El verde de mi primavera ♡ Cy...

By reazurah

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A Cyno nunca le había llamado la atención el color verde. Le parecía insípido; no era bonito, y mucho menos... More

zero
capítulo uno
capítulo dos
capítulo tres
capítulo cuatro
capítulo cinco
capítulo seis
capítulo siete
capítulo ocho
capítulo nueve
capítulo diez
capítulo once
capítulo doce
capítulo trece
capítulo catorce
capítulo quince
capítulo dieciséis ♡ xiaoven
capítulo diecisiete
capítulo dieciocho
capítulo diecinueve
capítulo veinte
capítulo veintiuno
capítulo veintidós
capítulo veintitrés
capítulo veinticuatro ♡ primera parte
capítulo veinticinco ♡ segunda parte
capítulo veintiséis
capítulo veintisiete
capítulo veintiocho
capítulo veintinueve
kavetham ♡ treinta
capítulo treinta y uno
capítulo treinta y dos
capítulo treinta y tres
capítulo treinta y cuatro
capítulo treinta y cinco
capítulo treinta y seis
capítulo treinta y siete
capítulo treinta y ocho
capítulo treinta y nueve
capítulo cuarenta
capítulo cuarenta y uno
capítulo cuarenta y dos
capítulo cuarenta y tres
capítulo cuarenta y cuatro
capítulo cuarenta y seis
kavetham ♡ cuarenta y siete
cuarenta y ocho
cuarenta y nueve
cincuenta
AVISO

capítulo cuarenta y cinco

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By reazurah

El rumor de las hojas evocaba memorias pasadas. Dos jóvenes enamorados se ahogaban en el inquieto silencio, conteniendo la respiración mientras sentían la piel arder cada vez que sus manos rozaban.

—¿Por qué has traído tus cascos...? —preguntó Cyno, en un triste intento de romper el hielo.

—En los festivales siempre hay mucho ruido, así que los traje por si acaso —respondió, con cierta timidez.

—Comprendo.

Las palabras simplemente no fluían. Esa tarde era distinta. Ambos eran conscientes de que este sería el último paso antes de adentrarse en un mundo desconocido.

Porque esa misma noche, la verdad finalmente saldría de su taciturno escondrijo, dispuesta a encontrar su hogar en un cálido corazón. Y en caso de ser rechazada, se sujetaría con fuerza a cualquier tenue esperanza que se mostrara frente a ella.

—Tighnari... —«Si no sientes lo mismo que yo, ¿podrías mostrar piedad...?»—. ¿Puedes darme tu mano? —su mejor amigo le extendió la mano derecha. Cyno apoyó su mano izquierda sobre ella.

Candente y sutil, nerviosa y tímida. Cyno la acarició con devoción, paseando su dedo índice por el dorso con tal delicadeza que su roce sugirió la caricia de una pluma. Tighnari hizo el amago de separarse, pero Cyno insistió, dándole un dócil apretón.

—No la alejes, por favor.

—¿La necesitas para algo? —bromeó su mejor amigo. Cyno se armó de valor y entrelazó sus dedos.

—Mi mano necesitaba compañía. Se sentía algo inquieta estando sola —Cyno le siguió el juego. Tighnari sonrió con diversión y se arrimó a él.

—¿También se siente solo su dueño?

—¿Cómo va a sentirse solo, con la compañía tan buena de la que goza?

—Tampoco digas eso —un tono arrebol ardió en el rostro de Tighnari. ¡Qué conversación tan extraña...!

Los frescos céfiros guiaron a la pareja hacia el Festival que tanto habían ansiado. Los corazones revoloteaban como dos palomas encerradas en una pequeña jaula, anhelantes de libertad.

—¡Tighnari, Cyno! —los saludó Nilou, quien se encontraba en la entrada del festival. Tighnari se fascinó al verla, e inconscientemente, apartó su mano de la de Cyno.

—¡Estás preciosa, Nilou! —le dijo—. ¡El azul te favorece muchísimo! Y ese maquillaje es hermoso.

—¡Muchas gracias, Tighnari! —la joven alzó su silente voz todo lo que pudo, intentando hacerse escuchar por encima del bullicio causado por la multitud—. Tú también estás... —la joven lo examinó de pies a cabeza—. Simplemente fantástico.

—Se agradece —murmuró Cyno.

—¿Has dicho algo? —en cuanto Tighnari se dio la vuelta para ver a su acompañante, Nilou le guiñó un ojo a su exnovio y susurró algo. Cyno le respondió a su mejor amigo, ignorando deliberadamente las indirectas de la pelirroja.

—Qué va. Yo no he dicho nada —mintió. Nilou sonrió y apoyó la mano derecha en el hombro de Tighnari, cuyo rostro estaba algo rojo por culpa del resfriado.

—¡Bueno, chicos! Disfrutad de esta noche, y aseguraos de que sea solo vuestra. Yo tengo que irme con mi enamorada —se despidió la joven, consciente de que su presencia no era requerida. Tighnari y Cyno se despidieron de ella con una gran sonrisa en el rostro.

—¿Hay algún lugar en especial al que quieras ir? —le preguntó Cyno. Tighnari negó con su cabeza y se puso sus cascos.

—Lo siento, pero... —su acompañante sonrió.

—No tienes de qué preocuparte —había muchísimas personas a su alrededor, así que el ruido era considerablemente alto. Cyno podía comprender que le resultase molesto—. Espera.

El joven sacó su móvil y abrió la aplicación de “Notas” que tenía descargada. Ahí, escribió lo que quería decirle a Tighnari.

«¿Quieres que demos alguna vuelta por ahí? Esta mañana he estado ayudando a una profe y he visto que hay un montón de puestos.
Si aguantas hasta la noche, podemos ver el espectáculo que tienen preparado y marcharnos. Pero no te preocupes por eso. Podemos irnos cuando quieras.
Tú mandas.»

—¿De verdad hay tantos puestos? —preguntó, emocionado. Cyno asintió con su cabeza—. ¡Quiero ver si hay juegos! Hace mucho que no vengo a un festival. Recuerdo que cuando era pequeño, me encantaban...

Su mejor amigo no respondió. Simplemente agarró su mano y se abrió pasó entre la multitud.

El ruido era tan alto que le molestaba un poco incluso con los cascos puestos. Las luces tan potentes le hacían daño en los ojos y las aglomeraciones de personas le robaban el aire. No se sentía nada cómodo, y sin embargo, al estar junto a Cyno sentía que podía ignorar un poco esa incomodidad.

Su único propósito era pasarlo bien junto a él.

Los pétalos de la rosa caían lentamente. Uno, dos... Hasta que finalmente apareció la luna en lo alto del cielo, anunciando el incipiente final de la noche.

—¿Seguro que no quieres ninguno, Cyno? —el joven cargaba con dos bolsas atestadas de premios que habían conseguido en los puestos. La gran mayoría de ellos eran peluches de pequeño tamaño.

—No, no soy muy fan de los peluches.

—Pero tú conseguiste el del lobo...

—Lo conseguí para ti —respondió.

—Está bien, está bien... —Tighnari tosió para deshacerse de la desagradable sensación que el resfriado le había instalado en la garganta—. Ay, estoy algo cansado.

—¿Quieres que regresemos a casa? —le preguntó.

—¡No, no! Antes de irme, quiero ver el espectáculo que Nahida ha preparado —Cyno acarició la mano de su acompañante antes de hacerse con ella.

—¿Quieres que nos escondamos hasta que empiece el espectáculo, entonces?

—Si tú quieres, yo no tengo queja alguna —fingió seguridad, aunque en el interior de su pecho, su corazón había entrado en estado de alerta.

¡Por fin iban a estar solos! Pero, ¿era aquello algo bueno o algo malo?

—Ven, en el invernadero no debe haber nadie.

Cuanto más se acercaban a dicho lugar, más silencio había. Las personas comenzaban a escasear, y cuando finalmente entraron en el invernadero, se vieron completamente solos.

—No creo que nadie venga en un buen rato. Podemos quedarnos aquí mientras tanto —Cyno soltó su mano y se sentó en el suelo, algo lejos de la entrada—. Ven, siéntate a mí lado —y palmeó el hueco libre junto a él.

—No quiero ensuciar mi ropa —se excusó Tighnari. Su acompañante se quitó la mochila y sacó algo de su interior que utilizó para cubrir el suelo.

—¿Así mejor?

—Supongo.

Tighnari dejó las bolsas en el suelo y se deshizo de su mochila, la cual dejó al lado de la de Cyno, para posteriormente sentarse encima de la manta que acababa de colocar. Se sentía algo nervioso, y el cosquilleo en sus dedos no estaba siendo de ayuda. ¿Por qué le resultaba tan difícil lanzarse de una vez por todas?

—¿Lo estás pasando bien? —Tighnari se quitó los cascos y los dejó encima de la manta.

—La verdad es que sí. Aunque me encuentro algo mal, ya sabes. Me hacía falta descansar.

—Podrías habérmelo dicho en cualquier momento —el joven cerró sus ojos y se dejó caer sobre el hombro derecho de Cyno.

—No quería arruinar el ambiente.

—Sabes que a mí no me molesta —Cyno acarició su pierna—. Te hubiera traído aquí sin rechistar.

—Lo sé, pero... Estaba demasiado cómodo como para pedírtelo. Lo paso tan bien cada vez que estoy contigo...

—Comprendo —a sus palabras les siguió un silencio algo incómodo—. Por cierto... Sé que no te lo he dicho, probablemente porque se me habrá pasado con las prisas, pero hoy estás hermoso.

Tighnari tardó en responder: —Tú... Tú también te ves muy bien —respondió, avergonzado—. El pelo recogido te favorece muchísimo —«por no mencionar tu ropa... Muestras más de lo que había imaginado», pensó.

Cyno no pudo evitar reírse: —Si hubieras visto la batalla que mi cuñada y yo hemos tenido con mi pelo antes de que llegaras.

—No me lo quiero ni imaginar.

Cyno detuvo los movimientos de su mano. Su piel estaba caliente.

—¿Crees que le gustará? —le preguntó Cyno a Dehya mientras esta le ayudaba a ponerse su traje. La mujer dejó escapar un suspiro y le dio un golpe en la espalda.

—No te preocupes por eso, Cyno. No necesitas esforzarte por impresionarlo. Si realmente siente algo por ti, él se sorprenderá lleves lo que lleves.

—Ya, pero quiero que sea algo especial... —el rostro se le había puesto rojo.

—Cómo se nota que estás enamorado de verdad, Cycy —Dehya sonrió, con algo de lástima—. No sabes lo feliz que me hace —«si también hubieras sido tan feliz con Nilou...»—. Algún día, me gustaría hablar con él.

—Si esta noche todo va bien, podrás hacerlo muy pronto.

—Ni siquiera lo dudes, Cyno. Seguro que tus sentimientos son correspondidos.

—No conoces a Tighnari. No puedes saberlo —Dehya lo condujo hacia el espejo y le mostró su reflejo.

—¿Seguro que quieres algo tan... Revelador? —cambió el tema de repente.

Cyno se vio a sí mismo en el espejo. Como el traje que había escogido estaba inspirado en la ropa que sus antepasados solían utilizar, mostraba mucho su cuerpo. Pero a él no le importaba. Estaba seguro, era esto lo que quería.

El cabello lo tenía recogido en una coleta alta, la cual contenía su flequillo también. Era la primera vez que se vestía de esa forma, así que sentía que se veía algo extraño.

Aunque también se sentía bastante atractivo.”

—Si te vistieras tan bien siempre, ligarías un montón —bromeó Tighnari. Cyno tanteó en el suelo hasta que finalmente encontró su mano.

—Mira quién habla. El maquillaje rojo te favorece mucho.

—Pero no se nota mucho. Intenté que fuera algo discreto.

—Así está perfecto.

La atmósfera se había vuelto sosegada y llena de amor. El aire se llevaba los suspiros cargados de flores rosáceas y los presionaban contra la piel desnuda de ambos jóvenes. ¡Lánzate de una vez!, gritaban.

Las alas de la diosa del amor eran ya demasiado grandes para la jaula que la mantenían presa. Los barrotes áureos habían perdido la gloria de la que presumían antaño, y ahora no eran más que unas débiles e inútiles piezas de oro llenas de musgo. Tarde o temprano, fallarían en su misión y dejarían escapar a la hermosa deidad.

—Oye, Cyno...
—Oye, Tighnari...
—Tú primero.

Sin embargo, en lugar de hablar, ambos bajaron la cabeza, presos de la vergüenza. ¡Ahora que por fin se armaban de valor!

—El espectáculo va a empezar ya mismo —mencionó Tighnari. Cyno tragó en seco y asintió lentamente.

—Lo sé... ¿Quieres que vayamos ya?

Un apretón en el brazo fue la única respuesta que recibió. Tighnari se había abrazado a él.

—Yo lo siento mucho... Pero el espectáculo no me importaba tanto, realmente.

—¿Ah, no? —Cyno se hizo el tonto. Alzó su mirada y observó el techo del invernadero, intentando encontrar algún amparo.

Sin embargo, no había nada en aquel lugar que le fuese de ayuda. Estaban rodeados de plantas, en un lugar que Tighnari amaba.

El aire que respiraba era verde, sus pensamientos también lo eran, todo lo que podía ver era verde y las únicas palabras que escuchaba tenían un fulgor verdoso. Verde, verde, verde.

Tighnari se había apoderado de sus pensamientos y de sus sentidos. Su amor por él había empezado como una pequeña infección en el pecho y eventualmente se había convertido en una plaga.

¡Ay, este joven, tan hermoso como la vida misma, tan brillante como una joya esmeralda, iba a volverlo loco!

—No... Lo único que me importaba era estar contigo.

—Si vamos juntos al espectáculo, también podrás estar conmigo —dijo Cyno, empujándolo hacia el acantilado de la verdad. Quería escuchar a Tighnari diciendo esas palabras. Necesitaba que él mismo...

—A solas —... le dijese lo que realmente pensaba.

Cyno le apretó la mano: —Tighnari.

—Dime.

Las palabras se deslizaban por el pequeño hueco que los nervios habían olvidado cubrir. Eran tímidas, silenciosas.

Aunque eso no les quitaba valor.

—¿Alguna vez te he dicho lo mucho que te quiero?

—No estoy seguro —el verde se mezcló con el rojo. Ahora, el rojo del maquillaje no era el único presente en el rostro de Tighnari.

—Entonces, si me lo permites, a partir de ahora me gustaría recordártelo cada día de mi vida —hizo una corta pausa para reunir aire, y de paso, algo de valor—, y también, tal vez, lo mucho que me gustas. Porque estoy enamorado de ti, Tighnari. Desde el principio, estuve dispuesto a aceptar a este pequeño intruso llamado amor. Algo me decía que había algo especial en ti. Aunque en un principio fue una simple atracción física, cuando te conocí, comprendí que podía llegar a ser algo más... —Cyno se alejó de él para poder ver su cara. La oscuridad no le permitía discernir cada detalle tal y como él quería, pero en ese momento no le importaba. Se sentía satisfecho con tan solo ver esos luceros cristalinos bañados en ilusión—. Y cuanto más te conocía más profundo caía. A estas alturas, te quiero tanto que no puedo ocultarlo más tiempo en mi pecho. Me atrevo incluso a decir que te amo... —de repente, se detuvo otra vez—. ¡No, mejor no! Olvida eso, olvida eso. Creo que es muy apresurado. Yo no dije eso último. Tú no has escuchado nada...

Una risa detuvo su monólogo. Y los labios de Tighnari aterrizaron sobre los suyos algunos segundos después.

A Cyno se le escapó todo el aire que había conseguido retener en sus pulmones. En ese momento, no fue capaz de reaccionar. ¿Qué debía hacer? ¿Qué sería lo correcto hacer?

—E-Espera, perdón. Estoy resfriado... —Tighnari se separó de él y cubrió su boca—. Lo siento, es que me hacía mucha ilusión y no me pude controlar...

—¡Ah, no! Qué va, no-no te preucopes —Cyno se acercó a él y apoyó la mano izquierda en una de sus piernas—. Eso es do le menos.

—Pero te voy a contagiar...

—¿Y crees que realmente me importa? —Tighnari sonrió y acarició su rostro con suma dulzura.

—Supongo que no.

Esta vez fue Cyno el que se acercó a él. Atrapó sus labios con precaución, temiendo hacer algo que no le gustase. Tighnari correspondió al instante, utilizando sus brazos para acortar la distancia entre ellos.

Al separarse de él, Cyno suspiró algunas palabras: —Entonces, ¿quieres ser mi novio?

La risa se apoderó de Tighnari. Aunque era una risa nerviosa, la risa de una persona que no era capaz de creerse lo que estaba viviendo: —¿Acaso es necesario que responda? —el joven se lanzó a los brazos de su enamorado y respondió—. Sí, Cyno. Lo seré, encantado.

Ambos corazones temblaban de los nervios, pero al mismo tiempo saltaban de la felicidad.

Finalmente habían dado aquel paso que tanto habían temido dar.

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