Serendipia (Albalia)

By soul__10

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Serendipia: Hallazgo valiosos que se produce de manera accidental o causal. Berlín 1937 Alba es una chica de... More

Capitulo 1
Capitulo 2
Capitulo 3
Capitulo 4
Capitulo 5
Capitulo 6
Capitulo 7
Capitulo 9
Capitulo 10
Capitulo 11
Capitulo 12
Capitulo 13
Capitulo 14
Capitulo 15
Capitulo 16
Capitulo 17
Capitulo 18
Capitulo 19
Capitulo 20
Capitulo 21
Capitulo 22
Capitulo 23
Capitulo 24
Capitulo 25
Capitulo 26
Capítulo 27
Capitulo 28
Capitulo 29
Capitulo 30
Capitulo 31
Capitulo 32
Capitulo 33
Capitulo 34
Capitulo 35
Capitulo 36
Capitulo 37
Capitulo 38
Capitulo 39
Capitulo 40
Capitulo 41
Capitulo 42
Capitulo 43
Capitulo 44
Capitulo 45
Capitulo 46
Capitulo 47
Capitulo 48
Capitulo 49
Capitulo 50
Capitulo 51
Capitulo 52
Capitulo 53
Capitulo 54
Capitulo 55
Capitulo 56
Capitulo 57
Epílogo

Capitulo 8

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By soul__10

El viernes había llegado y Natalia estaba más nerviosa, si es que eso era posible, que el día de su cumpleaños. Bueno, sí que era posible estar más nerviosa porque el día de su cumpleaños conocía a todo el mundo y ese día conocería a los padres de Alba. Esperaba que fueran la mitad de buenos que su hija, con eso tenía más que suficiente.

Alba, como había dicho, se pasó por la librería antes de ir para su casa. Le gustaba pasar el tiempo allí, ayudando a los Lacunza, rodeada de libros. Si no fuera porque la enfermería también le gustaba no descartaría trabajar en alguna librería o biblioteca, rodeada de libros. Entendía perfectamente que Natalia se encontrara tan a gusto entre ellos.

- ¿Nerviosa? - Preguntó le preguntó Alba a modo de saludo.

- Sí. - Se sinceró Natalia.

- Sabes que no te van a comer ¿Verdad?

- Si tú lo dices...

- Eres demasiado dramática. - Rio Alba. - A lo mejor deberías leer libros cómicos y no tanto drama.

- Me gustan los dramas. - Dijo Natalia encogiéndose de hombros. - Además el uno de los géneros más escritos. Creo que los humanos somos dramáticos por naturaleza.

- Puede ser. Pero también es importante reír y divertirse ¿no?

- Es posible.

- ¿Sabes? Deberías reír más. Tienes una risa muy bonita. - Dijo Alba logrando que Natalia se sonrojara cuál tomate.

Si el plan de Alba era intentar relajar a la chica no le estaba saliendo muy bien. Diciendo esas cosas la ponía todavía más nerviosa. Por suerte ese día había trabajo en la librería y las chicas pasaron el rato entretenidas colocando libros y Natalia además atendiendo clientes.

Sobre las siete de la tarde Mikel las echó diciéndoles que tampoco hacía falta que llegaran tarde a la cena y que se fueran yendo. Natalia encantada se hubiera quedado más rato ya que no podía estar más nerviosa. Ambas cogieron sus cosas y salieron a la calle después de despedirse de Mikel y Maria.

- ¿Vamos andando o prefieres usar el transporte? - Preguntó Alba.

- ¿Cuánto tardamos andando? - Preguntó Natalia.

- Media hora más o menos. Yo siempre voy andando.

- Pues andando entonces. - Dijo Natalia, que además pensaba que le iría bien el paseo para intentar calmar sus nervios.

Fueron andando tranquilamente, comentando las novedades de esos últimos dos días en los que no se habían visto, aunque no había mucha novedad. Alba de vez en cuando le señalaba a Natalia alguna tienda que le gustaba y Natalia la escuchaba atentamente.

Cuando ya llevaban media hora caminando Alba se paró de golpe y Natalia la miró desconcertada.

- Ya hemos llegado. - Le informó Alba señalándole su casa.

- ¿Ya? - Dijo Natalia, a la que el paseo se le había hecho excesivamente corto.

- Sí. - Dijo Alba entre risas.

- No sabía que vivías en una casa. Pensé que vivías en un piso.

- Era la casa de mis abuelos, cuando murieron nos mudamos aquí. A mí de pequeña me encantaba venir aquí, siempre podíamos jugar en el enorme jardín. - Empezó a explicar Alba mientras ponía rumbo a la puerta de entrada. - El otro piso lo tenemos alquilado pero mi padre cree que no durará mucho tiempo más.

- ¿Por qué? - Preguntó Natalia.

- Los inquilinos son judíos, amigos de mis padres y de los de Julia. Pero cada vez están peor las cosas para los judíos y los alemanes que los ayudan, así que mi padre teme que decidan irse del piso para no causarle problemas a él.

Alba abrió la puerta y le cedió el paso a Natalia que contempló la entrada fascinada. Sin duda la casa era grande, ya sólo el recibidor era casi como su piso. Bueno a lo mejor era un poco exagerada, pero así se lo parecía.

Alba pegó unas voces, pero nadie contestó.

- Parece que somos las primeras. - Le informó a Natalia viendo como ésta suspiraba aliviada. - Puedes dejar las cosas aquí. - Le dijo señalando un pequeño armario empotrado que había en el recibidor y Natalia le tendió el bolso para que Alba lo guardara dentro. - ¿Te parece que te haga un tour?

- ¿Tour? - Dijo Natalia sin entender.

- Perdón. Cosas de Maria. Me refiero a si quieres que te enseñe la casa.

- ¡Claro! - Dijo Natalia entusiasmada.

Alba empezó por el piso de abajo donde se encontraba el recibidor que ya había visto y un enorme salón con televisión.

- ¿Tenéis televisión? - Dijo Natalia alucinada. Y es que en esos años tener cosas como televisión o automóvil era para los ricos.

- Si, pero no vale nada. - Dijo Alba. - Creo que lo último interesante que vimos fueron los juegos olímpicos.

- ¿Desde el año pasado no han dado nada interesante?

- Depende.

- ¿De qué? - Preguntó Natalia.

- De tu ideología.

- Ah, entiendo. Una mierda entonces.

- Exacto. - Confirmó Alba con una sonrisa.

En el salón además de la televisión había, una gran librería, dos grandes sofás y dos butacas además de una mesita de centro y una mesa auxiliar con teléfono.

- Tienes teléfono. - Afirmó Natalia.

- Si. - Confirmó Alba. - ¿Vosotros no? - Preguntó intentado recordar si en la casa de la morena había alguno.

- En la librería. En casa no.

- ¿Podríamos intercambiarlos? - Propuso Alba que ya se acercaba a la mesita del teléfono.

- Claro. - Dijo Natalia ruborizándose. ¿Por qué siempre se ruborizaba?

Alba sacó una pequeña libreta de notas y escribió algo que después le dio a Natalia. La morena comprobó que era el número de teléfono de la rubia y sonrió. Después Alba le dio la libreta y ella apuntó el teléfono de la librería y se lo tendió a Alba que lo recibió con una sonrisa.

Después siguieron con el tour, o visita guiada. Alba le enseñó el comedor que contaba con una enorme mesa, allí al menos cabrían veinte personas si se apretujaban un poco. Justo al lado había un pequeño cuarto de baño.

Natalia estaba alucinada, se había imaginado que los Reche tenían bastante dinero, pero nunca se imaginó que tanto, sin duda les iba bien en los negocios.

Después del comedor llegaron a la cocina que era al menos tres veces más grande que la suya. La cocina tenía una puerta que daba al exterior y Alba la abrió saliendo al exterior y Natalia pudo comprobar que el jardín, efectivamente era enorme.

Antes del jardín había un pequeño porche con una mesa para cuatro que Alba le explicó que, en verano, cuando hacía bueno muchas veces desayunaban allí, sobre todo el fin de semana. El porche contaba contaba con un pequeño sofá.

Alba la llevó a la otra zona del jardín, girando una esquina, y se encontraron con un pequeño cobertizo que Alba abrió mostrándole que tenían guardada una gran mesa y sillas entre otras cosas.

- Esa mesa solemos ponerla en el jardín cuando hace bueno y tenemos una comida numerosa. Como la que tendremos en breve. Así que si hace buen día comeremos en el jardín.

- ¡Qué bien! - Dijo Natalia a la que la idea de comer en el jardín le había entusiasmado, y es que eso en su casa como que no se podía hacer - ¿Han llegado ya los padres de Maria?

- No. Parece ser que su barco iba con un par de días de retraso. No lo esperan hasta el domingo como muy pronto.

- Bueno, pues eso es en nada. - Dijo Natalia.

- Sí. Maria está de los nervios. A su madre hace mucho que no la ve. Desde las Navidades, que vinieron a pasarlas aquí.

- ¿Y cómo es que Maria se queda aquí y no vuelve a casa?

- Dice que le gusta estar aquí con nosotras. Que allí no tiene amigos, que los pocos que tenía se fueron yendo a otras ciudades al terminar los estudios.

- Pero tiene a sus padres. - Dijo Natalia.

- Sí, pero creo que Maria es un culo inquieto. Le gusta la aventura.

- No hace falta que lo jures.

Después Alba le enseñó un pequeño huerto que había en esa zona del jardín.

- ¡Vaya! ¡Huerto y todo! - Exclamó Natalia.

- Sí. A mi madre le gusta. Mi abuela en su casa también tiene, incluso es más grande que este, y mi madre de pequeña siempre la ayudaba, así que cuando nos mudamos aquí decidió que quería tener su pequeño huerto. Y no ha puesto gallinas y conejos porque mi padre se ha negado.

Natalia rio imaginándose gallinas y conejos en pleno Berlín, sería algo digno de ver. Aunque pensándolo bien tampoco sería tan raro, había muchas casas como las de Alba, sobre todo en la periferia y seguro que algunas tendrían animales.

Volvieron a entrar y Alba la llevó al piso superior que constaba básicamente de habitaciones y dos cuartos de baño. La primera habitación era la de matrimonio a un lado y al otro estaban primero la de Alba y después la de Maria. Y las dos últimas, una a cada lado del pasillo, eran habitaciones para invitados con dos camas individuales cada una.

Cuando terminó la visita Alba abrió la puerta de su habitación y dejó pasar a Natalia.

- Y aquí mi habitación.

Natalia la contempló fascinada. Se parecía bastante a la suya excepto por el tamaño, esta era al menos tres veces mayor. Había una enorme librería con decenas de libros, un gran armario, una cama de matrimonio para ella sola, que suerte, la suya era bien pequeña. También contaba con un escritorio con cajones y tal y como le había dicho en su propia habitación el día de su cumpleaños, tenía una butaca en pegada a la ventana.

- Me encanta. - Murmuró Natalia acercándose a la librería para contemplar los libros que Alba tenía allí. Muchos los había leído y otros no así que pensó que algún día le preguntaría por ellos.

- A lo mejor para dejar tanto drama atrás deberías leer algo de esto. - Le dijo señalándole una zona de la librería.

- Julio Verne. - Leyó Natalia el nombre del autor de varios de los libros que se encontraban juntos.

- Te gusta lo francés ¿Eh? - Dijo Natalia divertida. - Víctor Hugo, Julio Verne.

Alba se encogió de hombros y sonrió ante el comentario de la morena.

- Julio Verne, ciencia ficción. Pruébalo, seguro que te gusta.

- Bueno... primero tengo te acabar con Los Miserables. Después ya veremos. Además... para que no quieras que lea tanto drama me has dado un libro con muchas páginas de drama.

- Bueno... Hay una razón por la que me gusta tanto, pero primero tienes que leerlo, no quiero desvelarte nada.

- Vale... - Dijo Natalia.

Alba se dirigió al armario y sacó una bonita caja y volvió a la cama y se sentó en ella. Le hizo un gesto a Natalia para que se sentara a su lado y la morena la imitó.

- ¿Qué hay ahí? - Preguntó Natalia.

- Yo también tengo tesoros. - Fue la misteriosa respuesta de Alba.

- ¿Puedo verlos? - Preguntó Natalia entusiasmada.

Alba abrió la caja mostrándole su contenido a Natalia.

- ¡Vaya! Son preciosas. - Dijo Natalia contemplando la cantidad de conchas que había en la caja, todas diferentes, de diferentes tamaños y colores.

- En verano siempre vamos unos días a la playa. Unos amigos de mis padres tienen una casa allí y como en verano nunca están ya que prefieren viajar, nos la dejan unos días. Así que cuando estamos allí me gusta estar en la playa, el sonido del mar me relaja, me gusta nadar y pasear por la orilla con las olas mojando mis pies. Y además aprovecho el tiempo para buscar tesoros. - Terminó diciendo señalando el contenido de la caja.

- Nunca he ido al mar. - Dijo Natalia.

- ¿En serio? - Preguntó Alba. - ¿No has visto el mar?

- No. - Fue la contestación de Natalia.

- Pues en agosto cuando vayamos te vienes. - Dijo Alba.

- ¿Qué? No, yo no puedo...

- ¿No cerráis la librería? - Preguntó Alba.

- Si, unos días, pero...

- Ya hablaré con tus padres. - Fue lo único que dijo Alba.

- Alba yo no...

- ¡Alba! - Se oyó un grito en el piso de abajo que interrumpió la protesta de Natalia en el momento oportuno.

- En la habitación. - Fue la contestación de la rubia también a gritos.

Poco después Maria y Julia entraban en la habitación.

- Vaya. ¿Descubriendo los tesoros de Alba? - Preguntó Maria.

- Eso parece. - Dijo Natalia.

Julia y Maria se sentaron en la cama mientras contaban aventuras de sus días en la playa. Natalia se enteró que los Reche iban cada año a la playa junto con los Medina y que desde hacia dos años Maria se les unía. Por lo que contaban se lo pasaban muy bien, pero ¿Ir allí? ¿Ella? Seguro que se moriría de la vergüenza.

Estaban tan entretenidas hablando de sus aventuras en la playa que no se enteraron de que Rafi y Miguel ya habían llegado. Solo lo supieron cuando éstos entraron en la habitación de Alba encontrándose a las cuatro jóvenes charlando animadamente.

Las chicas saludaron a los Reche, menos Natalia, que no pudo evitar ruborizarse y quedarse totalmente callada, y algo asustada.

- Papá, mamá. - Dijo Alba levantándose de la cama y tirando de la mano de Natalia para que la siguiera. - Os presento a Natalia. Natalia ellos son mis padres, Rafi y Miguel.

- En... Encantada. - Dijo Natalia con timidez extendiendo una temblorosa mano para saludar a los padres de Alba.

- Lo mismo digo. - Dijo Miguel estrechando la mano de la joven. - Alba nos ha hablado mucho de ti.

Natalia no pudo evitar ponerse todavía más colorada de lo que estaba.

- Vamos dejemos a las chicas. - Dijo Rafi notando la incomodidad de la morena. - En media hora cenamos. - Informó Rafi.

Ese fue el momento que aprovechó Maria para ir a cambiarse a su habitación y Julia la siguió para dejar intimidad a Alba y Natalia.

- ¿Estás bien? - Le preguntó la rubia cuando se quedaron solas.

- Si. - Murmuró Natalia.

- ¡Vamos! ¡Qué no te van a comer! - Dijo Alba con una sonrisa.

- No se yo... - Dijo Natalia algo más relajada.

Se quedaron un rato hablando en la habitación hasta que oyeron follón en la habitación de al lado.

- Seguro que están haciendo una de las suyas. - Dijo Alba dispuesta a salir de su habitación.

Natalia la siguió y se asomaron al cuarto de Maria, donde efectivamente, ésta y Julia estaban armando un buen escándalo, al menos parecía que darse golpes con los cojines las divertía.

Alba y Julia no pudieron evitar reír ante la escena, momento en que las otras dos pararon su ataque para contemplarlas.

- ¡Al ataque! - Gritó Maria seguida de Julia y lanzándose contra Alba y Natalia

Alba agarró a Natalia de la mano y salieron corriendo en dirección a la habitación de la rubia que cerró la puerta tras de ellas antes de que las dos locas lograran atraparlas.

- ¡Cobardes! - Se quejó Maria al otro lado de la puerta.

Alba abrió la puerta de golpe y lanzó un cojín que le dio de lleno en la cara a la latina y cerró otra vez la puerta antes de que la latina pudiera procesar lo que había pasado.

- ¡Serás...! ¡Sal de ahí cobarde! - Gritaba Maria.

Pero dentro de la habitación solo se oían las risas de Alba y Natalia. Sin duda Alba pagaría por oír más a menudo esa risa. Alba y Natalia fueron salvadas de los malévolos planes de Maria cuando Rafi las llamó para cenar.

Una vez en el comedor todos se sentaron en la mesa para comer. Miguel estaba presidiendo la mesa, con Rafi a un lado y Alba al otro. Julia y Maria  se habían sentado al lado de Rafi y Natalia al lado de Alba.

La cena transcurrió con tranquilidad mientras hablaban de todo un poco. Cuando llegó el segundo plato y viendo que la nueva invitada estaba más relajada, Rafi aprovechó para preguntarle cosas, sabía que a la chica le gustaba hablar de libros, porque Alba no dejaba de repetirlo, así que empezó el interrogatorio por los libros, la librería y sus padres. Miguel también le preguntó alguna cosa, pero mayormente dejó que las pesquisas las hiciera su mujer. Natalia empezó a hablar nerviosa, pero Alba le dio un apretón amistoso en la mano por debajo de la mesa que increíblemente la relajo y a partir de ese momento la conversación salió fluida. Si tenía que ser sincera se lo estaba pasando bien y se sentía muy cómoda en presencia de los padres de Alba.

La velada transcurrió tranquila. Después de que los padres conocieran un poco más a esa nueva amiga de su hija, fueron estos los que le hablaron un poco de su familia y a que se dedicaban, había muchas cosas que ya sabía porque Alba se las había explicado, pero le gustó que le explicaran su romance durante la Gran Guerra, debió ser algo bonito entre tanto horror.

Después de cenar, entre todos recogieron las cosas y después se sentaron un rato a hablar en el salón. Natalia se fijó en que eso era exactamente lo que hacían ellos casi todos los días después de cenar. Para su sorpresa comentaron algunas cosas en desacuerdo con el partido nazi, y era una sorpresa porque era muy arriesgado hacer ese tipo de comentarios delante de desconocidos, aunque estaba segura de que Alba ya les había dicho que a ella tampoco le gustaba nada la situación que se estaba viviendo en Alemania. Nataia incluso se atrevió a comentar algo en un determinado momento, sorprendiendo a todos, pero sobre todo a Alba, que sabía lo que le costaba a la Morena hablar, sobre todo delante de desconocidos.

Tampoco es que dijera gran cosa, pero Miguel estaba hablando de que desde que los judíos no podían acceder a determinadas profesiones, como la medicina, se estaba notando mucho la disminución en la calidad de los nuevos profesionales, ya que parecía que cualquiera, siempre y cuando fuera ario, podía cursar la carrera pese a no estar preparado. Y el comentario de Natalia fue simplemente "como las mujeres". Comentario que fue muy bien recibido entre los allí presentes.

Después de un rato más de charla dieron por finalizada la velada. Julia y Maria recogieron sus cosas para que Miguel las acompañara a casa. Alba se ofreció a ir con su padre a acompañarlas, más que nada porque sabía que Natalia se sentiría muy incómoda quedándose a solas con él.

- Me lo he pasado muy bien. - Dijo Natalia con sinceridad, porque era la verdad.

- Me alegra mucho. - Dijo Alba con una sonrisa. - Yo también me lo he pasado muy bien.

El trayecto en coche fue tranquilo. Primero dejaron en casa a Julia, que vivía más cerca, y después fue el turno de Natalia. Alba se despidió de ella dejándole un tierno beso en la mejilla sorprendiéndose cuando Natalia se lo devolvió, algo ruborizada eso sí.

Una vez comprobaron que Natalia había entrado en el edificio Miguel volvió a poner rumbo hacia casa.

- Me cae bien Natalia. - Le dijo a su hija.

- Es muy simpática. - Dijo Alba.

- Muy tímida, pero parece una buena persona. - Dijo Miguel.

- Lo es. - Afirmó Alba.

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