Línea Azul

By MMIvens

163K 16.7K 79.9K

Padecer hipocondría no es sencillo, tampoco tratar de mantenerlo a raya para no ser objeto de burlas; mucho m... More

• Dedicación •
• Prefacio •
Capítulo 1: Un día de esos.
Capítulo 2: No sé más de ti.
Capítulo 3: Como un perro.
Capítulo 4: Amistad de tres.
Capítulo 5: El que no dejaba de buscar atención.
Capítulo 6: Cuántas veces dije "sí" queriendo decir "no".
Capítulo 7: No te entrometas.
Capítulo 8: Parecías alguien honesto.
Capítulo 9: ¿Le gustaría más así?
Capítulo 10: Nadie te entiende.
Capítulo 11: Si fallo, me desmoronaré.
Capítulo 12: Larguémonos de aquí.
Capítulo 13: Es un placer conocerte.
Capítulo 14: Soy mi peor enemigo.
Capítulo 15: El perdedor.
Capítulo 16: Sé que nadie me ayudará.
Capítulo 17: ¿Cuántos secretos puedes guardar?
Capítulo 18: Aunque durara tan solo un segundo.
Capítulo 19: No te importa.
Capítulo 20: Sé que no soy esa clase de hombre.
Capítulo 21: No soy detective.
Capítulo 22: Crecí cansado de este cuerpo.
Vivo como si estuviese en una obra.
Capítulo 23: Achinga, todos son más padres que mi papá.
Capítulo 24: Si no es ahora, no será mañana.
Capítulo 25: ¿Puedo llamarle?
Capítulo 26: Ojos negros.
Capítulo 27: No me vayas a hacer llorar.
Capítulo 28: Cuando era más joven.
Capítulo 29: Todas las cosas de las que no hablo.
Capítulo 30: Quiero ser tu as.
Capítulo 31: Estoy tratando de decirte algo.
Capítulo 32: Vive tu vida.
Capítulo 33: Soy violento, es la realidad.
Capítulo 34: Todos están de acuerdo.
Capítulo 35: Común acuerdo.
Capítulo 36: Odio cuando lloras.
Capítulo 37: Debería ser yo.
Capítulo 39: Me está poniendo nervioso.
Capítulo 40: Vergüenza.
Capítulo 0.
Capítulo 1: Chivo Expiatorio.
Capítulo 2: ¿Qué esperas?
Capítulo 3: Llévame contigo.
Capítulo 4: La suerte que he tenido.
Capítulo 5: Déjà vu.
Capítulo 6: Hijo de la luna.
Capítulo 7: Hazte fuerte.
Capítulo 8: Así es como te amé.
Capítulo 9: No pretendas que es un misterio.
Capítulo 10: Para no matarme.
Capítulo 11: Supéralo.

Capítulo 38: ¿Seguirá siendo igual?

1.3K 212 1.1K
By MMIvens


Cuando la primavera terminaba, el morir de las flores aterraba a algunos. El pasar del tiempo, el final de una temporada.

Pero yo siempre recibí el caluroso verano, el otoño, y el silencioso invierno. Porque cuando algo finalizaba, no pasaba ni un instante sin un nuevo comienzo; eso me brindaba paz.

Estocolmo.

Cuando era niño, recuerdo que amaba ir al dentista.

Cerca de nuestra casa, se encontraba un pequeño establecimiento con varios locales; antes de la urbanización era una zona bastante económica; lugar desgastado por el poco mantenimiento que recibía. Allí se encontraba un consultorio, ubicado en la segunda planta.

Debajo del dentista, había una tienda de helados y paletas de hielo. Al costado, un lavado de carros.

Mi hermana y hermano mayor esperábamos a que fuera nuestro turno de consulta. Al salir con las bocas anestesiadas, mi mamá nos llevaba abajo por paletas de hielo. Mi papá aprovechaba a que el vehículo fuese lavado; entonces, nos íbamos de regreso a casa.

Demolieron aquel sitio hace unos años.

Muchos de los locales de la zona se convirtieron en departamentos, así que comencé a caminar sin detenerme a observar lo que antes fue, como una vieja cancha que perdió color debido a las lluvias. Y a pesar de los cambios, creo que mi vida se quedó en ese momento.

Porque con los años, por más doloroso que fuesen los recuerdos, mi corazón solo recordaba las cosas buenas. Incluso la pérdida se volvió incierta.

«Me habría gustado asistir a un baile con Hipo.»

Tuve ese pensamiento toda la mañana. Fui a entrenar, volví a casa para tomar una ducha y salí con bloqueador solar para evitar el sol de medio día. Mis tareas se sentían sencillas cuando las realizaba pensando en verlo a él.

—Si no ha comido, podría invitarle a mi casa y preparar algo... —musité, revisando la hora de mi celular—. Tendría unas horas antes de que vuelva mamá de su cita de chicas.

Hay vegetales, sí, sí. Con que sea algo nutritivo.

Me detuve una cuadra antes de la plaza. Traté de ver mi cara con la cámara delantera del teléfono, pero la intensidad del sol me cegó. Acomodé mi cabello, revisé mis dientes y suspiré. No me veía tan mal, pero si nos hubiésemos visto más temprano o más tarde, mi cabello no estaría en ese punto caótico de frizz.

—Creo que entraré a los baños a mojarme el cabello. Buena idea, sí.

Me detuve al visualizar a Hipocondríaco en el otro extremo. Esbelto y pulcro como de costumbre, con esa chaqueta oscura que le daba un aire informal; rara vez se le encontraba sin su uniforme escolar. Aunque no sonreía, se veía igual de bien.

Alguien de cabello quizás teñido parecía hablar con él. No estuve seguro de si era una amistad suya a quien se encontró, o si le había surgido otro compromiso.

—Debería rodearle, o esperar a que termine de hablar —balbucí, sosteniendo mis propias manos. Me mantuve sonriente, y continué—, nah, lo voy a esperar. Él me ha visto en mis peores...

Le di la espalda a ambos, sonriente, al ver que sus bocas se unieron. De repente el escenario me pareció irreal, incluso el frío de mis piernas sobreponiéndose al calor de mi cabeza.

¿Vi bien?

Apreté los párpados. Traté de volver a visualizar el momento en que se acercó aquella persona para besarle, pero no me atreví a voltear y confirmarlo con mis propios ojos. Volví a abrirlos, desorientado, dando algunos pasos en la dirección opuesta.

Sí vi bien. Era él.

—Nah, no besaría a alguien más. —Bufé, arrojando una mano al aire mientras dirigía mi camino lo más lejos del escenario.

Bueno, y si así fuera, no tiene nada de malo. Yo dejé en claro que estaba bien si él solo quería experimentar.

—Yo no quiero nada a cambio, solo fluyo —dije, deslizándome por la acera al visualizar una banca. Tuve que dar unos cuantos pasos más porque no llegué hasta ella deslizándome; parece que fluir no era lo mío.

Tomé asiento. Apoyé mis brazos en mis rodillas, y suspiré echando mi cabello para atrás.

—Vaya.

Verga, más bien.

Volví a levantar mi cabeza, sonriente. No habían casi vehículos en la avenida, lucia más desierta que de costumbre; quizás por ser domingo. Las personas que fueron a desayunar estaban en casa haciendo nada o los que estaban en familia solo esperaban a que fuese más tarde para salir a comer.

Yo fui paciente en aquella zona, como un pez dentro de un mar desierto, esperando a que me echaran agua fría.

Los minutos pasaron junto al cantar de las aves, aunque más que cantar se dedicaron a gritarse y pelear por unas migajas en la calle; pensé que era el diablo y el ángel de mis hombros, discutiendo porqué hacer. Decidí reunir coraje y sacar mi teléfono, el cual había comenzado a vibrar por alertas.

El nombre de Hipo estaba en la pantalla. Algo como "¿Te encuentras bien? ¿Estás cerca?" era difícil de responder.

"Disculpa, no creo poder reunirme contigo hoy", escribí. Yo me conocía bien detrás de una pantalla, sabía que no estaba listo para verlo en ese momento. Quizás si lo hubiese visto, habría pretendido no sentirme incómodo todo el día; lo mejor, era confrontarlo ahora.

Comenzó a marcarme. Di un brinco por el susto, pero respondí con rapidez.

—Perdón por llamar sin preguntar —su tono de voz fue bajo, incluso pude imaginarlo con los dedos apoyados en su frente—. ¿Está... todo bien?

Aunque también me es difícil mentirte si me preguntas así.

—No, solo... volveré a casa.

Mi pierna, que era el soporte de mi brazo, comenzó a sacudirse. Me puse ansioso tras esa pausa.

—Entonces, ¿ya estabas cerca? —Tan pronto afirmé, hizo otra pregunta—: ¿Me viste, cierto? No tienes que fingir que no. Está bien.

—Pero no es algo que debería molestarme a mí. —Vacilé.

—No, debería aclararlo. Yo no siento...

—Hipo, dejémoslo así por hoy, ¿sí? —Lo detuve, dejando escapar un suspiro. Me sentí aliviado al oírlo igual de angustiado que yo, pero tampoco quería que ambos nos quemáramos la cabeza en ese instante. Si algo debía pasar, lo mejor era tomarse su tiempo para decidirlo, no hablar en el calor del momento—. La neta ahorita ya me quedé algo aturdido y no estoy pensando muy claro. Igual esta semana que viene tengo las actividades deportivas del PLJ, así que voy a estar ocupado.

Bien, bien.

—¿Te parece si mejor nos concentramos en nuestras cosas personales, y ya luego nos juntamos a platicar? Digo, cuándo se acabe esta semana, si quieres.

—Me parece adecuado —suspiró, contagiándome la sonrisa aunque no pude verlo—. Nos pondremos en contacto al finalizar la semana, entonces. Aunque estaré un poco impaciente.

—¿Tú? —Hablé incrédulo—. ¿Por qué?

—Tengo que esperar una semana para saber qué querías decirme.

—Puedes vivir con ello. —Lo oí reírse de mi respuesta. Aquello me relajó automáticamente—. Ya, ya, ¿de qué te ríes?

—¿Estás muy molesto?

—No sé, tú dime. Claro que sí. Estoy enojado, así que voy a colgar. No me llames, yo te escribiré cuando esté libre. Ni pongas tu cara cerca de mí, necesito paz mental esta semana.

—Vale, seré como un fantasma. —Le dije que su respuesta me aterraba más—. Literalmente tú eres peor, siempre que volteo ya me estás viendo.

—Adiós. —Colgué, creo que por la vergüenza.

No tuve fuerzas para levantarme de inmediato. Permanecí sentado, inhalando y exhalando fuerte en señal de agotamiento. Mi cabeza era un lío, pero volví a sonreír al ver su tierno mensaje iluminar mi pantalla:

"Perdón."

~•~•~•~

—Hey, Est, dice tu entrenador que no ganes esta última. Tu equipo ya obtuvo el mejor puntaje gracias a ti, así que ruega que no te desgastes —habló Tourette, quitándome la toalla que cubría mis ojos. Junto a él estaba Marfan, quien dijo apenas llegar para apoyarme—. Luces cansado, solo corre esta última en plan tranqui.

—He estado corriendo en plan tranqui. —Respondí, arrebatándole la toalla húmeda para ponerla alrededor de mi cuello. Bajé la vista hacia mis zapatos y volví a cerrar los ojos.

—Has estado corriendo como un animal. —Marfan se rió, dando pequeños golpes a mi espalda con sus delgadas manos. Tourette le dijo que no hiciera eso porque se podía lastimar; ella juró no ser tan débil.

—Sí, sí.

Me preguntaron si pasaba algo. Esos días me veían distraído, incluso cuando fui al planetario que hicieron. Les era raro ya que yo andaba mame y mame que quería verlo, solo para terminar tomando una siesta en el interior. Les aclaré que solo estaba disperso por asuntos en casa.

—Parece que no has dormido NADA.

—Debo volver a la pista. —Informé, levantándome de golpe. Abrí la banda en mi brazo para colocar el celular. Tomé un poco de agua antes de incorporarme con el resto de participantes, así que no les permití hablar más de mi condición.

Sé que estoy cansado, pero no quiero sobrepensar esta semana.

El sol había perdido su intensidad a esa hora. El cielo lucía de un bello dorado, el perfecto para cerrar con fuegos artificiales, de no ser por la ley que los prohibía en la ciudad.

Até mis agujetas y di algunos brincos antes de posicionarme en la salida. Los miembros de mi club me hicieron señas para indicarme que no debía correr tanto, ellos se encargarían de la corrida. Me vi de reojo con alumnos de L.A, quienes siempre eran competitivos aún sin conocernos. Solo con verlos sabía que me odiaban.

Nunca me había esforzado tanto en competir contra alumnos de L.A. No tenía nada personal contra ellos.

—Pero estoy hastiado ahora mismo. —Balbucí, con los ojos sobre la pista. Era inútil pretender que no seguía molesto por lo qué pasó el lunes.

¿Quién rayos besó a Hipo?

Escuché el disparo de la pistola electrónica.

Sentí la expansión en mis pulmones. Mis latidos marcaban el ritmo de mis largas pisadas, el peso sobre mis rodillas se hundía al igual que el sonido. Mi cabello estaba atado así que no fue un estorbo; la única molestia presente era el dolor en mis fosas nasales por la cantidad de aire frío y caliente que había ingresado a mi nariz por las pasadas 4 horas.

Me ardían, como si tuviese fiebre. Incluso acostumbrado a correr, era incapaz de soportar algunas cosas si no tenía la técnica adecuada, pero mis emociones no me permitían corregir esos detalles de mi técnica.

En la tercera vuelta, el ardor se transformó en sangrado.

Mierda.

Miré a los alrededores, cometiendo otro error: yo jamás me fijaba en otros corredores. Tuve un instante en negro, el mareo me hizo tropezar con mis propios pies y desplomarme en la pista, dando vueltas mientras me protegía el rostro con los brazos.

—¡Apártate! —Gritó un corredor, saltando sobre mi cuerpo. Los vítores de fondo eran palabras de aliento para los participantes; no hubo preocupación sobre mi caída.

El cielo azul mezclado con dorado yacía sobre mí, me centré en él mientras tomaba bocanadas de aire. Mi corazón aún latía con rapidez, al igual que las heridas en mi rodilla y los posibles moretones en mi cuello y brazos.

—Ah, ah... —Posé mis palmas en el estómago al sentir el dolor disminuir en él—. Dioses lunáticos, ya llévenme allá arriba.

Tourette saltó a la pista. Su cabello largo hizo contacto con mi rostro antes que sus manos con mis brazos para levantarme. Me sacó a rastras, pidiéndome que le echara ganas a caminar porque parecía un muerto viviente con mi esfuerzo miserable; pero justo así me sentía.

—Carrera más mala te echaste, como Destino Final. —Escupió sus pensamientos.

—A mí me gusta Destino Final.

—La viste bajo el efecto del tinner, ¿verdad? —Juzgó. Sus brazos me dejaron caer sobre la banca.

Marfan se aproximó para darme primeros auxilios.

A pesar de que su visión era mala y casi nula en el ojo derecho, su precisión era perfecta al aplicar alcohol en mis heridas. Ella me había enseñado mucho sobre el curso de enfermería, aunque al ser nuestro último año, prefirió abandonarlo y concentrarse en otras actividades referentes a la organización de Savant, como el PLJ.

—Estocolmo, gira tu brazo, voy a... —Cubrió su boca, alarmándome por su reacción.

—¿Qué? ¿Me lastimé demasiado? —Me sostuve a mí mismo, girando el cuello para buscar la herida—. Según yo, no fue nada grave.

—No habla de eso... —Murmuró Tou.

Al ver mi teléfono demolido, arranqué la banda de mi brazo. La pantalla destrozada, algunos de los cristales pudieron cortarme de no ser por la tela a su alrededor. Me dolió más ver aquello que mis heridas, o a Tourette decirme que Destino Final era una mierda de las malas, no de las buenas.

—¿Enciende? Si lo hace, ni pedo, yo le cambio la pantalla. La batería a veces se te va a salir como la mía, pero...

—No enciende. Creo que se quebró el chip.

—Vas a tener que comprar otro. —Marfan fue directa, como de costumbre. No era alguien de muchas palabras.

—Sí, eso creo.

—Te vendo uno y te compro ese. Sabes que me gusta reparar teléfonos y así...

Me solté a llorar. Al inicio los oí reírse pensando que yo actuaba, pero se callaron al ver que no me detenía.

—Eh, wey, ¿por qué chillas?

—Tenía fotos que no respaldé de mi familia, y chats... —Apenas se entendían mis palabras, pensé que hablaba otro idioma—. Chats que quería conservar. Yo...

—Tranquilo, hermano. Al final solo es un teléfono, puedes volver a sacar fotos y seguir chateando con otros.

—Y mi crush se besó con alguien más. —Bramé, golpeando mis palmas contra mis ojos. Me hice pequeño en la banca.

—Ok, puedes llorar. —Marfan apartó a Tou.

Les conté entre lágrimas lo que había pasado conmigo esas semanas. Yo no tenía tantos amigos como ellos para pasar el PLJ, ni actividades importantes como las de Marfan. Aunque quería hacer buenas memorias antes de graduarme, me había centrado en pasar tiempo con quien me gustaba.

Desgraciadamente, vi algo que prefería no ver el día en que pensaba proponerle una relación más seria a Hipocondríaco. Ahora la destrucción de mi teléfono fue el colmo.

Ellos me escucharon, mientras me llevaban fuera del área donde caí. Me invitaron algo de comer, junto a las mesas más cercanas.

—Yo no quería volver a llorar por él. Solo... no sé, debería actuar más maduro. No fue su culpa.

—Espera, ¿no hablas del wey que te molestaba en secundaria? —Tourette arrugó el entrecejo. Dejó las banderillas sobre la mesa; supo que eran mis favoritas, así que se ofreció a ir por ellas.

—Es complicado.

—No sé wey, yo no me revuelco con mis bullys.

—Cállate. —Marfan lo interrumpió.

Les hablé de él a grandes rasgos. No quise hablarles sobre su arrepentimiento, ni mis complicados sentimientos al ver cómo su vida se había detenido, ni la profundidad que albergaba. Me limité a afirmar que era alguien bueno, solo no supo cómo lidiar con cosas que le superaron en el pasado.

—Cuando creo no entender nada de él, solo me mira y no hay necesidad de explicarlo. De alguna forma comprendo lo que sea que haga; quizás porque vivimos lo mismo, al mismo tiempo y en el mismo lugar.

—¿Cómo sabes que no es un engaño y no busca aprovecharse de ti? —Tourette fue curioso, ajeno a la crítica.

—El síndrome de Estocolmo se basa en reconocer los hechos y aún así justificarlos, Tou. Además, hace un siglo no era considerado un padecimiento real ya que solo se presentaba bajo ciertas condiciones y en pocas personas, es solo a raíz de las clasificaciones actuales que se le puso así a algo que no se conoce bien. Como el estrés post-traumático, solo es una situación en concreto, no significa que viva así siempre —el suspiro de Marfan vino tras una pausa—. Desde mi opinión personal, hace tiempo que Est no es influenciado por su condición.

—Eso es algo que no te puedo confirmar. —Contrarié a la chica.

—¿Por hechos verídicos o solo tus inseguridades? Piensa en eso tras graduarte. Tienes tiempo.

Seria y sabia; le gustaba a Tourette por esas razones.

—Saben, el chico que más me gustó en la vida fue un hijo de su madre. —Mar pareció iniciar una anécdota. Yo comencé a masticar las banderillas junto a Tou, atentos—. La verdad, nunca conocí a alguien tan narcicista y que disfrute del dolor ajeno como lo hacía él. Jaja, ay... que vuelva, lo
extraño.

—¿Lo extrañas? —Tourette se vio horrorizado. Quizás por el corazón roto, o saber que alguien había sido tan culero con ella.

—Sí, por supuesto. Y eso no me hace el síndrome de Estocolmo, ¿no? Es algo así de inexacto.

—¿Estás bien? —También me preocupó.

—Hey, me abrí con ustedes porque somos amigos.

Los dos nos carcajeamos de ella. Le agradecimos la confianza, pero algunas cosas era mejor guardárselas para uno mismo.

—Ya, a lo que voy. Disfruta tu último año, Est. No te quiebres la cabeza pensando solo en romance, debes estar más concentrado en las experiencias que te acompañarán incluso si terminas con una pareja. Sal, comparte, pierde el tiempo con otros —estiró su largo brazo para darle algunas palmadas a mi cabeza—. Nosotros nos aseguraremos de que tomes nuevas fotos. Es más, quedémonos juntos los tres lo que queda del día. Si quieren terminen con las banderillas y damos otra vuelta para ver qué actividad hacer.

—Me gusta disfrutar los momentos pero en casa dicen que soy despreocupado. —Bufé.

—Est, a veces no es bueno parar la vida por cosas que nos duelen —expresó, señalando su propio cuerpo. Su condición era bastante evidente en cada trozo de su piel—. Si sigues así, tu forma de vida solo se estanca y cada recuerdo que debería ser feliz se calcina; nadie debería perder el recuerdo de ser feliz. Y si a pesar de todo, te hace feliz saber que le das lo mejor a alguien sin recibir nada a cambio, eso está bien. Despréndete de ello.

—No estás solo, Est. —Me apoyó el greñudo a mi lado.

Me reí. Ambos repitieron que los tenía para recibir apoyo.

—¿Saben? Jamás hice amigos, en los 18 años de vida que tengo. Soy prácticamente un adulto ya.

Mastiqué el último trozo de banderilla. Giré el rostro hacia los puestos de comidas, en donde algunos formaban filas por chicharrones preparados y otros esperaban sus esquites. Vi algunas burbujas de jabón cubrir el cielo, ya casi nocturno a esas horas.

Me acordé de las ferias a donde me llevaban mis papás de pequeño. Solo faltaba la rueda de la fortuna, a la que tantas veces pedí suerte para hacer amigos y así ir con ellos algún día.

—Quizás no sea nada nuevo para ustedes, pero les agradezco que me consideren uno. Me da la sensación de que no moriré solo.

—¿Te asusta morir so...?

La respuesta de ambos fue cortada por mi madre, quien, con sus lentes oscuros y harapos, se lanzó a mí para revisar mis heridas. Su conmoción me alarmó, pero me hundió la decepción de verla ahí. No podía concebir su presencia.

—No te encontraba después de que saliste de la pista, canelón —sollozó, sosteniendo mi brazo para ver mis heridas—. ¿Por qué te hicieron correr otra vez? Te dije que no quería que lo hicieras este año.

—Ma...

Tourette se dio la vuelta junto a Marfan. Decidí levantarme y apartarla conmigo.

—Por favor, mi cielo, promete que fue la última vez. No vuelvas a hacer algo así de arriesgado, ¿sí? —Se aferró a mis manos—. Te lo suplico.

—Mamá, no puedes hacer estas cosas, ¿sí?

Hice mi mayor esfuerzo por arrastrarla lejos. Me mantuve de pie en el centro, tratando de sostener su cabeza mientras le quitaba la bufanda enrollada. Aparté los lentes oscuros que ocultaban sus ojos llorosos envueltos por ojeras.

—No está bien, sabes que no pueden entrar padres, mamá —le regañé, aunque con un tono neutro. Quise ser comprensivo así que le rodeé con ambos brazos para calmarla—. No es correcto lo que haces, ¿comprendes...?

—Lo sé, pero...

—Estoy bien, de verdad. Fue una herida superficial. —Palpé su espalda, dejándola sollozar en mi hombro—. No vuelvas a hacer esto. Prométemelo.

—No puedo. Perdón...

Mi madre era del tipo que lloraba cuando las flores morían. Jamás se acostumbró al pasar del tiempo, ni asumió el crecimiento de mis huesos, mucho menos las canas que se propagaban en su cabello. Ella era ese tipo de persona, que dejaba morir solos a quienes quería por el temor a perderlos.

Ojalá me dejes ir cuando deje de ser Estocolmo.

• • •

A petición popular, no solo tardé un poco más en actualizar, sino que traje algo tranqui GAHAHAHA.

Ya, fuera de bromas, lo siento por el capítulo pasado. La vdd, también me dolió esa cosa del demonio.

¿Cómo están, Banda? Yo casi paso a mejor vida esta semana, andaba con un virus pero me siento mejor hoy así que decidí actualizar.

¿Qué piensan que será de Est e Hipo?

Btw, es muy importante el teléfono roto de Estocolmo. Va traer consecuencias.

Les traje un meme que subieron a Facebook:

TENGAN UN LINDO FINDE, Y SALUDOOOOOOS. Espero traer lo más pronto posible el siguiente capítulo. Solo les aviso, que quedan dos capítulos bien culeros.

~MMIvens.

Continue Reading

You'll Also Like

23.2K 3.3K 98
Lee Donghae es un chico de Mokpo que llega a Seúl con sus padres el es tímido de pocos amigos es muy lindo y es gay sus padres y sus dos amigos Hen...
47.7M 2.2M 117
Señorita Isabella Mariet Moore acepta como esposo al señor James Alexander Harrison- me quedo en silencio es un debate en mi mente en este mismo inst...
634 67 9
Ehrel Naranjo sería el futuro de la botánica de no ser porque, en apariencia, es idéntico al primo del príncipe. Aquella maldición, aunada al fatal d...
257K 31.7K 43
Alroy creyó que al involucrarse con su profesor podría evadir el pasado, pero los recuerdos siempre vuelven... en especial cuando son oscuros. ...