Leave the kiss for later [SKK]

By LeoLunna

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Cuando Dazai se marchó de Yokohama, rompiendo su relación con Chuuya y dejando sin leer el poema que le escri... More

01. Dear first love...
I: Leave the kiss for later
II: But I wonder where were you?
III: Lonely street
IV: Contradictory words
V: Call me
VI: As it was
VII: Bad idea
VIII: Two fools
IX: Bother you
X: Step by step
XI: I wanna be yours
XII: Set fire to the rain
XIII: When the party's over
XIV: I can't handle change
XV: You're not sorry
XVI: Brotherhood
XVII: I'm a broken rose
XVIII: Stop, don't be so kind
XIX: Lost on you
XX: The night we met
XXI: Got the music in you
XXII: Close the book, turn on the music
XXIII: I know now, this is who I really am
XXIV: Autumn leaves on my skin
XXV: You were looking at me
02. I wrote this for you
I: You hear me?
II: Patience
III: Stop thinking
IV: Bittersweet symphony
V: Could it be easy this once?
VI: Tell me why
VII: Somebody that I used to know
VIII: All you had to do was stay
IX: The ending always stays the same
X: Turn around and make it alright
XI: Go that way
XII: The only exception
XIV: I'm never gonna leave you
XV: It doesn't hurt me
XVI: Another love
XVII: Hold On
XVIII: Are you ready to love?
XIX: The world keeps on turning
XX: You look perfect

XIII: Sit down beside me

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By LeoLunna

Cuando terminaron de presentarse otra vez, reconociendo en el otro solamente a la persona que eran en ese momento, ambos, al mismo tiempo, rieron. Cuando el sonido de sus risas apaciguó, se quedaron mirándose el uno al otro, volviendo a memorizar aquellas características que ya conocían, y aprendiendo las nuevas que tan solo se atrevieron a mirar desde lejos.

En algún momento, se dieron cuenta de que estaban tan ensimismados el uno en el otro que un suave sentimiento de timidez floreció, y como si fuesen otra vez dos chicos de quince años, diferentes y más inocentes a esos que realmente fueron, desviaron la mirada.

¿Qué era ese sentimiento burbujeante? Aquel cosquilleo en la boca del estómago, ese tenue calor en el rostro y esa sonrisa que no podían controlar. Era casi un sentimiento peligroso, hizo sentir inseguro a Chuuya, pero al mismo tiempo, una parte de él, no quería evitarlo.

Y esa parte crecía, casi como si necesitara un solo empujón, una sola frase, para hacerse cargo de todo.

―Eso fue raro, quiero decir, esa presentación lo fue... ―comentó Chuuya, y quitó su bolso del asiento a su lado, dejándolo libre para que el moreno lo ocupara.

La pequeña sonrisa en Dazai fue imposible de ignorar, pero Chuuya fingió no verla, así como resistió que una se formara en sus labios.

―No pensé que ibas a seguirme el juego ―dijo el moreno.

―¿Alguna vez no lo he hecho?

―No lo sé, tú y yo acabamos de conocernos, ¿no? ―A su pregunta, Chuuya tan solo asintió.

Miró al hombre a su lado, a los ojos suaves que no se apartaban de él, a la añoranza y resignación que en ellos reflejaba, la aceptación de cualquier futuro que pudieran obtener con tal de solo tener un breve instante, y entonces Chuuya volvió a desviar el rostro.

Aún no se acostumbraba a eso, pero tal vez podría hacerlo, y ya que Dazai había dado el primer paso esta vez...

No podía evitar sentirse importante para él.

―Pensé que no ibas a acercarte ―confesó Chuuya por lo bajo―, ya que yo, esa noche...

―Está bien ―le interrumpió, protegiendo su corazón de las memorias―. Entiendo por qué lo hiciste, no soy tan idiota como la mayoría piensa. Estoy bien con eso, en serio.

Al mirar su rostro, sus ojos más serenos y claros, Chuuya le creyó. Estaba diciendo la verdad. Había un poco de dolor ahí, pero los días que estuvieron lejos hicieron que aceptara lo que ya no podía cambiar, y eso le demostraba, más que nada, que el hombre a su lado ya no era el chico que lo dejó en Yokohama.

Dazai solía obsesionarse mucho con el pasado, pero eso fue antes de su discusión, eso fue antes de ese relato. Ahora, el moreno parecía sinceramente solo mirar hacia el camino que tenían enfrente.

Y Chuuya quería saber dónde encajaba él en todo eso.

―Creo que estoy bastante jodido ―murmuró Chuuya en voz baja, lo suficiente para que solo él y Dazai pudieran escuchar―. Puedo confiar en mi familia, también en mis amigos, pero ¿en un novio? Mierda, no. Intenté hacerlo, pero me escapé antes de poder enamorarme demasiado.

Dazai intentó decir algo, asumir la culpa que sabía que tenía, pero Chuuya no se lo permitió. Ya era tarde, no podía solucionar nada y no quería una disculpa, eso el moreno lo sabía.

―Sé lo que vas a decir, y sí, en parte es tu culpa, pero también la de Kouyou ―interrumpió, mirando al moreno silencioso a su lado―. Ambos me dejaron, pero Paul y Arthur me ayudaron a superar el vacío que ella dejó, pero el tuyo...

Lo llenó por su propia cuenta.

Lo aceptó y dejó de extrañarlo en algún momento, pero el miedo se quedó. Esa dificultad para confiar y para abrir su corazón se quedó, pero como le dijo a Dazai, no fue solo él quien plantó ese temor, ni tampoco podía quitarlo, nadie podía.

Esas flores en su corazón tan solo él mismo podía arrancarlas y plantar camelias. La gente que viniera después, fuera quien fuera, solo podía regar los brotes.

―Es mi problema ―respondió Chuuya―. Esta "debilidad" es mi problema, Dazai, y yo mismo lo solucionaré. Por ahora solo quiero saber... ¿Qué quieres de mí? ¿Por qué te acercaste después de lo que te dije?

¿Al menos él sabía que quería? Porque él no. Aún se sentía en un limbo, sin saber si lo que quería era la música o a su familia; la soledad o bien a aquel hombre a su lado, o ese que le pidió hacer una excepción para él.

No le mintió a Ango cuando dijo que no quería una relación en ese momento, tampoco algo de una noche. No estaba listo para ser el "novio" de alguien, ni tampoco el "amante". Necesitaba guardar su corazón un poco más, calmarlo y arroparlo, hasta estar seguro de que sería cuidado.

Y por un instante, temiendo que la respuesta de Dazai le empujara en ese mismo momento a entregar su corazón o bien esconderlo más, se preguntó si esa vez podría cuidarlo bien.

―Solo quería verte ―respondió Dazai. Otra vez con esa voz sincera y ojos suaves, otra vez aceptando cualquier futuro que pudieran construir―. Quería hablar contigo, pasar el rato juntos, discutir por tonterías también. Eres el único que me da respuestas divertidas, cuando discuto con Ranpo él siempre gana, y Kunikida pierde la paciencia demasiado rápido.

Bajo la atenta mirada azulada, aquella que intentaba comprender todo lo que decía, Dazai soltó un quejido molesto y luego continuó enumerando múltiples escenarios y deseos que quería compartir sin esperar nada a cambio más que uno o dos segundos.

―Y se han estrenado muchas películas absurdas últimamente y quiero verlas, pero a nadie le dan risa excepto a nosotros ―se quejó, lamentando el pésimo y simple sentido del humor que sus otros amigos poseían, mientras la mirada azulada junto a él se suavizaba―. Y abrieron un café de gatos en el centro, pero no quiero ir solo. ¿Sabes lo triste que parecería si voy solo?

―Llamarían a la policía, te ves como un sociópata.

―Un sociópata medicado.

―De todas formas espantarías a los empleados.

―Pero no a los gatos ―se defendió, y con una sonrisa esperanzada a la cual el pelirrojo no podía resistirse, ofreció―: Y esa es una buena idea, ¿no? Ir a esa cafetería de gatos, luego dar una vuelta por la ciudad durante la tarde, no en la noche, ya no estamos en edad para hacer esas cosas...

La risita que se escapó de él fue involuntaria y genuina. El sonido sorprendió al moreno a su lado, como si no esperara volver a escuchar una risa de él, ni mucho menos ser quien la provocara. Pero cuando esa mueca se mantuvo en sus labios, mientras más se miraban el uno al otro observándose sin ese velo del pasado sobre ambos, las sonrisas se reflejaron.

―Se escucha divertido ―murmuró Chuuya―. Sentarse en un rincón del local, con uno o dos gatos sobre las piernas, y luego quejarse de todos los pelos en la ropa.

Luego salir del local, caminar un rato bajo los árboles a principios del verano. Con Dazai a su lado, hablando de cualquier cosa, sin esperar nada, solo algunas palabras, algunas canciones o historias...

Sí, quería hacer eso.

―¿Quieres... ir ahora? ―preguntó Dazai, con voz baja e insegura―. O tal vez otro día, y podemos tomar muchas fotos y luego enviárselas a Albatross. Estoy seguro de que hará un berrinche al notar que no fuimos con él.

―Me encantaría burlarme de él ―respondió Chuuya, aceptando silenciosamente esa invitación―. Pero ahora mismo no puedo...

Dazai parecía decepcionado y quería insistir, pero sus labios se cerraron. Asintió lentamente, bajó la cabeza y luego la levantó, mirando el reloj de pared del local, marcando cerca de las cuatro de la tarde y un recordatorio pasó por su cabeza.

―Ah, tienes ensayo con la banda ―comentó, y antes de que Chuuya pudiera preguntarle cómo lo sabía, Dazai soltó la información que recordaba claramente―. Siempre ensayan lunes, miércoles y viernes a las cuatro y media, a veces más si hay una presentación pronto.

―¿Vaya? ¿Realmente me pusiste atención cuando te expliqué eso? ―se burló.

―Siempre te escucho, Chuuya ―confesó, y mientras las palabras calaron profundo en el otro hombre, deslizó una pequeña broma―. Solo finjo no hacerlo, ¡es divertido molestarte!

Ni siquiera podía enojarse con esa declaración. En el fondo, Chuuya había extrañado esa voz y palabras tontas. Ese tono relajado en Dazai, verdaderamente bromista y no aquella forzada felicidad que conoció de él tiempo atrás. Todo lo que veía a su lado era genuino, con fisuras a medio reparar, con grietas selladas con oro que formaban a alguien nuevo.

Y por un momento, como un pensamiento fugaz que solo dejó en su cabeza un suave eco, pensó que le gustaba más esa nueva persona junto a él.

―Ah, nunca vas a dejar de ser tan irritante, ¿o sí? ―bromeó Chuuya, soltando un fingido y cansado suspiro, mientras Dazai a su lado solo le respondía con una sonrisa y una negación.

El pelirrojo se quejó por lo bajo de lo molesto que era el otro, pero no se alejó. Se quedaron en el mismo rincón de la cafetería, intercambiando pequeñas bromas, suaves palabras como dos personas que realmente no se conocían, como si fuese un "primer encuentro" que ambos merecían.

Y motivado por esa tranquilidad, esa naturalidad entre ellos que jamás dejó de sorprenderles, Dazai mencionó muchos otros lugares que quería visitar junto a Chuuya, y tantas, tantas fotografías que quería tomar.

Como si el tiempo no hubiese pasado, o bien como ese momento en que se encontraba a una persona con la cual se encajaba a la perfección, se encerraron en una plática sin sentido por largos minutos. Discutiendo por cosas pequeñas, contando algunos sucesos de la semana, intercambiando bromas absurdas y llamando la atención de la gente con una que otra carcajada.

Desde detrás del mostrador, Lucy soltó un quejido ante el ruido que los otros dos hombres producían. Se preguntó cómo Atsushi no estaba molesto por el bullicio, pero el albino ya estaba más que acostumbrado. Casi había extrañado verlos juntos, incluso si sus risas molestaban a otros clientes.

En un pequeño momento de distracción, le envió un mensaje a su novio para decirle sobre ese "reencuentro". Todo lo que recibió de él fue un "Ya era hora", y luego la publicación de la página de Guild Records anunciando el próximo concierto en el cual Black Ocean participaría. El nombre de la banda que abriría el evento seguía en incógnito, y al leer los comentarios, muchos especulaban y proponían sus favoritos.

Sin embargo, el comentario que llamó su atención fue el de un perfil que recientemente se estaba dedicando a informar y opinar sobre distintas noticias, y chismes, sobre las bandas locales y emergentes de Kyoto. Llevaba el nombre "Huckleberry" y aseguró que la banda que fuese anunciada, acabaría por renunciar al poco tiempo.

Desde su propio perfil secreto, aquel que llevaba el simple nombre de "Weretiger", escribió que sin importar qué banda abriera el concierto, estaba seguro de que sería genial y agregó un listado de los posibles candidatos, fingiendo que no sabía que Black Ocean era la seleccionada.

―Necesitas dejar el favoritismo ―le comentó Lucy, mirando la pantalla de su teléfono por sobre el hombro.

―Estoy siendo imparcial.

―Nunca has sido imparcial ―le recriminó―. Tienes esa cuenta desde hace años y siempre escribiste más sobre las bandas en las que estaba Akutagawa, y ahora que es tu novio es peor. Técnicamente toda la gente sabe que "Weretiger" es más un fan de Akutagawa que de Black Ocean.

―Si hubiese sabido que ibas a juzgarme, no te hubiera dicho que ese perfil es mío ―se defendió Atsushi, escondiendo posesivamente su teléfono

―Soy tu mejor amiga, tengo todo el derecho a juzgarte.

―Mi mejor amiga me hubiera dicho que está haciendo covers y publicándolos ―señaló. Antes de que la chica pudiera defenderse detrás de la timidez, con una sonrisa un tanto altanera que había aprendido de cierto moreno, agregó―: ¿Creíste que no iba a encontrar el canal? Subestimas mi habilidad para encontrar música. ¿Qué sucedió con Tengaku?

Soltando un largo suspiro, uno de resignación y aceptación por igual, Lucy se alzó de hombros.

―Todos están ocupados, la banda era solo un pasatiempo momentáneo ―respondió, y por lo bajo murmuró―. Y yo realmente... quería seguir cantando.

No le importaba si era con una banda o en solitario, quería cantar y nadie iba a evitar que lo hiciera. No era tan buena escribiendo o componiendo canciones, al menos no como cierto guitarrista con el cuál su mejor amigo estaba saliendo, pero podía empezar solo con covers. Solo ella y un micrófono eran suficientes.

Y sabía que tarde o temprano Atsushi lo descubriría. Su amigo pasaba una insana cantidad de tiempo buscando nueva música cuando no estaba leyendo, trabajando con ella o bien con Akutagawa.

―Bueno, yo te apoyo ―comentó el chico tal como Lucy ya sabía, pero escucharlo decirlo en voz alta le tranquilizaba―. Además me gusta el nombre que escogiste, Anne of Green Gables.

Ah, aún no se acostumbraba al nombre "artístico" que había escogido. Escucharlo en voz alta le causo un poco de vergüenza,

―Dios, deja esa sonrisa ―exigió. El albino solo negó e ignoró el golpe exasperado en el hombro que Lucy le dio―. Ugh, detesto tu felicidad.

―Sólo estás celosa.

―Sí, claro, muy celosa de no tener a cierto perro rabioso de novio ―ironizó, fingiendo una arcada de la cual Atsushi rio. No había caso, parecía que nada podría molestar o avergonzar a su amigo en ese momento. Cansada, soltó un largo suspiro hastiado―. En serio, ¿tan bueno es en la cama? Tus niveles de serotonina son excesivos para este momento del semestre.

Por un momento, el silencio que los envolvió no llamó su atención. Continuó con su trabajo, limpiando una parte del mesón, mientras Atsushi se encargaba de la otra. Cuando fue consciente del profundo silencio entre ellos, miró al chico a su lado, tenso, moviéndose lentamente y con un sonrojo en el rostro que claramente no iba a desaparecer por mucho que lo intentara.

―Oh, ustedes no...

―No ―confirmó rápidamente Atsushi, mirando de un lado a otro, a los clientes en los asientos del local, a la pareja en el rincón que continuaba sumergida en su propio mundo, y tras asegurarse de que nadie estaba prestando atención a su conversación, confesó―: No estoy listo...

―Bueno, no creo que esperar le moleste a tu novio, ¿o sí?

Atsushi se alzó de hombros, aparentando tranquilidad.

―No lo sé, no lo parece ―murmuró―. Aunque tampoco le he dicho que yo no... Que no tengo experiencia en eso. No quiero que piense que soy inmaduro...

Lucy quiso golpearlo y regañarlo. Atsushi solo tenía 19 años, podía tomarse todo el tiempo que quisiera antes de intentar algo más íntimo con su novio, pero entendía de dónde venía su inseguridad. Akutagawa tenía más experiencia que él, pero Lucy no creía que la falta de "conocimiento" de su amigo realmente le importara al guitarrista.

Acabó por soltar un suspiro e ignorar las preguntas de Atsushi sobre su rostro agrio y malhumorado. Lucy murmuró que no sucedía nada, y buscó distraer al albino con los dos hombres que se alejaban del rincón de la cafetería y caminaban hacia la salida.

―Ah, mira, la parejita ya se va.

Dazai y Chuuya parecían aún perdidos en su propio mundo, pensó Atsushi al verlos. La escena frente a él era tan familiar como nueva, como si ambos mayores no fueran las mismas personas que conoció, como si en algún punto hubieran cambiado y solo algunos pocos se dieron cuenta. Ahora parecían dos personas que acababan de conocerse, que encajaban desde la primera palabra incluso si no lo intentaban.

Creyó que Dazai se marcharía junto a Chuuya, tal y como antes lo hacía, pero todo lo que vio entre ellos fue una tímida despedida, como si no supieran qué hacer ahora que las palabras entre ellos regresaron, como si realmente no quisieran separarse. ¿Al menos se daban cuenta de todo lo que transmitían juntos? Atsushi estaba seguro que no. Solo aquellos que miraban desde lejos notaban ese camino entre ambos reconstruyéndose lentamente.

Ah, tenía que decírselo a Akutagawa. No era justo que solo Chuuya pudiera burlarse de ellos por ser tan "cursis".

―¿Ya están bien?―preguntó Atsushi cuando Dazai se acercó al mostrador.

―No lo sé, ¿eso creo? ―respondió inseguro para sorpresa del menor.

―Se veían cómodos el uno con el otro ―comentó, con una sonrisa suave y una afirmación que Dazai quiso tomar como una esperanza―. Por cierto, ¿ya tienes que irte?

―Realmente no tengo nada más que hacer ―respondió. Aunque sentía la necesidad de escribir un par de cosas, podía esperar―. ¿Por qué? ¿Me vas a dar una bebida gratis? Si es así me quedo.

―Ah, está bien, te daré una ―se quejó el albino, soltando un largo suspiro y luego desviando la mirada con timidez―. Yo... Necesito el consejo de un "adulto".

Dazai le lanzó una mirada confundida.

―Tú eres un adulto, Atsushi, o casi uno. Te falta legalmente un año,

―¡Necesito uno que no sea yo! Ni tampoco mis madres ―agregó rápidamente antes de que el moreno pudiera sugerirlo.

No, ni en mil años le preguntaría por algo así a sus madres. Y supuso que debió parecer bastante desesperado, ya que Dazai aceptó quedarse un rato más y no solo por el café gratis que consiguió.

Atsushi le murmuró a Lucy que tomaría su descanso en ese momento y se llevó al moreno al mismo rincón del local en el cual estuvo con Chuuya minutos atrás. Eran cerca de las cuatro y media de la tarde, notó el albino. Para ese momento, de seguro la banda ya se estaba reuniendo con Fitzgerald y los otros músicos.

Ah, no podía esperar para preguntarle a su novio que sucedió en ese encuentro, pero primero necesitaba un poco de "guía".

―Entonces, uhm, esto tal vez sea raro...

―Seguro que no ―intentó tranquilizar, preocupándose un poco del rojizo que iba cubriendo la piel pálida y los ojos bicolores que se negaban a mirarle de frente―. Atsushi, he escuchado muchas cosas raras en mi vida, no creo que...

―¿Cómo es el sexo con otro hombre?

Dazai estaba seguro de que, por un momento, sus oídos solo pudieron registrar un agudo y bajo ruido. El rostro del menor frente a él estaba mucho más rojo, pero había subido la mirada y esta, casi como la de un depredador, exigía respuestas.

―¿Eh...?


[•••]


Cuando Chuuya llegó a la sala de ensayo, el resto de la banda ya estaba ahí. Eso no era raro, todos eran anormalmente puntuales para los ensayos, pero lo que sí le extrañó fue lo pegajoso que estaba Ryuu con Gin.

Ryuunosuke había exiliado a su bajista a un rincón apartado, mientras que él se quedó protectoramente junto a Gin en la esquina opuesta. El rostro de Tachihara estaba genuinamente confundido por la actitud de su líder, pero no intentó cuestionarlo. Casi parecía un cachorro pateado, pensó Chuuya, y se hubiese conmovido si es que no supiera la razón detrás de la actitud de su líder.

De todas formas, esperaba que Kajii pudiera romper la tensión antes de que él llegara, pero el otro hombre solo se quedó detrás de la batería, jugando con sus baquetas entre los dedos de su mano derecha, mientras que con la izquierda sujetaba su teléfono. Qué inútil, pensó Chuuya, y soltó un largo suspiro cuando cerró la puerta de la sala. El ruido no hizo que la mirada asesina que Ryuu le dirigía a Tachihara desapareciera.

―Hola, Chuuya, ¿cómo estás? ¿Qué tal estuvieron las clases? Ah, estuvieron bien, gracias por preguntar ―ironizó, hablando consigo mismo mientras caminaba hacia sus compañeros de banda y ganaba su atención―. ¿Qué demonios les sucede ahora? Si no parecemos un grupo unido daremos una mala impresión.

―Díselo a él ―acusó Gin señalando a su hermano―. Prometió que no haría esto.

―No, prometí que pensaría en no hacerlo ―se defendió el pelinegro, y su entrecejo se frunció, sin apartar la mirada del bajista al otro lado―. Y decidí que lo haría.

―¡¿Qué tengo que ver yo en esto?! ¡Ni siquiera sé por qué estás enojado conmigo ahora!

El guitarrista estuvo a punto de decirle a Tachihara las razones de su enfado, pero calló cuando Gin golpeó su brazo y le dirigió una mirada más avergonzada que intimidante. La chica prometía a través de su silencio que, si su hermano llegaba a decir algo sobre sus sentimientos, se enfadaría con él durante un tiempo indefinido, y una Gin enojada era una Gin terca y que no hablaba. Ya de por sí su hermana menor era silenciosa, como él, pero ninguno de los dos necesitaba menos palabras.

Ryuunosuke soltó un exasperado quejido y desvió la mirada, cruzándose de brazos malhumorado, pero aceptando ya no atormentar más a su bajista. Al menos por ese momento.

―Genial, ya que todos somos amigos otra vez, aunque ninguno de ustedes, desgraciados, me saludó, podemos prepararnos ―comentó Chuuya, tomando su posición detrás del micrófono―. ¿A qué hora dijo Fitzgerald que llegaría con la banda?

―Cinco y diez ―respondió el guitarrista―. Tenemos un poco más de media hora para ensayar. Si se equivocan, les juro venganza.

―Siempre dices lo mismo y nunca te vengas de ninguno de nosotros ―comentó Tachihara.

―Deja de pedirlo ―ordenó Chuuya―. Si cobra venganza va a comenzar contigo. Es más, eres con él único con el cual se va a desquitar, ¿no, Ryuu?

El pelinegro, con la mirada otra vez fija en su bajista, solo asintió. Tachihara intentó no estremecerse, aunque fue un poco difícil no hacerlo.

Después de un par de miradas amenazantes más, un murmuro avergonzado de la guitarrista menor y un golpe que Chuuya le dio a Akutagawa en la nuca, pudieron comenzar a ensayar.

Aún no sabían cuántas canciones querría ver Fitzgerald y la banda de ellos, pero practicaron aquellas en las cuales tenían mayor confianza. Sin parar durante quince minutos, los instrumentos sonaron y la voz envolvió cada rincón. La emoción de la música recorrió sus cuerpos. Al terminar una melodía, antes de empezar otra, intercambiaban comentarios entre ellos, pequeñas correcciones que aplicaban en la siguiente canción.

Nadie lo decía, pero mientras la hora acordada se acercaba, la ansiedad era más difícil de disimular. Por suerte estaban acostumbrados a fingir que sus manos no temblaban mientras tocaban los instrumentos, pero en cuanto pudieran relajarse, sin duda se desplomarían.

Apenas pudieron tomarse un respiro cuando la puerta de la sala se abrió. El hombre rubio al otro lado, sin preocuparse de interrumpir, entró con paso confiado y dirigiendo el grupo. Había llegado diez minutos antes de la hora acordada, tomando por sorpresa a la banda tanto por su inesperada llegada como por su entrada.

Sin embargo, lo que realmente los conmocionó fue el grupo de tres hombres y una mujer que pasaron junto a Fitzgerald y se dirigieron directamente a Akutagawa. El chico ni siquiera tuvo tiempo de reaccionar antes de ser envuelto por los cuatro adultos, recibiendo abrazos y suaves palmadas en la espalda.

―¡Hace mucho tiempo que no te veíamos, niño! ―saludó uno de los hombres, el baterista―. ¿Has estado bien? Te ves igual de pálido y delgado que tiempo atrás.

―Siempre fui así.

―¡Y tu cara tampoco ha cambiado! ―comentó la mujer, la vocalista―. Sigue pareciendo que odias a todos.

―Lo hago.

―¡¿Ya los conoces?! ―inquirió Tachihara, interrumpiendo el extraño reencuentro y atrayendo las miradas hacia él―. ¡¿Y ellos te conocen?! ¡¿De dónde?!

―Yokohama ―respondió simplemente uno de los músicos. Tachihara lo reconoció como el bajista―. Ryuunosuke fue nuestro segundo guitarrista durante un año cuando tenías... ¿qué? ¿Quince?

El pelinegro asintió. Tachihara continuó exigiendo respuestas y olvidando todas las amenazas explícitas e implícitas que recibió en algún momento.

―¡¿Fuiste integrante de una banda profesional y nunca nos dijiste?!

―No lo fui ―se defendió el pelinegro―. Los conocí cuando trabajaba en un club y toqué con ellos antes de que consiguieran un contrato con Guild Records.

Tachihara asintió en comprensión, sin embargo, siguió perdiendo la cabeza y exigiendo más detalles sin importar que Akutagawa estuviera enojado con él por una razón que desconocía.

La banda le explicó que una noche en la cual debían ambientar con música de jazz y soul ese club en Yokohama, su guitarrista de ese entonces se ausentó y se retiró de la agrupación sin decirles nada. Tenían un contrato con el local y no cumplirlo hubiese significado no volver a trabajar en aquel lugar que, aunque un poco escondido y cuestionable, pagaba bien.

Mientras decidían qué hacer y sentían el pánico cerrándoles la garganta, Akutagawa, que estaba ahí en su primera noche de trabajo, se les acercó y se ofreció a reemplazar a su guitarrista si se le daba una parte del pago. Estaban tan desesperados que ni siquiera dudaron en aceptar el trato de ese chico pálido y delgado de quince años que no debería estar ahí, pero esa noche se ayudaron mutuamente.

El chico los impresionó aprendiendo los acordes de cada canción en tan solo media hora y, al final del turno, pasó de ser un empleado del local a pertenecer a la banda. Continuó tocando con la agrupación en ese lugar y otros durante un año hasta que un productor de Guild Records se fijó en ellos. Sin embargo, para que su carrera despegara debían marcharse de Yokohama a Tokyo y, por supuesto, Akutagawa no se marcharía dejando sola a Gin.

De todas formas el tiempo con ellos ayudó al chico a formarse una reputación entre bandas emergentes y amateurs que lo precedía desde entonces. Eso les ayudó a seguirle la pista, aunque por un momento le perdieron el rastro, llegó a ellos las últimas presentaciones de Black Ocean y ya que pasarían por Kyoto, era una oportunidad perfecta para ver a su antiguo guitarrista.

Tachihara y Kajii se veían bastante maravillados con la historia, y bromearon que no tenían ni idea de que su líder fuese tan "increíble", cosa que les valió una mirada molesta del pelinegro. Gin ya conocía los detalles, pero siempre era bueno escuchar como alababan a su hermano.

Sin embargo, aunque Chuuya quiso sentirse tan orgulloso de Akutagawa como el resto, su cabeza se mantuvo en solo un detalle que se clavó en su pecho como una espina molesta e incómoda.

Había un solo club en Yokohama que admitía contratar menores de edad, y no era el lugar más legal de la ciudad. Sus prácticas eran... bastante cuestionables, y ofrecían más que solo música y alcohol.

Más de una vez durante sus paseos con Dazai, pasaron frente a ese local y lo miraron desde afuera. No podían entrar, pero escuchaban la música venir desde el interior, también las risas adultas, y algunos hombres o mujeres bien vestidos que venían desde las zonas más acomodadas de Yokohama salir del brazo con una chico o chica menor de dieciocho años. Ni siquiera necesitaban ver lo que ocurría en el interior para entenderlo. Ni siquiera necesitaban preguntarle a esos adolescentes que trabajaban ahí de qué zonas de Yokohama venían. Era una trampa para aquellos que no tenían otras opciones.

El municipio de la ciudad no podía clausurarlo. En esa época, se escudaban con la edad de consentimiento legal que eran los trece años, pero Chuuya supuso que, si seguía funcionando, ya no contratarían a chicos menores de dieciséis. De todas formas era un lugar horrible.

Y al pensar en ese local, en lo que todos sabían que sucedía en el interior, y en el hecho de que Ryuu acababa de afirmar que había trabajado ahí, le hizo querer vomitar.

Sabía que la infancia y adolescencia de su guitarrista no fue fácil. El mismo chico alguna vez le confesó que tuvo muchos trabajos en aquella época. Necesitaba pagarle a uno de sus tíos para permitir que él y Gin tuvieran un lugar donde vivir, y no ser enviados a diferentes centros de protección para menores después de que le quitaran a sus padres su tutela. Pero esa información... Jamás se lo dijo.

Y no sabía qué sentir además de angustia y preocupación.

―¿Chuuya? ―llamó Gin, tocando su brazo suavemente―. ¿Estás bien? Te ves un poco pálido.

―¿Eh? Ah... Estoy bien, solo es el nerviosismo ―se excusó. Le dio una sonrisa a la chica y luego miró al frente, a esos adultos que rodeaban a su guitarrista y platicaban tan amenamente a pesar de la poca reacción del chico―. Gin, ellos... ¿Fueron buenas personas con ustedes?

La chica asintió.

―Lo fueron, siempre dejaban a Ryuu en casa cuando salía muy tarde del trabajo.

Al mirarla con atención, Chuuya no pudo ver en ella los pensamientos conflictivos que él poseía. Entonces no lo sabía. Tal vez Ryuunosuke hizo hasta lo imposible para que ella no supiera en qué tipo de local estaba "presentándose" con esa banda. Ni siquiera le sorprendía que el chico hiciera algo así, por supuesto que haría cualquier cosa para proteger el cuerpo y mente de su hermana pequeña.

Y sin embargo, a Chuuya le hubiese gustado que Akutagawa no sacrificara tanto de sí mismo.

―¡Bien! Queremos escucharlos ―dijo Fitzgeral, dando un aplauso para llamar la atención de todos―. Vamos, vamos, hagan su magia.

La otra banda se acomodó en un rincón, con sonrisas en los labios e impacientes por escucharlos. Con voz autoritaria, Akutagawa dio un par de indicaciones y les dijo qué canción presentarían para ellos. Escogió la que más impacto creyó que produciría, aquella última que Chuuya había escrito para Dazai, y tomando el shimasen que había traído consigo, comenzaron a tocar.

La canción se sintió eterna y fugaz por igual. Se escuchó a la perfección a pesar de que Chuuya se mantuvo distraído, mirando de vez en cuando a Akutagawa, haciendo preguntas silenciosas y con un tenue dolor y preocupación que se expresó en su voz, pero que vino bien para el sentimiento de la canción.

El chico notó su actitud, pero no se distrajo con ella. Tan solo intercambiaron miradas, negándose a dejar que sus dedos fallaran. Por primera vez desde que lo conoció, esa actitud estoica suya le molestó.

Pudo ocultar el malestar, pero este se mantuvo incluso cuando terminó de cantar. Ni siquiera la sonrisa satisfecha de Fitzgerald lo animó, tampoco los aplausos que la otra banda entregó.

―Es bastante bueno ―comentó el productor.

―¡Te lo dijimos, Ryuunosuke es un guitarrista excepcional! ―dijo la otra agrupación―. Y su banda también, encontró buenos integrantes.

Kajii, Tachihara y Gin se vieron bastante felices de recibir ese comentario. Akutagawa se mantuvo tranquilo. Chuuya solo les dio una pequeña sonrisa, sin poder sentir plena felicidad ahora que creía saber algunas cosas que jamás se imaginó.

La banda continuó alabando a Black Ocean, a su música, interpretación, cada instrumento, la voz y, especialmente, a su guitarrista principal y compositor. Notó como Fitzgerald miraba a Akutagawa, como si tuviera en frente un diamante al cual pulir a su gusto y que quería obtener sin importar el costo. Podía pagar lo que fuera, pero al pensar en que veía a su líder como nada más que un objeto, Chuuya no pudo evitar apegarse un poco al chico con una presencia protectora.

Akutagawa notó su acción y lo miró de reojo. El chico no se alejó, al contrario, se movió un poco más hacia el pelirrojo, casi queriendo escudarse detrás de él.

―Entonces, esta es nuestra propuesta -dijo Fitzgerald y levantó dos pares de sus dedos―. Cuatro canciones. Quiero que abran el concierto en el Kyoto Muse con cuatro canciones, sin embargo, su guitarrista tendrá que tocar una más.

―Queremos tocar al menos una canción con Ryunosuke ―explicó la vocalista de la otra banda antes de que las dudas se alzaran―. Para recordar viejos tiempos.

El productor asintió, y volvió su atención al guitarrista.

―¿Estás de acuerdo con eso, Atawaga?

―Akutagawa.

―Sí, sí, eso ―dijo Fitzgerald, restándole importancia―. Entonces, ¿aceptas?

El pelinegro dudó. No quería tocar sin su banda, ya no podía imaginarse no armonizar su guitarra con otra voz que no fuese la de Chuuya, así que dirigió su mirada al pelirrojo, casi esperando una guía de él. Chuuya solo asintió, dándole una pequeña sonrisa que le aseguraba que era una buena idea, que ya conocía a esa otra banda y sería una excelente presentación. Solo tras obtener esa seguridad, aceptó.

Fitzgerald volvió a aplaudir, satisfecho de que una de sus dos propuestas hubiera sido aceptada. La segunda propuesta seguía sin respuesta, el pelinegro le había comentado que seguía pensando en ello, aunque el rubio no entendía por qué estaba dudando si era una buena oportunidad.

De todas formas, el ofrecimiento seguiría sobre la mesa. Tenía frente a él a alguien que podía convertirse en un gran compositor y no iba a dejarlo escapar.

―¡Perfecto! Esta noche la página de Guild Records y de la banda anunciará que Black Ocean abrirá el concierto ―comentó Fitzgerald―. Les enviaré el calendario con las fechas de ensayo y todo lo demás, ¡esta es una excelente oportunidad para todos nosotros!

Y una vez que el chico aceptara unirse a su sello como compositor, sería mucho mejor, pero le dejaría pensar las cosas con calma al menos por un tiempo.

Después de otra despedida afectuosa y un intercambio de números de contacto, Fitzgerald y la banda se marcharon.

En cuanto la puerta se cerró y ya no pudieron escuchar sus pasos, Kajii y Tachihara gritaron al mismo tiempo, se abrazaron y balbucearon lo fantástico que será abrir ese concierto en el Kyoto Muse. Su carrera despegaría sin duda, y sin expresarlo en voz alta, Gin pensó en que ese era un paso menos a su sueño de tocar en el Tokyo Dome.

―¡Vamos, deberíamos seguir ensayando! ―sugirió Tachihara. A un lado, el guitarrista resopló.

―¿Así que ahora quieren ensayar? ―se burló Akutagawa, pero tan solo recibió un asentimiento emocionado de los otros tres―. Bien, de todas formas tenemos la sala reservada hasta las seis. Tomen quince minutos de descanso. Chuuya, ¿acompáñame a buscar algunas botellas de agua?

El pelirrojo no dudó. Asintió y siguió al chico fuera de la sala, dejando a sus otros tres integrantes platicando emocionadamente sobre la nueva presentación que se les venía encima.

El pasillo fuera de las salas era tan silencioso. Sus pasos resonaron, y en cualquier otro momento hubiese llenado el vacío con una plática tranquila, pero Chuuya no sabía qué decir. Solo siguió al menor hasta la máquina expendedora a la entrada del local para conseguir sus botellas de agua, esperando regresar pronto al ensayo para descubrir si cantar aliviaba su preocupación.

Sin embargo, Akutagawa ya había notado su actitud y no lo dejaría pasar tan fácilmente.

―Quieres decirme algo, ¿no? ―sugirió Akutagawa.

―Ryuu... ―dudó. Calló y repasó sus palabras, pero sabía que no podía retroceder. No con la mirada grisácea sobre él. Soltando un suspiro, obligó a su voz a resurgir―. Sabes que yo también vengo de Yokohama, y conozco esa ciudad como la maldita palma de mi mano. Sé que hay un solo club que "contrata" adolescentes... ¿Es el mismo?

―Lo es ―afirmó―. ¿A dónde quieres llegar con todo esto? ¿Estás juzgándome...?

―¿Qué? ¡No! No, no es eso, solo que...

―¿Qué? ¿Ahora te asqueo?

―No pongas palabras en mi boca.

―Entonces sé claro ―exigió, y soltando un suspiro tembloroso, dejó salir la tensión que sentía.

La expresión en su rostro fue tan endeble, tan frágil, como nunca vio en él. Por su cabeza pasaban mil y un ideas, mil y un cosas que Chuuya podía decirle al saber "esa" parte de su pasado, y al ver como la preocupación y el miedo al rechazo se volvían cada vez más claros en su rostro, Chuuya se acercó.

Buscando calmar las inseguridades, abrazó al menor, quien se tensó entre sus brazos, pero al siguiente instante se relajó.

―Lo lamento ―murmuró Chuuya, frotando su cabello―. Lamento que hayas tenido que pasar por tanto...

―No tenía otra opción. Necesitaba el dinero para que no se llevaran a Gin...

―Lo sé, eres un buen hermano ―consoló―. Solo me hubiese gustado estar ahí para ustedes.

Poder aferrarse a alguien se sentía bien. Poder sentirse seguro, sin necesitar ser siempre quien se mantuviera fuerte era agradable. A Akutagawa le hubiese gustado quedarse entre los brazos del pelirrojo un poco más, querer decirle que no importaba si no estuvo antes para ellos, ahora lo estaba, pero eso era demasiado que admitir.

Y no necesitaba decirlo en voz alta, Chuuya lo sabía de todas formas.

―Si te deja más tranquilo, no fue por tanto tiempo ―murmuró, lentamente separándose del pelirrojo, y recuperando la compostura tal como estaba acostumbrado desde niño―. Conocí a esa banda bastante rápido y pronto dejé de ser un "host". Claro, con la banda no dormía ni una mierda, pero pasaba la madrugada tocando música, no "vendiéndome".

Estaba mintiendo, notó Chuuya. No fue solo un "host", ese tipo de trabajo no le hubiera dado rápido el dinero que tan desesperadamente necesitaba en esa época, y siendo un chico joven en una mala situación, sin experiencia ni nada, seguramente alguien le pagó por más.

Pero si Ryuunosuke no quería decírselo, no podía obligarlo. Bastaba con esa silenciosa comprensión de que él sabía que estaba omitiendo detalles.

Chuuya tomó como una broma de mal gusto el último comentario del chico, y dándole un golpe en la nuca, intentó aligerar la tensión.

―No lo digas así, idiota ―regañó, y tomando tres de las cinco botellas de agua que necesitaban, volvió a caminar de regreso a la sala―. ¿Tenías que burlarte de eso?

―Bueno, yo lo viví, puedo hacerlo ―se defendió, con una voz estable y segura que tras dar un par de pasos tambaleó.

A algunos pasos de la sala de ensayo se detuvo. Chuuya hizo lo mismo y se dio la vuelta, esperando a que el chico continuara caminando y guardando lo que pensaba, o bien dejase salir esa tenue inseguridad en la cual no había pensado hasta que le recordaron parte de su pasado.

Ah, lo entendía. Entendía lo mucho que a veces pesaba sobre ellos las personas que fueron antes, las decisiones que tomaron, aquello que estuvieron obligados a hacer. Y no había mayor temor que ser juzgado por ello. Sí, Chuuya lo entendía.

―Crees que... ―Akutagawa dudó. Con la mirada fija en el piso y las manos apretando un poco más de lo necesario las botellas entre ellas―. ¿Crees que si Atsushi lo sabe se alejaría de mí...?

Tenía la seguridad de que Chuuya no lo haría. Sabía que Gin tampoco, pero a ella jamás se lo diría porque sabía que se sentiría responsable de lo que tuvo que hacer para mantener un endeble techo sobre sus cabezas. ¿Pero Atsushi? ¿El chico que seguramente no había vivido ni la mitad de las cosas que ellos? No podía asegurar su reacción, sin embargo, Chuuya tenía una buena corazonada sobre él.

―Estoy seguro de que reaccionaría igual que yo ―murmuró el pelirrojo, y dándole una fraternal sonrisa, agregó―: Y no se alejaría por algo así. Te ama demasiado como para dejarte.

Siempre era un placer ver a Akutagawa avergonzado. Era un suceso que tan solo podía presenciar una vez cada quinientos años, y guardaría en su memoria ese momento en el cual se sonrojaba y balbuceaba tontas excusas para burlarse de él en el futuro.

―No creo que esa sea la palabra correcta, no creo que él...

―Te ama, idiota ―interrumpió Chuuya, y volviendo a caminar, afirmó―: Y tú a él también.

Mientras volvían a la sala, el pelinegro enumeró todas las razones de por qué sus sentimientos no eran tan "profundos" todavía. Chuuya lo ignoró. De todas formas, sus excusas no tenían fundamentos. Esos dos idiotas se amaban, no tenía duda de ello. Y al pensar en ese sentimiento, en esa palabra, se instaló en él una agridulce sensación.

Aún no podía escuchar un "te amo" dirigirse a él, pero estaba esa pequeña espina en su pecho que quería escuchar esas palabras algún día. Tal vez no del mismo chico que lo dejó años atrás, sino de otra persona, alguien nuevo, alguien con nuevas palabras...

Ah, necesitaba escribir una canción.

Al regresar con la banda, acordaron las cuatro canciones con las cuales abrirían el concierto. Una vez que las escogieron, ensayaron hasta el último segundo que tenían en la sala de ensayos, y al salir de allí, cada cual se marchó a casa con distintas emociones dentro del pecho que se intensificaron cuando la página de Guild Records anunció que Black Ocean iniciaría el espectáculo.

La noticia corrió tan rápidamente a través de las distintas plataformas sociales que pronto recibieron algunas llamadas, mensajes o molestos compañeros de piso que se abalanzaron sobre ellos (y solo por esa ocasión Chuuya le permitió a Albatross sofocarlo).

En distintos puntos de la ciudad, cada integrante recibió afectuosas palabras. Kajii de sus compañeros de cuarto, intercalando bromas y si es que para la presentación usaría pintura facial al igual que los integrantes de KISS. El baterista los llamó idiotas, pero no negó nada.

Tachihara respondió la llamada de ese hermano mayor que hace tiempo no veía, ya que él estaba en la universidad y el otro chico cumplía sus obligaciones militares en otra parte de Japón. Pero recibir sus palabras le hizo sentir apoyado como nunca antes, y no pudo evitar hablarle de la chica que le gustaba.

En el departamento de los hermanos Akutagawa, Gin respondió a los mensajes emocionados de sus amigas, al mismo tiempo que miraba a su hermano apoyado contra la encimera de la cocina, hablando por teléfono con su novio, mientras leía la última publicación de la página de "Weretiger" que fue la primera en compartir la noticia.

Gin se rio de su hermano para sí misma, preguntándose si es que Ryuunosuke sabía que llevaba una sonrisa de idiota en el rostro. Ah, bien, luego se burlaría de él.

En cuanto al vocalista de la banda, quería romper el nuevo teléfono. Había pasado una hora desde la publicación, todos le enviaron un mensaje, pero ¿y Dazai? ¡No le envió nada! ¡Ni siquiera un maldito kaomoji!

Está bien, tal vez aún no lo sabía, tal vez Atsushi aún no le hablaba sobre la noticia, pero eso era raro, de seguro el chico ya le hubiese dicho a todo su grupo de amigos, entonces ¿por qué no tenía ni un mensaje suyo...?

Ah, qué idiota. Chuuya quiso golpearse a sí mismo, pero prefirió ahorrarse el esfuerzo para teclear la serie de números que sabía de memoria.

La llamada demoró en conectar, insegura de responder a un número que desconocía, pero cuando el reloj dio las nueve de la noche, Dazai respondió.

-¿Hola...?

―Hey, lo siento, cambié de número y yo...

Pensé que no volveríamos a hablar, completó para sí mismo. Pero, ¿cuántas veces no estuvieron en la misma situación y cuántas veces no volvieron a intercambiar llamadas a las nueve de la noche? Ah, necesitaban dejar esa costumbre de apartarse hasta con la más mínima discusión, no se estaban comportando como los "adultos" que eran.

Y a través de su voz, escuchó que Dazai estaba de acuerdo con él incluso si no lo dijo explícitamente. Las palabras que deberían estar empapadas de tristeza o enfado salieron ligeras, tranquilas, como si el silencio momentáneo entre ellos fuese un evento inevitable, pero que ya no querían volver a repetir en el futuro.

Ah, por eso mis mensajes no te llegaban ―comentó Dazai, y su voz tranquila calmó a Chuuya.

Entonces sí intentó acercarse... A pesar de todo, de que tal vez estuvo enviando mil mensajes a un número que no volvería a responder, lo intentó. Y sin poder detenerlo, un calor agradable se extendió por el pecho del pelirrojo.

Tal vez debería dejar de tenerle miedo a esa sensación.

―Entonces... ¿Ya te enteraste?

Sabía que no lo veía, pero Dazai asintió.

Que malo, Chuuya ―murmuró, con una voz suave y una broma inocente entre los labios―. Me harás gastar mi dinero para comprar una entrada para una banda que no conozco.

―No tienes que hacerlo.

Tengo que hacerlo ―sostuvo―. Quiero escucharte cantar.

Ninguno admitiría la sonrisa que se posó en sus labios, tampoco había testigos que pudieran delatarlos. Cada cual estaba en su propia habitación, encerrados y solos, a metros de distancia, pero compartiendo ese oasis de arena rojiza y aguas azules que colindaba con un bosque a mitad del otoño.


[•••]


Los siguientes días repitieron el mismo patrón. Ensayando, reuniéndose con la otra banda, escuchando a Fitzgerald intentar convencer a Akutagawa de que se uniera como compositor a Guild Records. Y a cada momento, el guitarrista le respondía que le daría una respuesta después de obtener resultados del concierto.

Cuando no estaba ensayando con la banda o en clases, Chuuya intercambió mensajes con Dazai. El moreno también estuvo bastante ocupado esas semanas antes del concierto, y el sábado previo a ese día le envió un millar de fotografías de su nuevo departamento. Luego le envío una imagen del hondo tazón de ramen que tuvo que comprarle a Ranpo y Yosano como compensación por ayudarle con la mudanza.

Aunque a veces el silencio era bueno, extrañó esos mensajes. Extrañó las fotografías aleatorias, los kaomoji y las llamadas a las nueve de la noche. Extrañó hablar con Dazai sobre cualquier cosa, su día, sus quejas sobre Albatross, las quejas del moreno sobre Dostoyevski y lo feliz que estaba de dejar de vivir con esa rata, y simplemente conocerse otra vez. Comentando por la superficie las canciones en las cuales estaba trabajando, o sobre las historias a medio redactar.

Saber que Natsume Soseki había tomado a Dazai bajo su ala realmente le alegró. El escritor era la figura adulta que el moreno siempre necesitó, y con su guía Chuuya sabía que podría seguir leyendo todo lo que Dazai escribiera. ¡Incluso ofreció presentárselo en persona! Y aunque no era tan adepto a las novelas, como cada joven de su generación, leyó una o dos de sus historias y le gustaría obtener un autógrafo de él.

Y mientras respondía un miércoles por la noche a una semana del concierto los mensajes de Dazai, a su teléfono llegó otro que habían sido constantes desde hace tiempo.

Ango.

Desde esa tarde en el café de siempre, Ango no volvió a mencionar el hecho de que quería ser "más". No insistió, cosa que el pelirrojo agradeció, pero estaba implícito lo que le gustaría de él en cada una de sus acciones. En esos mensajes preguntándole sobre su día, en esos pequeños almuerzos que de vez en cuando compartían en un rato libre, y en la genuina tristeza de no poder ir a verlo presentarse, puesto que el concierto se alineaba con un viaje de trabajo que tenía programado desde antes.

Está bien, podría ver después los videos, lo tranquilizaba Chuuya, y no sabía qué pensar o cómo sentirse cuando el otro hombre le daba una sonrisa suave o posaba sus manos sobre sus hombros.

No sentía nada "romántico" por el otro hombre. Por supuesto, su compañía y sus pláticas le gustaban. Era diferente, más tranquilo, centrado y maduro en comparación a toda la gente que le rodeaba. Su personalidad era como un respiro de aire fresco entre el revoltijo que era cada uno de sus amigos o familiares. Valoraba la amistad que le entregaba, y agradecía esos pasos tranquilos con los cuales se movía a su alrededor, pero ¿por qué sentía que estaba en una tonta historia con un cliché triángulo amoroso?

―Es estúpido ―le dijo a Arthur una de esas tardes libres en que invadió el nuevo departamento en el cual su hermano y cuñado se estaban quedando―. No quiero una relación ahora mismo. No quiero un novio, solo cantar, entonces ¿por qué parece que estoy dentro de una tonta historia?

―¿Tal vez porque es la primera vez que tienes a dos hombres detrás de ti? ―respondió Arthur tentativamente―. Yo creo que es divertido. ¿No te sube un poco el ego saber que le gustas a dos chicos?

Sí, eso ayudaba mucho a su ego, pero no lo admitiría en voz alta. No quería pensar en los sentimientos de Ango por él, mucho menos en... Bueno, en él.

Quiso echarse con los brazos cruzados sobre la mesa de la cocina, pero Paul había comprado para ellos distintos tipos de postres para que pudieran tomar el té y merendar tal como lo hacían en Francia y, por una vez y de forma explícita, iba a agradecer el gesto de su hermano mayor. El mismo que aprovechó la visita de Chuuya para salir y comprar algunas otras cosas. ¿A dónde dijo que iría? ¿A la farmacia? Sabía que Arthur era bastante débil con los cambios de temperatura, especialmente los más bajos, pero estaban a inicios del maldito verano y aún así su cuñado seguía enfermando y usando tantas capas de ropa.

Y estaba seguro de que Arthur estaba un poco más delgado que antes. Tal vez no podía notarlo a causa de la ropa holgada que siempre utilizaba, pero sus mejillas se veían un poco más hundidas, estaba más pálido y sus ojeras más oscuras. Y cuando Chuuya le preguntaba si estaba bien, el pelinegro solo respondía que su cuerpo aún no se acostumbraba al cambio de país a pesar de que había pasado bastante tiempo desde su llegada, o bien cambiaba de tema, buscando que el pelirrojo hablara sobre sí mismo para evitar confesar qué estaba mal con él.

Chuuya quería volver a preguntar. Insistir hasta que alguien le dijera qué estaba ocultando Arthur y por qué, pero Kouyou no tenía idea, y Paul respetaba el silencio que su esposo quería guardar, incluso si era un globo de agua que estaba a tan poco de reventar.

Y entonces Arthur le sonreía. Le hablaba con esa voz casi paternal y le distraía. Le hacía querer dejar la preocupación de lado para solo disfrutar esos pequeños momentos; merendando en esa mesa que tanto les recordaba a la casa que dejaron en Francia, con Guivre dormido a sus pies, las ventanas abiertas dejando pasar la luz del sol y la brisa, y Arthur otorgando tranquilos consejos al niño que aún necesitaba de él.

―No necesitas escoger a uno, Chuuya ―murmuró Arthur, deslizando el último macaron hacia Chuuya―. Incluso si ambos sienten algo por ti, no estás obligado a corresponderles. ¿O acaso uno de ellos te ha exigido una respuesta?

Chuuya negó.

―Sé que Ango quiere una respuesta, o al menos una señal de que siento algo por él. En cambio, Dazai...

Dazai solo parecía estar bien con tenerlo alrededor. Enviarle mensajes, hablar por teléfono, quejarse de la gente, caminar hacia esa cafetería para gatos durante una tarde libre, solo escucharlo cantar...

Eso era tan raro. El chico que recordaba siempre fue posesivo y hubiese hecho hasta lo imposible por alejarlo de todo el mundo, pero, claro, el moreno que ahora estaba en su vida ya no era ese mismo chico. Y al pensar en eso, en ese escritor que le envió la noche anterior tan solo un párrafo de lo que Natsume le hizo escribir, le hizo sonreír un poco.

―Me gusta como están las cosas por ahora ―confesó Chuuya―. Con ambos, con la banda, con ustedes. ¿Está mal que quiera que esta tranquilidad dure un poco más?

Arthur negó.

―Está bien, agneau, solo ten presente que las cosas pueden cambiar, y siempre eso es bueno, incluso si se ve mal.

La verdadera tranquilidad siempre iba acompañada de sus palabras, de esa seguridad en la cual podía confiar. Podía desconfiar de sus propias emociones, de las de otros, de sus decisiones, de sus pensamientos, pero jamás en las palabras de Arthur.

―¿Dime por qué estudiaste una especialidad enfocada en los negocios en vez de ser psicólogo?

―Mi papá iba a desheredarme si hacía eso, esperaré a obtener la herencia y luego estudiaré psicología ―bromeó, logrando arrancar una risa de Chuuya y al ver al pelirrojo con esa expresión, tan clara, más segura y estable que antes, no pudo evitar que él también quería que esa tranquilidad durara un poco más.

Solo un poco más de eso. De sentarse uno junto al otro por la tarde y merendar. Solo un poco más de ver llegar a Paul y que el rubio se sentara con ellos.

Solo un poco más.

Al llegar esa noche a su departamento, tenía muchos mensajes. Uno de Ryuu, recordándole que mañana tenían que ensayar y que Fitzgerald iría a verlos para observar las cuatro canciones que presentarían antes del concierto. Dos de Kyoka, a través del teléfono de Kouyou, pidiéndole que le dijera a su madre que dejara de trabajar tanto o iría a parar al hospital. Anotó mentalmente regañar a la otra pelirroja en nombre de su sobrina, tal vez si le quedaba tiempo mañana iría a visitarla.

Tenía algunos mensajes de sus compañeros de piso, que estaban simplemente hablando al mismo tiempo por su chat grupal sobre uno de los absurdos videos que Albatross envió. Tenía otro de Tachihara, preguntándole si es que debería confesarse a Gin después del concierto; y otro de Gin, preguntándole si creía que Ryuu asesinaría a su bajista si ella le pedía una cita al chico. Le escribió que impediría que el pelinegro hiciera eso, por lo demás, estaba orgulloso de ella por querer dar el primer paso.

Tenía un mensaje de Ango, preguntándole sobre su día y si es que estaba ansioso por su primer "concierto". Lo estaba, su estómago se revolvía cada vez que pensaba en ello. Era diferente a presentarse en unos locales o bares. Habría muchos más ojos observándolo y se sentía responsable por aquella puerta que podría abrirse o cerrarse para ellos dependiendo de los resultados de ese día.

Cuando iba a responderle a Ango, otro mensaje llegó. Era Dazai, enviando otra foto más. Su curiosidad por saber ahora qué le estaba enviando fue mayor, así que dejó la respuesta a Ango a medias y abrió la imagen del moreno. Era un boleto para el concierto, específicamente, aquel que Atsushi había comprado para Akutagawa antes de que se les ofreciera a la banda abrir el espectáculo.

No pudo evitar sonreír mientras leía el mensaje de Dazai, aquel que explicaba que estaba entrando en pánico ya que las entradas para el concierto se acabaron hace semanas antes de que pudiera obtener una, pero que cuando expresó su agonía a Atsushi, el chico le comentó que podía venderle la otra que tenía.

«Vender, no regalar, ¡¿puedes creerlo, Chuuya?! Y yo que alimenté, cuidé y le enseñé a nadar, y aun así Atsushi decide venderme la entrada °‧º· (° ˃̣̣̥᷄⌓˂̣̣̥᷅ )‧º·°»

«Bien por él, tiene mentalidad de emprendedor.»

«De pobre más bien.»

«Uy, perdón señor "vengo de una familia de renombre que podía pagarme todo menos un trasplante de cerebro".»

«Mi cerebro era lo que más le servía, Chuuya, y aun así lo desaprovecharon

┐( ̄ヮ ̄)┌ »

«De cualquier forma, ya le pagué por la entrada, así que espero que el show sea bueno o pediré un reembolso llamado: Chuuya va a tener que ayudarme a armar todos los muebles de IKEA que compré.»

«¿Aún no los armas? ¿Dónde estás poniendo tus cosas?»

«En el suelo, obviamente (๑˃ᴗ˂)و »

Sin poder evitarlo, Chuuya rio. Sabía que el moreno mentía, que seguramente ya había armado un par de muebles solo o bien con la ayuda de Ranpo, Kunikida o Yosano, pero esa mentira era un mensaje codificado que decía "quiero pasar tiempo contigo". Y tal vez debería aceptar, después de todo aún no conocía el nuevo departamento del moreno.

Entonces, otro mensaje volvió a llegar. Otro de Ango que le hizo recordar su respuesta a medio escribir. Cambiando de chat, casi sintiendo que estaba haciendo algo mal al pasar de una conversación a otra, pensó que necesitaba solucionar eso que tenía entre manos, y mientras fuese antes del concierto, mejor. Necesitaba enfocar toda su energía en ese día.

Una vez le respondió al hombre de gafas, volvió a la conversación con Dazai. El moreno siguió parloteando un par de tonterías, pero al leer el mensaje de Chuuya se detuvo.

«Siéntate mañana conmigo en el almuerzo, quiero hablarte sobre algo.»


[•••]


Ese mediodía, cuando se acercó a la mesa en la cual Chuuya siempre se sentaba con sus amigos, lo primero que recibió en sus brazos fue a Albatross.

―¡Amigo, te extrañé! ―le gritó el rubio al oído―. ¡Tú y Chuuya necesitan dejar de discutir! La próxima vez que me hagan esto, los esposaré juntos hasta que hagan las paces.

―¿Por qué tienes esposas?

―Tengo muchas cosas ―respondió, separándose del moreno con una sonrisa. Dazai notó como miraba a cierto otro rubio en la mesa―. Ya sabes para qué.

―Sí, pero no quería saber, ahora tengo otro nuevo trauma. Es como cuando supe que Ranpo y su novio follaban. Técnicamente los adopté como mis figuras paternas, y ningún hijo quiere saber que sus padres hacen eso.

Albatross estuvo de acuerdo, y le consoló al moreno volviendo a abrazarlo y bromear con que él sería su padre de ese momento en adelante. Dos de los tres chicos en la mesa tan solo se rieron del espectáculo, mientras el pelirrojo soltó un quejido molesto.

―Dios, ¿por qué los presenté? ―se quejó Chuuya a un lado―. Ni siquiera han pasado cinco minutos y ya escuché tantas estupideces.

―Déjalos, Chuuya, se están divirtiendo ―comentó Pianoman, y el rubio del lunar le secundó.

―Sí, déjalos. Así gastarán energía y dormirán bien esta noche.

Chuuya volvió a quejarse. Bien, lo que sea, pensó, y dejó que Albatross y Dazai se dijeran el uno al otro todas las estupideces que guardaron durante ese tiempo separados. Mientras lo hacían, Chuuya miró a su alrededor.

El comedor central estaba bastante lleno ese día, casi no había lugares libres. Notó a Ryuu y a Gin en una mesa alejados, Tachihara y Kajii estaban con ellos. Seguramente, estaban hablando sobre la presentación en menos de una semana, puesto que el guitarrista no se veía a la defensiva ni su bajista tenso ante las amenazas de asesinato. También vio a Higuchi por primera vez en mucho tiempo, en unas mesas alejada de su exnovio y rodeada de sus nuevos amigos.

En otra esquina estaba Atsushi, almorzando con esa chica pelirroja y aquella bajista de cabello castaño corto. Vio a Ranpo y Yosano, siempre uno junto al otro como siameses, acompañados de un chico alto de flequillo que casi le cubría los ojos. Lo reconoció como el novio de Ranpo, y al buscar al otro rubio amigo de Dazai, vio a Kunikida almorzando con una chica de cabello negro que no conocía.

Había pasado tiempo desde que tanto sus amigos como los de Dazai estaban reunidos en el mismo lugar, e incluso si cada uno estaba alejado, sintió que todos estaban sentados unos al lado del otro. Ese pensamiento fue agradable, y cuando al fin Albatross dejó de acaparar a Dazai y el moreno se sentó a su lado, sintió que ese escenario estaba completo.

―¿Y? ¿De qué querías hablar? ―preguntó Dazai.

Pensó profundamente en lo que le diría y cómo se lo diría, no tenía nada qué temer, se dijo a sí mismo Chuuya. Sin embargo, cuando estaba por hablar, los teléfonos sonaron, recibiendo mensajes que fueron inmediatamente abiertos.

No fueron todos los teléfonos de cada alumno en el comedor, pero sí decenas de ellos. El ruido a su alrededor los distrajo, venía desde muchas partes y los murmullos comenzaron a elevarse. Algunas cabezas se dirigieron de un lado a otro, mirando a algunas personas separadas por un mar de gente que poco a poco caían en cuenta de lo que sucedía.

Y entonces, notó a Atsushi levantarse y salir del lugar, con muchas miradas puestas en él. Luego, casi al segundo siguiente, Ryuu hizo lo mismo y lo siguió. Los murmullos se elevaron y la confusión que Chuuya sentía se profundizó.

―Chuuya... ―llamó Lippman, y solo en ese momento, notó el teléfono que el rubio le tendía.

"Huckleberry", una página que se dedicaba a subir noticias sobre las bandas en Kyoto, acababa de publicar una fotografía. En su publicación nombró a Guild Records, a la banda a presentarse y a Black Ocean. Las reacciones iban en aumento, así como los comentarios de asco y repudio que se repetían cada vez que la fotografía de Akutagawa basando a Atsushi en el parque Kameyama-koen era compartida.

Así como la persona detrás de "Huckleberry", algunos comenzaron a exigir el reembolso de sus entradas o bien que la banda que abriría el concierto no se presentara. No iban a escuchar a ese tipo de persona.

Y viendo que la puerta frente a ellos parecía cerrarse, así como su garganta encerrando cientos de canciones, Chuuya solo pudo mirar a su lado. Mirar a Dazai, buscando un poco de ayuda.

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