Serendipia (Albalia)

By soul__10

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Serendipia: Hallazgo valiosos que se produce de manera accidental o causal. Berlín 1937 Alba es una chica de... More

Capitulo 1
Capitulo 2
Capitulo 3
Capitulo 4
Capitulo 5
Capitulo 6
Capitulo 7
Capitulo 8
Capitulo 9
Capitulo 10
Capitulo 12
Capitulo 13
Capitulo 14
Capitulo 15
Capitulo 16
Capitulo 17
Capitulo 18
Capitulo 19
Capitulo 20
Capitulo 21
Capitulo 22
Capitulo 23
Capitulo 24
Capitulo 25
Capitulo 26
Capítulo 27
Capitulo 28
Capitulo 29
Capitulo 30
Capitulo 31
Capitulo 32
Capitulo 33
Capitulo 34
Capitulo 35
Capitulo 36
Capitulo 37
Capitulo 38
Capitulo 39
Capitulo 40
Capitulo 41
Capitulo 42
Capitulo 43
Capitulo 44
Capitulo 45
Capitulo 46
Capitulo 47
Capitulo 48
Capitulo 49
Capitulo 50
Capitulo 51
Capitulo 52
Capitulo 53
Capitulo 54
Capitulo 55
Capitulo 56
Capitulo 57
Epílogo

Capitulo 11

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By soul__10

Después de ese primer día de playa, una vez hubieron comido y descansado un rato, Alba le propuso a Natalia ir a dar una vuelta por el pueblo y enseñárselo a la castaña, cosa que Natalia aceptó gustosa.

Salieron de la casa a media tarde cuando ya no hacía tanto calor. Al principio María y Julia se apuntaron al plan, pero cuando llegó la hora de salir dijeron que estaban cansadas y que se iban a quedar a descansar, así que alba y Natalia salieron en dirección al pueblo.

Estuvieron paseando por las callejuelas del pueblo, Alba le enseñaba las mejores tiendas, la mayoría eran de comida, poco más había en ese pequeño pueblo, después fueron hasta la iglesia, ninguna era practicante, pero eso no quería decir que no pudieran apreciar el edificio. Siguieron caminando y para volver a la casa decidieron hacerlo por la playa. Ambas se descalzaron y fueron hasta la orilla para que el mar les mojara los pies.

- Es un pueblo pequeño, pero para pasar unos días alejada del ruido de Berlín va muy bien ¿no? – Le dijo Alba a Natalia.

- La verdad es que sí. Me gusta mucho. – Dijo con una sonrisa.

Siguieron caminando mientras comentaban el primer día de vacaciones hasta que Alba frenó en seco y se agachó para coger algo.

- Muy bonita. – Dijo Natalia observando como Alba contemplaba una concha que acababa de coger.

- Si, es un poco pequeña, pero me gusta que tenga varios colores. – Dijo alba metiéndosela en el bolsillo.

Siguieron el paseo por la playa hasta que llegaron a la altura de la calle que daba a la casa. En ese trayecto alba había recogido dos conchas más, una de ellas bastante grande, y que irían a parar a la caja donde guardaba su colección.

- Mañana podríamos ir a las rocas. – Dijo señalando las rocas que quedaban a unos quinientos metros de donde estaban. – Se pueden encontrar cosas muy interesantes.

- ¿Cómo qué? – Preguntó Natalia.

- Mañana te lo enseño. – Dijo Alba haciéndose la misteriosa y asegurándose de ese modo, que la morena tuviera ganas de ir de paseo al día siguiente.

Cuando llegaron a casas subieron a cambiarse ya que la cena estaba prácticamente lista. Volvieron a bajar y ayudaron Rafi, María y Aurora a preparar la mesa y terminar de hacer la cena.

- ¿Dónde están María y Julia? – Preguntó Clarke.

- Dijeron que iban a dar un paseo por ahí. – Informó Aurora.

- Qué raro... - Murmuró Alba. – Dijeron que estaban cansadas.

- Se aburrirían de estar cansadas. – Dijo Rafi.

- Vale... - Dijo Alba sin estar muy convencida.

Unos quince minutos después María y Julia entraban por la puerta.

- ¿No estabais muy cansadas? – Las increpó Alba

- Antes sí, pero después nos apetecía hacer algo así que fuimos a dar un paseo. – Dijo Alba mientras se encaminaba a su habitación seguida de María.

- No hay quien os entienda. – Murmuró Alba.

Cenaron tranquilamente mientras comentaban el día y las noticias, pero parecía ser que esos días la cosa estaba calmada y no había novedades, era bueno porque las cosas no iban a peor, pero era malo porque tampoco iban a mejor.

Después de cenar lo adultos decidieron sentarse en el porche a hablar, en cambio las jóvenes se fueron a la habitación, en este caso de María y Julia, para cuchichear.

- ¿Dónde habéis estado? – Preguntó Julia a Alba y Natalia.

- ¿Y vosotras? – Preguntó Alba.

- Yo he preguntado antes. – Se excusó Julia.

- Paseando por el pueblo y la playa. – Dijo Alba de forma escueta. - ¿Y vosotras?

- Paseando por el pueblo y no por la playa. – Contestó Maria. - ¿Algo interesante que contar?

Alba simplemente sacó de uno de sus bolsillos las tres conchas que había cogido.

- ¡Vaya! Hay cosas que no cambian. – Dijo María divertida. – Ten cuidado Natalia que seguro que te secuestrará para recoger conchas todos los días.

- No me importa. – Dijo Natalia encogiéndose de hombros.

- ¡Eh! – Se quejó Alba del comentario de María. – ¡No te metas con mis conchas! Además, he de aprovechar que solo venimos una vez al año, no es que tenga muchos días para completar mi colección.

- ¿Pero es una colección que se puede completar? – Preguntó Julia divertida.

- Nunca se sabe, es posible... - Dijo alba con misterio.

- Así que las conchas es lo más interesante que habéis hecho esta tarde.

- Si. – Dijeron Natalia y Alba a la vez.

- Bueno... el pueblo es bonito. – Aportó Natalia .

- Aburrido. – Dijo maria.

- Para desconectar de Berlín no va mal. – Dijo Natalia recordando el comentario de Alba y dándole toda la razón.

- Vale... - Dijo Maria poniendo los ojos en blanco.

- ¿Y vosotras? ¿Algo interesante? – Preguntó Alba.

- Si, hemos visto algunos chicos interesantes. – Apuntó Maria.

- ¡Ah! Muy interesante, sí. – Dijo Alba de forma irónica.

- Así no encontrarás nunca un chico guapo que...

- Ni falta que me hace. – Cortó Alba a Maria.

Maria y julia intercambiaron una mirada inescrutable para Alba.

- ¿Qué? – Preguntó.

- Nada. – Dijeron ambas a la vez.

- Ya... - Murmuró Alba. - ¿Y cómo eran los chicos? – Preguntó para cambiar de tema.

Y Alba no sacó nada en claro, aparte de que eran rubios, algunos con ojos azules, otros castaños... Y que uno de ellos era moreno en vez de rubio. Nada que no fuera una descripción física, así que como ya había supuesto, no había nada de interesante en eso.

- ¿Y cómo se llaman? ¿Cómo es su familia? ¿A qué se dedican? ¿Estudian? ¿Trabajan? ¿Qué les gusta hacer para divertirse? – Empezó a preguntar Alba de carrerilla.

- ¡Y yo que sé! – Soltó Maria.

- ¡Ni idea! – Fue la respuesta de Julia.

- Pues no veo donde está lo interesante. – Dijo Alba.

- ¡Que están de muy buen ver! – Protestó Maria. – De vez en cuando hay que alegrarse la vista.

Y ante ese comentario hubo dos cruces significativos de miradas, uno por parte de Alba y Natalia y otro por parte de Julia y Maria que habían visto ese tierno intercambio de miradas.

Dieron por terminada la charla y Alba y Natalia se fueron hacia su habitación para preparase para dormir. Alba, como había hecho el día anterior y esa misma mañana, fue a cambiarse al baño dejándole la habitación a la morena.

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Al día siguiente Alba se despertó y observó que Natalia todavía dormía, estuvo un rato contemplándola, se la veía tan tierna... Al final se levantó y salió de la habitación dirección al baño para cambiarse. Al volver a la habitación para dejar sus cosas observó que Natalia todavía dormía así que decidió dejarla dormir y fue a la cocina para desayunar. Allí se encontró desayunando con sus padres, por lo visto ese día todo el mundo tenía sueño. y los Reche eran los únicos en pie.

- ¿Qué tal hija? – Preguntó su padre.

- Muy bien. – Dijo Alba mientras se preparaba su desayuno. Un buen café y varias pastas. – Esta tarde tendremos que volver a comprar ¿no?

- Si, sería lo ideal, aunque a lo mejor hasta mañana nos apañamos. – Dijo su madre.

- Pero mejor que sobre que no que falte ¿no mamá? – Preguntó Alba sabiendo que ese era uno de los lemas de su madre.

- Efectivamente.

- ¿Qué tal con Natalia? – Preguntó Jake.

- Muy bien. – Dijo Alba. – Es adorablemente tierna. – Apuntó.

- Muy buena chica ¿no? – Preguntó Rafi.

- Si, es tímida, pero es una gran persona. – Afirmó Alba.

- Estoy segura de eso. Y por lo visto no te separas de ella ni en el agua. – Dijo su padre divertido. Y es que el día anterior había observado como Alba estaba en todo momento con Natalia, incluido cuando se iban al mar, y es que a su hija le gustaba nadar e irse lejos de la orilla, pero el día anterior no lo había hecho.

- Es que no sabe nadar y le prometí que le enseñaría. – Informó Alba.

- ¡Oh! ¿No sabe nadar? – Preguntó su padre.

- No. Es la primera vez que va a la playa.

- Pues no dejes...

- Buenos días. – Interrumpió Natalia el comentario de Miguel.

- Buenos días. – Dijo Alba con una sonrisa.

- Buenos días Natalia. – Saludaron también los Reche a la chica.

- ¿Café? – Le preguntó Rafi mostrándole la jarra de café que había preparado para toda la tropa.

- Sí, pero ya me lo pongo yo. Sigan desayunando.

- Nada de tratarnos de usted. – Protestó Miguel haciendo sonrojar a Natalia y reír a Alba.

Natalia se sirvió café y se sentó al lado de Alba a degustar varias pastas.

- ¿Te lo estás pasando bien? – Le preguntó Rafi a Natalia.

- Mucho. – Dijo ésta con timidez.

- Nos alegramos. – Dijo Miguel. – Pero no dejes que mi hija te enrede en sus locuras...

- ¡Qué locuras! – Se quejó Alba haciendo reír a sus padres.

La conversación quedó interrumpida cuando el resto de gente empezó a entrar a tropel en la cocina para desayunar también. Las únicas que no estaban levantadas eran Maria y julia . Alba salió de la cocina tirando de Natalia.

- ¿Dónde vamos? – Preguntó Natalia.

- Ahora verás. – Dijo Alba mientras seguía su camino seguida de la castaña.

Entró con sigiló en la habitación de las otras dos adolescentes y acercándose a las camas gritó:

- ¡HORA DE LEVANTARSE!

Y dicho esto a voz en grito, salió corriendo seguida de Natalia, oyendo los improperios que soltaban las otras dos, que casi habían sufrido un infarto al despertarse de esa manera tan sumamente delicada.

- ¡LAS PAGARÁS RECHE! – Oyeron gritar a Maria, y no pudieron evitar echarse a reír.

Después de esa pequeña broma y de que todos hubieran desayuno volvieron a poner rumbo a la playa para pasar la mañana allí. Esta vez Natalia no tuvo tanto reparo en meterse en el agua, aunque al principio siempre le parecía que estaba fría. Esa mañana Alba se dedicó a enseñarle a flotar y a dejar que lo hiciera ella sola, aunque sin separarse mucho de ella, porque como le había prometido, no iba a dejar que se ahogara. En el último baño del día Alba le preguntó si se atrevía a empezar a nadar, pero Natalia no lo tenía muy claro, así que quedaron en que lo harían al día siguiente quisiera la morena o no. Alba era una dura profesora.

Por la tarde, después de comer y descansar, tal y como habían comentado esa mañana, hacía falta ir a comprar, así que todos volvieron a salir para hacer las compras, cada uno con sus respectivas obligaciones. Bueno, todos no salieron, Julia y Maria volvieron a quedarse en casa. Alba las miró mal, pero se fue con Natalia meditando sobre lo que les pasaría a las pesadas de sus amigas.

Natalia y Alba compraron otra vez todos los dulces y postres, que, por supuesto pagó Alba, y cuando terminaron volvieron a la casa. Cuando entraron se dieron cuenta de que Maria y Julia ya no estaban allí.

- ¿Se puede saber que les pasa? – Preguntó Alba de forma retórica ya que no esperaba ninguna respuesta.

- A lo mejor... - Empezó a decir Natalia.

- ¿Qué? – Insistió Alba al ver que la morena se quedaba callada.

- A lo mejor... no quieren estar conmigo. – Dijo Natalia algo triste.

- No digas tonterías. Seguro que no es eso.

Natalia no dijo nada y siguió colocando las cosas.

- ¡Venga! ¡Vamos a las rocas! – Dijo Alba animada intentado que Natalia se contagiara de su entusiasmo.

Natalia sonrió y asintió con la cabeza.

Se dirigieron a la playa, pero esta vez no se adentraron en la arena, fueron caminando por el paseo hasta la altura de las rocas, y una vez allí se quitaron los zapatos para caminar por la arena hasta las rocas.

- Vuelve a calzarte o te podrías hacer daño con las rocas. – Le dijo Alba a Natalia mientras ella misma se volvía a calzar.

Una vez ambas estuvieron calzadas Alba empezó a caminar por encima de las rocas. Natalia la intentaba seguir de cerca, pero estaba claro que no tenía la misma agilidad de la rubia, que desde pequeña estaba más que acostumbrada a ese recorrido. Alba, al darse cuenta, se acercó a Natalia y le fue indicando donde poner los pies para que pudiera avanzar más cómodamente y en algún momento le tendía la mano para ayudarla.

Poco a poco fueron avanzando por las rocas, cada vez más mar adentro. Alba se frenó un momento y cuando Natalia llegó a su lado le señaló algo.

- ¡Vaya! – Exclamó Natalia al verlo.

- Espera aquí, voy a bajar a buscarlo.

- ¿Qué? ¡No! A ver si te vas a caer.

- Tranquila. – Dijo Alba con una sonrisa a la vez que hacía caso omiso de la queja de la morena y bajaba un par de piedras para ir a buscar lo que había visto.

Alba volvió a subir hasta donde estaba Natalia y le tendió lo que había cogido.

- Es preciosa... - Murmuró Natalia observando la caracola de mar que Alba había cogido. Era de tamaño medio de un bonito color turquesa con toques blancos.

Natalia le volvió a tender la caracola a Alba.

- No para ti. – Dijo Alba frenando el gesto de Natalia.

- ¿De verdad? – Preguntó Natalia con emoción.

- De verdad. Yo suficiente tengo con las conchas. – Dijo Alba para quitarle un poco de tensión al asunto sabiendo como era la morena con esas cosas.

- Gracias. – Dijo Natalia con una tímida sonrisa.

- ¡Vamos! – La animó Alba a seguir.

- ¿Todavía quieres ir más allá? – Dijo Natalia con los ojos abiertos como platos.

- Solo un poco. Prometido. – Dijo Alba.

Natalia soltó un suspiro y se puso en marcha siguiendo a Alba. Alba volvió a frenar poco después señalando a Natalia otra cosa.

- ¡Oh! – Dijo Natalia de forma dulce.

- Una estrella de mar. – Dijo Alba.

- Es preciosa. – Afirmó Natalia.

- ¿Quieres tocarla? – Preguntó Alba dispuesta a ir a por la estrella para que Lexa la tocara.

- ¿Qué? No, déjala ahí.

- Es que hay que devolverla al agua. Por algo se llama estrella de mar.

Alba empezó a bajar otra vez por las rocas para llegar a la estrella, que pese a que recibía el agua de las olas del mar no era suficiente para que ésta pudiera sobrevivir mucho tiempo fuera del agua. No sabía cuánto llevaba allí, pero esperaba que no fuera mucho. Cuando llegó a la altura de la estrella se dio cuenta de que había tenido suerte y estaba en un pequeño charco de agua formado entre las rocas. Con cuidado la sacó y aprovechando el retorno de una ola la dejó ir viendo como desaparecía en el mar.

Una vez hecha la buena acción del día volvió a donde estaba Natalia y decidieron dar por terminado el paseo. Cuando llegaron a casa ya habían llegado todos. Alba aprovechó que Natalia fue al baño para ir en busca de sus amigas e interrogarlas.

- ¿Qué os pasa? – Les preguntó entrando en su habitación y sobresaltándolas a ambas.

- Nada. – Dijeron ambas a la vez.

- ¿Nada? ¿Y por qué no queréis hacer nada conmigo y con Natalia?

- Eso no es verdad. ¿De dónde lo sacas? – Se quejó Maria.

- Lo saco de que cada vez que decimos de hacer algo decís que no. ¿Sabéis que piensa Natalia? ¡Que no queréis estar con ella! ¿Es eso? – Dijo Alba cada vez más enfadada.

- No. No es eso. Solo... - Empezó diciendo Julia parándose para mirar a Maria en busca de ayuda.

- Solo os estamos dando espacio. – Dijo Maria.

- ¿Espacio? ¿Espacio para qué? – Preguntó Alba sin entender.

- Para que os conozcáis. – Dijo Maria.

- ¿Y eso no lo podemos hacer con vosotras? ¿Acaso sería tan malo para vosotras conocer a Natalia?

- ¡Qué no es eso! – Dijo Maria.

- ¿Y qué es entonces? – Insistió Alba.

Julia y Maria volvieron a mirarse y negaron con la cabeza.

- Nada. Es igual. Tienes razón. Mañana haremos algo juntas. – Dijo Julia.

- No hay quien os entienda. – Dijo Alba saliendo de la habitación.

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Los días fueron pasando en una tranquila monotonía. Por las mañanas iban a la playa. Alba enseñaba a nadar a Natalia, ya fuera en estilo crol o en estilo braza, poco a poco iba mejorando, aunque no se alejaban mucho de la zona donde se hacía pie. A Natalia se le daba mejor, a lo mejor porque le gustaba más, el estilo braza, y Alba sabía que era porque era más fácil nadar con la cabeza fuera del agua y ver lo que había delante que con el crol. Y es que a Natalia eso de meter la cabeza debajo del agua no le hacía mucha gracia y aun el último día Alba no había convencido a la morena de que lo intentara. Aunque Alba no se rindió y le dijo que ya lo harían al año siguiente. Natalia sonrió al oírla ya que eso era mucho tiempo y por lo visto la rubia quería seguir siendo su amiga durante otro año más, y ella no se iba a quejar porque le gustaba mucho esa sensación.

Por las tardes, o bien iban a comprar los días que hacía falta, o bien a pasear, ya fuera por el pueblo o por la orilla del mar para que Alba recolectara sus conchas. A partir de la discusión, Julia y Maria se apuntaron a esas salidas con Alba y Natalia. Aunque de todo lo que les había dicho Alba sólo había una razón para que hicieran eso, y es que no querían que Natalia se sintiera mal y pensara que no querían estar con ella. A ambas le gustaba la morena, pero estaba claro que no al nivel de Alna, pese a que la rubia no lo reconociera, bien porque no lo sabía, bien porque no se daba cuenta, o bien porque intentaba disimular.

Después de esos días de relax, llegó el domingo lo que quería decir que había que volver a Berlín, volver al bullicio y a la realidad. A primera hora de la mañana pusieron rumbo a la estación. Igual que el primer día, un coche fue con las maletas y uno de ellos hasta la estación y el resto caminando.

El viaje en tren se hizo más pesado que a la ida, ya que la emoción de las vacaciones y de los días en la playa había terminado.

Llegaron a Berlín un poco más tarde de la hora prevista. Los padres de Natalia la estaban esperando en la estación y la morena se lanzó a sus brazos en cuanto los vio. Después de que los Lacunza se despidieran de los demás, dándoles las gracias por cuidar de su hija, el resto puso rumbo a sus casas dando por finalizadas las vacaciones.

En realidad, las vacaciones habían terminado para todos menos para Alba, que hasta septiembre no volvía a empezar las clases, el último año. Así que Natalia le dijo que pensaría en algo que pudieran hacer juntas, que ella invitaría, y que la avisaría. Así que Alba se fue a su casa con ganas de que la morena le informara, cuanto antes mejor, de cuáles eran sus planes, a poder ser antes de que empezaran las clases.

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