Prison lovers

By liz-star

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Título: Gefangnis Autor: Jahee Adaptación: Si Advertencias: este libro tiene contenido sexual explícito entre... More

Prólogo
Capítulo 1
Capítulo 2
Capítulo 3
Capítulo 4
Capítulo 5
Capitulo 6
Capítulo 7
Capítulo 8
Capitulo 9
Capitulo 10
Capitulo 11
Capitulo 12
Capitulo 13
Capitulo 14
Capitulo 15
Capitulo 16
Capitulo 17
Capitulo 18
Capitulo 19
Capítulo 20
Capitulo 21
Javadd
Capitulo 22
Capitulo 23
Capitulo 24
Capitulo 25
Capitulo 26
Harry
Capitulo 28
Capitulo 29
Liam
Ianthe
Capitulo 33
Capitulo 34
Capitulo 35
Capítulo 36
Capitulo 37
Capitulo 38
Capitulo 39
Kim
Capítulo 41
Capítulo 42
Capitulo 43
Capitulo 44
Capitulo 45
Capítulo 46
Capítulo 47
Capítulo 48
Capítulo 49
Capítulo 50
Capítulo 51
Capítulo 52
Capítulo 53
Capítulo 54
Capítulo 55
Zayn
Capítulo 56
Epílogo 1/2
Epílogo 2/2
Walls

Capitulo 30

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By liz-star

La mañana iniciaba y no caía nada bien en la mansión Payne, Liam tal vez sería por el celaje plomizo que cubría la ciudad, por la ausencia de muchedumbre navegando por las calles, ó por el inusual frío en aquella época del año, aborrecía esa mañana. Se trataba de un día melancólico, en los que preferías quedarte en casa bien abrigado, bebiendo café muy caliente y recordando.

Él recordaba a su fallecida prometida, a su Danielle. Traía a su memoria la inmortal imagen de la jovencita; siempre llena de vitalidad, de belleza y simpatía. Revivía cuando ambos, adolescentes y con ganas de amar, se conocieron en una aburrida biblioteca que se volvió hermosa e interesantísima cuando Liam supo que ella laboraba allí.

Con terrible dolor evocó la primera vez que besó sus quinceañeros labios; dulces y virginales. Cuando, años más tarde, la convirtió en mujer. Pero nada, absolutamente nada, se comparaba a lo que sintió cuando Danielle le dio la noticia de su embarazo.

―Necesito despejar la mente - Acomodó el portarretrato con infinita delicadeza sobre el escritorio - Otra vez perturbas mi concentración, amor - Y le sonrió cándidamente a la fotografía.

Contrario a lo que pareciera, después de cinco largos años de sufrimiento, Liam había encontrado la resignación; sabía que nada le regresaría a su novia y al pequeñito que no logró conocer, los amaba y los extrañaba, pero ahora podía controlar esos sentimientos sin el pavor de perder la cordura en el intento.

― Hans, cancela mis citas de ésta tarde - Ordenó antes de abandonar su oficina - Ocupo algo de distracción - Se dijo a sí mismo, abordando su lujoso automóvil.

Avenida tras avenida, calle tras calle, Liam no tenía ni la más mínima idea de a dónde se dirigía, iba muy relajado sintiendo la gélida ventisca despertar sus sentidos mientras amenizaba su paseo por la ciudad escuchando un concierto de música clásica.

Un semáforo en rojo le obligó a detenerse y sólo de esa manera se dio la oportunidad de voltear a sus alrededores, percatándose que se localizaba en el corazón de Londres, ya había oscurecido, y una luz muy peculiar llamó poderosamente la atención de Payne.

Una luminiscencia que no alcanzaba a encandilar; suave, rutilante y llena de sombras, observó la estancia que desprendía aquella luz quedando aún más impresionado; se trataba de una famosa cafetería que tenía un especial significado para él, puesto que allí había tenido su primera cita con Danielle.

El fuerte sonido de un claxon provocó que saliera abruptamente de su trance.

Pero Liam ya no quería marcharse, la nostalgia que lo acompañaba desde la mañana, aunada al frío que ameritaba deseos de beber algo caliente y el lugar cargado de buenos recuerdos le incitó a introducirse al estacionamiento subterráneo más cercano.

Al diablo con la seguridad; con sus guardaespaldas, y con el revólver que no portaba, al diablo con el sinfín de enemigos que buscaban cualquier anomalía para atacarlo sin piedad. Por primera vez en muchos años, Liam entraría a un negocio para ser atendido como una persona normal.

(...)

Louis observó el reloj de su celular marcando las dieciocho horas, enseguida fijó su mirada en todas las mesas, la mayoría, vacías. La hora pico se aproximaba y debía estar preparado. Ajustó bien las cintas de sus zapatos deportivos, se colocó la plaquita con su nombre en la parte superior de la camisa y se amarró el delantal oscuro.

―Anda por tus guantes a la cocina - Le dijo Kalena, su compañera de trabajo. Louis asintió, internándose en las cocinas. Allí, Cral le tendió un par de guantes de látex - Louis - Asaltó Kalena - Te ha llegado uno, no tardes -anunció la mujer.

Al pasar por la barra, Louis tomó una carta, y se aproximó distraídamente hacia su nueva mesa, la cual, sólo había sido ocupada por un hombre.

―Buen...

―Un café americano bien cargado y una orden de rosquillas de nuez - Le interrumpió bruscamente, sin dignarse a mirarlo a los ojos. Louis, contrariado, recogió el brazo con la carta.

―En un...

―Gracias.

Louis levantó la vista para conocer al tipo tan grosero y descortés que iba a tener que soportar; por un momento se imaginó que sería algún sujeto maduro y fastidiado con la vida, pero su confusión acrecentó cuando observó el perfil arrebatador de un hombre joven.

―Tremendo ejemplar al que atiendes, Louis - Comentó una cocinera, asomándose por la barra para tratar de verlo mejor.

― ¿Lo crees?, mejor yo cocino y tú lo atiendes, es el hombre más arrogante que me ha tocado en toda la semana - Musitó con los dientes apretados, la mujer regordeta soltó una carcajada.

―Sí, se ve algo crecido y engreído.

― ¿Algo? - Bufó.

―Pero se le perdona, mira nada más el cuerpo que se carga, y esa cara tan varonil y agraciada - Entrecerró los ojos, analizándolo con mirada hambruna - Además, se ve que tiene dinero - Louis rodó sus ojos azules, desdeñando el comentario.

Por más de una hora, el misterioso hombre no cambió de expresión; Louis sólo se limitaba a rellenar su taza de café y observarlo a la distancia. Se preguntó porqué parecía desconectado de la realidad, y por qué le resultaba extrañamente familiar. Sentía que ya lo había visto en algún otro lugar.

Por otra parte, el imponente hombre chocó una pequeña cuchara contra el cristal de la taza, llamando a Louis. Éste salió de sus ensoñaciones y por cuarta vez, tomó la cafetera.

Igual de servicial, el castaño se aproximó con su ligero andar, y cuando se aprestaba, acuciosamente, a atenderlo, el individuo capturó con bronca su antebrazo.

―No más café, gracias.

Louis volvió a turbarse, y disgustado, se zafó del agarre.

―Entiendo, señor, no es necesario que me arranque el brazo - Se defendió, pero casi de inmediato, se arrepintió, aunque sin demostrar signos de ello.

El hombre, percatándose del timbre incisivo del mesero sin rostro, sintió una sacudida e interrumpió sus pensamientos. ¡Hacía mucho tiempo que nadie le hablaba en tono malhumorado! Entonces, por primera vez desde que entró en la cafetería, dirigió su mirada fuliginosa y penetrante hacia la sutil figura de Louis.

Atrapó a los ojos zafiros y su mente quedó en blanco. Así, mientras Liam no sabía qué pensar, Louis se asustó porque encontró la distinguida forma de mirar de Zayn en los orbes de éste sujeto; aquella peculiar mirada intensa e insondable que en sus sueños todavía lo ponía a temblar.

Se observaron directamente a los ojos hasta que la necesidad de hablar se hizo presente.

―La cuenta, por favor - La voz de Liam se suavizó por completo y el gesto de seriedad desapareció de su rostro en forma gradual - Y disculpa si te lastimé, nunca fue ésa mi intención.

Sus ojos azules dejaron de parpadear, enajenado, lo miró con un inexplicable sentimiento en el corazón; de repente, salido de la nada, sin justificación, encontró en la voz de aquél desconocido el timbre de su agridulce Zayn. Louis comenzó a analizarlo, culpando a su imaginación, pero no necesitó más de unos segundos para corroborar lo más que obvio.

Empero, en el físico, además de la altura y la misma actitud, no compartían ningún otro rasgo. Éste hombre poseía una cabellera perfectamente dominada en un peinado circunspecto, cejas finas pero bien pobladas, también, ojos miel, una nariz armoniosa a sus masculinas facciones y voluptuosos labios bermellones. Louis bajó despistadamente su mirada hasta contemplar el macizo torso del hombre que bajo el soberbio traje oscuro se anunciaba fuerte y hercúleo.

― Está bien, no se preocupe - Respondió agregando una dulce sonrisa - Enseguida le traigo la cuenta.

Una rápida suma mental era suficiente para saber el total del consumo, sin embargo, Louis sentía que no podría concentrarse, aún sabiéndose hábil con las matemáticas. El hombre le recordaba tremendamente a Zayn, y ésa razón; vacía y estúpida, era el acabose de su poco autocontrol.

Liam en cambio, apenas regresó de su paralización cuando Louis puso distancia entre ambos. Al principio, creyó que se trataba de una hermosa jovencita con firme temperamento, mas al observarla a la distancia se percató de la ausencia de busto, y de la leve protuberancia en la parte central de su níveo cuello; la coloquialmente llamada manzana de Adán. Sorprendido e intrigado con su reciente descubrimiento, Liam le analizó con mayor detenimiento.

Tenía un precioso cabello castaño, cada hebra relucía bajo la tenue luz del recinto como finos hilos del oro más puro; lacio como la seda enmarcaba un rostro fascinante; en el perfecto óvalo que definía su cara de deliciosas facciones, dos enormes ojos de un exótico color azul resaltaban su innegable belleza.

Con admiración, Liam escrutó cada uno de los movimientos del castaño; caminaba con ligereza, casi parecía suspenderse. Su meneo era delicado pero natural, y su sonrisa, arrolladora y cálida, encandilaba a cualquiera que lo mirara. Algo había en él, Liam no sabía con exactitud, que le transmitía un sentimiento de sosiego, sería, probablemente, su diáfana aura y angelical apariencia.

Louis regresó casi enseguida, sin evitar la mirada oscura que se clavaba como daga. No, ya no se trataba del inocente jovencito que había ingresado a la cárcel, siempre ajeno a todo lo que le rodaba y viviendo en la ingenuidad. Ahora, mucho más experimentado por las vivencias con el cruel Zayn y las pruebas menos placenteras que superó, sabía estar consciente de lo que pasaba a su alrededor. Se percataba de las reacciones que provocaba y cómo tenía que manejarlas; fingiendo aquella pureza que en su mente y cuerpo no existía más.

Recordó cuando pasó la primera noche en casa, después del largo encierro. Esa madrugada había observado su reflejo en el espejo del tocador, sorprendiéndose por encontrar un rostro diferente, al principio, ignoró de dónde provenía el cambio, y necesitó más de algunos segundos para percibir la cepa en sus ojos azules. El par de zafiros, intrínsecos por brillar como estrellas, límpidos como su alma, directamente entrelazada, no se vislumbraban más. Resignado, debió admitir que sólo se trataban de un par de pozos profundos y enigmáticos, que al saberse corrompidos, la luz extinguieron.

El Louis incauto, inexperto e infantil se había quedado tras las impasables murallas de la prisión; de ellas, había emergido un nuevo ser que era imposible confundir con un niño. Notó que ya no bailaba la cabeza en todas direcciones divisando el vuelo de las aves, tampoco se encorvaba y buscaba protección en brazos más fuertes cuando se sentía amenazado, ni se sonrojaba con la misma facilidad de antaño.

― ¿Louis? - Liam apuntó el nombre de la plaquita. El castaño asintió suavemente, dejando el recibo sobre la mesa del misterioso hombre - Es un nombre... interesante.

Sonrió, no sabía qué hacer. El hombre le intimidaba por la personalidad tan parecida a la de su antiguo amante.

― ¿A qué hora sales? - Directo, Liam no distinguía entre edades, razas o sexos, había sido educado por un hombre firme y con complejo de griego. Sabía apreciar la belleza, deleitarse con ella si así le placía, sin importar de qué sexo proviniera.

Si bien, admitía que nunca antes había sido atraído por una persona de su mismo sexo, nunca antes había conocido a un joven tan imponderable y mágico. Le parecía un ser más allá de toda definición y aunque sonara exagerado, incluso inhumano.

― Tarde - Respondió tomando la loza y marchándose.

Liam levantó sus cejas, apenas sonriendo. Se cruzó de brazos, admirado. "Así que esto es lo que se siente, al ser rechazado" No estaba acostumbrado, ni siquiera su dulce Danielle se había negado en su primera muestra de interés. Tal vez si le decía su nombre, las cosas cambiarían, Payne... a muchos les atraía, pero a otros también les horrorizaba. No, él no necesitaba de la ayuda de su apellido, y en todo caso, Louis no parecía ser de aquellos que se impresionaban fácilmente, tal vez, hasta terminaría alejándole.

Louis entró al baño de los empleados, asegurándolo tras de sí. Su corazón latía con bríos y sus piernas se agitaban en violentos temblores. Extrañado, el castaño se masajeaba el pecho, tratando de brindar tregua a su órgano revolucionado; Ahí estaba, esa misma sensación, una extraña ambigüedad, la excitación del peligro y el inexorable temor. El mismo sentimiento que surgió explosivamente cuando conoció a Zayn; su cerebro dictando una orden de retirada pero su corazón, curioso y abnegado, incitando un acercamiento.

― Es él - Musitó nervioso - Es como si su alma hubiese entrado a ése cuerpo. Es Zayn.

Después de algunos minutos, Louis volvió más tranquilo, aproximándose a la mesa; el misterioso hombre ya había desaparecido dejando sobre la mesa una hermosa rosa roja y una servilleta, no con números ó direcciones de correos electrónicos, como estaba acostumbrado a recibir. Ésta servilleta plasmaba una elegante caligrafía con un mensaje hacia él.

― Me pidió una pluma y compró ésa rosa. Pagó la cuenta, dejó una generosa propina y se marchó - Le comunicó Kalena, asombrada y con un brillo de curiosidad en sus ojos. Louis, acalorado, tomó la servilleta sin leerla y la guardó en su bolsillo, Kalena pareció desilusionarse.

A pesar que trató de olvidarse del asunto y distraerse atendiendo otras mesas, la servilleta quemaba en su bolsillo, y la curiosidad le perforaba la concentración. Cuando dio por terminada la tortura que el mismo se suministraba en un absurdo reto por ganarle a su ansiedad, se dirigió a los casilleros desiertos, sacó la servilleta un poco arrugada, y la leyó con lentitud, saboreando cada palabra.

Fui grosero y descortés, lo sé, me avergüenzo y pido disculpas por ello. Espero no te moleste el pequeño detalle de la rosa, fue lo único que se me ocurrió para demostrarte mi compunción. Tienes el derecho de pensar lo que se te venga en gana, pero no me gustaría que te llevaras una falsa impresión de mí por culpa de un pésimo día cargado de estrés ― aunque sé muy bien ― tampoco es justificación.

Sin desear perturbarte más, me despido reiterando mis disculpas. Confío en verte pronto, hasta entonces, Louis, cuídate mucho.

Atentamente, un cliente arrepentido.

Y fue todo lo que escribió. Louis terminó de leer el mensaje con una sonrisa en sus labios, y por primera vez en el corto tiempo que llevaba trabajando, no tiró la servilleta a la basura, muy por el contrario, la alisó, doblándole con cuidado y guardándola en el bolsillo de su pantalón. Se había equivocado en su pronto juicio hacia el hombre de soberbia apariencia; en definitiva, no era como Zayn. El de fríos ojos miel no sabía disculparse y mucho menos regalaría flores en arrepentimiento por la sencilla razón que la atrición nace de la conciencia y Zayn, había nacido sin ella.

El alma de Zayn seguía lejos, en la fría prisión, y éste hombre, el autodenominado - cliente arrepentido - estaba totalmente ajeno a él; que compartieran algunos rasgos de personalidad, no les hacía iguales, ni remotamente.

O eso pensó, el ingenuo, Louis...


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