Línea Azul

Par MMIvens

163K 16.7K 79.9K

Padecer hipocondría no es sencillo, tampoco tratar de mantenerlo a raya para no ser objeto de burlas; mucho m... Plus

• Dedicación •
• Prefacio •
Capítulo 1: Un día de esos.
Capítulo 2: No sé más de ti.
Capítulo 3: Como un perro.
Capítulo 4: Amistad de tres.
Capítulo 5: El que no dejaba de buscar atención.
Capítulo 6: Cuántas veces dije "sí" queriendo decir "no".
Capítulo 7: No te entrometas.
Capítulo 8: Parecías alguien honesto.
Capítulo 9: ¿Le gustaría más así?
Capítulo 10: Nadie te entiende.
Capítulo 11: Si fallo, me desmoronaré.
Capítulo 12: Larguémonos de aquí.
Capítulo 13: Es un placer conocerte.
Capítulo 14: Soy mi peor enemigo.
Capítulo 15: El perdedor.
Capítulo 16: Sé que nadie me ayudará.
Capítulo 17: ¿Cuántos secretos puedes guardar?
Capítulo 18: Aunque durara tan solo un segundo.
Capítulo 19: No te importa.
Capítulo 20: Sé que no soy esa clase de hombre.
Capítulo 21: No soy detective.
Capítulo 22: Crecí cansado de este cuerpo.
Vivo como si estuviese en una obra.
Capítulo 23: Achinga, todos son más padres que mi papá.
Capítulo 24: Si no es ahora, no será mañana.
Capítulo 25: ¿Puedo llamarle?
Capítulo 26: Ojos negros.
Capítulo 27: No me vayas a hacer llorar.
Capítulo 28: Cuando era más joven.
Capítulo 29: Todas las cosas de las que no hablo.
Capítulo 30: Quiero ser tu as.
Capítulo 31: Estoy tratando de decirte algo.
Capítulo 32: Vive tu vida.
Capítulo 33: Soy violento, es la realidad.
Capítulo 34: Todos están de acuerdo.
Capítulo 35: Común acuerdo.
Capítulo 36: Odio cuando lloras.
Capítulo 37: Debería ser yo.
Capítulo 38: ¿Seguirá siendo igual?
Capítulo 39: Me está poniendo nervioso.
Capítulo 40: Vergüenza.
Capítulo 1: Chivo Expiatorio.
Capítulo 2: ¿Qué esperas?
Capítulo 3: Llévame contigo.
Capítulo 4: La suerte que he tenido.
Capítulo 5: Déjà vu.
Capítulo 6: Hijo de la luna.
Capítulo 7: Hazte fuerte.
Capítulo 8: Así es como te amé.
Capítulo 9: No pretendas que es un misterio.
Capítulo 10: Para no matarme.
Capítulo 11: Supéralo.

Capítulo 0.

1.6K 198 1.3K
Par MMIvens


Los momentos repentinos, que caían como la lluvia en verano.

No los veía hasta que estos golpeaban contra mi espalda. Ahí estaba yo.

Podía durar tan poco, pero dejarme empapado por demasiado tiempo.

Hipocondríaco.

A menudo me encontraba expuesto a confusiones, responsabilidad, juicio, de forma repentina. Debido a la rapidez de estos eventos, no solo tardaba en procesarlos; tampoco les veía venir.

Si volteara al pasado, me encontraría empapado de aquellas cosas, con mi viejo yo. Parado junto a ese estudiante de secundaria, mojados por la lluvia mientras esperábamos el autobús, envueltos por el frío aunque el sol saliera.

Me pareció patético.

—La disculpa oral no fue suficiente, solicitan también una disculpa escrita —habló Eirín.

Se sentó en el asiento de copiloto, acomodando unas bolsas antes de cerrar la puerta. Su voz era fuerte, así aunque estuviese hablando con mi padre, yo oiría lo sucedido desde la parte trasera del vehículo.

—Como ya tengo experiencia en esto, se abordó solo como una broma de mal gusto. La madre del amiguito ese se disculpó, alegando que su hijo también estaba pasando por delirios. —Continuó, cerrando la ventana antes de ordenar que mi papá también cerrar la suya por el frío—. Dije que tu hijo solo tuvo un ataque de hipocondría, no tenía relación con lo que pasó en el PLJ. Dijeron que necesita manejar sus emociones, también implicarse en tareas socioeducativas.

—Vale, podríamos pagarle sesiones en el centro de...

Mi padre arrancó en silencio al percatarse de que no era necesario que diera su opinión. A instantes me miraba por el retrovisor, mientras oíamos de fondo las corrientes de aire mezclarse con las palabras de mi mamá.

—Hablé también con el director de L.A. No se le suspenderá, es más, ya que sufrió la confusión pública en los foros escolares podrá estar haciendo sus trabajos desde casa.

Bajé la mirada al teléfono en mis manos. Inconscientemente traté de usarlo, pero recordé haberlo apagado desde que empezó la situación. Supe por mis padres que mi ataque fue grabado; a pesar de que mi rostro estaba censurado; el caso fue cubierto por algunos noticieros nacionales, también difundido en redes sociales para hablar sobre la ineptitud de los docentes.

Hubo desinformación debido a comentarios externos. Otros solo opinaron en base a los hechos.

«Nah, él no se puso así por la ansiedad el evento. Unos amigos que estudian en el mismo lugar, dicen que expusieron su historial de acoso y no soportó.»

«Las notas lo ponen como la víctima de un mal sistema educativo, cuando deberían hablar de que él es un bully. Uno cosecha lo que siembra.»

«Claro, pobre el que se metió ilegalmente a Savant xd.»

«No sabes nada, eso no está comprobado. Deberían preocuparnos más que los docentes no sean capaces de proteger a nuestros estudiantes.»

«Alch, ya lo doxeé.»

«¿De estas dos instituciones depende el futuro del país? Y de este tipejo llamado secretario de educación pública... Qué vergüenza.»

—Aunque en exámenes deberá presentarse. Le van a asignar cada trimestre a un consejero escolar para ponerle al corriente. —Eirín no paró de hablar, entrometiéndose en mi cabeza como los comentarios que iban colgando de mi imagen pública.

«Estuve leyendo sobre este caso. Espero que a la persona acosada se le oriente; los colegios castigan a las víctimas. Yo me tuve que cambiar de colegio en 4to medio siendo que la que recibía bullying era yo...»

—Pensé que ya había aprendido. Pero ni que le peguen le hace entrar en razón, menos una denuncia. No sé qué le pasa a tu hijo.

—¿Y qué más dijo la junta? —Ión cambió de tema.

«Yo estoy en la misma clase que él...»

«Lo menos que puede hacer es cargar con la vergüenza.»

Me desorienté al sentir gotas sobre mis manos. Traté de limpiar el sangrado de mi nariz, pero no se detuvo, ensuciando el soporte de mi fractura. Por primera vez no quería dejarla fluir, sino evitar que otros la vieran concentrarse.

Al llegar a casa, bajé tan pronto se estacionaron. Tiré de mi mochila con la mano izquierda y con la derecha fui cubriendo mi rostro, desde el umbral hasta las escaleras que llevaban a mi habitación. Ignoré los llamados a mi espalda, pero estos no se detuvieron aún cuando mis padres lograron detenerme.

—¿Vas a actuar así? ¿De verdad? —Mamá me arrastró hacia atrás—. Quítate la mano de la cara y mírame de frente. ¿No se te ocurrió siquiera disculparte?

Trató de alcanzar mi brazo pero retrocedí. Le sorprendió mi actitud, mi padre estaba desorientado detrás de ella. Ambos lucían exhaustos por perseguirme en las escaleras. Por siempre ir detrás de mí.

—¿Ni siquiera me dejarás verte? —Bufó, resentida—. ¿Por qué actuaste así? ¿Creíste que pensaría que no lo hiciste? No soy tonta.

—Eirín, ya dijeron que fue una broma...

—¿Tú crees? ¿Una broma? —Apartó a mi padre quien trataba de calmarla. Los ojos negros de ella, idénticos a los de mi hermano, eran tan expresivos. Podía ver en sus pupilas el horror al verme reflejado—. ¿Todavía tienes fe en él?

Se aferró a mis mangas, tirando hacia ella para hacerme confesar. Insistió en que hablara de una buena vez, que le dijera la verdad, que dejara de guardar silencio. Por el forcejeo, la alfombra se movió, sacudiendo un florero sobre el estante que no tardó en golpear el suelo.

—¡Quita tu estúpida mano! —Jaló, sin conseguir nada—. MÍRAME A LOS OJOS. DI ALGO.

Mi padre trató de separarnos, interponiendo su cuerpo para evitar que nos empujáramos con más fuerza.

—¡¿POR QUÉ TE QUEDAS CALLADO?! —Arrojó una bofetada a mi rostro, consiguiendo que apartara mi mano y la sangre comenzara a chorrear en el piso.

Mis ojos dieron vueltas alrededor del pasillo, observando las manos de mi mamá que trataban de distinguir las manchas de sangre. Ión dejó de sostenerla, dejando caer sus propios brazos a los costados. Fue como si los drenara con tan solo estar parado frente a ellos. Aunque en mi cabeza no había nada, solo ideas vacías, confusión.

Es peor que estar ebrio.

—¿De qué te carcajeas? —Desenfoqué la vista de sus manos hasta centrarme en ella. Me habló una vez más—: ¿Te parece gracioso?

—Ya, déjalo, no vas a ganar nada...

—No te metas —empujó a Ión—. Te estoy hablando. ¡¿De qué carajos te ríes?!

—Perdón —bufé, desorientado.

Me centré en la puerta abierta del fondo.

El pequeño espejo del baño tenía mi rostro en él. La sangre se desprendía hasta caer en mi boca, tragándola inconscientemente. No supe porqué mi reflejo se reía, porqué lo hacía al disculparse. Como si nada le importara, como si otra vez estuviese parado debajo de la lluvia, como si se hubiese vuelto loco al punto de causarle risa.

Retrocedí perturbado, tropezando con mis propios pies antes de correr a mi habitación.

Mi cuerpo no soporta esto.

Azoté la puerta antes de que ellos entraran. Mi respiración fue irregular. Oí los golpes pero me negué a abrir.

—NO TE ESCONDAS ASÍ. DEJA DE EVITARME.

—Eirín, por favor, dejémoslo ya. Hablemos después...

Me arrojé contra mi estante, tirando la lámpara y objetos de arcilla sobre él. La silla del escritorio también la empujé con una mano, haciéndola chocar con la cabecera de la cama.

—¡Abre la puerta!

Arranqué los posters en mi pared, tirando de otros cables conectados a las luces de mi computadora, consiguiendo que las tiras se desgarraran. No iba a necesitar nada de eso.

—¡Sal de ahí! ÁBREME.

Vi que algunas cosas en el suelo no se habían roto. Me eché de rodillas a golpearlas con las manos, tratando deshacer maquetas escolares y terminar de romper la arcilla que acumulaba desde hace años. Jalé algunas libretas, arrancando sus hojas.

—Hipo... por favor.

¿Seré capaz?

Destrocé lo que estaba a mi alcance, gritando para callar las voces a mi alrededor.

¿Tendré la fuerza para volver a estar ahí?

Golpeé mi mano enyesada contra el piso. No sentía nada más que mi sangre en la boca, el dolor, pero no había lágrimas corriendo por mis mejillas. Pensé que tenía los lagrimales quemados.

¿Puedo pasar por eso otra vez?

Destrocé mi itinerario de las próximas semanas. Todo estaba terminado, no había razón para hacer más planes. No había razón para querer algo distinto. Para desear algo más.

No soy tan fuerte.

Me eché sobre las cosas, cubriendo mis oídos. Con cada golpe las piezas de arcilla se sacudían, algunas debajo de mi rostro se aferraron a mis mejillas. Como si deslizaran los dedos por las membranas de mi pecho, una presión asfixiante contra mi corazón. Antes de darme cuenta, ya me tenía envuelto.

—Hijo, solo ábreme.

Tan solo respirar se volvió desgarrador.

—¿Por qué...?

Viví días y noches con mi corazón estrujado; creo que jamás pude acostumbrarme a él.

~•~•~•~

Hace un par de años, la situación en mi casa era muy distinta. Mi hermano mayor aún vivía con nosotros.

Nuestra relación no pasaba de sentarnos los fines de semana a ver algún programa, que me sirviera quesadillas cuando mis padres no estaban en casa, incluso en sus últimos años antes de graduarse le encontraba fumando en el techo. No éramos unidos después de cumplir 10 años; pero, ahora entendía perfectamente al chico de 17 años que se escapaba por las noches.

Cuando yo estaba por cursar primero descubrí que la relación con nuestro vecino, su mejor amigo, había terminado. El susodicho no dejó de cenar en nuestra casa junto a su mamá, así que mis padres jamás se dieron cuenta de lo que había pasado.

Yo era joven, pero pude notar el cambio en mi hermano cuando él no quería bajar a comer.

—Dile a mi mamá que comí las sobras de ayer.

A veces solo no volvía a casa.

—Hoy comeré fuera. Dile, porfis.

Una noche lo encontré llorando afuera de su ventana. No encendí la luz de su cuarto; me acerqué hasta que se percató de mi presencia. Fingió no hacerlo, me mandó a dormir, luego cerró su ventana como si eso no le impidiera volver a entrar.

—Ábreme... —Lloriqueó.

—No. —Me crucé de brazos.

—Hipo...

—¿Qué pasó contigo e Insomnio?

Arrojó un golpe contra el cristal, haciéndome brincar del susto. Se disculpó de inmediato, antes de darme la espalda para encender su cigarro. Aquel silencio duró varios minutos, hasta que encendió el segundo.

—Eres un niño. No lo entenderías.

—Tú también...

Antes de que el tercer cigarro se terminara, me dijo que su amigo lo besó. Al inicio no me sorprendieron sus palabras, pero entre más intentaba explicarse, más horror me producía. Sabía que entre sus vacilaciones, expresiones confusas, e incomodidad, habían tocado su cuerpo debajo de la ropa.

Le habían arrebatado algo que no sabía que podía perder.

Abrí la ventana cuando comenzó a llorar sobre la cajetilla. Entonces, se aferró a mí como quien no suelta un error del pasado; como si confesarlo le comprometiera.

—No le digas a mis papás, por favor. No les digas nada. —Lloró, arrastrándose a mi cuerpo. Su abrazo fue pesado, aunque medíamos casi lo mismo por su baja estatura—. Hazlo por mí.

—No puedo... guardar eso. —Traté de apartarlo junto a su desesperación.

—Te lo suplico. Mi vida no volvería a ser la misma si alguien se entera.

De todas formas, su vida no volvió a ser la misma. Me callé lo que sucedió incluso cuando se mudó a los dormitorios de su instituto. Siempre me agradecía por respetar su decisión, en parte tenía miedo de que lo miraran de otra forma, también se sentía culpable o asustado, ni hablar de que no quiso que Insomnio fuese alejado por los demás.

Literalmente, quería llevarse todo a la tumba. Fue a mis 15 que hablé con mamá, aunque ella no me creyó. Pensó que diría cualquier basura con tal de alejarlos, ya que a mí no me agradaba el vecino desde pequeño.

Con el tiempo, lo que dije cobró sentido así que Eirín le pidió al chico que no volviera a nuestro hogar. Pero Denis, antes Depresión, no volvió con nosotros.

Después de dejar los dormitorios, solo regresó para vaciar su habitación. Le vi cruzar con cajas de huevo, un diablito para arrastrar lo más pesado, y sin voltear atrás, se marchó.

Ya no tenemos nada de qué hablar.

Me despegué de mi escritorio, sintiendo un pedazo de hoja pegado a mi cara. Bostecé tras procesar el entorno; la tarea estaba terminada antes de que tomara una siesta, pero mi estómago estaba vacío al igual que mi cabeza.

—Debo escanearla y subirla. —Me repetí, sacando el teléfono de mi cajón.

Tenía llamadas perdidas de mi mamá. Pensé en devolverlas pero me mantuve viendo solo el registro, de algunas llamadas entrantes y otras que yo hice sin respuesta. Tuve migraña de solo haber encendido el celular, así que volví a apagarlo antes de salir del cuarto en búsqueda de agua.

Quise volver a encerrarme cuando vi a mi mamá sirviéndole pozole a su yerno.

—Ah, buen día, Hipo. —Me sonrió, con los ojos encogidos y su cuello estirado para verme a través del florero.

El novio de mi hermano era un tipo alto, con el cabello teñido de un plata casi blanco. De su rostro solo diría que lucía tonto. Sin el afán de ofender, solo se veía así. No pude evitar poner mis ojos en blanco, y continuar mi camino a la cocina sin detenerme a saludar; ya que también me parecía irritante. Pero sin la intención de ofenderle.

—Ignóralo, hijo —mi mamá caminó hacia él con un plato de rábanos, sirviéndole unas rodajas a su pozole rojo—. Ya sabes cómo es de inmaduro. NO PUEDE NI DECIR "HOLA". ¿No tienes ni la amabilidad de saludar?

Eirín elevó esas últimas palabras con intención de que incluso los vecinos le escucharan.

—No, está bien... —Su yerno balbuceó, sacudiendo ambos manos—. No tienes que hacerlo, Hipo.

En casa yo me encontraba calmado, excepto cuando lo recibíamos a él de visita. Parecía que era la excusa perfecta para discutir con mi madre aún si nos aplicábamos la ley del hielo. Yo no podía tolerar cómo ella le hablaba en comparación a mí, como si yo fuese el extranjero en casa.

El desconocido que irrumpía en la familia.

Adie, mi cuñado, era la única persona con quien no podía guardarme lo que sentía. Supongo que allí estaba mi límite, al portarme como un niño pequeño junto a mis papás.

—Agh... —Rechiste, dándole la espalda a la cocina. Tuve sólo ganas de salirme de la casa hasta que su visita terminara.

—¿No puedes fingir ser alguien decente por una vez en tu vida, hombre? —Me sermoneó otra vez, haciéndome cerrar por los párpados entre suspiros.

—No, no, no discutan por... —Adie trató de calmarnos.

—No quiero ofenderte, pero cállate un segundo. —Le solicité.

Me mantuve en silencio tan pronto vi a mi hermano salir de la cocina. Él dio un pequeño brinco, imitando el mío, con sorpresa por encontrarnos así. Su vaso de agua desprendió algunas gotas que salpicaron su playera blanca. Se sintió la tensión no disiparse, sino contraerse.

—¿Qué haces aq...? —Mi boca se detuvo al pensar qué hacían ellos presentes tras dos semanas de lo sucedido. Giré en dirección a Eirín, volviendo a hablar—: ¿Tú le dijiste?

—Ella no me dijo nada —interrumpió Denis, aferrado a su vaso—. Me apareció la nota en Twitter. Está en todas partes, lo normal es que me enterara.

«Está en todas partes.»

Aunque su tono no fue irónico, ni habló alto, la vergüenza me inundó. Sabía que él era la clase de persona que investigaba ese tipo de cosas por pasatiempo, que se leía los comentarios, compartía su opinión, y cerraba la aplicación. Pero esta vez solo lo imaginé sorprendido, marcándole a mi madre en búsqueda de respuestas.

Incluso verlo con la cabeza agachada frente a mí, pequeño por su baja altura, me hacía querer ponerme de rodillas.

¿Por qué tenías que enterarte tú?

—Quiero hablar contigo —pidió, levantando la cabeza.

Pasé por mi sudadera antes de acompañarle fuera de casa. Me platicó cosas de su nuevo emprendimiento, mientras pisaba algunas hojas en el camino. Me preguntó porqué llevaba mis audífonos en la mano si se supone que íbamos al lago para platicar.

—Literalmente nunca salgo sin ellos. Se siente raro. —Aclaré.

—Ah —expresó—, Estocolmo tampoco sale sin ellos. Cuando le pregunté el porque, dijo que nunca sabía si se echaría una carrerita. Creo que escucha un poquito de música cuando corre.

Continuó hablando naturalmente, aunque yo no pude decir nada. Su gabardina era lo único que le hacía ver mayor a mi lado.

—Tú sabes que me agrada mucho él y toda su familia. Siempre están pendientes de mí, me escriben, incluso me invitan a sus viajes familiares aunque les rechace la mayoría de veces —suspiró, deteniéndose frente a la colina de césped que llevaba al lago—. Nunca me dijeron nada ni me hicieron sentir incómodo. No entendí en un inicio porqué todos ocultaron lo que hiciste... Oh, un pato.

Sacó su teléfono, tomándole una fotografía. Se puso de cuclillas para tener un mejor ángulo. Le gustaban los animales tanto como antes.

—Yo también te pedí que ocultaras cosas en el pasado. Pero Hipo, esperaba que al menos alguien me dijera que acosaste a un estudiante; independientemente de si era el hermano de mi amigo.

Denis, era acosado en secundaria. Mis padres siempre metían reportes aunque él no estuviera de acuerdo, pero era evidente cuándo llegaba con la frente sangrando por algún sacapuntas, o cojeando por algún empujón. Él decía que no era grave, pero en mi familia el acoso era condenado.

—¿Por qué no dices nada...? —Preguntó, sin mirarme. Sus manos estaban en el teléfono, sacándole foto a sus zapatos.

No sé si está molesto o decepcionado.

—Si ya tienes una idea, nada de lo que diga cambiará tu historia. —Metí mis manos a la sudadera, dando algunos pasos hacia la colina para despejarme. Lo mejor era solo escuchar lo que fuera a reprocharme, disculparme por la preocupación, y dejar que continuara con su vida.

Tiró de mi manga, arrastrándome hacia él con el impulso de bajada.

—¡¿Y nada más por eso te vas a callar, tarado?! —Gritó, antes de hacerme tropezar. El tenis se me salió, al igual que el enojo.

—NO ME JALES CUANDO ESTOY SUBIENDO, CARAJO. —Le empujé, sintiendo el césped con solo mis calcetas.

—TAMPOCO ME EMPUJES. —Me devolvió el empujón, haciéndome caer sentado en la colina. Solo por mi altura caí con más velocidad.

Terminé echando la cabeza hacia atrás, recostado, mientras le oía regañarme. Por no decir nada, ni siquiera defender mi postura, ni explicar o interrumpirlo. Le enojaba el simple hecho de que nadie le contara las cosas, como si aún fuese la persona con depresión a quien era mejor mantenerlo lejos de los temas delicados.

—Ahora no sé cómo actuar si veo a Estocolmo. ¿Qué se supone que deba decir...? ¿Ya te has disculpado con él?

—Sí.

Fue lo único que dije.

—¿De verdad? —Su molestia pareció disminuir con rapidez—. Ah, bueno, ¿y se lo tomó bien?

—Sí.

—¿Bien de "me vengaré algún día" o de "ya me vale madres?"

—"Te entiendo. Yo tampoco podría manejarlo."

Al decirlo en voz alta me arrepentí. Cualquiera pensaría que lo dijo por su síndrome, incluso yo. Pero si Estocolmo era así de directo conmigo, malinterpretarlo habría sido una falta de respeto. Solo me quedaba esperar a recibir el juicio de los demás.

—¿Qué pasó entre ustedes para que se lo tome así, tranquilito? —Me cuestionó. Abrí los ojos para ser cegado por el cielo, pero la sombra de mi hermano mayor cubría mi rostro. Era como verme a mí mismo en secundaria, parecíamos hechos del mismo material, pero arrojados en contextos distintos.

No quise responderle. Cerré los ojos, cruzado de brazos. Sentí sus manos peinar el cabello en mi frente, antes de escucharlo recostarse a mi lado mientras seguía haciendo lo mismo.

—Yo también tuve problemas con su hermano en preparatoria. Él siempre fue pesado conmigo, si podía ofenderme lo hacía, y el primer día de clases me discriminó, durante la asamblea... Frente a todos, como si al imbécil no le fueran a dar un puto citatorio —bufó enojado—. Hey, te reíste. Da risita, ¿no? Supongo que por eso le perdoné, me hacía reír mucho y no puso excusa a lo que hacía.

Palpó mi frente, antes de toquetear mi nariz. Sentí que estaba buscándome alguna imperfección para sacármela, a ambos nos gustaba cuidar de la piel.

—Al final, fue un gran amigo. Realmente le quise, y aún le quiero. Ingrato ese.

Dijo que tampoco era lo suyo ser moralista, perdonó a mucha gente porque a él le hacía sentir mejor, no por aliviar a los demás.

—Eso sí, pasé por una etapa de funas, no me importaba realmente lo que pasara con los funados; supongo que quería dar voz aunque fuera un cobarde para denunciar lo que pensé valía la pena. Hubo un tiempo en el que también me pasé de culerillo con Adie y mis demás amigos. Estaba abrumado, ni siquiera vine a casa a ver cómo estaban.

Después de que muriera el hermano de Estocolmo.

—No voy a ningún punto con esto, solo quería contarte. Jamás supe dar consejos, y la verdad es que tampoco sé qué decir. No disfruto que me den opiniones de algo que solo yo viví.

—Comprendo el sentimiento. —Suspiré, dejándome toquetear la cara por un rato más.

Denis no era muy entrometido en las cosas ajenas cuando fuera de internet se trataba. Si no le interesaba el tema, no se interesaría ni siquiera en conocer a los involucrados. En casa solo estaba en su cuarto, en el teléfono viendo algo, a veces en la sala comiendo frituras. No seguía cantantes, no le interesaban las películas, no habían muchas cosas que le despertaran interés.

Extrañamente, sabía de impresoras o sartenes. Nunca le pregunté porqué; supuse que era por su depresión. Pero aparentemente, incluso ahora, solo se interesa en la arcilla y ver a qué animal puede tallar en sus artesanías. Eso le emocionaba, su condición solo fue un detonante.

—Te soy sincero, podría vivir sin preguntarte nada —confesó.

Lo sé.

—No son temas que me interesen saber.

Imagino.

—Pero soy tu hermano, no eres cualquier persona en mi vida. Crecí contigo. El simple hecho de saber que creces y no saber nada de ti; como si fueses el recuerdo de un fantasma; hace que me sienta culpable por haber pretendido que no estabas ahí todo este tiempo.

Tenías depresión, ni siquiera te interesabas en ti.

Abrí los ojos cuando sentí su abrazo. Le di algunas palmadas para que no se pusiera a llorar, como si él fuese el menor. De alguna forma, dijo que era bueno consolando, porque no decía nada. No supe si fue un halago o me ofendió.

—No hagas lo mismo que has hecho toda la vida, Thor —me habló por mi viejo nombre, sin darse cuenta de su error—. No esperes en silencio a que todos concluyan lo que piensas. Las personas se vuelven fantasmas con rapidez, si no te explicas antes, ni siquiera morirás tranquilo.

—Si hablo, ¿puedes guardarlo? —Pregunté, extendiendo mis brazos por el césped mientras él continuaba aferrado a mí.

—Lo prometo; sabes que siempre guardo todo.

En un inicio, Denis lucía relajado e incluso hizo uno que otro chiste al escuchar de mi primer encuentro con Estocolmo.

Dejó de sonreír al escuchar cómo progresaron las cosas. Mantuvo el silencio, serio, haciendo preguntas ocasionalmente para completar los detalles. Me costaba explicar todo claramente porque parte de mis memorias habían sido afectadas con los años, pero su forma de seguir los turbulentos hechos hizo que incluso diera detalles que ya había olvidado.

—¿Los profesores ignoraban lo que hacía el tal Explosivo Intermitente?

—No tanto por él. Creo que uno de su grupo de amigos era hijo del secretario de educación pública.

—Ya veo.

Cosas que hubiese preferido no comentar.

—¿Te dormiste después de que te golpearan en el baño, o te desmayaste?

—No sabría decirlo. Creo que patearon mi cabeza.

—¿Estabas vestido?

—No llevaba mi camisa. Creo que me la había quitado antes porque me la mojaron e intentaba exprimirla. Recuerdo tener frío.

—¿Y cómo llegaste a casa?

—Caminé solo a la estación.

—¿Nadie te vio en el camino? ¿No te ofrecieron ayuda?

—Nadie se me acercó.

Le enseñé algunas fotografías que guardaba en mi celular. Cuando era golpeado, ya fuera en la cara o el cuerpo, Exin tomaba fotografías o lo hacía yo frente al espejo. Le conté que preguntaba en foros si alguna de esas heridas podía ser de riesgo, pero solo respondían personas culpándome de querer llamar la atención, incluso jurando que practicaba algún deporte ilegal.

—Son muy graves. —Pasó entre fotografías, atento a cada una—. ¿Qué les decías a mis papás? ¿No preguntaban nada?

—Pensaron que me metía en peleas o era muy torpe, nada más. Solo veían mi cara, no andaba por la casa sin ropa, ¿sabes?

—Nunca preguntan nada. —Se rió, para sí mismo.

—No los culpo, no quieren más problemas.

—Seh, son así. —Siguió riéndose entre dientes, irritado.

La historia llegó hasta el momento en que fui denunciado. También le conté un poco sobre lo sucedido con el PLJ; el cómo la escuela de la que era parte me había seleccionado para hacer lo que hice, también de mi poco interés en revelarme por el simple hecho de que no creí tener el derecho. Me pareció justo, el consejo ya había hecho mucho por mí el aceptarme incluso cuando fui rechazado en todos los clubes.

—¿Ningún club en L.A. te quería dentro?

—En L.A. todos sabían que era un acosador, es entendible que no me quisieran en ningún lugar. Estoy en la posición en que estoy porque era lo único que podía hacer.

Le hablé sobre Exin, Des, incluso Albin. Quise omitir el hecho de que Est entró con nosotros esa noche, pero era necesario para contarle cómo concluyó todo eso.

—Espera, a Est le gustas aún. —Me señaló tras contarle cómo nos disculpamos mutuamente esa noche y al día siguiente.

Los demás comentarios que soltó eran: "No me da buena espina tal persona.Qué incómodo. ¿Por qué?", hasta que todo llegó a la recta final. Denis, dijo que estaba horrorizado, aunque su rostro fue inexpresivo. Me dio curiosidad saber porqué actuaba tan natural, siendo él alguien bastante emocional.

—Porque tú estás como si nada.

—No hay problema si tú reaccionas, literal, no me molesta.

—¿Pero no te duele? ¿O ya lo asumiste?

—Creo que mi cuerpo se cansó de la situación así que reacciona así últimamente, sin dolor. Me pregunto si hay algo mal conmigo.

—Te ves angustiado.

—Supongo que lo estoy, si mi cuerpo lo muestra. Pero no lo siento.

—No es tanto tu cuerpo, son más tus ojos. Te ves cansado, hombre. —Posó su mano en mi cabeza, como para sostenerme. Fui consiente de que me estaba sacudiendo mucho. Me abrumaba la sensación de no saber cómo me encontraba hasta que alguien me señalara el problema—. Ya no te ves como un niño.

—Supongo que envejecí.

—Te ves horrible, sin ofender —balbuceó—. Como si ya te fueras a morir.

—Tranquilo, tendré una vida larga. —Aparté su mano.

Una muy desafortunada.

Con mi sudadera tallé sus ojos, devolviendo su propia mano a su rostro para que él se cubriera.

—Te ves horrible cuando lloras. —Fui sincero al limpiar sus lágrimas. Al menos con mi hermano podía ser directo.

Lloró por algunos minutos hasta que se detuvo progresivamente.

Denis me ofreció algo que nadie más habría hecho: ofrecerme dinero. Al inicio me sorprendió, lo tomé a broma, pero se ofrecía a pagarme la mitad de la renta de un dormitorio. Dijo que lo ideal sería conseguir un compañero que aportara la otra mitad, incluso dijo que quizás le vendría bien a mi mejor amigo, Exin.

Confesó saber lo difícil que podían llegar a ser nuestros padres. Al menos él no sabía cómo solucionar los problemas de comunicación, los evadía igual que yo.

—Te diría que hables con ellos pero la neta, a mí también me da cosita hacerlo. Y lo único que se me ocurre para ayudarte por ahora es eso. Pero no es fácil vivir solo, ¿sabes?

—Te lo devolveré algún día.

—Va, ya quedamos.

Arrojó su brazo contra mi espalda, dándome algunos golpecitos.

—Hipo, a veces la vida también se trata de dejarse caer. Si estás tratando de mejorar, el errar es forzosamente parte del proceso —dijo, cambiando sus golpes por un leve masaje que alivió mi espalda.

Me sentí tratado como un niño, cosa que anhelé ser de nuevo. Pero esta vez no usó mi viejo nombre, sino mi condición actual para hablar conmigo. Ya no había vuelta atrás.

—Vas a caer muchas veces, y probablemente tu vida consistirá en no volver a ese lugar. —Su tono disminuyó. Retomó lo que decía junto a un suspiro—. ¿Qué estás esperando? Si vas a tener una larga vida, al menos decide cómo vas a vivirla.

Yo acepté vivir así.

No creas que debes aceptar todo lo que te den. Aprende a rechazar, Hipo. Pero si volviste a aceptarlo, recuerda que perder contra ti también es parte de aprender.

—OIGAN, ¿QUIEREN UN HELADO?

Ambos levantamos la vista hacia el carrito con helados al otro lado del lago. Su novio lo señalaba felizmente, a pesar de haber irrumpido nuestra charla con su bocota.

—NO. —Grité.

—DE CHOCOLATE Y OTRO DE FRESA. —Denis pidió por ambos.

Me tembló el ojo. Mi hermano solo se rió.

—Dale una oportunidad, es un amorcito de persona.

—No me cae mal, lo juro. —Elevé las manos, fingiendo demencia.

• • •

KARO PASÓ SU EXAMEN ASÍ QUE ME TOCABA ACTUALIZAR.

Fua, bienvenidos a la segunda parte de Línea Azul. Estamos en el break de todo esto, así que decidí empezar con el capítulo 0.

Hipocondríaco tiene la vida jodida, pero eso no le quita su recelo con su cuñado GAHSHAHA.

No tengo mucho que compartir. Solo algunas aclaraciones: La segunda parte se seguirá publicando acá, el conteo de caps solo se resetea. La historia continuará siguiendo la turbulenta vida de Hip, aunque habrá cambio de narradores, unos fuera, otros dentro.

¿Comentarios? ¿Teorías de lo que se viene?

¿Qué tal los hermanos?

¿Qué tal sus días?

MUCHÍSIMAS GRACIAS POR TODO. Estoy muy emocionada. ¡Nos estaremos leyendo seguido!

Hice esta ilustración del Hip, viendo a Albin el pulpo, claramente.


~MMIvens.

Continuer la Lecture

Vous Aimerez Aussi

23.2K 3.3K 98
Lee Donghae es un chico de Mokpo que llega a Seúl con sus padres el es tímido de pocos amigos es muy lindo y es gay sus padres y sus dos amigos Hen...
His Lips Par — 𝗡ia 💭੭*

Roman pour Adolescents

558 83 6
«¿Puedo saber por qué me miras tanto?» Tras ganar una beca para la universidad, Oliver se muda a la ciudad dispuesto a comenzar una nueva vida y olvi...
91K 10.5K 43
Luego del abandono de su predestinado al estar en cinta y bajo la agonía de un lazo roto, Jimin se había prometido no volver a permitir que Min Yoong...
587 255 39
Marvin no era especial, solo era Marvin, el chico que estudia programación, duerme y la pasa comiendo-o bien-sus compañeros lo describían como el chi...