que importaba en ese momento, era la comodidad del chico, y si se sentía más seguro con el pelinegro a su alrededor, no iba a separarlos. Habló rápidamente con una de las enfermeras y le explicó que iba a atender al muchacho, ella se encargaría de llenar su ficha médica y todo lo demás, ya que era algo de urgencia. Luego, condujo a la pareja hacia una de las salas. Chuuya murmuró que se quedaría esperándolos afuera, y antes de que la mujer entrara siguiendo a los otros dos menores, se acercó al pelirrojo.

―Llamé al resto, les dije que algo sucedió con Atsushi ―informó Yosano―. Dazai seguramente viene para acá con Ranpo y Kunikida, y te van a preguntar.

―No es una historia bonita.

―Estamos acostumbrados a escuchar malas historias, Chuuya, pero siempre hemos estado el uno para el otro ―aseguró Yosano, y dándole una sonrisa que limitaba entre la tristeza y el cariño, agregó―: Con Atsushi no será diferente, incluso si prefiere a esa otra amiga suya que a nosotros.

Cierto, debía recordar que Yosano estuvo ahí para Dazai después de su intento de suicidio, también cuando Chuuya le rompió el corazón. Y el pelirrojo se preguntó cuántas veces la mujer limpió las heridas de alguno de sus amigos, suturando con puntos firmes y suaves. Preocupándose, manteniendo un ojo en ellos, haciendo lo mejor que podía.

Era una buena persona, pensó, mirando la puerta detrás de la cual estaba ella y la pareja. Ah, su hermana realmente era una idiota por dejar ir una mujer así.

Tal como Yosano se lo dijo, un par de minutos después llegó Dazai con Ranpo y Kunikida a la siga. Los ojos del moreno se iluminaron al verlo, sin embargo, la preocupación empapó su expresión rápidamente. Chuuya ni siquiera pudo darles un cansado "hola" antes de que el rubio, con el rostro más tenso y preocupado de los tres, exigiera un par de respuestas.

No les dio todos los detalles, porque ni siquiera él los sabía, pero les dijo lo que vio. El chico que había sido el culpable de lo que ocurrió ese mediodía en la universidad entre Atsushi y Akutagawa, la espera, la ansiedad con la cual su guitarrista estaba saliendo de su propio departamento hacia el de la mejor amiga del albino, la llamada de esta cuando iban subiendo al lugar. La puerta cerrada, el forcejeó para abrirla, Atsushi inmovilizado en la cama por ese mismo chico que había iniciado todo eso.

Al parecer llegaron a tiempo, les comentó Chuuya, aunque no estaba completamente seguro que tanto daño le hizo ese imbécil a Atsushi además del golpe en la cabeza.

―Lucy se fue con los agentes a la estación de policías, está declarando lo que sucedió ―explicó el pelirrojo―. Después de que Yosano suture la herida, supongo que llevaremos a Atsushi a declarar también.

―¿En qué estación de policías está? ―preguntó Ranpo.

―¿Para qué quieres saber? ¿Crees que los agentes van a dejar que entres a golpearlo?

―Los agentes me aman, me especialicé en psicología criminal y los he ayudado en algunos casos durante mis trabajos de investigación ―explicó el mayor, y luego dirigió la mirada al rubio a su lado―. Si obtengo más información del maldito, ¿crees que podríamos obtener una buena condena, Kunikida?

―Si esto fue planeado, entonces sí.

―¿Qué estás diciendo, Ranpo? ―inquirió Dazai―. ¿Crees que esto lo planeó...?

―Esa es mi hipótesis ―argumentó―. Ese bastardo ha estado alrededor de Atsushi desde hace tiempo, es una posibilidad de que esto sea algo premeditado.

Al pensar en ello, no se escuchaba tan descabellado. Si tomaba en cuenta la fotografía de ese día, lo que esa publicación provocó, el hecho de que en más de una ocasión vieron a ese chico alrededor de Atsushi, y que según Lucy aprovechó el momento en que ella le quitó la vista de encima al albino para atacarlo, podía ser que lo hubiera planeado.

Hasta ese momento, Atsushi nunca estaba solo, ni en un lugar cerrado con él. Siempre había alguien a su alrededor, ya fuese conocido o desconocido. E incluso cuando regresaba a su dormitorio al finalizar las clases, estaba acompañado. A veces por ese chico con el cual compartía dormitorio, o bien por Akutagawa.

Ahora sabía porque Ryuu no se iba directamente a casa después de los ensayos, pensó Chuuya. Seguramente, esperaba a que el turno de Atsushi en la cafetería terminara para acompañarlo a casa.

Después de obtener la dirección de la estación de policías , Ranpo y Kunikida se dirigieron al lugar. Ya que uno se especializaba en psicología criminal y el otro en leyes, algo podían hacer en ese caso. Dazai se quedó con Chuuya en el hospital. Se sentó junto al pelirrojo y no habló. Ambos miraron la blanca puerta que seguía cerrada, sin saber si Yosano seguía limpiando la herida del chico, o bien estaba anotando todo lo que había sucedido para presentarlo como pruebas ante la policía.

Aunque parecía tranquilo y no hablaba, Chuuya notó las manos de Dazai fuertemente apretadas las unas con la otra. Sus hombros también estaban tensos, el flequillo casi le cubría los ojos y estos estaban ensombrecidos, oscureciendo el tono marrón rojizo.

―Dazai...

―Tuve que haberlo llevado conmigo ―murmuró el moreno, tomándolo por sorpresa―. Si en vez de dejar que Lucy le hiciera compañía lo hubiera convencido de que viniera conmigo, esto no hubiera sucedido...

Si lo hubiera llevado a su departamento, le hubiera puesto un libro entre las manos, encendido las tontas canciones románticas que estuvo escuchando ese último tiempo y hubiera estado con él cuando Fyodor le envió la información, eso no habría ocurrido. Pensó que Atsushi estaría bien con Lucy, con su mejor amiga, pero se equivocó.

Odiaba equivocarse. Odiaba ver a alguien a quien apreciaba herido, odiaba no haber previsto todo lo que ocurrió.

Y Chuuya no podía recordar alguna vez en que Dazai tomó la responsabilidad de una situación que él no provocó. El chico que recordaba nunca se hizo responsable de nada, ni siquiera de los desastres en los cuales estaba directamente involucrado, pero ese niño había madurado y ya no existía. Maduró, creció demasiado centímetros para su gusto y se convirtió en ese hombre sentado a su lado, preocupado por uno de sus amigos, con las manos y hombros tensos. Le hacía sentir emociones que creyó enterrar para él y para todos.

No era gracioso, se quejó para sí mismo, sin poder apartar la mirada del moreno a su lado, casi con la necesidad de sostenerse el pecho, pero en cambio, decidió sostener al otro.

De todas formas, ahora podía estar seguro de que Dazai también lo sostendría, que no necesitaba llevar toda la carga y preocupación él solo. Aunque seguía sin ser gracioso sentir que caía otra vez por él, alejó ese pensamiento y se inclinó hacia Dazai.

―No es tu culpa ―susurró Chuuya. Con una tenue duda, dejó poco a poco caer su cabeza contra el hombro ajeno. Sintió a Dazai exaltarse suavemente ante su toque, pero pronto se relajó bajo su calor y sus palabras―. No es culpa de nadie, solo de ese idiota.

―Quiero golpearlo ―confesó―. Dime que al menos Akutagawa lo golpeó.

―No, no le di esa oportunidad.

―Ah, debe estar enojado contigo.

―Sí, pero de seguro le alegrará saber que ese idiota no podrá respirar bien durante un par de meses ―bromeó, y sintió la cabeza de Dazai apoyarse contra la suya, también una suave risita hacer temblar su pecho. Eso se sentía bien.

―Te encanta golpear a los idiotas, Chuuya.

―Ajá. Solo hay uno al que nunca golpeé, aunque se lo merecía más que nadie.

Dazai tarareó una afirmación, suave y tranquila.

―¿Aún quieres golpear a este idiota en especifico?

Buscó la mano de Dazai, aquella que seguía tensa y era un poco áspera, la misma que utilizaba para sostener una pluma, y la tomó, sosteniéndose mutuamente.

―No, ya no.

[•••]

Ranpo tenía razón. Ni siquiera les sorprendía, pero saber que todo fue premeditado los hizo enojar más.

Cuando salieron del hospital con todas las pruebas e información que necesitaban, se dirigieron a la estación de policías. Atsushi casi se echa a llorar cuando vio a Dazai esperándolo junto a Chuuya, y esa necesidad se profundizó cuando se enteró de que Ranpo y Kunikida también estuvieron ahí. Sentirse apoyado realmente volvía a una persona sensible.

En la estación de policías, los otros dos mayores estaban esperándolos afuera. Ranpo había logrado que el chico le dijera todo, aunque no fue suficiente como para que lo encerraran. Puesto que los agentes dijeron que ya que el acto no se llevó a cabo, solo podían calificar la situación como intento de abuso y procesarlo por la lesión que le produjo al albino. Además, ya que se trataba del ataque de un hombre a otro, minimizaron la situación para horror de todos, aunque tampoco les sorprendió. Esos policías, esas leyes, no eran tan objetivas como decían ser.

De todas formas, con la información que Ranpo consiguió y la declaración de Atsushi, podrían obtener una orden de alejamiento.

Tal como Ranpo intuyó, todo fue premeditado. Hubo muchas oportunidades en que intentó llevarlo a cabo, o al menos obtener un beso de él, pero Atsushi siempre estaba acompañado. Siempre había gente a su alrededor, nunca pudo encontrarlo en un espacio pequeño donde encerrarlo.

Lucy había intuido parte de sus propósitos, pero Mark fue cuidadoso con sus palabras, y sin pruebas no podía incriminarlo. No había una ley que le impidiera "sentirse atraído" por Atsushi, o que evitara que hablara con él o lo visitara en su lugar de trabajo si aún no hacía nada que atentara contra el otro chico.

El único momento que Lucy podía señalar en que dejó ver parte de sus "deseos" fue aquella noche temática para bandas, en la cual los tres asistieron y Black Ocean se presentó. Atsushi estaba borracho, Lucy no podía cargarlo y Mark la ayudó a llevarlo hasta su departamento. El otro chico también bebió un poco, e intentó entrar a su habitación cuando notó que Atsushi estaba indefenso y babeando el futón que Lucy armó para él. Pero en cuanto lo intentó, la chica le cerró la puerta en la cara y la bloqueó. Tenía una buena cerradura, solo se abriría bajo mucha fuerza, y lamentó pasar por alto el suceso de esa noche.

Pensó que se debía al alcohol. Pensó que solo estaba siendo paranoica, pero la sensación se mantuvo con ella al día siguiente, cuando Atsushi se marchó y Mark lo siguió. Por suerte, el chico no se atrevió a hacerle nada al estar en un lugar público y, de todas formas, la estación de trenes estaba cerca y a esa hora de la mañana había mucha gente a su alrededor.

Entonces, cuando Mark se enteró de que Atsushi estaba saliendo con Akutagawa, llegó a un punto de quiebre. Mantuvo la distancia por semanas, pensando en qué hacer, observando a la pareja desde lejos y siguiéndolos a esa cita que tuvieron en el parque Kameyama-koen. Estaba enterado de los rumores que había alrededor del guitarrista. Incluso si nunca se confirmó quién era la tercera persona involucrada, fácilmente llegó a sus propias conclusiones y notó que se trataba de Atsushi. Observó al albino con atención, notó lo mucho que apoyaba y se preocupaba por la banda, y también lo mucho que sabía cómo funcionaba ese tipo de industrias. Un rumor podía hacer mucho, una fotografía prendería fuego.

Odio tomar la fotografía de la pareja besándose, porque pensaba que él debería estar en el lugar de Akutagawa, pero era lo que necesitaba. Creó Huckleberry, comenzó a publicar información sobre distintas bandas en Kyoto, expresó su poco aprecio por Black Ocean y esperó el momento perfecto. Sabía que Black Ocean había llamado la atención, y quería verlos caer estando tan cerca de la cima. Sabía que en el momento en que publicara esa fotografía obtendría opiniones mixtas, pero conociendo parte de la personalidad de Atsushi, sabía que el chico leería tan solo esos malos comentarios.

Pensó que, al ver su oportunidad arruinada, Akutagawa sería quién terminaría la relación. Creyó que lo mantenían en secreto por pedido del guitarrista, y ese fue su error. Asumió comprender las motivaciones y el carácter de Akutagawa, y cuando llegó al departamento de Lucy ese día, esperando consolar a Atsushi después de que el pelinegro "terminara" con él, se llevó una sorpresa.

No terminaron, y las canciones de amor que deberían dirigirse a él, seguían siendo para el otro guitarrista. Y cuando Atsushi se fue a la habitación para llamar a su novio, Lucy se distrajo por un segundo para ir al baño, y él decidió que eso era todo. Tomaría un poco de Atsushi incluso si este no lo quería.

No había logrado tomar todo lo que quería, pero incluso esposado parecía bastante conforme con haber besado y tocado al albino. En cambio, Atsushi continuaba sintiéndose horrible.

Ya no se sentía tan mareado, aunque la cabeza le dolía. Los puntos de sutura picaban, los analgésicos apenas le estaban haciendo efecto y quería dormir. En cuanto los agentes terminaron de tomar su declaración que acabaría por guardarse y llenarse de polvo, se levantó de ese cuarto al cual fue obligado a entrar solo y se dirigió directamente hacia su novio. El resto de la banda y sus amigos estaban esperándole afuera. Al salir, escuchó a Kunikida discutir con Ranpo sobre la orden de alejamiento que obtendría contra Mark, y cuántos metros podrían conseguir.

Agradecía que se preocuparan por él y pensaran en soluciones, pero estaba cansado. Quería olvidar todo. Quería darse un baño y dormir, pero no quería volver a su dormitorio. No quería estar solo.

Y no lo estaría. La mano que había estado sosteniendo se cerró un poco más, sus dedos entrelazados, compartiendo el calor. La noche caía, había pasado tanto en tan pocas horas, y podía ver en Akutagawa el mismo cansancio que su rostro también reflejó.

―Nos vamos ―informó el pelinegro al grupo―. El imbécil pasará la noche aquí hasta que alguien pague una pequeña fianza o algo así dijo el policía inepto de allá dentro.

―Voy a levantar un reclamo, hacen un pésimo trabajo ―se quejó Ranpo―. Pero el chico tiene razón, larguémonos todos a casa. Aún ni siquiera acaba el día y ya quiero dormir unas cuarenta y ocho horas.

―Ven, Atsushi ―llamó Kunikida―. Te acompañaremos a tu dormitorio.

Cuando Kunikida le tendió una de sus manos, Atsushi dio un paso hacia atrás. Fue pequeño y casi imperceptible, pero la persona a su lado lo notó. Intercambiaron una mirada, sus manos se aferraron a la otra un poco más fuerte, y el pelinegro respondió por él.

―Se quedará conmigo ―informó Akutagawa―. Gin, vámonos. Chuuya, ¿vienes con nosotros?

El pelirrojo negó. Se había quedado junto a Dazai durante todo ese tiempo, como si nunca hubieran dejado de hablar en algún momento. Era casi nostálgico verlos orbitando uno alrededor del otro, así que Akutagawa adivinó fácilmente que su vocalista se quedaría junto al moreno por un rato.

Bien, lo que sea. De todas formas, le debía un agradecimiento a Dazai por conseguirles la información sobre Huckleberry, aunque no lo expresaría en voz alta.

Mañana, cuando todo estuviera más calmado y Atsushi se sintiera mejor, llamaría a Fitzgerald y le diría la verdad detrás de esa publicación. No creía que pudieran hacer mucho, pero al menos podrían eliminarlas y dejarlo a él y a su novio en paz.

El resto de Black Ocean, junto al novio de su guitarrista y la amiga de éste, se marchó. Al poco tiempo, Ranpo y Kunikida hicieron lo mismo. Comentaron que irían por Yosano, ya que su turno en el hospital estaba por terminar, y preguntaron a Dazai y Chuuya si querían ir a comer algo con ellos. Solo un rato, murmuraron, y ya que técnicamente Ranpo lo había condicionado para siempre aceptar sus salidas a comer, Dazai le envió una pequeña mirada al pelirrojo y cuando este se alzó de hombros, siguieron a los otros dos.

Caminaron detrás de Ranpo y Kunikida, escuchándolos platicar, y dejándose envolver por su propia conversación, mientras se movían al mismo ritmo, a la misma altura, de vez en cuando subiendo la cabeza al cielo que se oscurecía.

―¿Cuánto tuviste que pagarle a Fyodor? ―preguntó Chuuya con genuino interés.

―¿Mh? No mucho. Increiblemente no me exigió dinero ni nada costoso, pero me pidió que fuera niñera por un día.

―¿Ah? ¿Qué demonios? ¿Tuvo un hijo con Nikolai o uno de los dos engañó al otro?

―Nada de eso, y no quiero pensar en Fyodor esparciendo sus genes por el mundo ―se quejó―. Sucede que Nikolai se mudó con Fyodor en cuanto yo me marché, y ya que tenían una habitación extra, se la dieron al primo de Nikolai.

El chico tenía la edad de Atsushi, o era uno o dos años mayor. Eso no importaba, balbuceó Dazai, el punto era que cuando Fyodor consiguió la información que necesitaba y entendió que estaba sucediendo, le preguntó a Dazai si es que iba a asistir a ese concierto. En cuanto recibió una respuesta positiva, decidió que como pago quería que fuera la niñera del primo de Nikolai. El chico también asistiría al evento y ya que llevaba poco tiempo en Japón, no querían dejarlo ir solo.

Dazai no era la mejor opción, comentó Fyodor, pero era algo. Y ya que el trabajo estaba hecho, el moreno no podía negarse.

―Vamos, no creo que sea tan malo. ―Calmó Chuuya, burlándose de la tragedia ajena―. Recuerda que es primo de Nikolai, y te llevas bien con él. El problema es Fyodor.

―Lo que sea, lo veré en la entrada del Kyoto Muse y luego lo perderé de vista.

Chuuya lo regañó por esa idea, pero cuando Dazai comenzó a enumerar decenas de escenarios en los cuales podía perder al chico entre la multitud, el pelirrojo agregó unos pocos más. Los dos hombres frente a ellos los escucharon con atención, Kunikida con una expresión hastiada, Ranpo con una sonrisa burlona, pero tranquilo al escuchar la voz animada de Dazai.

Ambos eran una pésima influencia, con mucho pasado sobre sus hombros, pero funcionaban bien. Esa vez, pensó Ranpo, estarían bien. Y tras hacerle una seña de cabeza al rubio, caminaron un poco más rápido, dándole privacidad a los otros dos.

―¿Qué querías decirme hoy? ―preguntó Dazai cuando notó que sus amigos tomaron distancia―. Pasaron tantas cosas que casi lo olvidé.

Mierda, Chuuya también lo había olvidado, y ahora que Dazai lo mencionaba no sabía cómo decirlo. Pero tenía que hacerlo para evitar malos entendidos o lo que fuera a futuro.

―No es nada, yo... Sé que no son precisamente amigos, pero quería decirte que he estado reuniéndome con Ango de vez en cuando.

Dazai no respondió inmediatamente. Al ladear el rostro, Chuuya notó su semblante neutro. No estaba ocultando nada detrás de esa expresión, simplemente se había quedado sin palabras y sin ideas, pero al notar la mirada azulada a su lado, esperando aunque fuera una reacción, se obligó a decir lo primero que se le vino a la mente.

―¿Ango? Pero si es tan aburrido ―bromeó, soltando una risita nerviosa que no llegó a controlar―. ¡No sé de qué podrían hablar! Ustedes... ¿Están saliendo? ¿Son...?

―¿Qué? ¡No! No es eso ―explicó rápidamente, sin saber por qué sintió la necesidad de que Dazai no malinterpretara la situación―. ¡Somos amigos! Solo es eso, no pienses que...

Ambos callaron y desviaron la mirada. Chuuya soltó un quejido, mascullando insultos por lo bajo al moreno a su lado que sacaba la peor conclusión de cada una de las cosas que le decía. Dazai lo miró de reojo de vez en cuando, sin saber cómo sentirse o qué debería decir.

¿Qué era lo correcto en esa situación? De solo pensar que algo más sucediera entre Chuuya y Ango le dolía, pero al mismo tiempo sabía que no tenía derecho a opinar. Había perdido ese privilegio años atrás, y al pensar en que dependiendo de lo que dijera podría provocar un nuevo tiempo de silencio entre ellos, supo que no quería aquello.

Incluso si dolía, si tenía que tragarse cada uno de los pétalos que le subían por la garganta, se mantendría a su lado.

―Está bien, Chuuya ―murmuró, demasiado tranquilo―. Yo, uhm, ya lo sabía. Los vi juntos en la cafetería hace algún tiempo y bueno, es problema tuyo con quien quieras salir...

Chuuya se detuvo. Dazai hizo lo mismo, los otros dos hombres siguieron caminando. Intercambiaron una discusión silenciosa, observándose con confusión y desconfianza de parte del pelirrojo.

―¿Quién eres tú? ―inquirió, casi gruñendo para frustración y diversión del otro―. No, en serio, el Dazai que conozco estaría haciendo un berrinche ahora mismo.

―Como si mis berrinches te hubieran convencido alguna vez de no hacer algo.

―¡Pero intentas hacerlo!

―Ah, eres un enano tan irritante.

―¡Oye!

―En serio, Chuuya, está bien ―insistió, y le dio una sonrisa. Era sincera, así como el tenue dolor en ella, así como la aceptación de mirar una estrella desde lejos y nunca tocarla―. Ango no me agrada mucho, pero está bien. Solo quiero seguir siendo el único que te de dolores de cabeza.

No hay nadie más, se dijo a sí mismo Chuuya, y en el fondo sabía que aquella frase llevaba más de un significado. Más de un sentimiento que hizo brotar su propia sonrisa.

―Eres el único, Dazai.

―Genial. ¡Y ya que estamos de acuerdo en eso, Chuuya tendrá que pagar mi comida!

―Retiro lo dicho.

―No, no, no, ¡muy tarde! ―se burló, y lo tomó de la muñeca para apresurarse y alcanzar a los otros dos. Sus dedos estaban fríos, pero era la temperatura perfecta―. Merezco una recompensa por mi heróico sacrificio, así que, Chuuya, ¿págame la comida?

No podía con ese idiota. No podía con sus estupideces, con su sonrisa, con su cabello oscuro y ojos marrones, con eso que le hacía sentir. Tan igual a lo que recordaba, tan diferente. Esa emoción le producía miedo, pero tenía que aceptarla o bien un día le ahogaría.

―Sí, sí. Lo que sea.

Tal vez estaba mal. Tal vez lo negó antes y luchó contra esa emoción, pero tenía que aceptarla, incluso si lo admitía en voz baja y en versos que solo él escuchaba.

Tenía que aceptar que Dazai le gustaba mucho.

[•••]

Al llegar al departamento, decidieron saltarse la cena. Gin se ofreció a cocinar para los tres, e incluso le preguntó al novio de su hermano si quería algo en especifico, pero Atsushi no tenía apetito. Solo quería dormir. Darse una ducha y dormir, teniendo al lado a Akutagawa por supuesto, eso le haría sentir mucho mejor.

Intercambiando una silenciosa plática con su hermana, Ryuunosuke acabó por decirle que solo preparara algo ligero y cenara, ellos lo harían después y que no se preocupara. La chica asintió, y les murmuró que si necesitaban algo, ella estaría un rato en el salón avanzando con sus estudios.

La habitación de su novio era tal como la había imaginado. No tenía muchos adornos, solo un par de pósters de los eventos en los cuales Black Ocean participó. Tenía muchos libros, viejos y nuevos, ordenados por orden alfabético. La guitarra estaba sobre su cama, la funda de esta apoyada contra la pared. Las pocas prendas que pudo ver eran oscuras, cosa que no le sorprendía, y la ventana estaba entreabierta, dejando pasar un poco de aire para esa calurosa noche.

La cama se veía cómoda, quería dormir, pero antes de que pudiera reaccionar y buscar como esconderse bajo las sábanas, Akutagawa dejó entre sus brazos una toalla y un cambio de ropa.

―Técnicamente somos de la misma talla ―comentó―. Mi ropa debería quedarte bien.

―¿Seguro? Eres más delgado que yo ―señaló Atsushi.

―¿Y eso qué? De todas formas siempre compro una talla más. Ven, por aquí está el baño.

Era cómodo ver esas pequeñas señales de la vida hogareña de su novio en cada uno de los objetos a su alrededor. El departamento no era tan grande, tampoco lo era el baño, pero era suficiente. Era agradable, todo le daba la sensación de "familia", incluso si esta estaba conformada solo por dos hermanos y nadie más.

Quería centrarse en esos pequeños detalles, en conocer cada pequeño rincón del hogar de su novio, pero no podía. Bajo la ducha, con el agua caliente golpeándole el cuerpo, solo podía recordar la horrible sensación de los labios de Mark sobre los suyos, de sus manos paseando por su cuerpo como si fuera nada más que un objeto bonito que quería tener.

Lo odiaba. Odiaba esa sensación, odiaba la idea de que otra persona lo besó y tocó. Y sabía que se odiaría mucho más si el chico hubiera llegado hasta donde quería, y pensar en ello, en ese escenario que no sucedió, le hizo querer llorar, le hizo frotar el jabón con fuerza hasta que cada lugar que tocó el otro se tornó rojizo.

De todas formas, las lágrimas podían confundirse con el agua.

Cuando regresó a la habitación de su novio, vestido con su ropa y secándose el cabello con cuidado, Akutagawa lo estaba esperando con un simple tazón de sopa de miso.

―Ten, tienes que comer ―ordenó, y al ver la mirada confundida del chico, inquirió a la defensiva―. ¿Qué?

―Nada, no sabía que podías cuidar de otros ―bromeó.

―Te sorprendería ―resopló―. Llevo 18 años cuidando de Gin.

―Pero Gin tiene 18 años...

―Es exactamente como lo dije. Ahora cállate y ven a comer.

Y ya que lo preguntaba tan amablemente...

La sopa estaba deliciosa. A temperatura perfecta, ligera y suave. Gin la había preparado y ¿cómo iba a rechazar la comida de la hermana de su novio? No tenía apetito, pero aquel plato fue suficiente. Luego, le murmuró a Akutagawa que quería dormir. Sabía que era temprano, que tal vez deberían hablar sobre lo que ocurrió ese día, eran tantas cosas, pero le dolía la cabeza.

Akutagawa no dijo nada. Se levantó de la cama, guardó su guitarra en la funda, y apagó las luces. El cielo afuera ya estaba oscuro, y dormir temprano siempre era bueno. Abrió las sábanas y dejó que Atsushi se acomodara primero, sin importarle que lugar de la cama escogiera, de todas formas no tenía un lugar favorito. Con tener al albino ahí, era suficiente.

Al cubrirse con las mantas no supo si acercarse al otro. ¿Podía tocarlo? ¿Quería que lo tocara? Tan solo se tomaron de la mano durante toda la situación, pero ahora estaban compartiendo cama, y Akutagawa no estaba seguro de...

―¿Por qué estás tan lejos? ―escuchó preguntar a Atsushi, con una voz baja.

Inmediatamente se acercó. Envolvió a Atsushi entre sus brazos, compartiendo la misma almohada, las mismas mantas y espacio. Por un momento, cuando sus manos se posaron sobre su espalda, lo sintió tensarse. Estuvo a punto de retirarse, pero cuando Atsushi se apegó más a él, lo abrazó con más fuerza.

―¿Esto está bien? ―preguntó. Atsushi asintió.

―Eres tú ―murmuró―. Eres un idiota, pero me siento bien contigo.

―Genial, al menos ya puedes insultarme otra vez.

Rieron por lo bajo. Akutagawa quiso besarlo, pero Atsushi inconscientemente desvió el rostro. Está bien, lo entendía, se conformó con besar su mejilla, deseando que el otro no se sintiera responsable por lo que ocurrió.

Pero lo conocía bien. Sabía que se sentía culpable por no haber previsto lo que podría suceder desde antes, por no decirle al otro chico con más insistencia que lo dejara en paz, por confiar en que con un suave "no" era suficiente, aunque debería serlo, pero no todos escuchaban.

Y casi se sentía como si hubiera traicionado a su novio, incluso si sabía que no era así.

―Lo siento, no pude... mi cuerpo no reaccionó ―balbuceó, aferrándose a la tela que cubría el cuerpo ajeno―. Él me besó, me tocó, y yo realmente, realmente, me siento horrible ahora mismo...

―No fue tu culpa.

―Aún así, me siento...

Sucio. Era extraño. Si lo pensaba con frialdad, las manos que recorrieron su cuerpo contra su voluntad no eran diferentes a las manos de su novio. Eran iguales, ambos cubiertos de piel, fríos, con dedos callosos por tocar la guitarra, pero la sensación fue completamente diferente. Y no podía entenderlo, no podía entender por qué no podía simplemente empujarlo al fondo de su cabeza.

No llegó a más, debería olvidarlo, ¿no? Debería sentirse tranquilo, no sentir como si estuviera sucio. Como si ese hecho hiciera que Akutagawa lo rechazara, aunque lo tenía a su lado, entre sus brazos.

―No fue tu culpa ―repitió el guitarrista―. Y no creo que estés "sucio".

―Ryuu...

―¿Quién soy yo para decir que lo estás? ―interrumpió, logrando que el albino cerrara la boca y le prestara atención―. Créeme, si fuese así, de entre los dos yo soy quien más "contaminado" está.

La mirada bicolor se tornó confundida, asustada también al pensar en los múltiples significados que podían existir detrás de esa frase. Una parte de él le decía que no quería escuchar, pero la otra, aquella que se apegó más al cuerpo a su lado, necesitaba saber.

―¿Quieres saber? ―preguntó. El chico asintió suavemente―. No es una historia bonita, y no se lo he dicho a nadie más.

Chuuya no contaba, el mayor lo había descubierto por sí mismo.

―¿Quieres contarme?

―No lo estaría ofreciendo si no fuese así ―respondió el pelinegro, y llevando la mirada hacia cualquier otro lugar de la habitación, intentó despegarse emocionalmente de esos recuerdos―. Tal vez así deje de pesar tanto.

Saber por dónde comenzar era difícil. Le tomó un par de segundos, unos en los que creyó que tal vez el otro se dormiría, pero al regresar su mirada al chico a su lado, los ojos bicolores seguían abiertos y esperando escucharle. No sabía cómo reaccionaría, sin embargo, sabía que si no lo decía nunca lo descubriría.

―Mis padres eran unos inútiles ―relató lentamente―. Mi padre era un pedazo de mierda alcohólico, mamá no era mala, pero caía en los mismos vicios que él. El poco dinero que había se lo gastaban en alcohol. Ninguno podía mantener un trabajo porque estaban ebrios cada maldito segundo del día, y cuando estaban concientes no hacían más que pelear.

Ya casi no podía recordar los gritos, o el tono de sus voces, pero recordaba las palabras. Los insultos, las mentiras, las verdades a medias, las falsas declaraciones y las promesas de que cambiarían.

Las promesas borrachas que a veces le hacían a ellos sobre darles una mejor vida, o el regalo que nunca recibieron en sus cumpleaños, todo para que al día siguiente, cuando la resaca se apoderara de sus cuerpos y también la sobriedad, los miraran como si fueran un verdadero estorbo.

―Mamá intentaba mantener los pocos trabajos que podía realizar porque, obviamente, con suerte ambos terminaron la secundaria y no podía optar a mucho. Pero de todas formas siempre terminaban despidiéndola, y todo el dinero que ganaba, mi padre se lo quitaba para comprar más alcohol.

No recordaba bien el rostro de ese hombre, pero sí el de ella, tal vez porque tanto él como Gin se le parecían tanto. Y en el fondo eso era bueno, pensó. Al menos ella si les demostró aunque sea un poco de amor.

―Supongo que en el fondo mamá nos amaba y quería que estuviéramos bien. Jamás fue violenta, siempre nos habló con suavidad, e intentó mejorar por nosotros. Consiguió un trabajo que pagaba mejor, nunca nos dijo que hacía, pero yo lo sabía.

Y tal vez aquello era lo que más recordaba, la forma en que se "enteró".

La forma en que su padre sacó provecho de eso, todo lo que él intentó para que Gin no lo supiera y para que los "clientes" no se acercaran ni a él ni a su hermana, incluso si al final él acabó tomando la misma opción cuando ya no le quedaba otra salida.

―Entiendo por qué lo hizo ―murmuró, controlando el temblor de su voz, sintiendo a Atsushi tensarse a su lado, atento a cada una de sus palabras, con la respiración interrumpida cuando lo escuchó―. Entiendo por qué se prostituyó. Es horrible, nadie debería tener que hacerlo, pero es el medio más rápido para conseguir dinero cuando ya no queda otra opción. La entiendo, porque cuando les quitaron nuestra custodia y necesitaba una forma de mantener a Gin protegida, yo hice lo mismo.

Chuuya lo sabía, la primera banda que tuvo también, pero admitirlo en voz alta era diferente. Estaba en él ese sentimiento de vergüenza y el temor de ser juzgado, incluso si hubo razones que lo empujaron a ello, incluso si todo a su alrededor le hizo tomar esa opción y no se le dio otra oportunidad más "honorable".

Y si Atsushi lo juzgaba, si decidía que sus razones no eran válidas y lo miraba como si fuera la clase más baja y sucia de ser humano, entonces no sabría qué hacer.

―¿Te repugno ahora? ―preguntó, ocultando el temor detrás de su voz firme y seria―. ¿No estoy más contaminado yo?

El chico no respondió. Aquella primera reacción hizo estallar en su cabeza los peores escenarios, y no se atrevió a buscar su rostro inmediatamente. Mantuvo su atención en cualquier otro lugar entre la oscuridad, sin poder controlar los palpitares temerosos de su pecho que quería tanto ocultar, pero escuchó una respiración profunda, un sollozo, y buscó el rostro ajeno, casi sin entender qué estaba mirando.

―¿Por qué estás llorando...?

―¡Porque tú no lo haces! ―Le recriminó, llorando y regañándole al mismo tiempo―. ¡Porque pasaste por todo eso y yo...! Realmente me duele, me duele saber que tuviste que hacer eso, no tenías culpa de nada y aún así...

Lo abrazó con más fuerza, como si Akutagawa fuera el que se hubiera dañado ese día y no al revés, como si él necesitara el consuelo y el apoyo en ese momento. Ese idiota... Mierda, Chuuya tenía razón. Lo amaba.

Amaba a Atsushi, se repitió, aferrándose al cuerpo ajeno un poco más, sosteniéndose mutuamente.

―Tú tampoco tienes la culpa de lo que sucedió hoy ―murmuró, limpiando el rostro ajeno con torpeza―. Así que no pienses idioteces. Al menos no en esas.

Por supuesto, sabía que lo ocurrido ese día se quedaría rondando su memoria durante mucho tiempo, pero al menos por ese rato, por esa noche, podían olvidarlo. Y si las heridas seguían doliendo y sangrando, podrían limpiarlas y sostenerse el uno al otro.

―Hay más, ¿no es así? ―preguntó Atsushi, el pelinegro asintió―. Si quieres contarme, voy a escuchar incluso las partes malas...

―Hubo muchas ―aseguró, pero con el pecho más ligero, de quien obtenía una nueva visión en la cual jamás había pensado, agregó―: Pero es curioso, desde el momento en que comencé a componer canciones y formar parte de distintas bandas, las cosas comenzaron a mejorar.

―Quiero escuchar ―dijo Atsushi, acomodándose para una larga noche en vela―. Cuéntame todo hasta el día en que me conociste.

―Qué egocéntrico, Jinko, te conocí porque escribiste el peor ensayo que he leído en mi vida ―bromeó.

―¡No era tan malo!

―Era horrible.

Ese primer ensayo sobre literatura china que escribió su novio era horrible, pero tenía un lugar especial en él, gracias eso conoció a Atsushi.

[•••]

Las cosas no se calmaron inmediatamente después de ese día.

Akutagawa le preguntó a Fitzgerald si es que podía tomar acciones legales contra Twain por la publicación de la fotografía en su página, sin embargo, el compositor le aclaró que, ya que la fotografía era real y que él le confirmó su relación, realmente no podían hacer nada. Al contrario, era mejor que dejara el tema con Huckleberry, puesto que quienes realmente habían cometido un "delito" fueron ellos al invadir su privacidad para conseguir su identidad.

Lo que sí podía hacer, era publicar un comunicado como Black Ocean al respecto. Tachihara se encargaba de todo ello, así que cuando el bajista se ofreció a escribir algo "emotivo" para defender la relación de su líder, Akutagawa por una vez decidió no prometerle venganza si escribía algo horrible.

El mensaje fue breve y preciso. Simplemente, comunicaba que el resto de la banda apoyaba la relación de su líder, que no se disculparían por nada, puesto que quienes los escuchaban deberían preocuparse más por su música que por la vida amorosa de cada uno de ellos. Al final, agregó que darían un gran espectáculo abriendo el concierto ese fin de semana, y que esperaban ver a sus oyentes de siempre ahí.

―Lo hice bien, ¿no? ―preguntó Tachihara con altanería a la mañana siguiente, otra vez reunidos en el departamento de los hermanos, aunque Chuuya no estaba con ellos, pero Atsushi sí―. Vamos, Akutagawa, ¡escribí un gran comunicado!

―Con muchas faltas ortográficas ―se quejó, y su novio a su lado lo regañó.

―Déjalo, Ryuu.

―¿Y tú qué? ―inquirió el pelinegro a su novio―. ¿No vas a compartir la publicación en "Weretiger"?

―¡¿Sabes que esa página es mía?!

―¿Por qué crees que te llamo "Jinko"?

―¡Pensé que era por mi obsesión con los tigres!

―¡¿Es tuya?! ―inquirió el bajista, mirando con estupefacción al albino―. ¡No te puedo creer, Atsushi, amo esa página!

―Y ahora entiendo porque siempre compartía todo de Black Ocean ―murmuró Gin―. Pero espera, esa cuenta tiene unos... ¿Qué? ¿Casi cuatro años?

Las miradas se dirigieron hacia el chico, esperando una explicación con distintos grados de interés en su rostro. Akutagawa ya sabía algo de eso, pero no todo, y realmente quería saber, así que tras darle un suave codazo a Atsushi, el chico no tuvo otra opción que hablar.

Les explicó como había encontrado a los dieciséis años un video al azar de una de las presentaciones de Akutagawa y que realmente le gustó su música. Comenzó a escuchar cada una de las bandas en las que él participaba, y al mismo tiempo, obtuvo conocimiento sobre todo lo que sucedía en aquel mundo de músicos pocos conocidos ya sea en Yokohama o en otro lugar.

Crear "Weretiger" también fue una forma de conocer gente con la cual compartir gustos, podían juzgarlo por buscar amigos por internet, pero no tuvo otra opción en esa época y conocer gente por ese medio era más fácil. De todas formas, si bien el contenido que compartía y escribía siempre fue mucho más sobre las bandas en que su novio estaba, también se dedicó a hablar sobre otras que también le gustaban, pero claro, los integrantes de Black Ocean decidieron quedarse con la versión de la historia de él siendo un fan obsesivo de Akutagawa.

―Qué acosador ―bromeó Gin.

―Literalmente cumplió el sueño de todo fan, que envidia ―agregó Tachihara.

―Hey, momento, si Atsushi pudo salir con el guitarrista que le gusta, eso significa que yo también puedo salir con GACKT ―comentó Kajii.

Y las bromas prosiguieron hasta que el guitarrista les exigió dejar de molestar a su novio.

Mientras observaba a la banda, Atsushi no pudo evitar el sentimiento de tranquilidad que llenó su pecho. A penas se estaba recuperando de lo sucedido. La cabeza aún le dolía un poco, faltó a sus clases y tenía que decirles a sus madres lo sucedido, lo que seguramente provocaría que se tomaran unos días libres del trabajo para visitarlo en Kyoto, pero ver a la banda alrededor de ellos como si nada hubiera sucedido, platicar con Gin con comodidad otra vez, aceptando fácilmente su relación con su hermano, le hizo respirar en paz.

Ah, tuvieron que haberles contado todo desde antes, pensó, dejando caer su cabeza en el hombro de su novio.

Por supuesto, los malos comentarios y los chismes continuaron. La gente amaba hacer eso, pero como banda decidieron ignorarlos. Se concentraron en los ensayos, en la canción que Chuuya propuso cambiar, con Atsushi otra vez durante los ensayos y Dazai de vez en cuando.

Mucha gente pidió un reembolso, pero la misma cantidad compró aquellas que fueron devueltas. Había comentarios mixtos, personas que los insultaban y le deseaban lo peor durante su presentación, otros a los cuales no les importaba la relación del guitarrista y se emocionaron por escucharlos ese fin de semana.

La página de Huckleberry siguió funcionando. Se mantuvo firme con su desprecio a la banda, y no pudieron hacer nada para cerrarla. Fitzgerald insistió que la mala publicidad también era publicidad. Mark no volvió a acercarse, y por lo que sabían, Lucy le había dicho a Louisa y John lo que sucedió entre él y Atsushi, y Tengaku se disolvió oficialmente. Ninguna de las chicas volvió a hablar con él, sin embargo, John lo hizo de vez en cuando, tan solo para asegurarse de que el otro chico no hiciera otra tontería.

Les daba igual lo que hiciera, mientras se mantuviera lejos de ellos, bien.

Entonces, el fin de semana llegó. El espectáculo iniciaba a las ocho de la noche con Black Ocean. Dazai llegó junto a Atsushi a eso de las siete y media. Tenían asientos casi en primera fila, y por lo que sabía, Fyodor había hecho su "magia" informática para que el primo de Nikolai estuviera con ellos durante el concierto.

Esperaron al chico junto a la entrada del edificio. De todas formas, también tenían que esperar a Lucy, la chica se había retrasado, pero estaba en camino. Mientras platicaba con Atsushi sobre cualquier cosa, un chico alto y delgado se acercó a ellos. Fácilmente destacó entre la multitud, y no solo por el tono bicolor de su largo cabello, sino también por su vestimenta. Parecía un poco inseguro, pero intentaba ocultar el nerviosismo cuando se les acercó.

―Hey, eres Dazai, ¿no? ―preguntó, y lo miró de pies a cabeza―. Sí, lo eres, eres tal como Fyodor te describió.

Ya podía imaginar qué tipo de cosas había dicho de él esa rata mal nacida.

―¿Increíblemente guapo?

―Eh, no fue tan "amable" con sus palabras, no quieres saber ―respondió, y luego le tendió una mano―. Soy Sigma.

―Dazai Osamu ―respondió―. Y sí, me imagino que dijo. Este es Atsushi, estará con nosotros.

Ambos menores parecieron hacer "click" inmediatamente. Tal vez era porque ambos tenían un extraño color de cabello, pensó Dazai, o porque sus edades eran cercanas. Lo que sea, ya no entendía a la juventud de esos días y sus extrañas formas de congeniar el uno con el otro.

―¡Ah! Eres el novio del guitarrista que abre el concierto, ¿no? ―preguntó Sigma, sin malicia en su voz, ni tampoco con el ánimo de juzgar al otro. Solo había curiosidad en él.

―Sí, lo soy ―respondió Atsushi con bastante orgullo, y al ver que tomaba del brazo a Sigma, Dazai se planteó la posibilidad de delegar su responsabilidad del día a su amigo―. ¡Te encantará Black Ocean! Son geniales, y no lo digo solo porque su líder es mi novio.

―Sí, lo dice por eso ―se burló Dazai―. Pero sí, son buenos, aunque yo prefiero al vocalista. En fin, ¿cuánto le falta a Lucy por llegar? Deberíamos entrar pronto.

Casi pareció que su mención hizo que la chica apareciera por arte de magia. Estaba acompañada de Louisa, y con una muy rápida explicación sobre la quinta persona con ellos, entraron al Kyoto Muse.

Si pensaron que fuera de este había mucha gente, sin duda había más en el interior. Muchos de ellos vinieron a abuchear a la banda que abriría el espectáculo, motivados por las insinuaciones de Huckleberry sobre su mal desempeño en el escenario. También asistieron algunas "bandas rivales" que, envidiosas de esa oportunidad, esperaban verlos fracasar. Y cuando observaron a Atsushi moverse entre los asientos hasta los que les correspondían, no dudaron en chismorrear entre ellos.

Ah, bien, podían irse a la mierda, pensó el albino. Vivió un día horrible a causa de sus malos comentarios y de su percepción de ser mejores que otros solo por ser heterosexuales. La herida en su cabeza había sanado rápido, pero no estaba ni cerca de estar completamente recuperada, y los puntos picaban. Casi no pudo dormir por dos días, y le costó mucho volver a besar a su novio sin sentirse contaminado, y aún se tensaba cada vez que Akutagawa ponía sus manos en cualquier parte de su cuerpo, pero no iban a arruinarle ese momento.

Ese era el primer gran escenario en que Black Ocean se presentaría y nada más podía importarle.

Podían seguir hablando, diciendo tonterías y creyéndose mejores que nadie, pero al final de la noche, sus bocas se cerrarían.

Dieron las ocho y las luces se apagaron. Inmediatamente, algunos asistentes comenzaron a lanzar malos comentarios, mientras cinco figuras cubiertas por las sombras subían al escenario y tomaban los instrumentos. Dazai y Atsushi ya sabían con qué canción iniciarían, pero la banda le pidió a Fitzgerald que no agregara el cambio en la información del espectáculo, puesto que querían que no solo fuese una sorpresa, sino también una forma de enviar un mensaje.

¿Y qué mejor que iniciar con el cover de una canción que apuntaba directamente a esos idiotas que les gustaba tanto hablar?

Y la primera guitarra comenzó a sonar, como siempre lo hacía, dando pie a la canción. Las luces se encendieron de un tono verde, reflejándose en las gafas oscuras que cada uno de ellos llevaba. ¿Se las habían robado a Albatross? Se preguntó Dazai. Oh, bien, no le habían comentado sobre sus elecciones de vestuario que eran... bastante reveladores. Y supuso que nuevamente seleccionaron a Chuuya como quien debería mostrar más "piel", puesto que la camiseta de rejilla que llevaba bajo la simple chaqueta de cuero dejaba muy poco a la imaginación.

Se veía bien. Chuuya siempre se veía bien con lo que fuera, pero verlo usar esas prendas no ayudaba a su libido.

La gente alrededor parecía confundida. Reconocieron la canción, el ritmo y todo ello, pero aquella interpretación no estaba en el cronograma y comenzaron a hablar. Sin embargo, cuando la voz apareció dándole sentido a la canción, callaron y voltearon la mirada al frente, y se encontraron con unos ojos azules que los miraba burlonamente por sobre los cristales oscuros, juzgando cada una de sus palabras y pateando lejos cada una de las máscaras que llevaban sobre el rostro.

Welcome to the city of lies

Where everything's got a price

It's gonna be in your favorite place

You can be a movie star

And get everything you want

Just put some plastic on your face

El mensaje era claro, hablándole directamente a aquellas personas que no perdían ni la más mínima oportunidad de hablar mierdas tras sus espaldas, escondiéndose detrás de comentarios en una publicación, escudándose bajo la excusa de que eran dos personas completamente diferentes detrás de un teléfono y cara a cara.

Más de uno se sintió apuntado, notó Dazai, observando esos rostros entre la luz verde sobre ellos que parecían incómodos y comenzaban a pensar que fue una mala idea asistir al concierto. Hubo otros que simplemente comprendieron el mensaje y lo disfrutaron, gritando con mayor fuerza mientras la canción avanzaba, adorando al vocalista que se movía con tanta confianza y soltura por el escenario, como si verdaderamente le perteneciera, como si fuese su reino, y estuviera retando a todos aquellos que los juzgaron subir y enfrentarse a él.

Ah, Chuuya amaba intimidar a los idiotas, pensó Dazai, y él amaba al pelirrojo. A ese de ojos azules que fácilmente le encontraron en la multitud, y que le envió una sonrisita altanera, con labios que rozaban suave y tentadoramente la superficie del micrófono en cada verso.

Maldito Chuuya, ¿sabía lo que estaba provocando? Porque, seguramente, él no fue el único que sintió ese cosquilleo en el estómago en ese preciso momento.

This place is a circus, you just see the surface

They cover shit under the rug

You can't see they're faking, they'll never be naked

Just fill your drink with tonic gin, this is the American dream, so

Aquellos que ya conocían la canción, comenzaron a cantar junto a Chuuya. Al darse cuenta de ello, la sonrisa altanera en su rostro creció, se inclinó en el borde del escenario, hacia aquellos en primera fila que tuvieron que apartar la mirada avergonzados o bien controlar los gritos. Pero esa era la reacción que quería.

Cuando estaba por llegar el coro, se levantó del borde del escenario y caminó hacia su guitarrista principal. Discutieron y practicaron ese momento, estuvieron de acuerdo con lo que harían y cómo, también en lo que podría provocar en aquellos que le observaban, pero los buenos o malos comentarios ya daban igual. Así que antes de que tanto él como el público pudieran cantar lo que seguía a todo pulmón, se acercó a Akutagawa y con sensualidad, le quitó las gafas del rostro, las sostuvo entre sus labios y cuando el coro llegó, las lanzó al público junto con las propias.

Tanto Dazai como Atsushi tuvieron que recordarse que todo era parte del espectáculo.

Sip the gossip, drink 'til you choke

Sip the gossip, burn down your throat

You're not iconic, you are just like them all

Don't act like you don't know, so

Si antes el mensaje era claro, ahora lo era mucho más. En algún momento entre el coro, en una pausa de la música que duró menos de un segundo, el resto de los integrantes lanzó las gafas de sol que aún cubrían sus rostros, apuntando incluso con sus instrumentos a esas personas que esperaban verlos caer y que estaban entre el público.

Atsushi estaba seguro de que Mark debería estar ahí, entre ese mar de gente, alejado de él y junto a aquellos que esperaban ver a Akutagawa caer desde el primer acorde, pero en ningún momento su novio flaqueó. No se equivocó, no perdió el ritmo ni tocó la nota incorrecta. Y él ya estaba acostumbrado al sentimiento de orgullo que se extendió por su pecho, a esa admiración que no podía, ni necesitaba, contener.

La gente continuó gritando, el juego de luces era fantástico y la acústica era buena. La interpretación se escuchaba clara, incluso con decenas de personas coreando la canción y acompañando a la voz de Chuuya. Cuando el solo de guitarra llegó, ni siquiera les sorprendió el quejido ahogado de impresión que algunos soltaron, maravillados por el juego simple y preciso del guitarrista principal, dejando que todos escucharan las habilidades musicales que no podían negar.

Podían decir mucho de ellos, hablar tantas cosas que podían o no ser verdad, pero con la interpretación de la banda, con la maestría del guitarrista y el desempeño del vocalista, todo lo que podían hacer era tragarse aquel vaso de amargo licor con cada uno de sus malos comentarios.

Sip the gossip, drink 'til you choke

Sip the gossip, burn down your throat

You're not iconic, you are just like them all

Don't act like you don't know

Los aplausos y gritos estallaron cuando la canción finalizó. Aquellos que vinieron a juzgarlos, cerraron la boca. Los que no sabían qué esperar, quedaron sorprendidos, y esos que esperaban mucho de ellos, aplaudieron satisfechos. El ruido a su alrededor era ensordecedor, pero aún así logró escuchar la voz de Sigma a su lado, comentando que la voz del vocalista era genial. Dazai solo le asintió, pensando para sí mismo que sí, sin duda, Chuuya era un gran cantante.

Luego miró a su otro lado, a Atsushi aplaudiendo y solo concentrado en Akutagawa, sin importarle la atención innecesaria a su alrededor. Con una expresión complacida, Dazai observó a los menores intercambiar miradas incluso a la distancia.

Qué asquerosamente cursi, se quejó para sí mismo, y volvió la atención al frente. Otra vez encontrándose con esos ojos azules que le observaban desde el escenario, satisfecho de los resultados y tras enviarle un discreto guiño, volvió a acercar los labios al micrófono.

―Buenas noches ―habló Chuuya, con la próxima canción comenzando al fondo y los gritos al frente―. Somos Black Ocean.

El espectáculo apenas comenzaba. 







••••••••••••• (N/A) •••••••••••••

Las canciones que aparecen en este capítulo son "Jump then fall"  de Taylor Swift y "Gossip" de Måneskin.

Por favor, comenta qué te pareció el capítulo, me gustaría mucho saber lo que piensas de la historia <3

¡Gracias por leer!

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