El Sueño de los Eternos estaba muy confundido, por no decir estupefacto.
No hacía unos minutos se encontraba atendiendo un problema de los hermanos Abel y Caín sobre unos cultivos que ellos tenían planeado sembrar. Luego, pidió prestado a Lucienne, su bibliotecaria, un libro que pudiera ayudarlo a crear una nueva pesadilla para la que supuestamente se encontraría realizando. Y por último, recibiría a su cuervo Matthew luego de pedirle que entregara un mensaje a su amiga exorcista, Johanna Constantine.
Ya se encontraba en su salón del trono, a punto de trabajar en su nueva creación, cuando vio algo absolutamente inusual.
Un extraño regalo puesto en el asiento de su trono. Era, en términos simples, una caja roja con un moño dorado y una etiqueta.
"Son unos chocolates que hice especialmente para ti. Espero y tengas tiempo libre para disfrutarlo. No te preocupes, no se derretirán.
Atte. Muerte."
Morfeo sonrió y tomó el presente. Se sienta en su trono y procede a quitar el moño y abrir la caja. Las estrellas en sus ojos tomaron un brillo que muchos dirían que era como si alguien descubriera un tesoro. Eran chocolates de varias texturas, diseños y colores.
Morfeo no dudó en tomar uno y probarlo. Apenas siente la textura del chocolate en su boca, no pudo evitar sentir placer. El placer que sienten los humanos al consumir todo tipo de alimentos. Seguía saboreando, y no sólo sentía el sabor dulce del chocolate sino también la sensación al probarlo, le hizo sentir cosquillas en su interior.
Y esto hizo que procediera a comer otro, de otro sabor.
Y otro, de un sabor diferente al anterior.
Y otro. Y otro. Y otro.
Hasta que logró dejar la caja de chocolates completamente vacía. Causándole un poco de vergüenza por su comportamiento egoísta.
Más al rato, le daría las gracias a su hermana por el obsequio. Por ahora debía de continuar con crear su próxima pesadilla.
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Mientras tanto, en un reino ubicado en el corazón de una estatua en forma de su propio gobernante. Una estruendosa carcajada no paraba de retumbar las paredes del lugar.
Deseo de los Eternos, encargado de cumplir con los deseos tanto carnales como de hambre de la humanidad. Se encontraba atacado de la risa, tras ver a través de un espejo cómo se había llevado a cabo una de sus muchas bromas hacia uno de sus hermanos mayores.
Había sido testigo de cómo su víctima había tomado aquel presente etiquetado con un remitente falso, con tal de no levantar sospechas. Cómo había devorado todo su contenido y disfrutado de su sabor. Y sobre todo, sin una pizca de duda sobre lo que pudiera haber contenido en los postres, señuelos de la broma.
Mientras se reía, tomaba una de las botellas que contenía uno de los "ingredientes importantes" de su broma.
—Mi adorado hermano mayor, es un completo iluso. —habló Deseo para sus adentros. —Ya quiero saber que pasará cuando comiencen los efectos de mi obra maestra. Seguramente me lo agradece.