Serendipia (Albalia)

بواسطة soul__10

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Serendipia: Hallazgo valiosos que se produce de manera accidental o causal. Berlín 1937 Alba es una chica de... المزيد

Capitulo 1
Capitulo 2
Capitulo 3
Capitulo 4
Capitulo 5
Capitulo 6
Capitulo 7
Capitulo 8
Capitulo 10
Capitulo 11
Capitulo 12
Capitulo 13
Capitulo 14
Capitulo 15
Capitulo 16
Capitulo 17
Capitulo 18
Capitulo 19
Capitulo 20
Capitulo 21
Capitulo 22
Capitulo 23
Capitulo 24
Capitulo 25
Capitulo 26
Capítulo 27
Capitulo 28
Capitulo 29
Capitulo 30
Capitulo 31
Capitulo 32
Capitulo 33
Capitulo 34
Capitulo 35
Capitulo 36
Capitulo 37
Capitulo 38
Capitulo 39
Capitulo 40
Capitulo 41
Capitulo 42
Capitulo 43
Capitulo 44
Capitulo 45
Capitulo 46
Capitulo 47
Capitulo 48
Capitulo 49
Capitulo 50
Capitulo 51
Capitulo 52
Capitulo 53
Capitulo 54
Capitulo 55
Capitulo 56
Capitulo 57
Epílogo

Capitulo 9

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بواسطة soul__10

El lunes, al salir de las clases en el hospital, Alba pasó por la librería a ver a Natalia, todo el fin de semana le había parecido demasiado tiempo sin verla. Nada más entrar se encontró con Natalia hablando animadamente con sus padres, los tres se giraron hacia la puerta al oír que alguien entraba. Natalia sonrió y se acercó a saludarla y sus padres también saludaron a Alba desde el mostrador.

Estuvieron un rato hablando los cuatro, los padres de Natalia aprovecharon para interesarse por los estudios de Alba e incluso instaron a Natalia a estudiar algo, pero está se negó diciendo que ya hacia lo que le gustaba.

- He pensado... Que como dices que el lunes es un día flojo... Podríamos salir a dar una vuelta y merendar. - Propuso el plan Alba, razón por la cual había decidido pasarse ese día por la librería.

Natalia miró a sus padres en busca de aprobación.

- Adelante. Alba tiene razón, hoy está esto muy tranquilo. - Dio Mikel el visto bueno.

- Voy a por mis cosas. - Dijo Natalia marchándose a la trastienda a por ellas.

- Quién la ha visto y quién la ve. - Dijo Maria divertida.

- Si, ni siquiera ha hecho falta echarla. - Dijo Mikel entre risas.

- ¿De qué reís? - Preguntó Natalia al volver con su bolso.

- De nada, de nada. - Dijo su padre.

- Ya, claro... - Protesto Natalia.

- ¿Vamos? - Le preguntó Natalia a Alba.

- Vamos. - Confirmó Alba.

Ambas se dirigieron a la salida y se despidieron de los Lacunzas antes de ponerse en marcha.

- ¿A dónde vamos? - Preguntó Natalia.

- ¿A una cafetería y al parque?

- Podríamos ir a esa panadería tan rica...

- ¡No! ¡Es mi arma secreta! - Dijo Alba sabiendo que Natalia quería descubrir de donde sacaba sus ricas meriendas los días que se quedaban en la librería.

- ¡Jo! - Protestó Natalia.

- Si te portas bien mañana te traigo merienda.

- ¿Mañana también vas a venir? - Preguntó Natalia.

- Si quieres...

- Claro. - Dijo Natalia que empezaba a ruborizarse haciendo sonreír a Alba.

- ¿No quedas ningún día con Maria y Julia? - Preguntó Natalia.

- El miércoles o el jueves. Todavía no lo sé.

- ¿Y eso?

- Maria y mi padre se han ido hoy a Hamburgo, parece ser que esta tarde llega el barco en el que vienen los padres de Maria.

- ¡Oh! ¡Genial!

- Si. Van hoy, duermen allí y vuelven mañana.

- Son muchas horas en coche. ¿no?

- Menos que en tren, pero si, muchas horas.

- Bueno, pero mañana ya estarán otra vez aquí.

- Si, para la cena supongo que ya habrán llegado.

Siguieron caminando en silencio unos instantes hasta que Natalia volvió a hablar.

- ¿De qué os reíais?

Alba sopesó si decírselo o no sabiendo lo vergonzosa, tímida y susceptible que podía ser la morena.

- Tu padre ha dicho que no ha hecho falta echarte de la tienda.

Y efectivamente Natalia se ruborizó, pero esbozó una tímida sonrisa.

- Me gusta pasar tiempo contigo. - Dijo tímidamente.

- Y a mí contigo. - Confirmó Alba. - ¿Entramos? - Preguntó señalando una cafetería por la que pasaban en ese momento.

- Vale. - Dijo Natalia.

Entraron en la cafetería, se sentaron en una mesa y cada pidió algo para merendar. Merendaron mientras hablaban de su fin de semana que se podía resumir de forma fácil. Alba había pasado el sábado con Julia y Maria en casa de los Medina y el domingo entero se lo pasó leyendo, ya casi había terminado el libro favorito de Natalia, en breve se podrían con el segundo. Por su parte Natalia se pasó prácticamente todo el fin de semana leyendo, nada novedoso, y había avanzado mucho con la lectura de ese libro que siempre le había dado pereza leer pero que por mucho que le costara antes, tenía que admitir que le estaba gustando mucho.

Cuando terminaron de merendar y Alba pagó las consumiciones pese a las protestas de Natalia, se dirigieron al parque a dar una vuelta.

- ¿La comida será este domingo? - Preguntó Natalia.

- En principio sí. Ya te lo confirmaré. Así tengo una excusa para pasar a verte. - Dijo Alba con una sonrisa pícara.

- También podrías llamar. Te di el teléfono.

- Pero es mejor verte ¿no?

- Si. - Dijo Natalia ruborizándose. - ¿Por qué siempre me ruborizo?

Alba soltó una pequeña risa al oír el comentario de Natalia.

- ¡Mierda! ¿Lo he dicho en voz alta? - Preguntó mientras se ruborizaba todavía más, más bien ahora toda su cara era del color del tomate.

- Si. - Dijo Alba divertida. - Pero me gusta.

- ¿Eh? - Dijo Natalia nerviosa.

- Me gusta que te ruborices, te hace adorable.

- Me hace tonta. - Murmuró Natalia.

- ¡Eso no es verdad! - Se quejó Alba. - No digas esas cosas.

- Si que lo es. - Dijo Natalia ahora algo menos roja.

- ¡Mírame! - Le exigió Alba. - Tú no eres tonta así que ni se te ocurra volver a decirlo.

- Va... vale... - Dijo Natalia algo asustada ante el arrebato de la rubia.

- Vamos. - Dijo Alba cogiendo a Natalia de la mano y obligándola a avanzar de nuevo.

Siguieron paseando, ahora en silencio, aunque esta vez no parecía un silencio cómodo.

- Lo siento. - Rompió el tenso silencio Alba.

- ¿Eh? - Dijo Natalia.

- Lo siento. - Repitió Alba. - Siempre termino haciéndote sentir incómoda.

- No es tu culpa, es solo que... No estoy acostumbrada a que me digan esas cosas.

- Pues acostúmbrate. Porque pienso seguir diciéndolas. No eres tonta. - Insistió Alba.

- Lo sé... solo excesivamente tímida.

- Pero me gusta, te hace adorable.

- ¿Todo me hace adorable? - Preguntó Natalia ruborizándose.

- Si. - Afirmó Alba.

- Se siente bien. - Dijo entonces Natatalia.

- ¿El qué?

- Tener una amiga.

Alba sonrió ante el comentario de la morena. No recordaba que le hubiera llamado amiga nunca, puede que lo fueran, al menos Alba lo sentía así, pero no tenía claro que es lo que pensaba Natalia.

- ¿Así que somos amigas? - Preguntó Alba para asegurarse.

- ¿Eh? Sí ¿No? - Tartamudeó Natalia nerviosa.

- Depende. - Decidió aprovechar Alba el momento.

- ¿De qué? - Preguntó Natalia sin entender, ella pensaba que eso que tenían era una amistad. Sí, le había costado lo suyo aceptarlo, pero ahora que ella lo sentía así ¿Alba no lo sentía?

- ¿Vendrás a la playa? Las amigas van juntas a la playa.

Natalia soltó una carcajada haciendo sonreír a Alba.

- ¿Me llevarás a recoger conchas? - Preguntó Natalia.

- Todos los días. - Informó Alba.

- Pues entonces puede que vaya...

- No aceptó un no por respuesta. - La amenazó Alba.

- Ya lo sé. - Bufó Natalia.

- ¿Entonces...? - Insistió Alba.

- Entonces ya veremos. - Dijo Natalia separándose de Alba y empezando a correr.

Alba sonrió y salió corriendo detrás de natalia, le costó un poco alcanzarla porque no estaba acostumbrada al ejercicio, pero cuando llegó la agarró por la cintura con tan mala suerte que tropezó yéndose las dos al suelo. Alba aterrizó encima de Natalia que soltó un pequeño quejido.

- ¿Estás bien? - Preguntó Alba preocupada.

Natalia en vez de contestar empezó a reír a carcajadas contagiando a la rubia, que nunca había oído reír tanto a Natalia y con tantas ganas, y eso le gustó. Cuando el ataque de risa pasó, Alba se levantó y le tendió una mano a Natalia para ayudarla a levantarse.

- Lo siento. - Se disculpó Alba. - ¿Estás bien?

- Sí, sí. Estoy bien. - Confirmó Natalia.

Después de ese pequeño accidente decidieron volver a la librería. Alba se despidió de Natalia antes de poner rumbo a su casa.

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El martes, como había prometido Alba le llevó a Natalia la merienda de esa pastelería tan rica que había descubierto. Estuvo un rato hablando con ella mientras merendaban, pero ese día se quedó poco rato y no se alargó, como hacía casi siempre, ya que quería estar en casa para cuando llegaran su padre y Maria de ir a buscar a los padres de la latina.

Al llegar a su casa su madre ya había llegado y se puso a ayudarla con la cena y a preparar la mesa y la habitación que los padres de Maria ocuparían ese mes antes de volver a marcharse.

Un poco después de la hora prevista entraban los cuatro en la casa. Alba observó la cara de felicidad de su amiga, siempre se alegraba de ver a sus padres, sobre todo a su madre que era a la que menos veía. Se alegraba por ella, aunque egoístamente, se alegraba de que prefiriera quedarse en Alemania que volver a Estados Unidos.

Alba y Rafi saludaron a Carlos y María. Después de los saludos aprovecharon que la cena estaba lista para cenar mientras los Villar les explicaban el viaje en barco y las últimas novedades sobre Estados Unidos y la empresa que Carlos tenía allí y que vendía productos de la empresa de los Reche.

Después de cenar, mientras los adultos hablaban, las jóvenes se fueron a sus habitaciones, pero la tranquilidad duró poco ya que Maria invadió la de Alba a los cinco minutos de haber subido para lanzarse a abrazar con fuerzas a la rubia.

- ¡Vaya! Estás contenta ¿Eh? - Rio Alba ante la euforia de su amiga.

- ¡Sí! Los echaba de menos. - Dijo Maria.

- Lo sé. - Dijo Alba acariciando la mejilla de su amiga. - ¿Sabes que puedes volver cuando quieras?

- ¿Me estás echando? - Preguntó Maria haciéndose la ofendida.

- ¿Quieres saber la verdad? - Preguntó a su vez Alba.

- Sí. - Dijo Maria haciendo un puchero logrando que su amiga le diera un toque amistoso en el brazo.

- La verdad es que soy una egoísta y me alegra que prefieras quedarte a irte. - Confesó Alba.

Maria volvió a abrazar a la rubia que intentaba quitársela de encima, ese día estaba muy empalagosa.

- La verdad es que no me quiero ir porque quiero ser la primera en saberlo todo de vosotras. - Confesó Maria, haciendo también referencia a Julia. - ¿Con quién me metería entonces?

Alba rio y ahora fue su turno de achuchar a la latina.

Después se pusieron al día, Maria le contó que tal había ido el viaje con su padre y como había sido el reencuentro, emotivo, no había duda de eso. Y Alba le explicó que había estado con Natalia esas dos tardes y lo que habían hecho.

- ¿Qué? - Preguntó Alba al ver la mirada extraña que le estaba echando su amiga.

- Nada, nada. - Dijo Maria a la defensiva.

Alva lo dejó pasar, pero sabía que algo le rondaba por la cabeza a su loca amiga, pero prefería no saberlo, a veces la ignorancia da la felicidad.

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Había llegado el domingo y con él la famosa comida familiar. Hacía muy buen día y entre todos habían preparado la mesa en el jardín. Alba se alegraba porque sabía que a Natalia le hacía ilusión comer en el jardín.

Alba había pasado el jueves por la librería para estar un rato con Natalia y para informar, tanto a ella como a sus padres, de que la comida sería sobre la una del mediodía. Los Lacunza dijeron que allí estarían.

Poco antes de la una, llamaban a la puerta. Alba fue a abrir encontrándose con unos sonrientes Lacunza y una Natalia que parecía algo nerviosa. Alba los hizo pasar y dejó sus cosas en el armario de la entrada. Después los llevó a todos al jardín, donde estaban los demás. Alba fue la encargada de hacer las presentaciones oficiales y los Lacunza enseguida entablaron conversación con el resto de adultos.

- No ha ido tan mal ¿no? - Le preguntó entonces Alba a Natalia que había estado algo tímida, bueno bastante tímida, durante las presentaciones.

- Si tú lo dices... - Dijo Natalia.

En ese momento dejaron la conversación aparcada porque aparecieron Maria y Julia para interesarse por las últimas novedades de Natalia. Aunque para desgracia de ambas no se enteraron de nada que no les hubiera explicado ya Alba, pero ya que la morena no había tenido mucho reparo en contarles algo decidieron no cortarla para decirle que lo que les decía ya lo sabían.

Poco después Rafi, con ayuda de Aurora y María, empezaba a traer las cosas para la comida. Alba se levantó para ayudar a su madre dejando a Natalia sola con Maria y Julia.

Una vez estuvo todo dispuesto se sentaron en la mesa para disfrutar de una agradable comida familiar. Los adultos se pusieron todos en un extremo de la mesa, y en el otro las cuatro adolescentes, Alba al lado de Natalia y Maria y Julia enfrente de ellas.

- ¿Te han molestado mucho? - Le preguntó Alba a Natalia en voz baja.

- ¿Qué?

- ¿Julia y Maria? - Aclaró. - Cuando me he ido. - Añadió por si acaso.

- No. Solo me han preguntado por la librería. - Dijo Natalia.

- Mejor. A veces pueden ser un poco... Intensas. - Dijo después de meditar la palabra.

- Tu también. - Murmuró Natalia en voz apenas audible, aunque Alba la pudo escuchar con claridad.

- ¿Eso es bueno o malo? - Preguntó Alba un poco desconcertada y empezando a darle vueltas a la cabeza de que a lo mejor había sido demasiado insistente con la chica.

- Bueno. - Fue la respuesta de Natalia mirando a la rubia con una sonrisa, sonrisa que le fue devuelta.

Empezaron a comer mientras hablaban, había varias conversaciones en la mesa, aunque ninguna de trascendental importancia. Aunque eso cambio para Alba cuando Natalia decidió comunicarle algo.

- Les pregunté a mis padres sobre lo de ir a la playa.

- ¿Y? - Preguntó Alba algo impaciente.

- Me han dicho que puedo ir.

- ¡Bien! - Exclamó Alba ganándose varias miradas por parte de los otros comensales. - Nada, seguid a lo vuestro. - Dijo Alba de forma graciosa.

- Pero...

- ¿Qué?

- No tengo traje de baño. - Confesó Natalia.

- ¡Eso no es problema! - Exclamó Maria volviendo a atraer las miradas de los adultos.

- Mari... - Dijo Alba en tono amenazante sabiendo que a la latina a vez se le escapaban cosas por la boca que no tocaban.

- ¿Qué? Podemos ir un día de compras todas juntas. - Propuso la latina.

- Me apunto. - Se apresuró a decir Julia, y es que le gustaba bastante ir de compras, aunque no comprara nada.

- Y yo. Creo que va siendo hora de comprar un traje de baño nuevo. - Informó Alba. - ¿Te apuntas? - Le preguntó ahora a Natalia.

- Si es un sábado... - Empezó a decir Nataila.

- Sin problema. - La cortó Maria recibiendo una mirada fulminante por parte de la rubia. Maria le lanzó un beso para que relajara el gesto.

- Un sábado por la tarde. - Terminó de decir Natalia. - La librería está cerrada y...

- Pues el sábado que viene. - Dijo Maria volviendo a cortarla.

- ¡Quieres dejarla terminar de hablar! - La riñó Julia.

- Bueno tampoco es que haya muchos más días. - Se quejó Maria. - ¡Eh! ¿Cuándo vamos a la playa? - Gritó Maria llamando la atención de los adultos.

- En dos semanas. - Informó Miguel. - De aquí dos sábados podemos ir.

- ¡Genial! - Dijo Maria para volver a centrar la atención en sus amigas y olvidándose del resto. - Pues el sábado que viene de compras y al otro a la playa. - Dejó sentenciado.

Maria seguía comentando todos sus planes para ese sábado de compras y después todo lo que tenía en mente para hacer el la playa.

- No se nadar. - Le confesó Natalia a Alba dejando que Maria siguiera hablando para quien quisiera escucharla.

- ¿No? - Preguntó Alba mirándola. Natalia lo confirmó negando con la cabeza. - Entonces yo te enseñaré. No es tan difícil.

- ¿Y si me ahogo? - Preguntó Natalia.

- No dejaré que te ahogues. Prometido.

- Vale. - Dijo Natalia todavía no muy convencida pese a saber que Alba lo decía completamente enserio.

Cuando terminaron de comer Alba se volvió a levantar para ayudar a su madre a recoger y después llevaron el café. Mientras tomaban el café la conversación viró por completo al tema político. Las adolescentes escuchaban sin intervenir, la verdad es que ahí todos pensaban igual, el problema era que si los que pensaban que lo que estaba pasando no estaba bien no se juntaban, igual que habían hecho los nazis, no servía de nada.

- Mucho hablar y poco hacer. - Murmuró Natalia.

- Lo sé. - Le contestó Alba en el mismo tono bajo.

La charla se estaba alargando bastante así que las cuatro jóvenes se levantaron disimuladamente de la mesa y se fueron dejando allí a los adultos.

- ¿Qué os apetece hacer? - Preguntó Alba.

- ¿Jugamos a algo? - Preguntó Maria.

- ¿Cartas? - Propuso Julia.

A todas les pareció bien así que Alba fue a buscar las cartas y se acomodaron en la mesa del comedor. Pasaron una tarde entretenida, jugando con las cartas y riendo. Maria estaba ese día muy habladora y se dedicaba a contarles a las chicas todo tipo de anécdotas sobre su vida en Estados Unidos. La mayoría de esas anécdotas Alba y Juia ya las habían escuchado, pero para Natalia todo era una novedad y le estaba encantando conocer un poco más ese otro país tan lejano, al menos llegó a la conclusión de que un poco más tolerantes que en Alemania sí que eran, aunque todavía quedaba mucho por hacer.

Cuando llegó la hora de marcharse a Natalia, por primera vez, no le apetecía, se lo estaba pasando bien en compañía de las chicas y al menos hasta el sábado que viene no se verían. Bueno con Alba seguro que sí, al menos ella tenía pensado aparecer algún día por el hospital a buscarla a la salida.

- Me lo he pasado muy bien. - Le dijo Natalia a Alba antes de marcharse.

- Me alegra mucho. Cuando quieras repetimos.

- Vale. - Contestó Natalia con una sincera sonrisa.

Natalia se despidió de todos y antes de irse se giró para volver a encontrarse con la mirada de Alba, iba a irse, pero volvió a acercarse a ella.

- ¿Quieres que nos veamos mañana? - Le preguntó algo ruborizada.

- ¡Claro! - Exclamó Alba. - ¿Qué quieres hacer? - Le preguntó.

- Verte. - Fue la sincera y sorprendente respuesta de Natalia.

Alba sonrió ante la respuesta de Natalia y no pudo evitar darle un abrazo.

- Te paso a buscar después de comer y decidimos.

- Vale. - Dijo Natalia entusiasmada.

- Hasta mañana. - Se despidió Alba.

- Hasta mañana. - Se despidió también Natalia acercándose para dejarle un tierno beso en la mejilla a la rubia.

Alba se quedó mirando como los Lacunza se alejaban mientras su cabeza empezaba pensar lo que podian hacer al día siguiente.

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