Capitulo 17

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Alba llegó a medio día a casa de su abuela, que nada más ver a su nieta supo que algo no había ido bien, y conociéndola como la conocía, ese algo tenía un nombre de persona, de chica más concretamente.

Comieron tranquilamente. Su abuela sabía que era mejor dejar que fuera ella la que iniciara la conversación y no forzarla a hacerlo, así que su abuela estuvo esperando todo el día a que su nieta se dignara a contarle lo que había pasado. Mientras tanto se dedicó a entretener a su nieta: fueron a pasear, a merendar y antes de volver a casa a comprar unas cosas que necesitaba para la cena.

No fue hasta después de la cena, cena que prepararon juntas, cuando se sentaron un rato en el sofá, que Alba se decidió a explicarle todo lo que había pasado a su abuela.

- No lo entiendo... Pensé... Por un momento pensé que ella también lo quería, que sentía lo mismo que yo. - Dijo Alba con pena.

- Cariño, a lo mejor no sabe lo que siente.

- Todo el mundo sabe lo que siente.

- A veces no es fácil reconocer los sentimientos que uno tiene. - Apuntó su abuela. - A veces la gente piensa que quiere una cosa, pero en realidad quiere otra. A veces se le hace más caso a la cabeza que al corazón, cuando tendría que ser al revés. Somos humanos y nos equivocamos, pero es de humanos rectificar.

- Me dijo que estaba mal. Ella no quiere lo mismo que yo y encima le parece mal. Seguro que le doy asco.

- No creo que le des asco...

- ¡Me empujo! - Interrumpió Alba a su abuela. - Me empujo y después me dijo que eso estaba mal. Parecía que lo que había hecho le repugnaba.

- Cariño, yo no estaba allí y no puedo decírtelo con seguridad, pero estoy segura de que te equivocas. Puede que Natalia en ese momento no fuera consciente de lo que hacía ni de lo que decía. Pero estoy segura de que no la repugnas.

- Da igual... - Murmuró Alba.

- No da igual. Deberías hablarlo con ella, es la única que te puede dar una explicación.

- No voy a hablar con ella abuela. No pienso perseguirla más. Estoy cansada. - Dijo Alba decaída.

- No digo que hables ahora con ella, pero deja pasar los días y así las dos lo podréis ver con perspectiva.

- No abuela. Ya te lo he dicho, no voy a buscarla más.

- A lo mejor no hace falta que lo hagas. A lo mejor lo hace ella.

- ¿Natalia? Sería un milagro.

- Los milagros existen.

- Me voy a dormir abuela. - Dijo Alba dando por finalizada la charla. No quería que su abuela le diera más falsas esperanzas, y por mucho que Natalia se dignara a hablar con ella, no daría el primer paso, era demasiado introvertida para hacer eso.

- Buenas noches cariño. Que descanses.

- Igualmente abuela. - Dijo Alba dándole un beso a su abuela en la mejilla y subiendo a su habitación.

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Natalia no creía haber estado tan nerviosa nunca. Sus padres la habían acompañado a la estación y le habían deseado buena suerte. Llevaba una pequeña mochila con alguna muda ya que su madre se había empeñado en ello, por si decidía quedarse allí, aunque ella tenía intención de volver ese mismo día, sobre todo porque no tenía ninguna esperanza en que las cosas fueran a ir bien.

La noche anterior su padre le había hecho dudar sobre lo que estaba a punto de hacer. Según él, suficientemente complicadas eran las cosas en esos tiempos como para que encima fuera detrás de una chica. Según él, eso traería más problemas a la familia. Natalia no sabía a qué problemas se refería ya que ella no veía que hubiera ninguno. Su madre salió en su defensa diciéndole a su marido que, igual que ellos se habían amado en contra de lo que pensaban sus respectivas familias, no tenían derecho a exigirle a su hija a no amar a quien quisiera. Mikel terminó aceptando a regañadientes, pese a estar convencido de que eso solo traería problemas.

Serendipia (Albalia)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora