Small steps

By Anaisbvm

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¿Quién diría que los pequeños pasos podrían cambiarlo todo? Damián White, un enfermero que trabaja en una de... More

Personajes
Prólogo
Capítulo 1
Capítulo 2
Capítulo 3
Capítulo 4
Capítulo 5
Capítulo 6
Capítulo 7
Capítulo 8
Capítulo 10
Capítulo 11
Capítulo 12
Capítulo 13
Capítulo 14
Capítulo 15
Capítulo 16
Capítulo 17
Capítulo 18
Capítulo 19
Capítulo 20
Capítulo 21
Capítulo 22

Capítulo 9

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By Anaisbvm

Damián

Encontrar pasajes de avión fue fácil, pude comunicarme y preguntar todos los pasos a seguir ahora que tengo la custodia de los pequeños. Me las pude ingeniar para que no los obligaran a colocarse las vacunas que les faltan en este país, sino que, en el otro, con un plazo determinado por supuesto. La primera semana que se encuentren por ahí ya deben tener obligatoriamente tres y se me partirá el corazón al tener que llevarlos. Aún no les he comentado nada y sospecho que Dylan anda por las mismas que Noah, pero eso lo descubriré cuando lo lleve a un chequeo médico.

Arreglamos la última maleta y la metí en el auto. Los niños están ayudando a mi madre en ciertas cosas ya que nos acompañará hasta el aeropuerto. Estoy ansioso por llevarlos a casa conmigo ¿les gustará? ¿Será que se acostumbran?

La misma tarde después de firmar los papeles restantes me fui a su antiguo colegio a buscar las fichas para poder matricularlos a ambos en otra institución, no me negaron nada ya que llevaba el comprobante de que yo era su tutor legal por lo que agilizaron el proceso. Tendré que meterlos a una escuela, por lo que veo iban bastante bien pero el lugar era de muy bajos recursos, no poseían ni la mitad de las cosas de una escuela normal, espero que en Canadá les convaliden algunas materias para que no tengan que repetir.

—¿Todos listos? Espero que nos les falte nada —entré con el celular en la mano.

—Nos falta meter a la abuelita en la maleta —bromeó Noah y me hizo sonreír.

—Vendrán pronto a visitarla —les aseguré—, en cuanto me vuelvan a dar vacaciones en el hospital.

—La extrañaremos —susurró Dylan y mi madre se acercó a darle un gran abrazo.

—Yo también a ustedes pequeños. Necesito que se comporten bien con Damián ¿bueno? Como chicos grandes que son.

—Por supuesto que si —Dylan la miró de manera inocente—, todos unos adolescentes.

—No te preocupes mamá, son unos niños muy bien portados —todos carcajearon—. Se nos hace tarde, debemos ir al aeropuerto. El vuelo sale en seis horas.

—Wow, que tarde —respondió Dylan—, ¿no crees que exageras un poquito?

—No corazón, debemos estar mínimo dos horas antes por si acaso. Imagínate adelantan el vuelo o lo cancelan.

—Así es, al auto todos.

—Es primera vez que viajaremos en avión —oí comentar a Noah y Dylan tragó saliva—, ¿estas nervioso?

—¿Yo? Puff, ya quisieras.

Estoy más que seguro que están intranquilos al experimentar algo nuevo, sé que nos les parecerá de lo más genial tener que estar en una turbulencia y no sé cómo reaccionarán a las alturas. De todas formas, estaré ahí para apoyarlos y ayudarlos en el caso de que les genere algo de pánico.

Se subieron al auto y yo preferí conducir. Mi madre va en el copiloto mientras que los niños van atrás.

Agradezco haber sacado el pasaporte de ellos antes también. Lee tuvo mucho que ver en eso, si no fuera por él no podría haberlos sacado del país tan pronto. Me apresuraba por mi trabajo más que nada, entro a trabajar el martes y mañana lunes debo ocupar todo el día en realizar los trámites con ellos, ver un colegio, pedir una cita médica, ver camas, frazadas, lámparas, escritorios, en fin. Si no tuviera una buena situación económica estaría en aprietos, pero por suerte tengo mis ahorros.

—Necesito una energética —oí perfectamente la frase de Dylan a pesar de que la dijo muy bajito.

—Cállate, ¿no ves que estamos con todos?

—Olvídate de las energéticas Dylan. Te lo advertí en el viaje a la boda ¿recuerdas? —lo observé por el retrovisor.

—Si, lo sé. Fue una frase de broma, que te lo tomas todo tan literal.

—Ajá, digamos que te creo jovencito.

Mi madre me quedó mirando con las cejas arrugadas.

—¿Que...?

—No regañes a mi nieto —abrí y cerré la boca sorprendido—, el pobre no tiene culpa.

—¿Te estas revelando contra tu propio hijo? —dramáticamente coloqué una mano en mi pecho mientras la otra sostenía el volante.

—Deja las tonterías y fíjate en el camino Damián. Con mi nieto no ¿mhm?

—Se te salió el instinto de abuela ¿no es así? —carcajeé frenando en un semáforo—. Ay, madre, que lindo.

—Aquí tienen dinero para que se compren alguna cosita, niños —les entregó veinte dólares a cada uno y sus caras se iluminaron de felicidad.

—¡Gracias abue!

—¡Es la mejor!

—¿Y para mí? —coloqué un puchero.

—Mucho amor y cariño —los niños dieron risotadas allá atrás y nos contagiaron a nosotros. — Es la verdad ¿eh?

—Ah, pues gracias.

Me estacioné finalmente en nuestro destino y mi madre nos ayudó a bajar las maletas una por una. Los niños bostezaban y eso que aún nos queda tiempo para partir.

—Quiero un cafecito —se quejó Dylan.

—No peque, nada de café. Un té o agua —rodó los ojos y se cruzó de brazos digno de un berrinche.

—¡Pero yo quiero café Damián, la abue nos dio dinero así que puedo comprarlo!

—Basta ya jovencito, te dije que ni energética ni café, las dos están prohibidas. No me desobedezcas Dylan porque lo hago por tu bien y salud ¿de acuerdo?

—El café no hace mal...

—No discutiré chiquito —dejé un beso en su frente a pesar de que se molestó y cerré el auto—. Entremos. Vamos todos.

Nos quedamos conversando con mi madre alrededor de una hora y luego se despidió ya que comenzamos a hacer el trámite con las maletas y aprovechamos de ir a almorzar a un restaurant del aeropuerto.

Ahora estamos en la fila del avión avanzando para subirnos y veo que Dylan no ha parado de mover el pie de los nervios seguramente.

—¿Que sienten en este momento? —les pregunté con el pasaje en mano.

—Ansiedad —confesó Noah.

—No sé —mintió descaradamente el mayor.

—Ah, tranquilos, puede que se mezclen emociones. Lo importante es estar calmados porque ir en avión es divertido en parte.

—Es gigante —habló Dylan cuando lo miró por una ventana—, ¿a esa cosa nos subiremos?

—Así es, peque —lo llevé con mis manos en sus hombros hacia la entrada del avión—. No se separen de mí, Noah ven acá.

Le entregué los boletos a la auxiliar de vuelo y movió la cabeza diciendo que todo estaba en orden. Caminamos hacia nuestros asientos que los compré en el medio y me alivió saber que nos tocó ventana. Compré en clase business para ir cómodos los tres.

—¡Wow, esto parece una cama! —dijo Noah fascinado sentándose.

—Admito que está cool.

—Me alegra que les guste, chicos. No tendremos escala, sino que es un vuelo directo así que estaremos un par de horitas aquí. Acomódense y abróchense los cinturones. Ahí les indicarán cómo.

—Siento que estamos muy lejos —susurró Dylan con la distancia entre cada asiento—, ¿puedo ir a tu lado, Damián?

—Claro, campeón —accedí y el menor no formó alguna pelea por eso.

—¿Es verdad que hay turbulencias? —preguntó el mayor y supe que de ahí venía toda esa actitud.

—Si, duran poco dependiendo del viaje en realidad.

—¿Son tenebrosas?

—No, para nada. Puede que el avión se mueva un poquito sin embargo es seguro, Dy. Si quieres te tomaré la mano cuando pasen y tú se la darás a tu hermano ¿te parece?

—No, a mí no me dan miedo —aseguró—. No soy un crío para tomarte la mano, puedo sólo.

—Bien, como tú más lo prefieras —decidí dejarlo sólo para que no se sintiera agobiado por mi atención y me acomodé en el asiento.

Vinieron las auxiliares de vuelo a explicar detalladamente lo que se debe hacer en caso de emergencias, las maneras de colocar el cinturón, entre otras cosas y finalmente despegamos.

En el momento en el que íbamos subiendo el mayor cerró los ojos y yo pasé mi mano por su espalda dando pequeñas caricias para que se calmara.

—Está todo bien, Dy.

Todo esto al mismo tiempo que miraba a Noah por si me necesitaba, sin embargo, él estaba muy cómodo y entusiasmado.

—Mhm. Lo sé —su voz tembló.

Me quedé allí pendiente por cualquier cosa, hablándoles y tratando de distraerlos para que no les generara pánico en caso de turbulencia, hasta que pasó por supuesto, el avión comenzó dando un movimiento poco común y luego se intensificó. Los pasajeros se miraban entre sí.

—Niños es normal —fue lo primero que se me ocurrió decirles—. Va a pasar muy rápido y es por una corriente de aire diferente tal vez, nada de qué preocuparse ¿de acuerdo?

—Damián... —la voz de Noah sonó temblorosa al igual que la de su hermano—, toma mi mano por favor.

No la alcanzo, joder, que alguien me ayude.

—Dylan te dará la mano, formemos una especie de cadena ¿sí? —su hermano mayor lo hizo a pesar de que no estaba muy de acuerdo con eso—. Muy bien chicos, me enorgullecen.

—¿Y si se cae? —preguntó el mayor aterrado.

—No, es normal... creo —sus caras palidecieron y carcajeé—. Es broma niños.

—Uff, detesto tus bromas Damián —Dylan se recostó apretando fuerte mi mano.

—¿Ya pasó? —preguntó Noah mirando a los lados.

—Si, acaba de pasar peque. Ahora respiren y descansen que nos espera un largo viaje.

Me fui quedando dormido de a poco sin embargo no pude descansar con totalidad ya que despertaba cada veinte minutos para verificar si los niños estaban bien. Creo que es solo miedo, puede que me preocupe no tenerlos a mi lado y que todo haya sido un sueño.

En el transcurso del viaje nos entregaron bandejas con comida y cada uno quiso ver una película distinta. Ya cuando íbamos aterrizando los chicos se acomodaron, calculé el tiempo que nos iba a tomar irnos a casa y en el transporte público nos demoraremos una media hora más de lo normal. No tengo mi auto aquí, en New York usaba el de mi madre y aquí en Vancouver lo tengo en casa.

Fuimos por las maletas y el amanecer se veía precioso desde las ventanas del aeropuerto.

—Tenemos hambre —habló el menor por ambos.

—¿Sí? Iremos a casa por una merienda y luego de compras —sus ojos brillaron y comenzaron a bombardearme de preguntas.

—¿Para qué? ¿Qué compraremos?

—¿Iremos a algún supermercado? —preguntó Dylan colocándose la chaqueta.

—Si niños, tenemos que pasar a ver sus camas, muebles y ropa, entre otras cosas más que son necesarias. Ya tengo una extra en casa de todos modos, no sé si la querrán —Dylan se puso al medio de mi campo de visión.

—¡Yo! ¡La pido para mí! ¿Es grande?

—Si cariño, de dos plazas —reí y el menor arrugó las cejas.

—No es justo —su labio tembló.

—No niños, no peleen —Noah bajó la cabeza y yo lo acerqué a mi—. Te compraré una chiquito, la que quieras.

—Va a ser mejor que la de Dy.

—¡Hey! ¡Pesado!

—Dylan, Noah, basta ¿eh? —se cruzaron de brazos los dos—. Dejen de discutir y vean sus zapatos que tienen las agujetas desatadas.

Mientras ellos se agachaban para arreglar sus zapatos yo llamé por teléfono a un taxi que nos viniera a recoger. Hoy hace muchísimo frío y ya estoy viendo como ambos estornudan, tengo que verlos más chaquetas, considero que es necesario.

Al llegar afuera nos encontramos con el taxista que es un viejo amigo.

—¡Damián, compañero! —me abrazó y sonreí al verlo—, como estás de cambiado.

—Hace una semana nos vimos, Brad —reí—. Te presento a mis niños, Dylan y Noah.

—¿Que? ¿Hay alguna cámara escondida? —dijo sorprendido y negué—. Woah, felicidades, Damián. Ya sabía yo que tenías hijos por ahí.

—¿Queee? No Brad, no digas tonterías.

—Hola señor Brad, un gusto conocerlo —Noah estiró la mano y di una carcajada fuerte porque Brad tiene dos años más que yo nada más.

—No estoy tan viejo, chico —lo saludó—. El gusto es mío. Suban que ya los llevo a su casa.

Nos sentamos y me dediqué a enviarle un mensaje a mi mejor amigo y compañero de trabajo de aquí, Caleb. Ambos somos enfermeros, diría que él es el mejor, trabaja en el área de salud pública sin embargo me podría ser de gran ayuda cuando lleve a los niños a vacunarse porque no puedo pasarme de esta semana, eso es lo que Lee me dijo. Me lo exigen y la cita con el médico se las saqué para el miércoles, tendré que sacarlos de la escuela para llevarlos y no quiero imaginarme el drama que formarán.

—¿Es esa tu casa? —preguntó Dylan ansioso—, ¿O esa?

—Yo creo que es esa —Noah adivinó

—Na, es muy grande Noah, para Damián diría que es una caja de fósforos.

—Hey más respeto por mi casita —sonreí cuando Brad se estacionó en mi hogar, mi humilde hogar.

—¿Broma? Damián no me jodas... —el mayor salió con rapidez del auto.

—Esa boca... —lo regañé y salí con Noah al momento que Brad iba hacia la maletera a pasarnos las maletas.

—¡No puede ser! Wow, es gigante Damián.

—No me quejo —sonreí y le agradecí a Brad por traernos—. Te pasaste, no sé qué haría sin tu ayuda, compañero.

—De nada Damián, me llamas cualquier cosa. Nos vemos.

Me despedí y me dio ternura ver a los niños emocionados por entrar a la casa que ahora es su casa.

—Bienvenidos a su hogar —abrí el portón eléctrico con el botón de mis llaves—. Siéntanse cómodos y espero que les guste.

Abrí la puerta principal y corrieron. Así es, los dos no sabían por dónde ir, yo creí que se iban a quedar parados de una manera demostrando timidez sin embargo pasó lo contrario, su curiosidad fue mayor.

—Vayan a lavarse las manos, el baño está en ese pasillo a la derecha —les indiqué—, comemos la merienda y nos vamos al centro comercial. Apresúrense y sin correr que se pueden caer.

—¡Amo esta casa!

—¿Como puede ser tan grande esa cocina? Joder —oí hablar a Dylan a lo lejos.

¿Como quitaré las palabrotas de su vocabulario? Lo veo difícil pero no imposible. Dejé las llaves a un lado en una mesita que tengo especial para eso y entré las cosas hasta el living.

—Bien, tengo alrededor de cinco habitaciones arriba así que pueden elegir la que más les guste, una de ellas es la mía así que disfruten eligiendo chico.

Se fueron en segundos de mi lado y abrí el refrigerador para ver lo que tenía. Debo hacer las compras muy pronto, ya no me queda casi nada y estoy seguro de que darles un pan a los niños no es almuerzo. Es un importante detalle, debo aprender más recetas y ser un poco más ordenado porque no impecable la casa no está. Estuve apurado al viajar, es todo y no me alcanzó el tiempo.

—¿Pan con mermelada o mermelada con pan? —hablé solo mirando la única cosa que tenía en el refrigerador—. Fácil.

Tengo que organizarme desde ahora en adelante que tengo niños a mi cuidado, lo que abunda en esta casa no son botellas de alcohol como la señora esa, sino botellas de agua. Tengo un refrigerador exclusivo con ellas porque me paso en el gimnasio cosa que también deberé cambiar.

—¡Está listo su desayuno niños! Vengan por él y a comprar que se nos hace tarde.

Bajaron como aviones.

—Última vez que les advierto que no corran, al momento que se distraigan y se caigan los quiero ver... —sus caritas de arrepentidos fueron instantáneas.

—¿Por qué tu cuarto es tan grande? Es genial —habló Dylan sentándose a la mesa.

—¿Pan con mermelada? Hum —Noah miró con desagrado y supe que no le gustaba.

—¿Qué pasa, campeón?

—Es que no me gusta la mermelada... pero puedo comerla, sí.

—No si no te gusta, tranquilo. No tengo otra cosa por aquí, aunque podemos ver algo en el centro comercial.

—Bien, puedo esperar —me sonrió—, quiero ver televisión, ¿dónde está el control remoto?

—Lo más probable es que debajo de los cojines del sofá —asintió y se fue a la sala dejándonos en el comedor con su hermano.

—A mi si me gusta —dio un mordisco al pan—, no soy tan selectivo con esto.

—Ah, pero con los almuerzos —me mostró una sonrisa inocente—. ¿Quieres agua?

—No gracias prefiero la gaseosa —negué con la cabeza demostrando mi desaprobación con respecto a su comentario.

Tengo que enseñarles a comer bien y para eso debo tenerles lo en ese refrigerador y crear un par de reglas por supuesto, tal vez los deje comer una vez al mes algo de comida chatarra.

—Agua es mucho mejor, Dy.

—Agh, no creo lo mismo.

—Hablaremos sobre eso —gruñó por lo bajo—. Al parecer tengo a un jovencito que le hace falta una siesta.

—No es verdad —chilló—. Estoy bien Damián.

—Termina eso para salir, Dylan. Luego descansamos cuando lleguemos ¿sí?

—Si piensas que dormiré una puta siesta estas muy equivocado.

—Van tres al parecer —me miró confundido—, ¿Que de que habló? Palabrotas Dylan, llevas tres y a la cuarta habrá consecuencias.

—Pero, pero...

—No peque, nada más de groserías.

Su actitud está muy rebelde y según yo es por falta de sueño. Pronto podrá aprovechar y descansar, pero lo primero es encontrar todo para su cuarto.

Al terminar de comer dejamos las cosas en el lavaplatos y se volvieron a colocar sus chaquetas. Fuimos hacia el estacionamiento y se subieron en la parte trasera del auto. La primera parada es la mueblería y dejaré encargado al señor del condominio que autorice al camión que venga a dejar las cosas.

Los niños son indecisos y más lo es Noah, quiso una cama de dos plazas, pero me tuvo media hora en la sección eligiendo entre una café y otra beige, una le gustaba más que la otra y no se convenció del todo, estuve a punto de comprarle las dos y que se acostara un día en una y otro día en otra. Es que mi paciencia es escasa, lo debo admitir.

—Los escritorios están comprados chicos, las lámparas también y la ropa para la cama. Elijan un sofá chiquito para dejarlo de decoración.

—¿Puede ser grande y con una play incluida? —preguntó Dylan juntando las manos.

—Olvídalo jovencito —comenzó a dar lloriqueos—. Ni se te ocurra hacer un berrinche porque esas cosas se ganan.

—¿Y cómo se supone que me la gane?

—Respondiendo en la escuela —abrió la boca—. ¿Qué pasa? Volverán a clases Dylan.

—No, Damián por el amor que nos tienes ¡no!

—Es que nos aburrimos mucho —le siguió su hermano.

—Las clases son importantes y ya están inscritos. Mande copia de sus papeles por el avión, además solo debo firmar. Comienzan mañana y gracias por acordarme que debemos comprar el uniforme.

—¡Nooo! —exageró aún más Dylan—. Estas arruinando mi vida.

—Así es Dylan, la arruino dándoles un futuro —arrugó las cejas—. Camina que nos queda una parte por recorrer.

—¡No me probaré nada!

¿Está haciendo un berrinche? Seguramente quiere llamar la atención para que le cumpla el capricho de no ir a un establecimiento educacional. No puedo hacerlo porque número uno, no es legal ya que es un derecho y número dos, claramente pienso que deben tener educación. El trabajo que tengo me demanda tiempo y deben distraerse en algo también.

—Oh sí que lo harás —mi tono de voz fue autoritario.

—Camina solo entonces porque tendrás que arrastrarme —no le presté atención porque creí que era una broma así que seguí mi camino hasta que iba saliendo y no lo vi por ninguna parte.

—Noah, ¿tu hermano? —el menor colocó una mueca.

—¿Se quedó atrás enserio? Diablos.

—Está enojado —susurró a mi lado.

—Y no es el único, campeón. Vamos por él, sígueme.

Dylan

¿Cómo se le ocurre que voy a ir a esa semejante tortura llamada escuela? Asistía muy poco a la antigua allá en New York, me pasaba faltando por mi trabajo y creo que hasta estuve en riesgo de repitencia por mis inasistencias, no tenía amigos y la pasaba horrible. Me aterra pensar que debo comenzar desde cero con gente que no conozco y aún más en otro país.

Me quedé parado esperando que Damián se diera la vuelta sin embargo no pasó, se fue y me dejó.

Creí que me había salido con la mía hasta que volvió a llegar al pasillo en donde yo estaba.

—¿Que está pasando Dylan? Camina, la tienda de escolares cerrará a este ritmo.

—No.

—¿No? —tragué saliva—. Te daré tres segundos para que te muevas jovencito y no estoy jugando.

—Uno, dos, tres. Ahora dime si estas contento.

—¿Quieres que te dé un azote en público? —mis mejillas se tornaron de color rojo de la vergüenza y del enojo—. Si no, obedece.

—No hasta que me digas que puedo faltar a la escuela.

—Basta Dylan, no está ni estará a discusión.

—Entonces te jodes.

Iba a taparme la boca como un crío que sabe que dijo mal una palabra únicamente por la advertencia que me dio en casa sobre la "cuarta palabrota". No lo hice por supuesto, tengo dignidad.

Vino hacia mi molesto y me tomó del brazo suavemente.

—¡Déjame, Damián! —forcejeé y di patadas para que no me lograr llevar—. ¡No quiero!

—Si sigues haciendo la rabieta te voy a dar la tanda de palmadas en el auto ¿oíste Dylan? Y no voy a ser para nada suave. Última advertencia. Te me calmas y caminas inmediatamente.

Mierda.

Su mirada me lo dijo todo y más, no quise que me castigara con Noah presente, menos en un auto como a un niño chiquito y decidí rendirme.

—Bien, bien —levanté las manos—, banderita blanca.

—Te los has ganado —me condenó toda la jodida existencia que tengo.

—¿Ah? Damián espera, no...

—No me pareció para nada gracioso el escándalo que tenías en el pasillo.

—Lo lamento...

—Te pasaste Dylan —habló Noah siguiéndome—, Damián se enojó.

—Y tú no opines —me desquité con el sabiendo que me arrepentiré después y no estaba siendo correcto ni justo.

Tuvimos que pasar a una tienda por los uniformes, me los probé obligadísimo y los compramos. No conozco ni la escuela ni la actitud que tiene nuestro nuevo tutor ahora mismo. Fue comprensivo conmigo en la boda de su hermana, pero ¿ahora? Es mi papá oficialmente y aún ni le he nombrado esa palabra porque sé que al momento que se la diga estaría aceptándolo, queriéndolo completamente y confiándole todo como al padre que nunca tuve. Ya no habría vuelta atrás porque se convertiría en mi familia y me asusta que nos abandone, que eso se pueda terminar y nos quiera devolver, es por eso debo ir despacio.

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