Aika

By WinterForest0

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Cuando Brenda acogió a Aika, nunca se imaginó que esa pequeña pelirroja, de piel blanquecina, que en ese ento... More

Sola .
Pasos en falso.
Comenzando su juego.
Su voz demandante.
Fingiendo una enfermedad.
La primer víctima.
Sometida.
Dudas y confirmaciones.
Órdenes.
No es gracioso.
El beso de la muerte.
Petrificada.
Tan pronto como naciese
Verdadera asesina
No me dejes.
Enamorarse no es pecado
Mi destino
Epílogo

Huida.

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By WinterForest0


Capítulo I

«...y el alma presintiendo,
intuyendo el veneno que viaja escondido en la sangre.
Y frente a eso, la vida extrema todos sus recursos,
grita, arremete, se revela hasta donde puede».
-Fernando Rabih.

La música resonaba a todo volumen en mis oídos. Gracias a mis auriculares, no tenía que escuchar a Brenda, quien se empecinaba a hablarme mientras procedíamos con nuestra huida. No era la primera vez que ocurría, en realidad, ya había pasado en otras oportunidades. Mis descuidos, mis sentimientos... Un sin fin de factores, que no podría ni siquiera enumerar, hacían que no permaneciéramos mucho tiempo en un determinado lugar.

Era difícil mantener mi postura, sabiendo que no debía, no podía, no me convenía sentir. Con sólo controlar mis emociones no bastaba. También tenía que cubrir mi cuerpo.

¿Por qué?

Bueno, la respuesta a esa pregunta es fácil.
Soy una puerta que conecta al Infierno. Algo tan simple como el roce con mi piel, puede transportar a la desafortunada persona que me toque a sus más terribles y peores pesadillas.

Sí. Esa era mi vida.

Suspiré hondo al ver el paisaje que se avecinaba. Las pocas casas que quedaban tras de nosotras se hacían pequeñas y se esfumaban de mi vista al seguirlas por el espejo retrovisor. Sin dudas, nos aproximábamos al destino que la vida nos había asignado. Mientras duró el viaje, traje a mi memoria todo lo que dejábamos atrás.

Esa mañana lo presentí. Me levanté con un nudo en el estómago. Debí saber que algo iba a suceder. Pero no me di cuenta; tal vez no quise entender las señales que me indicaban que iba a ser descubierta.

Eran las cinco de la mañana cuando mi despertador sonó. Todo estaba en calma. Era un silencio que dolía. Podía palpar con mi corazón el hiriente sonido del silencio. Me puse en pie y caminé hasta la ventana. El día era tan oscuro, que no pude distinguir absolutamente nada afuera. Hasta el cielo me advertía las infortunadas horas que iba a pasar.

-Casi llegamos hija -dijo Brenda, tocando mi hombro que estaba cubierto por una gruesa tela que me tapaba por completo.

La miré sin expresión. Ya hace mucho no la llamaba madre. Ni siquiera sentía cariño por ella. Para mí solo era la persona que me dio la oportunidad de vivir... de vivir esta miserable vida.

Volví la mirada hacia delante, con la esperanza de poder seguir sumida en mis pensamientos, sin ser interrumpida nuevamente.

Ese día fui al colegio temprano, tenía un examen importante antes de dar comienzo a las vacaciones de invierno. Llegué al instituto y me senté a repasar brevemente la lección de francés. Las calificaciones eran cruciales para mí. Tenía que asegurarme de entrar a una universidad en el exterior. Necesitaba empezar de cero. Sin nada de atavíos, sin que controlaran mi existencia.

Necesitaba huir.

Mis compañeros comenzaron a llegar poco a poco. No tenía problemas de comunicación, por el contrario, me llevaba bien con todos. De alguna manera estaban acostumbrados a verme totalmente cubierta. Y no me molestaban sus bromas cuando alguno me llamaba «momia». Al principio dolía, pero supongo que fui adaptándome, como ellos a mí. Ya que era el tercer año que cursaba con ellos. Y nadie sabía de mis «hermosas» cualidades.

Era raro para algunos todavía, que en vez de saludar con un beso, como se acostumbra, diera mi mano para estrechar y, más extraño, que llevara guantes siempre conmigo. Fuera frío o calor, mis extremidades se encontraban protegidas.

Ángeles se sentó a mi lado y me observó expectante.

-Hoy estás más abrigada que de costumbre -susurró con un tono burlón.

-Hace frío.

-Sí. Pero hoy el salón está más frío que de costumbre -observó sobándose los brazos -. ¿La calefacción está apagada?

-No tendrías tanto frío si trajeras jeans largos y no ese diminuto short -mascullé mirándola y dejando a la vista mi lengua.

Bufó y se cruzó de brazos ante mi comentario. Ángeles era una chica muy alegre y sincera. Era de esas personas que no se guardaban nada.

Sonreí al verla callada; había ganado la batalla y eso era difícil con ella, puesto que no se dejaba vencer fácilmente.

-¿Estudiaste, Aika?

Asentí con los ojos en mi libro.

-No tienes por qué preocuparte entonces. En cambio yo... Yo no sirvo para estudiar.

-Tu problema es que te distraes con cualquier cosa -dije negando levemente con mi cabeza.

-¿Qué?

La miré de reojo y estaba con su celular. De un tirón se lo saqué de las manos.

-Este es tu problema. No te lo voy a devolver hasta que no pase la hora del examen.

-No me queda tiempo para estudiar.

-Veinte minutos. Repasa las típicas preguntas del profesor.

Volvió a bufar y acomodó mi libro en su lugar, fingiendo interés.

Las preguntas fueron sencillas, con seguridad pasaría el examen. Así que no me preocupaba la nota. Ahora era tiempo de descansar.

La campana de la hora de almuerzo repicó y lentamente recogí mis cosas. Ángeles salió velozmente y gritó desde la puerta.

-¡Te guardo un lugar, hermosa! -levanté un pulgar y le sonreí amablemente.

Me encaminé a la cafetería con desgano; en el camino me encontré con la chica más odiosa, Yazmín Vargas. No era de mi salón, estaba en el mismo año que yo, pero gracias al cielo, se hallaba en otra división.

Una vez más se burló de mi ropa, una vez más me dijo viuda negra y se rió fuertemente apuntándome con su dedo, obligando, con su gran bocota, a que todos los de nuestro alrededor nos miraran. Tragué saliva y la ignoré. Una vez más.

Tuve que reprimir mis ganas de acariciar suavemente su rostro por un instante.

Llegué donde Ángeles me esperaba, ella apartó su bolso y dejó el lugar libre. Me senté y saludé con mi mano a todos en la mesa. Todos sonrieron y siguieron hablando.

-Estuvo muy mal el examen -comentó Ángeles.

-A propósito... -le devolví su celular.

-Pensé que ya te lo quedabas -bromeó.

No pude contestar. Un espeso líquido rojo aterrizó sobre mi cabeza, deslizándose por mi frente y mi ropa.

Mi cara de sorpresa fue inmediata, al igual que los rostros de todos los que observaban la escena.

-¡Ahora ya no estás toda de negro! -gritó alguien entre la multitud de chicos que disfrutaban su almuerzo.

-De nada -canturreó Yazmín pasando a mi lado.

Cerré los ojos y contuve mi enojo. Mi furia.

-¿¡Hasta cuándo vas a ser tan perra!? -exclamó Ángeles poniéndose en pie -. ¿No vas a hacer nada? -preguntó observándome furiosa.

Respiré profundamente, tratando de tranquilizarme.

Bajé la mirada y negué.

Yazmín dio una pequeña carcajada y se acercó a mí nuevamente.

-¿Esta? ¿hacerme algo a mí? -dijo con soberbia.

Esquivé su mirada y me puse en pie para ir a limpiarme al baño.

-¿Vas a pegarme? -me empujó con fuerza.

-No. Solamente quiero ir a limpiarme, idiota -respondí apretando mis puños.

-¿Así que idiota? -su reacción no se hizo esperar.

Su mano impactó contra mi rostro. Casi instantáneamente sus ojos se desorbitaron y su piel quedó pálida, tal cual un papel. Cayó al suelo totalmente en conmoción. Di un paso para atrás, mientras los curiosos nos rodeaban.

-¡Viene por mí! -chilló azotando su cabeza contra el suelo una y otra vez.

Corrí velozmente, antes que pudieran alcanzarme. Corrí con terror. Lo demás fue todo muy rápido. Brenda y yo subimos al auto con unos pequeños bolsos y salimos a contra reloj. Sabiendo que iban a ir por nosotras.

Una lágrima rodó por mi mejilla. Yazmín había perdido la razón y yo la vida que había logrado construir hasta ese entonces.

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