Fantasía de un Soberano [Ka...

By JakeD79

485K 47.9K 50K

Bakugou Katsuki, Rey de Mytitur, ostenta el liderazgo sobre el reino más prominente y avanzado del continente... More

Cap 01: La Llegada del Rey
Cap 02: Unidos por el Destino
Cap 03: La Amenaza Inminente
Cap 04: La Profecía
Cap 05: El Indicado
Cap 06: La Vida que se Deja Atrás
Cap 07: Un Mal Comienzo
Cap 08: La Cálida Noche
Cap 09: ¿Prepararme?
Cap 10: La Ceremonia
Cap 11: El Corazón que No Sana
Cap 12: Indicios: Parte I
Cap 13: Indicios: Parte II
Cap 14: Indicios: Final
Cap 15: El Brillo de un Sentimiento
Cap 16: Respuestas: Parte I
Cap 17: Respuestas: Final
Cap 18: Trágame, Tierra
Cap 19: La Esperanza de Todos
Cap 20: Una Mágica Sinfonía
Cap 21: El Deseo de un Omega
Cap 22: Un Nuevo Comienzo
Cap 23: La Pregunta
Cap 24: El Festival de los Faroles: Parte I
Cap 25: El Festival de los Faroles: Final
Cap 26: Mis Hermanos y Yo
Cap 27: Izuku vs Shoto
Cap 28: Fuego Celestial
Cap 29: Los Espíritus de la Magia Blanca
Cap 30: Un Rey sin Corona
Cap 31: El Amor en Tiempos de Cosecha
Cap 32: El Temor del Pasado
Cap 33: Lo que se Mueve en las Sombras
Cap 34: El Reflejo de un Alma Rota
Cap 35: Mi Reino
Cap 36: Sueños de Pesadillas
Cap 37: Entre la Luz y la Oscuridad: Parte I
Cap 38: Entre la Luz y la Oscuridad: Parte II
Cap 39: Entre la Luz y la Oscuridad: Parte III
Cap 40: Entre la Luz y la Oscuridad: Parte IV
Cap 41: Entre la Luz y la Oscuridad: Final del tomo I
Cap 42: 200 Años de Caos y Miseria
Cap 43: ¿La Muerte me Sienta Bien?
Cap 44: La Visita de la Bruja de las Ondas
Cap 45: Un té con sabor a sangre
Cap 46: El Destino que Nadie Quiso
Cap 47: Hasta que el Corazón se Derrame
Cap 48: Los Lamentos de los Desdichados
Cap 49: El Bosque Petrificado de Codicia
Cap 50: Por Amor, la Muerte Será
Cap 51: Con el Consejo de Guerra: Parte I
Cap 52: Con el Consejo de Guerra: Parte II
Cap 53: Con el Consejo de Guerra: Final
Cap 54: La Sangre Ajena de Mí
Cap 55: La Danza del Medio Día
Cap 56: La Forma de la Felicidad
Cap 57: El Druida, la Bruja y el Hechicero
Cap 58: Todavía Estamos Aquí: Parte I
Cap 59: Todavía Estamos Aquí: Parte II
Cap 60: Todavía Estamos Aquí: Parte III
Cap 61: Todavía Estamos Aquí: Parte IV
Cap 63: Fumikage vs Shoto
Cap 64: Entre Sombras y Espejismos: Parte I
Cap 65: Entre Sombras y Espejismos: Final
Cap 66: Ecos de Pesadilla
📖✨ ¡Gran Anuncio Literario! ✨📖
Cap 67: La Furia de la Discordia
Cap 68: Promesas Tenebrosas
Cap 69: La Maldición del Amor

Cap 62: Todavía Estamos Aquí: Final

780 88 51
By JakeD79

Entre los innumerables eventos extraordinarios e inauditos de esta noche desquiciada, uno podría afirmar que este era el más controlado. No obstante, a pesar que todo estaba meticulosamente orquestado bajo su dominio, era de sabios interrogar la esencia siniestra que envolvía a este individuo.

Con una apariencia imperturbable, como si la existencia misma de las cosas careciera de importancia o significado, contemplaba al amor de su vida retorcerse en el suelo, presa de un dolor desgarrador. Sus lágrimas y lamentos desesperados llenaban el espacio, pero él permanecía impasible, como si estuviera ajeno al sufrimiento devastador que se reflejaba en su ser amado.

No, no es que estuviera relajado y sereno, específicamente hablando, Bakugou Katsuki se encontraba aburrido. Aburrido de ver y escuchar al amor de su vida gritar desesperadamente con tanto dolor.

Por supuesto, el auténtico Midoriya Izuku no sufría ninguna clase de daño ante todo este sufrimiento agonizante, razón por la que a su prometido no le importaba desplegar oleadas de dolor infernal a la cosa que lo posee. Pero esa es justamente la cuestión.

Después de todo, la entidad oscura que tomó posesión del Druida sufría a través de él. Usaba su boca para vomitar y emitir gritos angustiantes, sus ojos para llorar lágrimas negras, arqueaba su espalda de manera inquietante, agitaba sus piernas con frenesí, doblaba su cuello en ángulos antinaturales y formaba expresiones aterradoras en su cara. Todo lo que hacía era contorsionar el cuerpo de Midoriya Izuku en reacción al dolor inenarrable producido por la Magia Blanca.

Mientras tanto, Bakugou Katsuki se encontraba de cuclillas frente al omega como si estuviera harto de contemplar la misma pavorosa escena.

–Ya es media noche. ¿Cuánto tiempo crees que puedes resistir sin hablar? –preguntó con desdén. Luego chasqueó los dedos y una de las tantas espadas mágicas suspendidas en el aire, cayó como un rayo de luz, enterrándose en el vientre del peliverde.

En una repetición macabra de eventos recientes, la entidad en el interior de Izuku utilizó su boca para lanzar un alarido desgarrador que retumbó hasta los rincones del recinto real. Su espalda, en un movimiento espasmódico, se arqueó con un crujido perturbador, desafiando las leyes de la anatomía. Las delgadas piernas del omega se convulsionaron en un frenesí descontrolado, como si fueran marionetas manipuladas por hilos invisibles.

Y nuevamente, lágrimas negras, tan oscuras como el abismo, brotaron de sus ojos, corrompiendo la belleza que alguna vez poseyó.

Por su parte, Katsuki suspiró apáticamente e hizo sonar su cuello estirándolo de lado a lado.

Ciertamente el cuerpo de Izuku no recibía ningún daño, ¿pero qué clase de persona puede quedarse tranquila mientras ve al amor de su vida comportarse de manera tan repulsiva? ¿Cómo es que podría tolerarlo siquiera?

–¿Sabes? Ya me estoy cansando de esto –dijo el cenizo, poniéndose de pie–. Esta es la espada ciento quince que recibes y todavía te niegas a responder mis preguntas.

Katsuki tomó la espada de luz por la empuñadura y la sacó del vientre de su amado con un brusco movimiento, cuya boca soltó uno de sus clásicos gritos de tormento.

Era como un rayo de luz dorado que quemaba a los seres de la oscuridad con una intensidad inigualable, y fueron ciento quince de esas espadas las que apuñalaron una por una al ente dentro del Druida.

–Creo que ya he perdido demasiado tiempo contigo –aclaró el monarca, contemplando su espada de Magia Blanca–. Si no quieras hablar después de todo lo que he hecho, supongo que lo único que me queda es aumentar tu dolor en demasía.

Por primera vez en toda la noche, "Izuku" suplicó negando con la cabeza desesperadamente. Sus ojos negros y espeluznantes rogaban piedad, sus labios manchados con oscuridad líquida temblaban como los de un infante apunto de llorar; sin embargo, Katsuki agarró la espada con ambas manos y lentamente la fue introduciendo en el pecho del peliverde.

–¡NOOO, BASTA! ¡TE LO RUEGOO! –Con una voz horriblemente distorsionada, que sonaba como el bramido de un animal y el lamento de una población asolada, la cosa dentro del peliverde declaró su límite.

–Vaya, es increíble como hasta los mismos seres de la oscuridad se rinden a mis pies. –Ante este evento de desesperación, Katsuki se alabó con orgullo–. Debería agregarlo a mi carta de títulos, ¿no crees?

Dijo aquello y atravesó el pecho del Druida con la espada, pues se notó cuando este mismo arqueó la espalda, como para oponerse al dolor, y mostró que la hoja ya se hallaba clavada en el suelo. La realización de cualquier acción era causa de dolor. Las manos del omega seguían incrustadas en el suelo debido a las dagas conjuradas por el Rey Hechicero, por lo que sus movimientos eran limitados.

Era una presa que cayó en las peores manos posibles, en las de un psicópata torturador de sangre fría que no le teme a nada.

–Bien. ¿Estás dispuesto hablar, cosa dentro de mi prometido? –interrogó Bakugou–. ¿O tengo que lanzar todas esas espadas sobre ti para obtener lo que quiero? No me importaría, de hecho.

Aunque no se notara, "Izuku" movió sus ojos oscuros hacia los cientos de espadas doradas suspendidas en el aire. Podía haber incluso mil en total y Katsuki estaba dispuesto a lanzarlas todas sobre el cuerpo de su preciado destinado, quien sabía que no sería capaz de soportar tan colosal impacto.

–Luego invocaré otras mil y las lanzaré sobre ti, una y otra vez. Hasta al amanecer si es posible –afirmó el cenizo con una sonrisa diabólica.

No obstante, sus amenazas solo eran una sarta de mentiras. Siendo consciente de la situación en todo el castillo, Katsuki sabía que no podía abusar de la magia de sus hermanos. Es posible que en estos momentos Eijirou y Shoto se encuentren luchando contra los fenómenos invasores en algún lado, de modo que no puede despilfarrar poder mágico como para invocar miles de espadas una tras otra y mucho menos hasta el amanecer.

De sus dos hermanos, Shoto es el único que cuenta con reservas tan inmensas de poder mágico que casi pueden ser comparadas con las suyas, así que solo toma poder de él para hacer magia. A pesar de ello, Katsuki tiene mucho cuidado de canalizar solo lo necesario en vista de que no conoce en qué situación pueda estar su hermano bicolor.

–¡Incluso podría invocar diez mil espadas consecutivamente solo para ver como lidias con eso, animal! –rugió furioso.

Sus palabras podrían ser una vil mentira, pero su furia era auténtica.

–¡En los salones, en los jardines, corredores, murallas y pasadizos, entradas y salidas! ¡Estamos en todos lados causando estragos, creando caos y derramando sangre inocente mientras tú pierdes el tiempo con los que estamos aquí! ¡Porque seguimos aquí! ¡Seguimos aquí, maldita sea!

–¡YA TE LO DIJE! ¡¡ME IMPORTA UNA MIERDA!! –En un rápido movimiento, Katsuki se arrojó sobre el omega, enseñando sus enormes colmillos tan de cerca–. ¿Qué estás en mi castillo? ¡Bien, felicidades! ¡A tu izquierda encontrarás mi supremacía y a tu derecha verás mi gloria y majestad! ¡AHORA DIME QUE MIERDA ERES Y COMO HICISTE PARA POSEER EL CUERPO DE MI AMADO DEKU!

"Izuku" se dio cuenta de que era inútil. Había llegado a comprender que no existía ninguna palabra que pudiera persuadir al Rey, a menos que fuera aquella que él mismo deseaba escuchar. Sus posibilidades de torcer la situación a su favor se habían desvanecido por completo hace mucho tiempo, dejándolo sin opciones.

–Bien. Siendo las cosas así... –mencionó Bakugou al levantarse del suelo, causando que "Izuku" gimiera, aterrado.

Bajo la penetrante mirada de unos ojos negros de obsidiana, extrajo con despiadado resentimiento la espada de luz que le había clavado en el pecho, desgarrando el silencio con un grito fantasmagórico que reverberó de manera sobrenatural en el aire. En ese instante fugaz, se posicionó detrás de la cabeza del pecoso y alzó la espada mágica que apuntaba amenazante hacia las demás, elevándola en el aire con un gesto de poder y dominio.

Sus intenciones eran más que evidentes.

–No... no lo hagas...

Aunque los sollozos y gemidos de terror que salían de la boca de Izuku llenaban el aire, Katsuki no cedió ante la tentación de esbozar una sonrisa malévola. En cambio, su semblante se volvió una máscara de odio implacable, un abismo de resentimiento insondable. Su anhelo de crear sufrimiento creció desmedidamente, ardiente como una llama descontrolada.

Estaba dispuesto a arrojar todas esas espadas contra su prometido, convirtiendo su venganza en una vorágine desatada, sin límites ni restricciones.

No obstante...

–Majestad. ¿Qué le está haciendo a mi hermano? –interrogó cierto omega de cabello rubio.

ᕙ∞———~•§•~———∞ᕗ

Una voz que no se había manifestado antes surgió de repente, dejando a Katsuki helado, sin palabras y sin movilidad por su inesperada intrusión. No obstante, aquello que lo aturdió más que nada fue la mismísima imagen de Kaminari Denki, que usaba una túnica verde azulada que le llegaba a las rodillas y un pantalón marrón con botas a juego.

Los ojos escarlatas se ampliaron con desconcierto y los labios se separaron formando una pequeña apertura en la boca. Todo este tiempo, Katsuki ha estado tan absorto en Izuku que se desligó de todo lo que no tuviera relación con él y, como resultado, dejó de percibir su entorno.

Solo la voz de campanilla de aquel omega de cabellos dorados pudo sacarlo de ese estado, ya que incluso el sonido de la puerta al abrirse y cerrarse era tan insustancial como para llamar su atención.

Con una expresión de perplejidad y desconcierto absoluto, Kaminari Denki se encontraba a espaldas de las puertas del aposento, observando la tétrica escena en la que su cuñado el Rey hacía el papel de verdugo de su hermano.

–¡No! ¡¿Pero qué demonios haces aquí?! ¡VETE! –rugió el monarca, haciendo que Denki se encogiera de hombros.

Pero viendo como el Rey trataba a su hermano, se armó de valor y se paró firme con una inescrutable determinación, desafiando la autoridad del monarca.

–¡¿Estás loco?! ¡SAL DE AQUÍ AHORA MISMO! –sentenció Katsuki, encolerizado por la terquedad de su cuñado.

–¡No! ¡¿Qué le está haciendo a Izuku?! ¿No se supone que su estado es delicado? ¡¿Por qué lo arrastró fuera de la cama?!

–¡Cállate y vete si no quieres...! ¡NO TE ACERQUES, IMBÉCIL!

Las intenciones de Denki eran claras cuando puso un pie delante del otro, ocasionando que Katsuki casi perdiera la calma. Pero lo que detuvo el enfrentamiento de estos dos personajes fue la tercera persona que se hallaba en medio de ambos.

Soltando un fuerte alarido de dolor, "Izuku" logró sacar las manos de las dagas mágicas y se levantó de un salto del suelo. Katsuki volvió a ampliar sus orbes escarlatas y Denki se horrorizó cuando vio la cara de su hermano, con sus facciones contraídas pavorosamente y un par de ojos aterradores inyectados de la más profunda oscuridad. Que solo lo enfocaban a él.

Debido a la imprevista intervención de Kaminari Denki, Katsuki enfocó toda su atención en hacer que abandonara la recámara antes de que la magia de las Sombras del Pecado, concentrada en la estancia, lo alcanzara. La falta de concentración causó que su magia se debilitara, oportunidad que "Izuku" aprovechó para desatarse de las dagas que lo clavaban al suelo.

Tras alcanzar la anhelada libertad, la presencia sombría no perdió tiempo en usar la boca del Segundo Druida de la Cuarta Edad para soltar un alarido explosivo que sacudió los cimientos de la estancia. El estruendo resonó como el rugido ensordecedor de incontables cerdos salvajes, cuyos gruñidos y chillidos llenaron el aire con una cacofonía infernal.

La estridente sinfonía de lamentos rasgó la atmósfera poderosamente, haciendo que cualquier objeto de cristal estallara en pedazos por doquier.

Viendo el caos y la destrucción que había desencadenado semejante grito, Katsuki se giró bruscamente hacia el reloj gigante de arenilla negra, que es el Ralentizador Mágico de Tokoyami que evita que la magia de las Sombras del Pecado mate a Izuku. Después de todo, también estaba hecho de cristal y sería horrible, en más de un sentido, que se destruyera.

No obstante, el reloj se encontraba intacto gracias a un hechizo de protección que lo hacía casi irrompible. Cosa que aparentemente Katsuki había olvidado y el precio que pagó por ello fue muy alto.

En su descuido, "Izuku" corrió apresuradamente hacia el paralizado Denki frente a la puerta, quien empezó a llorar y a temblar, aterrado en sobremanera.

Su hermano, que no parecía su hermano, lo miraba con un odio tan ardiente como si su misma existencia fuera intolerable. Fue así como Denki lo interpretó mientras observaba aquellos ojos aterradores aproximándose con tanta impaciencia.

–¡No, aléjate! ¡¡AAAAAHHH!!

Cuando "Izuku" se paró frente a él, con una intención asesina palpable, Denki levantó los brazos para protegerse la cara y gritó como un niño indefenso ante la amenaza inminente que era incapaz de comprender.

Conociendo la brutalidad de los acontecimientos de esta maldita noche, pensaba que sería despedazado miembro por miembro a manos de su propio hermano. De la forma que fuere estaba a punto de descubrirlo.

–...

Sin embargo, los segundos pasaron y su peor temor tardó en hacerse realidad.

Con los ojos firmemente cerrados mientras se escudaba el rostro con los brazos, Denki comenzó a sentirse confundido ante lo mucho que tardaba en ser atacado. Entonces, temerosamente, abrió sus ojos ambarinos, encontrándose con aquellos cinco dedos extendidos completamente inmóviles a escasos centímetros de su cara. Detrás de ellos, pudo ver una perpleja expresión en la mirada de su supuesto hermano.

Manteniendo sus perturbadores ojos en Denki, que lo único que podía hacer era aguantar la respiración, "Midoriya Izuku" torció el cuello de un lado a otro, produciendo fuertes ruidos de crujidos en el proceso.

–Tú... ¿Qué eres?

–¿Eh? –gimió Denki con una vos de campanilla.

–Ni siquiera tienes un-

Antes de que pudiera completar su oración, la punta de una flamante espada de luz atravesó la frente del peliverde, y le prendió la cabeza con fuego dorado delante del aterrado Denki, quien se horrorizó en demasía al ver las horrendas expresiones de dolor que se moldearon en la cara ardiente de su amado hermano.

Sin advertencia alguna, el cuerpo del Druida se separó abruptamente del impactado rubio, elevándose en el aire. Luego, cayó de espaldas contra el suelo y una lluvia de espadas doradas descendió del cielo como un castigo divino, dispuestas a impartir su despiadado juicio.

En un macabro y cautivador espectáculo, las espadas mágicas danzaban en círculos con precisión y gracia, dibujando un patrón hipnótico en el aire para unirse a la cascada que caía sobre el peliverde. Cada espada irradiaba una energía intensa y pura, como si fueran portadoras de la justicia divina.

Las espadas doradas cortaban el aire con un zumbido eléctrico, creando una sinfonía metálica llena de peligro y promesas de destrucción. Con cada golpe, la cosa dentro del Druida era apuñalada y debilitada, mientras luchaba incansablemente para no ser arrastrada nuevamente a la oscuridad.

Las hojas de luz dorada penetraban más allá de la carne con una facilidad aterradora. En toda esta descarga de poder inclemente, los seres oscuros dentro de Izuku se retorcían en agonía, incapaces de escapar de la tormenta de espadas que los envolvía.

Los relámpagos iluminaban el rostro del Druida contorsionado por el sufrimiento, revelando la desesperación y el terror en sus ojos negros. Los truenos rugían en la distancia, como un eco ominoso de la unilateral batalla.

Estupefacto, Denki se llevó las manos a la boca ante la perturbadora escena, su rostro estaba tan pálido como la muerte y su respiración era un completo desastre. Pero aun en estado de shock, observó como el cuerpo de su hermano era apuñalado barbáricamente una y otra vez, sin descanso.

La tormenta de espadas mágicas persistía implacablemente, su danza mortífera marcaba el destino de la cosa que hizo nido en el interior de Izuku. Con cada golpe, la entidad maligna sufría una agonía que estaba más allá de las palabras, sus grotescas reacciones lo confirmaban.

Y era Bakugou Katsuki, que manteniendo una espada apuntando al techo, ejercía un absoluto control sobre el torbellino de la poderosa Magia Blanca.

Sus espadas estaban hechas de luz, pero producían un ruidoso sonido metálico como si fueran de acero. Sin embargo, el chirrido de las espadas mágicas no era rival para los gritos desgarradores y cacofónicos de aquel que recibía todo el daño.

–¡Está bien! ¡Lo diremos, lo diremos! ¡Somos almas errantes que con placer nos corrompimos con Magia Negra para obtener su poder y, tras nuestra muerte, hemos estado vagando entre la oscuridad del otro plano y el limbo sobrenatural durante siglos sin que nadie se percatara de nuestra inexistencia, inmersos en la soledad del vacío y el desasosiego! ¡Pero seguimos aquí! ¡Y en esta oportunidad le recordaremos al mundo el terror que los magos oscuros podemos provocar aun estando más allá de la muerte!

–Con que almas corrompidas de magos oscuros, ¿eh? –mencionó el Hechicero, mientras las espadas seguían cayendo y apuñalando el cuerpo del peliverde frente a él–. Ya veo, así que se trataba de eso, ahora entiendo. Aprovecharon el estado actual de Deku para tomar el control de su cuerpo y usar su don para manifestarse en este plano. Sin embargo, no debió haber sido tan fácil, seguro les tomó mucho tiempo para que tantos de ustedes puedan pasar a este plano a través de él, como para esparcirse por todo el castillo. ¿No es así?

Katsuki seguí hablando de manera tan natural como si ignorar arbitrariamente la lluvia de espadas que se desataba sobre el cuerpo de su prometido, del que salían gritos horrendos de almas corrompidas.

–¡Primero construimos una red de hechizos de ocultamiento para irnos manifestando de a poco, luego invocamos a nuestras viles creaciones desde este lado y las esparcimos por el castillo para matarlos a todos!

–Por supuesto, son almas corrompidas con Magia Negra después de todo –comentó el soberano, sonriendo irónicamente–. Tengo más preguntas, pero también estoy intrigado por ti, Denki.

–¿Por mí... Majestad?

Kaminari Denki, hermano del prometido del Rey, seguía parado frente a la puerta viendo el desalmado interrogatorio sin entender absolutamente nada del intercambio de palabras. Pero eso no era lo más extraño, sino el hecho de que estuviera en perfectas condiciones pese a estar en un recinto donde se concentraba tanta magia oscura como para corromper una aldea entera.

–Para ser un omega ordinario, no pareces ser afectado por la corrosiva magia de las Sombras del Pecado que emana de Deku. Además, en ningún momento te viste intimidado por la presencia maligna de las almas corrompidas dentro de él.

Luego de oír la explicación de un verdadero experto en magia, Denki tragó saliva con cierta dificultad, como si le costara creer o aceptar los hechos que le planteaban. Del modo que fuera, ahora entendía por qué el general Mirio, su madre y el mismo Katsuki no querían que pusiera un pie dentro de la recámara.

Siendo consciente del peligro al que se expuso voluntariamente, dio media vuelta para salir lo antes posible. Pero antes de que su mano tocara la perilla de la puerta, una mano distinta, fría y pálida como la de un cadáver, se posó en su hombro derecho.

–Me temo que esto no lo voy a poder dejar pasar, Kaminari Denki.

El susurro de una voz suave, que expulsaba un aire frío y escalofriante, se deslizó tersamente en el oído del omega rubio, que lentamente giró la cabeza a un lado para encontrarse con una entidad mucho más retorcida y malévola que todas esas almas corrompidas juntas.

–Apareció la lunática –escupió el monarca.

ᕙ∞———~•§•~———∞ᕗ

Cuando Denki posó su mirada en aquellos ojos amatistas, cuyo brillo siniestro parecía desafiar la mismísima oscuridad, un escalofrío letal serpenteó por su espalda. En ese instante, la fragilidad se apoderó de él como nunca antes había experimentado.

Su corazón, que latía con fuerza desenfrenada, parecía querer escapar del pecho, y su frente, empapada en sudor frío, evidenciaba el temor inexpresable que se había apoderado de él.

–¿Te asusté? –inquirió la recién llegada, dejando caer su larga cabellera negra.

La figura sombría que se alzaba sobre él emanaba una presencia inquietante, como si fuera una encarnación viviente de los terrores más profundos de la mente humana. Cada movimiento, cada gesto, eran como pinceladas macabras que pintaban un cuadro de pesadilla. Su sola existencia infundía una inquietud que helaba la sangre y despertaba los instintos más primarios de supervivencia.

Hanajima Saki, la aterradora Bruja de las Ondas, había aparecido justo detrás de su espalda y la mano colocada en su hombro casi lo reclamaba como suyo.

–¡Denki, no puedes entrar aquí!

En medio del caos y el horror que envolvían la estancia, las puertas del aposento real se vieron forzadas a abrirse con una violencia desmedida. Y allí, en el umbral, emergió Midoriya Inko, una figura deslumbrante enfundada en un vestido esmeralda que resplandecía con incrustaciones de joyas y ribetes de oro.

Sin embargo, aquel exquisito atuendo contrastaba de manera espeluznante con la expresión de terror indeleble que marcaba su rostro, como si hubiera entablado un encuentro fatídico con la mismísima muerte.

–¡¿Mamá?! –exclamó el omega, espantado.

–Esto no es bueno. –Hanajima chasqueó los dedos y una barrera mágica se materializó en el marco de la entrada, impidiéndole el ingreso a la madre desesperada.

–¿Señora Hanajima? –inquirió Inko, desconcertada–. ¿Qué está sucediendo?

Por un breve instante, Midoriya Inko sintió cómo todos sus temores y angustias se desvanecían al contemplar la siniestra figura de la Bruja erguida tras su hijo. Había albergado la esperanza de que aquel ser oscuro hubiera impedido que la magia maldita de las Sombras del Pecado corrompiera irremediablemente a Denki.

No obstante, su alivio fue efímero cuando la Bruja, con un sencillo gesto, conjuró una barrera que le impedía acercarse a su amado hijo, una maniobra que despertó sospechas en el corazón de la omega.

–¡Mamá, cuidado! –advirtió Denki cuando vio que detrás de su madre se elevaron tres siluetas fantasmales, espectros malévolos residentes de la oscuridad, que apuntaban sus espadas siniestras hacia ella.

Sin embargo, en el instante que Inko se volvió hacia atrás, aquellas siluetas, que se lanzaron a matarla, se paralizaron en el aire al ser atravesadas por gigantescas estacas de diamante.

–¡Aléjense de ella, malditas plagas! –gritó un encolerizado alfa pelirrojo desde atrás. Sus ojos rojos ardieron con un brillo azul mientras canalizaba una mayúscula cantidad de poder.

Con una furia indomable y los brazos extendidos a los costados, el hombre pelirrojo, que usaba solo un pantalón rojo de algodón, desató su magia. Innumerables chispas azules brotaron a su alrededor, formando un enjambre luminoso que lo envolvió en una danza mística.

Las chispas comenzaron a converger en un intricado ballet cósmico, creando tres espirales ígneas que se entrelazaron en un torbellino ardiente. De las espirales de fuego emergieron lanzas de magnificencia sobrenatural y, con un gesto seguro, Bakugou Eijirou las lanzó al objetivo designado, trazando líneas ardientes en su trayectoria.

El resplandor azul se expandió a velocidad incalculable e iluminó el sombrío corredor con una aurora mágica.

En menos de un segundo, las lanzas ardientes dieron en el blanco, atravesando el abdomen de los espectros. Y, de repente, la luz de las poderosas llamas se intensificó con un brillo cegador, obligando a Inko y a Denki a protegerse los ojos.

Saliendo de la nada, el general Togata Mirio acogió a Inko en un abrazo con la espalda hacia el enemigo, con el fin de protegerla de lo que viene.

Los tres espectros, conmocionados por el daño y la enorme cantidad de magia que se concentraba en sus putrefactos cuerpos, desesperaron en el aire chillando cacofónicamente. No obstante, el poder contenido en las lanzas se desató en una explosión controlada de fuego azul, cuyas llamas devoradoras los envolvió por completo y los redujo a meros cúmulos de cenizas.

La intensidad del fuego consumió sus formas hasta dejar solo restos pulverizados, disipándose en el aire como un último suspiro de su existencia.

–¡Mamá, ¿estás bien?! –gritó Denki desde la recámara del Rey.

Él quería salir corriendo para ver a su madre, pero la mano de la Bruja, apoyada suavemente en su hombro, se lo impedía. Aunque era más por el miedo el miedo insondable que era incapaz de enfrentar, por más que tuviera forma de mujer.

Por otra parte, Mirio se separó de la omega y ella se irguió para verificar el estado de su cachorro. Para ella, Denki se veía bastante normal pese que había ingresado al recinto prohibido, y hubiera comentado algo al respecto sino de no ser por el susurro de una voz apática que se le adelantó:

–Todavía no termina –dijo la dama de negro.

Al fondo del corredor, las espadas se entrelazaban y chocaban enérgicamente en la lucha de los guardias de Salazen Kou contra veintiún figuras oscuras restantes. Inesperadamente, estas mismas se elevaron en el aire y, extendiendo sus huesudas manos al frente, conjuraron un sinnúmero de esferas negras rodeadas por un resplandor blanco.

Y como una siniestra lluvia de estrellas, surcaron el aire con un aura amenazante.

–¡No los dejaré!

Eijirou, quien recién había alcanzado a Inko, se volvió hacia atrás y, con un fuerte pisotón, levantó un grueso muro de diamante. Sin embargo, las esferas lo derrumbaron al atravesarlo como papel, y ahora parecían destinadas a estrellarse en la entrada de la recámara del Rey.

–Haa... ya perdí el interés. –La voz apática volvió a manifestarse en el aire, a su vez, una mano pálida se desplegó hacia el corredor, justo sobre la cabeza de Denki, que disparó una onda de luz dorada que borró todas las esferas negras portadoras de destrucción y muerte en un santiamén.

Las bocas y los ojos de los testigos se abrieron con asombro, pero el peligro aún no había terminado. Todavía quedaban los conjuradores de aquella Magia Negra. Seres espectrales, ánimas oscuras envueltas en la maldición de la corrupción, volaron decididos a asesinarlos a todos con sus horribles manos.

Eijirou dio un paso al frente y materializó dos largas espadas de diamantes encendidas con llamas azuladas. Mirio se le colocó al lado con su espada desenvainada y lista para penetrar y despedazar a los molestos enemigos. Y los guardias del castillo seguían a los espectros corriendo a través del corredor. Mientras tanto, Inko, temerosa, quedó a espaldas de los alfas presionando un puño sobre su pecho.

Una vez más estaba por desencadenarse una batalla épica de proporciones inimaginables. Los misteriosos espectros, envueltos en túnicas impregnadas de Magia Negra, se alzaban como sombras siniestras. No eran más que almas corrompidas de magos oscuros, atrapadas en un limbo entre la vida y la muerte, incapaces de alcanzar la llama blanca de la que decidieron desligarse.

Este enfrentamiento, como tantos otros antes, prometía ser un desafío trascendental para aquellos valientes que se atrevían a desafiar la oscuridad reinante.

Sin embargo, ninguno de los anteriores mencionados participó en dicha batalla.

De pronto, un ser que era por mucho más aterrador que cualquier entidad maldita, caminó con paso ligero a través del príncipe y el general, poniéndose delante de ellos. Su cabello oscuro, como las alas de un cuervo, caía en cascada sobre su espalda, mientras sus ojos brillaban con un destello místico y sobrenatural.

–¡¿En qué momento?! –inquirió Denki, impactado. Hasta solo hace unos instantes tenía a la Bruja detrás suyo y ahora esta había salido de la recámara sin que nadie se percatara.

Si no fuera por los poderosos estallidos de los truenos de la tormenta, un silencio sepulcral habría reinado en el corredor. Y antes de que alguien reuniera el valor para manifestar palabras, las sombras del vestido de la Bruja cobraron vida, separándose de la tela y tomando forma de fauces hambrientas.

–"¡¿Qué mierda?!" –exclamó Eijirou mentalmente.

De un momento a otro, la oscuridad en el corredor se intensificó, convirtiéndose en un manto ominoso que se arremolinaba a su alrededor de la Bruja.

En un parpadeo, las sombras se desplegaron como oscuras serpientes, serpenteando y retorciéndose alrededor de los espectros voladores. Los entrelazaron en una danza macabra, envolviéndolos en una prisión de tinieblas que se cerraba despiadadamente.

Desesperados, los espectros aletearon frenéticamente, intentando escapar de las garras de las sombras devoradoras. Sin embargo, la magia de Hanajima era avasalladora. Las sombras se aferraban a ellos, arrastrándolos hacia un destino ineludible.

En vista de todos los presentes, uno a uno, los veintiún espectros fueron engullidos por las fauces de las sombras, desapareciendo en su negrura voraz. Sus aullidos de angustia resonaron en el aire, pero se extinguieron lentamente, como un eco desvaneciéndose en el abismo de la noche.

Aquellos seres espectrales, heraldos de la muerte que parecían invencibles e insuperables, fueron borrados de la existencia del mundo permanentemente.

–¿Acabó? ¿En serio acabó? –inquirió Mirio, anonadado.

Por otro lado, Hanajima Saki, cuya presencia emanaba opresión aplastante, se volvió hacia a la recámara, deslizándose suavemente a través del espacio con silenciosas pisadas; solo interrumpidas por el sutil susurro de las sombras que, de hecho, eran parte de su vestido.

Aquella manifestación de poder sombrío dejó sin aliento a todos los testigos, incluyendo a Midoriya Inko, quien ya ha visto a la Bruja hacer magia. Pero ni siquiera ella creía acostumbrarse a ver como las sombras se retuercen bajo su voluntad, su dominio sobre la oscuridad era absoluto.

Los demás quedaron asombrados luego de conocer la forma en la que Hanajima hace magia. Pero se tragaron sus palabras y guardaron sus propias opiniones para sí mismos, había tanta tensión en el aire que incluso temían cortarse la lengua al hablar.

No obstante, aunque la Bruja de las Ondas regresó al aposento real, el silencio perduró, tornándose insoportable. Y habría resultado difícil respirar ese mismo aire de no ser por la inesperada celebración que surgió después.

Con la oscuridad arrastrándose de vuelta a los rincones, los guardias se quitaron los yelmos, cayeron de rodillas al suelo y levantaron potentes gritos de júbilo. Aunque la victoria no les pertenecía directamente, sí había algo por lo que celebrar, y es el hecho de que ninguno de ellos murió en garras de los mutantes ni de las almas corruptas que los convocó.

Los gritos de victoria rompieron el silencio perturbador, ocasionando que todos frente a las puertas de la recámara del Rey regresaran a sus estados normales.

–Señora Inko, ¿se encuentra bien? –preguntó Eijirou.

–Sí. Es gracias al señor general que estoy bien. –Una gentil sonrisa llena de gratitud fue dedicada a Mirio por parte de Inko–. Se lo agradezco mucho.

–No tiene que agradecerme, solo hice mi trabajo. –Sin embargo, pese a sus serias palabras, el general Togata se sentía conmovido por el sincero agradecimiento de la omega.

–Bueno, ahora que ya no hay peligro... –mencionó Hanajima, atrayendo la atención de todos. Luego sacó a Denki del aposento real empujándolo suavemente por la espalda–. Les recomiendo a todos que vayan a descansar, mañana por la mañana nos reuniremos para hablar de esta noche. Es posible que queden asombrados con impactantes revelaciones.

Eso último lo dijo con su profunda mirada amatista enfocada en los únicos ojos ambarinos que se hallaban presentes, provocando que Kaminari Denki sufriera de otro escalofrío mortal.

Antes de que se agregara algo más, las puertas se cerraron vertiginosamente y, el eco de la madera colisionando entre sí, fue lo único que perduró en el tenso ambiente.

–Por cierto, general Togata Mirio. –Eijirou le agregó mucha más tensión al aire cuando habló con un tono atemorizante–. ¿Por qué rayos no permitiste que mi señora suegra se pusiera a salvo con Denki en la recámara de Katsuki cuando fuimos acorralados? ¿Qué es lo que pretendías hacer?

–Ah, bueno... yo...

–Yo te lo explicaré, Eijirou. –Con un paso al frente, Inko presionó un puño mientras acariciaba la mano de su adorado Denki, quien se veía extremadamente afectado emocionalmente–. Pese a lo que puedas creer, sus acciones fueron heroicas.

Desde el principio, Togata Mirio había sido muy insistente en que nadie entrara a la recámara del monarca, temiendo las consecuencias desastrosas que podrían desencadenarse. Ante esta determinación, Midoriya Inko no iba a permitir que se malinterpretaran sus intenciones, especialmente cuando el general no buscaba más que evitar un destino fatal.

Con firmeza en su mirada, Inko se dispuso a dejar en claro cuál era el propósito del general: proteger su vida y la de su cachorro de cualquier calamidad que acechase en las sombras.

ᕙ∞———~•§•~———∞ᕗ

–Tch. A buena hora vienes a actuar, desquiciada –dijo Katsuki.

La mujer a la que se dirigía, portadora de una elegancia cautivadora, lucía un vestido negro que parecía estar hecho de hilos de sombras serpenteantes. Con un gesto delicado, se llevó los dedos a los labios y, sin voltearse a mirar al Hechicero, esbozó una sonrisa enigmática.

–Vaya, ¿necesitabas mi ayuda con algo? –inquirió la mujer–. De todo lo que ha sucedido esta noche eso es lo que menos me esperaba.

–Además de Bruja y desquiciada, ridícula –escupió el cenizo–. En lo que sí necesito que colabores es en que te quedes quieta para estrellarte la cabeza contra el suelo. ¡Si tenías información valiosa, tendrías que haber venido a informarme inmediatamente!

Hanajima apartó la cara de la puerta y se giró para encarar al monarca; sin embargo, verse más indiferente y desinteresada era imposible incluso para ella.

–Yo no soy tu mensajera, Bakugou Katsuki –respondió–. Si quieres información acerca de cualquier cosa, solo tienes que preguntarme directamente y yo te responderé. No eres mi Rey y no estoy a tu servicio, solo nos beneficiamos con un acuerdo. Y para que entiendas lo dedicada que estoy en cumplirlo, yo estaba observando todo por si te apetecía buscar respuestas conmigo, mientras esperaba a tu hermano Shoto para iniciar su conversión a brujo.

–Así que como siempre, te quedaste al margen de todo –señaló el Hechicero, mientras descendía con delicadeza la espada de luz que sostenía en alto. Con un movimiento elegante, clavó la hoja resplandeciente en el suelo, apoyando sus manos en la empuñadura. Su porte solemne trasmitía una sensación de dominio y autoridad–. Aun así, conseguí la información que quería. Sin tu ayuda.

–Pese a lo que quieras aparentar, te ves tan disgustado –comentó Hanajima, formando expresiones de dolor obviamente fingidos–. Como muestra de la bondadosa Bruja que soy, te diré todo lo que sé y más sobre los sucesos de esta noche. Por lo tanto...

Dicho aquello, Hanajima extendió su mano derecha hacia el frente. Pero no en dirección al soberano, más bien al omega que recibía la cascada de espadas que parecía interminable.

Un enorme círculo amarillo, que irradiaba luz dorada, apareció debajo del Druida. Con símbolos extraños que se movían en su interior.

Como Hanajima empezó a actuar, Katsuki chasqueó los dedos y todas sus espadas se rompieron en pequeños fragmentos de luz. Sin embargo, "Izuku" sabía que no había razón para aliviarse, aún seguía a merced del Hechicero y ahora era la Bruja quien desataría una magia terrible sobre él.

Los lamentos de los vivos y los muertos son todos iguales, de haber sabido que serían sometidos tan fácilmente por Katsuki y que no podrían hacer magia desde el cuerpo de Izuku, habrían decidido no tomar posesión de él. Pero el destino les jugó en contra y ahora ya era demasiado tarde para lamentarlo.

El círculo a sus espaldas comenzó a quemarlos con su magia sagrada, señal de que el exterminio se acercaba.

En lo que respecta a las almas que se han entregado a la corrupción de la Magia Negra, no se halla en ningún rincón del cosmos un poder capaz de restaurarlas a su estado original, ni siquiera en el reino de la muerte, como el caso presente. Cuando la Gran Magia Blanca es invocada para lidiar con dichas almas sumisas de la oscuridad, ninguna esperanza de redención se les concede. Lo único que puede ofrecer es su erradicación absoluta, eliminándolos para siempre de la existencia y la no existencia.

Un juicio inmisericorde para seres inmisericordes.

De repente, el círculo mágico elevó a Midoriya Izuku a pocos metros del suelo, sin que las almas corruptas que ocupaban su cuerpo se resistieran. Un grito colectivo de desesperación y angustia resonó en el aire, lleno de impotencia y frustración. Las voces fantasmagóricas se elevaron en un coro desgarrador, cargadas de amenazas vacías que se perdieron en el eco de la impotencia.

–¡¿Creen que este es el fin?! ¡Todavía no han visto nada, el horror que podemos diseñar no es nada comparado con cualquier cosa que se haya experimentado jamás! ¡Muerte y desolación para los vivos ignorantes!

La impotencia de aquellos seres oscuros se hizo palpable, incapaces de hacer nada más que lanzar palabras vacías al viento, sabiendo que su poder era insignificante frente a la adversidad que enfrentaban.

–¡No se desharán de nosotros! ¡Regresaremos y los arrastraremos a todos a nuestro lado! ¡Conocerán la oscuridad y la soledad que solo la muerte puede otorgar!

–En verdad lo dudo, pero se los agradezco –dijo Hanajima, sonriendo genuinamente–. Ustedes nunca decepcionan. Cuando Midoriya Izuku fue secuestrado en las narices de todos, también fueron de mucha ayuda y, ahora que aparecen por su cuenta, me dejan curiosa con el misterioso caso de su hermano Denki. Tanto vivos como muertos, al final todos los humanos pueden ser de utilidad. ¿No es maravilloso?

–Desquiciada –escupió Katsuki, pero Hanajima nunca alteró su sonrisa.

–¡Se acordarán de esta noche y lo lamentarán! ¡Somos las legiones residentes del abismo y no hallarán paz ante el terror de nuestro resurgimiento!

Con un suave gesto, la Bruja de las Ondas extendió su brazo hacia la fuente de todos esos alaridos endebles. Su mano se alzó con gracia, como si estuviera tocando el velo entre los mundos, y el aire a su alrededor pareció vibrar con una energía ancestral.

Era evidente que un poder místico estaba a punto de ser desatado con solo un movimiento más.

Como fuente de poder, te lo ordeno. Abraza y cobija al mal, oh sagradas llamas de la verdad. Que la luz eterna haga de este ser su morada, extinguiendo la oscuridad que en su interior se halla. Y con tu fuego divino, poder inmortal, libera a esta alma de su cruel pesar infernal: Ignis Lucis Divinus.

Una vez que las palabras del canto mágico fueron pronunciadas, un fenómeno extraordinario y sobrenatural se materializó a través de Midoriya Izuku, quien flotaba en el aire.

De manera súbita, su figura quedó envuelta en un halo de llamas doradas, una manifestación de belleza deslumbrante que iluminaba el entorno con la fuerza de un sol radiante. Los rayos dorados se desplegaron en todas las direcciones, creando un espectáculo de luz y energía del que no se le podía apartar la vista.

Sus cabellos danzaron como llamaradas incandescentes, y sus ojos parecían dos estrellas brillantes que contenían la sabiduría de los siglos. Era como si la esencia misma del sol se hubiera encarnado en su ser, infundiendo el ambiente con un aura de majestuosidad y poder indescriptibles.

La intensidad de esta incandescencia divina alcanzó tal magnitud que iluminó una pequeña porción del cielo nocturno sobre Salazen Kou.

Un gigantesco destello de luz preciosa se alzaba en lo más alto del castillo, captando la atención de todos aquellos que habitaban en Mármol Real, mientras el resplandor se extendía y se expandía por el tormentoso firmamento.

Frente a todos los testigos, el cielo oscuro y aterrador cedía ante la magnificencia de aquella manifestación divina, cuya luminosidad trascendental parecía revelar la existencia de un reino celestial.

Mientras tanto, en el interior del aposento real, las llamas doradas que envolvían al Druida consumieron los rayos de sol que proyectaron al exterior. En el instante que las llamas se extinguieron, su asombrosa luz se desvaneció en el aire como un sueño efímero. Posteriormente, el círculo mágico se difuminó, con su energía disipándose en el espacio.

Sin el soporte de esta magia arcana, Izuku ya no pudo mantenerse en el aire, de manera que terminó cediendo ante el poder más natural de todos, la gravedad.

–¡Te tengo! –exclamó Katsuki al atraparlo en sus brazos.

El cuerpo de Midoriya Izuku, el Segundo Druida de la Cuarta Edad, dejó de moverse finalmente; hallándose libre de todas esas almas corruptas con Magia Negra.

–Listo, ahora estás a salvo –susurró su alfa destinado, con una mirada tan dulce que solo podía dedicársela a él–. Él estará bien, ¿verdad?

–Estará bien –contestó la Bruja–. Eliminé a todas esas almas y sellé su don para que ninguna otra escapara del vacío de la no existencia, así ya no podrán cruzar a este lado a través de él. Ah, también rompí todos los hechizos de ocultamiento que estaban anclados a su cuerpo.

–Así que usaron su don para pasar a este lado... –comentó el monarca mientras acostaba al inconsciente Druida en un sofá. Luego se dirigió a un armario y sacó una sábana envuelta–. Por eso la barrera no los detectó, porque vinieron de aquí adentro. Ya esta es la segunda vez que estas barreras son completamente inútiles y lo peor es que usaban a Deku para ocultarse a plena vista con todos esos hechizos. Mierda, debí asegurarme de que verdad sufrieran.

–El único modo de mantener una telaraña de hechizos tan grande como para cubrir todo el castillo, es que sea anclada a un ser mágico con bastante poder –explicó Hanajima–. Y no hay nada mejor que un Druida como Midoriya Izuku. Para ellos fue muy sencillo hacerlo el ancla, ya que no podía negarse dada su condición actual. Además, el lazo entre Midoriya Izuku y esos hechizos se fortaleció gracias a que se encuentra en la delgada línea de la vida y la muerte.

Cuando la Bruja concluyó su afirmación, Katsuki rápidamente envolvió a Izuku con la sábana. Mientras le limpiaba el rostro con su capa teñida de carmín, lo examinó detenidamente, abriendo uno de sus ojos y descubriendo una gema esmeralda sin brillo. Un profundo suspiro de alivio escapó de sus labios cuando confirmó que había vuelto a la normalidad.

Después de todo, Izuku poseído tenía los ojos negros y perturbadores. Incluso Katsuki se impresionó la primera vez que lo vio.

–Finalmente acabó.

Dicho eso, sus ojos escudriñaron la estancia, y con un simple chasquido de dedos, las velas y antorchas se encendieron, bañando el espacio con una danza titilante de luces y sombras. Un estallido resonante emergió de la chimenea, liberando un torrente de calor se concentraba en el aire.

No obstante, el ambiente todavía se veía empañado por la persistente humedad, aquella que se filtraba implacablemente a través de los ventanales destrozados por los lamentos de furia de las almas malditas que anidaron en Izuku.

–Voy a necesitar una cama nueva para Deku.

–Definitivamente –dijo Hanajima.

Giró la muñeca con un gesto suave y elegante, y en respuesta, los fragmentos de cristal de los ventanales despedazados se alzaron en el aire, como si fueran piezas de un rompecabezas encantado. Con un parpadeo mágico, los cristales se unieron en perfecta armonía, formando una barrera translúcida e impenetrable.

–Ahora estás muy cooperativa –añadió el Hechicero, cruzándose de brazos–. Espero que te mantengas así cuando sueltes toda la información que sepas acerca de esta noche. Y ya que tienes una mejor comprensión del don de Deku, me vas a informar de todo lo que sabes él. Porque hoy estás muy cooperativa, ¿no?

–Por supuesto que sí. De hecho, estoy ansiosa porque nos sentemos a charlar. En lo personal, quiero dedicar mi tiempo a desentrañar los misterios de tu cuñado. Todavía no puedo creer que Kaminari Denki sea inmune a la magia de las Sombras del Pecado.

No era solo Hanajima quien luchaba por asimilar la realidad que parecía fantasía; puesto que la incredulidad se apoderaba de Katsuki al pensar en aquel inaudito suceso.

Es necesario recordar que una diminuta pero poderosa porción de la magia de las siete Sombras del Pecado se encuentra consumiendo el cuerpo de Izuku, devastándolo lentamente sin piedad. Sin embargo, el alcance de esta maligna influencia no se limitaba únicamente a él, sino que también se extendía al espacio a su alrededor.

Deteniéndose para detallar un momento su entorno, Katsuki elevó la mirada hacia la cúpula de mármol en el centro de su habitación, dándose cuenta por primera vez que el espacio se veía afectado de manera insólita. Desde su punto de vista, la esencia de las Sombras del Pecado se abría paso con una fuerza perversa, como si las entrañas mismas del universo se retorcieran en agonía paulatina.

Como ha estado tan concentrado en Izuku y en buscar una posible ayuda para su terrible situación, ha perdido de vista cualquier cosa que no se comparara en importancia.

Pero que haya decidido ignorar todo aquello que no tenga relación con su prometido, no quita el hecho de que un poder arcaico y devastador, peor que la Magia Negra conocida, se concentraba en el aire, cargado de una energía maligna que amenazaba con desgarrar los cimientos de la realidad misma.

La mera exposición a semejante poder aniquilador, sin la protección adecuada, supondría la perdición permanente del alma de cualquier persona ordinaria. La corrupción sería inevitable, un veneno insidioso que se infiltraría hasta lo más profundo de su ser. O, peor aún, su destino sería una muerte lenta y espantosa, desprovista de toda esperanza.

Los efectos de tal encuentro con la oscuridad podrían manifestarse de diversas formas, pero todas ellas llevarían consigo un aura de desgracia inexorable. Los estragos serían peor que terribles, con la víctima atrapada en un torbellino de sufrimiento indescriptible.

Sin embargo, contra todo pronóstico, Kaminari Denki, un omega supuestamente ordinario, no sufrió tales desastrosos efectos.

–Un hecho intrigante sin duda –comentó la Bruja, sonriendo sospechosamente–. Estoy ansiosa por reunirnos mañana temprana con los demás para hablar de hoy. Luego podremos dedicarnos al otro hijo de Inko.

–Los demás ya fueron a descansar, de quien sí no he sabido nada es de Shoto –dijo Katsuki mientras se acariciaba la barbilla–. Tú dijiste que lo estabas esperando mientras observabas todo, ¿eso no significa también que sabes dónde está?

El cuestionamiento del Hechicero hizo que la Bruja ensanchara su sonrisa con cierta malicia, cosa que le pareció altamente sospechosa. Que Hanajima Saki reaccionara de ese modo cuando la indiferencia en ella por lo general es inmutable, no le generaba ni un ápice de confianza.

–¿Dónde está mi hermano? –demandó con una apariencia feroz y ojos fulminantes.

ᕙ∞———~•§•~———∞ᕗ

El viento aullaba en las altas torres del castillo, azotando las ventanas de manera inclemente mientras la lluvia golpeaba los cristales como dagas afiladas. Al mismo tiempo, dos hombres, con sus cabellos revueltos por el viento, corrían apresurados a través de los laberínticos pasillos de Salazen Kou. Sus pasos resonaban en medio de la oscuridad y la tormenta que rugía fuera de las gruesas paredes de mármol.

Sus rostros estaban marcados por la determinación y la urgencia, o más bien así debería; sin embargo, solo en uno de ellos portaba una expresión moldeada a base de ansiedad, mientras que el otro se veía enteramente imperturbable. Con su cabello peculiar agitándose sobre su petrificado pero atractivo rostro.

Las llamas de las antorchas parpadeantes guiaban su camino, proyectando sombras danzantes en las paredes hermosas. Finalmente, al doblar una última esquina, se encontraron frente a una imponente puerta de madera, con la figura de los dos príncipes talladas magistralmente en cada una de ellas.

Mientras se acercaban a toda prisa, el hombre de apariencia serena realizó un gran gesto con la mano, haciendo que las puertas se abrieran de par en par por su cuenta. El ruido del exterior se desvaneció, sustituido por el estruendo de los relámpagos y el tamborileo de la lluvia contra el suelo empedrado. El patio interior de entrenamiento se reveló ante ellos, iluminado por la luz espectral de los relámpagos que atravesaban el cielo oscuro.

A pesar de los vientos furiosos y el aguacero torrencial que azotaban el castillo, nada podía detener al hombre que lideraba el camino. Era un príncipe de mirada penetrante, sus ojos heterocromáticos reflejando el poder y la determinación que ardían en su interior. Con pasos suaves y tranquilos, se adentró en el patio interior de entrenamiento, sin que la lluvia lograra perturbar su serenidad.

La lluvia caía sin cesar, empapando su ropa por completo, pero el príncipe continuaba avanzando imperturbable. Cada paso que daba era firme y decidido, como si la culpa y el arrepentimiento no formaran parte de su persona.

Viendo su actuar, el otro hombre, un gran Hechicero vestido con largas túnicas negras, ingresó al patio de entrenamiento, siguiendo al príncipe heterocromático a una respetable distancia con pasos lentos. La idea de todo este recorrido era encontrar el ancla que sostiene, o más bien, sostenía la ahora inexistente red de hechizos de ocultamiento que envolvió todo Salazen Kou.

Sin embargo, al echarle un vistazo el lugar a donde llegaron a parar, el Hechicero empezó a dudar del príncipe. Puesto que, de todos los lugares en el castillo donde se podría ocultar el ancla, no creía que pudiera estar en un simple patio de entrenamiento.

Tal vez el príncipe se había equivocado, pensó el Hechicero. Por lo que tendría que hacérselo saber de la manera muy respetuosa.

–Por favor disculpe mi osadía, Su Alteza, ¿pero está completamente seguro que el ancla está por aquí? –preguntó Tokoyami Fumikage, Hechicero Real de Mytitur–. En realidad, no esperaba que tal objeto se encontrara en un lugar tan abierto, aunque posiblemente estuviera oculto con magia, no logro percibir ni una pizca de poder mágico en ningún lado. Me atrevo a decir que quizás nos equivocamos de sitio.

Si de verdad el ancla no estaba en el patio interior como suponía, ¿a dónde más tenía planeado llevarlo el príncipe? Eso era lo que se preguntaba, ya que ha este paso terminarían dándole varias vueltas a Salazen Kou en una búsqueda infructífera.

Desde el momento en que se cruzó con Bakugou Shoto, príncipe de Mytitur, Tokoyami se había convertido en su sombra, siguiéndolo en silencio con una obediencia que pesaba como una carga. El silencio incómodo se extendía entre ellos, y Tokoyami hacía todo lo posible por soportarlo.

Shoto, sin embargo, parecía completamente ajeno a su presencia. En ningún momento durante el recorrido le dirigió una mirada ni pronunció una sola palabra. Era como si lo ignorara deliberadamente.

El desconcierto y la incomodidad se entrelazaban en el corazón del Hechicero, pero no se atrevió a romper el silencio impuesto por el príncipe. Cada paso a su lado se volvió una prueba de su paciencia, pero Tokoyami se mantuvo fiel a su deber, a pesar del desprecio silencioso de Shoto.

Por supuesto que Tokoyami sabía que el hermano del Rey es de pocas palabras. Pero, aunque no suelen estar en los mejores términos, solían tener algo de charla. Y en este momento crucial, una charla en la que intercambiaran información era indispensable.

–Su Alteza, usted dijo que ya encontró el ancla. ¿Puede decirme que es?

–...

Observando la espalda de Shoto, que avanzaba tranquilamente a través de la lluvia torrencial, Tokoyami esperaba que por lo menos compartiera esa información; sin embargo, sus palabras fueron ignoradas de nuevo. Hecho que lo llevó a sentirse despreciado, y desgraciadamente no podía obligar al príncipe a hablarle.

No obtendría una respuesta de él, lo aceptó finalmente. Por lo tanto, mientras continuaba avanzando por el patio bajo la lluvia, empezó a formular su propia hipótesis:

–"Piensa, Tokoyami Fumikage, usa tu intelecto. Para que una red de hechizos tan grande como el mismo Salazen Kou pueda sostenerse, se requiere de un artilugio único que contenga cantidades descomunales de poder para funcionar como ancla. Pero no hay nada como eso en este castillo, ni siquiera en la Fortaleza de la Magia. Entonces el ancla no es un objeto, sino una persona, un ser mágico muy poderoso como los que viven aquí. Pero nadie se ofrecería...".

Cuando la conclusión a sus pensamientos finalmente llegó, los ojos se le ancharon de par en par, los cuales se hallaban enfocados en el alfa medio albino que seguía caminando hacia adelante.

–"No, es imposible que él no lo sepa. El príncipe Shoto es más inteligente que yo, debió suponerlo desde el principio, que la red de todos esos hechizos está anclada a Su Alteza Midoriya. ¿Entonces por qué me trajo hasta aquí? Algo no se siente bien".

De un momento a otro, Tokoyami frenó su andar y presionó el agarre de su bastón con fuerza. No tenía sentido que Shoto lo guiara a un lugar distinto de donde se encuentra el objetivo de toda esta búsqueda. Y mucho menos sabiendo él que a donde sea que se dirijan no hallarán nada.

Por otro lado, unos segundos después de que el Hechicero se detuviera en medio del patio interior, Shoto también paró de caminar. Pero no se volvió hacia él, sino que se quedó inmóvil como las gárgolas que custodiaban las azoteas de los edificios alrededor.

–Su Alteza Shoto, ¿qué se propone trayéndome aquí? –preguntó Fumikage, agarrando su largo bastón de madera oscura con ambas manos–. ¿Qué es lo que planea?

Incluso en un momento como este, Shoto respondió con un silencio sepulcral, logrando que la tensión en el aire aumentara. La lluvia azotaba sus rostros, mezclándose con las gotas que caían de sus cabellos. Los rayos de luz que se filtraban entre las nubes oscuras iluminaban brevemente sus siluetas, creando un ambiente electrizante y opresivo.

–¡Por favor, diga algo! –exclamó el Hechicero.

No obstante, en lugar de recibir una respuesta, recibió un puño en el estómago que le dobló todo el cuerpo antes de salir despedido en línea recta hacia atrás.

Tras el impacto del puño en su estómago, Fumikage fue impulsado instantáneamente varios metros por los aires. Su cuerpo se convirtió en un proyectil descontrolado hasta que finalmente aterrizó en el suelo con un brusco y desordenado desplome. En un intento por recuperar el equilibrio, su cuerpo tembloroso se apoyó en su bastón, pero no sin antes liberar el contenido de su estómago en un retorcido acto de desahogo.

Aun con tanto dolor esparciéndose por todo el abdomen, trataba de ordenar los sorpresivos hechos recientes. Solo había pestañado un segundo y, al siguiente, tenía a Shoto estampando un puño en su estómago.

Cuando acabó de asimilar el orden de los sucesos, logró erguirse completamente. Pero en el instante que lo consiguió, una patada oscilatoria se estrelló en su costado; mandándolo a volar nuevamente antes de impactar contra el suelo.

Evidentemente el impacto fue duro, pero no tanto como el golpe que le destrozó la mitad de las costillas, haciendo que esta vez expulsara una cantidad considerable de sangre.

–¿Por... por qué? –preguntó echado en el suelo boca abajo, totalmente entumecido.

Antes de que otro acontecimiento sin precedente sucediera, el cuerpo del Hechicero empezó a emanar una tenue luz dorada. Y fue hasta que la luz se desvaneció que obtuvo las fuerzas para levantarse por segunda vez.

–Un hechizo de autocuración, ¿eh? –dijo una voz apática desde algún lado–. Qué eficaz.

–¡Su Alteza, ¿por qué me ataca de esta manera?! –rugió Tokoyami en protesta mientras buscaba al príncipe por todas partes, cuya presencia se había desvanecido en la naturaleza iracunda de la tormenta–. ¿Cuál es la ofensa que le hice para recibir semejante maltrato?

–¿En serio no lo sabes? –inquirió el medio albino apareciendo delante del Hechicero, hecho que le sacó un buen susto–. Yo necesito tener esa pizca de felicidad y tú estorbas, así que te eliminaré. Sencillo, ¿no?

–¡¿Qué?! –gritó Fumikage, conmocionado, y de manera instintiva dio un gran salto hacia atrás para crear distancia–. ¡Por favor espere, Alteza! No está siendo razonable en este momento.

–Si amenazas, yo respondo. Y este es el resultado. ¿Qué parte de eso no te suena razonable?

–¿Amenazar? ¡¿Se puede saber a quién amenacé?! –dicho esto, los ojos de Fumikage volvieron a ancharse, su pensamiento acelerado para sacar conclusiones objetivas era uno de sus muchos talentos–. No puede estar hablando en serio. ¡¿Todo esto es por ella?!

–Así que ya lo entiendes –aclaró Shoto, con los relámpagos destellando en sus ojos vacíos mientras miraba fijamente al Hechicero–. Mi problema contigo nunca fue tan grande como para querer asesinarte, pero has rebasado los límites poniendo en duda la vida que para mí es preciada. Amenazas a Momo porque no puede defenderse de ti, pero dime, ¿tú puedes defenderte de mí?

Desde luego que Fumikage entendía que enfrentarse a una persona como Bakugou Shoto era un suicidio garantizado, así que no tuvo más opción que razonar con él por medio del dialogo.

–Está usted en un gran malentendido. Por favor permítame explicarle cómo sucedieron las cosas.

–Nada de lo que digas justificará el hecho de tus planes malévolos.

–"¡¿Pero qué planes?! ¡¿De qué rayos está hablando este príncipe?!" –exclamó Tokoyami para sus adentros–. "¡¿Se puede saber en qué momento me puse a planear lo que sea que esa maldita mujer le metió en la cabeza?!".

–El que calla, otorga. Dicen –comentó Shoto en el breve silencio.

–¡No estoy afirmando nada! –respondió Tokoyami–. No sé qué clase de cosas le dijo ella, pero usted está equivocado.

–¿Es así? ¿Entonces nunca amenazaste con "destruir" a Momo, según tus propias palabras?

–Eso...

–El que calla, otorga. Dicen.

Si hubo otra cosa que Tokoyami Fumikage entendió en este intercambio de palabras, era que nada de lo que dijera persuadiría al príncipe. Solo algo estaba claro, Momo Yaoyorozu envenenó a Shoto para ponerlo en su contra y desgraciadamente no tiene forma de demostrarlo.

Si Shoto de verdad pensaba matarlo, pues no tiene más opción que asimilarlo. Sin embargo, Tokoyami no estaba dispuesto a arrodillarse y extender el cuello. Aun en contra de todas las probabilidades, utilizará todo su intelecto e ingenio para sobrevivir de alguna manera.

Parado a varios metros del bicolor, Tokoyami suspiró serenamente, enfocando al príncipe medio albino con sus ojos escarlatas.

–Su Alteza, yo ya he aceptado que voy a morir pronto –declaró con seguridad y la gema de su bastón empezó a emitir un brillo sutil–. Pero si he de morir, será en manos de mi Rey. No de mi príncipe.

–Crees que tienes esperanza de prevalecer contra mí, según veo –respondió Shoto y una gran llama rosada, que despedía flamas azules, brotó de la palma de su mano–. En ese caso, te enseñaré lo que significa vivir en un mundo donde la esperanza brilla por su ausencia.

——————————————————

Próximo capítulo: Fumikage vs Shoto.

Recuerda votar y comentar si te gustó el capítulo.

Hasta otra. 👋

Continue Reading

You'll Also Like

2.2M 228K 131
Dónde Jisung tiene personalidad y alma de niño, y Minho solo es un estudiante malhumorado. ❝ ━𝘔𝘪𝘯𝘩𝘰 𝘩𝘺𝘶𝘯𝘨, ¿𝘭𝘦 𝘨𝘶𝘴𝘵𝘢 𝘮𝘪𝘴 𝘰𝘳𝘦𝘫...
782K 93.5K 118
Después de que esa persona se fuera de su vida estaba sola. Pasó toda su adolescencia con ese hecho, y es que su condición la obligaba a no entablar...
379K 38.1K 97
La verdad esta idea es pervertida al comienzo, pero si le ves más a fondo en vastante tierno más que perverso. nop, no hay Lemon, ecchi obviamente, p...
256K 35K 91
La euforia de poder ganarle a un rival en el ring, se comparaba mucho a lo que sentía cuando heria ese rostro pecoso, simplemente por el placer de sa...